Todo Mal
— Deja de pensarlo.
— Pero sabes que es así, no podremos ser más que amantes, nuestro amor es prohibido.
— Yo no la amo, ella no significa nada para mí; tú eres con quien quiero tenerlo todo, eres la única persona a la que amo y amaré por siempre.
— Pero es necesario que el emperador asegure la continuidad del reino, ya que es su deber tener al menos un descendiente o más.
— Es mi obligación tener descendencia, pero en ningún momento esto significa que deba tenerla con mi esposa.
— ¿Y qué harás?
— Tendremos nuestros hijos, ellos serán el futuro del reino. El acuerdo entre las familias se rompe únicamente cuando el matrimonio no se llegue a consumar.
— Cierto, pero ¿qué pasará si ella tiene un hijo?
— No puede, yo no la he desposado; ni siquiera he llegado a tocarla, por lo que ese hijo no tendría la marca familiar y podría probar su fidelidad.
— Creo que la subestimas.
— ¿A qué te refieres?
— Nada, solo que a veces no conocemos tan bien a los demás como creemos. Olvídalo, vamos a tomar un baño antes de que alguien entre y nos encuentre en esta tesitura.
— Mañana mismo hago preparar todo para tomarte como mi concubino, no dejaré que te vayas con nadie más.
— Más te vale o me tocará atarte y hacerte recordar lo que hemos hecho en este despacho.
— ¿Seguro que quieres tomar un baño? Porque podemos seguir haciéndolo.
— No, nos vamos a bañar y cuando me nombres tu único concubino podremos volver a estar juntos. Tenemos que darle pronto descendencia al reino, venga vamos al baño.
Suga se levantó de la mesa algo adolorido por la dureza con la que lo hicieron anteriormente.
— Déjame llevarte a la bañera; debes estar adolorido, fui algo brusco para tu primera vez.
— ¿Me ves sin una pierna o qué? Yo puedo ir solo, te recuerdo que soy un Min, un guerrero, que no te confunda el hecho de que hayamos cogido, no soy un desvalido doncel a la espera de alguien que lo cuide.
— Tu carácter tan rebelde me encanta.
Agust aprovecho para volver a besar los hinchados labios de Suga antes de imitarlo para ir a la bañera junto a él.
Por su parte, Yoongi se sentía en una encrucijada; en los últimos días había intentado evitar cualquier conversación con Jennie. Durante su último encuentro, ella fue bastante distante con él cuando este se negó a terminar dentro de ella, ese día ella le pidió que se marchara de la habitación, algo que nunca había ocurrido antes.
Para colmo, cuando llegó a su dormitorio, esperaba ver a Jimin como era tan normal; sin embargo, no se encontraba allí y no fue hasta la tarde, cuando finalmente lo vio llegar. Llevaba una túnica blanca adornada con detalles negros y dorados. Su cabello estaba peinado en dos trenzas que se unían en el centro con un sujetador de plata. Su piel presentaba un leve maquillaje, con mejillas que mostraban su rubor natural y labios con un ligero tono melocotón. Además, su fragancia, aunque sutil, era notable: una delicada mezcla de cardamomo, pomelo, hierbabuena y licor de arroz.
Aunque no era muy diestro en reconocer olores, al pasar junto a él, esos aromas le resultaron muy atractivos. Su mente no se dejaba turbiear por cualquiera pero ese cambio en Jimin se le hacía muy extraño.
— ¿Dónde estuviste?
— Salí a dar un paseo.
— ¿Hasta tan tarde?
— Si, ¿cuál es el problema? Yo no te pregunto dónde pasas las noches, ¿por qué me pides explicaciones?
— Es diferente, soy tu esposo y dedes avisarme cuando sales y si vas a tardar.
— Que irónico, ¿no?— rió secamente ante las palabras de Yoongi— me pides explicaciones cuando tú sales y entras en este dormitorio sin tan siquiera molestarte en verme a la cara. No te debo explicación alguna, ni la mereces.
Jimin tal y como terminó de hablar salió del dormitorio y fue en dirección al de Suga, él sabía que este no se encontraría ahí por lo que sería su refugio para pasar la noche.
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