Capítulo 63
Al salir del laboratorio, una enfermera me intercepta y me pide la acompañe para un rápido chequeo médico; también quiere que le responda algunas preguntas.
Yo afirmo con un movimiento de cabeza, seco mis lágrimas y la sigo.
—¿Cuánto pesas? —es lo primero que pregunta después de observarme de forma analítica
—No lo sé —respondo en voz baja.
—Bien, ahora lo sabremos. Por favor sube a la báscula —me indica señalándomela.
Subo a la báscula y la enfermera niega con la cabeza, pero no dice nada, solo apunta en el expediente. Después me pide que me siente, mide mi presión arterial y me hace algunas preguntas, cómo que si había consumido alcohol, algún estupefaciente o si había fumado y otras tantas preguntas más, las cuales respondo con total sinceridad y sin chistar.
Antes de regresar a la sala de espera, voy al baño a tratar de recomponerme. No quiero que Sebastian se dé cuenta que he estado llorando, pero apenas me miro al espejo, comienzo a llorar de nuevo.
Lavo mi cara repetidamente con agua fría intentando aliviar la irritación, pero las lágrimas no dejan de salir haciéndolo más difícil.
Es cierto que no me arrepiento de lo que le dije a mi padre y sé que debí hacerlo hace mucho tiempo, pero me dolió mucho verlo quebrado, tan triste y arrepentido, pues a pesar de lo mucho que me ha lastimado su actitud, lo sigo amando.
Yo no he podido olvidar todo el amor que en un tiempo me brindó y nunca olvidaré, que antes yo fui su princesa a la que él adoraba con el alma y él era el padre al que yo idolatraba.
Cuando por fin logro tranquilizarme, regreso a la sala de espera y me detengo en seco al ver a Sebastian platicando con Allison.
Sebastian al verme viene hacia a mí, dejando a Allison con la palabra en la boca y yo voy hacia él, y sin poder contener mis deseos de refugiarme en sus brazos, me abrazo a él de forma desesperada, sorprendiéndolo con mi actitud tan necesitada, pero así es, necesito que me brinde la seguridad de su abrazo.
—¿Estás bien? —pregunta preocupado y alzando mi barbilla para verme a los ojos.
—Estoy bien, solo muy preocupada —le respondo controlando las intensas ganas de ponerme a llorar de nuevo—. ¿Qué hace ella aquí? —le pregunto refiriéndome a Allison.
—Vinieron porque le pedí a Edward que viniera a donar sangre, él está en el laboratorio —me explica preocupado.
—¿Y ella donará? —lo cuestiono con sarcasmo.
—No, ella dice que no puede, porque... —duda antes de continuar—, tú sabes, está en sus días difíciles —la excusa y yo lo miro impasible. De verdad que no puedo creer que Sebastian crea tan fácilmente en las mentiras de Allison.
—Entonces no entiendo que hace aquí —comento molesta. Sebastian está por debatir, pero nos vemos interrumpidos.
—¿Mila Davis? —pregunta un joven médico con expediente en mano—. Yo me acerco a él, haciéndole saber que soy yo—. Tus análisis de sangre confirman la compatibilidad con la de tu hermana, pero también que tienes una leve anemia, además tu peso es bajo lo que te imposibilita para donar. Tus condiciones no son aptas para hacerlo y podría ser riesgoso —me informa el doctor y yo lo miro mortificada.
—¿Qué hay de mí? —pregunta Sebastian.
—Tú no eres compatible —le informa con pesar.
—No importa que sea riesgoso, aun así quiero donar —expongo ansiosa y el médico me mira con desaprobación.
—Mila, no desesperes, ya verás que encontraremos otros donadores... —me dice Sebastian tomando mis manos entre las suyas e intentando hacerme desistir.
—No podemos esperar más tiempo, lo haré —aseguro mirando al médico con desesperación.
—Es cierto que se necesita con urgencia —comenta el joven doctor un poco inquieto—, pero...
—Yo me hago responsable de mi misma —lo interrumpo—, firmaré lo que sea, pero deben salvar a mi hermanita —ofrezco sin dudarlo.
—Mila... Por favor... solo espera un poco más. Seguro que entre nuestras amistades encontraremos a alguien —insiste Sebastian con preocupación.
