Capítulo 69

*¡Hola a todos!  Antes que nada me gustaría contarles, que este es el último capítulo de "Mila, mi pequeña Bailarina", Sí este es el final de esta primera parte y en verdad espero les guste y lo disfruten tanto, como yo lo hice al escribirlo.
Así es, leyeron bien, primera parte. Próximamente les traeré la segunda parte de esta intensa historia y espero que sea de su agrado o más que esta primera.
No les mentiré, no será pronto, seguramente lo haré en un par de meses, pues cuando se las traiga, quiero hacerlo de forma continua y sin hacerlos esperar tanto por los capítulos y por lo mismo dedicaré ese tiempo a corregirla. Además quiero compartirles que aunque ya tengo propuesta de editorial, ("por cierto muchas gracias a tod@s por darle una oportunidad a mi historia, pues sin ustedes esto no sería posible"), decidí auto publicarme, así que lo más seguro es que retire la historia de WATTPAD en unas cuantas semanas.
No les cuento más porque no quiero hacer SPOILER, pero no se pierdan el epílogo y los adelantos del próximo libro, también les mostraré la portada de la siguiente parte.*

Capítulo 69

Abro los ojos y me encuentro con esos hermosos ojos, mis preferidos en el mundo y que me miran con verdadero, y celestial amor. Sebastian está frente a mí en la cama y me sonríe con ternura, mientras acaricia mi mejilla para luego pasar su brazo por mi cintura y acercarme a él, alborotando en mi estómago a esas mariposas locas con tan solo una sola de sus miradas, haciéndome sentir plena e inmensamente feliz.

—¡Buenos días, Pequeña! —me saluda antes de besar mis labios, beso que recibo con timidez como si fuera el primero por las intensas emociones que provoca en mí.

—¡Hola! —musito apenas y tomando un poco de aire para después hundirme de nuevo en el clamor de sus labios.

Sebastian intensifica el beso, pegándome a él con ambos brazos para después con manos traviesas, intentar explorar bajo mi camiseta.

—Basta Sebastian, aquí no —trato de detenerlo pero sin disminuir en lo mas mínimo la intensidad de nuestro beso y aunque con palabras le pido que pare, con mis manos lo incito a continuar, pues acaricio con vehemencia su espalda y su cabello. Además él tampoco tiene intensiones de parar, pues sus manos y sus labios siguen al ataque, despertando la pasión y desbocando mi corazón a ritmos peligrosos— debemos respetar la casa de la abuela —le recuerdo sin dejar de besarlo.

—Mi abuela no tiene porque enterarse —responde con una sonrisa traviesa contra mis labios, haciéndome reír a mí también.

—Pero me entero yo, señor Nichols —declaro usando todas mis fuerzas para poner un poco de distancia entre nosotros o sé que tampoco yo podré detenerme.

Él pone sus ojos en blanco y se deja caer derrotado del otro lado de la cama. 

En silencio, los dos miramos al techo por al menos un par de minutos, mientras los latidos de nuestros corazones se tranquilizan y nuestras respiraciones se normalizan. De pronto Sebastian interrumpe nuestro silencio.

—Mila, ayer... Ayer me ibas a decir que te pareció el video para la campaña —dice con voz pausada y sin quitar su vista del techo.

Yo lo observo de reojo, estudio sus gestos y regreso mi vista al techo al notarlo evasivo.

—Me pareció realmente impactante y... —hago una pausa para tomar un poco de aire—, creo que sería genial que con eso pudieran ayudar a muchas más chicas a salir de esta terrible enfermedad.

—¿A más chicas? —pregunta intrigado y buscando mi mirada que sigue clavada en los grabados de yeso que adornan el techo de la habitación.

—Sebastian, yo... —intento confesarme mientras me mira expectante— Yo... —¡Dios! ¿Por qué es tan difícil?— Yo tengo bulimia y anorexia —Por fin lo digo y de reojo espero por su reacción.

Sebastian me mira impactado, abre y cierra la boca varias veces, no sabe que decir y creo que esa no es buena señal. De repente salta de la cama y se para frente a mí.

—¿Qué...? ¿Qué fue lo que dijiste? —me cuestiona observándome con rencor. Sí, con rencor, o eso me parece y pienso que nunca imaginé una reacción así de él, imaginé lastima, imaginé compasión, incluso imaginé molestia, pero nunca rencor y eso que todavía no le digo que le mentí.

Me incorporo y sentada en la cama, bajo la mirada; no soporto que me mire de esa forma, pero ya comencé y creo que ahora debo confesarle todo. 

—Lo que oíste, Sebastian. No puedo ocultarlo más, soy anoréxica y bulímica —repito sin mirarlo a los ojos—, pero te juro que ya estoy mejor, te juro que ya no me induzco el vómito y tú has visto, ya como —le aseguro mirándolo con desesperación, pero él sigue viéndome anonadado— Sebastian, yo... Yo... Yo te mentí, no fui a Chicago con una tía, en realidad estuve en una clínica —confieso sin más preámbulos y veo brillar la ira en su mirada.

De pronto me da la espalda y pasa sus manos por su cabello con real exasperación, mientras niega con la cabeza.

