Prólogo

La pasión por la destrucción es también la pasión creativa- Mijaíl Bakunin.

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El verde definitivamente era su color.

Le quedaba mejor que el azul, y resaltaba sus hermosos ojos marrón que tanto le gustaría lo vieran a él solamente, debería romper y desaparecer las telas que compraba más seguidos.

Bruno observo con morboso detalle como su sobrina se veía frente al espejo en distintos ángulos, la falda verde ondeaba ante cada movimiento que hacía dándole una pequeña vista de sus pantorrillas.

La morena estaba viéndose aun sin convencerse si estaba bien usar ese color, Bruno observo con deleite como asentía con la cabeza antes de irse de su habitación e irse afuera con el resto de su familia.

Apenas salió de la habitación el vidente la siguió, absorto y embelesado ante los movimientos de la menor quien tocaba las puertas de cada habitación y hacía su rutina del desayuno. Bruno se sentó en su asiento habitual detrás de las paredes, una de sus ratas, Angelina le trajo algo de comida y se dispuso a comer con su familia.

Entre las grietas que tenían las paredes podía observar a todos irse, incluyendo a Mirabel quien cargaba a un pequeño Antonio de 3 años en sus brazos. La imagen de su pequeña sobrina actuando como una madre le hizo sentir escalofríos.

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Las ratas chillan y se mueven bajo sus pies, algunas están en su ropa y otras a su alrededor más nunca lejos de él.

Sus pasos son silenciosos y con el mayor cuidado que pueda hacer allí en ese viejo cuarto, sale del hueco en las paredes agradecido que toda su familia se dedique a la comunidad y le dejen el espacio y tiempo que necesitaba para estirar sus piernas.

Las ratas salieron para varias direcciones de la casa, casita hizo vibrar el suelo algo que ignoro fácilmente por lo que, se fue directo a un lugar en específico. El cuarto de Mirabel.

Las baldosas de casita trataban de hacerlo retroceder más el esta ya acostumbrado, abriendo la puerta entra y se detiene un momento a respirar, cerrando los ojos inhalo profundo el aire de la guardería.

Tenía un olor dulce que lo envolvía por completo y hacía que su pecho tuviera una sensación cálida, abriendo los ojos vio que el pequeño cuarto tenía la cama de Mirabel y de Antonio y dejando de lado los juguetes y los armarios, esta tenía la maquina de coser de su sobrina en una esquina con algo de tela en ella.

Entrando sonrió al sentir lo cálido que era el cuarto, sentándose en la cama de Mirabel tomo una de sus almohadas e inhalo profundo su aroma.

Era tan ella. Tan deliciosamente Mirabel.

Podría quedarse allí todo el día sin estar cansado o aburrido, el solo hecho que estuviera sosteniendo algo en lo que su sobrina dormía y tenía su aroma impregnado provocaba escalofríos en su cuerpo.

Pero no era solo escalofríos lo que pasaba por su cuerpo al estar en contacto algo que tenga que ver con Mirabel.

La erección que estaba teniendo que ahora estaba irremediablemente dura, lo que le estaba dando algo de dolor e incomodidad en esos momentos más Bruno no se atrevía a tocarse, no en esos momentos al menos.

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Era hora de la cena, todos estaban en la mesa y el también lo estaba. Comiendo las arepas que pudo conseguir de la cocina, escucho sobre el día de todos parecía que hoy hubo menos enfermos el día de hoy.

Pepa rego los cultivos en tiempo récord lo que hizo que hubiera un lindo arcoíris afuera, Isabela había hecho más flores para el festival que se iba a celebrar y parecía que Luisa pudo mover el puente para el mismo a tiempo antes de ser llamada por los burros escapándose del corral (nuevamente).

Dolores escucho sobre que la señora Guzmán parecía entusiasmada con la idea de que Mariano cortejara a Isabela, y parecía que Camilo había hecho un show para varias personas del pueblo con su don.

Y Mirabel estuvo cuidando de Antonio y varios niños de la comunidad.

Su madre se veía complacida por las noticias más no satisfecha, nunca satisfecha.

Cuando todos se fueron a prepararse para dormir, el vidente siguió a su sobrina a la espera de verla, esperando en las grietas del cuarto espero pacientemente a que saliera del baño, era el único lugar del que no podía observar a Mirabel.

Tragando saliva la vio salir del baño con una toalla que de inmediato se quito para secarse el cabello, mostrándole su desnudez lo que hizo que su erección se volviera más dura de ser posible, respirando de forma errática pudo disfrutar de la imagen frente a él.

Se iría al infierno por disfrutar de esto, su alma pasaría por el tormento eterno por los pensamientos impuros y pecaminosos que pasaban por su mente al ver a su sobrina y su hermana no tendría piedad de su alma si llegara a saberlo, y habría verdaderas razones para no mencionar su nombre, pero valdría la pena.

Valdría totalmente la pena el solo saber que podría tener a Mirabel para si mismo, saber que podría poseerla de todas las formas posibles y saber que era solamente suya.

Sus ojos verdes brillaron al ver aquella figura, desde sus hombros frágiles que parecían podrían romperse bajo algo de fuerza hasta sus senos aun en desarrollo, siendo testigo de cómo aun a su edad parecían llenos y faltaban en crecer aun más, sus caderas que parecían ampliarse, un par de muslos que parecían estar listos para aferrarse a sus caderas y en medio de sus piernas, su monte venus del que parecía tener apenas algo de bello cubriéndolo.

Toda ella era hermoso.

Cada parte del cuerpo de Mirabel era exquisito, hermoso y puro.

Desde sus cabellos rizados hasta sus pies, no había nada que no amara de ella. Y era ese mismo amor lo que le hizo haberse escondido en las paredes, no podría haber soportado ver como trataban a su dulce mariposa si su madre descubría la visión.

Y fue en esos años de exilio auto infligido en las paredes, que comenzó su amor por Mirabel.

-Auch!- Saliendo de sus pensamientos, vio como se golpeaba un pie contra el borde de su armario y tiraba su camisón de dormir, bufando algo adolorida se agacho para recogerlo, dándole así una vista plena de su trasero.

Era tan perfecta.

Tan hermosa.

Tan divina.

Que no sentía remordimiento cuando se tocaba pensando en ella, como tampoco sentía culpa al saber que estaba traicionando a su hermana al desear a su hija de esa forma, como tampoco veía o pensaba mal ante la idea de querer solo para sí mismo a Mirabel.

Solo suya.

Suya.

-Mia y de nadie más- Murmuro mientras olía una de las camisetas de la morena, teniendo su otra mano en su miembro que palpitaba ante la imagen de Mirabel sobre él, rogándole que la tomara de una vez.

Suya

Mirabel Madrigal le pertenecía absolutamente a él.

Desde que dejo la negación de lado, desde que pudo aceptar esos sentimientos pudo darse cuenta que nadie más que él mismo Bruno Madrigal podría hacerla feliz.

De solo imaginar aquellos ojos tan dulces y cálidos mirándolo, podría verse así mismo de rodillas frente a ella ofreciéndole el mundo entero.

Su sobrina, su mariposa, su reina. Su todo.

Solo suya, Mirabel Madrigal era suya por derecho. Y si alguien intentara tomarla bueno, no es como si el tuviera una buena reputación en Encanto después de todo.

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Bueno, si....

No tengo ningún tipo de auto control de mi misma...

Tengo muchas ideas con respecto a Encanto y una de Turning Red, pero bueno como verán la cosa se viene fea.

Disfruten~

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