—Sebastian, la vida de Sasha está en peligro. Por favor entiéndeme, sé que si Maddie estuviera en la misma situación, tú lo harías —le explico esperando hacerle entender mis razones.
Mientras el médico observa el intercambio de palabras de brazos cruzados.
—Te entiendo Mila, pero me preocupas —me dice levantando mi rostro para que lo mire a los ojos, que realmente lucen preocupados.
—Mila —me llama mi padre que está atento a la plática—. No lo hagas princesa, por favor espera solo un poco más. Ya llamé a tu madre, ya viene para acá y seguro ella también tiene su misma sangre —Mi padre intenta hacerme cambiar de opinión, pero yo sigo observando al médico, esperanzada.
—Lo siento señorita, pero usted no es candidata para donar —dice el doctor digiriéndose a mí—. Entiendo su desesperación, pero no se puede hacer nada al respecto —declara tajante y yo lo miro aterrada.
El miedo de perder a mi hermanita, me atemoriza inmensamente, pero además me siento tan culpable. Nunca imaginé que al no cuidar mi salud, al matarme de hambre, me vería en esta situación, en la que por mi irresponsabilidad, no puedo ayudar a Sasha.
Sebastian suspira aliviado, me abraza con fuerzas y besa mi cabello.
—No puedo ayudar a mi hermanita, Sebastian y si ella muere —expreso llorando y llena de remordimientos—, nunca podré perdonármelo —agrego en un sollozo.
—No Mila, esto no es tu culpa —dice intentando reconfortarme.
—Sí lo es, Sebastian. Tú no lo entiendes, no puedo ayudarla y todo es mi culpa —le digo atormentada y con la mirada llena de lágrimas; él me observa sin entender lo que digo.
—Señor, su hija ya está en cirugía y aunque ya se solicitaron las unidades al banco de sangre, en el caso de su hija el tiempo es oro. Esperemos que pronto encuentren algún donante —le informa el doctor a mi padre, que asiente pensativo y su mirada también luce llena de culpa—. Los mantendré informados —agrega antes de dar media vuelta para entrar a quirófano.
—Doctor... —lo detengo antes de que se vaya—. Por favor, salven a mi hermanita —le ruego con súplica en la mirada.
—Haremos todo lo que esté a nuestro alcance —dice con una sonrisa amable—, pero ten fe. El médico que la está operando, es un excelente cirujano —agrega antes de irse.
Yo me quedo mirando a la nada, pensando en lo que dijo el médico.
Fe, habló de fe y sé, que es lo único que puedo hacer por Sasha, tener fe en que saldrá bien de esto.
—Sebastian quiero ir a la capilla. ¿Me acompañas? —le pido impulsivamente.
—Claro que sí, vamos.
—Mila... —me habla Edward que sale del laboratorio—, yo tampoco puedo donar. Ayer tomé algo de alcohol y... Lo siento —confiesa apenado.
—De todas formas te lo agradezco —le digo abrazándolo con verdadera gratitud.
—Debemos irnos, pero estaremos al pendiente. Mila, sé que tú hermanita estará bien, ya lo verás —manifiesta Edward con amabilidad, Allison a su lado me mira con fastidio.
—Gracias Edward, no sé como podré pagarte tu apoyo —le digo al amigo de Sebastian sin siquiera mirar a la ofrecida de su novia.
—Nos vemos más tarde, Sebastian —le dice la arrastrada, plantándole un beso en la mejilla—. No olvides que tenemos mucho que trabajar —le recuerda la muy coqueta, con una gran sonrisa.
—Olvídalo, hoy no me separaré de Mila —le responde Sebastian con mirada severa. Edward la jala del brazo, mientras yo intento controlar toda mi ira para no asesinarla frente a tantos testigos.
No puedo creer su desvergüenza y que ella no desaprovecha ninguna oportunidad para lanzársele a mi Sebastian, sin respetar la situación tan difícil por la que estoy pasando. No puedo creer que yo tenga que estarme preocupando por celos absurdos, mientras mi hermanita está en una sala de operaciones luchando por su vida.
