Epílogo
Jason y yo damos gracias al público con reverencias y grandes sonrisas, después los dos llevamos a Peter al frente y retrocedemos unos pasos para que reciba el aplauso del público como autor, coreógrafo y director de la puesta en escena. Los tres lucimos más que radiantes de felicidad. Peter está feliz porque nunca imaginó el éxito de su obra, las excelentes críticas que ha obtenido y la respuesta de los apasionados al ballet. Jason está feliz porque además de que la temporada ha sido todo un éxito, ha recibido una propuesta para ser la imagen de una marca de ropa deportiva. Y yo estoy feliz porque de nuevo llevo orgullosamente en mis brazos el acostumbrado y hermoso ramo de tulipanes que Sebastian me hizo llegar como siempre hace cuando tengo una presentación. Pero también estoy feliz de tenerlo frente a mí viéndome bailar, apoyándome y mirándome como lo está haciendo, con auténtica admiración e innegable amor. Estoy feliz porque ahora que la temporada terminó, podré pasar mis vacaciones de invierno con él, pues Sasha viaja con mi padre a Londres, mi madre se refugiara del frio con su amante en una playa de México y a mí Sebastian me invitó a pasar navidad en Boston en casa de la abuela Rose. Estoy feliz porque además de no pasar navidad sola como lo hice los años anteriores, en los que solo me iba temprano a la cama sin siquiera haber cenado, estoy feliz porque esta vez es diferente, pues estoy completamente segura que será la mejor navidad de mi vida porque estaré con él, con mi amor. Me emociona mucho nuestra primera navidad juntos y espero que sea la primera de muchas más o mejor, que sea la primera de todas las que restan en mi vida. Estoy feliz porque luego pensamos escaparnos a uno de los tantos excitantes y excéntricos viajes a los que Sebastian está acostumbrado hacer desde hace años durante las vacaciones, hoy el plan es viajar a Tailandia.
Apenas cierran el telón Jason me toma por la cintura y me gira emocionado.
—Lo hicimos, Mila, de nuevo conquistamos al público —expresa estrujándome entre sus brazos— No sabes cuanto disfruto bailar contigo —declara con orgullo.
—Claro que lo sé, si yo lo disfruto tanto como tú —expongo y él me sonríe agradecido.
De pronto, Peter se une al abrazo y nos besa a ambos en la cabeza con gran entusiasmo haciéndonos reír.
—Los dos son increíbles, Mila esos salto y tus giros. ¡Dios! Fue realmente sublime, simplemente perfecto —expresa con regocijo mirándome maravillado—, y tú Jason, esa fuerza y tus saltos, también sorprendentes. Hay tanta química entre ustedes, que la trasmiten, juntos son invencibles. Gracias chicos, sé que sin ustedes el éxito no hubiera sido posible —expone con lágrimas en los ojos y los dos lo miramos conmovidos.
—Por supuesto que sí, Peter. Tú trabajo es sorprendente, si nosotros bailamos tan bien es porque hemos tenido el mejor profesor —le reconozco.
—Gracias Mila, pero en verdad debo reconocer tu talento, el de ambos —corrige mirando a Jason. Bueno basta de sentimentalismos, tenemos que celebrar, los espero a los dos en casa para la cena de navidad, a mi esposa y a mí nos dará mucho gusto que nos acompañaran —nos invita, Jason y yo nos miramos apenados.
—Gracias, pero Marc me espera para tomar un avión. Mi madre nos espera en Atlanta a cenar —se disculpa Jason y Peter me mira a mí.
—Lo siento, Sebastian y yo partiremos a Boston en media hora. Por cierto ya debe estar esperándome —me disculpo y Peter asiente compresivo.
—Bien ya festejaremos en otra ocasión —acepta resignado mientras me abraza— Feliz navidad, Mila, Jason —agrega ahora abrazándolo a él— felices fiestas, disfruten a la familia.
Jason y yo nos despedimos con un fraternal y cariñoso abrazo expresando nuestros mejores deseos el uno para el otro, después corro al camerino donde Sebastian ya me espera y que al verme me atrapa en sus brazos.
—Felicidades mi pequeña, como siempre lo hiciste maravilloso —me felicita con una genuina sonrisa—. De verdad creo que nunca me cansaré de verte bailar —expresa con gran admiración.
—¡Gracias! —le agradezco antes de apropiarme de sus labios con los míos.
Después que me desmaquillo y me cambio, Sebastian y yo tomamos carretera hacia Boston. Estoy exhausta, pues las dos presentaciones que tuve que dar en el día me han dejado agotada, más sin embargo me siento extasiada de felicidad.
Sebastian conduce a la vez que toma mi mano, yo miro el camino con una gran sonrisa en los labios. Ni siquiera hablamos, no es necesario, nuestras sonrisas, nuestras miradas lo dicen todo, pero mis ojos me traicionan y se cierran con voluntad propia a pesar de esforzarme por mantenerlos abiertos.
—Duerme pequeña —dice besando mis nudillos— debes descansar un poco.
—No, prefiero acompañarte —respondo enderezando mi postura—, ya comienza a oscurecer y no quiero que conduzcas solo.
—No es necesario, anda descansa que la velada será larga.
—Gracias, pero estoy bien —debato y mantengo la postura para no quedarme dormida, aunque no sé cuanto tiempo lo logro, porque poco después caigo en un profundo sueño.
—¡Mila! Pequeña despierta, anda abre tus ojos —escucho su voz con súplica— Mila. ¿Estás bien? —pregunta alarmado y es como si mis ojos no pudieran abrirse, los siento realmente pesados y parpadeo intentando abrirlos.
—¿Qué pasa? —digo intentando incorporarme— ¿Ya llegamos? —pregunto un poco desorientada al encontrarme recostada en la cama de la habitación que compartimos Sebastian y yo cuando visitamos a la abuela anteriormente.
—Llegamos hace un par de horas —me informa y lo miro un poco confundida.
