Capitulo 53

Despierto con mis propios gritos, abro los ojos y todos los recuerdos de ese terrible momento regresan para aplastarme. Estoy en mi habitación, sola, y creo que ya es de noche, porque todo esta oscuro.

—Mila —me habla Anna que toca a la puerta antes de entrar—. Mila, habrá una celebración para pedir por el alma de Lia —me informa la enfermera—. ¿Te gustaría ir? —pregunta con precaución.

Sin pensarlo asiento y me levanto para ponerme la chaqueta e ir a la ceremonia de Lia.

Al llegar a la capilla, observo sorprendida como todos visten de blanco y llevan velas, y flores; a mí también me ofrecen, pero no las tomo. La ceremonia todavía no da inicio y todas las chicas cuchichean sin cesar, pero al percatarse de mi presencia, guardan silencio y me miran curiosas, haciéndome sentir incomoda.

Camile viene a mi lado y toma mi mano, mostrándome su solidaridad e inyectándome un poco de fuerza. Le sonrío en respuesta y nos disponemos a escuchar la ceremonia, que en ese instante da inicio. 

Al terminar la misa, los alaridos de la madre de Lia no se hacen esperar, alaridos que me desgarran el alma. No quiero imaginar lo que es perder a un hijo, no quiero imaginar lo que esta sufriendo esa pobre mujer. Ni pensar en darle el mensaje, que Lia dejó para ella, ni siquiera se lo conté a la policía.

Sin soportarlo más, salgo de ahí, sintiéndome todavía más culpable que antes, al ver el sufrimiento de su madre.

Camino de regreso a la casa y Ted, me alcanza unos segundos después.

—Mila ¿Cómo te sientes? —dice corriendo a mi lado para seguirme el paso.

—Culpable —declaro sin mirarlo.

—¿Por qué tendrías que sentirte culpable tú? —pregunta intrigado. Yo sigo sin detenerme, necesito alejarme de ahí inmediatamente.

—Porque no hice lo que ella quería, porque ella se mató por mi culpa...

—¿Qué de que hablas? —me interrumpe—. Espera, detente —dice tomándome del brazo—. Cuéntame ¿Por que dices eso?

Yo bajo la mirada y después de suspirar resignada lo miro atormentada.

—Ella amenazó con matarse si yo no me cortaba —él me mira desconcertado—. Ella tenia esa navaja escondida y sus brazos con múltiples heridas. Lia quería que yo hiciera lo mismo, como no lo hice se molestó y me amenazó con matarse —le cuento martirizada—. ¡Y lo hizo! —chillo mortificada.

Ted me mira anonadado y por unos segundos niega consternado.

—Mila, yo... Yo... —titubea—. No, Mila, nada de esto es tu culpa. Lia no estaba bien, ella... —duda buscando las palabras correctas—. Mila, tú me lo advertiste, tú siempre sentiste que algo no estaba bien con Lia y no las protegimos como debimos. Por favor perdónanos, tienes que perdonar nuestra negligencia, porque eso fue lo que pasó. Fuimos negligentes, debimos saber que algo así podía pasar con Lia —Ted hace una pausa y suspira resignado antes de continuar—. Imagino que después esto te querrás ir y lo entiendo, pero creo que lo mejor que debes hacer es quedarte y afrontar esta nueva prueba. Sé que si lo trabajamos juntos, podremos ayudarte a superarla. Sé que te sientes culpable, también la Dra. Lewis se siente culpable, al igual que Milly y yo. Pero créeme que la única que no debe, ni tiene que sentirse culpable, eres tú. Tú no Mila —me asegura.

—Ella me dijo que su muerte seria mi culpa y eso es lo que siento. La siento aquí, en mi pecho y su odio, su maldición, me persiguen todo el tiempo. Yo debí morir, no Lia, ella no.

—No digas eso, Mila. ¿De verdad crees que a Sebastian le gustaría oírte hablar así? —Niego, y limpio mis lágrimas.

—No, él odiaría oírme hablar así y sé que lo lastimaría profundamente.

—Ya lo creo, a mí me lastima oírte hablar así, imagínate a él que te ama como creo que te ama. —Yo asiento—. Mila, recuerda lo que te dije de las pruebas. Piensa que todo pasa por algo —me recuerda Ted.

—Me quedaré —manifiesto con inseguridad.

