Prólogo
*LITERAL EN REMODELACIÓN, O BUENO REALMENTE EN CORRECCIÓN*
Estoy consciente de mucho de los errores o más bien horrores ortográficos, que he estado cometiendo pero estaré corrigiendo los capítulos poco a poco.
"Gracias infinitas por tu apoyo e invaluables consejos, tú sabes a quién me refiero"
Prólogo
Es de noche y estoy en mi habitación tratando de dormir, pero es imposible hacerlo ya que de nuevo mis padres discuten.
—¡Deja de quejarte de lo que gasto en tus hijas, lo hago por ellas! ¡Entiende que Mila tiene una carrera en ascenso y tenemos que invertir en su futuro! —grita histérica mi madre.
—¡Basta Masha! Deja de gritar o despertarás a las niñas —le exige mi padre, también exaltado.
—¡Si te importaran tus hijas, no nos abandonarías! —refuta ella.
—Te estoy abandonando a ti Masha, no a ellas. Sasha y Mila siempre serán mis hijas y jamás dejaré de ver por ellas —declara él.
—Te lo advierto Robert, me aseguraré de que mi abogado te saque un generoso cheque cada mes —amenaza mi madre.
—Haz lo que quieras, pero esta vez no hay marcha atrás, no te soporto más.
—¡Por Dios! Como si no supiera que tienes una amante —lo enfrenta ella con evidente ironía.
Sus disputas se han vuelto costumbre y por más que intento no oír sus fuertes gritos cubriendo mi cabeza con la almohada, no lo logro.
Mi madre le echa en cara a mi padre que tiene una amante y él le reclama, el que gaste tanto dinero en mis cursos y clases de ballet. Y estoy de acuerdo con él, no necesito más clases extras de ballet, solo tengo quince años y prácticamente he asistido a tantas o más clases que una bailarina principal y no lo digo por presunción, solo que mi madre se ha encargado de meterme el ballet hasta por los codos.
Hoy la discusión toma un rumbo diferente, mi padre dice que se irá de la casa y por sus palabras es evidente que a mi madre no le importa, siempre y cuando él siga costeando todos sus caprichos.
Mi hermana pequeña entra por la puerta de mi habitación, viene llorando.
—Mila, no puedo dormir —dice, con lágrimas en los ojos.
—Ven Sasha, acuéstate conmigo. —La invito a mi cama, ella sube de un salto y se acurruca sobre mi pecho.
—Mila. ¿Por qué pelean mis papitos? —pregunta con voz triste.
—Por lo mismo de siempre, no hagas caso —digo restando importancia al asunto.
—Creo que papá está enojado porque mamá gasta mucho dinero en tus clases de ballet.
—También lo creo.
—¿Por qué no les dices que ya no quieres más clases? —pregunta, mientras se abraza a mi cintura.
—Ya lo he hecho, pero mamá no escucha —le aclaro.
—Mila, pero si se va papá, ¿qué vamos a hacer? —expresa con temor.
—Tú no tienes que preocuparte por eso, si nuestros padres se separan nosotros no dejaremos de ser sus hijas y papá no dejará de querernos —le digo, estrujándola entre mis brazos.
—Pero yo no quiero que se separen.
Lo pienso unos segundos antes de responderle.
—Yo no quiero verlos enojados y discutir todos los días —le explico—, tal vez sea mejor así.
Sasha también lo piensa.
—Yo tampoco quiero que sigan discutiendo —acepta resignada.
—No pienses en eso y trata de dormir —le indico, mi hermana asiente.
La abrazo y acaricio su cabello, mientras intento cantarle en voz baja su canción favorita de One Direction, para que ya no escuche a mis padres discutir y pueda dormir.
Amo a mi hermanita, y odio que con tan solo 8 años se preocupe por mis padres, y sus problemas.
Mi padre cumplió con su palabra y se fue de la casa, no lo culpo, yo también creo que mi madre exagera. Es cierto que el Ballet es una disciplina bastante elitista, pero mi madre la ha llevado a otro nivel.
Practico Ballet desde los dos años y desde que tengo memoria, mi vida ha girado alrededor de posiciones, puntas perfectas, arabesques y miles de Pirouettes. Desde los cinco años acudo a talleres de invierno o de verano en NYCB y hace años fui admitida en School of American Ballet.
Nunca he tenido unas verdaderas vacaciones porque esos meses los he pasado en programas de veranos o de invierno de las más reconocidas compañías de baile del mundo. Desde NYCB, la escuela Ballet de la Ópera de París, The Royal Ballet School, Escuela Brent Street en Sídney, incluso he estado en Rusia en la Academia de Ballet Bolshoi y todo lo ha pagado mi padre por exigencia de mi madre.
Ella también mandó a construir un salón de ballet en el sótano de la casa para que yo practique en mi tiempo libre. Y para deleite de mi madre, el año pasado fui invitada como aprendiz en el New York City Ballet.
Pero, ¿por qué mi madre está obsesionada con el ballet?
La respuesta es fácil: quiere que yo realice sus sueños, esos que ella no pudo cumplir ya que según ha dicho por culpa de mi padre que la embarazó de mí, perdió su hermosa figura de bailarina después del parto.
