Capitulo 55
Entramos al consultorio de la Dra. Kim y mis tres amigos están sentados en el sofá más grande; Jason se levanta y ofrece que me siente en su lugar. Me siento en medio de Sara y Olivia, Jason toma asiento en un sillón al lado y la Dra. Lewis lo hace en frente de mí en otro sillón.
—Bien. ¿Alguno de ustedes quiere empezar diciéndole a Mila como les afecta su enfermedad? —les pregunta Kim a mis amigos.
Yo me muevo incomoda en el sillón, los tres se miran entre sí y Sara decide que será la primera.
—Empezaré yo. —La doctora asiente.
—Adelante. —La invita a continuar.
—Yo quiero ser la primera, por que yo siempre soy la más dura contigo Mila... —declara mi amiga con voz firme.
—Entonces me gustaría que fueras la última —la interrumpo, todos me observan confundidos, pienso que ellos ya habían armado un plan. Yo acabo de cambiárselos.
—¿Por qué Mila, porque quieres que Sara sea la última? —pregunta Kim, también desconcertada.
—Por qué no sé si pueda soportar todo lo que me diga, ella siempre me planta cara y hace que me enfrenté a mis más oscuros demonios. No sé si podré soportar más, después de que ella hable. Por eso quiero que Jason y Olivia lo hagan primero.
—Bien. ¿Olivia, Jason?
—Yo primero —dice Olivia sorprendiéndonos a todos.
La Doctora con un gesto de cabeza le hace saber que puede empezar.
—Mila, yo quiero que sepas antes que nada que te quiero mucho, sabes que te quiero como si fueras mi hermanita y tengo años viendo cómo te aíslas, y te encierras en ti misma. Tengo años viendo lo triste que estás y lo mucho que te lastima todo lo que has vivido. Y no sabes cuánto me duele verte así, pero esto último que estás viviendo lo de tu problema con la comida, esto si me destroza. —Ella me habla con lágrimas en los ojos, yo la escucho atenta y mirándola a los ojos sin poder controlar mis propias lágrimas, que tengo que limpiar continuamente por qué corren abundantes por mis mejillas.
—Debo confesarte que hace mucho sospechábamos de tu problema, pero te veíamos comer y entonces nos convencíamos de que estábamos equivocados y que solo era un rumor en la compañía por la envidia que las demás chicas te tienen. Pero fue en Australia cuando confirmamos lo que te pasaba. Necesitábamos convivir más de cerca de ti para confirmar lo que ya imaginábamos. Pero lo peor de todo es que ya ni siquiera comías, pasabas días enteros sin hacerlo, sufriendo desmayos y dándonos unos sustos de muerte. Pero esa noche en Australia cuando Sara te confrontó. Ese día, no tienes idea lo doloroso que fue verte torturarte a ti misma, forzándote a comer por darnos gusto. —Olivia habla sin siquiera tomar aire y cada una de sus palabras duelen en el alma, pero lo que más duele, es verla tan triste—, ese día realmente me partió el alma verte tan mal, tan rota y me pregunté cómo fue que esperamos tanto tiempo para darnos cuenta de que tenías un problema. Mila, estas semanas le he estado dando vueltas al asunto y me di cuenta que siempre lo supimos, pero nos negamos a creerlo y ahora me siento culpable por no haberte ayudado antes —termina la ultima oración con la voz quebrada y temblándole la barbilla.
—No Olivia, no te sientas culpable, nada esto es su culpa, es solo mía. Era yo quien la se lastimaba a sí misma —le aclaro mortificada y apretando su mano con la mía. Sé lo que es cargar con culpa y nunca imaginé que mis amigos se sintieran así.
—Mila tiene razón, ustedes no podían saber a ciencia cierta lo que le pasaba. No tienen porque sentirse culpables, los enfermos de Anorexia y bulimia, se vuelven expertos en esconder su problema. Vomitan y se purgan de forma que nadie se entere —les explica Kim. Ellos asienten, pero yo bajo mi cabeza avergonzada—. Olivia. ¿Hay algo más que quieras decir?