—No puedo creerlo —gruñe— No puedo creer con quien he estado todo este tiempo —expresa con incredulidad y sin dejar de negar con la cabeza— ¡Me mentiste! —me reclama —Allison me lo dijo y no quise creerle, le aseguré que tú nunca me mentirías, pero me equivoqué, contigo me equivoqué —menciona con gran decepción.

—Sebastian, yo... —le digo levantándome de la cama he intento tocarlo, pero él rehúye mi toque de forma brusca y ahora soy yo quien lo observa completamente sorprendida—Por favor, déjame explicarte —le ruego intentando tocarlo de nuevo, pero él vuelve a eludir mis manos, lo que me lastima inmensamente.

—No Mila, no puedo con esto —grita molesto y sin dirigirme una mirada, lo que me duele en el alma.

—¿Qué...? ¿Qué significa eso? —pregunto con miedo, miedo a que me diga lo que siempre temí, que no quiere saber nada más de mí—. Por favor Sebastian, no me des la espalda —le ruego con lágrimas en los ojos— Dime a la cara que significa eso, dime a la cara si quieres que terminemos

—Perdóname Mila, pero de verdad no puedo con esto —expone con dolor— No es fácil.

—¿Fácil? —le pregunto a la vez que  río y niego con incredulidad—. ¿Y tú crees que para mí es fácil? —Sebastian por fin se gira y me mira intrigado— No Sebastian, no es fácil —le grito a la cara— No es fácil luchar día con día para que esta enfermedad no me seduzca más. No es fácil aceptarme, ni convencerme todos los días de mi gran valor, algo que tú mismo me enseñaste. No Sebastian, no es fácil vivir con esta enfermedad que yo no pedí y que no quiero en mi vida —confieso mirándolo a los ojos con real dolor.

—Lo siento, Mila —dice evadiendo mi mirada—. Yo en verdad te amo, te lo juro, pero no sé si podré volver a confiar en ti, confiar en que no te seguirás lastimando...

—Lo sabia —lo interrumpo—, sabía que no debía decírselo —musito solo para mí, mientras mi mirada se llena de incertidumbre, imaginando una vida sin él.

Sebastian niega dolido, después sale de la habitación dejándome sola y más rota que nunca— ¡Ayúdame Dios mío —pido dejándome caer de rodillas—, te lo ruego! —sollozo contra mis manos— Sin Sebastian no puedo seguir adelante, solo él es quien me da fuerzas —suplico desesperada.

Exaltada jadeo por un poco de aire y al abrir los ojos me encuentro con esos hermosos ojos azules, que me miran con verdadero amor. Sebastian está frente a mí en la cama y me sonríe con ternura, mientras acaricia mi mejilla y para mi alivio me doy cuenta que todo fue un muy real y horrible sueño, o en realidad una completa pesadilla.

—¡Gracias Dios! —digo en pensamientos, mientras lo miro con verdadero anhelo.

Sebastian pasa su brazo por mi cintura para acercarme a él, alborotando en mi estómago las mariposas pero que en ésta ocasión son de temor y nerviosismo, que aunque su mirada me hace sentir plena e inmensamente feliz, el miedo de que mi sueño se haga realidad realmente me aterroriza.

—¡Buenos días, Pequeña! —me saluda antes de besar mis labios, beso que recibo con ansiedad, pues el solo imaginar que puedo perderlos, imaginar que podría no besar sus labios nunca más, esos que son mi delirio y que siento oxigenan mi vida, siento que muero sin ellos.

—¿Te gustaría que te prepare el desayuno? —le pregunto intentando cambiar los argumentos y que la pesadilla no se vuelva realidad.

—¡Mmmm! Eso suena fantástico —expresa moviendo sus cejas de forma tentadora—, tú podrías ser mi desayuno —propone mirándome con deseo y vuelve a sumergirse en mis labios.

Sus manos comienzan a repetir la escena y angustiada, me levanto de la cama de un salto.

—Será mejor que nos apuremos, debemos ir al hospital —le recuerdo mientras me pongo las pantuflas para bajar a la cocina— ¿Te gustaría desayunar huevos? —Sebastian me observa intrigado desde la cama— O bueno creo que será mejor ver que encuentro en el refrigerador —menciono mientras recojo mi cabello en una coleta.

—Ven, regresa a la cama —me pide Sebastian ofreciéndome su mano—, no hay prisa. La tía Marissa estará con la abuela hasta el mediodía para que yo pueda mostrarte la ciudad —me informa Sebastian sin retirar su mano, la que miro sin tomar.

—Entonces hay que darnos prisa o no nos alcanzará el día —le aclaro guiñándole un ojo y saliendo de la habitación corriendo al ver las intenciones de Sebastian, que salta de la cama para alcanzarme.

Llego a la cocina a salvo, pero apenas abro el refrigerador Sebastian me alcanza y tomándome por la cintura me sube a la barra y se para entre mis piernas.

—¿De verdad creíste que escaparías? —pregunta antes de rodear mi cintura con sus manos y posesionarse de mis labios con hambriento deseo.

