Capítulo 65
Después de que le dejo claro a Sebastian que nunca dejaré de ver por Sasha, él lo acepta y arrepentido, me pide disculpas por su comportamiento infantil y egoísta.
Regresamos a su apartamento y mientras preparamos la cena, entre juegos y bromas, sonrisas cómplices y miradas traviesas. Sebastian, comienza a embadurnarme de Nutela,
—¡Sebastian! ¿Qué haces? Acabo de bañarme —reniego intentando escapar, pero él es más rápido que yo y me atrapa por la cintura.
—Cenando —dice subiéndome en la barra de la cocina y limpiando con su lengua la Nutela de mi nariz, haciéndome reír.
—¿No prefieres tu Nutela en un pan? —le pregunto retorciéndome, mientras él continua embarrándome de Nutela, ahora el cuello para después limpiarlo con su lengua—. Sebastian, para —le pido entre risas.
—No seas mala, déjame cenar —se queja con un adorable mohín, y sin detenerse, abre los botones superiores de mi blusa y sin quitar su vista de mi escote, pone un poco más de la crema de avellanas—, tengo hambre —agrega, lamiendo la mezcla oscura directamente de mi piel, despertando mi pasión que vive ansiosa a sus caricias.
—Sebastian —gimo su nombre mientras abre más mi blusa, y con su dedo índice embadurna más crema en mi piel y alimentándose, se dirige hacia el sur—, aquí no —digo con la voz entrecortada por el deseo.
—¿Por qué no? —pregunta mirándome fijamente y con sus pupilas dilatadas— ¿Qué no es aquí el lugar indicado para comer? —dice regresando a lo suyo y bajando más allá de mi ombligo—. Tengo hambre de ti, pequeña, quiero que tú seas mi cena y también el plato —confiesa bajando muy lentamente mis pantalones junto con mi ropa interior e hipnotizándome con su penetrante y celestial mirada, haciéndome ruborizar por completo.
Me siento realmente cohibida, pero las sensaciones que provocan su lengua en mi piel y después más al centro, me roban toda voluntad y sin poder resistirme más me dejo llevar por este poderoso vórtice de deseo que me despoja la cordura por completo.
Sebastian como dijo, literalmente cena de mi cuerpo y sacia su hambre, y sin yo haber probado alimento, también sacia la mía.
Por supuesto él se encarga después de lavarme. Me lleva en brazos a la ducha y con manos juguetonas, se encarga de no dejar rastro alguno de la crema de avellanas, ni de nuestras savias, en nuestros cuerpos. Pero más tarda en lavarnos, que en encender de nuevo el deseo.
Es increíble, que a pesar de lo cansada que me sentía, sus manos, sus besos y su amor, revitalizan mi cuerpo por completo, recargándolo de fuerzas renovadas y relajándolo hasta el punto de sentirme mejor que nunca, a pesar de las largas noches en vela y lo poco que he descansado en la semana.
Después del largo y excitante baño, nos recostamos en su cama y platicamos por horas. Yo recostada en su pecho, entretanto Sebastian acaricia mi espalda y mi cabello, convirtiéndose ya, en un prodigioso hábito entre nosotros antes de yo caer en un profundo sueño, donde no hay más pesadillas que temer.
Despierto con el sonido del obturador de una cámara fotográfica; estoy recostada boca abajo, con la cabeza de lado, mi cabello cubriendo gran parte de mi rostro y la sábana apenas cubre mi desnudo trasero. Intrigada abro un ojo y encuentro a Sebastian fotografiándome desde arriba e instintivamente, cojo la sábana y me cubro hasta la cabeza.
—¡¿Qué haces Sebastian?! —lo cuestiono indignada desde abajo de la sábana—. Deja de tomarme fotos —le ordenó molesta.
—¿Por qué? Deberías ver lo linda que luces mientras duermes, eres la chica más sexy que conozco —comenta con voz animosa.
Enfadada me giro a enfrentarlo, cuidando con una mano que la sábana cubra mi cuerpo y con la otra, cubriéndome del lente, pues Sebastian sigue con su ataque fotográfico.