—Solo que espero que tu tiempo aquí, haya sido de gran ayuda y que siempre tendrás una hermana en mí y contarás conmigo para todo.
—¡Gracias! —respondo entre sollozos y limpiando mis lágrimas. Ella me sonríe dulcemente.
—¿Jason? —lo exhorta la directora.
—Bueno, yo también quiero que sepas cuánto te quiero. Sabes que no tengo mucho tiempo de conocerte, más sin embargo te has convertido en mi mejor amiga y en un gran apoyo para mí y mi carrera. Al igual que Olivia, a mí siempre me desconcertaba verte siempre triste y no comprendía como siendo la mejor bailarina de la compañía pudieras estar deprimida. Pero bueno, luego fui conociendo las circunstancias que te rodeaban y lo entendí un poco. Luego comenzaste con los desmayos, nos dabas cada susto que no te imaginas las de veces que casi me desmayo junto contigo. —Mis amigos hablan y la doctora escribe en una libreta. Yo sigo con los ojos inundados y lacerándome mentalmente por lastimarlos de esa forma— Y sí, en Australia y todo el asunto con Sebastian, fue el detonante para que no pudieras esconder más tu problema. También pienso como Olivia, que fue muy duro ver cómo sufrías esa noche en la que te obligaste a comer y lo mucho que te costó hacerlo. No sabría bien como describir el sentimiento que me provocaste, pero te aseguro que no fue lástima, ni compasión. Fue tan difícil, fue verdaderamente lacerante, fue una tortura verte tan desolada. Que creo que ha sido lo más duro que he vivido en mi vida. Además el verte hecha un guiñapo, como dice Sara, como un fantasma. Tú, mi hermosa amiga del alma, te vi tan destrozada y a la vez rendida, ahí fue donde me di cuenta realmente de la dimensión de tu problema. El pensar que estás en riesgo de morir, Mila y que puedo perder a mi mejor amiga, eso sí no podría soportarlo. —Lo escucho hablarme con el corazón en la mano, lo veo doblarse y llorar como un niño. A Jason, él que siempre es una castañuela, tan alegre, tan vivo y ahora lo veo tan triste, que siento que no lo soporto. Me cubro la cara y sollozo abiertamente en mi regazo. Todos guardan silencio por unos largos minutos hasta que logró conseguir el valor para verlos a la cara.
—Lo siento, de verdad lo siento. Nunca fue mi intención lastimarlos —confieso negando firmemente con la cabeza.
—No pequeña, no nos lastimabas a nosotros, te lastimabas a ti misma y eso era lo más duro. La impotencia de no poder hacer nada por ti, por qué la única podía hacerlo eras tú misma y en esos momentos tú sólo querías morir y castigarte por algo que nunca ha sido tu culpa —manifiesta mi amigo mirándome con ternura.
Kim vuelve a escribir en su libreta, después mira a Sara haciéndole saber que ella continua.
Yo tomo un fuerte respiro y enderezó la postura, mentalmente me estoy preparando para lo que viene. Sé que Sara será despiadada y sé que debo ser lo más fuerte que pueda.
—Mila yo... Yo también comenzaré diciendo cuánto te quiero, tú lo sabes. Sabes que te quiero como la hermana que no tengo y a la que quiero proteger del mundo entero. Sabes que pelearía a muerte por defenderte, pues eso es lo que hago cuando te confronto, peleó contigo por qué eres tú misma quien se está lastimando. Estoy defendiéndote de ti misma. ¿Te das cuenta como tú eres tu propia enemiga? —cuestiona con desolación en su mirada. Y siento un inmenso dolor que me carcome el alma—. Y lo odio, odio ver cómo te lastimas, como te castigas por algo que no fue tu culpa. Tienes más de tres años ocultándote en las sombras, tienes más de tres años lacerándote a ti misma, como si hubieras sido tú la merecedora de un castigo y tú sabes que no eras tú a quien tenias que castigar —La doctora Kim vuelve escribir en su libreta, pero esta vez apenas se detiene unos segundos y luego vuelve a escribir a toda prisa. Yo sigo llorando a mares, es como si mis lágrimas no se extinguirán jamás.
