♡. O2
12 de diciembre de 2024
Querido diario:
Hoy estuve fuera de la cama por más de diez minutos. Sé que para cualquiera esto sería algo insignificante, pero para mí es una verdadera victoria. No es que no me haya levantado en días, lo hice, pero solo para alimentar a mis gatos y arrastrarme al baño antes de volver a mi cómoda cama. Mis pobres bebés, por cierto, han sido mucho más pacientes de lo que merezco, aunque creo que hoy Soonie se cansó. Mientras les servía la última lata de atún que quedaba, él se quedó mirándome desde lejos, lo que me hizo sentir un poquito juzgado.
En el momento que me vi por el reflejo de la ventana, me di cuenta de lo penoso que era mi estado. Mi pijama estaba lleno de manchas que preferí no identificar, y mi cabello parecía no conocer un peine desde hacía siglos. Pero lo peor no fue eso. Lo peor fue darme cuenta de que mi estómago rugía sin parar, pues no había comido nada en días. No sé por qué no lo noté antes, supongo que estaba demasiado ocupado llorando por el dolor como para prestarle atención a mis necesidades básicas.
Era vergonzoso. No podía seguir así, así que me dije a mí mismo que, si me voy a morir, al menos debería hacerlo con un poquito de dignidad. Este pensamiento me llevó al baño, y así fue cómo terminé dándome la mejor ducha de mi vida, quedándome ahí hasta que mis dedos se arrugaron como pasas. Cuando salí, me vestí con una sudadera negra y unos pantalones del mismo color. No es la gran cosa, lo sé, pero por primera vez en días dejé de sentirme como alguien enfermo.
Respecto a los medicamentos, he empezado a tomarlos tal como los médicos me recomendaron. Por suerte, están haciendo efecto. Se nota. Claro, el dolor no desaparece por completo, pero es más soportable, y estoy agradecido por eso.
Como me moría de hambre, quise prepararme algo para desayunar, pero al abrir el refrigerador me encontré con lo que ya sospechaba, estaba casi vacío. Había un solitario yogur de vainilla al fondo, olvidado entre botellas de agua y restos de envases que debería haber tirado hace semanas. Lo saqué con la esperanza de que pudiera comerlo, pero al revisar la fecha, vi que estaba vencido. Lo habría consumido de todos modos, si no fuera porque llegó ese pensamiento fugaz, casi cruel, de que podría morirme por eso.
Entonces imaginé cómo serían las conversaciones de mis padres.
—Nuestro hijo falleció por un yogur vencido.
Lo sé, diario, suena ridículo, pero ya te lo dije, quiero morir con dignidad, y hacerlo por culpa de un yogur no entra en ese plan. Así que, con un suspiro y más cansancio del que esperaba, tomé mi billetera, te tomé a ti y decidí salir. Y no, antes de que lo pienses, no fui a hacer las compras del mes. Para serte honesto, ni siquiera sé si seguiré vivo hasta ese punto. Así que, en vez de eso, tomé la decisión de desayunar afuera.
Fue así como terminé aquí, en una pequeña cafetería llamada "Seoffee". El lugar es bonito, tiene un par de decoraciones navideñas repartidas entre los muebles de madera, aunque parece que no es muy conocido, porque ahora mismo soy el único cliente presente.
No he ido a muchas cafeterías. No porque no me gusten, sino porque siempre estaba demasiado ocupado con el trabajo. Hablando de eso, decidí que no buscaré uno nuevo. Mis ahorros, esos que reservé para emergencias, son mi única fuente de ingresos ahora. Con suerte, me alcanzarán para un par de meses, siempre y cuando no los desperdicie en tonterías. Pero si se acaban, no tengo problemas en vender todo lo que tengo, como mis muebles, mi computador, e incluso mis libros. Después de todo, ¿qué sentido tiene aferrarme a esas cosas?
Volviendo al tema, pedí un latte y un queque de avena. Pero cuando el mesero, un chico más bajito que yo, llegó con mi pedido, en lugar del queque había un rollo de canela frente a mí. La verdad es que odio la canela, siempre me ha parecido demasiado intensa. Podría haber señalado aquel error, pero me dio vergüenza hacerlo. Además, no quería incomodarlo. No tuve más opción que comer el rollo, y para mi sorpresa, no estaba tan mal. Sí, era demasiado dulce para mi gusto, casi empalagoso, pero fue suficiente para darme un poco de energía.
En fin, ya lo terminé, así que decidí que es hora de empezar mi lista de deseos. Aunque, en realidad, no sé si llamarla así. Es más bien una mezcla entre cosas que realmente quiero hacer y otras que, aunque me cueste admitirlo, necesito enfrentar antes de que sea demasiado tarde. Ojalá te guste.
Lista de deseos, o algo parecido
1. Ir a Japón.
2. ̶N̶o̶ ̶m̶o̶r̶i̶r̶.̶ Vivir más de un año, no menos.