—¿Estas segura? —me pregunta.

—No, no lo estoy. Pero quiero intentarlo, de todas formas vaya a donde vaya, sé que esto me perseguirá  —manifiesto recordando que así pasó con lo que Fabienne me hizo y no importó qué tan lejos me fui de París, el daño que me hizo lo llevó conmigo a todas partes

—Así es Mila, no importa a dónde vayas, los problemas siempre van contigo. Lo mejor que puedes hacer, es enfrentarlos y hacerlos a un lado para que no sigan obstruyendo tu camino —Afirmo dándole la razón, pero las lágrimas no se detienen ni por un segundo—. Creo que estás tomando la decisión correcta.

—No te mentiré, no me siento bien —admito—. Ahorita mismo solo me siento morir, pero quiero salir de esto lo más pronto posible. Solo hay algo que necesito hacer.

—¿Si?

—Necesito escuchar la voz de Sebastian, lo necesito para llenarme de fuerzas, por favor —le ruego entre lágrimas. Ted asiente.

—Lo hablaré con La Dra. Kim, estoy seguro de que no habrá problema. Vamos te acompañaré a tu habitación y después le pediré a Anna que te envié la cena para que descanses.

—No tengo hambre. No podría pasar alimento en este momento —confieso.

—Lo entiendo, pero recuerda que al menos debes intentarlo —me recuerda Ted. Vuelvo a asentir.

Después de acompañarme a mi habitación, Ted va hablar con la Dra. Lewis.

Poco después me traen la cena, pero ni siquiera la miro. Sé que el nudo que siento en la garganta no me dejará pasar bocado alguno.

—Mila, ten —dice Ted ofreciéndome un celular—. Es el celular de la Dra. Kim, te permitirá hablar con Sebastian.

Lo tomo con lentitud, mientras en mi cabeza dan vueltas mil preguntas.

¿Qué le diré? ¿Cómo haré para que no se dé cuenta de mi estado de ánimo? ¿Cómo haré para no ponerme a llorar histéricamente? ¿Podré colgar después de hablar con él? ¿Me quebraré al escuchar su voz?

No importa nada, no quiero pensar más. Ahorita lo único que necesito, es escuchar su voz, necesito que me diga cuánto me ama, sé que lo necesito para poder seguir con toda esta locura.

Marco con manos temblorosas, es tanta mi ansiedad, que tengo que marcar varias veces por qué me equivoco al teclear.

Cuando por fin entra la llamada, cubro mi boca para controlar los sollozos. Ted sale de la habitación para darme privacidad, el quinto timbrado, por fin contesta.

—¿Aló? —Me toma unos segundos encontrar el valor para hablar— ¿Quién habla?

—¡Sebastian, mi amor! —digo en un jadeo.

—¿Mila? —Asiento sin decir palabra, como si él pudiera verme—. ¿Pequeña, eres tú? —Vuelve a preguntar.

—Sí —musito para que no escuche como se me quiebra la voz.

—Mi princesa, no sabes cuánto te he extrañado. —Me encanta escucharlo decir que me extraña, pero me doy cuenta que él nunca podrá entender cuánto lo he extrañado yo, y sobre todo cuanto lo necesito en estos momentos de tinieblas.

—Dime. ¿Cómo estás? ¿Te estás divirtiendo? Dime. ¿Te has estado alimentando bien?

—Bien, estoy bien —digo lo más firme que puedo—. Pero no, no he podido divertirme, te extraño horrores. Te extraño como no tienes una idea Sebastian. Te extraño tanto que duele, duele mucho —le digo ya sin control alguno de mis emociones.

—No llores Princesa, porque me pondrás triste a mí también, oírte llorar es lo más duro que yo haya podido pasar. Por favor, no llores —me suplica, yo tomo un fuerte respiro o más bien varios tratando de controlar los sollozos que amenazan con ahogarme.

—Mila ¿Estás bien? No te oigo bien, dime dónde estás e iré a buscarte.

—No, no. Yo estoy bien, es solo que siento que me falta el aire si tú no estás.