—Mila, no te voy a mentir, estoy muy enojada contigo, mucho. —Vuelvo a cubrir mi rostro, no puedo sostenerle más la mirada, además me duele oírla decir que está enojada conmigo. Pero ella continúa—. Me enoja ver como te estás destruyendo, cuando tienes una carrera brillante por delante, y un futuro tan prometedor, cuando muchas bailarinas deseáramos tener esas oportunidades que tú tienes. Ya sé, tú has trabajado por esas oportunidades como nadie lo ha hecho, sé también que nadie se las merece tanto como tú. Pero es inconcebible ver cómo echas abajo todos tu esfuerzo por qué prefieres tirarte a llorar en lugar de ponerte de pie y seguir luchando. —Sigo sollozando en mis manos, pero escucho con dolor todo lo que me dice. Siento un dolor tan fuerte en el pecho que creo me están partiendo el corazón en dos—. Me enoja ver cómo te saboteas y te autodestruyes a ti misma y me enoja porque estas lastimando a mi mejor amiga, a mi hermana del alma —dice la ultima oración en un chillido—. Y no, no quiero seguir viendo cómo te dañas, por eso te exijo que dejes de lastimar a mi amiga, que dejes de destruir a mi hermanita —me exige—. Ella se merece más, ella es una hermosa chica, de un gran corazón que su único pecado ha sido el dejar libre a su violador. —Yo levanto mi rostro y la miro alarmada. No puedo creer lo que acaba de decir, no puedo creer que me hable así. Me pongo de pie y la miro de frente, Olivia toma mi mano.
—No Sara, eso no. No tienes ningún derecho a hablar de mis cosas, de eso no —la enfrento con suplica en la mirada.
Ella me mira desconcertada, creo que acaba de darse cuenta de que está diciendo cosas que no quería que nadie supiera. La Dra. Kim deja de escribir y niega con la cabeza.
Yo no puedo más con todo esto, salgo corriendo de ahí.
—Mila, espera... —me grita Jason.
—Déjala. Necesita un tiempo a solas —le dice la Doctora.
Yo corro hasta dónde está la capilla, ahora voy hasta el frente y justo de bajo del Cristo me hinco en el suelo y suplico por fuerza para poder soportar esto.
—Dios mío por favor ayúdame, por favor dame fuerza para poder soportar todo esto. Es lo único que te pido padre mío, fuerza —Sollozo libremente, y de nuevo siento que me cuesta respirar. Pero necesito sacarlo, necesito sacar todo el dolor que siento dentro, necesito sacar todo el daño que me han hecho. Mis sollozos terminan convirtiéndose en fuerte alaridos, en gruñidos y lamentos. Lloro hasta que no hay más lágrimas que derramar, y hasta no hay más voz para gritar, lloro hasta que no queda más oxígeno para sollozar.
Termino completamente derrumbada en esa pequeña capilla, estoy echa un ovillo en el suelo abrazando mis piernas, pero extrañamente siento mucha paz. Una paz que hace mucho no sentía.
—Mila. ¿Estás bien? —Sin previo aviso o no lo oí llegar, pero Steve, el médico me habla preocupado.
Limpio las lágrimas que quedan en mi rostro, y asiento lentamente, mientras me incorporo.
—Estoy bien —musito.
Mirándome con ternura, Steve pasa un mechón de mi cabello por detrás de mi oreja.
—Mila... —interrumpe Olivia—. Yo... —titubea al encontrarme con el doctor del centro.
—Yo las dejo solas para que hablen —dice Steve antes de salir de la pequeña capilla.
—Sabes que Sara no tenía la intención de decir lo que dijo —menciona Olivia apenas sale el medico, yo niego con la cabeza.