—Basta Sebastian, aquí no —le digo con voz entrecortada por la excitación y aunque trato de detenerlo no reduzco en lo más mínimo la intensidad de nuestro beso y mis manos lo incitan a continuar, pues mis manos escudriñan bajo su camiseta y acaricio con vehemencia su espalda. Además él tampoco tiene intensiones de parar porque sus manos también incursionan bajo la mía y sus labios continúan ávidos de los míos, despertando la pasión y disparando mis palpitaciones a velocidades impresionantes— debemos respetar la casa de la abuela —le recuerdo sin dejar de besarlo.

—Mi abuela no tiene porque enterarse —responde con una sonrisa traviesa contra mis labios, haciéndome reír a mí también.

En esta ocasión no me resisto a sus caricias y le permito que me haga el amor con ansioso deseo. Deseo que lejos de disminuir con el tiempo, aumenta día con día. Deseo que va más allá de satisfacer los sentidos y acallar el clamor de nuestros corazones. Deseo que no solo acaricia la piel, acaricia el alma, iluminándola por completo con inconmensurable amor...

Pasamos la mañana recorriendo gran parte de la ciudad y tomados de la mano, comenzamos nuestro recorrido por Christopher Columbus Park, donde estacionamos el auto. Sebastian me muestra la ciudad como si fuera un verdadero y experto guía de turistas. Caminamos por el famoso "Sendero de la libertad" que es uno de los símbolos más representativos de Boston que recorre, a lo largo de 4 kilómetros y con 16 de los lugares más emblemáticos de la ciudad, como la Old State House, (el edificio público más antiguo de Boston), y la casa de Paul Revere (edificio antiguo que perteneció a Paul Revere, querido personaje de la independencia de USA). Después vistamos el conocido cementerio de Granary, (donde algunos reconocido ciudadanos de América, descansan y que toma su nombre del granero que alguna vez se encontró al lado. Paseamos por algunas callejuelas donde contemplamos las típicas casas de la ciudad, terminando en Boston Common que es un parque público, donde niños y grandes disfrutan de hermosos jardines que ahora por la estación, pintan de colores ocres el paisaje otoñal y el que recorremos de palmo a palmo.

Antes de regresar al auto hacemos una última parada en el acuario, donde reímos y nos divertimos como unos chiquillos, admirando con verdadero asombro y entusiasmo (o al menos yo), el espectacular y maravilloso mundo submarino.

—Es fascinante ver como te asombras como una chiquilla —me dice Sebastian que me mira embelesado con una sonrisa melancólica, mientras yo admiro maravillada a los pingüinos ir y venir, saltar y nadar de un lado a otro—, ver como disfrutas con cosas que la mayoría de las personas dan por sentado —agrega acariciando mi mejilla, para después besar mi sien, haciéndome estremecer con su toque.

—No lo creo, si fuera así la gente no pagaría por ver las maravillas de la naturaleza —le digo sonrojándome por su insistente y pensativa mirada.

—Tal vez, pero no es el que te maravilles, sino la forma en que lo haces —menciona sonriéndome con ternura— como si fueras una niña y todo esto fuera nuevo para ti.

—En realidad, lo es —admito— recuerda que he vivido mi vida recluida en un salón de baile y había leído mucho sobre esto, pero es la primera vez que lo vivo —le recuerdo—. Esto es nuevo para mí, Sebastian, como muchas otras que he vivido a tu lado —reconozco con mi vista clavada y enternecida en la escena de un pingüino bebé que intenta trepar a una roca, y es hasta que su madre lo ayuda, que lo logra —. Es como si antes de conocerte no hubiera estado viva —confieso mirándolo a los ojos, los que se le llenan de lágrimas, pero sin embargo él fuerza una sonrisa—, y en realidad así es Sebastian, yo antes de conocerte, estaba muerta, muerta en vida —manifiesto con gran dolor, a la vez que grandes lágrimas resbalan por mis mejillas, lágrimas de alivio y felicidad.

También Sebastian deja escapar sus lágrimas y de pronto me aprisiona en un poderoso abrazo.

—Mila, mi pequeña —expresa con gran emoción, besando mi cabeza repetidamente—. Te amo, Mila. Te amo tanto —expresa conmoviéndome hasta al alma.

—Sebastian yo... —Me alejo unos centímetros para verlo a los ojos— Yo... —repito intentando confesar lo que tanto me martiriza—Yo quiero confesarte... —digo bajando la mirada para encontrar el valor.

—No es necesario, Mila —expresa mirándome compasivo.

Yo niego con la cabeza con desesperación, necesito decirle ahora que encontré el valor.

—Por favor Sebastian déjame hablar, necesito hacerlo, necesito que sepas —le ruego con la mirada, pero él pone su índice en mis labios acallando mis palabras.

—No Mila, no lo digas —me pide mirándome compresivo y yo lo miro angustiada—. No sé que es lo quieras decirme, tal vez lo intuya, pero sea lo que sea, sé que te causa mucho dolor y créeme no es necesario que te martirices. Yo te amo, Mila y no me importa tu pasado y no me importa si prefieres guardar el secreto, yo lo respeto —expresa con sinceridad, mientras yo lo miro anonadada.

