Capitulo 58

Abro mis ojos suavemente y me encuentro a Sebastian recostado frente a mí y me mira con ternura. Lo saludó con una pequeña sonrisa y vuelvo cerrar los ojos, pero sin borrar la felicidad de mis labios.

—Hola pequeña —saluda en un susurro.

—No me veas, debo estar horrenda —refunfuñó escondiendo mi rostro en la almohada.

—No, no es así. Al contrario luces tan adorable como un bebé.

—¿Qué tanto me miras? ¿Acaso estaba babeando? ¿O roncaba? —pregunto mirando su reacción.

—En realidad, me preguntaba cómo de ese cuerpo tan pequeño, pudieran salir sonidos tan fuertes como los de un oso.

—¿De verdad? —pregunto avergonzada.

—Bueno, la verdad es que sí roncas, pero no como un oso, pero sí como un adorable gatito —se burla de mí.

—Mentiroso, yo no ronco —afirmo, acurrucándome en su pecho, él me abraza y vuelvo a cerrar los ojos, disfrutando de su calor y de la emoción de estar en sus brazos.

—¿Te gustaría preparar el desayuno conmigo o tal vez prefieras salir, o prefieres dormir otro rato, mientras yo lo preparo?

—La opción tres suena muy tentadora, pero no, yo te ayudaré. No es justo que solo tú lo hagas.

—Bien. ¿Vamos ahora o...? —pregunta al ver que no me muevo de su pecho.

—Dame cinco minutos —le pido abrazándolo de la cintura.

—¿Te volverás a dormir?

—No, pero se está tan bien aquí que solo quiero disfrutar un poco más.

—Dime cuando estés lista —se mofa acariciando mi cabello y besando mi coronilla.

—¿En diez años? —bromeó.

—Me parece buena idea, aunque en realidad me parece poco tiempo —sigue con la broma.

—¿Ah sí?

—Sí. ¿Qué tal 25 para empezar? —levanto mi cabeza para mirarlo, preguntándome a que se refiere—. Así quiero estar contigo en 25 años. Tal vez no en este Loft, pero si en una casa grande, con un jardín enorme y con dos o tres pequeños brincando a nuestro alrededor —dice con voz ensoñadora, yo sonrío con nostalgia.

—Te referirás a los nietos, porque en 25 años, ya nuestros hijos estarán en la preparatoria y dudo mucho que salten a nuestro alrededor —digo con sorna y él ríe a carcajadas.

—Tampoco creo que quieras que nuestros hijos se casen siendo unos adolescentes y te aseguro que sí brincarán, aunque sea para pedir dinero para un celular nuevo o un viaje con los amigos —expresa Sebastian hablando de un futuro juntos y me encanta lo que dice y muy dentro de mi corazón deseo con todas mis fuerzas, que así sea.

—¿De verdad nos ves juntos en 25 años? —pregunto con miedo.

—Y en más —responde con seguridad—. ¿Tú no?

—Es lo que más deseo, pero si algo he aprendido es que el futuro siempre es incierto.

—Tal vez, pero yo creo que si deseas algo con muchas fuerzas, puede hacerse realidad —me convence.

—Bien, pues en 25 años seguro estaremos recordando este momento, porque es lo que más deseo —confieso entusiasmada, él suspira satisfecho y vuelve a besar mi cabello.

—Bien, tenemos una cita —agrega con suficiencia. Sonrío contenta.

Vamos. Hoy yo haré el desayuno y tú me ayudarás —le digo sorprendiéndolo con un beso en los labios y escapando de sus brazos, al levantarme de la cama de un salto.

—¿Quieres envenenarme? Tú no sabes cocinar —me recuerda.

—Aprendí algo durante este mes. Dime. ¿Se te antojan los Waffles? —le pregunto recogiendo mi cabello antes de entrar al baño.

—Claro. ¿Pero estás segura que sabes hacerlos?

—Sebastian, deja de ser tan controlador y confía en mí —le pido pellizcando sus mejillas y besándolo en los labios.

—Ok, dime qué necesitas y yo lo haré.

