Capítulo 19
Miro una y otra vez la caja que tengo entre mis manos y pienso en lo que hay ahí dentro. Me incorporo en el suelo y destapo la caja, en ella hay una pequeña bolsa hermética transparente que contiene un polvo blanquecino—cocaína—y otro del mismo tamaño, pero de aluminio que contiene un compuesto casi líquido, que según el que me lo vendió, se llama gibosa menguante y es una mezcla de heroína y en una muy mínima cantidad, éxtasis. Hace poco tiempo los compre en una fiesta, sólo quería volver a ser la misma de antes, ir a fiestas y sentir la felicidad y el éxtasis placentero de volar con estas drogas, mas cuando estaba a punto de hacerlo, comprendí que no era necesario drogarme para sentirme feliz, además de que no quería recaer y terminar en rehabilitación, ya que con solo probarlas una vez, es suficiente para crear una adicción...
Para pasarla bien en una fiesta solo basta con tener buena compañía, el júbilo por los cielos y por supuesto, buena música y bebidas.
Hoy siento que verdaderamente necesito despegarme del suelo y sumergirme en un mundo irreal, aunque sólo sea por unos minutos. Sí no hago esto, siento que voy a enloquecer, sinceramente ya no puedo con esto, estar todo el tiempo rodeada de estas cuatro paredes me abruma.
Sé que lo que voy a hacer podría causarme una falla cardíaca o cualquier problema de salud incluso, la muerte, pero eso es lo que quiero, quiero saber si estoy muerta o si puedo morir.
Saco todo lo que hay en la caja y gracias a dios, hay un encendedor. No sé si la gibosa se descompone y no me interesa, solamente la caliento un poco, para luego succionarla con la jeringa, alisto mi brazo izquierdo y hago lo indebido, lo hago lentamente, ya que se siente algo incómodo. Nunca antes había probado esta mezcla y ni sabía que existía, así que no sé qué esperar. Dejo pasar cinco minutos y esparzo una línea de coca sobre la madera de la mesa de noche y la inhalo. La cocaína ya la había probado antes, la primera vez que lo hice, me puse a hablar con las hormigas y la segunda vi todo en cámara lenta y entre en una crisis nerviosa, por ende, no lo volví a hacer hasta hoy.
Sé que mezclar alcohol con drogas es malo, y consumir varias drogas a la vez es mortal, pero aun así, estoy aquí esperando que estás hagan efecto.
Me acuesto en el suelo y acomodo mis pies sobre la cama. Me quedo observando el techo y noto que de este se desprenden pequeñas leguas de fuego como si fuesen estrellas y sé que ha comenzado el viaje. Estiró la mano con la intención de tocarlas, pero estas se alejan.
—Yo puedo tener unas más originales—rio y enciendo la caja donde estaban las drogas y la tiro sobre la cama.
Vuelvo a reír, al notar que no me siento aletargada como las veces en que me drogue. Pensé que drogarme era la mejor opción, pero ahora no se si el círculo de llamas que se comenzó a formar en el techo es real o es una alucinación. Lo que si es verdad, es el fuego que ahora se va extendiendo por toda mi cama.
No hago nada para detenerlo, simplemente me alejo y me acomodo en una de las esquinas del lugar.
Intenta apagarlo susurra mi conciencia y la ignoro. Ya es hora de que mi subconsciente se haga a la idea de que no quiero vivir aquí y así.
Lentamente el fuego va avanzando y se va formando una nube de humo. Es tanto el calor que se siente en la habitación, que decido quitarme la ropa y quedar completamente desnuda. Entre las llamas, que ya están por alcanzar la alfombra, vislumbro otro anónimo y voy a toda prisa por él y vuelvo a mi sitio.
"Tu como siempre tomando malas decisiones, te arrepentirás de lo que hiciste, haces y harás"
—¡¿Quién te crees para cuestionarme? estúpido cobarde de mierda!
Grito a la nada. He estado pensando y creo que se trata del demonio que leí en el libro que me regaló Rimini y sí, me da miedo saber esto, aunque no tenga pruebas, pero es lo más lógico. Así que decido retarlo y descubrir de una vez por todas quién es y que quiere.
—¡Responde, ¿no que son muy valientes?, pues no parece! —tomo aire y continuo—¡Un verdadero demonio no se esconde traes esta mierda! ¡Da la cara y dímelo de frente!
Una leve ráfaga de viento inunda la habitación y mi piel se estremece por completo y me callo. Me hago un ovillo y mejor decido ver como se quema la habitación. Quiero continuar insultando a la cosa esa, pero me da miedo. Soy una cobarde.
Me quedo mirando embelesada las llamas, son tan hermosas, son tan inofensivas y a la vez tan letales. Recuerdo que solía hacer hogueras en las ollas todos los viernes aquí en mi habitación, hasta que un día unas de las llamas alcanzaron las cortinas, yo estaba dormida y de no ser por Dorian hubiese muerto quemada o asfixiada.
En la habitación cada vez hace más calor, me cuesta respirar y las llamas se extienden hasta la puerta. Toda la habitación se ha sumido en llamas, un poco más y me alcanzan...estoy completamente atrapada.