No puedo creer en lo que me dice, es demasiado bueno para ser verdad. ¿O no? Aunque porqué dudar de sus palabras cuando Sebastian me ha demostrado en innumerables ocasiones su nobleza, su lealtad y su amor incondicional. O tal vez lo intuye y aun no está listo para afrontarlo.

Muchos otros "tal vez" vienen a mi mente para tratar de entender su comportamiento, pero en realidad estoy suponiendo, así que decido respetar su decisión, quizás por comodidad, pero lo que sí es definitivo es que él no quiere saber o no está listo para saberlo.

Asiento con la cabeza y me abrazo a él con todas mis fuerzas.

—Te amo Sebastian y te amaré siempre, nunca lo olvides —le prometo mientras me aferro a su cintura y él me acuna en sus brazos.

Sebastian conduce de regreso a la casa de la abuela a recoger nuestra pertenencias, pues después de pasar la tarde en el hospital con la abuela Rose, planeamos regresar a New York, ya que al otro día Sebastian debe ir a la escuela y yo a la compañía.

—¿Qué pasa? ¿Por qué los dos lucen como si hubieran llorado? —indaga la abuela al notar la melancolía en nuestros ojos— ¿No me dirán que el médico les dijo que voy a morir? —pregunta con exagerado dramatismo y obviamente bromeando.

Yo sonrío divertida, pero Sebastian no se contiene y ríe a carcajadas.

—Olvídalo abuela, ni creas que te dejaremos partir todavía —se burla y ella hace un gesto exagerado de fastidio—. Sé que extrañas al abuelo, pero él tendrá que esperar porque aquí todavía te necesitamos —le asegura Sebastian besando su cabello con sincera devoción y ella sonríe melancólica.

—¿Sabes Mila? —dice la abuela tomando mi mano y estrujándola con suavidad— Esa mirada, tu mirada —corrige mientras la miro extrañada—,  expresa un amor tan puro e inocente, tan intenso como cuando se vive el primer amor.

—Sebastian es mi primer amor —le aclaro con una dulce y tímida sonrisa—, pero además creo y deseo con el alma que él sea mi único y verdadero amor —expreso con sinceridad, mirando a Sebastian a los ojos y él me sonríe con adoración a la vez que toma mi mano y besa mis nudillos.

—Yo realmente lo creo —asegura la abuela con total naturalidad—, lo reconozco, reconozco ese amor, porque también el nuestro era verdadero amor —recuerda suspirando con melancolía—. El verdadero amor se siente aquí —expone la abuela llevando nuestras manos a mi corazón—, y no hablo del tonto enamoramiento que ahora los jóvenes sienten a diestra y siniestra, ni del amor que sienten un día por uno y al otro día por otro, no. —expone con voz suave y mirada ensoñadora, mientras Sebastian y yo escuchamos atentos y nos miramos fijamente—. Hablo de ese amor que veo en tu mirada, del amor en el que sientes que te falta algo cuando él no está, o que si no tienes sus besos, sientes que te falta el aliento. Hablo del amor donde lejos de intentar cambiar al otro, lo aceptas tal como es. Del amor donde la paciencia y perdón son ingredientes importantes. Hablo del amor donde tus únicos pensamientos son de él y para él, y la fidelidad no se piensa como tal, ni representa un sacrificio. Del amor donde te sientes plena a su lado y desdichada cuando él no está. Ese amor, donde comparten la música y que hacen de cada ocasión una alegre melodía. Hablo del amor donde se acompañan sin sentirse atrapados o asfixiados, donde la admiración es imprescindible y no existe nada, ni nadie más cuando está él presente. Ese amor donde la confianza y la fe, sobra —comenta la abuela y yo bajo la mirada avergonzada por las veces que no creí en Sebastian a pesar de que él muestra fe absoluta en mí—, pero no te avergüences, que la confianza se gana y se pierde, pero solo ustedes son responsables de ella —me explica la abuela compresiva—. Mila, Sebastian, sé que tal vez no crean en esta vieja, pero yo puedo asegurarles que este amor, su amor, es amor verdadero, un amor eterno.

—¿Cómo puede estar tan segura? —pregunto intrigada, no porque no lo sienta, sino por la certeza de sus palabras.

—Bueno, primero por tu mirada, sus miradas —corrige refiriéndose también a la de Sebastian—, lo sé por los latidos de tu corazón y que se aceleran con tan solo mirarlo. Lo sé porque lo siento y ya sabes lo que dicen "Más sabe el diablo por viejo..." —agrega guiñándome un ojo—, pero además esta vieja que vez aquí, tiene dones de adivina, Sebastian no me dejará mentir —confiesa mirando a su nieto con una gran y orgullosa sonrisa.

—Bruja, es lo que eres —bromea él besando su cabello y ella intenta jalarle las orejas pero él es más rápido que ella y logra escapar—, pero así es. La abuela Rose, presiente cosas, tiene sueños que poco después suceden y no siempre son buenos —menciona Sebastian con tristeza —. Ella... Ella predijo el infarto que sufrió mi abuelo, ella intentó ponerlo sobre aviso para que fuera al médico, pero de igual forma pasó —recuerda mi novio con melancolía y descubro a la abuela limpiándose las lágrimas.