—Ella no tenía ningún derecho de decirle a nadie que abusaron de mí —le expongo a mi amiga.
—Lo sé Mila, pero date cuenta de que lo dijo sin querer. Ella creyó que la doctora ya lo sabia y está muy arrepentida. Perdónala, lo dijo sin pensar, lo dijo enojada, sabes lo impulsiva que es. —Vuelvo a negar con la cabeza, ni siquiera sé que es lo que más me duele, si la indiscreción de Sara o el que Kim sepa lo que me hizo Fabienne y comience de nuevo la tortura de afrontar lo que pasó.
—Mila... ¿Podemos hablar? —La voz de Sara viene de la puerta, yo no respondo. Ella se acerca, Olivia se levanta y le deja su lugar.
—Mila por favor, perdóname. Te juro que yo no sabía que la doctora no estaba enterada. Perdóname por ser tan dura. La doctora me explicó que a veces nos enoja o no podemos ver en los demás lo que no queremos aceptar de nosotros mismos, supongo que debo averiguar qué es lo que realmente me molesta —expresa intranquila, yo la miro con curiosidad—. Mila, por favor dime que me perdonarás, me molestaría mucho conmigo misma por perder a mi mejor amiga por mi enorme bocota. —No le respondo, solo me abrazo a ella con todas mis fuerzas, y ella responde de la misma forma, e inmediatamente la escucho sollozar. Me separo para verla a los ojos.
—No Sara, no llores. Tú no —le pido con un nudo en la garganta.
—Déjame llorar, ahora que puedo. André dice que soy una roca, que nada me conmueve, pero eso no es cierto. Tú me conmueves, tú y tu dulzura, tú Mila, me conmueve tanto tu dolor como no tienes una idea, pero yo prefiero retarte a salir adelante en lugar de tirarme a llorar contigo.
—Ahorita lo estás haciendo —me burlo volviéndola abrazar.
—Para que veas que también puedo compadecerme de los demás. Aunque en realidad tuve mucho miedo de perderte, por ser tan cabeza dura.
—Aunque no lo creas, te agradezco que seas dura conmigo, sé que lo haces por mí bien y que lo único que quieres es ayudarme. Pero a veces necesito que solo te sientes a llorar conmigo y no me digas nada.
—Ok, te juro que de vez en cuando intentaré cerrar mi bocota y no decir más.
—Gracias. Sara no debiste decirle a Kim lo que Fabienne me hizo, yo no quería...
—Lo sé y lo siento —expresa arrepentida—, pero creo que es importante que ella lo sepa para que de verdad pueda ayudarte. —Yo asiento pensativa.
—Lo sé —admito.
Sara me ayuda a levantarme, me acompaña al baño a lavar mi cara y después las dos alcanzamos a Jason y a Olivia que ya están sentados en una mesa del jardín.
—¿Mejor? —me pregunta Jason, solo asiento y fuerzo una pequeña sonrisa—. Que bueno que arreglaron sus diferencias —dice Jason con sorna.
—Claro que no —respondo fingiéndome indignada, los tres me miran expectantes—. Sara y yo siempre tendremos diferencias, pero la acepto tal como es y la quiero tanto que no me queda de otra que soportarla por siempre. —Los tres ríen a carcajadas.
—Que bueno que estas de mejor animo —interrumpe Steve, el médico.
—¡Sí, gracias! Mis amigos siempre me lo levantan.
—Me da gusto saber que tienes tan buenos amigos. ¿Puedo acompañarlos a comer? —Mis amigos enseguida aceptan y le hacen espacio en la mesa, yo lo miro un poco... ¿Preocupada? No sé, pero no me gusta mucho, su insistente cercanía.
Yo como en silencio y todos parecen saber que no deben distraerme de mi comida así que no me insisten en hacerme hablar. Steve dirige la conversación, prácticamente confiesa a mis amigos sobre mi vida, ganándose su simpatía, incluso promete ir a vernos bailar a New York. Sara y Olivia, no ocultan la atracción que el médico les provoca, yo solo niego con la cabeza y pongo mis ojos en blanco cuando las veo coquetearle tan descaradamente.