—¡Basta! —le grito, arrebatándole la cámara de las manos—. No tienes que recordarme todas las mujeres con las que te has acostado —le recrimino mientras intento borrar las fotos que me tomó. Sebastian me mira divertido al ver que no entiendo el funcionamiento de su sofisticada cámara y no logro borrar nada—. Borra esas fotos —le advierto encolerizada y entregándole de nuevo la cámara para que él lo haga.
Sebastian toma la cámara, la oculta a su espalda y me mira muy serio.
—¿Por qué quieres que las borre? Ni siquiera las has visto —argumenta con voz tranquila—. En verdad son muy lindas, no tienes nada de que avergonzarte —expone con una tierna sonrisa.
—Por supuesto que sí, salgo desnuda —alego intentando quitarle de nuevo la cámara que oculta a su espalda.
—Mila, pequeña —me habla con voz pausada y deteniendo mis manos con una de las suyas— Las fotos no muestran ninguna de tus partes íntimas, solo exponen una chica linda durmiendo y con su cabello cubriendo su adorable rostro. No son para nada vulgares sino todo lo contrario. Son muy sensuales, cierto, pero muy sutiles y elegantes— me explica intentado convencerme, yo lo miro con desconfianza—. Hagamos un trato —propone—, te las mostraré y si no te gustan, prometo que las borraré.
Acepto no muy convencida con un casi imperceptible movimiento de cabeza. Sebastian me muestra las fotos y observa atento mi reacción, y como dijo, las fotos son realmente hermosas. Sensuales, pero muy sutiles y elegantes, y ni siquiera se ve mi rostro.
—Son lindas —acepto, sin mostrar tanto entusiasmo—, pero no debiste fotografiarme sin mi permiso —le aclaro mirándolo con desaprobación.
—Tienes razón, no debí hacerlo —reconoce—, pero lucias tan adorable que no pude resistirme —confiesa quitando mi cabello del rostro y mirándome con ternura—. ¿Entonces? ¿Puedo conservarlas? —pregunta con precaución.
—Solo si me prometes que solo tú las verás —lo condiciono advirtiéndole con la mirada.
—Te lo prometo —me da su palabra levantando su mano derecha haciendo la señal de promesa— solo yo las veré.
Veo sinceridad en sus ojos y me tranquiliza saber que puedo confiar en él o eso espero. Reviso mi celular evadiendo su penetrante mirada y no vea el miedo en la mía, y me percato que ya son más de las ocho de la mañana.
—Dios, es tardísimo —digo alarmada, envolviéndome en la sábana y levantándome de la cama—, quedé de estar temprano en el hospital —le informo yendo hacia el vestidor por algo de ropa. Sebastian me mira pensativo— ¿Qué pasa? ¿No irás a la escuela? —le pregunto al ver que él no se levanta de la cama.
—Sí, pero hoy entro más tarde, el profesor de la primera clase está de permiso —me cuenta recostándose de lado y recargándose sobre su codo, mientras, me observa tomar mi ropa y sonríe travieso.
—¿Qué? ¿Por qué me miras así? —pregunto nerviosa por su hambrienta mirada.
—Solo en que desperté famélico —me tienta, levantando sus cejas de forma traviesa y sugestiva.
—Puedo prepararte el desayuno antes de irme —le sugiero fingiendo no entender sus insinuaciones.
—Bien, ven aquí y prepárate —dice dando a su lado unas palmaditas, incitándome a que me acerque—, porque te quiero a ti de desayuno —manifiesta mordiendo su labio inferior de forma sugerente.
Una risa nerviosa se escapa de mi boca y lentamente retrocedo, él alerta a mis movimientos, salta de la cama e intenta alcanzarme, pero esta vez yo soy más rápida que él y entro al baño, asegurando la puerta por dentro.
—¿Es en serio? ¿Qué acaso no te sacias? —lo cuestiono desde dentro del baño, mientras me lavo la cara y pongo pasta en mi cepillo de dientes—, Estás loco, Sebastian —lo acuso antes de meterme el cepillo a la boca.
—Nunca me saciaré de ti, pequeña —asegura desde afuera y una sonrisa se instala en mis labios—. Anda, ábreme la puerta —me ruega ansioso.