—Sabes Mila, también a ti te soñé y no sé si contarte esto porque no quiero asustarte, pero me gustaría que estuvieras preparada —declara mirándome compasiva y yo la miro con angustia.

—Abuela, no. No quiero que asustes a Mila, por favor —le pide Sebastian.

—La advertencia es para los dos —dice mirándonos con tristeza—, vendrán pruebas difíciles para ustedes, mucho, muy duras Mila —revela mirándome a mí—, pero debes ser valiente y tú Sebastian —dice regresando su mirada a él—, nunca te rindas, nunca dejes de luchar por ella, promételo —le ruega con la mirada. Sebastian la mira aterrorizado y después de pensarlo unos segundos asiente con la cabeza—. De eso dependerá su felicidad.

Yo observo la escena completamente alarmada, incluso siento escalofríos y es como si estuviera en medio de una película de suspenso, donde en cualquier momento aparecerá un fantasma, o algo así.

—Lo prometo, abuela. Prometo que lucharé por Mila siempre que sea necesario —asegura Sebastian mirándome fijamente y haciéndome estremecer por la convicción de su promesa.

—Mila, querida —me habla la abuela acariciando mi mejilla con ternura— tú también debes prometer que serás fuerte y que lucharás contra todos por tu vida —me ruega con la mirada, mientras la observo impactada por sus palabras y sin saber que responder— Sé que ya has vivido duras pruebas —afirma y yo la miro desconcertada—, pero éstas son solo un ensayo para lo que viene —expone mirándome con lástima y lágrimas en los ojos, haciéndome temblar con su predicción—. Promételo, pequeña —me ruega con mirada piadosa. Yo apenas atino a asentir con la cabeza, pues en verdad me siento aturdida.

Sebastian intenta cambiar la plática y ellos bromean entre sí, aparentando que minutos antes no pasó todo esa dramática escena de presagiarme un futuro trágico, mientras solo finjo escucharlos, pues mi cabeza da mil vueltas a las palabras de la abuela, porque lo más impactante no es lo que pudiera pasarme, si no lo que ya pasó y adivinó. ¿O será que Sebastian le contó sobre mí, sobre el abandono de mis padres y lo de Raúl?

Nos despedimos de la abuela y Sebastian me pide que me adelante a la cafetería a comprar café para él, pero apenas salgo la cuestiona por sus predicciones.

—Dime algo, abuela —le ruega preocupado—. ¿Puedo evitarle a Mila el sufrimiento que viste para ella? —Por la ranura de la puerta veo como ella niega con la cabeza— ¿Y si me alejo de ella? Tal vez... —pregunta con angustia y todavía no termina la oración cuando la abuela vuelve a negar con mirada triste. Sebastian cierra los ojos de forma dolorosa y suspira desesperado.

—No Sebastian, solo tú puedes salvarla, solo tú podrás liberarla del demonio —expresa con total seguridad y compasión en su mirada, mientras Sebastian mira fijamente y con evidente dolor, hacia la nada.

No sé que significa todo esto, no sé si creer o no; todo este asunto en verdad me abruma, me asusta, tal vez porque presiento que no miente y lo peor, me doy cuenta que Sebastian en verdad lo cree.

De repente siento que me falta el aire y todo comienza a tornarse borroso; desesperada, corro a la salida más próxima como si pretendiera huir de mi destino, pero al llegar a la puerta me doy cuenta que mi destino es Sebastian y que no quiero huir de él.

Cierro los ojos y respiro profundamente para tranquilizarme, pues prometí ser fuerte. Cuando me siento mejor regreso al hospital y voy a la cafetería, donde quedamos de vernos Sebastian y yo. 

—Sebastian, por favor dime que tú le contaste a la abuela que me dices pequeña, dime que le contaste de mis padres y de Raúl —le ruego con angustia apenas llega.

Sebastian por unos segundos me observa atemorizado, después fuerza una sonrisa y me mira con ternura.

—Claro, Mila, no creerás de verdad que mi abuela es adivina. ¿Cierto? —pregunta quitándole importancia al asunto, yo lo miro desconcertada—. Pequeña, yo mismo le conté que te llamo así —intenta convencerme—. Perdóname si fui indiscreto al contarle de tu familia y de tus cosas —se disculpa y no sé que pensar. Siento que está mintiendo para tranquilizarme, pero también me niego a creer en el futuro doloroso que la abuela predijo para mí— La abuela solo bromeaba, mi amor —asegura estrujándome entre sus brazos—. No temas mi pequeña, porque no importa lo que la vida tenga predestinado para ti, yo siempre te cuidaré, lo prometo —afirma con voz firme, y sí, Sebastian me asegura que todo es una broma para que no me preocupe, pero no puede ocultar el terror en su mirada. 



********

Hoy le pido permiso a Peter para ausentarme de los ensayos una hora antes de mi salida argumentando un fuerte dolor de cabeza y voy directo al departamento de Sebastian. Cuando llego, él aun no ha llegado así que subo directo a la habitación y me recuesto en la cama. No pasan ni cinco minutos cuando escucho que la puerta se abre.