—Mmm —lo pienso—. Harina, huevo, azúcar y... ¿Tienes nutela? —él asiente sonriéndome con incredulidad— ¡Perfecto! Bajo en unos minutos —digo entrando al baño y diciéndole adiós con la mano antes de cerrar la puerta.

Cuando bajó, él luce muy serio mientras va y viene por la cocina sacando los ingredientes de las gavetas.

—Veamos... ¡Ah sí! Lo primero, lavarse las manos y luego la harina... —Comienzo a hacer la mezcla y bato, mientras Sebastian corta un poco de fruta, pero sigue con el gesto serio—. ¿Qué pasa? ¿Por qué estás tan callado?

—Nada, solo pensaba —confiesa con el ceño fruncido. Yo lo miro intrigada, dejó la mezcla a un lado, me acerco a él, le quito el cuchillo de las manos y me siento en sus piernas.

—¿Y me dirás que piensas? —le pregunto buscando su mirada.

—Lo que pasa es que me preguntaba cuando quieres hacer la denuncia. No quiero presionarte, pero creo que no debes dejar pasar más tiempo... —Lo interrumpo con un beso en los labios.

—Quiero hacerlo hoy mismo —declaro sin amilanar mi entusiasmo—. Pero no quiero pensar en eso ahorita o los Waffles quedaran amargos. ¿Ok? —Él asiente con una pequeña sonrisa de satisfacción—. Bien, ahora pinche sírveme un poco de jugo por favor —le ordeno fingiéndome autoritaria.

Él se levanta de su silla y me sorprende a cosquillas, levantándome y sentándome en la barra, besándome con desesperación.

—Me gusta la Mila mejorada —confiesa entre besos y yo sonrío entre sus labios— No te mentiré, tenía mucho miedo de que volvieras cambiada y que no quisieras estar más conmigo.

—¿Por qué querría hacer algo así? —le pregunto extrañada, haciéndome para atrás.

—Porque en ocasiones me he comportado como un imbécil contigo. Sé que a veces soy celoso e impulsivo, pero yo te amo Mila, con todo mi corazón, eso nunca lo dudes —confiesa atormentado, yo le sonrió de vuelta y después beso su nariz.

—Es cierto, a veces te has portado como un imbécil conmigo, pero también te has portado increíble, has cuidado de mí cuando he necesitado, me has demostrado tu amor con miles de detalles y de un millón de formas. Y eso Sebastian, no lo olvido y me demuestra ampliamente tu amor, pero además yo te amo a ti. ¿Cómo no querría estar contigo, si tú eres el único que me hace feliz Sebastian? —le aclaro y se lo confirmo con mi mirada.

Él intenta de nuevo comerme a besos, pero me escapo de sus brazos y salto de la barra.

—Por ahora señor Nichols, le preparé el desayuno y usted juzgará si quiero envenenarlo o no —le digo mientras vuelvo a tomar la mezcla y sigo batiendo. Él acepta resignado y me mira con una sonrisa traviesa.

Poco después el desayuno está listo y ahora soy yo quién lo sirve y Sebastian quien monta la mesa.

—Anda prueba y dime qué tal lo hago —le pido mirándolo expectante. Él finge temor, pero se lleva el tenedor a la boca. Inmediatamente hace un gesto de grata sorpresa.

—Pequeña, esto está delicioso. No cabe duda que regresaste mejorada, ahora hasta sabes cocinar —se mofa.

—Que bueno que te gusta la Mila mejorada, así no extrañarás a la vieja Mila —digo con suficiencia.

—¿Qué dices? Nada de eso, yo amo a la vieja Mila, a la nueva y y a la que será en un futuro. Mila nunca —dice tomando mi mano y mirándome muy serio—, escúchame bien, nunca olvides quién eres o de donde vienes, porque ese pasado es el que define quién eres ahora, pero eso sí, solo tú puedes definir tu futuro. Y no importa cuánto cambies o mejores, nunca pierdas tu esencia Pequeña, porque esa es la que más amo —expresa con pasión.

—Gracias —musito y le sonrió conmovida—. Come o se enfriará tu desayuno —lo incito a comer para evitar ponerme melancólica y arruinar el maravilloso momento.