3. Hacer mi testamento.
4. Poner el número de teléfono de mi ex en páginas de universidades, para que lo llamen por el resto de su vida.
5. Bailar donde sea sin sentir vergüenza.
6. Decirles a mis padres lo que está pasando, o escribirles una carta.
7. Comprar una planta y asegurarme de que no muera.
8. Subirme a una rueda de la fortuna, aunque me dé miedo.
9. Cambiar de psicólogo.
10. Dar en adopción a mis gatos, pero no a cualquier persona.
Él último punto es el más doloroso para mí. No quiero hacerlo, diario, pero tampoco puedo ser tan cruel como para dejarlos solos. Ellos merecen algo mejor que un dueño enfermo que probablemente no estará aquí dentro de unos meses. Merecen a alguien que pueda cuidarlos, una persona sana y con energía que les dé todo lo que yo no podré ofrecerles. Aunque todavía no sé cómo voy a encontrar a ese alguien, eso será otro punto en mi lista que tendré que resolver. Por ahora...
(...)
Si me preguntas por qué dejé de escribir, fue porque pasó algo interesante. Ahora estoy de vuelta en mi departamento, pero no puedo dejar de pensar en eso, así que te lo contaré.
Estaba escribiendo cuando, de repente, la puerta de la cafetería se abrió de golpe. Un chico entró corriendo, como si el mismísimo diablo lo persiguiera, y aunque me cuesta admitirlo, hubo algo en él que llamó mi atención. Respiraba agitado, y lo primero que noté fue el delantal que llevaba en la mano, con el logo de Seoffee estampado. Su cabello castaño estaba desordenado, pegado a su frente por el sudor, como evidencia clara de cuánto había corrido.
¿Recuerdas al mesero que se equivocó con mi pedido? Bueno, más tarde supe que, en realidad, es el barista y encargado del local, a la vez que es el jefe del recién llegado.
—¿Dónde crees que estabas, Han Jisung? ¿Ahora tengo que hacer tu trabajo también? —fue lo que dijo.
El chico empezó a negar, moviendo sus manos con desesperación.
—No, no, no es eso. ¡Fue culpa de la alarma, Changbin! ¡Digo, hyung!
Por un momento pensé que no era la primera vez que tenían esta conversación, y mis sospechas se confirmaron cuando el encargado suspiró, pasándose una mano por el cabello.
— Jisung, esta es la tercera vez esta semana. Sé que soy tu amigo, pero también soy tu jefe, y no puedo seguir dejando pasar tu impuntualidad.
El chico bajó la mirada un momento, claramente avergonzado, y empezó a ponerse el delantal de manera apresurada.
—Lo siento. No volverá a pasar, lo prometo.
—Mejor empieza a trabajar —respondió Changbin, señalándome con un movimiento de cabeza antes de volver a sus tareas.
Jisung no respondió, pero lo noté suspirar mientras tomaba una pequeña libreta y un lápiz. En cuestión de segundos apareció frente a mi mesa, lo curioso fue que no me miró directamente, como si intentara evitar cualquier contacto visual.
—Buenos días, ¿qué desea pedir?
Aquello me desconcertó, aunque no pude evitar darle una pequeña sonrisa. Estaba claro que no había notado mi taza de café a medio terminar ni el plato con las migas que quedaban del rollo de canela.
—No... Ya pedí, no se preocupe.
Pareció necesitar un segundo para procesar mis palabras. Levantó la mirada con lentitud, y cuando sus ojos se encontraron con los míos, vi cómo su rostro se tiñó de un rojo intenso.
—Oh, disculpe. No me di cuenta.
Su tono fue de puro nerviosismo, y por alguna razón eso me hizo sonreír aún más. Pensé que él se alejaría, pero no lo hizo. Para mi sorpresa, Jisung empezó a escribir algo en su libreta de una manera casi torpe. Después de unos segundos, arrancó la hoja y me la tendió, evitando mirarme directamente.
Antes de que pudiera abrir la boca para preguntar qué era, dio media vuelta y caminó hacia el otro extremo de la cafetería.
Esto fue lo que él escribió.
"Aquí está mi Instagram. Espero no parecer raro, solo... quería dejarlo por si acaso.
@_doolsetnet
- Jisung :)"
No estaba preparado para algo así. Sentí mi corazón latir con demasiada fuerza, aunque no sabía si era más por la sorpresa, el gesto en sí, o la forma torpe pero tierna en que ese chico había actuado.
No sé si lo que hice después estuvo bien, pero lo busqué por aquella red social y lo seguí. Aunque no tengo ni idea de qué esperar de esto, por primera vez en mucho tiempo, siento algo cálido en mi corazón. Supongo que hoy la vida quiso tratarme bonito, y estoy agradecido por eso.
Me gustaría seguir escribiéndote, diario, pero acabo de recibir un mensaje suyo. No te contaré lo que dice, no aún, pero sí te diré esto: Mis mejillas están ardiendo, y no me disgusta.
Con mucho cariño,
Lee Minho.
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