27 - Ramir: Venganzas y perdones
Ramir
Cualquier comida es un manjar cuando sabes lo que es padecer el hambre. Mi hermano no entiende la delicia que es esta carne. Me relamo los labios y continúo comiendo, ya que él se marchó a ver a su amorcito.
El timbre suena, así que soy interrumpido en mi segundo plato, que era el de Milton, pero como no está, se convirtió en mío. Salto de mi silla y me dirijo a abrir. Una vez que lo hago, visualizo a Exiel, el cual tenía una sonrisa, pero se le borra al ver mi pijama azul de rayas.
—¿Por qué te sacaste el vestido que te di? —Hace puchero.
—Déjame, es fin de semana.
—Es sábado, hay gente que trabaja todavía. Además, nunca estipulamos días en nuestro contrato. Aunque si te lo llevaste, no podría cerciorarme.
—Nos vimos esta mañana —le aclaro.
—Sí, pero no terminé de vengarme. —Pone una mano en su barbilla, luego deja de estar pensativo, la suelta y chasquea los dedos—. Hoy descubrí algo interesante, así que vamos a salir.
—¿Al cine? —Enarco una ceja.
—Te gusta el cine, eh. —Se ríe.
—No, me da igual, pero como dijiste que iríamos. —Muevo los hombros, sin importarme su acotación, en realidad.
—Tienes razón, te debo esa cita.
—No necesito ir al cine. —Ruedo los ojos.
Vuelve a reír.
—¿Qué pasó con el alegre Miry?
—Oye, no tengo nada en contra de ti, pero a veces me irritas. Sigue así y el que se vengará, seré yo. A ver, ¿qué tienes? Muestra tus armas, ataca.
Se carcajea.
—Bien, vamos a ir a una boda.
—¿Y quién se casa? —Alzo una ceja.
Toca mi barbilla.
—Eso es sorpresa, ve a cambiarte.
Le pego a su mano.
—No me casaré contigo, eso ya sería muy raro. O sea, esta relación ya es extraña, pero eso sería pasar a otro nivel de rareza.
Pone las manos en la cintura.
—¿Sabes lo complicado que es divorciarse? Mejor voy a lo simple.
Ahora yo me río.
—Insistes con que yo me tengo que enamorar, pero tú no. Aunque, no me engañas, ya estás un poquito loquito por mí. Cuidado que si te enamoras, pierdes. —Le guiño.
—Eres tan bonito. —Se muerde el labio inferior—. No debes preocuparte, yo me encargo de mis emociones, ocúpate de las tuyas.
Hago una gran sonrisa.
—Es una lástima, pero ya hay alguien que ocupa el lugar que intentas obtener, lo lamento mucho.
—Qué bueno que estoy de suerte, hoy voy a hacerme sitio en ese asiento, estaremos en primera fila para ver cómo se vacía esa esperanza.
Lo miro confuso ante sus palabras, pero me cansé de escucharlo, así que me dirijo a cambiarme. Rato después, con mi vestido y mis cabellos más o menos arreglados, me voy directo a su auto.
—Curioso, hoy manejas —opino—. ¿Y tu chófer?
—Quiero que estemos completamente solos. —Mueve las cejas.
—No me gusta tener sexo en el auto —aclaro y se ríe—. ¿Qué? Es verdad, me recuerda cosas incómodas —cuento tranquilo.
Me observa serio.
—Bueno, un día te lo haré en el coche y remplazaré esos recuerdos feos, por momentos suculentos.
—No lo creo, pero me sirve para odiarte, así que de acuerdo —expreso, y hago mi otra gran sonrisa del día.
Se ríe de nuevo.
—Tranqui, eso lo haré cuando estés muy enamorado de mí.
—Ya arranca el vehículo —me quejo.
Otra vez se ríe, pero al fin empieza a conducir. Tardamos un poco y llegamos a una esquina. Él estaciona, entonces nos quedamos a esperar allí, algo alejados de la iglesia. Observo a Exiel, tengo una expresión de confusión, mientras sigue con su sonrisa socarrona. Esperamos en silencio hasta que tocan las campanas, entonces los novios salen corriendo del edificio.
El tiempo se detiene.
Es Zem con un traje blanco. Él, la mayoría de las veces, viste informal, pero de blanco. Hoy está extremadamente guapo y bien arregladito, no como siempre. No lo veía hace tiempo, evitaba buscarlo, pero esto es cruel. Al parecer Exiel se enteró de su boda y me trajo aquí para vengarse, para que me doliera, y obvio, lo logró.
—La chica de cabello cobrizo es Delilah, no sé si la conocías —habla mi verdugo.
—Oí de ella, nunca me la crucé —expreso, cohibido—. ¿Nos podemos ir? Ya te vengaste, lo juro.
—Pero si están felices, observemos un poco más.
—No nos vamos, me voy yo. —Pongo mi mano en la manija de la puerta del coche, pero me detiene. Lo miro, teniendo ya mis ojos humedecidos—. Me quiero ir.
—Tranquilo, no pasa nada.
—¡Sí, pasa! —Lo empujo y me bajo del vehículo, así que me sigue.
—Miry, no llores —pide cuando ve que me refriego los ojos—. Lo siento, ¿sí?
—Cállate, déjame en paz. —Las lágrimas mojan mi rostro, ya que no consigo detenerlas.
—Vamos al cine.
—¡No! —chillo cuando me detiene, abrazándome por detrás—. ¡Déjame!
—Cállate o nos van a escuchar —me susurra en el oído.
Me quedo quieto y dejo de gritar, aunque sigo llorando.
—Eres malo, muy malo, me lastimas, te odio.
—Te lastimas tú solo. —Me gira, poniéndome en frente de él, para que pueda verlo, luego limpia mis lágrimas con una de sus manos—. Mira todo ese rostro bonito y mojado, se merece unos mimos y mucho chocolate.
—¿Con almendras? —Hago puchero.
Sonríe, notando mi respuesta.
—Muchas.
—No voy a ir al cine —le aclaro, enojado.
—Vamos a donde tú quieras.
—Más te vale, o no te perdonaré.
Su sonrisa aumenta.
—De acuerdo.
Yo no te perdono, me lastimaste al nene >:c
Ahora sabemos que a Miry le gustan las almendras 😋
Y a todo el que preguntaba por Delilah y Zem, ahora ya saben qué pasó, o sea, que el que no leyó Milton y Ramir, no se enterará nunca buajaajaja *risa malvada* o quizás sí, pero mientras tanto BUAJAJAJA KARMA XD
😂😂😂
Saludos, Vivi.
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