Capítulo 67

No, no quiero creerlo, me niego. Esto debe ser un error, una mala broma, pero no puede ser cierto. Sebastian no puede ser el maldito bastardo que esta libreta muestra.

Me toma al menos un minuto salir de mi estado de turbación antes de coger la libreta de nuevo, todavía me siento desorientada, no es fácil asimilar algo así.

La primera página muestra cómo título y letras grandes el nombre de una chica, "Lisa".

Una foto de ella recostada en la cama, sonriendo a la cámara y evidentemente desnuda, pero sin mostrar sus partes íntimas, como Sebastian me dijo el día que me tomó esas fotos al día siguiente de hacer el amor.

—¡Dios, es un enfermo! ¿Quién eres realmente Sebastian? —pienso con gran frustración y realmente dolida.

Continuó analizando la libreta y descubro que también habla de cuánto tiempo le costó llevarla a la cama y califica su desempeño, además de describir su personalidad.

En el caso de Lisa, habla de habérsela llevado a la cama después de una semana de salir con ella, dice que es bastante remilgosa, que habla mucho y al final de la página dice quién es la siguiente, "Tracy".

Paso a la siguiente página y Tracy es una exuberante pelirroja, la que dice habérsela llevado a la cama en una sola noche y que sí, es buena amante, pero bastante atrevida para su gusto. Tracy, luce bastante mayor, para él, pero es realmente hermosa y de grandes y picaros ojos cafés.

La lista es larga, Megan de grandes ojos color miel y cabello castaño, Alexia ojos color azul y cabello rubio, Jessyca, una morena de llamativos ojos verdes, Rose una chica de dulce rostro y labios rosados, Nicky quien luce como una rockera con cabello color lila, Chloe casi una niña de ojos color chocolate, Mackenzie, una castaña con sonrisa traviesa, Mia, rubia platinada con cabellera exageradamente larga, Sophia, cabello negro y ojos zarcos, Madison una mujer madura con exuberantes curvas, Emma con mirada inocente y sensuales labios, Isabella otra superficial rubia de ojos azules, Emily con grandes pómulos y dientes perfectos, y muchas más. Todas bellas chicas, en su mayoría delgadas en sensuales poses. Y lo peor es como se refiere a ellas, usa adjetivos que suenan bastante despectivos y denigrantes. A una la llama buscona, a otra libertina, otra cualquiera, la fácil, la arrastrada, el mejor cul.., la zorra, ramera y muchos adjetivos más, que ni siquiera puedo repetir. Lo que es difícil de creer, porque no es el Sebastian que yo conozco o más bien, no es el Sebastian que me mostró.

No, esto no puede ser cierto, todavía me cuesta creer que Sebastian sea el poco hombre, el que se refiere así de las mujeres, es un maldito y desgraciado cobarde.

Quisiera salir de aquí corriendo, pero me obligo a enfrentarlo todo de una buena vez. Necesito convencerme del monstruo con el que estaba saliendo, necesito hacerlo para poder odiarlo y sacarlo de mi corazón.

Reviso la libreta página a página y con cada una de las chicas y su aberrante descripción, mi odio y mi desprecio crecen como la espuma muy dentro de mi alma.

Me extraña no encontrar a Theresa en ella, pero tal vez sea porque ella sí significó algo para él.

Conforme avanzo en la libreta me atemoriza tanto encontrarme en ella, así que deliberadamente la reviso lentamente, incluso me regreso a contarlas e increíblemente cuento más 70 antes de llegar a la última, yo.

Y si antes sentí que me rompían el corazón, estaba equivocada, esto es todavía peor. Nada me había dolido tanto, ni el abuso de Fabienne, ni el desamor y los golpes de mi madre, ni el abandono de mi padre. No, nada me había lastimado tanto, como el encontrar mi nombre en esa libreta. Incluso siento que estoy por desmayarme, me cuesta respirar y una dolorosa opresión en el pecho amenaza con matarme.

