Novena visita

Dipper no había dejado de pensar en ese barista en lo que restaba del día.

Hasta al amanecer, terminó más pegado en la idea que aquel rubio ahora formaba parte de su día a día. Era como una tarea el ir hasta la cafetería, sin importar el frío, y tener que toparse con aquellos ojos que tanto le comían entero con la mirada.

Seguía negándose con decirle a Mabel la razón por la que siempre salía de su casa. No quería que tuviera ideas erróneas, como que pensara que estuviese saliendo con alguien y menos si fuera ese barista.

—¿En qué me he metido? —Seguía preguntándose todo el tiempo, llevando ambas de sus manos a su rostro.

Estaba recostado sobre su cama, con un par de guantes sobre sus manos. Por el frío, no podía evitar dormir con un par de guantes para protegerse de los vientos gélidos que de alguna manera traspasaban las barreras de su hogar y se metían en su habitación.

Tallando un par de veces sus ojos, decidió pararse e ir a prepararse para un nuevo día en aquel local.

Caminó hasta su ropero para sacar y ponerse con pereza un par de botines negros mientras estaba sentado en el suelo, después de sustituir su pijama por ropa casual. De repente, un olor singular llegó a su nariz.

Alzando su cabeza, vio un abrigo negro colgado con un gancho dentro de su ropero. El abrigo de Bill.

—¿No se lo había devuelto? —Se preguntó a si mismo, poniéndose de pie y tomando el abrigo entre sus manos.

Después recordó que cuando trató de devolvérselo el fin de semana, Bill había huido corriendo para no recibirlo, no sin antes haber depositado un beso de despedida en su mejilla.

Un sonrojo furioso apareció en su rostro, e inconscientemente tocó la mejilla que fue besada.

Ese fue el único momento en el que estuvo más cerca del otro chico, sinceramente no creyó que dejaría entrar a una persona de golpe a su vida y que ésta aprovechara cada momento para hacer contacto con él descaradamente.

Con un bufido, salió de su cuarto con su abrigo café puesto, y el negro del rubio estaba entre sus brazos. Sí, era el abrigo café que Bill le había ensuciado hace unos días. Bueno, técnicamente fue el castaño el que lo hizo al patear la mesa y tirar el vaso con la malteada.

—¡Pero fue su culpa por estar tan malditamente cerca! Sí no fuera por eso, no habría pateado el pie de la mesa y el vaso no se hubiera caído —decía quejumbroso, mirando su abrigo favorito impecable. Mabel lo había lavado y por pura suerte la mancha desapareció.

—¿Qué tanto dices entre dientes? —Preguntó una voz dulce desde el pasillo.

—¿Mamá?

Dipper volteó a ver a la mujer que recién salía por igual de su habitación, colocando una bufanda blanca alrededor de su cuello. Ella era similar a los gemelos; cabello castaño largo y ondulado y ojos café oscuro.

—Oí que hay un nuevo local de café a unas cuantas calles de aquí -le comentó—, ¿quieres venir?

Boquiabierto, se acercó a su mamá, obstruyendo su paso.

—No es bueno, ya fui.

—¿En serio? —Preguntó risueña—. Oh, ¿pero que cosas dices? Tal vez a ti no te gusta porque no eres fanático de lo dulce.

—Ahí también venden cosas amargas —mintió—, además, el personal es terrible —añadió rápidamente.

—No seas mentiroso, hermanito. La malteada de fresa que prepararon para mi estuvo deliciosa. Y además parece que eres amigo del barista, desde mi visita vi que él te hablaba muy animado.

Mabel dijo todo eso desde el primer piso al principio de las escaleras, tomando un gorro de lana rosa para cubrir su cabeza.

—Mabel —se quejó, abrazando más el abrigo entre sus brazos.

—¿Qué es ese rico aroma? ¿Nueva loción? —Preguntaba su mamá, acercándose al castaño para olerlo.