—¿Qué? ¿Y por qué no me despertaste? —le pregunto extrañada.
—Lo intenté, pero no pude. Venias realmente cansada y la abuela me dijo que te dejara descansar, pero ya vamos a cenar vine a ver si quieres ir —me informa con rostro preocupado—. Mila, de verdad luces exhausta, si prefieres descansar te traeré la cena a la cama —me ofrece.
—Claro que no, quiero bajar y cenar con todos —expreso levantándome de la cama con mucho trabajo, él tiene razón, realmente me siento exhausta. Sin duda los largos ensayos y las múltiples presentaciones me están cobrando factura—, yo quería ayudar con la cena —alego yendo hacia el tocador a cepillar mi cabello—. Que vergüenza, tu abuela debe pensar que soy una perezosa.
—Nada de eso, mi abuela sabe lo que las presentaciones te agotan, pero yo sabia que preferirías acompañarnos. Mila —dice y luego hace una pausa para tomar aire— en verdad me asusté cuando no despertabas, estaba por llamar al médico. Creo que la abuela tiene razón y debes descansar —agrega con mirada mortificada, yo lo miro enternecida y me acerco a él de forma seductora.
—Estoy bien, creo que nunca había estado mejor —le aseguro colgándome de su cuello— solo tengo el sueño pesado —comento para tranquilizarlo.
—¿Estás segura? —pregunta angustiado.
—Más que segura —digo antes de besarlo muy lentamente.
—No me hagas esto —expresa con voz ronca—, no ahorita o nos declararé a ambos en cama —advierte contra mis labios, los que sonríen divertidos.
—Olvídalo —le aclaro zafándome de sus brazos que ya me aprisionaban—, no haré esto con la abuela ahí abajo prediciendo lo que hacemos acá arriba —le indico negando con el índice— No, señor Nichols —le repito antes de salir de la habitación y correr escaleras abajo al ver sus intenciones en su mirada.
Al llegar abajo, me detengo en seco al ver que todos nos miran divertidos. Todos me reciben efusivamente y de forma cariñosa, yo con timidez los saludo uno a uno, después alcanzo a la abuela Rose a la cocina para ayudarle a servir la cena.
—Hola querida, veo que ya estás más descansada —me dice con una sonrisa cómplice y yo asiento un poco avergonzada—. Sería bueno que te hagas un chequeo médico, debes cuidar tu corazón —sugiere con voz triste antes de salir de la cocina dejándome desconcertada por su comentario.
—Se te escapó la paloma —se mofa el tío Christian de Sebastian, justo cuando llego al comedor con una canastilla de pan en mis manos y me sonrojo al instante.
—Bendita juventud —comenta la tía Marissa con nostalgia— ¿Recuerdas que antes me perseguías todo el tiempo? —le pregunta a su esposo quien asiente enternecido.
—Sabes que por mí seguiría persiguiéndote —le aclara él mirándola con devoción—, pero todo el tiempo estás recordándome que las niñas están cerca —añade con resignación.
Marissa le hace un gesto para que guarde silencio y Norah pone sus ojos en blanco.
—Por favor, dejen de hablar de sus intimidades delante de mí —alega Norah con fastidio.
—Pero si fuiste tú quien comentó que adorabas y te parecía tan romántico ver la pasión que existe entre Sebastian y Mila —le recuerda su padre y mi rostro se tiñe completamente de rojo.
—Sí, es realmente lindo y excitante ver el amor, y la pasión que existe entre ellos, pero no es agradable imaginar la de mis padres —responde Norah con gesto repulsivo.
Sebastian sonríe divertido y toma mi mano para llevarme a mi lugar.
—No, ahí no —le ordena su abuela— Ven Mila, siéntate a mi lado —dice indicándome el lugar a su derecha.
Tímidamente me siento a su lado y enseguida todas los ojos están clavados en mí, me avergüenza ser el centro de atención, pero me desconciertan más sus insistentes miradas.
—Mila. ¿Qué esperas? —pregunta Norah ansiosa yo la miro sin entender.
—Mila, estamos esperando que nos hagas el honor de partir el pavo —comenta la abuela y yo la miro más confundida—, tú ya eres parte de la familia y es la forma en la que te damos la bienvenida —manifiesta la abuela Rose con cariño, emocionándome hasta las lágrimas, pero no las dejo salir, estoy tan feliz que no me lo permito.
Sebastian nota mi emoción y aprieta mi rodilla por debajo de la mesa mostrándome su apoyo.
Sin hacerlos esperar más, cojo los cubiertos y me dispongo a partir el pavo, mientras todos miran ansiosos mi lucha con el ave. Lo que no puede ver es la lucha interna que estoy librando en este momento, pues el cúmulo de emociones me abruman sobremanera. Es una sensación rara, de alegría y nostalgia, nunca imaginé que algún día yo pudiera vivir algo así, el sentirme acogida por una familia y menos por la de Sebastian que no se detiene a mostrarme su empatía, su amabilidad y su cariño, y hoy además me hacen sentir un miembro más de su hermosa familia.
Todos reciben su porción de pavo y la rebatinga de platos comienza, son tantos que no sé por donde empezar, así que abrumada cojo un poco de cada uno de los platillos.
—Mila, cuéntanos. ¿Qué se siente ser parte del ballet de New York? —pregunta Christian en tono amistoso.
—En realidad es un gran honor... —respondo con timidez pero inmediatamente me veo interrumpida.
—¿El ballet de New York? ¿Nos es ahí donde baila la pesada de Maddie? —pregunta Norah con gesto de repudio, a lo que no sé como responder porque aunque a mí también me parezca una pesada no hablaré mal de ella delante de su familia, así que solo asiento con la cabeza mientras me llevo a la boca un trozo de pan para acallar mis comentarios.
—Norah... —le advierte su madre.
—Así es, Maddie también baila en el ballet de New York —responde Sebastian—, pero Mila y ella no se llevan bien —agrega con tristeza.
