Capítulo OO1

Llegar a Corea luego de mucho tiempo, no resultó ser para nada como lo había planeado en mi cabeza.

Para empezar, el vuelo se retraso provocando que (debido al cambio de horario entre Tailandia y Corea) llegará aproximadamente a eso de las 3 de la madrugada a pisar el aeropuerto. Segundo, (pero no menos importante tampoco) la lluvia desastrosa que empapaba y volvia más gris a la ciudad me dejó los ánimos por los suelos al tomarme un taxi y llegar hasta aqui, haciendome pensar seriamente en porque decidí mudarme sola pensando que las soluciones a mis problemas los resolvería de la nada misma. Cuando a esta altura tenía muy en claro que no podría resolver ni el mas mínimo de ellos.

Los pies me dolían, no tenía ni siquiera un condenado paraguas para cubrirme de la fuerte lluvia y como si no fuera poco ya, no encontraba por ningún lado al maldito encargado del edificio, pues el era la persona que debía darme las llaves de mi piso.

Hasta ahora, nada estaba saliendo como lo planeaba.

Como reacción a mi furia, pise la alfombra que había debajo de mi con tal fuerza que sentí un poco de ardor debajo de mi pie. Sorbi el agua que amenazaba con caer de mi nariz y termine estornudando. Mierda, no quería enfermarme, pero era lo que estaba consiguiendo.

Agotada de todo eso, termine por recostarme en el frio suelo de la entrada y debajo del techo, abrazandome a mi misma para que el viento que me golpeaba no fuera tan frío como lo sentía realmente.

Si alguien me viera de lejos, sabia muy bien que desde sus punto parecía una de esas chiquillas adolescentes que se sentaba en la entrada como unas locas desesperadas buscando que su novio le abra para así poder hablar de sus problemas. También parecia una chica perdida. Una chica tonta a la que no le dieron las malditas llaves de su maldito apartamento y...

Estaba por seguir esa lista interminable hasta que oi una voz a mi lado.

—¿Esperas a alguien?

Voltee la cabeza de inmediato y me puse rígida como reacción a esa grave y firme voz. Me sorprendí un poco de ver a un chico frente a mi que me miraba en busca de una respuesta. Abrí la boca para decir algo pero la termine cerrando sin saber que decir exactamente.

—Yo...—realmente me había tomado por sorpresa que alguien estuviera allí a esa hora. Ni lo había visto posicionarse a mi lado—de hecho...espero al encargado, pero parece que no está. No me atiende el teléfono.

—Ha de estar durmiendo.—informó y yo rechiné entre dientes. ¿¡Yo aquí y el durmiendo!? Ojala no fuera cierto.—¿Quieres pasar? No creo que sea bueno que te quedes aquí afuera.

Volví a mirarlo queriendo analizar más a la persona que tenía frente a mi; el chico era delgado, pero no demasiado. Alto, pero tampoco demasiado. Tenía un jean negro holgado y una simple campera gris. Un flequillo recto que le caía en la frente y un corte tasa de un tono rubio que no le quedaba para nada mal, y de hecho, le daba su toque elegante. También estaba ligeramente empapado por la lluvia, aunque desde luego no como yo. Sus labios entreabiertos denotaban cuan cansado se encontraba en ese momento y me pregunté por un momento que hacía en la calle a altas horas de la madrugada.

—Si no es una molestia...—atiné a decir

Había personas que decían estas palabras porque en verdad se sentían que eran una molestia, y había otras que lo decían porque era un rotundo si, sólo que no querían quedar muy fuera de lugar.

Yo pertenecía a este último grupo de personas.

El elevó una de las comisuras de sus labios apenas dije mi respuesta y abrio la puerta para dejarme pasar. Por un segundo me sentí nerviosa, ya que sus ojos me miraron fijos y casi vacios, sin un atisbo de brillo amistoso ni nada parecido. Supuse que no era una persona de muchos gestos faciales, pero para alguien como yo que estaba tan acostumbrada a eso me resulto incomodo.