—Perdóname, pero de verdad debo irme —me disculpo con remordimientos, mientras me visto a toda prisa—. Por favor, Sebastian. Ya hablamos de esto ayer, Sasha está en el hospital y yo debo estar con ella.
—Pero ayer hablaste con ella tres veces y te aseguraste de que estaba bien —me recuerda.
—Sebastian... —le advierto.
—Está bien —se rinde y escucho que se aleja de la puerta—, entiendo.
Al salir lo encuentro sentado en la cama con una almohada sobre su regazo y no puedo ocultar una pequeña y divertida sonrisa, pero a la vez me siento culpable.
Camino hacia él y me agacho a su altura.
—Gracias por entenderlo —le digo antes de besar su frente.
—¡Ah no! —dice atrapándome y sentándome sobre sus piernas— ni creas que te irás sin darme un beso de verdad —me advierte antes de tomar mi rostro entre sus manos y cautivar mis labios con los suyos e invadiendo mi boca con su lengua, que atrevida y sensual, seduce la mía. De pronto, me aleja sorpresivamente—. Vamos, vete antes de que no te deje salir de aquí —dice con un adorable mohín.
—Adiós —me despido antes de darle un pequeño toque de labios— te compensaré cuando Sasha salga del hospital —le prometo. Sebastian asiente resignado, yo acaricio su atractivo rostro y lo beso suavemente una vez más—. Te amo —le digo antes de bajar las escaleras, dejándolo pensativo.
—No más que yo —me grita desde arriba, haciéndome sentir de nuevo feliz y plena.
Cuando llego a la habitación de Sasha, me sorprende verla vestida, cepillando su cabello y con sus cosas ya guardadas en el bolso.
—¿Qué? ¿Ya no te aguantaron y te corrieron del hospital? —le pregunto con sorna, pero a la vez confundida.
—El doctor me dio de alta, dice que ya estoy bien y que el lunes podré volver al colegio —me cuenta entusiasmada.
—Eso dice el médico, pero y tú. ¿Cómo te sientes? —le pregunto preocupada.
—Me siento súper, ya sabes que tienes una hermanita que es perfecta —responde con suficiencia y una gran sonrisa.
Yo sonrío complacida, sin duda la Sasha segura y vanidosa, está de vuelta.
—¿Y papá? —le pregunto acercándome a ella para ayudarla a peinar su cabello.
—Fue a hacer los trámites del alta.
Papá entra en ese momento junto con una enfermera que trae una silla de ruedas.
—Princesa —me saluda mi padre y de nuevo vuelvo a sentir esa emoción que sentía antes cuando me llamaba así—, estaba por marcarte para avisarte de la buena noticia. El doctor dice que Sasha está en perfectas condiciones y que puede irse a casa —me cuenta con real felicidad, yo asiento pensativa—. ¿Qué pasa? —me pregunta desconcertado.
—Nada, es solo que me parece muy pronto. Me preocupa que Sasha no esté completamente restablecida y que si la llevo a casa, no sabré cómo cuidar de ella —le expreso mis inquietudes.
—No te preocupes, pensando en eso decidí llevarla conmigo a casa y contratar una enfermera que se ocupará de ella estos días.
—¿A tu casa? —le pregunto sabiendo que ahí no podré visitarla.
—Solo serán unos días Mila, tú madre tiene que viajar y...
—Ok —lo interrumpo antes de que hable de que a mí madre le importan más sus viajes con su amante, que mi hermana enferma—. Sasha, por favor promete que te cuidarás y que seguirás las indicaciones del médico —le pido bajando mi rostro a la altura del suyo, ella asiente— Te extrañaré, Ratón —le digo apretando su nariz y después beso su frente—, pero te llamaré a diario.
—Estaré bien, Mila —me asegura Sasha— anda vete a bailar, que necesitas desestresarte para que se te quite esa cara de estreñida que tienes —bromea con una sonrisa traviesa.
—¡Sasha! Yo no estoy estreñida, solo estoy preocupada por ti —alego fingiéndome indignada y ella se ríe abiertamente de mí.
—Pues deja de preocuparte, que no sabes cómo me divertiré estos días molestando a la bruja—confiesa refiriéndose a la esposa de mi padre.
—Sasha... —le advierte mi padre— ya te he dicho que no te refieras así de la bruja —dice mi padre sin darse cuenta de lo que dice.
