Capítulo 3.
25 de diciembre del 2018.
La verdad es que no pude pegar el ojo en toda la noche. Cada vez que cerraba mis ojos no podía evitar imaginarme unas cuencas grises que podrían quitarle el aire al cualquiera. Me sentía culpable porque sentía que no debía pensar de esa manera.
Aunque nunca le había jurado nada a Luna y ella nunca me pidió que buscara a alguien más para ocupar su lugar, para mí no se sentía correcto tener a alguien a mi lado. No por Luna, sino porque no me sentía capaz de poder soportar otra perdida. Tenía suficiente con mi familia, sabía que dolería cuando alguno de ellos ya no estuviera más en este mundo. Pero, ¿otra mujer? Fui demasiado débil con Luna, otra perdida de esa manera acabaría conmigo.
Pero a pesar de mis pensamientos los ojos grises de Sussie siempre volvían y espantaban todos mis miedos.
Era estúpido, tal vez la chica tenía pareja y yo estaba aquí como un bobo enamorado a pesar de lo loca que ella había actuado anoche.
Sussie era... única, en todos los sentidos.
Demasiado extrovertida, muy conversadora y quizás un poco loca. Todo lo contrario a Luna y todo lo contrario a mí. Y siendo sincero, a mí no me va eso de que los opuestos se atraen, sin embargo, esa mañana al ver mi reloj marcar las ocho de la mañana me hizo tomar una decisión.
Pude notar por mi ventana como los copos de nieve caían suavemente en el suelo para reunirse con los suyos. Sin embargo eso no me impidió salir, a pesar de la fría brisa que tocaba las múltiples prendas de invierno que portaba.
A pesar de ser originario del frío Canadá, me podrían considerar el ser más anticanadiense del mundo. No me gustaba el hockey ni esquiar en la nieve, definitivamente era un gran no patinar sobre hielo y lo más importante, odiaba el jodido frío, podía jurar que mi trasero se congelaba cada vez que salía de la increíble temperatura ambiente de mi apartamento.
Mamá decía que haberme concebido en Hawaii me había otorgado esa vena cálida que muchos canadienses no podrían. Tal vez por esa razón seguía volviendo a aquella isla, era mi santuario para escapar.
Crucé la calle dejando atrás aquella esquina en la que Sussie se despidió de mí y caminé un poco más hasta llegar a la tienda de galletas que estaba ridículamente decorada con adornos navideños. Hasta podría considerar que Santa se había vomitado en la estructura color amarillo que se posaba frente a mí.
Sobre la pared de vidrio pude echar un pequeño vistazo hacia dentro, me sorprendí al ver la cantidad de gente que había en el local a pesar de la hora.
No me gustaba la gente y mucho menos me gustaba la gente con el espíritu navideño a millón.
Acobardándome, me di la vuelta para volver a casa cuando escuché el tono de una campanilla y segundos después el susurro de mi nombre. Me giré.
—¿A dónde vas?—preguntó extrañada el elfo para después señalarme hacia dentro del acogedor local—. Te debo unas galletas así que... ¡Pon ese ceño fruncido dentro de la tienda!
Como por arte de magia el ceño fruncido desapareció y me permití embozar una pequeña sonrisa.
Siguiendo a Sussie dentro de la tienda, me relaje al sentir el cambio de temperatura y disfruté el olor fuerte de galletas y café. Todo sería perfecto si no fuera por la cantidad de gente y el odioso canto de los villancicos que sonaban en los parlantes del lugar.
Sussie me señaló una silla frente al mostrador y patinó detrás de este regalándome su particular sonrisa y la cruel mirada que no me permitió conciliar el ceño.
—¿Café?
—Si, por favor.
Como la experta que era preparó un café americano en pocos minutos. Vertió el líquido negro en una taza y me la extendió junto a un plato de galletas adornadas con motivos navideños.
Hice una mueca al ver cómo tal manjar tenía forma de bola de nieve.
—Mis galletas de bola de nieve son las más sabrosas—explicó ella defendiéndose por mi expresión, sin embargo ella aún no borraba su sonrisa—. Te lo juro, son mejores que los árboles de navidad.
—Los árboles de navidad son mejores—me encontré diciendo.
—Prueba la galleta y luego conversamos.
Suspiré como si me estuviera obligando a comer una rata rostizada, de igual manera me arme de valor y probé la galleta.
El exquisito sabor explotó en mis papilas gustativas, no pude evitar soltar un sonido de placer, Sussie se aprovechó de tal acción.
—¿Ves? Te dije que estaba buena.
—Definitivamente la bola de nieve es mucho mejor que el árbol de navidad.
—Todavía no has probado el árbol de navidad, listillo—se burló ella y señalando a la galleta con forma de árbol en mi plato, me instó a comerla—. Después me dices tú veredicto final.
Tomé la pieza en forma de árbol mordiéndola hasta la mitad. Estaba igual de buena, pero realmente quería seguir conversando con ella.
—Sabes elegir muy bien las mejores galletas. Sigo diciendo que las bolas de nieve están mejor, Elfo.
Sussie sonrió y luego soltó una suave risa. Melodiosa y risueña tal y como es ella.
—¿Eres consiente que son de la misma mezcla, verdad?
—¿Si?—pregunté fingiendo incredulidad—. No puedo creerlo.
Sussie rio aún más. Va a decir algo pero Santa lo evitó llamándola desde el otro lado de la tienda.
—No te muevas, voy a ver qué quiere Santa y vuelvo de inmediato.
—No me moveré de este lugar—le prometí.
—Más te vale, mira que tengo influencias y realmente puedo ponerte en la lista de los chicos malos. Santa puede que no te deje regalos el año que viene.
No me da tiempo de decirle que puede que Santa me tenga en su lista de niños malos, porque desde hace años solo me ha traído un poco de carbón.
Ese carbón se traduce en estrés, desánimos y mucho dolor.
Un capitulo tranquilo para dar un poco de contexto a la historia. Espero les guste :)
Este esta dedicado a Katty, espero y te guste :)
Nos leemos mañana.
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