—Bueno, yo los dejo para que puedan despedirse de Mila. Que tengan buen viaje chicos, espero verlos pronto pero en mejores circunstancias —se despide de cada uno de ellos con un apretón de manos, pero Sara y Olivia, atrevidas lo jalan y lo besan en la mejilla.
—Un placer doctor —le dice Sara con coquetería. La miro con incredulidad, será casquivana y luego nos quejamos de los coqueteos de nuestros novios.
—Sí, un gusto conocerlo y charlar con usted —agrega Olivia, sorprendiéndome todavía más. La dulce Olivia coqueteándole al medico sin importarle lo que Noah piense. El médico se aleja de nuestras mesas y todavía no lo hace lo suficiente, Sara y Olivia comienzan a hablarme de él.
—¡Dios, que bombón! Y tú le gustas Mila —comenta Olivia con una sonrisa cómplice.
—Sí, es realmente guapo. Y vaya que le gustas, es tan obvio —menciona Sara. Abro grande mis ojos.
—Bajen la voz, las va a oír —las regaño y me giro a mirarlo para asegurarme que no haya escuchado, pero me encuentro con su mirada curiosa y su tímida sonrisa—. ¿Qué es lo que les pasa? ¿No pueden ser más indiscretas? —Ellas se alzan de hombros y Jason me mira divertido.
—¿Qué tiene de malo? No decimos mentiras —alega Sara.
—Que soy yo la que lo verá todos los días, además ya bastante tengo con tenerlo de público todos los días cuando practico —replico.
—¿De verdad? Te digo que le gustas —asegura Sara.
—Tal vez, pero esto no está bien, es raro. Él es mi doctor, además es casado y tiene una nena como de un año.
—¿Cómo lo sabes, él te lo dijo? —pregunta Jason.
—No, pero tiene una foto en su escritorio de los tres.
—Una lástima —dice Sara exagerando el gesto de aflicción.
—¿Qué hay dé André? —le preguntó con gesto de incredulidad.
—¿Qué tiene André?
—Que sales con él, que no le gustaría ver cómo coqueteas con Steve.
—No tiene porque enterarse. ¿Tú no le dirás, cierto?
—Obvio no. Pero no puedo creer que nos molestemos con nuestros novios cuando ellos hacen lo mismo, pero les parezca que bien que ustedes lo hagan —les digo exagerando mi gesto de confusión, mirando fijamente a Sara y a Olivia.
—Y a poco crees que ellos no lo siguen haciendo cuando no estamos. Ellos jamás dejan de coquetear, pero no hay problema mientras no los sorprendas o no te enteres. —Mis pensamientos viajan a Sebastian y a Allison juntos y no, me niego a pensar en mi novio coqueteando con otra. No cuando no puedo ir y asegurarme de que no sea así.
—Además no estamos haciendo nada malo. Solo es un tonto juego.
—Ya habíamos hablado de ese tema, pero ellos eran los infieles por hacerlo. Para mí eso se llama doble moral. —Los tres me miran divertidos y yo no le veo lo divertido por ningún lado.
—Tranquila Mila, tienes razón. No está bien coquetear con otros hombres, mujeres o no, pero no tiene nada de malo divertirse un poco.
—Pues yo creo que no debemos hacer, lo que no queremos que nos hagan y yo odiaría ver a Sebastian coqueando como las vi a ustedes.
—Uy, y eso que el doctor con quiere es contigo, no conmigo, ni con Olivia —se burla Sara y los tres me observan estudiando mi reacción. Yo hago un gesto doloroso.
—Por favor cambiemos de tema. ¿Cuéntenme como van con los ensayos?
—Pues más o menos —dice Jason, pero los tres hacen un gesto doloroso.
—¿Por qué? ¿Qué pasa?