Vamos a la capilla y con toda la confianza que adquirí en la clínica, como me decía Ted, con mi viejo amigo, voy hasta los reclinatorios de enfrente y Sebastian viene conmigo.
Mis emociones no tardan en desbordarse y con intermitentes lágrimas rodando por mis mejillas, le ruego a Dios que salve a Sasha. Le pido que guíe a los médicos que la están operando para que sean acertados en las decisiones que tengan que tomar, que la cirugía sea exitosa y que pronto encontremos un donador. También suplico porque ahora que mi padre conoce la verdad sobre la paternidad de Sasha, no cambie sus sentimientos, ni su actitud hacia ella y siga siendo el padre amoroso que siempre ha sido para mi hermanita.
Sebastian en todo momento sujeta mi mano, respetando mi silente oración y mostrándome sin palabras, su amor y apoyo incondicional.
Salgo de la capilla más tranquila, pues decido dejar a Sasha en manos de Dios, porque confío en que él dispondrá lo que sea mejor para ella.
De regreso a la sala de espera, me encuentro con mis amigos, Sara, Jason y Olivia, quienes traen sus brazos doblados, evidenciando que ya se hicieron la prueba, pero además lucen preocupados.
—Mila... —me habla mi padre que tiene sus ojos rojos y llenos de lágrimas.
Al verlo así, todas mis alarmas se encienden, presiento que mis peores temores se están haciendo realidad. Dejo de respirar por un momento, el pecho duele, siento un enorme nudo en la garganta y hasta me siento tambalear. Sebastian me sostiene, pero aún así, comienzo a sentir que todo a mi alrededor se derrumba.
Estoy paralizada, lo miro angustiada y temo preguntar. No quiero que me diga que Sasha ha muerto. No, eso no lo soportaría.
—Conseguimos la sangre, Mila —me informa con mirada atormentada y siento que el aire regresa a mis pulmones y sollozo aliviada—, el banco de sangre ya envió las unidades necesarias —añade con entusiasmo y yo lo miro asombrada y feliz, pero aún consternada.
Mi padre me ofrece sus brazos, pero yo me giro hacia a Sebastian y emocionada me abrazo a él.
—¿Ya ves Pequeña? —me dice acariciando mi cabello con ternura—. Pronto Sasha estará bien.
—Dios escuchó mis ruegos, Sebastian —testifico con gran emoción—. Dios escuchó mis ruegos —repito entre sollozos.
—Así es, mi amor —reafirma abrazándome con fuerza.
Me giro para agradecer a mis amigos por su apoyo, pero mi vista va directo a mi padre que luce realmente devastado e impulsivamente, me abrazo a él.
—Se va a salvar papito —le aseguro entre sollozos.
Él me abraza como hace mucho no lo hacia y por un instante vuelvo a sentirme como esa pequeña a la que su padre adoraba y llamaba princesa. Por un instante me regocijo de su amor y su protección, esa que tanto necesité tres años atrás.
—Sí princesa, Sasha se salvará —promete acunándome en sus brazos.
—¡Mi hija! ¿Cómo está mi hija? —grita mi madre con exagerado dramatismo al irrumpir en la sala—. Ay, pero que escena tan conmovedora —ironiza al vernos a mi padre y a mí, abrazados.
—¡Mascha! Tú y yo tenemos que hablar —le impone mi padre tomándola con rudeza del brazo y dirigiéndola hacia afuera, pero antes ella se gira.
—¡Le dijiste! —me acusa—. ¡Maldita malcriada! —me grita histérica—. Me la pagarás Mila, te lo juro —me amenaza, mientras mi padre la lleva a rastras a la calle.
Sebastian me gira hacia él y de nuevo me envuelve en sus brazos, intentando protegerme de las amenazas de mi madre.
—Tu madre está loca, Mila —comenta Sara sin recato—. ¿Y ahora qué le picó? —pregunta con sorna.
—Creo que no es el momento para hablar de eso —comenta Sebastian, evitándome la pena de hablar del tema; él ya está al tanto de todo, pero también sabe, que no quiero que nadie más lo sepa—. Vamos Mila, te llevaré a comer algo —me dice pasando su brazo sobre mis hombros y queriéndome dirigir hacia la salida, pero me resisto y no doy ni un paso.