Sasha y yo nos miramos divertidas antes de reír a carcajadas. Mi padre al caer en cuenta de lo que dijo, se ruboriza por completo y también ríe.
Salimos del hospital juntos y mi padre se ofrece a llevarme a casa para cambiarme y luego llevarme a la compañía de baile y reincorporarme a los ensayos.
En el camino, le envío un mensaje a Sebastian contándole las buenas noticias y enseguida recibo con gran entusiasmo, su respuesta. En la que me envía cinco caritas felices y me invita a almorzar.
Bailo toda la mañana sin parar, me abruma darme cuenta que Jason ya sabe toda la coreografía y yo apenas comienzo a conocerla. Estoy tan ansiosa por aprenderla, que los nervios no me dejan concentrarme, incluso estoy pensando seriamente cancelar la invitación de Sebastian y quedarme a ensayar.
—Mila, detente —me ordena Peter— ¿Qué es lo que te pasa? Estás muy ansiosa y así no puedes seguir —me dice condescendiente, pero veo desesperación en su mirada—, anda ve almorzar y ya que estés más tranquila regresas —me sugiere después de suspirar resignado.
Ni siquiera intento convencerlo de que me quedaré a ensayar, sé que no tiene caso y que además él tiene razón, mientras no me calme no podré aprender la coreografía.
—Lo siento —me disculpo mientras me siento en el piso a quitarme las zapatillas.
Peter sale y Jason se sienta junto a mi lado.
—¿Qué pasa Mila? ¿Por qué estás tan ansiosa? —pregunta buscando mi mirada.
—No lo sé, me preocupa decepcionar a Peter. He faltado a tantas prácticas, el estreno se acerca y yo no sé la coreografía —le cuento afligida.
—La aprenderás. ¿Ya olvidaste que aprendiste la de la audición del cascanueces con solo verla? —dice Jason intentando animarme, yo asiento pensativa—. Ay algo más. ¿No es cierto? —indaga mi amigo estudiando mi reacción.
—Creo... —titubeo— no lo sé... Ay algo que no me gusta, es algo que siento aquí dentro en mi estómago —admito confundida.
—¿Algo cómo qué? —me mira con curiosidad, yo suspiro antes de responder.
—No lo sé, ese es el problema. Es solo como un mal presentimiento.
—Pero un mal presentimiento con respecto a qué —insiste Jason.
—A Sebastian, él se porta increíble conmigo, pero a veces me desconcierta su forma de ser.
—¿Quieres contarme?
—Sebastian tiene mil detalles conmigo, es súper amoroso, me ha mostrado su apoyo de forma incondicional y sé que no debería dudar de él, pero ayer me recriminó porque casi no he pasado tiempo con él y porque no habíamos podido tener sexo estos días —le cuento un poco abochornada por el tema.
—¿Mmmm? —esboza Jason pensativo—. ¿Sexo? ¿Ya tuvieron sexo? —pregunta con mirada cómplice. Yo asiento con una pequeña y tímida sonrisa— ¿Y qué tal?
—¡Maravilloso! ¡Fue tan hermoso, celestial, simplemente sublime! —las palabras salen de mi boca con gran emoción sin siquiera pensarlo.
—¿Entonces por qué tienes tantas dudas? Es normal que él quiera estar encima de ti todo el tiempo —comenta con naturalidad, después hace una pequeña pausa buscando las palabras correctas— Mila, los hombres somos diferentes... Ya te lo dijo antes Sara —me explica y yo lo observo curiosa intentando averiguar a que se refiere—, los hombres somos más hormonales que sentimentales.
—Eso es lo que más me preocupa, que Sebastian solo me quiera para satisfacer sus necesidades sexuales. Yo quiero que me ame, con sexo o sin el.
—Mila... —Jason voltea los ojos— ¿Cuánto esperó Sebastian por ti? —me recuerda.
—Tienes razón, Sebastian me ha demostrado que está conmigo en las buenas y en las malas. Cuando más lo he necesitado, él ha sido un gran apoyo para mí, aún sin sexo.