Dipper la miró con el ceño fruncido, alejándose de ella con las mejillas rojizas. El abrigo del rubio era el que poseía ese aroma.

—¿Y qué estás abrazando? ¡Oh, ya sé! Es de tu novia ese abrigo —agregó con una enorme sonrisa Mabel.

—Hijo, ¿vas a ver a tu novia? Un momento... ¿Tienes novia?

"Ay Dios, dame paciencia". Pensó, bajando rápidamente las escaleras.

—¡No, no y no! Éste abrigo es del... Del...

—¿Del...? -Dijeron ambas.

Dipper suspiró cansado, mirando los ojos esperanzados de ambas.

—Del barista —admitió, tomando su bufanda y colocándosela alrededor del cuello para cubrir rápidamente su rostro.

Ambas parpadearon perplejas, frunciendo sus ceños para luego relajar sus facciones y reír.

—Vaya, entonces ese chico tiene buenos gustos en perfume —agregó su madre, bajando las escaleras hasta tomar su bolso de la mesa del comedor—. ¿Cómo se llama el muchacho?

No quería decir su nombre, pero al ver la mirada demandante de su madre no tuvo otra opción que escupirlo.

—Bill...

La mujer sonrió satisfecha, colgando su bolso en su hombro.

—Lindo nombre.

—No es la gran cosa, mamá. Su nombre viene en la etiqueta de su camisa.

—Si es que se la vas a devolver, significa que todos vamos para la cafetería —dijo con una sonrisa Mabel, abriendo la puerta para salir de su casa.

—N-No v-vayan —tartamudeó a oídos sordos. Las dos se fueron caminando por la banqueta para ir a la cafetería.

Soltando el aire retenido, las siguió a una distancia prudente de ellas, viendo como hablaban cómicamente.

Ojalá Bill no supiera que eran su familia, era su único deseaba ese día.

[...]

Al estar frente a la cafetería, Dipper se quedó con los pies clavados en la banqueta frente a la entrada. Prefería mil veces congelarse a estar ahí dentro con su familia y con Bill.

Esa combinación sonaba peligrosa y no quería averiguar que pasaría si se topaban.

Mabel y su mamá entraron con entusiasmo a la cafetería, olvidando al castaño detrás de ellas. Al entrar, no estaba tan lleno como esperaban, sólo unas cuantas personas.

La fila en el mostrador era nula y cierto rubio estaba ahí, ordenando unos vasos de plástico que habían caído al suelo.

Al verlas llegar, Bill las recibió con una cálida sonrisa poniéndose rápido de pie.

—Buenos días, damas.

—Buen día, Bill —saludó la mayor.

El barista frunció él ceño, ya que al verla llegar no vio que ella hubiese bajado la mirada para leer la etiqueta de su camisa con su nombre. Ella simplemente miraba a sus ojos con una extraña confianza.

—Disculpe, pero, ¿cómo sabe mi nombre? —Preguntó con cortesía.

—Mi hijo me habló de ti, tiene algo que devolverte.

—¿Su hijo? —Preguntó confuso, ladeando un poco la cabeza para ver que por fuera de la cafetería estaba un castaño abrazando un abrigo negro. Su rostro lucía más angelical que nunca y su corazón dio un brinco ante tan placentera vista.

Una sonrisa ladina se dibujó en su rostro ante una grandiosa idea que se presentó en su mente. Saliendo del mostrador, caminó hasta quedar frente a la mujer que le miraba con unos ojos similares a los de Dipper.

—Entonces, sea bienvenida al Mindscape café, mamá de Pino —comentó, tomando la mano de la mujer y haciendo una leve reverencia ante ella.

La mujer dejó salir una risa al mismo tiempo que la chica castaña de a su lado.

—Pero que adorables son los amigos de Dipper —mencionó con una enorme sonrisa.

—¿Y quién diría que toda la belleza de su hijo proviniera de usted?

Mabel abrió los ojos a tope con sorpresa, notando aquella frase de ligue que lanzó hacia su hermano.