—No, no puedo irme —me opongo—. Quiero estar aquí por si salen a darnos noticias de Sasha —le explico con mirada suplicante.
—Mila, tienes que comer —insiste—. Ya oíste lo que dijo el médico, tienes anemia y bajo peso —me recuerda con tono severo. Sara, Olivia y Jason, me miran con desconfianza.
—Comeré, lo prometo, pero ya que tenga noticias de Sasha —les aseguro.
—Nada de eso, si tú no quieres ir algún lado a comer, nosotros te traeremos, pero comerás —asevera Sara con voz firme.
—Está bien —acepto para tranquilizarlos, además me recuerdo de la lucha diaria que debo enfrentar para no recaer de nuevo en el oscuro abismo de la anorexia.
Una media hora después, Sara, Olivia y Jason, regresan con comida para Sebastian y para mí, y no puedo disimular mi cara de desagrado al mirar la comida altamente calórica, que mis amigos trajeron para nosotros.
Una enorme hamburguesa, una gran porción de papas fritas y una soda, hacen que alimentarme sea un completo reto e intento no pensar en ello y solo llevar la comida a mi boca convenciéndome que debo comer lo más que pueda. Mientras, mis amigos me cuentan que vieron a mis padres discutiendo de forma acalorada afuera del hospital, lo que no me extraña nada.
Un poco después, mis padres regresan y cada uno se sienta lo más alejado del otro.
Mi madre no tarda en fijar la vista en Sebastian y sin disimular su curiosidad, observa intrigada mi interacción con él.
Nerviosa por su escudriño, suelto su mano y me disculpo argumentando que debo ir al baño, pero lo que realmente quiero es que mi madre no se percate de lo que hay entre Sebastian y yo, mucho menos después de sus amenazas.
Entro al baño y aprovecho para hacer pis, cuando salgo del sanitario, encuentro a mi madre de brazos cruzados y recargada sobre los lavabos, esperándome.
Por un segundo titubeo sin poder ocultar mi nerviosismo, pues sé que sea lo que quiera, no será con buenas intenciones.
—Tú padre ya me explicó que no fuiste tú quien le dijo que no es padre de Sasha —comenta de forma tranquila, yo la miro con recelo—. Sé que fui grosera al acusarte —admite—, pero espero que entiendas que esto de Sasha me tiene muy nerviosa y actué impulsivamente, por eso te pido una disculpa —agrega sorprendiéndome todavía más con su aparente amabilidad.
—Así es, yo no le dije nada a mi padre —le digo yendo directo al lavamanos y mirándola por el espejo—, pero claro que te entiendo. Sé bien que esto arruina tus planes y que obviamente eso te molesta. Lo que no entiendo —expreso girándome hacia a ella para enfrentarla—, que es lo que pretendes fingiéndote arrepentida ante mí y menos sin un público que presencie tu aparente humildad y tu actuación de buena madre —la cuestiono con desconfianza.
—¿Por qué no crees en mis buenas intenciones? —pregunta fingiéndose indignada con evidente exageración—. De verdad espero que me disculpes, sé que no he sido una buena madre para ti, pero quiero que solucionemos nuestras diferencias, que intentemos entablar una buena relación de madre e hija, sobre todo ahora que Sasha nos necesita a ambas y espero que podamos vivir en paz —expone con real dramatismo, yo la observo con cautela.
—No creo en tus buenas intenciones por obvias razones, tú las conoces y creo que no es necesario que rememore todos tus maltratos. ¿Cierto? —le recuerdo observando su reacción, pero en verdad me asombra ver un atisbo de vergüenza y arrepentimiento en su mirada, y sé que difícilmente ella cambiara así de un día para otro, pero en verdad quiero creer en sus buenas intensiones—. Pero en realidad espero que seas sincera y que de verdad puedas ser la madre amorosa que siempre he necesitado —expreso con sinceridad.
—¿Entonces me perdonas? —insiste con voz melosa, haciéndome dudar de nuevo, pero aun así, acepto con un asentimiento de cabeza.
Ella vuelve a sorprenderme al abrazarme con gran efusividad.
—¡Gracias Mila! —agradece con increíble emoción—. Ahora, cuéntame. ¿Quién es ese chico tan guapo que no se separa de ti? —pregunta con una gran sonrisa, mirándome con complicidad y de nuevo todas mis alarmas se encienden.