—Ahí lo tienes, tú misma tienes la respuesta. Yo en verdad creo que Sebastian te ama, cierto que a veces es un bruto, pero también es cierto que siempre que lo ha sido es por que los celos lo enloquecen —argumenta mi amigo, defendiendo a Sebastian—, además yo creo que el sexo no es malo siempre y cuando sea consentido, y lo hagan de forma responsable —argumenta mi amigo con voz seria, lo que es raro en él.
—Siempre ha sido así, Sebastian, nunca me ha obligado a nada, además me cuida y siempre se asegura de usar condón —le confío pensativa.
—¿Sabes? Intentas convencerme a mí, pero tú no luces convencida. ¿No será que no has superado por completo tu miedo a la intimidad?
—No creo que sea eso, en verdad no le temo más, a Sebastian no. Él siempre ha sido muy cuidadoso y amoroso conmigo, incluso puedo asegurarte que disfruto de sus caricias, mucho —agrego ruborizándome por completo—. No sé ni porqué te cuento todo esto a ti —menciono cubriéndome el rostro avergonzada.
—No tienes porqué avergonzarte, los dos somos adultos —expone brindándome más confianza.
—¿Sabes? En realidad sí sé por que puedo contarte mis cosas a ti —admito mirándolo a los ojos con seguridad—. Sara haría una broma de mi vida sexual, Olivia se escandalizaría y tú puedes darme tu punto de vista como hombre, y asimismo también eres de mis mejores amigas.
—Tú también eres mi mejor amiga —dice Jason emocionado, estrujándome con ternura—, pero volvamos al tema. Necesitas averiguar que es lo que realmente te abruma —me enfrenta de nuevo de forma analítica. Yo tomo un fuerte respiro antes de continuar.
—Es que no sé si son percepciones mías, pero a veces me siento tan insegura con respecto a Sebastian y su relación con Allison. Sebastian me pide que confíe en él, pero Allison siempre está rondándolo, arrastrándose a sus pies. ¿Quién me asegura que él no caerá en la tentación? Ella es muy bonita y...
—¿Y? —me interrumpe— Tú también lo eres. Mila... ¿Cuándo dejarás de dudar de ti misma? Porque créeme, éstas dudas no son por Sebastian, son de ti misma porque él te ha demostrado su amor de mil formas. Éstás dudas son porque tú sigues sintiéndote indigna de amor —me regaña.
—¿De verdad lo crees?
—Sí, Mila, de verdad lo creo —admite tomando mi mano— Pequeña, tú vales mucho, créelo tú también —dice intentando convencerme de mi valor. Yo fuerzo una sonrisa.
—Debo irme —le digo mirando la hora en mi celular— Sebastian me espera para ir a almorzar. Te veo más tarde —le digo levantándome del piso y tomo mi bolso para irme.
—Mila. Creo que deberías hablarlo con Linda, sé que ella podrá ayudarte con tus dudas —sugiere antes de que salga del aula. Yo asiento pensativa y le digo adiós con la mano.
Sebastian y yo almorzamos en un cercano y pequeño restaurante, él hace amena la charla y entre risas, me descubro comiendo sin ni siquiera pensarlo.
Poco después, la charla toma otro rumbo y Sebastian me cuenta entusiasmado de la campaña que pronto están por presentar y sin poder evitarlo, cada que nombra a Allison muestro mi desagrado poniendo mis ojos en blanco. Pero él no parece percatarse de la naturalidad con la que habla de ella y como eso me molesta sobremanera.
—Allison consiguió que aunque no ganemos el concurso, nuestra campaña sea publicitada en las redes sociales por una asociación de ayuda y lucha contra la... —continúa nombrándola y no lo soporto más.
—Sebastian —lo interrumpo—. ¿Podríamos cambiar de tema? —Él me mira indignado— Sé que te entusiasma mucho la campaña y lo entiendo, pero no soporto oírte hablar de Allison —le aclaro con voz firme y él me mira mortificado—. Lo siento si soy tan directa. Bueno, en realidad no lo siento —corrijo y Sebastian me mira anonadado—, prefiero ser sincera y decirte lo que me molesta, en vez de comportarme como una de esas novias celosas y neuróticas, que después de gritarte se levantaría y se iría, dejándote solo y con la palabra en la boca.