—Pues que la competencia está más dura. Como tú no estás, todos se creen con más oportunidad y se están esforzando al máximo, incluso Megan está ensayando más de 8 horas sin parar. —Suspiro pensativa, después yo también hago un gesto doloroso.
—Lo siento por todo lo que les estoy ocasionando con mi enfermedad, pero estoy segura de que nadie les quitara sus papeles a ustedes. —Ellos se miran entre sí.
—¿Hay más? Por favor díganme todo.
—Pues... Lo que pasa es que el baile no será de Balanchine, será coreografía de Peter y ya le prometió a Megan, que si tú no regresas al cien, le dará el principal. —Solo cierro los ojos en un gesto doloroso, después levanto los hombros intentando parecer indiferente, pero luego mis hombros se hunden en un claro gesto de derrota.
—Ya sabía que algo así podía pasar y pues ahora tendré que vivir con las consecuencias de mis actos. Tal vez no tenga caso si quiera seguir ensayando los papeles de Marie y la de hada de azúcar, si la coreografía será completamente desconocida para mí.
—Pero además Peter eliminó el papel de la hada, su coreografía la hará el personaje de Marie. Pero tú sigue practicando y total si lo consigues genial y si no pues... —Asiento pensativa. ¿Y si ni siquiera me dan un papel con el cuerpo de ballet? Regresaré más pesada, sin saber la coreografía de Peter y con menos práctica que las demás.... ¡Dios! Suspiro resignada.
—Tienes razón, al menos tengo que intentarlo, además me sirve para mantenerme ocupada. En fin... ¿Y ustedes cómo van con las prácticas?
—Bien, ahorita estamos aprendiendo las coreografías para las audiciones —responde Jason.
—¿Cuando serán las audiciones?
—Dentro de ocho días —me informa Olivia.
Hundo mi rostro en mis manos, ¿Qué le he hecho a mi carrera?
—No tendré tiempo de aprender ninguna coreografía, definitivamente quedaré fuera esta temporada —expreso mortificada.
Ninguno de mis amigos dice nada más, lo que quiere decir que piensan lo mismo que yo.
Ellos hablan de los pasos tan complicados que Peter y Jonathan les están enseñando y lo mucho que les está costando aprenderlos, pero mi cabeza ya comenzó a dar vueltas en lo tonta que soy, en que no no debí haber venido, ni haber dejado que todo esto me absorbiera. Debí ser más cuidadosa, debí cuidar de no debilitarme, como mi madre me dijo. ¡Dios! ¿Pero que estoy pensando? ¿Acaso me estoy volviendo loca?
Poco después mis amigos se despiden para volver a New York, por supuesto quedamos de vernos a mi regreso. Por lo pronto vuelvo a quedarme sola en este lugar.
Sin dudarlo, voy a cambiarme de ropa y corro al salón de baile, es día libre y dudo mucho que Kim se oponga a que lo haga. Bailo por más de cinco horas, de nuevo el Dr. Steve es parte del público, que hoy por ser domingo aumento con algunas chicas, pero a los que no presto atención para concentrarme en mi técnica. Pero todos después de la segunda hora se van retirando dejándome sola, con solo el médico como mi espectador. De pronto, la música deja de sonar y me detengo en seco y veo que quién apagó el sonido fue Steve, quien ya se había retirado dos horas antes.
—Vamos Mila, tienes que descansar.
—Pero, todavía tengo mucho por ensayar... —Me interrumpe su severa mirada, y me hace sentir como una pequeña reprendida por su padre.
—Sabes que no debes esforzarte de más. —Asiento con un mohín y comienzo a recoger mis cosas—. Lo siento, pero debo pensar en tu salud —dice con voz firme.
Camino hacia la puerta sin responder.
—Mila espera —me dice tomando mi brazo, inmediatamente me tenso—. Quiero que sepas que estoy preocupado. La Dra. Lewis me dijo que te irás el fin de semana y no creo que estés completamente recuperada.
—Lo estaré —Me zafo de su agarre y sigo caminando.
