Capítulo 8
Es sábado y es muy temprano cuando mis amigas me despiertan para irnos a nuestro fin de semana en Londres, pero yo no quiero ir, no tengo ganas de nada.
De nuevo las pesadillas no me dejaron dormir y lo único que quiero hacer, es bailar. Siento que no tengo ni fuerzas, pero sé que es lo único que me tranquilizaría.
—Mila tienes que ir, no podemos dejarte sola, además nos lo prometiste —me recuerda Sarah.
—De verdad no tengo ánimos para nada —les digo ocultando mi cabeza bajo la almohada
—Lo sabemos, pero necesitas distraerte —agrega Olivia.
Alguien toca a la puerta y Sarah va a abrir; es Elizabeth.
—¿Cómo estás hoy Mila?
—Bien, creo —respondo sin ánimo.
—¿Lista para ir a Londres? —pregunta la directora.
—No iré —aseguro.
—Nada de eso, tienes que ir —alega Elizabeth.
—Prefiero quedarme a ensayar —respondo incorporándome; total, supongo que ya no podré dormir.
—No, te lo prohíbo. No te permitiré usar los salones, tienes que salir y distraerte un poco, no dejarás a tus amigas plantadas —me condiciona Elizabeth.
—No, si ella no va, tampoco iremos nosotras —declara tajante Sarah. Yo la miro mortificada, sé que trata de presionarme para que vaya con ellas.
—Hoy no soy buena compañía, solo les arruinaré el viaje —expongo con angustia.
—También si te quedas, nos iremos preocupadas y no podremos disfrutarlo —debate Sarah.
—Está bien —acepto derrotada y me levanto de la cama.
—Perfecto. Jérémie las llevará a la estación y las recogerá a su regreso —ofrece la directora.
—No es necesario tantas atenciones —aclaro. Odio que me tengan lástima.
—Mila, tú sabes cuanto te quiero así que nada de discusiones, te dejarás consentir y punto —dice con voz firme.
—¡Gracias! —lo agradezco, pero no estoy de acuerdo.
Nuestra estadía en Londres es muy agradable, es verdad que no tengo ganas de nada y solo quiero estar sola, llorando, pero prometí no volver a hacerlo así que me estoy forzando a pasarla bien con Sarah y Olivia, además también lo hago por ellas. No quiero arruinarles el viaje, solo quiero que lo disfruten al máximo, así que me dejo llevar. No río, no puedo, pero al menos intento participar de todo, fingiendo entusiasmo y curiosidad.
Como dijo Olivia, vamos con una familia amigos de sus padres, los Harrison. El Sr. Derek Harrison, la Sra. Claire Harrison y sus dos hijos, Catherine de 17 y Matthew de 16.
Cuando llegamos a Londres, los Señores Harrison tienen compromisos sociales que cumplir así que nos dejan recorrer Londres a los cinco solos y así, en grupo, paseamos por la llamada "Ciudad Gris".
Nuestra primera parada uno de los símbolos de Londres, el Big Ben, después las casas del Parlamento que está a un lado. Cuando terminamos ahí, corremos hacia el Palacio de Buckingham, pues no queremos perdernos el famosísimo cambio de guardia.
Después mis amigas insisten en ir The Royal Ballet School, por supuesto que a mí no me entusiasmaba nada, tal vez si me dejaran bailar, a lo mejor me gustaría la idea. Necesito sacar a Sebastián de mi cabeza, pues no ha habido un segundo en el día en que él no esté en mis pensamientos. La imagen de él subiendo al taxi y alejándose de mí, vuelve a mi mente una y otra vez para atormentarme.
Cuando llegamos a la compañía de baile londinense, el guardia de la entrada me saluda con una gran sonrisa
—Srita. Mila, un gusto tenerla de vuelta. —El mayordomo me recibe cariñosamente.
—Hola Mr. Derek, ellos son mis amigos. ¿Podemos pasar? —El hombre saluda con un gesto de cabeza, después nos invita a pasar con un ademán con su mano.
—Por supuesto Srita. Davis, usted siempre es bien recibida aquí —dice amablemente el elegante y educado portero. Agradezco con una pequeña sonrisa, entro y mis amigos entran detrás de mí.
—¿Ya habías estado aquí antes? —pregunta Matthew, yo solo asiento.
—Sí, Mila ha estado en dos ocasiones aquí, a ella la conocen en las más prestigiosas escuelas de baile del mundo —responde Olivia por mí.
—¿En serio? —pregunta de nuevo Matthew.
—Olivia exagera —digo quitándole importancia.
Entramos al vestíbulo y de pronto una masculina, y conocida voz, con elegante acento inglés, me llama por mi nombre.