—Yo no quiero morir—digo poniéndome de pie para que las llamas no me alcancen. —¡Sáquenme de aquí!
¡Querías morir, ahora vas a morir!
¡Vas a morir Anne y lo vas a hacer sin haber pasado el mejor momento de tu vida!
—¡Auxilio! ¡Ayúdenme!
¡Por fin conocerás la verdad!
¿Por qué gritas si nadie puede oírte?
¡Hoy vas a morir!
Escucho miles de voces que retumban por todo el lugar.
—¡Ya basta!
Grito a la vez que me tapo los oídos con las manos y cierro los ojos, ya que las llamas están tan cerca de mí que me impiden mantenerlos abiertos.
De repente dejo de escuchar el sonido que producen las brasas y el calor disminuye... todo queda en completo silencio. Abro lentamente los ojos y me quedo pasmada al ver que todo está intacto, como si nada hubiese pasado.
—Vaya efecto de las drogas.
Limpio parte del sudor que me corre por todo el rostro y me dirijo al closet por una toalla para limpiar toda la sudoración de mi cuerpo y unas prendas para tapar mi desnudez.
Comienzo secando mis hombros y por el rabillo o del ojo atisbo un pequeño reflejo detrás de mi junto a la ventana. Una sensación de miedo y unas ganas terribles de llorar comienza apoderarse de mi ser. Algo dentro de mi insiste que deje de dar la espalda, más niego una y otra vez. Vuelvo a mirar por el rabillo del ojo y la sombra cada vez está más cerca de mí.
—Sigues drogada.
Digo en un susurro con la intención de aliviar el miedo que estoy sintiendo. Hago un esfuerzo por no llorar, pero las lágrimas comienzan a resbalar, intento limpiarlas, pero estoy tan temblorosa que no lo logro y cada vez mi corazón late más rápido. La piel se me estremece al percibir la sombra a unos escasos pasos de mí.
Cierro los ojos y entre lloriqueos le ruego a Dios porque lo que sea que esté detrás de mi sea una alucinación.
—No le ruegues a tu Dios, él no está aquí ni vendrá.
Escucho el susurro de una voz masculina a mi espalda y siento el palpitar de mi corazón en el oído y el miedo puro se apodera de mi pecho. Intento respirar, pero el aire se siente tan pesado que quema.
—Me querías, pues aquí me tienes.
Intento reaccionar; quiero gritar, llorar, correr, huir, pero mi cuerpo se ha quedado completamente pasmado.
Se hace silencio y mi mente comienza a trabajar a mil, no sé qué pensar ni que creer. Miro de soslayo y no percibo la sombra y me permito tomar aire.
Dejo de dar la espalda y suelto un grito desgarrador al ver la silueta de un hombre enorme. Yo mido un metro con sesenta y siete centímetro y a este le llego más abajo del pecho, por lo que deduzco que mide más de dos metros de estatura. Tiene el dorso desnudo musculoso y unos brazos firmes. Voy subiendo la vista y me siento morir al ver su cabeza, no puedo ver su rostro ni sus ojos, pero lo que si noto claramente son unos cachos aterradores.
Me llevo las manos temblorosas a la boca y me olvido por completo de respirar y las lágrimas comienzan a salir sin mesura.
Si era un demonio.
Si era un demonio.
Si era un demonio.
Repito mentalmente una y otra vez.
—Parece que no te alegra mucho mi presencia, querida. La próxima vez, piensa antes de hablar. —dice con voz grave. — Tranquila, no te olvides de respirar.
Vuelvo a mirar su rostro, pero no se ve ninguna de sus facciones, solo sus cuernos, que, si no estoy mirando mal, son cuatro. Me agarro el cabello con ambas manos al darme cuenta de que es la misma voz del hombre de las pesadillas y del sujeto que me dio el beso y el anónimo aquella noche.
—Si, soy aquel ser que se deleita con solo verte dormir, el que te sigue a todas partes y el que nunca te va a abandonar.
Dice y se acerca más a mí.
—Milufer.
Digo en un susurro. Con los labios entre abiertos con la intención de llevar algo de oxígeno a mis pulmones.
—Si, eres mi MILUFER.
Siento que algo dentro de mí se rompe y lo puedo evitar llorar.
Siento como algo acaricia mi rostro mas no veo que es—Me encantaría seguirte deleitando con mi presencia, pero necesito hacerte unos dibujitos.
Dicho esto, lo que sea que acariciaba mi mejilla baja y se cierra sobre mi cuello, intento luchar por liberarme de lo que sea que me esté dejando sin oxígeno y no lo logro. Busco la forma de agarrarlo, pero no percibo nada, me llevo las manos al cuello y tampoco percibo lo que me está asfixiando... Es como si fuera trasparente.
—Su...elta-me. Me... Me, me lastimas—digo con gran dificultad, pero este más me aprieta y todo comienza a dar vueltas.
Intento hablarle de nuevo, pero no me sale la voz, en vez de eso suelto un gemido lastimero y una pesadez se apodera de mis ojos, la cual me obliga a cerrarlos y a fundirme con la inconsciencia.
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