—Mila. ¿Puedes detenerte un segundo y escucharme? —Me detengo pero no me giro a verlo, pero él viene y se planta frente a mí—. Mila, yo... Yo estoy enamorado de ti... —confiesa mirándome fijamente a los ojos—. Sé que está mal, sé que no debo, y traté de evitarlo a toda costa, pero no pude. —Lo miro con angustia, mientras el acaricia mi mejilla y comienzo a temblar.
¡No Dios! Por favor, no otra vez. Doy un paso atrás y cierro los ojos en un gesto doloroso.
—Lo siento, sé que no debí tocarte, pero... Pero tengo tanto tiempo queriendo hacerlo que no pude controlarme más —declara atormentado.
—Pues contrólate, porque no quiero que me toque. Tú... Usted... —corrijo y titubeo—. ¡Por Dios! Esto no está bien, usted es mi médico, además es casado, tiene una hija. ¿Acaso no piensa en ellas? —Él baja la mirada avergonzado.
—Sí, tienes razón y créeme no quiero lastimarlas, pero esto que me haces sentir no puedo controlarlo más. Tengo semanas luchando contra este sentimiento, yo mismo me he reñido por sentir esto. ¿Pero que hago? ¿Dime cómo le hago para evitar este sentimiento? ¿Cómo lo apago? —me pregunta ansioso.
—No, no, no, esto no está bien —niego completamente contrariada y retrocedo lo más lejos posible de él.
—¡Lo sé! Sé que estoy rompiendo mi código de ética. Sé que estoy siendo un idiota con mi esposa por estar con ella mientras pienso en ti, lo sé —admite—. Pero si tú me aceptas, si tú me das una oportunidad, ahora mismo iré a pedirle mi renuncia a la doctora Lewis y el divorcio a mi esposa —ofrece con desesperación.
—¡No! —expreso exasperada—. Usted no puede hacer algo así por alguien que ni siquiera puede corresponderle. Yo tengo novio y lo amo, pero además yo no podría destruir un hogar. Jamás andaría con alguien sabiendo que abandonará a su esposa e hija —manifiesto con molestia.
Él se acerca a mí intentando tocarme de nuevo, pero conforme él avanza hacia a mí, yo retrocedo. Él se da cuenta de que no quiero que se me acerque y se detiene.
—Mila, yo no las abandonaría. Yo seguiría viendo por ellas, yo no podría desampararlas nunca. —Pienso por unos segundos lo que me dice.
—Quiere decir que si yo lo acepto y le pido que no las vea nunca más. ¿No lo haría?
—No Mila, eso no. Yo no podría nunca dejar de ver por ellas, yo de verdad las amo.
—Ahí tiene su respuesta —expongo con firmeza. Él me observa pensativo, parece no entender lo que quise decir.
—¿Quieres que las deje de ver? —pregunta mortificado.
—¡No! Lo que quiero decir, es que usted si ama a su esposa y a su hija, pero esta deslumbrado por mí y ni siquiera sé porque. Doctor, no pierda lo más por lo menos, ni por mí, ni por nadie más. Yo podría ser una bruja sin escrúpulos y aceptarlo solo por vanidad o por saberme más mujer que su esposa. Pero nadie, créame, nadie lo amará como su esposa lo ama —le explico y él me escucha atento.
—¿Cómo lo sabes? —pregunta intrigado.
—Por como lo mira en la foto que tiene en su escritorio. Ella no sólo lo ama, lo admira, usted es su héroe, podría decir que su todo —le aclaro haciéndole ver lo que pone en riesgo.
—Sí, mi esposa es realmente una mujer muy especial. Pero también tú.
—No doctor, yo no tengo nada de especial solo que soy una buena bailarina, eso es todo. Estoy segura que es de la bailarina de quién se enamoró, no de mí. Pero eso desaparece cuando dejo de bailar.
—Te equivocas Mila, ahora mismo no estás bailando y desde el día en que llegaste, vi algo especial en ti. Tú belleza, tu coraje, tu fragilidad, tu dulzura, toda tú. Luego pasa lo de Lia, demostrándonos a todos tu valentía y fortaleza.