—Tienes razón soy un tonto, pero esto de la campaña me trae loco y a la vez me siento tan emocionado porque es mi primera campaña. Yo... Yo solo hablaba sin pensar —se disculpa apenado.
Acepto su disculpa e inexplicablemente, me siento orgullosa de mi misma, pues supe ponerle limites a Sebastian, demandando respeto y mostrándome segura. Y así como si nada hubiera pasado, continuamos con nuestro almuerzo en completa armonía, y ahora Sebastian se esfuerza porque ahora sea yo quien le cuente de mí.
El fin de semana lo pasamos juntos, que aunque Allison insistió en trabajar, Sebastian se negó rotundamente y le dejó en claro que dedicaría sus días libres solo para mí, lo que me hizo sentir verdaderamente feliz.
El sábado después de mis prácticas, Sebastian me lleva a Coney Island y disfrutamos del hermoso paisaje y de la refrescante brisa marina, primero lo hacemos sentados frente al mar, sentados en la arena, que aunque hay mucha gente, estamos tan sumergidos el uno en el otro, que pareciera que solo existimos, él y yo.
Después caminamos tomados de la mano por el paseo marítimo y continuamos hasta el muelle, nuestro lugar especial. Ahí, admiramos como el sol se pierde en el horizonte y nos ofrece un hermoso atardecer, pintando el cielo de maravillosos colores.
Sebastian no desaprovecha ningún momento y cada que se le ocurre, captura con su cámara cada instante de nuestro día juntos, convirtiéndolo en un recuerdo especial.
El momento no podría ser más perfecto, Sebastian y yo estamos juntos, besándonos y tocándonos amorosamente cada que se nos antoja, mirándonos cómplices y con verdadero anhelo, riendo de todo y de nada, pero lo mejor de todo, es la comodidad que sentimos y la intimidad que ahora compartimos. Donde nuestros corazones laten como uno solo, y nuestras almas se fusionan y se iluminan entre si. Donde los dos mostramos nuestros sentimientos por completo, sin caretas y puedo ser yo, sin más miedos que ensombrezcan nuestra relación y nuestro amor.
Sí, el momento es tan perfecto, que me siento inmensamente feliz y por la sonrisa que Sebastian me muestra, estoy segura que él también lo está.
Después de nuestra mágica y romántica tarde, la volvemos intrépida y divertida al subir a los juegos mecánicos más extremos del parque. Y como Sebastian me enseñó, me dejo llevar y me divierto como una chiquilla. Rio tanto que las mejillas y el estómago duelen, pero es un dolor de emoción y satisfacción, es un delicioso dolor lleno de dicha y que me hacen sentir más viva que nunca.
A salir del parque, soy yo misma quien le pide a Sebastian me invite uno de esos deliciosos hot dog que me invitó la primera vez que me trajo a este lugar y que yo estúpidamente, vomité después.
Esta vez ordeno uno con todo, olvidando o más bien obligándome a mi misma, a olvidarme de las grasas saturadas, de los carbohidratos y de las calorías, y no solo lo como entero, también lo disfruto sin culpa alguna. Sebastian me observa todo el tiempo con una gran sonrisa de felicidad y satisfacción.
Por supuesto apenas llegamos a su edificio y mientras subimos las escaleras, sus manos inquietas me atrapan y me acarician ansiosas, mientras su boca hambrienta busca la mía con desesperación.
Yo lo dejo hacer, yo también lo deseo, pero todo el tiempo pidiéndole que vaya despacio.
El domingo lo pasamos todo el día en casa, recostados en la cama, comiendo palomitas y golosinas, viendo películas o mas bien intentándolo.
El lunes y el martes, Sebastian pasa la mayor parte del día entre la escuela y trabajando en la campaña con Edward y para mí mala suerte, también con Allison. Y yo, paso el día entero ensayando con Peter y Jason, y para mí tranquilidad ya aprendí todas las coreografías, ya solo me hace falta perfeccionarlas. Así que Sebastian y yo, apenas nos vemos para almorzar y en las noches, él me recoge en la compañía, pero siempre para llevarme a casa porque Sasha ya está de regreso, pero además, Sebastian ha estado trabajando hasta tarde en la campaña.
