55 - Ramir: Cuidado y amado
Ramir
Días después, el médico ya me ha dado indicaciones y estoy mucho mejor. Creo que todos exageraron con el golpe en la cabeza, ni marcas tengo. Llego a la casa y veo que todo está a oscuras. ¿Se habrá cortado la luz? Avanzo hasta el siguiente ambiente, entonces veo una mesa con velas, flores y champagne.
—Miry. —Oigo en mi oreja y se me eriza la piel, luego se aleja para alzar la voz—. ¡Escuché las buenas nuevas, así que hay que festejar!
—¿No pudiste haber esperado a que te contara? —acoto, deduciendo que mandó a averiguar con sus empleados—. Cómo que arruinaste la sorpresa.
—¿Y no te gustó la mía? —Hace puchero.
—Sí, muy romántico —digo con sarcasmo—. ¡Ay! —chillo cuando me abraza por detrás.
—Y en la cama lo soy más —susurra.
—En la cama no se puede ser romántico —declaro, tranquilo.
Se carcajea.
—El matapasiones.
—¿Vamos a brindar? —Saco sus manos de mi cintura.
—Creí que estarías emocionado de que al fin haríamos el amor.
Sonrío y me giro a mirarlo.
—Pero si tú fuiste el que evitó que nos acostáramos todo este tiempo.
Sonríe también.
—Por eso intento avivar el fuego. —Hace una pausa, manteniendo la sonrisa—. Te compré un vestido.
—Ya empezaste.
—Nunca terminé.
—Bueno, ¿y por qué no lo haces y ya? ¡Ay! —chillo cuando me abraza desprevenido otra vez—. ¿Qué? —Me sonrojo.
—¿No era que querías que lo haga?
—Eso no es hacerlo. —Formo un puchero.
—Nunca dijiste el qué.
Frunzo el ceño.
—¿Te burlas de mí?
—Un poco, ya que no me prestas atención. —Se ríe.
—¿Vas a follarme o no?
—¿Vas a ponerte el vestido o no?
Se forma un silencio hasta que respondo.
—Bien.
Se aparta, camina hasta un mueble y agarra las prendas de ropa para mi transformación. Me las entrega, me gira, entonces me empuja desde los hombros para hacerme caminar hasta el baño.
—He esperado esto por mucho, ya lo extrañaba. —Se ríe de nuevo—. Quiero verte muy bonita, arréglate para mí. —Cierra la puerta.
Suspiro y me empiezo a cambiar.
No sé por qué le gustan estas cosas, pero si me hace probar a Exiel, bienvenido sea. Estoy ansioso, ni idea para qué le hablé de esa manera tan borde. Bueno, en realidad, sí, lo sé. Hace tiempo que no tengo sexo y nunca lo he hecho con alguien que me guste, así que esto es muy confuso para mí. ¿Cómo debería comportarme? Normalmente, cuando era prostituto, solo hacía lo que el cliente quería, lo importante era satisfacerlo a él. Se supone que esto también me tiene que complacer a mí.
No debería pensarlo tanto.
—Miry. —Abre la puerta—. ¿Ya terminaste?
—No puedo subir el cierre —expreso, tímido.
Me observa de forma intensa, notando mi rubor.
—¿Y por eso estás avergonzado? Qué raro.
—Solo pensaba —murmuro.
—No debí haberte dejado solo. —Me acerca la copa de champagne—. Toma, para los nervios. Aunque... —Aleja el recipiente cuando lo voy a agarrar—. Si no quieres, no lo hacemos.
—Yo no dije eso, solo tengo una pregunta.
—¿Cuál? —Ahora sí me da el vaso.
—¿Qué tengo que hacer?
Queda confundido.
—¿Qué quieres decir?
—No te confundas, sé cómo tener sexo, lo que no comprendo es cómo disfrutarlo. —Me tomo de una sola vez la copa—. Creo que voy a necesitar más que una —me quejo.
Se ríe.
—Relájate, no tienes que pensar mucho. —Me agarra de la cintura y me atrae hacia su cuerpo. Mete la mano en la abertura de la cremallera del vestido que no pude cerrar—. Nada más actúa como siempre.
—Tienes las manos frías —advierto, sin embargo, mis mejillas arden—. Me da cosquillas.
—Sí, la botella estaba en el hielo. —Se relame los labios—. Pero te gustó.