—Sé que no quieres hablar del tema, pero creo que sería importante que antes de hacer la denuncia lo consultes con un abogado —comenta sin mirarme y mientras come—. Yo había pensado en Marc. ¿Qué te parece? —pregunta dedicándome una pequeña mirada antes de llevarse un bocado a la boca. Sé que lo hace para no hacerme sentir incómoda.

—Me parece buena idea. Le enviaré un mensaje preguntándole si podemos vernos hoy mismo —le informó a Sebastian mientras escribo un texto en el cel. Sé que él está muy nervioso por el tema y espero que esto lo tranquilice.

Marc me responde inmediatamente y quedamos de vernos para almorzar en Central Park.

Yo después de desayunar y recoger la cocina, subo a darme una larga ducha. Sé que no será fácil lo que viene y necesito relajarme un poco.

—Mila hay muchas cosas a tomar en cuenta si denuncias también a tu madre por maltrato. Debes saber que automáticamente, servicios sociales intervendría y si tu padre no las lleva consigo. Tal vez tú por tu edad puedas emanciparte, pero a tu hermanita podrían enviarla a una casa de acogida —nos explica Marc y yo lo escucho atenta—. Además que al emanciparte, tú tendrías que mantenerte por ti misma. Aunque...

—No denunciaré a mi madre —declaro tajante.

—Pequeña, pero ese no es un problema. Tú podrías venir conmigo, yo me haría cargo de ti. Yo podría dejar la escuela y trabajar doble turno —me ofrece Sebastian y en verdad me conmueve y agradezco mucho su ofrecimiento, pero no puedo aceptarlo.

—Sebastian, ese no es el problema, yo también podría trabajar para mantenerme. Pero es mi madre, sé que a veces no lo parece y que no es es la mejor del mundo —le explico—, pero es mi madre —recalco mirándolo con suplica, esperando que me entienda—. Yo no le deseo el mal, solo no quiero que vuelva a lastimarme más. Tampoco puedo dejar a Sasha desamparada, estoy haciendo esto por ella y aunque estoy segura que mi padre no la dejaría sola, no puedo quitarle también a su madre. Además yo no quiero ser una carga para ti. No podría permitir que dejes tus estudios, nunca me perdonaría que renuncies a tus sueños por mí.

—Pero Mila... —intenta alegar.

—Por favor Sebastian —lo interrumpo—, de verdad te lo agradezco en el alma, pero no puedo aceptarlo —le digo con firmeza tomando su mano. Él asiente con los ojos—. Marc, ¿Crees que puedo lograr que Raúl no se acerque más a nosotras?

—Sí, Mila, puedes solicitar a la corte una orden de restricción, después de denunciarlo por acoso e intento de violación. —Marc hace una pausa para darle un mordisco a su emparedado que preparé yo misma. Lo miro y pienso en cómo la batalla comienza, cuando veo la comida con desagrado y pienso que no podré pasar bocado; sin embargo me obligó y como un poco de fruta.

—Pero debes saber —continúa Marc—, qué sin testigos, tal vez la denuncia no proceda, pero la restricción estoy seguro, la conseguiremos. —Asiento pensativa, antes de obligarme a comer un poco más.

—¿Estás bien? —me pregunta Sebastian al verme meditabunda. Yo fuerzo una sonrisa y asiento.

—Estoy bien —afirmó para tranquilizarlo—. Gracias por acompañarme —le digo antes de besarlo en la mejilla. Él se sonroja, por que el que fue más que un beso de agradecimiento, por el que fue un beso cargado de sentimiento. Sebastian toma mi mano y besa mis nudillos.

********

—¿Mila Davis? —me llama la señorita de la comisaría. Titubeo un poco, pero me pongo de pie.

—Soy yo —digo acercándome al mostrador.