Mi madre nunca llegó a ser una primera bailarina, pero asegura que si no hubiera cometido ese error —Yo—, habría sido la mejor bailarina del mundo.
Nunca olvidaré que a los tres años durante una de mis clases de ballet, mi madre irrumpió y me golpeó en los pies con una regla, porque consideró que no estaba haciendo bien la tercera posición. Acto que asombró a mi profesora y regocijó a mis compañeras que se burlaron de mí por días. Por supuesto que aprendí la lección, jamás volví a equivocarme, ni a flojear en clase o mi madre no dudaría en golpearme de nuevo y ridiculizarme frente a todos.
Y al pensar en esto me doy cuenta que nunca nadie se ha tomado la molestia de preguntarme si realmente amo el ballet, creo que ni yo misma lo sé, lo único que realmente sé que es algo que tengo que hacer. De lo que sí estoy segura, es que cuando bailo interpretando un papel, no soy yo, simplemente me transporto a otro mundo, uno en el que me convierto en alguien más. Cuando bailo experimento una indescriptible sensación de libertad y al saltar hasta creo que puedo volar.
En dos ocasiones me he atrevido a decirle a mi madre que no quiero seguir, pero ella simplemente no escucha y es un tema que no está a discusión, solo dice que tengo el cuerpo, los pies, la flexibilidad, el talento y la fuerza de voluntad necesaria para ser la mejor y en eso me he convertido, a mi edad soy la mejor.
Para colmo, mamá también se ha metido con mi peso desde que tengo diez años, en una ocasión me encontró comiendo unas galletas de chocolate y me obligó a provocarme el vómito. Ahora ya no puedo parar. Siempre que me doy un atracón, vienen a mi mente sus palabras "No querrás parecer una vaca" "A las gordas nadie las quiere", y al sentir la culpa, corro al baño a devolverlo todo.
Yo no tengo una parte "normal" en mi vida como la tienen otras chicas que van al colegio. Anteriormente asistía a uno de señoritas hasta que fui admitida en América ballet y mi madre decidió sacarme, y prefirió contratarme clases privadas en vez de dejarme quedarme en a residencia de la compañía. Por lo menos en el colegio podía ser una chica como cualquiera, comía lo que quería y nadie me decía cómo debo pararme, ni que tengo que mejorar mi postura y otras cosas por el estilo.
Realmente me gustaba la escuela, incluso descubrí que amo la química y el diseño, pero mis calificaciones nunca fueron excelentes como hubiera querido, ni lo serán.
¿Por qué?
Porque no hay tiempo para los deberes escolares, nunca lo hubo. Mi tutora ya le ha dicho a mi madre que debo hacer espacio en mi agenda para hacerlos, pero ella amenaza con correrla y buscar a otro profesor que no absorba más tiempo del que ya le dedico a los estudios o incluso pretende que no estudie más así dedicaría más tiempo al ballet.
Estoy realmente triste por la partida de mi padre, lo extraño mucho. Él siempre ha sido un padre amoroso, no sé como sobreviviremos Sasha y yo, sin sus arrumacos y su cariño. En el fondo lo envidio un poco, hubiera querido que nos llevara con él y me liberara del control que ejerce mi madre sobre mí. Pero papá no mostró intención alguna de querer hacerlo y es que mi madre tenía razón, mi padre sí tiene una amante, lo que significa que ahora mi hermana y yo solo somos un estorbo para él.
Aunque mi padre siempre me ha apoyado y a mí jamás me ha recriminado nada. Él cree —como todos— que yo quiero esto más que nadie; supongo que lo hace porque se nota mi esfuerzo, pero además tiene el dinero para hacerlo.
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Algunas personas creen que el mundo del ballet clásico, es glamoroso y sofisticado, otros creen que es romántico y dulce, para muchos otros es un mundo lleno de romanticismo y de sueños. En lo que sí está de acuerdo la mayoría es en que el Ballet clásico es un hermoso arte en el que se necesita talento, pasión, esfuerzo y mucha disciplina. ¡Ah! Y pies, como dice mi madre.
Tal vez sea así, pero no para mí, no cuando he sido lastimada y marcada dentro de este mundo desde que era una niña. Sin embargo, es lo único que tengo, lo único que me apasiona y da sentido a mi vida. Así es, para mí el ballet es una gran contradicción, algo así como el cielo y el infierno juntos. Y no, no hablo de la presión por ser la mejor, ni siquiera por los arduas horas de práctica, ni los dolores y calambres musculares, ni los callos y ampollas en mis pies. No, eso realmente no es nada comparado con el dolor de haber sido quebrantada, el dolor de vivir con la presión constante de mi madre, su desapego y su falta de amor. Aunque tal vez sea gracias a ella que hoy sea "La niña de oro del ballet" como me llaman en el medio, pues por buscar su cariño y aprobación, no he parado ni un segundo ni para respirar.
¿Lo he conseguido? ¡No!
En realidad ha sido al contrario, es como si más prestigio logro, ella más me odiara y ni siquiera entiendo por qué. Pero el ballet también se ha convertido en mi refugio, en mi desahogo, mi escape, el ballet se ha convertido en mi TODO o al menos lo era antes de que Sebastian regresara a mi vida, porque ahora mi TODO, es solo él ❤️
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