—Discúlpame Sebastian pero quién se va a llevar bien con tu hermana, si es una engreída de lo peor —alega Norah sin importarle las advertencias de su madre.
—Es cierto que Maddie tiene un carácter difícil, pero creo que es su amistad con Theresa la que no la deja ver más allá de sus narices —expone Sebastian con fastidio.
—Esa chica nunca me ha gustado —comenta la abuela con molestia—, no es buena.
—Otra pesada —expresa Norah con fastidio y poniendo sus ojos en blanco.
—Bastante presumida y odiosa la chica —manifiesta Christian lo que Marissa desaprueba con la mirada—. Lo siento en esto concuerdo con la abuela Rose y con Norah —le dice a su mujer—, y tú piensas lo mismo —dice acusando a su esposa quien asiente un poco avergonzada.
Todos hablan de Theresa con tanta familiaridad y me pregunto si Sebastian también la ha invitado a Boston a pasar vacaciones con ellos.
—¿La conocen? —pregunto mirando a Sebastian fijamente a los ojos.
—Claro, Maddie casi nunca viene, pero cuando lo hace siempre invita a esa chica —me aclara la abuela.
—La muy tonta siempre viene pensando que pasará tiempo con Sebastian, pero todas las veces que ha venido él huye a un país lejano y ella no le queda de otra más que pasar las vacaciones tan aburrida como una ostra —se burla Norah haciéndome reír a mí también.
—Mejor hablemos de algo más agradable —propone Sebastian— cuéntame como vas con el soccer —le pregunta a Norah, cambiando de tema.
La chica cuenta con gran entusiasmo de los partidos que ha jugado y las peleas que ha tenido con algunas chicas a consecuencia del fútbol. Todos hablan animados, mientras disfrutamos de una deliciosa cena.
—Va nevar —comenta la pequeña Rose después de no haber abierto la boca en toda la velada, yo miro a la rubia niña con curiosidad por la certeza de sus palabras.
—¿Ya vas a comenzar con tu pobre imitación de la abuela? Claro que no va a nevar —le discute Norah a la hermosa e introvertida pequeña.
—Norah no molestes a tu hermana —la regaña Marissa.
—Mila, la pequeña Rose ha dado muestras de que ha heredado el don de la abuela —me explica Sebastian y yo asiento desconcertada.
—Perdóname hija, pero esta vez concuerdo con Norah —debate Christian— el pronóstico del tiempo dice que incluso las temperaturas aumentarán.
—Aunque no lo crean la pequeña Rose tiene mucho de mí y ella tiene razón, mañana el paisaje lucirá hermosamente blanco —declara la abuela mientras se levanta de la mesa —, por cierto Mila, cúbrete bien o te resfriarás —me recomienda mientras recoge algunos platos de la mesa —Bueno, yo iré a lavar los platos.
Yo la miro atónita, todos son muy amables y agradables, pero no puedo dejar de sentir escalofríos cada que la abuela me hace una recomendación.
—Por favor, permita que yo lo haga —digo quitándole los platos de las manos—, Sebastian y yo tenemos una regla, el que cocina no lava los platos.
—Bien entonces que Sebastian te ayude, porque por estar viendo si estabas bien apenas si ayudó —comenta guiñándome un ojo. Enseguida Sebastian se pone de pie y me ayuda a recoger la mesa—. Yo iré a descansar porque mañana será un día muy largo —agrega la abuela despidiéndose de todos antes de subir las escaleras hacia su habitación.
Sebastian y yo lavamos los platos mientras Marissa y Christian nos ayudan a recoger la mesa, y las chicas van a la sala a ver la tele. Luego, todos disfrutamos de una película navideña frente a la chimenea. Bueno yo realmente de lo que disfruto es de descansar en los brazos de Sebastian, pues poco después vuelvo a caer en un profundo sueño.
Me despierto cuando la luz del del sol comienza a infiltrase en la habitación, anunciando el amanecer. Me levanto de la cama, voy a la ventana y un escalofrío recorre todo mi cuerpo al observar el maravilloso paisaje cubierto de nieve y una sonrisa nerviosa escapa de mi boca. Me emociona mucho ver nieve y el saber que podré disfrutar de ella como nunca lo he hecho, porque mi madre jamás me permitió hacerlo pues siempre temió que me lastimara un pie y no pudiera volver a bailar, pero hoy ella no está para impedírmelo y a la vez siento mucho miedo al ver que las predicciones de la abuela, y la pequeña Rose se cumplen, lo que es realmente escalofriante.
Sin pensarlo más salto a la cama con gran emoción para despertar a Sebastian, quien se queja y se cubre el rostro con la sábana.
—Sebastian despierta, tienes que ver esto —le digo destapándolo y besándolo en los labios—. Está nevando, Rose tenía razón.
Comienzo a vestirme a toda prisa y Sebastian se recuesta de lado sobre su codo y me mira divertido.
—Mila, regresa a la cama, todavía es temprano y tengo frio —dice ofreciéndome su mano— Anda ven a calentarme —me pide con mirada pícara.
—No, Sebastian ya te lo dije antes, aquí con la abuela prediciéndolo todo, olvídalo, además yo quiero salir a jugar en la nieve, tocarla —le explico con gran emoción mientras me pongo guantes y me acomodo el gorro—. Vamos Sebastian, acompáñame —le ruego haciendo un mohín.
Él me sonríe con ternura, se levanta con trabajos y aunque luce cansado, se ve adorable con su cabello rubio alborotado y sus ojos somnolientos.
—¿Sabes que te amo con el alma? —le pregunto tomando su rostro en mis manos y mirándolo fijamente a sus precioso ojos color del cielo. Él asiente mirándome con fervor.
—No más que yo —asegura antes de hundirse en mis labios que lo reciben con ansioso anhelo, pero cuando sus manos se apoderan de mi cintura, me aparto de él bruscamente y niego con la cabeza mirándolo con picardía.