—Es solo un amigo —respondo sin dar muchas explicaciones.
—Un amigo que te mira de forma especial —insinúa con un movimiento de cejas, intentando sonsacarme más información.
—No entiendo a qué te refieres —comento haciéndole creer que no entiendo sus insinuaciones, ella me observa esperando una respuesta más clara—, ėl solo es un buen amigo que intenta apoyarme en una situación difícil.
—Pues yo creo que tú le gustas, además es muy guapo o acaso me dirás que no te gusta —persiste en su indagatoria.
—Es cierto, es muy guapo y claro que me gusta —acepto mirándola impasible y ella sonríe maliciosamente, haciendo evidente sus verdaderas intenciones— pero dudo mucho que yo le guste a él, porque es gay —miento con remordimientos y esperando que Sebastian nunca se entere de que negué lo nuestro y que además, le hice creer a mi madre que es homosexual.
Ella me mira anonada, después lo hace pensativa y con desconfianza, pero al final no insiste más.
—En verdad es una lástima, porque realmente es un bombón —expresa mostrando su decepción y yo asiento, exagerando mi pesar—. Mila, hay algo que necesito que hagas por mí —manifiesta antes de que salga del baño. De nuevo me giro y la observo esperando conocer los verdaderos motivos para su radical cambio de comportamiento—. ¿Podrías comentarle a tu padre que tú y yo nos llevamos bien, y que soy una buena madre? —me pide mirándome con inocencia.
Yo niego y río a la vez con incredulidad, aunque realmente no me sorprende nada.
—¿Así que de eso se trata todo este teatro de la madre abnegada y arrepentida? ¿En verdad esperas que le diga a mi padre, tal mentira? ¿Por qué no te quitas la careta y me dices realmente qué ganas con todo esto? —la cuestionó directamente y ella se finge ofendida—. ¿Sabes? No me lo digas, sé bien que es lo que quieres realmente. Quieres que mi padre siga pagando por nuestra manutención. ¿Cierto? —la desenmascaro.
Ella se queda sin argumentos, abre y cierra la boca, intentando buscar las palabras para defenderse, pero al parecer no las encuentra porque no dice nada—. ¿Eso es lo que somos para ti? ¿Un signo de dólares? —le recrimino realmente dolida, pero sobre todo muy decepcionada.
—Bien. ¿Quieres que te hable con la verdad? Pues sí, espero que tu padre siga enviando los cheques cada mes —admite con descaro—. Tú sabes que su mujer no te quiere y que tu padre jamás te llevará con él, así que si quiere que yo me ocupe de ustedes, tiene que pagar por eso —confiesa la muy cínica, mostrando su verdadera cara.
Yo río de nuevo con incredulidad y no porque me sorprenda lo que dice, sino porque no puedo creer que yo sea tan estúpida, como para haber pensado por un momento que ella de verdad estaba arrepentida.
—¡Pero si tú no te ocupas de nosotras! —le reclamó en voz alta— y si en verdad crees que voy a mentir por ti, estas equivocada —le aclaro con firmeza.
—No, no lo harás por mí, lo harás por Sasha, porque si no lo haces, yo misma le diré a ella que Robert no es su padre y sé que tú no quieres eso. ¿Verdad Mila? —me chantajea con inconcebible desfachatez. Yo la miro con verdadero rencor.
—No, no te atrevas a lastimar a Sasha, porque si lo haces yo tampoco me detendré en hacerte pagar cada una de tus maldades —le advierto con voz embravecida.
—Por Dios, niña idiota, tú no puedes hacer nada que me dañe —se burla de mí— Así que ya lo sabes, tú no le dices a tu padre de los pequeños conflictos que hemos tenido y yo no le digo nada a Sasha, además te prometo respetar nuestro anterior trato, yo no llevo hombres a la casa y no me meto en tu vida, ni tú en la mía —propone sin vergüenza alguna y sonriéndome con malicia—. Piénsalo Mila, no tienes nada que perder y sí mucho que ganar. La tranquilidad y la felicidad de Sasha —insinúa antes de salir del baño, dejándome sin derecho a réplica y reflexionando sus amenazas.