"MILA, famosa bailarina de ballet" —dice el titulo con letras grandes y resaltadas. No hay duda, se refiere a mí, pero aún así me parece increíble.

"Desempeño en la cama: SOSA Y ABURRIDA" —Jadeo por aire. ¿Cómo puede definir así el tener relaciones conmigo, cuando para mí fue la experiencia más maravillosa? Tal vez porque lo que para mí fue hacer el amor, para él solo fue sexo.

"Tiempo de conquista: UNA ETERNIDAD" —Seguro que sí le pareció una eternidad, cuando a las otras chicas las conseguía en días, incluso en horas. Lo que significa que solo fui un reto para él.

"Personalidad: DEMASIADO INOCENTE, BASTANTE INSEGURA, INMADURA Y MUY COMPLICADA" —Sé que no se equivoca en nada en como me define, sé que soy insegura e inmadura, pero sobre todo, complicada y muy, muy inocente como para ver creído que a pesar de todos estos calificativos, Sebastian pudiera fijarse en mí.

"La siguiente: ALLISON" —Esto en realidad no me sorprende, ella es hermosa como una modelo de revista y sé que a Sebastian le gusta, siempre lo he sabido, pero el que no me sorprenda no disminuye el dolor de verlo escrito confirmando todos mis temores.

Leo anonadada cada una de las palabras, tiemblo sin parar y las lágrimas ruedan autónomas y abundantes. Tengo que mirar por varios minutos para convencerme de que lo que dice de mí, es real y que la chica de la foto, soy yo.

Me siento morir, de verdad que esto duele tanto, tanto que siento que mi alma se desgarra por completo y mi corazón está apunto de explotar en mil pedazos.

Cierro mis ojos con fuerza en un gesto de dolor y mis manos en puños en muestra de defensa.

—¡No llores Mila! ¡No llores! —chillo con fuerza—. No dejes que la maldad de este bastardo te derrumbe. Enójate, grita, lucha, pero no llores, él no merece una sola de tus lágrimas —me regaño intentando convencerme de ser fuerte, más sin embargo las lágrimas no dejan de salir.

Respiro profundo, intentando calmar a la débil y frágil Mila, y darle paso a la dolida, enojada y fuerte Mila, la que no dejará que nadie más la lastime.

Me toma al menos unos diez minutos lograrlo por completo, porque son varias las veces en las que el llanto le gana a mi autocontrol.

Sigo hincada en la alfombra de la habitación de Sebastian y sé que debo irme de aquí, no puedo estar más en este lugar.

Me levanto, recojo mi bolso y voy hacia las escaleras, pero al encontrarme con la enorme foto donde salgo yo de perfil en París, la ira hace ebullición en mí.

Tomo lo primero que encuentro a la mano, que es una botella de cristal del perfume de Sebastian y lo estrello contra la enorme imagen parisina.

—¡Ya terminó el teatro, no tienes que actuar más, así que ya no la necesitarás! —le grito a Sebastian como si me escuchara, mientras cientos de pequeños cristales, rebotan por todos lados—. ¡Te odio Sebastian —grito mientras me dejo caer de nuevo al suelo de rodillas, cojo la libreta del suelo, le arranco las hojas y las destrozo una a una—, pero más me odio a mí misma por ser tan tonta, tan idiota, por creer en un canalla como tú!

Llena de ira y de rabia, destrozo todo a mi al rededor, gruño, pateo, tiro, golpeo y en el afán de acabar con todo también salgo lastimada yo, aunque sé bien que es a Sebastian a quien quiero destrozar, al que quiero lastimar como él me ha lastimado a mí. Quisiera poder tenerlo enfrente y golpearlo, poder gritarle a la cara el ser tan miserable que es. Pero sé bien que haga lo que haga, nada lo lastimará; no soy tan fuerte, no todavía. Sé que si lo enfrento a la única que lastimaré aún más, será a mí misma.