Sebastian suspira resignado y se levanta a vestirse, yo voy al baño a lavarme los dientes, pero al querer enjuagarme la boca, me doy cuenta que las tuberías están congeladas y no sale agua, así que con señas le indico a Sebastian que lo espero abajo.
Voy a la cocina y apenas entro la abuela Rose me ofrece un vaso con agua.
—Supuse que lo necesitarías —me explica al ver mi cara de desconcierto.
Lo tomo y voy al baño a enjuagarme la pasta de dientes, al salir Sebastian ya está vestido y la abuela sirve el desayuno.
—Ni crean que se irán sin desayunar —nos advierte la abuela— entregándole a Sebastian los platos de ambos con huevos fritos y tocino—. Mila, ven, toma un poco de chocolate caliente para que entres en calor —dice incitándome a entrar a la cocina. La sigo y me sirve dos tazas del delicioso líquido— recuerda que debes alimentarte bien —agrega mirándome con severidad, aunque sé bien que lo dice por mi bien, mostrándome lo que en verdad es el amor de madre y conmoviéndome por completo.
—Gracias —musito antes de atreverme a abrazarla enternecida y plantarle un beso en la mejilla con verdadero agradecimiento, y cariño.
Ella se gira hacia mí y mirándome con dulzura, acaricia mi mejilla de forma maternal.
—No tienes nada que agradecer —expresa antes de besar mi frente—, quiero que lo comas todo —me advierte enderezando su postura y mostrándose de nuevo como una madre rígida. Yo acepto con un movimiento de cabeza y una dulce sonrisa, y voy a la mesa donde ya todos desayunan, y charlan animosamente.
—¡Buenos días! —saludo.
—¡Buenos días, Mila! —responden todos a coro.
Sebastian me guiña un ojo y los dos nos disponemos a desayunar, y a participar de la charla familiar.
—¡Terminé! —anuncio emocionada al tiempo que salto de la mesa y corro hacia la puerta, pero me detengo al recordar que ni siquiera recogí mi plato— Lo siento —digo regresando sobre mis pasos—, yo lavaré los platos —declaro apenada y todos me miran divertidos.
—No te preocupes —dice la abuela quitándome los platos de la mano—, ustedes vayan a divertirse, yo me ocuparé —me asegura la maternal mujer de forma divertida y yo la miro avergonzada.
—Yo te ayudo —se ofrece Marissa quien se levanta a recoger los platos.
—Gracias, nosotros lavaremos los de la cena —promete Sebastian a la vez que se pone de pie y pasa un brazo sobre mis hombros—. Mila es así, como una chiquilla que se entusiasma con las cosas más simples, incluso creo que nunca la había visto comer tan rápido —dice Sebastian con una sonrisa cómplice explicando el porqué de mi arrebato.
—Lo sé —asegura la abuela con nostalgia y con la mirada nos incita a salir, los dos sonreímos complacidos y vamos a la puerta.
—Espera, iré por mi cámara, no tardo —dice Sebastian mientras corre escaleras arriba.
—Yo quiero ir con ustedes —expresa la pequeña Rose que corre tras nosotros y se cuelga de mi mano.
—Yo también —expone Norah que viene también y sale de la casa con nosotros después de que mi chico regresa con su cámara fotográfica colgada al cuello.
Apenas salimos Sebastian, Norah y la pequeña Rose, corren de un lado a otro lanzándose entre ellos bolas de nieve.
Yo primero lo admiro todo con detenimiento, todo es tan mágico y hermosamente blanco, tanto que hasta encandila a la vista. Emocionada por tan bello momento giro con mis brazos estirados y el rostro hacia el cielo, sintiendo como se desintegran los copos de nieve al tocar mi tibia piel. Me detengo a inspirar profundamente para llenarme ese característico olor a nieve "Pero si la nieve no huele, es agua congelada, no puede tener olor propio, pero sí, sí que lo tiene. Es algo sutil pero lo tiene. Yo ya lo apreciaba de pequeña y lo recuerdo perfectamente de todas las veces en las que me escapaba de mi madre para tocarla, aunque poco después me regresaba a la casa de los cabellos", me digo a misma en pensamientos.
Soy despabilada de mi ensoñación cuando una bola de nieve me golpea en la sien; me sorprende hasta tal punto y me golpea con tal fuerza que caigo desvanecida en la nieve. Al segundo Sebastian acude a mí.
—Mila. ¿Pequeña estás bien? —pregunta Sebastian tomando mi rostro entre sus manos—. ¡Norah si algo le pasa a Mila te juro que no te lo perdonaré! —le grita molesto— Mila, mi amor por favor abre los ojos —me ruega con voz desesperada. Yo intento mantener los ojos cerrados, pero no puedo aguantar más la pequeña y traviesa sonrisa que efusivamente se dibuja en mis labios— ¡Dios. Mila, eres malvada! —me acusa—. No me hagas esto nunca más —me grita enfadado.
Sin poder controlarme más, suelto una sonora carcajada y Norah, y la pequeña Rose también ríen a carcajadas mofándonos juntas de mi chico favorito. Él me mira indignado con mohín en los labios, así que sorprendiéndolo me cuelgo a su cuello y lo beso impulsivamente.
—Perdóname —le digo entre besos—, solo bromeaba.
Sebastian, me mira divertido, pero luego su sonrisa se vuelve maliciosa y yo lo miro intrigada.
—Ni lo pienses —grita al mismo tiempo que me sorprende cubriendo mi rostro de nieve y se levanta de un salto para huir de mí.
Yo me levanto y entre carcajadas corro detrás de él para alcanzarlo con bolas de nieve, pero Sebastian siempre logra evadirlas.