Enseguida regreso al sanitario y me inclino para vomitar el odio, y la maldad de mi madre, pero esta vez me detengo antes de introducir mis dedos en mi garganta.
—No, no dejaré que su egoísmo vuelva hundirme en este abismo de autodestrucción —digo para mí misma.
No, no voy a permitir que su desamor siga dañándome, no quiero seguir lastimándome tratando de minimizar el dolor que su desprecio me provoca.
Retrocedo, alejándome del excusado, aterrada a la idea de que la anorexia y la bulimia sigan adueñándose de mi voluntad.
—¿Estás bien? —pregunta Sara que entra segundos después— Sebastian me pidió que viniera asegurarme de que tu madre no volviera a lastimarte.
—Estoy bien —respondo todavía agobiada— Solo hablábamos de Sasha —le digo sin darle más explicaciones, pues no quiero que nadie más sepa que Sasha y yo solo somos medias hermanas.
Sara y yo volvemos a la sala e inmediatamente Sebastian viene a mi encuentro y también él me pregunta si mi madre me lastimó. Yo solo niego con un movimiento de cabeza.
Esperamos por más de tres angustiántes horas sin noticia alguna de Sasha. Mi padre pasa todo el tiempo revisando su celular, mi madre se queda dormida casi inmediatamente después de que ambas regresamos del baño, mis amigos hablan sin parar y Sebastian intenta reconfortarme de mil formas, ya sea tomando mi mano, besando mi cabeza, un pequeño abrazo o con alguna tierna caricia, mientras yo paso todo el tiempo comiéndome las uñas hasta hacerlas sangrar.
De pronto, un médico un poco mayor con atuendo de cirujano, sale por la puerta que dirige a los quirófanos y pregunta por los familiares de Sasha Davis. El hombre luce agobiado o exhausto, no sé cómo interpretar su gestos y temo que no nos gustará nada, lo que sea que está por decirnos, pero me niego a perder las esperanzas.
Mi padre y yo, vamos a su encuentro y lo miramos expectantes, Sebastian viene tras de mí y presiona su mano en mi hombro haciéndome saber que está conmigo, mostrándome su incondicional apoyo.
—Logramos limpiar toda la cavidad abdominal, pero —nos informa el médico con voz tranquila, más sin embargo no me gusta el "pero" —, no pudimos evitar que entrara en shock séptico —agrega con voz pesimista.
Mi padre y Sebastian niegan con la cabeza y yo los observo confundida, necesito que alguien me explique porque todos lucen desalentados.
—¿Qué significa eso? —le pregunto con temor al médico.
—Que la infección se extendió por todo su cuerpo —me explica, pero sigo sin entender que es lo que quiere decir.
—Por favor Doctor, dígame que mi hermanita estará bien —le pido con angustia, él niega con la cabeza y yo lo miro aterrada.
—No les puedo mentir —admite el cirujano—, aún no está fuera de peligro, su condición es delicada —expone con voz lúgubre y siento como si me hubieran golpeado en el estómago—. Solo queda esperar a que los antibióticos funcionen y su cuerpo logre superar la infección; las siguientes horas serán determinantes —añade el hombre y siento que me arrebatan el suelo, Sebastian me abraza por detrás y yo me recargo en él, pues siento que no puedo sostenerme por mí misma.
—Sasha superará la infección, ella es una niña muy fuerte —me susurra Sebastian, intentando darme esperanzas.
Yo asiento convencida, pues necesito creer que así será o me volveré loca.
—Ella está en terapia intensiva. Podrán verla, pero solo la familia y por unos minutos —dice el doctor con voz compasiva.
Yo le ruego a mi padre con la mirada que me permita pasar primero. Necesito verla, decirle cuanto la quiero y animarla a luchar contra ésta enfermedad.
Mi madre sigue ajena a las noticias, pues sigue durmiendo como un bebé en el sofá de la sala de espera.
—Ve tú primero Mila —accede mi padre y le agradezco con la mirada, después me giro hacia Sebastian y miró directamente al cielo de su mirada para llenarme de su serenidad y de su fortaleza; él se da cuenta que necesito me trasmita valor porque me abraza fuerte contra su pecho.
