Cuarta visita.
Sus ojos estaban abiertos a su totalidad a la vez que tenía la boca semi abierta, no podía creer lo que estaba presenciando.
Mientras tanto, Bill estaba recargado en la mesa de su cliente con una alargada sonrisa en su rostro que juraría que al mismo le dolerían las mejillas por sonreír tanto. Fue una sonrisa que se le esfumó al instante por la plena acción que recibió por parte de su cliente, ya que este empujó a un lado la bebida.
—¡Oh vamos! Yo he oído que el azúcar hace sonreír a cualquiera con sólo probarla.— Exclamó un tanto dolido al ver como había rechazado la malteada de vainilla que hizo especialmente para él.
—No puedo tomarla, es... ¿Dulce?— Realizó una mueca asqueada al mismo tiempo que le miró sereno.
—Todos aman el dulce. Tú eres la única persona que he conocido que no le gusta, ¡eso no es bueno!— Deslizó el envase frío por la mesa para que quedara nuevamente frente a él.
—No entiendo por qué haces estas cosas por mi. ¡Ni siquiera sabes mi nombre!— Elevó un tanto su voz al punto en que la clientela volteo a verlos con atención, cosa que le hizo enrojecer de inmediato.
—Ya te lo dije, quiero una cita contigo.— Contestó con simpleza volviendo a sonreír imaginándose tener una "salida" con ese chico. De tan sólo imaginarlo, deseaba tener muchas más. —Y no necesito saber necesariamente tu nombre para identificarte, eres como un imán para atraer miradas.
Los coqueteos del rubio le asfixiaban, el sentirse abrumado por un par de comentarios le agobiaba. Tuvo que esconder la mitad de su rostro en la bufanda que estaba bien sujeta en su cuello como una canasta, intentando ocultar su rubor. Bill al notar eso, ladeó un poco la cabeza para ver más allá de por detrás de esa bufanda.
"¿Estará sonriendo por un coqueteo barato que le hice?" Pensó mientras alzaba ambas de sus cejas con sorpresa. "¡¿Gané?!" Aún sin poder verificar si sonreía o no, se atrevió a cometer una locura. Casi se le tiró encima para llevar ambas de sus manos a las mejillas del otro, alzandole la cabeza y bajando con sus pulgares la parte de la bufanda que le cubría sus labios.
"No, falsa alarma." Se entristeció al ver que el castaño no estaba sonriendo. Si que sería una tarea dificíl el hacerle sonreír a alguien tan amargado.
Dipper frunció el entrecejo con el color rojo apoderandose de todo su rostro, la repentina acción de Bill fue realmente inesperada que por accidente pateó la mesa, provocando que la malteada se tirara y el líquido se deslizara hasta caer sobre su abrigo.
El rubio tardó en reaccionar y se separó de golpe de su cuerpo, con una mirada horrorizada. —¡Como lo siento!— Exclamó llevando ambas de sus manos a su rostro, una escena un tanto cómica para los que les expectaban. Automáticamente agarró el envase de la malteada y lo alejó del cuerpo del castaño a una distancia exagerada. —¡No te muevas de aquí!— Fue lo último que dijo antes de echarse a correr a la barra de pedidos, tal vez para buscar un par de servilletas.
El menor tenía ambos brazos alzados y los ojos abiertos como platos, su abrigo favorito se había arruinado, era una posible mancha que nunca se borraría. Además de que no traía otro abrigo aparte de ese, ahora si que estaría frito.
A los pocos minutos, Bill llegó con un trapo humedo y empezó a tallarlo sobre su abrigo, no haciendo más que empeorarlo. —Después de esto estará como nuevo, créeme.
—¡Dejalo así!— Se quejó agarrandó de la mano al mayor para que se detuviera. Ambos se quedaron estaticos ante ello, otra vez Dipper enrojeció más de lo habitual.
—¿Seguro?— Preguntó en un murmuro apenas audible, al tiempo que posaba su otra mano sobre la de él.
—Yo mejor me voy.— Su voz sonaba un tanto aguda. Se paró del asiento y soltó de su mano para por fin salirse de aquella tan acalorada situación, pero un agarre en su muñeca le detuvo.
—Lo siento tanto. Te lo compensaré.
—No hagas nada, ¿está claro?— Soltó un tanto irritado dirigiéndole una mirada algo dura, una mirada que de pronto bajó por culpabilidad ante la reacción triste del rubio. El agarre en su muñeca de a poco se aflojaba hasta que quedó completamente libre. —Buenas noches.
El otro le respondió lo mismo en un susurró, dando un paso hacia atrás.
Dipper se dio media vuelta, ya aproximandose a la puerta de salida y salir sin más del local. Lo que más le molestaba era el hecho de que mañana tendría que cruzar nuevamente por esa puerta para entrar.
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