Los cuatro, pasamos la mañana entera jugando en la nieve, primero hacemos equipos, Sebastian y Rose, contra Norah y yo, y no importa cuanto corremos y ataquemos, Sebastian siempre nos alcanza y nosotros a él no logramos atinarle ni una sola vez. También hacemos ángeles agitando en la nieve nuestros brazos y piernas, concursamos para hacer el mejor mono de nieve y en ésta ocasión Norah y yo ganamos o al menos así lo decidieron los jueces, que fueron Marissa, Christian y la abuela. Después Sebastian nos enseña a hacer Snowboard, claro nada extremo sin tanta pendiente, pero reímos a carcajadas cada que uno de nosotros caemos. La verdad es que creo que nunca había reído tanto, incluso siento que casi me orino de la risa y las mejillas me duelen de tanto hacerlo.
Por supuesto, como predijo la abuela, pesco un enorme resfriado y ahora estoy en cama con fiebre. El médico que vino a verme me recetó algunos analgésicos, muchos líquidos y reposo, mucho reposo, pues asegura estoy exhausta. Así que Sebastian y yo desistimos de nuestro viaje a Tailandia y decidimos quedarnos en Boston a pasar todas las vacaciones, que aunque él insiste en ir a algún lugar más cálido para que yo descanse, la abuela nos invita a quedarnos y la verdad disfruto tanto de su compañía, y la de toda la familia, que le ruego para que nos quedemos. Tal vez porque es la primera vez que experimento esa sensación de pertenencia que me brindan todos aquí, no lo sé.
Mi chico ayuda a la abuela a quitar la nieve del sendero y yo lo miro desde el pórtico cubierta con una frazada y con un té caliente en mis manos. Quisiera ayudarlo, pero el resfrío sigue congestionando mi nariz y enronqueciendo mi garganta, así que todos en casa se aseguran de que no me moje y me enfríe lo menos posible.
—¿Estás aburrida? —pregunta la abuela al sorprenderme melancólica mirando a su guapo nieto. Yo solo me alzo de hombros— Creí que tal vez te gustaría leer un poco mientras me acompañas a bordar —dice ella al tiempo que me entrega un libro. Yo lo tomo y lo observo con curiosidad, mientras ella se sienta a mi lado y saca de su canasta de la costura algunas telas e hilos.
—"Antología poética" —leo en voz alta—. ¿Bario Benedetti? —le pregunto extrañada por el autor del libro.
—Sí, es un escritor uruguayo, ya verás cuanto te gusta —asegura la abuela mientras intenta insertar un hilo en la aguja.
—¿Le ayudo? —propongo dejando el libro a mi lado.
—Por favor —dice entregándome aguja e hilo—, debes... —intenta explicarme, pero yo los inserto en un santiamén
—Listo —digo regresándoselo.
—Nunca imaginé que lo lograrías tan fácilmente.
—Lo hago todo el tiempo —comento y ella me mira extrañada—, bis zapatillas, siempre coso las cintas de bis zapatillas —agrego para que entienda de que hablo.
—¡Oh cierto! —expresa ella.
—¿Be enseñaría hacerlo? —le pregunto cuando la veo comenzar a bordar unas pequeñas florecitas de color rosa en la tela.
—Por supuesto —acepta mirándome con ternura—. Mira, introduces la aguja aquí y la sacas por donde quieras que continúe el hilo... —me explica paso a paso y yo observo atenta cada una de sus instrucciones. Ella me pasa la tela para que yo lo intente y lo hago con mucho cuidado, estoy tan concentrada que ni cuenta me doy cuando la abuela se va.
—¿Qué haces? ¿Por qué sacas la lengua? —pregunta Sebastian que se asoma por la puerta.
—¿La lengua? —pregunto extrañada—. Estoy bordando, la abuela be enseñó —le presumo e intento mostrarle, pero al hacerlo me doy cuenta que saco la lengua y Sebastian se burla de mí—. No te burles, estoy concentrada.
—No me burlo, pero me encanta ver el gesto que haces cuando te concentras —comenta guiñándome un ojo mientras acaricia con dulzura el ceño entre mis cejas, yo le sonrío en respuesta— ¿Ya te sientes mejor?
—En realidad ya ni be acordaba de la nariz tapada —Sebastian ríe a carcajadas al escuchar que pronuncio la "b" en vez de la "m" y yo hago un mohín.
—Lo siento, no quería burlarme —se disculpa mirándome divertido y yo le advierto con la mirada—. Ok sí, me burlaba —acepta—, pero es que realmente te oyes muy chistosa cuando hablas. —Ahora lo miro indignada y sin hablar para que no se burle más de mí— No te enojes. ¿Sabes que te amo, cierto? —Asiento complacida con una sonrisa— Aunque hables así toda gangosa y escurras moscos por todos lados —se mofa exagerando el gesto de asco y yo lo miro exagerando mi indignación pero sin contener la risa.
—No tengo bocos —alego.
Sebastian ríe a carcajadas y huye cuando ve que estoy por lanzarle con el libro que la abuela me prestó antes. La abuela lo pesca de la oreja y lo obliga a pedirme disculpas.
—Vamos, discúlpate con Mila por burlarte de ella —le ordena la abuela, yo le saco la lengua y él se queja del dolor pero sin dejar de reír— Sabes lo que significa ese libro para mí y por tu culpa, Mila casi te lo lanza a la cabeza— expone la abuela con exagerado enfado y yo río apenada.
—Ok abuela, pero ya suéltame —le ruega él— Lo siento Mila, no debí burlarme porque si me lanzas ese libro mi abuela nos jalaría las orejas a los dos —se disculpa pero sigue mofándose de mí y ahora también de su abuela.
Yo me acerco a Sebastian mirándolo amenazante y él ríe nervioso.
—Ok, acepto tus disculpas, pero solo porque no quiero enfadar a la abuela, pues tebo por bis bellas orejitas —bromeo y los dos ríen a carcajadas.
Sebastian me mira con adoración, toma mi rostro entre sus manos y besa mis labios con verdadero fervor. Yo me sonrojo enseguida por la presencia de la abuela, quien me guiña un ojo y sale del pórtico dejándonos, y ya solos me cuelgo de su cuello, cierro los ojos y respondo a sus besos, dejándome llevar por todo lo que Sebastian provoca en mí.