La denuncia dura mucho más de lo que pensé. Tengo que repetirle todo a tres policías distintos y a una trabajadora social, y soy sometida a miles de interrogatorios. Es como si la acusada fuera yo. También soy interrogada por un psicólogo que a toda costa quiere que acepte que Raúl abusó de mí; Lo que tal vez en cierta forma sea cierto, pero Marc me explicó que es muy difícil de comprobar y que sería sometida a estudios médicos, a los que no estoy dispuesta a someterme, y menos si no sirven de evidencia.

Después de horas, la policía va a mi casa a detener a Raúl; Jason y Marc me acompañan, para molestia de Sebastian qué le pedí que no fuera; porque no quiero que mi madre sepa de él, pues prefiero mantenerlo lejos de su ira.

En casa, la policía le muestra la orden a mi madre y ellos suben a su habitación por él.

Mientras mi madre inteligentemente se mantiene callada, pero mira desafiante. Marc y Jason, toman mi mano todo el tiempo.

La policía baja con Raúl esposado y custodiado por los dos hombres. Él me mira iracundo, pero yo le sostengo la mirada, dejándole en claro que no le temo. Se lo llevan, después de que reconozco, que él es mi agresor. Apenas sale la policía de la casa, mi madre reacciona.

—¿Qué significa esto? —me grita descontrolada.

—No lo quiero cerca de Sasha —le gruño. Ella quiere decirme más, pero se contiene por la presencia de Jason y Marc, a los que mira desdeñosa.

—Déjennos solas —les ordena haciendo un gesto despectivo con la cabeza.

—No Señora, yo soy su representante legal. Lo que quiera decirle a Mila tendrá que hacerlo frente a nosotros —le deja en claro Marc.

—Por Dios, si eres un bebé —se burla de Marc—. Ella es mi hija, que podría hacerle.

—Sabemos de lo que es capaz —la enfrenta Jason —, pero Mila, no está sola —Mi madre me advierte con la mirada.

—Déjenme sola con ella, estaré bien —les aseguro sin quitar mi vista de ella.

Ellos salen y mi madre comienza a gritarme como una loca a la cara, haciendo ridículas reclamaciones.

—¿Cómo te atreves? —me cuestiona tomándome con fuerza del brazo, pero yo me zafo con brusquedad.

—No me toques, no volverás a hacerlo si no quieres que también te denuncie a ti por maltrato —le advierto—. Si no lo hice, fue por Sasha, pero si vuelves a tocarme un solo cabello —le grito —, uno solo, no me detendré a hacerlo. Y créeme, tengo testigos y pruebas.

—¿Sabes el escándalo que eso te traería? —me reclama perdiendo la compostura.

—No es a mí a quien le importa el qué dirán —le recuerdo. Ella gruñe exasperada—, pero —agrego—, te propongo un trato —le ofrezco, ella me mira intrigada—. Yo no te denunciaré, pero tú no volverás a traer a tu amante, ni a ningún otro hombre a la casa. No volverás a golpearme y serás con Sasha la madre que nunca fuiste para mí —le expongo mis reglas. Ella analiza mis palabras— Sino, además le contaré a mi padre todo, sé que me dirás que no me creerá, pero tengo testigos y sé que al menos lo haré dudar. Tú y yo no tenemos que vernos, ni hablarnos, solo seremos dos desconocidas bajo él mismo techo. Porque si me quedo es por mi hermanita. ¿Lo entendiste? —digo con voz firme, aunque por dentro siento que tiemblo. Ella me mira impotente, sé que se está conteniendo para golpearme por qué tiene sus manos en puños.

Segundos después de pensarlo, asiente derrotada. Yo doy media vuelta y voy hacia la salida, pero me encuentro con Sebastian que ya venía por mí.

—Pequeña ¿Estás bien? —pregunta preocupado, al verme salir de la casa temblando.

—Mejor que nunca —respondo con alivio—. Mejor que nunca —río nerviosa.

—Morí de miedo cuando vi salir a Jason y Marc solos. Por favor dime que no te tocó —Niego—. Por favor no vuelvas a darme estos sustos.

—Mi madre no es tonta nunca se arriesgaría a golpearme con la policía afuera de su casa —le aclaro—, pero ya le dejé claro que si lo vuelve a hacer, no me detendré en denunciarla —le cuento abrazándome a él. ¡Dios creí que no podría enfrentar a mi madre, pero lo hice!