Hoy es miércoles y para mí tranquilidad, mañana presentan el proyecto y por fin terminará la tortura de saberlo cerca de la alimaña.
Lo extraño tanto, que soy yo misma quien le pide que nos veamos a la hora del almuerzo y acordamos vernos en su apartamento.
Entro al departamento y todo está en silencio, al parecer Sebastian no ha llegado y pienso aprovechar eso para asearme un poco. Subo las escaleras corriendo y apenas entro a la habitación, soy embestida sorpresivamente por la espalda y siento que el corazón se me paraliza, pero el aire regresa a mis pulmones cuando veo que los brazos que me mantienen cautiva, llevan un tatuaje en forma de brújula en una de sus muñecas
—Te he extrañado tanto —me susurra Sebastian al oído, haciéndome estremecer con su cálido aliento.
De pronto me gira y bruscamente me aprisiona con su cuerpo contra la pared, yo lo miro azorada e intento inútilmente deshacerme de su peso. Sebastian sujeta con fuerza mis manos sobre mi cabeza y con su nariz acaricia mi cuello e inevitablemente comienzo a temblar.
—Sebastian, por favor detente —le ruego con voz temerosa.
—No me pidas que me detenga, te deseo tanto —confiesa sin mirarme y sin soltar mis manos, baja con sus besos a mi escote.
—¡Te digo que pares! —le exijo embravecida, sacando valor de no sé donde.
Sebastian consternado busca mi mirada y no sé que es lo que encuentra en ella, pero me suelta inmediatamente—. No vuelvas a tratarme así —le advierto intentando parecer ruda, pero mis ojos están llenos de lágrimas.
—Perdóname —me pide arrepentido—, yo solo... solo... —intenta explicarse— solo estaba jugando —aclara intentando tomar mi rostro en sus manos, pero yo retrocedo evitando que me toque—. ¡Diablos! Soy un idiota —expresa molesto con el mismo y retrocediendo para darme espacio.
Yo recojo mi bolso que al sorprenderme, dejé caer y voy hacia las escaleras.
—No Mila, por favor no te vayas así —me pide Sebastian cerrándome el paso. Yo evado su mirada—. Tienes que creerme, solo era un juego. Nunca imaginé que te asustaría o... —Se para frente a mí e intenta tocarme y controlándose para no hacerlo, pone sus manos en puños—, o tal vez sí debí imaginarlo después de lo que ese hombre intentó hacerte. Perdóname, mi amor —me ruega hincándose frente a mí.
—Solo eso te pedí Sebastian, que me llevaras despacio —le recuerdo limpiándome con brusquedad las lágrimas que ruedan por mis mejillas. Estoy molesta conmigo misma por permitir que esto siga afectándome—, solo eso te pedí —le repito dejándome caer de rodillas frente a él.
—Mila, pequeña —Él me ofrece sus brazos y yo me refugio en ellos— por favor perdóname —me ruega acariciando mi cabello y yo asiento firmemente con la cabeza.
—Solo llévame despacio —le pido aferrándome a él—, siempre despacio.
Y así despacio, con suavidad y ternura, Sebastian me hace el amor.
Sebastian me lleva de regreso a la compañía y al despedirnos, su mirada todavía luce arrepentida y me doy cuenta que en realidad no es su culpa, ni mía tampoco. Que los únicos culpables de todos mis temores, son aquellos que se encargaron de colmar mi corazón de miedo, y ya no estoy dispuesta a permitir que sigan eclipsando mi vida y mis sueños junto a Sebastian, no ahora que me siento plena y feliz.
Entro a la compañía y mientras camino, le envío un mensaje a Jason para que me disculpe con Peter por llegar tarde, pero necesito hablar con Linda.
Toco a la puerta de su consultorio e inmediatamente me invita a pasar.
—Mila, que sorpresa —me saluda y me indica que tome asiento frente a ella— creí que no volverías más por aquí —menciona con sarcasmo, pues acordamos que las sesiones que aunque no serían regulares, no debía dejarlas de tajo.
—Sinceramente yo también creí que así sería, pues me sentía fuerte, más segura —confieso avergonzada.