—Te voy a pegar la gripe —le digo contra sus labios, pero sin dejar de besarlo.
—No me importaría que me de neumonía, pero vivir sin tus besos, Mila, no, eso no —responde también sin dejar de besarme.
Paso casi toda la semana prácticamente sin hacer nada, bordando con la abuela a ratos y leyendo el maravilloso libro que la abuela me prestó y que ahora sé, fue un regalo de su esposo, por eso ahora lo trato con sumo cuidado y como ella advirtió, me encantó. Es simplemente un libro bellísimo y las poesías de Benedetti le dan vida a la palabra amor, simplemente maravillosas y no solo hace que me enamore de sus poemas, hacen que me enamore aún más de mi Sebastian, hacen que me enamore de la vida e inevitablemente provocan que también me enamore de mí misma.
Es de noche y el llanto de alguien me despierta, me levanto y voy a la habitación de al lado donde se quedan Norah y la pequeña Rose, pues sus padres tuvieron una reunión con unos amigos y dejaron a las chicas a cargo de la abuela.
Al entrar me encuentro a la pequeña Rose sentada en su cama y llorando, así que me acerco a ella, la abrazo e intento consolarla.
—¿Qué pasa? ¿Por qué lloras? —le pregunta la abuela que entra por la puerta.
—Soñé que moría mi primito Robert —le cuenta la pequeña desconsolada y ella la mira alarmada
—¿De qué hablas? —le pregunta Norah con molestia que se despierta cuando oye llegar a la abuela—. Nosotros no tenemos ningún primo Robert —comenta la chica desmintiendo a su hermana.
—Mila, ve a dormir, yo me ocuparé —me pide la abuela con mirada triste. Yo asiento y salgo de la habitación.
—Era Mila, ella estaba rodeada de sangre —le cuenta la pequeña apenas salgo e inminentemente siento que se me hiela la sangre y que necesito sostenerme de algo para no caerme.
—Por favor, Rose no vuelvas a repetirlo —le pide la abuela un tanto alarmada—, asustarás a Mila y Sebastian se molestará.
—¿Qué pasa? —pregunta Sebastian a mi espalda haciéndome sobresaltar— ¿Por qué no estás en la cama?
—Era Rose, tenía pesadillas, pero ya tu abuela está con ella —le susurro mientras regreso a toda prisa a nuestra habitación y él me sigue.
—Estás helada —expresa al meternos a la cama—. Ven, acércate para que entres en calor. —dice Sebastian ofreciéndome sus brazos los que acepto sin chistar.
Cierto estoy helada, pero mi frío no es por las bajas temperaturas, es por lo que la pequeña Rose le dijo a su abuela, que aunque no entendí muy bien, no creo que sea nada bueno cuando la pequeña lloraba desconsolada.
Decido no contarle a Sebastian, pues además de que no quiero meter en problemas a Rose y a la abuela, no tiene caso mortificarlo con sueños que tal vez no signifiquen nada, además no quiero que sea un motivo más para que él se aleje de mí por protegerme de un futuro incierto.
Es el último día del año, un año difícil lleno de duras pruebas, pero también puedo declararlo el mejor año de mi vida, pues además de haber estado lleno de grandes enseñanzas, también trajo el amor y la felicidad a mi vida. Este año cambió mi vida por completo, pues aunque no sé que me depara el destino, el aprendizaje es enorme y estoy segura que cualquier prueba más que la vida me ponga, seré capaz de sobrellevarla. Tal vez no será fácil, pero al final sé que sobreviré a cualquier adversidad, o al menos eso quiero creer.
Todos vamos a la ciudad y caminamos por el parque público donde el ambiente es festivo. Niños corren y juegan en la nieve, otros tantos chicos patinan en el lago congelado, luces de colores iluminan los ahora emblanquecidos jardines y la mayoría de la gente, comparte en familia, mostrando sus mejores galas y enormes sonrisas en sus rostros. Donde hasta el más desdichado, luce feliz con la bondad de las personas al recibir comida, bebidas calientes y cobijo. La misma abuela Rose trae consigo de su delicioso pay de calabaza para compartir con los menos afortunados mostrando su enorme generosidad.
La música de un artista callejero llama mi atención cuando comienza a tocar con su guitarra y de forma primorosa, nuestra canción, "Love Song".
—Baila Mila —me pide la pequeña Rose jalando de mi chaqueta.
Yo la miro confundida y ella me ruega con la mirada. Mi vista va a la de los demás y todos, Sebastian, la abuela Rose, Marissa, Christian y Norah, asienten con entusiasmo.
—Sí, baila —me pide otra chica.
—Sí, baila —repiten más transeúntes a coro y él músico se detiene a esperar mi respuesta.
Sonrojada hasta las orejas, asiento, saco mis zapatillas que siempre traigo en mi bolso y comienzo a ponérmelas, todos aplauden animándome.
Cuando estoy lista le hago una señal al guitarrista, que apenas toca un acorde me atrapa en la emoción de su música y así, sintiendo la maravillosa melodía hasta el fondo de mi corazón, me muevo al compás de la cadencia de cada nota.
Giro y salto con suavidad, muevo mis brazos y mis piernas con delicadeza, y mi mirada, mis expresiones muestran el poderoso sentimiento de amor que el bailar me provoca, el sentimiento de bailar esta melodía, nuestra melodía y que suscitan en mi cuerpo, y en mi alma un inconmensurable júbilo.
Mientras bailo con toda mi sensibilidad y mis sentimientos a flor de piel, viene a mi mente uno de los poemas del libro que me prestó la abuela Rose, que me llegó al alma y que traté de memorizar por lo que significó para mí y que dice así:
"No te rindas, aún estás a tiempo
De alcanzar y comenzar de nuevo,
Aceptar tus sombras,
Enterrar tus miedos,
Liberar el lastre,
Retomar el vuelo.