—Pasa, necesito que hablemos antes de que Mila regrese —dice Sebastian y segundos después, oigo que la puerta se cierra.

—¿De que quieres que hablemos?  —pregunta Allison con voz nerviosa.

Yo me acerco a las escaleras sin ser vista y desde arriba observo su conversación.

—¿En serio me lo preguntas? No finjas que no sabes nada —le dice él con una sonrisa cómplice—.  Sé lo que le hiciste al celular de Mila, que robaste mi nota y además lo de la libreta —Allison lo mira con angustia—. Por cierto, pensé que eras mucho más creativa, poner fotos de Julia Roberts y Natalie Portman entre mis aparentes conquistas, ya quisiera yo tener tanta suerte —bromea Sebastian y Allison sigue observándolo expectante—. Tienes suerte de que Mila no vea tele y no tenga idea de quienes son ellas, porque sino tu teatro se hubiera venido abajo enseguida —expone él con evidente sarcasmo.

—Sebastian, yo... —titubea ella—, de verdad no entiendo de que hablas.

—Por favor Alli —le dice de forma cariñosa y siento que se me revuelve el estómago—, si no te estoy reclamando, al contrario.

—¿Ah no? —pregunta ella desconcertada.

—Bueno, lo que si tengo que reclamarte es que no me hayas puesto sobre aviso, debiste contarme tus planes para saber a que atenerme. No que llego al departamento y encuentro a Mila hecha una fiera, destrozándolo todo y yo sin entender nada.

—Lo siento —se disculpa ella todavía confundida—. No sabia que tú también querías deshacerte de ella —Sebastian suspira resignado y levanta los hombros con indiferencia.

—Realmente era algo que iba a suceder tarde o temprano, tú sabes que yo no me enrollo en relaciones formales y creo que a Mila le he dedicado mucho más tiempo del que creí me costaría llevármela a la cama —confiesa con evidente cinismo y en verdad comienzo a sentirme mal.

—¿Eso quiere decir que ya terminaste con ella? —le pregunta Allison con una gran sonrisa e intenta acercarse a Sebastian, pero él retrocede haciendo un gesto de fastidio.

—En realidad no —le dice y Allison lo mira confundida—, como no tenia idea de todo lo que habías tramado y como te repito, la encontré hecha un mar de lágrimas pues no me quedó de otra más que defenderme y decir que esa libreta no era mía. En cambio, si me hubieras puesto al tanto de tus planes, yo aprovecho la situación para deshacerme de ella de una vez por todas —le cuenta él con pesimismo—, pero como no lo hiciste, ahora tendré que pensar en otra forma de hacerlo.

—¿Por qué simplemente no terminas con ella y ya? —le sugiere ella con total cinismo.

—¿Y echar abajo mi fama de caballero? No, no conviene a mi reputación y siendo ella famosa, imagínate, se sabría enseguida y ninguna otra mujer se me acercaría —le explica él con gesto arrogante.

—Yo puedo ayudarte —se ofrece ella—. Podemos planear algo para que sea ella quien quede mal.

—¿De verdad? —pregunta Sebastian con exagerada curiosidad—. Por cierto, tienes que contarme como lograste intervenir el celular de Mila y lo de la libreta —le pide con una sonrisa divertida.

—Pues en realidad fue fácil —admite—, un día nos contaste a Edward y a mí la fecha en la que te le declaraste, y sabiendo lo cursi que es la niña esa, lo intuí y no me equivoqué —le cuenta la alimaña con total desfachatez, Sebastian asiente poniendo sus ojos en blanco.

—Cierto, es bastante cursi —dice respaldando lo que Allison dijo.

—Así que bloqueé tu número y lo remplacé por el mío —continua ella—, y lo de la libreta también fue bastante simple.

—¿Ah si? —pregunta él intrigado.

—Sí, sabiendo lo insegura que es, realmente me fue fácil sembrarle dudas con respecto a ti y tus romances —comenta haciéndome sentir culpable—. Y no te mentiré, creí que con eso bastaría, pero cuando me di cuenta que ella necesitaba pruebas para desengañarse, no me quedo de otra que fabricar esa libreta —confiesa ella con total desvergüenza.

—En realidad eres bastante ingeniosa —la alaba con pillería— aunque sigo creyendo que te sobrepasaste poniendo fotos de artistas —se burla.

—Bueno, es que no me fue sencillo encontrar suficientes fotos de chicas desnudas en la cama —expone con evidente cinismo.

—¿Y por qué tenían que ser chicas desnudas? —indaga él con curiosidad.

—Porque cuando trabajábamos en tu Mac y tú fuiste por café, vi tus fotos y encontré unas de Mila en esas mismas circunstancias, creí que sería más convincente si las demás chicas posaban de la misma forma —le cuenta ella y Sebastian sonríe divertido, y niega a la vez.

—Lo dicho, eres realmente ingeniosa, bastante lista diría yo —la elogia con una gran sonrisa—, aunque no lo suficiente —agrega Sebastian cruzándose de brazos y a ella se le borra la engreída sonrisa que segundos antes resplandecía en sus labios cuando me ve bajar las escaleras con decisión.