Tome mi gigantesca maleta y decidi rapidamente meterme adentro del edificio. Ya no soportaba estar un segundo más afuera.

El aire cálido de la estancia fue recibido gustoso por mi cuerpo,y sin poder evitarlo termine por cerrar los ojos mientras suspiraba encantada.

—Muchas gracias.

Me di media vuelta sonriente. Elimine un poco la sonrisa al ver al chico más cerca de mi lo que realmente creí que estaba.

—Es un placer.—dijo. Y está vez pude apreciar una linda sonrisa casual en su rostro. A pesar de su actitud tan seria, era uno de esos chicos que sin dudarlo se considerarían guapos. Lo entendí en ese momento.—El encargado creo que no está en la casa. ¿Quieres que te ayude con unas toallas o un café? Temo que pesques más que un simple resfriado.

—Si no es una molestia...—murmuré, apenada.

—Me bastaria con un si o con un no. Sin ánimos de ofender—alzo una de sus cejas con un brillo divertido en la mirada. Mordi el labio dudosa.

—Entonces...sí.—el sonrió. Yo también lo hice.

El rubio se ofreció a ayudarme con la maleta, pero termine declinando su oferta mientras caminábamos rumbo a lo que era su casa. Por un segundo pense que no era bueno confiarme de extraños, pero luego pense que si el era cliente de el encargado (el cual era el despistado mejor amigo de mi tío) supuse que no habría problemas en confiar en el.

Y ahora que lo pensaba bien, aparentaba mi edad. No, un poco mas. ¿quizas veinticinco años? Era extraño deducirlo.

En menos de lo que nos pudimos dar cuenta, yo ya estaba pisando el piso ajeno con mucha desconfianza. Y no por mi inseguridad, si no por el hecho de que no era mi casa. Analice la estancia sin escrúpulos y me di cuenta que el decorado iba a la perfección con el estado de ánimo del desconocido. Las paredes eran blancas o de un tono negro, que le daba más color que un aburrido gris. Los muebles eran simples, pequeños y parecia tener un fetiche por lo minimalista. Todo lo contrario a mi.

Mi madre siempre decía que la personalidad de las personas se podía descubrir analizando su estilo de vida. Y cuanta razon tenia.

—¿Cuantas cucharadas de azúcar le pongo al café?—preguntó desde lo que suponia era su cocina.

—Dos, por favor.—oí el sonido de la cuchara golpeando la taza y pasos sordos viniendo hacia mi.

—Ten. Puedes quitarte el abrigo y sentarte en el sofá. Sin miedo.

Sonreí tímida hacia el y decidi hacer todo lo que dijo.

—Siento mojarte el sofá.

—Es un simple sofá.—lo dijo serio, pero me reí como una tonta por la pena.

Deje la taza a medio tomar a un lado y abrí los ojos sorprendida de haberme olvidado de un detalle tan importante como presentarme. ¡Estaba pisando su casa por el amor Dios!

—¡Oh! Olvide presentarme, que vergüenza. Soy Lalisa Manoban, por cierto—ofrecí mi pálida y fría mano hacia el sin dudarlo, aunque con un poco de nerviosismo, el luego de unos segundos estrecho mi mano también. Mi sonrisa vaciló cuando sentí su cálidez y su firmeza al hacerlo. Su contacto me envió un escalofrío por todo el cuerpo. Y no creia que fuera por el viento frio que me azotó.

Mis ojos buscaron los suyos pensando que así se podría quitar mi nerviosismo previo, pero al contrario, volvió con más fuerza.

—Kim Taehyung.—se presentó clavandome su intensa mirada oscura—y el gusto es mio sin lugar a dudas.

Sus ojos negros se entrecerraron, aunque fue con un brillo especial. Taehyung era agradable. Supuse que seríamos muy buenos amigos.

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Volvió está fanfic y ahora voy con todo, los quieroo

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