No te rindas que la vida es eso,
Continuar el viaje,
Perseguir tus sueños,
Destrabar el tiempo,
Correr los escombros,
Y destapar el cielo.
No te rindas, por favor no cedas,
Aunque el frío queme,
Aunque el miedo muerda,
Aunque el sol se esconda,
Y se calle el viento,
Aún hay fuego en tu alma
Aún hay vida en tus sueños.
Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo
Porque lo has querido y porque te quiero
Porque existe el vino y el amor, es cierto.
Porque no hay heridas que no cure el tiempo..."
Y no importa cuantas trágicas predicciones pesen sobre mí, porque hoy ya no estoy dispuesta a rendirme, porque es cierto, el tiempo cura las heridas y el amor existe, y es el amor de Sebastian el que me sostiene. Porque como dice el poema, hoy estoy dispuesta a enterrar mis miedos y alzar el vuelo para alcanzar mis sueños. Porque sí, hoy tengo sueños, pero no son sueños de perfección y de grandes éxitos; mis sueños son solo de amor y y felicidad, y tengo la certeza que sin amor, sin el amor de Sebastian, la felicidad no existiría.
Hoy quiero dejar el pasado atrás, pues hoy sé que no puedo cambiarlo y no quiero intentar más adivinar el futuro cuando ni siquiera sé si llegará. Ya no permitiré que el dolor y la tristeza de mi pasado y el miedo a un futuro desconocido, arruinen la felicidad de mi presente. Hoy solo quiero vivir el ahora y disfrutar al máximo cada instante, cada segundo de vida, atesorando muy dentro de mi corazón solo los bellos momentos, como todos los maravillosos que he vivido junto al amor de mi vida, regocijándome siempre del amor de mi SEBASTIAN.
Sebastian:
Hoy es el cumpleaños de mi amor, de Mila, mi pequeña y estoy aquí esperando por ella para sorprenderla. Estoy rodeado de toda la gente que sé la aprecia, pero a la vez estoy ensimismado en mis pensamientos.
Es inevitable pensar en lo dichoso que me hace ver feliz a mi chica, ver como ha florecido en todo este tiempo. Que aunque sigue luciendo tan frágil y delgada como antes, hoy luce sana y más hermosa que nunca. Luce tan segura, tan radiante y sí, siempre que he creído que es la chica más hermosa del universo, pero hoy es ineludible no ver como brilla su mirada evidenciando su enrome dicha y que ese brillo ya no es más por las lágrimas. Es ineludible no ver como ahora su sonrisa ilumina su rostro el día entero, todos los días y que ahora su sonrisa no es nublada más por la tristeza. Ahora su rostro resplandece de vitalidad, una vitalidad que antes parecía inexistente y en la que solo la melancolía, y la tristeza eran los que lo ensombrecían. Ahora el rubor en sus mejillas ya no es más por vergüenza si no de salud. Hoy Mila es más sociable y expresiva, y ya no es más la chica taciturna e introvertida que era antes, sus mismos amigos lo comentan. Hoy Mila, habla sin parar, ya no se guarda más sus sentimientos, hoy no teme en contradecir a las personas para defender su punto de vista, hoy siempre dice lo que piensa, sin importar que con eso se enfrente a alguien por defender lo que cree justo. Hoy Mila, se muestra fuerte, valerosa y no se deja pisotear por más nadie, más sin embargo sigue pareciendo tan angelical, delicada y femenina, sin dejar de denotar la inocencia en su mirada y la timidez que aflora cuando la miro deseoso de su tacto, y vaya que la deseo todo el tiempo.
Hoy los dos nos reímos de lo férreo que se ha vuelto su carácter, pues ahora no se amilana ante nada, ni ante nadie. Yo mismo le digo que he creado un monstruo, que incluso podría ser la abogada del diablo, porque cuando alega lo hace con poderosos argumentos que me dejan siempre sin defensa alguna y dándole siempre la innegable victoria, lo que me alegra infinitamente, pues yo mismo le he enseñado que no debe permitir que nadie la lastime.
Hoy puedo decir que no solo la admiro por ser la mejor y la más bella bailarina del mundo, o porque sigue siendo la tierna y dulce chica de la que me enamoré, hoy puedo decir que la admiro más que nunca porque a pesar de todos sus miedos, de todo la trágica que ha sido su vida, del abandono de sus padres, ha luchado con todo y contra todos, incluso contra ella misma para salir airosa del infierno en el que vivía recluida. Ahora la admiro mucho más porque a pesar de todas las tormentas que ha atravesado, mi pequeña se ha decidido a brillar.
Así es, mi chica adquiere más seguridad día con día, mientras la mía se oculta bajo las sombras que su luz proyecta, pues cada día me cuesta más ver como todos, entre ellos muchos hombres que al igual que yo, ahora no solo la admiran por su cándida y elegante belleza, por su generosidad y su nobleza, ahora también la admiran por su fuerza interior y por su incalculable valor como mujer.
—Ahí viene —nos informa Jason que entra corriendo por la puerta del aula donde le preparamos entre sus amigos y yo, una fiesta sorpresa.
Sara es la encargada de hacerla venir haciéndole creer que Olivia se siente mal, Jason es quien le avisó cuando todo estuvo listo y Olivia se ocupó de los detalles, como el pastel, los globos y los adornos festivos.
Mila entra a toda prisa detrás de Sara con su rostro lleno de angustia, pero al vernos a todos ahí, se sobresalta.
—¡Sorpresa! —gritan todos al unísono.
Yo ni siquiera puedo decir palabra, pues como la primera vez mi corazón late presuroso y es que es tan preciosa, que pierdo el aliento con tan solo verla. No viste ropa elegante, ni lleva alhajas caras, ni usa maquillaje, solo lleva unas mallas y un suéter que cubre sus caderas y un desaliñado recogido, muestra de que ha bailado por horas, más sin embargo luce bellísima porque que lleva con ella su mejor accesorio, su sonrisa. Esa maravillosa sonrisa que me vuelve loco, que me desbarata por completo y derrite mi corazón. Y sí, también las mariposas en mi estómago hacen fiesta como cada vez que estoy cerca de ella.
