Mire a la extraña mujer que lloraba y se quejaba a mi lado, su cabello revoltoso no me dejaba ver su rostro pero era evidente que sus mejillas y lagrimales estaban pegajosas, llenas de esas gotas saladas producidas por ella misma. Hurgué en unos de mis bolsillos hasta encontrar un pequeño paño, extendí el paño hasta su nublado campo de visión.
De repente paró de sollozar y me miró, sonreí y luego tomo el paño y seco sus lagrimas, sorbió su nariz y pronuncio un casi inaudible "gracias".

Como lo supuse su maquillaje estaba destruido, sus ojos estaban hinchados y rojos de tanto llorar. Sorbió una vez mas su nariz y extendió el paño para devolvérmelo; negué sonriendo y dudando siguió secando sus lagrimas. Luego de unos minutos se calmó y me sonrió...

Oh, se veía tan inocente y frágil, quería tomarla entre mis brazos y correr con ella por toda la ciudad.

Nos quedamos en silencio por un momento, le tendí un chupito lleno de whisky.

Es la mejor forma de olvidar, aunque sea solo por unas horas. Acaricié su nuca con mis dedos hasta sentirla estremecer.

¡La relaciones apestan y traen consigo un número infinito de mentiras! Gritó con la máxima expresión de dolor, de cólera... de amor; sintiendo como sus ojos contenían esas lágrimas que no quería mal gastar.

Frunció sus labios dejándolos completamente apretados, para así no sentir esa desagradable sensación proveniente de su garganta; esa que le hacía recordar que más que dejar salir palabras, estaba comenzando a vomitar todo lo que había en su interior; en su alma.

Estaba decidido. No sabia quien era esta mujer, pero la quería... la quería para mi. Tenía algo que nadie más posee. Algo que me recuerda a los días oscuros de mi pasado, pero ella no forma parte de estos. Sino que es una pequeñita luz que va creciendo y eliminando la oscuridad con su deslumbrante ser.

Por favor no dejes de brillar. Cuida de mi como yo quisiera haberte cuidado.