Capítulo 4.

25 de diciembre del 2018.

Desde mi posición observé como Sussie tuvo que hacer malabares para llegar hasta mí. Al parecer la chica era muy solicitada y ella lo amaba, sonreía a todo aquel que le sonriera, respondía de vuelta a los saludos aunque no tuviera ni la más mínima idea de quienes fueran y atendía a todos casi a la vez a pesar de que no era la única mesera.

Debía decir que la chica si tenía control en sus patines por lo que estaba seguro de que cumpliría su promesa. Esta vez no habría accidentes.

Recordando aquel detalle posé mis ojos en sus medias, éstas estaban intactas, como si ayer no hubiese pasado nada. Supuse que éstas serían nuevas y las anteriores ahora reposarían en un basurero. De igual manera recordé sus rodillas raspadas por lo que no pude evitar mencionarlo cuando estuvo de vuelta.

—¿Cómo están tus rodillas?

Sonriendo se encogió de hombros y miró hacia abajo.

—Un poco de pomada mágica y están como nuevas.

—Las pomadas no son mágicas, elfo.

—Estamos en navidad. Hay magia en el ambiente por lo tanto hay magia en mi pomada—recitó felizmente como si se estuviera convenciendo de que la tontería que estaba diciendo era verdad—. Por cierto, estamos en mi descanso por lo tanto ya no soy más el elfo Sussie, ahora soy solo Sussie.

Extiende su mano derecha invitándome a estrecharla cosa que hago. No era la primera vez que su piel rozaba la mía, recordaba firmemente su cuerpo sobre el mío ayer en la noche. Pero esto era diferente.

¡Por Dios! En serio me gusta la loca.

—Ahora sí, oficialmente es un placer conocerte.

—Aunque me hubiese gustado que dijeras tu nombre anoche.

—Te lo dije—Separó nuestras manos y procedió a sentarse, luego me miró espantada—. ¿No leíste la nota?

—Leí la nota.

Sussie se relajó en su lugar.

—¿Entonces? ¿Cuál es tu punto?

—Hablaba de que me hubiese gustado escucharlo de tu boca, un papel es muy impersonal.

—Al contrario, las letras escritas en una hoja pueden perdurar más que las palabras vacías.

—Las letras escritas en una hoja perduran más que palabras vacías, pero las acciones son las que duran para toda la vida.

Sonrió felizmente, bueno, como ella siempre lo hacía.

—¿Todavía hablamos de mi nombre escrito en la nota?

—Tal vez—me encogí de hombros. Y como se había convertido en habitual en las últimas horas embocé una pequeña sonrisa acompañando así la suya.

Sussie tomó una de las galletas en el plato y la comió todavía observándome. Frunció el ceño perdiendo su sonrisa.

—¿Cómo te sientes?

—¿Por qué la pregunta?—respondí extrañado.

—Es navidad—se encogió de hombros sin necesidad de decir otra palabra.

En la tienda me había congelado, le había dicho que no me gustaba la navidad. Suponía que la pregunta se refería a eso.

—Estoy tan bien como podría estarlo—respondí finalmente a su primera pregunta.

—Es extraño, ¿sabes? Todas las personas que conozco podrían considerar a la navidad como las festividades más bonitas que existen. Nunca pensé en conocer...

—¿Al Grinch en persona?

—Primero, no eres verde...

—Me pongo verde cuando estoy gruñón—Eso era cierto.

—Segundo, no tienes dedos extraños...

—Mis dedos podrían considerarse un poco peludos—dije levantando mi mano para mostrarle los vellos que costaban ver a simple vista sobre mis dedos.

—Y tercero, no creo que arruines la navidad de los demás.

—Falso, ya he arruinado las fiestas hasta de mi familia. Por eso tengo años sin ir a casa para navidad.

El rostro angelical de Sussie se transformó en horror, como si le hubiese dicho que amaba degollar a cachorritos y tomaba su piel para hacerme abrigos, tal como una Cruela de Vil versión masculina.

—¿Por qué?—logró decir.

—Armé un alboroto luego de que mamá me regalara una bola de nieve—expliqué encogiéndome de hombros.

—¿Que rayos tienes en contra de las bolas de nieve?

Solo hay una excusa para eso, pero solo mis más cercanos lo sabían. Y por más que me agradara el elfo ella seguía siendo una completa desconocida por lo que todavía no me podía fiar al cien porciento.

Así que dije la excusa más barata, absurda y extraña que se me pudo pasar por la cabeza.

—Son muy redondas.

La carcajada de Sussie se pudo haber escuchado en el verdadero Polo norte y tal vez, el verdadero Santa estaría un poco desesperado por conseguir la fuente de la exquisita melodía. No solo era el tono de voz, también eran sus ojos achinándose, sus preciosas perlas bajo sus labios y la inclinación que daba su cabeza al reír.

—¿Son muy redondas?—repitió ella aún entre carcajadas—. Okey, respuestas de este tipo me hacen tomar medidas desesperadas.

La miré confundido y algo asustado luego de que sus rosados labios empezaran a embozar una malévola sonrisa.

—Pero primero tengo que saber, ¿estarás por aquí hasta el año nuevo?

—Estaré aquí hasta que decida mudarme—suspire—. Vivo a cinco cuadras.

—¿Tienes planes para año nuevo?

—Nunca tengo planes para año nuevo. Por lo general cada Navidad viajo a Hawaii y vuelvo para año nuevo. Por lo que lo habitual es estar en el aeropuerto y como este año no pude viajar...

—¿Es en serio?—me interrumpió indignada—. ¿Nada de nada?

—Nada—reafirme.

Sussie miró hacia el cielo y murmuró una oración silenciosa—O pudo ser más un Joder Diosito, ¿por qué no me lo mandaste antes?—, que me hizo un poco de gracia.

—Bien, entonces podremos hacer lo que mi cabecita ha estado planificando desde anoche cuando me dejaste en la otra esquina.

—¿Cómo estabas tan segura de que iba a venir?

—Tenía esperanzas—confesó. Se levantó de su asiento y me observó fijamente—. Siete días, siete razones. ¿Te animas?

—Debes ser un poco más específica, Sussie.

—Dame siete días y te daré siete razones para amar la navidad.

—Ya todo el asunto navideño termina hoy.

—En mi mundo el "asunto navideño"—hizo comillas con sus dedos—. Termina en año nuevo, así que... ¿Te animas?

No tenía más nada que hacer así que, ¿por qué no seguir al elfo?

—De acuerdo.

Su resplandeciente sonrisa por un minuto me hizo pensar que quizás esta no era de las mejores de mis ideas.

Pero repito, no tenía más nada que hace.

—Entonces empecemos. Razón número uno—levantó uno de sus finos dedos.

—Pensé que empezaríamos mañana.

—Lo mejor es empezar en la mañana de navidad. Ahora no me interrumpas—me regañó dulcemente, como si fuera un niño—. Razón número uno, las galletas saben mejor si están adornadas de navidad.

Ugh, repito, no tengo más nada que hacer.

Capitulo dedicado a Sandra, espero que te guste❤❤

Nos leemos mañana.

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