—¿Mila Davis? Pero que gran honor tenerte por aquí —dice el Director Artístico Christopher Powell, que viene hasta a mí y me aprieta en un amistoso, y cariñoso abrazo, pero que a mí me incomoda sobremanera cuando nunca antes me habían incomodado sus muestras de fraternal cariño
—Muchas gracias Profesor Powell. ¿Cómo está usted? —lo saludo formalmente.
—Yo muy bien y más ahora que te veo por acá. Pero mírate, sí ya eres toda una bella señorita —dice observándome de arriba a abajo, sé que lo hace por hacerme sentir bien, pero no lo logra—. Aunque debo decirte que te veo muy delgada y desmejorada. ¿Estás enferma? —añade.
—Gracias Profesor —agradezco incómoda—, estoy bien, solo algo cansada —respondo secamente—. Profesor quiero presentarle a mis mejores amigas, Sarah Johnson y Olivia Smith, bailarinas también y mis compañeras en NYCB —digo desviando el tema.
—¡Oh! Qué gran honor tener a tan bellas y talentosa señoritas por acá. —Ellas lo saludan emocionadas y él les corresponde el saludo muy amablemente.
—Ellos son Catherine y Matthew Harrison, unos amigos.
—Un placer —los saluda y ellos también, luego él regresa la vista a mí.
—Pero dime Mila. ¿A qué debemos el honor de su visita? Dime que te decidiste y aceptarás nuestra invitación para pertenecer a nuestra compañía —me solicita con una cómplice sonrisa.
Mis amigas me miran sorprendidas y yo sonrío avergonzada pues nunca les conté de esa invitación.
—No profesor, estamos aquí de visita. A mis amigas les gustaría conocer la escuela. ¿Nos permitiría? —Él me mira decepcionado.
—¿Cuándo se nos hará tenerte por acá?
—Tal vez el próximo verano —propongo.
—Sabes que te quiero aquí como parte de la compañía.
—Profesor, mi padre no me lo permite —me excuso, pues la verdad es que si yo quisiera, mi padre me apoyaría, pero no, no quiero. La escuela es estupenda, una de los mejores del mundo, pero yo no puedo estar lejos de Sasha, ni de mis amigas. No podría.
—Yo podría hablar con tu padre y créeme, lo convencería —insiste y esa era una de las razones por las que no quería venir. El profesor Powell, siempre es muy insistente en que me quiere aquí.
—Gracias profesor, prometo pensarlo y yo le aviso —digo, tratando de nuevo evadir el tema—. Entonces... ¿Usted cree que hay algún problema si pasamos?
—Claro que no, pasen. Tú ya conoces la escuela, muéstraselas y te espero antes de que te vayas para que te despidas.
—Muchas gracias, Profesor.
—No sabes el gusto que les dará a Frank y a Margaret cuando te vean —dice señalándonos el camino para que pasemos.
—¿Están en los mismos salones? —le pregunto y él asiente con una gran sonrisa.
Yo camino y los demás caminan detrás de mí.
—Mila. ¿Por qué no nos habías contado que te habían invitado a The Royal Ballet School? —me reclama Olivia.
—De todas formas no iba a venir —digo alzándome de hombros con indiferencia.
—¿Por qué no? Sería una gran oportunidad —pregunta Sarah.
—Porque no quiero estar lejos de Sasha, ni de mis grandes amigas.
—Pero debes pensar en ti —agrega Matthew.
—Estoy pensando en mí, sin ellas yo no podría ser feliz. —Ellas me abrazan por detrás.
—Te queremos pequeña —dicen con voz melosa y un nudo se forma en mi garganta, pero me obligo a serenarme. No quiero llorar y no voy a llorar.
Llegamos al salón de mi Profesora Margaret Manen, abrimos la puerta y ella gira molesta, odia que interrumpan sus clases, pero apenas me ve, grita emocionada y corre a saludarme.
—¡Mila Davis! —Todos sus alumnos me miran curiosos.
—Hola Profesora. ¿Cómo está?
—Creo que mejor que tú, estás muy delgada —responde observándome y haciéndome sentir incómoda—. No me mal entiendas estás hermosa —intenta corregir.
—Gracias Profesora —Me obligo a sonreír.
Le presento a mis amigos, Sarah y Olivia están emocionadas por conocer a tan reconocidos profesores, después Margaret también me ataca con su insistencia de que estudie en Londres, pero no pienso ceder.
Después los llevo con el profesor Frank Cope, que de igual forma me recibe cariñoso y también insiste que estudie con ellos. Luego les muestro las instalaciones a mis amigos y me alegra ver a Sarah y a Olivia tan contentas.
—Gracias Mila, por acompañarnos. Si tú no vienes, seguro que no pasamos del vestíbulo —dice Sarah.
—Claro que sí, con solo decir que vienen del NYCB, seguro que hasta les ofrecen una audición.