De nuevo decido salir de ahí y al girar hacia las escaleras, me encuentro con Sebastian parado frente a mí, mirando anonadado la escena.

—Mila... ¿Pero qué...? —No lo dejo terminar la frase, decidida camino hacia él y lo abofeteo con todas mis fuerzas, dejándolo todavía más confundido.

—¿Cómo pudiste? —le recrimino mirándolo con odio y golpeándolo con mis puños en el pecho. Sebastian intenta detenerme aprisionándome entre sus brazos, pero no dejo que me toque— No te atrevas a tocarme —le advierto retrocediendo y apuntándole con el índice.

—¿Me dirás qué es lo es lo que pasa? —pregunta mirándome todavía sorprendido y no entiendo porqué sigue fingiendo—. Te juro que no entiendo nada, te he llamado mil veces y tú no me respondes, y ahora esto... —agrega señalando la habitación.

—No quiero hablar contigo y no quiero volver a verte —digo yendo hacia las escaleras, pero él me cierra el paso— déjame salir —le gruño sin mirarlo.

—No, no te dejaré ir hasta que me expliques que es lo que pasa. Pequeña, estás sangrando —dice mirándome preocupado he intentando tocar mi ceja, pero yo retrocedo para evitar que me toque. Sebastian me mira contrariado— Mila, yo...

—No lo digas —lo interrumpo—, no mientas más —le advierto mirándolo embravecida.

—Lo digo porque es verdad. ¡YO TE AMO! —dice haciendo énfasis en las tres últimas palabras y de nuevo estoy llorando. Estoy enfurecida conmigo misma por ser tan débil, por no poder ser tan fuerte como quisiera. Sabía que esto pasaría, por eso no quería verlo—. Mila, por favor explícame que es lo que pasa —me ruega intentando tomar mi rostro entre sus manos, pero no se lo permito.

—Pasa que ya descubrí tu juego, que no tienes que fingir más conmigo —le grito llena de rabia, pero con lágrimas rodando por mis mejillas, delatando mi dolor.

—¿De qué juego hablas? Te juro que no entiendo nada —dice pasando sus manos por su cabello con frustración.

Yo miro al piso buscando evidencia y como si el destino se burlara de mí, la hoja donde describe mi desempeño, permanece intacta con apenas unas arrugas. La cojo y se la plantó en la cara.

—¿Ya lo entiendes? —Sebastian toma la hoja y la observa completamente consternado— Ya descubrí tu juego y no tienes que seguir fingiendo que no sabes de que trata todo esto. Deja de fingir que me amas, cuando no es así —expreso con evidente desprecio.

—Sigo sin entender que significa todo esto —dice mostrándome la hoja y mirándome fijamente a los ojos y no entiendo cómo puede mentirme a la cara.

—¡Basta! No seguiré con esta burla —digo intentando de nuevo pasar por su lado, pero choco contra su pecho cuando él vuelve a interponerse en mi camino—. Déjame salir, no puedes obligarme a quedarme. ¿Acaso no me has lastimado suficiente?

—Te dejaré ir cuando me expliques a que te refieres con eso.

—No soy yo quien debe dar explicaciones —alego más que alterada—. Mejor explícame tú a mí. ¿Cómo puedes vivir así? —le exijo señalando los pedazos de hojas de la libreta—. ¿Acaso jugar con las mujeres te hace sentir más hombre? Un cobarde..., un bastardo..., un canalla es lo que eres —digo las últimas palabras con real dolor y entre sollozos—. ¿Cómo pudiste jugar así conmigo? ¿Con mis sentimientos? Yo... Yo te amo... Te amaba —corrijo entre lágrimas—. ¿No te bastó solo con acostarte conmigo, también tenías que romperme el corazón? ¿Por qué Sebastian? ¿Por qué? —lo cuestiono negando con la cabeza y escondiendo mi rostro en mis manos para que no vea mis lágrimas, esas que él no merece. Exhausta, retrocedo y me siento en la cama—. Por favor ya no me lastimes más, solo déjame ir —le ruego ya sin fuerzas.