—Sé valiente, Pequeña. Trata de mantenerte tranquila para que puedas trasmitirle toda tu fortaleza a Sasha —me aconseja acunándome en sus brazos.
Y sé que tiene razón, más sin embargo espero poder hacerlo, pues siempre ha sido Sasha quien me infunde valor a mí y no quiero fallarle.
Levanto mi vista hacia él y asiento forzando una sonrisa, después sigo al médico que me indica dónde está mi hermana.
Antes de entrar a verla, me indican que me lave muy bien las manos, que me coloque una bata, un gorro y un cubre bocas.
Entro y siento que se me estruja el corazón al verla tan desvalida, que aunque pareciera que está dormida, luce realmente mal; ella que es tan vivaz y alegre.
Tiene conectados mil cables a su cuerpo, unos miden su ritmo cardiaco y otros tantos pasan, suero, medicamentos y sangre por varias intravenosas.
Antes de acercarme a ella, limpió las lágrimas de mis ojos y tomó un fuerte respiro.
Me siento a su lado, tomó su mano y la beso.
—Sasha, mi ratón preferido —la llamo intentando que no se me quiebre la voz—. No sé si me escuchas, pero de todas formas quiero que sepas cuánto te quiero, quiero pedirte que luches con todas tus fuerzas —le ruego acariciando su cabello— Yo sé que eres fuerte y que puedes contra cualquier adversidad. Sasha... Por favor, no me dejes —le suplico ya sin poder controlar más el llanto — Yo te necesito —expreso en un sollozo, mientras beso repetidamente su frente.
—Basta Mila... —refunfuña mi hermanita que en ese instante abre sus ojos—, no llores encima de mí que me llenas de mocos —se queja con un gesto de dolor, pero haciéndome reír con sus ocurrencias.
Enseguida limpio mis lágrimas y le sonrío con ternura.
—Ratón, me tenías tan preocupada —expreso emocionada—, pero tú ni enferma dejas de hacerme víctima de tus chistes —le reclamo, sonriendo y llorando a la vez. Ella también ríe, pero después hace un gesto de dolor.
—No me hagas reír, que me duele —se lamenta e intenta tocarse el abdomen.
—No, no te toques —le digo deteniendo sus manos—. Tuvieron que operarte, pero ya estás mucho mejor —miento para no asustarla.
—¿De verdad Mila? ¿No me voy a morir? —pregunta mortificada.
Yo niego controlando las lágrimas y forzando una sonrisa.
—No ratón, tú no puedes morirte porque si te mueres yo también me muero —expreso con voz quebrada—. Además quien me regañará si tú no estás o quien dormirá conmigo para que no tenga miedo —le digo intentando quitarle importancia al asunto para no preocuparla.
—Yo tengo miedo, Mila —admite también con voz quebrada— No quiero morir —manifiesta con temor y lágrimas en su mirada. Y al oírla tan asustada, siento que se me va el alma a los pies. Me descomponen tanto sus palabras y quisiera ponerme a llorar porque como ella, yo también estoy tan asustada, pero sé que es ahora cuando debo ser fuerte para infundirle valor, tranquilidad y convencerla que todo estará bien, aunque por dentro, yo muera de miedo.
—No tengas miedo Sasha, yo estoy contigo y no me iré hasta que salgas de aquí completamente sana —le prometo con los ojos llenos de lágrimas, pero controlándolas para no derramarlas.
—¿Lo prometes Mila? Prométeme que no te irás y que no me dejarás sola —me pide con lágrimas rodando por sus sienes.
—Te lo prometo ratón, no iré a ningún lado, ni te dejaré sola —le prometo limpiando sus lágrimas y besando su frente— Te prometo que siempre te protegeré y que haré todo lo posible para que tú estés bien y seas feliz, daría mi vida por ti de ser necesario, Sasha —le aseguro y me lo prometo también a mí misma. Juro que si mi hermanita se salva, cumpliré mi palabra y siempre velaré por su seguridad.
Ella sonríe complacida y acaricia mi mejilla, y no sé porque, pero en el fondo de mi corazón, presiento que pronto todo estará bien y que Sasha saldrá airosa de ésta terrible enfermedad.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top