Charles Xavier #4
Capítulo tres: Delante de ti, en persona.
Te acercaste a la pequeña glorieta, con forma de X y una fuente en el centro. Aunque no tuvieras tijeras de podar, podías empezar quitando los hierbajos del suelo. Ya más tarde le preguntarías a Hank si tenía algunas herramientas.
Saltaste el matorral, te sentaste en el suelo y empezaste a quitar hierbajos.
Llevabas un tiempo cuando notaste una mirada intensa en tu nuca, como si te estuvieran vigilando. Paraste de quitar hierbajos para mirar hacia arriba. Te giraste y con una mano en la frente (para que no te deslumbrara la luz del sol) miraste una ventana del primer piso. Se podía ver una silueta de alguien mirándote.
Frunciste el ceño pero continuaste haciendo tu tarea.
Un pensamiento cruzó tu mente: ¿Quién sería? Dudabas de que fuera Hank. Entonces, ¿era el profesor Xavier? O, ¿había más mutantes en esta casa? Después de esas preguntas, pensaste en otra cosa: Nunca habías visto al profesor Xavier. Ni en una foto ni en el periódico. Te lo imaginabas como alguien mayor, casi como un abuelo.
Ya llevabas una buena parte quitada cuando oíste pasos detrás de ti. Dejaste de quitar hierbajos pero no te giraste. Un olor te llegó y te tensaste. No era el olor a chucho que era Hank, era ese olor relajante.
¿Quién será?
Lentamente te giraste para ver a un hombre, de aspecto desaliñado. Parecía que tenía tu misma edad, o si no dos o tres años mayor que tú. Tenía barba de varios días y el pelo lo tenía muy largo, hasta los hombros. Llevaba unas gafas de sol y en la mano un vaso con bebida alcohólica (podías oler un poco de coñac). Y tenía una especie de manta sobre los hombros. Un aspecto verdaderamente desaliñado y hippie.
Te quedaste callada, esperando que él hablara, aunque tardó bastante en hablar:
- ¿Qué te crees que estás haciendo?
- ¿Arreglando el jardín? – preguntaste confundida. Te levantaste del suelo y te quitaste los guantes.
- Eso no. Me refiero aquí – se explicó.
- Hank me dejó entrar-
- Pero Hank no es el dueño de la casa, ¿o sí? – giró la cabeza hacia un lado.
Olía tan endemoniadamente bien, pero te estaba enfadando.
- Entonces dime dónde está el profesor Xavier y hablaré encantada con él – te cruzaste de brazos.
- Lo tienes delante de ti, en persona. – Tenía los brazos a sus costados por lo que los levantó un poco.
Abriste los ojos como platos, porque, eso no te lo esperabas. Muy joven, fue tu primer pensamiento de él.
El profesor Xavier te miró, bufó pero después empezó a caminar, hacia la puerta (que estaba abierta). Saltaste el matorral para andar detrás de él.
- Profesor Xavier-
- No me llames eso. Me llamo Charles – te interrumpió con voz dura.
Ese nombre te hizo clic en la cabeza: Hank había hablado ya con Charles sobre esto.
- Charles – volviste a empezar. – Me están persiguiendo para ser sujeto de pruebas en una empresa. No puedo volver a donde antes porque ya me han encontrado, y lo volverán a hacer-
Subisteis las escaleras del porche y ambos entrasteis en la gran casa, Charles antes que tú.
- Me da igual, te quiero antes del mediodía fuera de aquí. – Movió la mano con desdén.
Charles empezó a subir las escaleras, mientras que tú te quedaste parada en la entrada.
¿Y ahora qué harás?
Hank apareció, como si se tratase de un milagro, por el pasillo donde se encontraba el salón y la cocina.
- Charles, no podemos dejarla irse. Corre verdadero peligro – empezó a hablar Hank. – En realidad todos lo tenemos.
Charles siguió subiendo las escaleras.
- Azazel y Angel están muertos – habló Hank. Eso hizo que Charles parara bruscamente y se girara para mirar a Hank. – Industrias Trask estaban experimentando con ellos.
La cara de Charles encogió, su ceño se frunció mientras miraba al suelo. Volvió a caminar, desapareciendo de vuestras vistas. Hank te miró, disculpándose con la mirada. Te encogiste de hombros y le entregaste los guantes, que los aceptó.
Empezaste a caminar por el pasillo izquierdo hasta llegar a tu habitación. Cuando cerraste la puerta detrás de ti, te apoyaste sobre ella y suspiraste.
Tenías tanto que pensar, pero mejor lo harías después de la ducha. Sí, la ducha era un buen plan.
Te separaste de la puerta y caminaste al baño propio de la habitación. Ahí te quitaste tu ropa, (dejándola esparcida por el suelo) y entraste en la bañera.
Al final acabaste dentro de la ducha, pensando.
Lo primero en lo que pensaste fue en: ¿A dónde irías? Estaba claro que no deberías volver a tu piso, porque ya sabían tu dirección. Podías mudarte donde tu familia, pero, ¿quién dice que no irán hasta allí a por ti? O tal vez, te dejarán en paz y raptarán a otro mutante para experimentar con él, y así salvarías tu pellejo.
Pero no podías hacer eso, eso sería como si tú misma le hubieras matado y llevado al infierno. Entonces, ¿deberías entregarte para que experimentaran contigo? Estaba claro que eso no acabaría con la búsqueda y captura de otros mutantes.
Entones, había que acabar con esa empresa. ¿Y cómo? Por tu misma mano no podías. Y los humanos no harán nada para ayudaros.
Cerraste el grifo, y el agua dejó de caerte en la nuca. Saliste de la ducha y enrollaste una toalla por tu cuerpo y otra en el pelo y saliste del baño. Sacaste de la pequeña maleta ropa interior y después te pusiste el pijama, porque, aún tenías que pensar en cosas. Te cambiaste ahí mismo y te desenredaste el pelo en el baño.
Volviste a tu habitación y te tumbaste en la cama, mirando el techo.
La muerte de Azazel y de Angel (a quienes ya viste en los informes del ordenador de Hank, o al menos supusiste que eran ellos) realmente había dejado mal a Charles. O tal vez, le ocurrió algo más. Te dio bastante pena. Incluso tuviste que retener el impulso de ir a por él y consolarle.
No sabías por qué, pero te daban ganas de abrazarle, y de nunca separarte de su lado. Y otro tema era el olor, era embriagador. Y te calmaba bastante. Como si tuviera un efecto curativo en ti.
Charles tuvo que haber sufrido mucho, en tiempos atrás. Se estaba refugiando en el alcohol y eso nunca era bueno. Y a saber en qué más se estaba refugiando.
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