Sebastian me mira mortificado antes de sentarse en cuclillas y recogiendo algunos de los trozos de las hojas de la libreta, intenta armar el rompecabezas, mientras observa extrañado cada uno de los trozos.

—No sé de qué trata, pero esto no es mío —aclara mirando cada trozo con real confusión—, y te juro que no conozco a ninguna de estas chicas.

Yo niego con la cabeza y limpio mis lágrimas con rudeza.

—¿Me dirás que lo que escribiste de mí no es cierto?

—Primero te aclararé que yo no escribí eso. Mila, ni siquiera es mi letra —alega con frustración—, y te diré que lo único cierto, es lo de conquistarte una eternidad —explica y yo lo miro dolida— así es Mila, pienso conquistarte por toda la eternidad y cada día de mi vida —dice con voz tranquila y mirándome con devoción, y siento que de nuevo estoy por caer en su red de mentiras y me niego a que siga engañándome.

—No, no, no, no —niego tapándome los oídos— no quiero escucharte más, no quiero que sigas mintiéndome, engañándome —Intento levantarme para irme, pero Sebastian no me lo permite.

—Pequeña, yo no miento cuando digo que te amo —dice hincándose frente a mí y tomando mi rostro en sus manos—. Mila, no te das cuenta, pero eres tú quien me lastima con tu desconfianza —expone con dolor en la mirada, haciéndome sentir culpable. Pero no, es suficiente, no puedo seguir mintiéndome a mí misma.

—No, no quieras voltearme las cosas —alego molesta— ¿También me dirás que no fuiste tú el que me rechazaba las llamadas? ¿Él que se fue sin despedirse?

—Mila... Te llamé, pero tú olvidaste tu celular aquí, te dejé una nota y te envié mil mensajes explicándote que mi abuela tuvo un infarto y que tuve que viajar con urgencia a Boston —me explica mostrándome su celular, donde evidentemente había cientos de llamadas a mi número telefónico y varios mensajes de WhatsApp—, incluso solo vine por ti, para que me acompañes.

—Yo no recibí nada, también te marqué mil veces y siempre me rechazabas las llamadas y ni hablar de mis mensajes que recibías, pero no respondías —replico un poco más tranquila, pero sin bajar la guardia.

—¿Podrías prestarme tu celular? —me pide con precaución y yo se lo entregó. Él marca desde el mío al suyo y las llamadas son rechazadas de nuevo, pero él no lo hace desde su teléfono. Después va a los contactos y observa el número—. Mila, ese no es mi número, debiste cambiarlo sin querer.

—No, yo no he hecho cambios a mi celular, incluso nuestro chat, nuestros mensajes no están más y solo tú sabías mi contraseña, solo tú pudiste cambiarlos —de nuevo lo miro dolida.

—No Mila, tampoco fui yo —aclara antes de que lo acuse.

—Pero me respondiste, me dijiste que no me querías más, aunque...

—¿Aunque qué? —pregunta al ver que me detengo y le muestro el mensaje.

—Sé que tú no podrías haber escrito algo así, sé que odias las faltas de ortografía y que abrevien las palabras.

—Mila, lo que deberías saber es que yo no te diría algo así. No por mensaje, ni de esa forma tan baja. Mila, no puedes creer que de verdad soy tan miserable —manifiesta dolido y de verdad me siento culpable.

—Allison... Ella... —intento excusarme—. Ella me dijo de esa libreta, dijo que todos sabían de esa libreta y que ella quería estar en ella.

—Sigo sin entender lo de la libreta.

—En esa libreta tú hablas de tus conquistas, lo que tardas en llevarlas a la cama, su desempeño y expresas lo que a ti te parecieron —lo acuso—. En esa libreta te expresas como un canalla de todas esa chicas, de mí.