—¿Y por qué no lo hicieron? Eso sería genial —dice Olivia indignada.
—¿Nos quieres abandonar Olivia? —la cuestiono con ironía.
—¡No! Bueno... si tuviera una oportunidad como ésta, realmente lo pensaría. No entiendo como tú la rechazas tan fácilmente.
—Fácil, para mi primero es Sasha y mis amigas. —Las dos asienten pensativas y creo que si ellas estuvieran en mi lugar, no rechazarían tan grande honor y no las culpo, para ellas el ballet es lo principal en sus vidas y empiezo a darme cuenta que para mí no lo es tanto o en realidad ya no sé que es lo que quiero.
Estamos en el London Eye, en la parte más alta y es excitante, pero no puedo evitar recordar ese día en la Torre Eiffel, cuando me encontré con Sebastián.
—Mila. ¿Puedo preguntarte algo? —me dice Matthew, que todo él día me ha observado de manera curiosa, sacándome de mis cavilaciones. Sarah, Olivia y Catherine, toman fotos como si no hubiera mañana.
—Sí, claro —acepto.
Matthew, es un chico muy agradable y simpático, también es guapo, pero yo ya no quiero pensar en los chicos de esa manera. Él es alto, cabello castaño, ojos verdes, piel blanca, si lo pienso es como mi yo, pero en masculino y claro, mucho más alto.
—Te he estado observando y... —Matt hace una pequeña pausa para tomar aire antes de continuar y no se porque, pero luce nervioso—. Y he notado que estás muy triste. No tienes que contarme si no quieres, pero quiero que sepas que tienes un amigo en mí. —De verdad me enternece su ofrecimiento y lo agradezco pero no pienso contarle mis problemas.
—Gracias Matthew, a mí también me gustaría ser tu amiga.
—Pero y... ¿Me vas a contar que te pasa? —insiste.
—No me pasa nada, solo esto muy cansada, el verano ha sido agotador —miento a medias.
—Me dijeron que bailaran el próximo sábado, no me lo perderé por nada —dice mirándome a los ojos y su mirada es amable, pero yo me pongo nerviosa y miro hacia el paisaje.
—Solo espero que te guste el ballet.
—Me gusta, los padres de Olivia nos han invitado antes a ir a verla. Por supuesto que también te he visto a ti, eres genial. —Ahí está otra vez el tema del ballet.
—¿Y tú donde estudias? —cambio de tema.
—En The Dalton School. ¿Y tú?
—En casa, tengo una tutora personal.
—¿En casa, eh?
—Sí.
—Mila. ¿Tú crees que podría algún día ir a visitarte a tu casa?
—Nunca estoy en casa.
—¿En serio?
—Sí, en las mañanas tengo clases, pero en cuanto termino voy al NYCB, estoy ahí hasta las 10 de la noche.
—¡Woao! Esas son muchas horas de baile —expresa sorprendido—. ¿Algún fin de semana? —insiste.
Lo miro avergonzada, me apena que crea que no quiero verlo, bueno aunque en realidad no me interesa.
—Entreno todo el día sábados y domingos —le aclaro.
Olivia que está atenta a nuestra plática, se entromete.
—Matthew, si de verdad quieres ver a Mila, tendrás que verla en el NYCB, tal vez podrías acompañarla algún día a almorzar —le sugiere y yo la fulmino con la mirada.
—¿Qué dices Mila? ¿Puedo visitarte a NYCB? —me pregunta Matthew.
—Claro que sí —digo forzando una sonrisa.
—Bien, tenemos una cita. ¿Puedes darme el número de tu celular? —Yo lo miro incrédula. ¿Cita? ¿Una cita? Nada de eso, si quiere seremos amigos, nada más.
—Yo te lo doy, Mila nunca se lo sabe —interviene Sarah también.
¿Pero qué se proponen estas dos? Las asesinaré apenas lleguemos al hotel.
Estamos en Hyde Park, el hermoso parque, muy parecido a nuestro central Park y éste es el lugar que más estoy disfrutando; se respira tanta paz y por supuesto aire fresco.
Los demás deciden que ahí comeremos algo, pero yo no como, no tengo hambre y por supuesto Olivia y Sarah me reprenden, pero de verdad no puedo, tengo muchas nauseas y siento mi estómago hecho un lío.
Después todos quieren montar en bici para recorrer el parque, e inmediatamente Sebastian regresa con más fuerza a mi mente, las lágrimas retornan a picar en mis ojos, pero logro controlarlas. Y sí, tal vez pueda controlar las lágrimas, pero no puedo controlar lo que siento por él y comienzo a creer, que nunca podré sacarlo de mi corazón.