—Sebastian, yo... —intenta hablar la alimaña.

Yo paso por un lado de Sebastian, me paro frente a Allison y le planto una gran bofetada. Ella cubre su mejilla e intenta regresarme el golpe, pero Sebastian la detiene. Allison desiste y baja la mirada avergonzada cuando ve salir a Edward del estudio. 

—Así es Allison, no contabas con que Mila y yo en verdad nos amamos, y no permitiremos que tus intrigas destrocen nuestra relación —le restriega Sebastian a la cara mientras rodea mi cintura y me pega a él.

Yo me refugio en su pecho y la observo de reojo con verdadera lástima, pues a pesar de que me molesta todo lo que hizo para separarnos, debo admitir que yo también tuve mi parte de culpa y me apena mucho tener que evidenciarla de esta forma.

—Sebastian, todo esto no era necesario —le susurro al oído.

—Era necesario, Mila —me dice Edward con desilusión en su mirada— Tenía que constatarlo por mí mismo para creerlo —expone el amigo de Sebastian con gran decepción—. Tú y yo hemos terminado —declara Edward mirando a Allison con dolor. Ella intenta decirle algo, pero él la interrumpe—. Olvídalo, ni te esfuerces en explicarme nada. Todo está más que claro, eres una... una... la verdad es que ni siquiera vales la pena —le recrimina enfurecido.

Allison mira a Sebastian con desesperación, esperando clemencia de su parte, pero él solo le muestra la salida. Ella nos mira a todos con odio y después camina hacia la puerta.

—Allison —le habla Sebastian y ella se detiene—, estás fuera del proyecto y si quieres conservar tu trabajo, tendrás que aceptar una plaza en California —le informa y la arrastrada lo mira furibunda— órdenes del jefe —se mofa él.

—Les aseguro que me pagarán ésta humillación —nos amenaza antes de salir del departamento, echando humo por la boca.

—Lo siento Edward —le digo realmente apenada.

—No te preocupes, estaré bien —responde forzando una sonrisa—. No te mentiré, esto es un fuerte golpe a mi ego, pero hay otra chica que realmente me gusta y a la que no me atrevía a pretender por respeto a Allison, ahora ya no hay impedimento —añade guiñándome un ojo.

Yo fuerzo una sonrisa, pues me parece increíble lo rápido que se recuperó del desengaño de Allison.

Edward se va dejándonos solos y enseguida Sebastian sonríe travieso, me levanta en brazos y me lleva a la habitación.

Yo realmente sigo impactada por todo lo sucedido minutos antes y lo que menos me apetece es hacer el amor, pero Sebastian se encarga de que mi deseo despierte ansioso a sus ávidos besos y a sus osadas caricias.

Los dos estamos en la cama, con solo ropa interior y cubiertos por una sábana, yo estoy recostada sobre su pecho y Sebastian me abraza, acariciando mi espalda como adoro que lo haga.

—¿Qué piensas Pequeña?

—Pensaba en que no era necesario evidenciar a Allison de esa forma —revelo sintiéndome culpable— creo que no deberíamos hacer lo que no nos gustaría que nos hagan —añado con real pena y Sebastian suspira resignado.

—Mila, ella te lastimó, intentó separarnos. Créeme, evidenciarla fue realmente nada comparado con lo que ella hizo, no eres tú quien debería sentirse culpable.

—Todo esto también fue mi culpa —admito avergonzada—, ella lo dijo y tiene razón. Fue fácil engañarme por mi falta de seguridad y mi desconfianza.

—Pequeña, ya lo hemos hablado antes —dice levantando mi barbilla para que lo mire a los ojos—, también tus miedos y tus inseguridades, no son tu culpa. La culpa es de los que te han lastimado.

—Yo he permitido que me lastimen —expreso bajando la mirada—, pero no estoy dispuesta a permitir que vuelvan a lastimarme —aseguro con convicción, levantando de nuevo mi vista para que Sebastian vea la certeza de mis palabras en mi mirada.

—Así se habla mi pequeña —exclama con orgullo mientras besa mi frente—, nunca más permitas que nadie te lastime, ni siquiera yo —agrega mirando al techo con preocupación en su rostro—. Ni siquiera yo —repite forzando una sonrisa mirándome con devoción y acariciando mi mejilla con suavidad.

—Te lo prometo —declaro con una gran sonrisa y él vuelve a besar mi frente.

—Mila, quiero que olvidemos el pasado, quiero que olvides todo lo que alguna vez te lastimó.

—No, no quiero olvidarlo —niego con firmeza y Sebastian me observa intrigado—. Creo que todo lo que he vivido solo ha sido parte del camino para llegar a ti y no quiero imaginar siquiera que si algo hubiera sido diferente, yo no te hubiera encontrado y tú hoy no estarías conmigo —expreso con gran emoción—. Sebastian, yo ya no concibo mi vida sin ti y no me importa cuantas pruebas más tenga que enfrentar —declaro con seguridad, pues a pesar de que temo a un futuro incierto quiero ser valiente por él y por mí. 