—Entiende, que esa libreta no es mía —alega exaltado y levantándose bruscamente—. ¿Cómo puedes creer todo eso de mí? —me recrimina— No lo entiendo —agrega negando con la cabeza y evidentemente molesto.

—Esa libreta estaba aquí, en tu cama. Yo ya la había visto antes, bajo tu cama —debato también levantándome de la cama.

Él levanta el colchón bruscamente y saca una libreta negra parecida a la otra.

—Esta es la libreta que habías visto bajo mi cama —dice poniéndola en mis manos de forma tosca—. La miro anonadada, ni siquiera es igual a la otra y la abro lentamente, pero sintiéndome realmente avergonzada—, es solo una agenda de teléfonos. Si la miras con detenimiento, verás que la mayoría son de familiares, de amigos y de posibles clientes —me explica con voz más tranquila, pero su mirada luce todavía decepcionada.

Ni siquiera la miro, la cierro de golpe porque no necesito comprobar nada, pero aún no estoy lista para aceptar toda la culpabilidad.

—No necesito verla —le digo entregándosela, él la toma sin mirarme—, es obvio que todo fue una trampa de Allison, pero tú la dejaste entrar en nuestras vidas —le reclamo y él suspira exasperado—, tú permitiste que se metiera entre nosotros.

Sebastian cierra los ojos con evidente dolor, yo tomo mi bolso y bajo las escaleras corriendo.

—Mila no te vayas, tenemos que hablar —me dice Sebastian que viene detrás de mí.

—No hay mucho de que hablar, todo está mal entre nosotros —me giro a enfrentarlo—, siempre lo ha estado. Sé que Allison te gusta, lo supe desde la primera vez que los vi juntos y... y no puedo vivir así, imaginando siempre lo peor cuando estás con ella, porque sé que no la sacarás de tu vida, ella trabaja contigo y seguirá interfiriendo entre nosotros.

—Es cierto, lo hará si tu sigues permitiendo que así sea. No permitas que se salga con la suya, no permitas que sus intrigas nos separen, no lo permitas, Mila —me pide rogándome con la mirada y de verdad no quiero hacerlo, más sin embargo temo que tarde o temprano Sebastian me será infiel con ella y antes de que eso pase prefiero terminar con esto.

—Lo siento Sebastian, de verdad que esto me duele en el alma, pero siento que no puedo confiar en ti, no puedo confiar en que tú siempre me serás fiel, no puedo y eso está mal. Yo no debería tener estos miedos, yo no debería sentirme tan insegura a tu lado —expreso antes de dar media vuelta y caminar hacia la puerta.

—Es cierto Mila, esto está mal —expresa con enfado, yo me detengo en seco con sus palabras—, siempre lo ha estado, tienes razón. Está mal que tenga que convencerte de lo hermosa que eres y lo mucho que vales, está mal que tenga que convencerte de mi amor, de nuestro amor —agrega dolido—. Está mal que solo sea yo quien confíe en lo nuestro, que solo sea yo quien crea que lo nuestro es amor verdadero —continua y con cada palabra alza más la voz mostrándome su enojo y su desilusión, lastimándome también con su dolor—. Está mal, que sea solo yo quien apueste por nuestra relación —finaliza.

Y cada una de sus palabras duelen tan profundo, que siento que me clava un puñal en el corazón, pero no puedo creer en lo que dice, como creerle, si no confío ni en mi misma. Como creerle si estos días de martirio, demuestran todo lo contrario.

Tomo el pomo de la puerta y de nuevo sus palabras me detienen.