—Vamos... —dice él llevándome fuera.

—Sebastian.. ¿Podrías llevarme a ver a Sasha? La he extrañado mucho y necesito verla —le explico.

—Por supuesto mi amor —besa mi cabeza—, no necesitas explicarme, yo entiendo.

Toco a la puerta de la casa de mi padre; esperamos en silencio, de pronto la puerta se abre

de golpe y sale la esposa de mi padre. Una mujer joven, rubia curvilínea, con muy mala cara y que me observa con desprecio.

—¿Qué es lo que quieres? —pregunta sin siquiera saludar y de forma grosera.

—Necesito hablar con Sasha —digo también sin saludar.

Ella voltea los ojos con fastidio y va adentro de la casa, donde se escuchan la risa de mi padre, de Sasha y de dos pequeños. Risa que me causan una hermosa emoción por oír tan felices, a mis seres queridos. Pero no nos invita a pasar, Sebastian y yo nos miramos confundidos.

—¡Sasha! ¡Te busca tu hermana! —grita la mujer con molestia, después regresa a la puerta.

—No entiendo qué haces aquí —comenta de mala gana—. A Sasha la acepto por que es hija de Robert, pero tú... —dice mirándome con asco. La miro anonadada, no entiendo nada o no quiero entender.

—Sera mejor que nos vallamos Mila —dice Sebastian que toma mis brazos por detrás.

—¿Yo qué? —la reto a que continúe. Ella abre su boca para hablar, pero de pronto mi padre no se lo permite.

—¡Evelyn! —grita amenazante—. Hola Mila dice forzando una sonrisa y besa mi mejilla—. Sr. Nichols —saluda a Sebastian—. Gracias Evelyn, yo me haré cargo —le hace saber a su esposa. Ella frunce el ceño y después entra a la casa. Mi padre trae el cabello alborotado y pintura en la cara.

—Ahora viene Sasha, ella fue a lavarse las manos —nos informa mostrándose amable.

—Tu esposa, ella dijo... —intento preguntar, pero él evade mi mirada.

—¡Mila! —grita Sasha emocionada de verme. Las dos nos envolvemos en un abrazo y no puedo evitar de emocionarme de ver a mi hermanita bien.

—¿Estas bien? —le pregunto mirándola y pasando su cabello detrás de sus orejas, ella también tiene pintura en su rostro.

—Yo estoy bien, pero tú ¿Por qué estas triste?

—No estoy triste —digo forzando una sonrisa—. es solo que estoy muy contenta de verte —le aclaro—, te extrañaba —confieso y la observo admirada, es lo increíble lo rápido que crece, ya casi es de mi estatura.

—Yo también te extrañé —dice mi hermanita abrazándose de nuevo a mí y por encima de su hombro miro a mi padre que luce nervioso—. ¿Qué haces aquí? —pregunta extrañada.

—Solo quería verte, hace tiempo que no nos vemos y no pude aguantarme hasta mañana le explico a mi hermanita—, aunque creo que hubiera sido mejor no haber venido —agrego mirando a mi padre, él vuelve a evadir mi mirada—, pero bueno, será mejor que nos vayamos, no somos bienvenidos en esta casa.

—No hagas caso, esa bruja es una amargada —menciona Sasha sin pena.

—¡Sasha! —la reprende su padre.

—Ok, Evelyn —corrige guiñándome un ojo.

—Adiós Sasha, te veo mañana en casa —me despido besando su mejilla—. Por cierto tienes pintura en el rostro —le informo.

—¡Ah sí! Estaba pintando con mi padre y mis hermanos. Por cierto, la bruja se pondrá como loca cuando vea que manchamos todo el salón de pintura —me cuenta con una sonrisa traviesa. Yo fuerzo una sonrisa, pero no puedo evitar sentir celos de ella y una gran nostalgia por esos días que yo también tuve un padre amoroso.

—Nos vemos —le digo a Sasha, después me dirijo a mi padre—. Siento mucho haber venido, buenas noches—. digo antes de dar media vuelta y salir de ahí.