—Sí.
—Déjame que te acomode la peluca. —Ajusta el moño.
—¿Para qué? Si de todos modos todo se va a caer.
—Quizás. —Pasa su mano por mi mejilla, hasta llega a mi barbilla y levantarme la cara, luego me da un pequeño beso. Agarra la copa que todavía sostengo y la deja a un lado del lavabo—. Miry... —susurra, besándome otra vez—. Elige, ¿seguimos aquí, en la mesa del comedor o vamos al cuarto?
—Donde quieras, está bien.
—Te ves muy tierno. —Me vuelve a besar—. Pero elige... ¿O deseas probar cada uno para ver cuál te gusta más?
—Ya me estás besando, solo sigamos aquí —digo con calor.
Apoya mi espalda en la puerta y chuponea mi cuello, continuando con las caricias.
—A tus órdenes.
Siento sus manos, tocándome, debajo de la falda, y me agarro de sus hombros. Creo que no es muy inestable estar apoyados en la puerta, se mueve mucho. Me tiemblan las piernas. Mojo un poco mis labios, entonces también beso su cuello, mientras desabotono su camisa.
—Miry, traviesilla —gime, excitado—. Tú sí sabes tocar.
Me río un poco.
—Soy un experto.
Me agarra el trasero y me levanta, así que rodeo mis piernas en su cintura mientras nos besamos.
—Te llevaré al cuarto —aclara, pegado a mi boca—. Quiero que estés cómodo.
—Como prefieras. —Mis mejillas están calientes mientras contesto.
Una vez llegamos a la habitación, me tira sobre la cama, luego se sube sobre mí a una velocidad descomunal. Mi pecho sube y baja de la emoción, llena de adrenalina. Aquella respiración agitada de ambos me vuelve loco. Exiel devora mi boca sin cesar y yo toco su torso bien definido. Se refriega contra mí, así que gimo, y me presiono hacia él.
—Miry... —dice, acalorado—. Tú sí que sabes cómo calentarte.
—Soy bueno en eso. —Me muerdo el labio inferior.
—¿Yo te estoy haciendo el amor o tú me lo estás haciendo?
—Ambos.
—Me gusta esa respuesta corta, pero contundente. —Me come la boca, rápido, y acaricia mi muslo, levantándome una pierna—. Quiero estar dentro de ti, pero primero...
Extiende su mano hacia el cajón, entonces agarra lubricante y un preservativo. Ya veo por qué quería venir al cuarto. De todas maneras, me hace sentir cuidado y amado. Muy pocas personas, de las muchas con las que he estado, se han preocupado por cosas tan importantes como estas. Cuando vendes tu cuerpo, nadie te cuida de enfermedades, tienes que asegurarte tú solo. Eso por el lado del condón que veo como se lo pone mientras estoy pensando, así que me muerdo el labio. Por otra parte, está el lubricante, a tus clientes no les importa si te sientes cómodo o no, solo les importa su satisfacción.
—Oh —gimo cuando siento sus dedos.
Exiel se relame los labios.
—Creo que ya terminé aquí. —Se desliza entre mis piernas desnudas mientras mi ropa interior se cae de la cama.
En aquel revoltijo de sábanas enredadas, nuestros físicos se unen en uno solo, llenándose de placer. La cama rechina, se mueve al compás de la fuerza y el vaivén de nuestros cuerpos. Puedo entender la grata sensación, puedo desear más de esto, puedo notar sentirme satisfecho y disfrutarlo.
Cierro los ojos, sintiendo la excitación. Exiel se acerca a mi oído, mientras sigue dentro de mí.
—Próxima parada, la parte trasera de un auto —susurra.
Abro los ojos, recordando una de nuestras conversaciones.
"No me gusta tener sexo en el auto. ¿Qué? Es verdad, me recuerda cosas incómodas".
"Bueno, un día te lo haré en el coche y remplazaré esos recuerdos feos, por momentos suculentos".
—Nunca pensé que cumplirías tu cometido algún día.
Exiel se ríe.
—Soy un hombre de palabra.
Quien haya leído este capítulo perdió la poca inocencia que le quedaba, yo la perdí cuando lo estaba editando, no pensé que sería para tanto, ya había olvidado la intensidad JAJAJA
Saludos, Vivi.
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