—Anda, vete Mila, huye como siempre haces. Créeme, si te vas, respetaré tu decisión. Te juro Mila, que ésta vez no iré tras de ti y no volverás a saber más de mí —asegura con voz ronca y enfurecida, yo lo escucho atenta, pero sin mirarlo—. ¡Maldita seas! —expresa exasperado, cuando doy vuelta al pomo de la puerta—. ¿Sabes Mila? Ya estoy cansado de ir tras de ti, estoy cansado de perseguirte, ya estoy harto de tus inseguridades —declara y siento que esta dando justo en el blanco, está disparando justo a mi corazón—. Sé que te prometí tener paciencia, pero todo tiene un limite, Mila y tú, ya sobrepasaste los míos.

Estoy congelada y grandes lágrimas mojan mi rostro, no puedo ni dar un paso y tiemblo sin parar. La certeza de su juramento, el terror de no saber más de él, aumentan más el dolor.

Sebastian se acerca y por un momento creo que viene por mí, que no me dejará ir y por un segundo, siento alivio, pero él me sorprende abriendo la puerta para mí e indicándome el camino hacia fuera de su apartamento y de su vida. Y por primera vez, siento lo que es el verdadero miedo, miedo a perderlo y no verlo más. Busco su mirada, pero Sebastian, evade la mía. Sus ojos enrojecidos, llenos de lágrimas y de ira, miran fijamente hacia al piso. Él respira agitadamente, esta conteniendo los sollozos, al igual que yo y cuando me convenzo que Sebastian no me mirará más, doy un paso fuera de su apartamento y de su vida. Doy un paso fuera de nuestro amor y duele inmensamente, como nunca creí dolería.

Los dos al mismo tiempo, dejamos escapar un poderoso sollozo, que a mí me impide respirar y supongo que a Sebastian también.

Siento que no puedo dar un paso más, que mis pies, que mi cuerpo entero se niegan a alejarse de lo único que lo hace seguir con vida, de lo único que hace latir mi corazón y de lo único que me da la fuerza para seguir, él.

No puedo y no quiero. No quiero irme, no quiero alejarme de Sebastian, hacerlo, sería como arrancarme el alma y el corazón, hacerlo sería como suicidarme, porque sé que sin él no me quedaría nada más porque vivir.

—No puedo —confieso entre sollozos—. Por favor, no me dejes ir —le ruego.

—Tampoco quiero que te vayas, Mila —confiesa con voz quebrada y sin tocarme, y ahora más que nunca, necesito que lo haga—, y me dolerá en el alma si lo haces, pero es tu decisión —asegura con dolor en su mirada, yo cubro mi rostro en mis manos y me sacudo contra ellas—. Tú debes decidir si confías en mí, debes decidir si crees en lo nuestro, pero lo más importante Mila, debes decidir si crees en ti misma, creer en tu gran valor. Mientras no lo hagas, no creerás en nada más.

Sus palabras nunca fueron tan certeras, nunca llegaron tan profundas como estas.

Una pequeña y rápida película de nuestra vida juntos viene a mi mente, como flashbacks. Imágenes de Sebastian cuidando de mí cuando más lo necesitaba, imágenes de su mirada amorosa, imágenes de él prodigándome siempre tanto amor, imágenes de su hermosa sonrisa que siempre alegra mi corazón, imágenes de momentos de los dos felices, imágenes de momentos tristes, pero él siempre a mi lado, consolándome y refugiándome en sus brazos, imágenes de Sebastian mirándome siempre con devoción, imágenes de él haciéndome reír a carcajadas, momentos de inmensa dicha y que solo a su lado he vivido. Decenas de nuestros momentos juntos pasan una a una frente a mi vista y por fin lo veo. Por fin veo que su amor siempre estuvo ahí, que siempre fue digno de mi confianza. Veo que siempre estuvo ahí su admiración y su devoción por mí. Porque sí, soy hermosa y no porque sea importante, sino porque Sebastian siempre me ha hecho sentir que soy lo más preciado para él, pero lo que más importa, es que tengo que apreciarme a mi misma. Él confía en mí, siempre lo ha hecho, a pesar de que yo misma no lo hago. A pesar de que yo nunca he confiado ni en él, ni en lo nuestro, pero lo peor de todo es, que nunca he confiado en mi misma, que nunca me he amado, pues a pesar que muchas veces me lo habían dicho antes, tenía que pasar por esta prueba tan difícil, la de perder a Sebastian, para darme cuenta.