—Mila espera —me habla mi padre—. ¿Necesitas algo? —pregunta y sé que se refiere a dinero—.

—No, lo que necesito creo que acabo de descubrir que tal vez, tú nunca me lo puedas dar —le digo sin mirarlo, porque no quiero quebrarme delante de Sasha. Él me mira desconcertado, pero sin darle mas explicaciones camino hacia el auto de Sebastian.

Ya en el auto, Sebastian que me mira con lastima, toma mi mano y besa mis nudillos. Yo evado su mirada.

—Mila de verdad no creerás lo que dijo esa mujer...

—No Sebastian —lo interrumpo—, por favor, no sigas —le pido—. No quiero pensar en eso, creo que por hoy tuve suficiente. Él asiente preocupado y después enciende el auto.

Llegamos al departamento y esta sensación de agotamiento, me obliga a mantenerme callada y abatida.

—Creo que me daré una ducha —le informo subiendo las escaleras de forma pausada—. —¿No prefieres que prepare la bañera para que te relajes? —ofrece mi chico con cariño. Lo pienso un segundo y suena tentador, pero lo único que quiero es ir a la cama de una buena vez.

—Gracias, pero quiero dormirme temprano, mañana regreso a clases y quiero estar descansada —le expongo.

—Bien, mientras te duchas prepararé la cena, y la llevaré a la cama —la solo mención de la cena me hace doler el estómago, pero sé que saltármela, no es una opción. Solo asiento y después voy al baño

Cenamos en silencio, Sebastian me observa todo el tiempo y respeta por largo tiempo mi mutismo, sabe que no tengo ganas de hablar.

—Mila... Yo... —duda— Yo odio verte triste —declara con nostalgia—. No me gusta verte así. Por favor, quiero ver a la Mila de la mañana.

—Lo siento —digo forzando una sonrisa—. Estoy bien, es solo que ha sido un día muy largo, me siento agotada.

—Lo entiendo, ha sido un día difícil, pero por favor quiero verte sonreír de nuevo —me ruega con ternura. Yo sonrío genuinamente, él me hace sonreír con su ternura y su amor.

Sebastian sonríe de vuelta y acaricia mi mejilla.

—¿Ya saben que bailaran esta temporada? —dice cambiando de tema y lo agradezco.

—El cascanueces, coreografía de Peter —le cuento sin mucho entusiasmo.

—Seguro te darán el papel principal —dice muy animado.

—No lo creo, tienen todo el mes con ensayos y yo no he estado, así que con un papel con el cuerpo de ballet me daré por bien servida —confieso.

—Nada de eso, tú mereces el mejor papel y veras que ese papel será tuyo —expresa con seguridad, y haciéndome sonreír con su optimismo.

—Mañana hay audiciones y yo no sé la coreografía —le platico y él me mira pensativo.

—Y no crees poder aprendértela mañana mismo, yo estoy seguro que sí —dice alentándome.

—¿Tú crees? —pregunto animada.

—Por supuesto, no por nada eres la niña de oro del ballet —manifiesta con orgullo, haciéndome sentir feliz. No porque quiera ese papel si no por su confianza y fe en mí, por su apoyo y todo su amor.

Mas tarde estamos acostados y por más que lo intento no logro sacarme las palabras de esa mujer de mi cabeza. Sebastian no vuelve a mencionar el tema y lo agradezco, pero sabe que necesito de él por que no me ha soltado y me mantiene cautiva e inmensamente segura en sus brazos. Yo cierro los ojos para obligarme a dormir y no llorar, no quiero llorar más, pero acabo de descubrir que también se puede llorar con los ojos cerrados y sin poder evitarlo el temblor de mi barbilla evidencia mi estado.

—Mila. ¿Sabes? Yo creo que esa mujer miente —declara besando mi cabello una y otra vez—. No lo dejes así, investígalo, pregúntale a tu padre —me sugiere.

—Eso explicaría muchas cosas —admito—, pero... No, no quiero saber —confieso—, prefiero no saber.

Sebastian me estruja con fuerza entre sus brazos y yo me aferro a él.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top