—¿Creíste? ¡Mmmm! —gime pensativa, analizando mis gestos— Cuéntame, ¿Por qué ya no lo crees? ¿Has vuelto a tener problemas con la comida?
—No, no es eso.
Le cuento de mis inseguridades, la pongo al tanto sobre la situación con mis padres, le hago saber sobre todas las decisiones que he tomado desde que regresé de la clínica, entre esas el que por fin pude entregarme a Sebastian por completo y lo sucedido con él un par de horas antes.
Ella me explica que es normal que después de tomar terapia y que al comenzar a hacer cambios en nuestra vida, todos a nuestro alrededor también cambian o así lo parece, lo que nos hace creer que tenemos el total control de la situación, engañándonos a nosotros mismos con una falsa seguridad. Lo que provoca que usualmente los pacientes dejen las sesiones creyendo estar completamente sanos, cuando en verdad, no es así.
Salgo de ahí más tranquila y con la firme promesa de volver, sin confiarme más a mi aparente seguridad.
Al terminar los ensayos por la noche, recibo un mensaje de Sebastian, en el que se disculpa por no poder verme, ni ir por mí, pues continua trabajando en la campaña. Yo le respondo con un solo "Ok", pero decido sorprenderlo con la cena, así que después de comprar comida para cuatro, voy directo hasta su apartamento.
Cuando abro la puerta del apartamento, me encuentro con dos pares de ojos que miran curiosos hacia mí. Sebastian esta sentado a la mesa del comedor con su Mac enfrente y Allison esta sentada a su lado muy cerca de él, que me mira intrigado y otra vez los encuentro solos en su apartamento.
Por un momento titubeo, no sé si entrar o simplemente dar marcha atrás.
—Hola Mila —me saluda Edward con gran entusiasmo que sale del baño y por un momento me siento aliviada con su presencia.
—Hola —respondo sin quitar mi vista de Sebastian, que titubea por un minuto antes de levantarse y venir hacia mí.
—Mila —saluda nervioso— ¿Qué haces aquí? Te dije que tenia trabajo —me dice con severidad, pero en voz baja y por encima de su hombro veo a Allison que nos observa curiosa.
—Yo solo... —Intento encontrar las palabras correctas para responderle, pero ni siquiera entiendo el porqué de su comportamiento—, solo traje la cena —le aclaro mostrándole la comida.
—Gracias —dice quitándome los bolsos de las manos, pero ni siquiera me besa, ni se mueve para que yo pueda pasar, ni me invita a hacerlo.
Yo lo miro confundida con las palabras atoradas en mi garganta y a pesar de notar mi turbación, él no dice nada.
Yo sin decir más, solo doy media vuelta y salgo de ahí, sin entender nada.
Bajo lentamente por las escaleras, llego a la puerta del edificio y me detengo por unos segundos; todavía tengo la esperanza de que Sebastian vendrá detrás de mí y me pedirá que no me vaya, pero eso no sucede.
Voy directo a casa, al menos ahí está Sasha y en estos momentos no sé si decir que ella me necesita o si soy yo quien necesita de su característico humor para no hacerme más tormentas en la cabeza.
Prefiero pensar que el comportamiento de Sebastian tiene una razón de ser, seguro tuvo un mal día o verdaderamente está agobiado con el trabajo.
Me niego a creer que algo entre nosotros se rompió, no después de los maravillosos días que he hemos pasado juntos, no después de que hemos pasado por tantas cosas y superado tantas pruebas, no ahora que estaba convencida de su amor.
Camino a casa y reviso mi celular un ciento de veces esperando que Sebastian me llame o al menos me envíe un mensaje con una explicación, con un te quiero, o un te amo, o al menos una señal de su parte, pero nada de eso sucede.
Después de darme un largo baño, voy a la habitación de Sasha quien ya duerme y tratando de no despertarla, me recuesto a su lado, tomo su mano y mi vista se extravía en su estrellado techo, buscando respuestas a mis dudas, pero por mas que escudriño en el, no las encuentro.
*Hoy quiero presentarles la nueva portada de "MILA... MI PEQUEÑA BAILARINA" y vayan familiarizándose con su nueva imagen. Espero sea de su agrado, porque yo la amo 😍
Gracias a Alejandra Montt y a Mariana López de Agridulce Books
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