—Te entiendo, mi pequeña, sé que ya te han lastimado antes, pero te aseguro que yo soy diferente, tú me hiciste diferente, tú hiciste que cambiara. Y sé de tus miedos, pero también sé que yo puedo hacerte muy feliz, quiero hacerlo y también quiero darte mi vida y mi alma. ¿Qué decides Mila? ¿Creerás en mí, en lo nuestro? ¿Decidirás creer en ti misma? —me desafía ofreciéndome su mano.

—Allison, la encontré aquí antier. Estoy segura que fue ella quien hizo lo de la libreta, seguro ella intervino mi celular y robo la nota que me dejaste —le hago saber.

—Estoy seguro de eso Mila, pero no importa cuantas intrigas intente Allison en nuestra contra. La pregunta es. ¿Tú confías en mí?

Sin dudarlo más, no solo tomo su mano, me abrazo a él como si mi vida dependiera de ello.

Sebastian suspira aliviado y me envuelve en sus brazos, pero lo mejor es que me envuelve en su amor, mis lugares favoritos en el mundo.

—Ven aquí mi pequeña y siente que puedes confiar en mí —manifiesta mientras me acuna en sus brazos.

—Sí Sebastian, confío en ti. Quiero creerte, quiero creer en mí y también yo quiero apostar por lo nuestro —le aseguro con las emociones a flor de piel— Por favor Sebastian, perdóname. Perdóname por no darte el valor que mereces, perdóname por no darnos el valor que merecemos los dos —le pido y él sin dudarlo asiente emocionado, antes de ahuecar mis mejillas entre sus manos y besar mi rostro con desesperación.

—Promete que también apostarás por ti, promete que nunca más dudarás de ti misma, prométemelo, Mila —me pide con súplica en la mirada—. Promételo, mi Pequeña Bailarina —termina besando mis labios con vehemencia.

—Lo prometo, te lo prometo mi amor —respondo contra sus labios, entre besos ansiosos.

Y esta vez lo digo en serio, porque yo también estoy cansada de mis inseguridades, estoy cansada de descalificarme todo el tiempo, estoy cansada de sentirme poca cosa.

Sebastian tiene razón. ¿Cómo creer o confiar en los demás si no creo, ni confío en mí misma? ¿Cómo puedo amar a los demás? ¿Cómo puedo amar a Sebastian, si no me amo, ni acepto mi verdadero yo? ¿Cuándo no me acepto tal como soy, ni acepto quien soy?

Hoy no solo decido creer en Sebastian, hoy no solo decido apostar por nosotros, también decido apostar por mí.

Hoy decido apostar por Mila Davis, la pequeña bailarina, a la que todos creen perfecta, pero que está lejos de serlo y que está cansada de intentarlo.

Hoy decido apostar por la chica que tiene problemas con la comida y que ahora puede decirlo con todas sus letras, está enferma de Anorexia y Bulimia, pero que está decida a enfrentarlo y luchar contra ello, un día a la vez.

Hoy decido apostar por la chica que fue abusada sexualmente, pero que no está dispuesta a que esto siga derrumbándola y que siga ensombreciendo su vida.

Hoy decido apostar por la chica tímida, retraída y miedosa en la que me he convertido, pero que ahora está dispuesta a ser valiente, a defenderse, a enfrentar todos lo retos que se le presenten, y a luchar por su amor y su felicidad.

Hoy decido apostar por esta chica que siempre se ha desvalorizado, pero que ahora está dispuesta a darse su valor.

Hoy decido apostar por mí, porque estoy dispuesta a amarme como estoy segura, merezco.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top