—Ya lo ve. Escuche lo que dice y se dará cuenta de que solo está deslumbrado conmigo, que ve en mi cualidades que realmente fueron motivadas por la situación, no porque en realidad yo sea así.
—Claro que lo eres, pero tú tampoco te das cuenta de lo que vales.
—Otra razón más para que se de cuenta que no valgo la pena, cuando yo misma no me valoro y de cuántos problemas cargo conmigo. Vea donde estoy y por qué estoy aquí.
—Yo cuidaré de ti.
—Doctor, Steve yo no lo amo, ni creo poder amarlo nunca. Yo amo a Sebastian, mi novio. Él es el motivo de mi sonrisa, él es mi motivo de vida, por él fue que tuve fuerzas para luchar por mi vida, por él es por lo que estoy aquí, él se ha convertido en mi todo —le confieso. Él hace un gesto doloroso—. Y yo sé que usted ama a su esposa, y sigue enamorado de ella pero tal vez la rutina o los problemas de la paternidad no lo dejan verlo. Yo vi como mis padres peleaban todo el tiempo por nosotras y como eso alejó a mi padre de casa. —Él observa pensativo, sé que lo estoy haciendo entrar en razón—. Steve, mi padre nos abandonó, no hablo de dinero, ni de no dejarnos "desamparadas" como tú dices, pero lo perdí como padre. ¡Cierto! Los cheques llegan cada mes, pero no lo veo más y vea como todo eso me está afectando. No le haga lo mismo a su pequeña, yo no me lo perdonaría y sé que tarde o temprano, usted tampoco. ¿O de verdad quiere que en un futuro su hija termine en un lugar como este? —Él niega completamente alarmado.
—No, jamás me perdonaría eso.
—Y estoy segura que ella tampoco se lo perdonaría. Yo a veces siento que odio a mi padre y no sabe lo mal que me hace tener ese sentimiento por mí propio padre.
—¡Dios! ¿Qué estoy haciendo? —Se da la vuelta, mientras pasa sus manos por su cabello, de pronto se gira de nuevo y me mira arrepentido —. Mila, por favor perdóname. Yo... Yo... Yo ya no sé ni lo que hago. —Yo niego con la cabeza para hacerle saber que no pasa nada—. Gracias Mila, gracias por ayudarme a darme cuenta lo equivocado que estaba, gracias por abrirme los ojos y hacerme ver cuánto amo a mi familia. No sé cómo podré agradecerte, tu integridad. Otra cualidad a admírate —dice mirándome agradecido.
Por fin sonrío aliviada.
—No tiene por que agradecérmelo, pero si de verdad quiere hacerlo, le voy a pedir algo. —Él asiente convencido a aceptar cualquier petición—. Nunca deje a su familia, luché por ella, pero no se rinda fácilmente. Hágalo por su hija, o por los hijos que tengan. Y si por algo, su esposa y usted no pueden seguir juntos, nunca se aleje de ellos. —Él asiente realmente avergonzado.
—¡Dios Mila! No me digas más nada, que todo lo que dices solo hace que me gustes cada vez más. ¿De verdad no te das cuenta de lo que vales? ¿De lo admirable que eres? ¿La calidad humana que tienes? —Niego con la cabeza y bajo la mirada. Simplemente no lo creo—. Pues créelo Mila, es por eso que deslumbras a los hombres, es por eso que las chicas te envidian, es por eso que es tan fácil quererte...
—Por favor, no siga —lo interrumpo, antes de siga declarándome sus absurdos sentimientos.
—Está bien, no diré más. Mila... —Me mira con angustia.
—No se preocupe, no le diré a nadie de esta conversación —le prometo.
—¡Gracias! —dice abatido.
—¡Buenas noches! —Paso por su lado y salgo de ahí a toda prisa.
¡Dios! ¿Qué es lo que les pasa a los hombres? ¿Cómo pueden cambiar de sentimientos así como así?
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top