—Yo tampoco, mi Pequeña Bailarina —manifiesta con lágrimas en sus ojos y las mías no tardan también en aparecer— yo tampoco concibo mi vida sin ti.

Sebastian me abraza con fuerza y los dos nos quedamos en silencio por un largo minuto. No sé lo que él piensa, pero yo pienso en que no quisiera estar en ningún otro lugar del mundo, porque simplemente sus brazos son mi refugio, su mirada mi remanso de paz, sus besos son mi alimento y él, Sebastian y su amor, son mi lugar preferido en el mundo.

—Sebastian... ¿Hubo muchas mujeres en tu vida durante este tiempo? —le pregunto y lo miro a la cara para observar su reacción, él me observa pensativo—. No, no me digas. No quiero saber —me arrepiento, cubro mis oídos y cierro mis ojos. Cuando los vuelvo a abrir, Sebastian sonríe divertido—. No te rías, no es divertido —lo reprendo con un mohín y él acaricia mi labio inferior con su pulgar, pero sin borrar su sonrisa traviesa—. Yo no he permitido que ningún otro hombre se me acerque, siempre que alguien lo ha intentado, en mi mente aparecías tú haciéndome sentir infiel por tan solo pensar en la posibilidad de dejar a alguien más entrar en mi vida, además de que sentía que en mi corazón no había lugar para nadie más, mi corazón ya estaba ocupado por ti —confieso con desmesurado y divertido dramatismo.

—No sabes que feliz me hace escuchar eso —expresa con gran entusiasmo y una sonrisa engreída. Yo abro mi boca con incredulidad y él besa mi frente mirándome divertido.

—Como a mí me hace infeliz saber que tú si pudiste estar con otras que no eran yo —le reclamo frunciendo el ceño con exageración.

—Pequeña, créeme, hubo muchas ocasiones en las que estaba con otras mujeres en la cama, pero en mis pensamientos siempre estabas tú —Me incorporo repentinamente y lo golpeo en el estómago.

—Sebastian, eres asqueroso. ¿Cómo te atreves a pensar en mí, mientras hacías cosas sucias con otras mujeres? —Él se carcajea y yo me finjo indignada.

—Tal vez porque a la que deseaba hacerle esas cosas sucias era a ti —confiesa él muy descarado.

Yo lo vuelvo a golpear, pero ahora un poco más abajo y me levanto de la cama dejándolo retorciéndose en la cama.  

—¡Aauucchh! ¡Mila! ¿Acaso quieres dejarme sin descendencia? —reclama con gran dramatismo, pero sin parar de reír.

—Le haría un favor al mundo —le grito fingiéndome enfadada—, imagínate un hijo tuyo con hermosos ojos azules, conquistando inocentes muchachitas, volviéndolas locas, para luego abandonarlas —expongo con teatralidad pero sin poder ocultar mi risa burlesca. 

De pronto se pone de pie y me mira amenazante, yo corro escaleras abajo y él viene detrás de mí.

—Ven aquí, pequeña malvada —ordena mientras me corretea por todo el apartamento.

Los dos reímos a carcajadas y yo chillo cada que está a punto de atraparme, cuando lo logra me ataca a cosquillas.

—Para Sebastian —le ruego entre carcajadas—, no soporto las cosquillas.

—Ahora mismo te mostraré todas las cosas sucias que siempre quise hacerte a ti —me advierte echándome a su hombro—, mi pequeña y malvada bailarina —agrega llevándome escaleras arriba, hacia la habitación mientras yo lloro literalmente de risa—. Créeme Mila —me dice con voz seria mientras me deposita en la cama—, soy sincero cuando te digo que solo tú me haces sentir tantas cosas, me haces sentir que todo es nuevo para mí, como lo es para ti. Contigo todo ha sido una nueva experiencia, contigo fue como si hubiera aprendido a besar, acariciar, a amar. Contigo todo ha sido como si fuera la primera vez —me asegura mirándome con anhelo para luego besar mis labios con desesperación, pero no sin antes limpiar mis lágrimas. Lágrimas de emoción, de risa y alegría.

Como dice Sebastian, con él todo es nuevo y ahora a su lado descubro, que también se puede llorar de risa y de felicidad. Así es, me siento inmensamente feliz, es tanta mi dicha que no importa cuantas lágrimas derrame por esta causa, porque las lágrimas de felicidad realmente saben dulces y a diferencia de las lágrimas de dolor, éstas reconfortan mi alma y sanan mi corazón.

Alguna vez leí que las "lágrimas de felicidad" no existen, que es solo tensión acumulada, y que al ver que algo bueno pasa en nuestras vidas esa tensión se libera. Pues si es así, hoy me siento liberada por completo y en este momento siento que no hay nada que me ate más al dolor y a la desdicha, en este momento solo brilla la esperanza y resplandece nuestro amor. En este momento me siento libre de toda culpa, de toda inseguridad y de todo temor. Por ahora de lo único que no quiero liberarme, es de los brazos y del amor de Sebastian, y disfrutarlo al máximo, porque él es mío, solo MÍO y hoy tengo la certeza de que él es, y siempre será, MI SEBASTIAN.

  

                                                                                 Fin

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