—Algo me dice que no eres sólo su amigo —la mujer dijo, volteando sobre su hombro para ver a un Dipper incómodo con la mirada desviada a otro lugar que no fuera la cafetería.

—¿Me podría dar su bendición si es que llegáramos a salir? —Preguntó, apretando un poco esperanzado la mano de la mujer.

Mabel lanzó una carcajada, gritando un; —¡Sabía que Dipper estaba con alguien!

La mamá de los gemelos le dirigió una mirada al rubio frente a ella, notando un precioso brillo en sus ojos.

Mientras tanto, Dipper se moría se frío fuera del lugar, temblando levemente. Subió la mirada y temió por lo peor.

¡Bill estaba hablando con su mamá! Y lo peor de todo es que le estaba tomando la mano e hizo... ¿Una reverencia? ¡Quién en el mundo hace eso!

Con un gruñido, caminó hasta la puerta y la empujó para entrar rápidamente ahí y evitar que más cosas incómodas ocurrieran. Su corazón se detuvo al escuchar que el rubio mencionó una bendición.

Esto está yendo demasiado lejos.

—¡Bill! —Llamó en un grito desde que entró, mirándolo fulminante.

Todos en el local voltearon a verlo y él rodó los ojos.

—¿No tienen algo mejor que hacer? —Les dijo a los clientes que con velocidad volvieron sus vistas a sus alimentos.

—Pino —saludó, caminando hasta él con una sonrisa sin mostrar los dientes. Dipper se maldecía internamente al ver lo apuesto que se veía hoy.

Linda Susan le hizo una seña a las dos mujeres para que fueran con ella y así atenderlas.

—¿Qué le dijiste a mi mamá? —Su voz a duras penas era audible.

—Nada malo —dijo con mucha inocencia, golpeando con su dedo índice su mejilla y volteando a ver al techo—. Sólo que eras hermoso y que quería su gloriosa bendición.

—Tú...

Sus ojos seguían fulminantes, dando un par de pasos hasta el rubio hasta quedar peligrosamente cerca de él, y Bill levantó ambas de sus manos en señal de inocencia.

—¡Calma, Pino! Lo decía jugando, a menos que no quieres que sea un juego...

Con un aún más fuerte sonrojo, Dipper estampó ambas de sus manos en el pecho de Bill, enfocando su mirada a otro lugar que no fuera el chico frente a él.

—Tu abrigo —murmuró.

Bill sonrió tiernamente, el castaño sí que lucía adorable en su faceta de enojo.

Llevando sus manos sobre las del castaño, sintiendo el cálido tacto entre pieles, aunque sus guantes se lo obstruyeran, se acercó peligrosamente a él hasta quedar un pequeño espacio entre ambos cuerpos.

Dipper estaba rígido, sus manos se veían atrapadas en el pecho del rubio con las manos ajenas siendo un obstáculo para que pudiese liberarse. Notaba lo cerca que estaba y atinó a cerrar los ojos implorando porque fuese un sueño.

Sintió una suave risa cerca de su oído.

—Gracias, precioso.

Se alejó de él abruptamente, dejando el abrigo negro en manos de su dueño y caminando hacia la salida.

—¡Espera! ¿No vas a ver tu sorpresa del día de hoy?

—No es necesario —le respondió, saliendo de la cafetería sin esperar a sus acompañantes. Odiaba que Bill Cipher lo hiciera sentir así.

Bill no dejaría que el trato se quebrantara y, después de que las mujeres castañas fueran atendidas, les dio una caja para que se la entregaran al castaño al llegar a casa.


Capítulo con mucho fluff porque me encanta el fluffლ(́◉◞౪◟◉‵ლ) y ya quería que Bill conociera a la suegra, aveda

La verdad voy a seguir actualizándolo bien seguido este libro, espero que les guste como va quedando

Cadena de oraciones para que Bill haga sonreír a Pino: x1

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