Nunca olvidaré la primera vez que la tuve tan cerca, obvio la conocía de antes, ya la había visto bailar en el teatro o en alguna audición acompañando a Maddie, y claro, siempre me pareció muy bonita además de que admiraba verla bailar, pues siempre lo ha hecho prodigiosamente. Pero fue hasta que me miró por primera vez con sus gloriosos ojos color esmeralda, que me cautivó por completo. Por supuesto mi primera impresión fue que era adorable pues solo era una chiquilla, preciosa por cierto y lo admito, lo primero que me vino a la mente fue llevármela a la cama y hacerla mía, pero solo bastó unas cuantas horas para que ella invadiera mis pensamientos por completo y conquistara mi corazón con su cándida inocencia, con la sencillez y la calidez de su corazón, pero sobre todo por la pureza de su alma. Cierto, el cazador resulto cazado y solo fue cuestión de horas para que me enamorara de ella, de mi pequeña bailarina.
Todavía recuerdo cuanto me resistí a este sentimiento, cuanto luché contra las emociones que Mila me provocaba, la de veces que me reñí a mi mismo por seguir buscándola, besándola, pero era como si una poderosa fuerza me atrajera hacia a ella, simplemente me volví un rehén de sus besos y de su dulce mirada. Así que cuando me di cuenta que no podía luchar más contra este sentimiento, el amor y que no solo no podía, no quería alejarme de Mila nunca más, sencillamente me rendí.
Mi pequeña les sonríe a todos y agradece las felicitaciones que recibe a su paso mientras viene hacia mí y yo la admiro fascinado, hechizado por su etérea mirada de color esperanza, esos ojos en los que me encanta perderme y descubrir en ellos lo que nadie más ve, su amor, un amor infinito que promete ser solo mío por siempre.
Mila viene a mi encuentro con una resplandeciente sonrisa y una luminosa mirada de sus hermosas gemas que me contemplan con adoración, ahora ignorando a todos a su paso.
Yo le ofrezco mis brazos, junto con todo el amor que hay en mí, ese que es solo de ella. Mi hermosa chica acepta mi abrazo con frenesí y yo la estrujo con fuerzas contra mí, llenándome de su amor y de su aroma, llenándome de ella, de mi pequeña Mila. Porque si por mí fuera, podría tenerla en mis brazos por siempre y aun así no bastaría para demostrarle cuanto la amo, cuanto necesito de su perfume, de la calidez de su delicado cuerpo, de su corazón tan cerca del mío y latiendo al mismo compás, cuanto necesito de su cercanía, pues si me faltara creo que moriría.
—¡Feliz Cumpleaños pequeña! —le digo con la voz quebrada por la emoción, mientras beso su rostro con desesperación.
—¡El mejor de todos! ¡Gracias, mi amor! —exclama parándose sobre sus puntas y colgándose de mi cuello para alcanzar mis labios que acogen los suyos con ardor.
—Toma —le digo entregándole un enorme ramo de rosas rojas y una pequeña caja azul, la que recibe con precaución— No te preocupes, no es un anillo —bromeo y ella suspira aliviada. Y no, no es un anillo y no porque no quiera dárselo, sin duda si alguien recibe uno de mi parte, solo será ella, mi Mila. Pero creo que aun no es el momento, primero quiero esforzarme por forjarme un futuro para poder ofrecerle a ella todo lo que se merece como la reina que es.
Ella intenta abrir la pequeña cajita y como la primera vez, me desespero.
—Déjame ayudarte —me ofrezco quitándole la cajita de sus manos y ella sonríe divertida.
—Nunca dejarás de ser impaciente —se burla mientras abro la caja, pero cuando le muestro su presente sus ojos expresan sorpresa y alegría.
—¡Sebastian, es tan lindo! —dice acariciando el dije de platino en forma de corazón.
—Mila, ya lo sabes, pero hoy quiero que este dije represente que te estoy entregando mi corazón por completo —declaro mirándola con devoción mientras agrego el dije a su pulsera, la que ahora usa todo el tiempo y que esconde bajo su suéter cuando baila.
Mi pequeña me mira con adoración y sus bellos ojos se le llenan de lágrimas de emoción, el único tipo de lágrimas que hoy se permite derramar y las que con delicadeza limpio con mis pulgares. Ella toma mi rostro entre sus manos y parándose de nuevo de puntas, besa mis labios con dulzura, con esa dulzura que solo tiene mi Mila.
—Te amo Sebastian, más que a nada en este mundo. Créeme no tienes idea de lo inmensamente feliz que me haces —declara con convicción, misma convicción con la que le declaro mi amor.
—No más que yo, mi pequeña —Ella está por discutir pero acallo sus palabras besando sus labios, esos que no me canso de besar y cada día necesito más.
—🎶 Happy Birthday to you, Happy birthday to you, Happy birthday a Mila, Happy birthday to you🎶 —cantan todos a coro para que Mila apague las velitas de su pastel, no sin antes pedir su deseo, interrumpiendo con eso nuestro romántico momento.
Ella me mira fijamente con una gran sonrisa, después cierra los ojos y mientras ella pide su deseo, yo me atrevo a desear por los dos:
"Deseo con el alma que mi pequeña Mila, siga floreciendo como lo ha hecho hasta ahora y que nunca más pierda sus pétalos por el dolor y la tristeza. Deseo que siga disfrutando de la vida como hoy lo hace, deseo que sea muy, muy feliz. Pero lo que más deseo, es que nuestro amor dure por siempre y no solo hasta la muerte. Deseo con el alma que ella siga siendo solo mía, que ella siga siendo por siempre MILA, MI PEQUEÑA BAILARINA".
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top