El domingo es igual, visitamos más lugares hermosos, pero esta vez nos acompañan los señores Harrison. Vemos el Museo de Winston Churchill, el Tragalfar Square, la National Gallery y la mayor parte del tiempo, trato de mantenerme alejada de Matthew, no quiero que se haga ilusiones conmigo.
Los Harrison son una familia muy agradable y hacen lo imposible por hacerme sonreír, él señor bromea conmigo intentando hacerme hablar, pero yo solo fuerzo una que otra pequeña sonrisa y me muestro tímida para que no insistan en hacerme víctima de sus chistes.
No podemos ver mucho, porque tenemos que regresar a París, pero yo estoy ansiosa de hacerlo, me urge bailar, lo necesito, creo que jamás había tenido tantas ganas de hacerlo y sé que solo lo deseo porque es el escape a mi realidad.
Estamos de vuelta en París y Jérémie ya está esperándonos en la estación y vamos hacia él que nos recibe con una gran sonrisa. Yo camino decidida detrás del joven chofer y digo adiós con la mano a los Harrison, mientras Olivia se despide de forma más personal de ellos y Sarah la acompaña.
—¡Mila, espera! —me detiene Matthew—. ¿No te despedirás de mí?
—Claro. ¡Adiós! —Le doy un beso en la mejilla, pero él me atrapa en un abrazo.
Yo me tenso al instante, empiezo a temblar y a hiperventilar. ¿Dios, qué me está pasando? No puedo soportarlo y presa del pánico, me pongo como loca.
—¡Suéltame, no me toques! —le grito histérica, mientras lo empujó con todas mis fuerzas. Él me mira completamente desconcertado, sin entender que pasa.
Necesito salir de aquí, necesito un poco de aire, no puedo respirar. Giro angustiada buscando la salida y cuando la encuentro corro desesperada por salir de ahí. Apenas salgo me recargo en la pared y me dejo caer en el suelo y sin poder controlarlas más, todas las lágrimas que contuve durante estos días, salen de mis ojos sin parar.
Todos me alcanzan segundos después, Jérémie, intenta cargarme, pero forcejeo para que me suelte; no quiero que me toque.
—Déjala Jérémie, deja que se tranquilice. Nosotras nos ocupamos, gracias —le dice Sarah—. Mila, tienes que calmarme —señala mirándome a los ojos.
Yo me sacudo en fuertes sollozos, me cuesta inspirar y siento que me voy a desmayar, pero sé que tengo que controlarme, así que cierro los ojos y respiro profundamente.
—Todo está bien Mila. Así es, respira profundo, ahora exhala —me indica Sarah, tratando de tranquilizarme.
—Mila, tranquila, Matthew no quería lastimarte, Jérémie tampoco —me explica Olivia.
Y sé que tiene razón, pero cuando me tocó sentí tanto miedo y ahora me siento tan estúpida, tan avergonzada.
—Perdóname Mila, no era mi intención hacerte sentir incómoda —se disculpa Matthew, que está en cuclillas frente a mí, conteniéndose para no tocarme.
—Vamos Mila, vamos al auto. —Sarah y Olivia me ayudan a ponerme de pie. Todos me miran como si estuviera loca, pero Matthew me mira triste y con ternura.
—Por favor discúlpame, Matthew —susurro y le suplico con la mirada. Él asiente compresivo y me pregunto si se imagina que me pasó.
Sarah y Olivia me llevan al auto, Matthew trae mis maletas.
—Adiós Mila, espero verte pronto —se despide el chico con timidez.
—Gracias, Matthew. De verdad lo siento, no quería ser grosera —vuelvo a disculparme.
—No te preocupes, nos vemos —dice antes de cerrar la puerta del auto, yo me cubro el rostro avergonzada. Sarah y Olivia no dicen nada.
—Soy una tonta, no puedo creer que me comporté como una loca —confieso. Mis amigas toman mi mano.
—No te preocupes, es normal. Sufriste un trauma —comenta Olivia con voz tranquila, pero me mira desconcertada, como todos.
—Jeremy excusez-moi —le digo avergonzada.
—Ne t'inquiète pas —responde que no me preocupe y asiento agradecida.
Levanto mis piernas, las abrazo y escondo mi rostro en mis rodillas con los ojos cerrados. ¡Dios! Estoy volviéndome loca ¿Cómo podré vivir así?
Llegamos a la escuela y al entrar Sarah le pide a Olivia que me acompañe a la habitación y dice que nos alcanzará después.
Estoy segura que va a contarle a Elizabeth de mi ataque de pánico y el incidente en la estación.
Estoy tan apenada por mi comportamiento con Matthew, con Jérémie, y no puedo seguir así, no quiero seguir viviendo con miedo.
Todo pasó apenas tres días. ¿Acaso tendré que soportar esto todos los días de mi vida?
No, no podré.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top