—Lo sé, pequeña. Yo también me siento sin aliento, yo también me siento tan triste sin verte. Pero te prometí que sería valiente y lo estoy intentando —me dice con voz triste—. Mila, si no estás mejor allá, regresa. Aquí buscaremos ayuda para que sanes tus heridas. Yo no te dejaré sola, yo me encargaré de hacerte reír todos los días y verás que pronto serás la chiquilla más feliz del planeta. —Me hace sonreír con su declaración, es de las cosas más hermosas que me ha dicho. Sebastian siempre me dice cosas hermosas y logra que vea las cosas con optimismo y con mucha luz, sacándome siempre de la oscuridad en la que vivo recluida, dándome fuerza para seguir adelante.

—Gracias mi amor, no sabes cuánto necesitaba escucharte. Estoy bien y te prometo que estaré mejor. Aún no puedo regresar, pero recuerda que te amo como a nadie han amado en el mundo y que mi corazón está contigo. Es solo mi cuerpo lo que tengo acá, pero mi amor, mis pensamientos, mi alma están contigo acompañándote siempre. 

—Lo mismo te digo pequeña. Tú te llevaste mi corazón, por eso siento un vacío en el pecho desde que te fuiste y mis pensamientos también se fueron contigo, por eso no tengo cabeza para nada. —De nuevo me emocionan sus palabras y sonrío entre lágrimas.

—Tengo que colgar. Me prestaron este celular y no quiero abusar —le explico.

—Claro entiendo, por cierto gracias por tus mensajes que me han tenido acompañado.

—Igual a ti, gracias por la hermosa carta que me escribiste y la foto que me diste. En verdad las atesoro, la foto la beso y duermo abrazada a ella.

—Con razón amanezco todo molido —bromea.

—Te amo Sebastian, por favor nunca lo olvides —le reitero.

—Nunca mi pequeña. Yo te amo más. Te mando un súper beso, así todo lleno de saliva. —Me hace reír.

—¡Giu! Jajajaja —rio—. ¡Gracias! Yo te mando un millón.

—Adiós princesa, sueña conmigo —se despide.

—Sí. Adiós amor mío —me despido y de nuevo estoy llorando.

Cuelgo y con nostalgia miro la pantalla en la que parecen las aplicaciones del IPhone de la Dra. Lewis y la acaricio como si acariciara a mi guapísimo novio, al que extraño tanto, pero cuando caigo en la cuenta de que no es a él a quien acaricio, terminó en un poderoso sollozo.

—Mila, por favor ya no llores, trata de estar tranquila o te enfermeras. Anda come tu cena —dice Ted acercándome la charola, pero yo niego y me acuesto en la cama, me hago un ovillo y sigo llorando con la mirada perdida—. Por favor Mila, al menos inténtalo. —insiste.

Ya no respondo, solo lo ignoro y después finjo dormir. Ted se cansa de esperar a que coma y suspira pesadamente.

—¿No comió? —pregunta la Dra. Kim que entra a la habitación.

—No y no ha parado de llorar —le informa Ted y Kim también suspira resignada y se sienta en la cama.

—No sabes lo culpable que me siento y entenderé si Mila quiere demandarnos por negligencia —expresa la directora con voz quebrada.

—No, Mila no es una chica rencorosa. Ella no está enojada con nosotros o no hubiera decidido quedarse. Lo peor de todo es que está enojada con ella misma, Mila se siente culpable de todo.

—Lo sé, pero te prometo que encontraré la forma de hacerle entender que ella no es culpable de nada. —Los escucho y hago acopio de todas mis fuerzas para no llorar más y evidenciar que estoy despierta.

—Estoy segura que lo lograrás. Mila es una chica muy lista, a veces pienso que demasiado; le da tantas vueltas a todo, es por eso que sufre tanto —agrega Ted y pienso que esta equivocado, no soy para nada lista, si no todo lo contrario. Soy tan estúpida que no sé que hacer para salir de este océano frío y oscuro en el que siento que me estoy hundiendo.

—Espero que Mila mañana se sienta mejor y deje de saltarse las comidas o no sé qué haremos —comenta Kim.

—Yo también espero que así sea —añade Ted—. Será mejor que la dejemos descansar —dice Ted, después los dos salen de mi habitación.

Yo paso la noche en vela con la mirada fija en el techo color crema de la habitación. No quiero dormir, no quiero que la muerte de Lia me persiga más en sueños.



—Mila, Mila despierta —me habla Anna en voz baja, apenas abro los ojos. Supongo que el sueño me venció, por qué la enfermera intenta despertarme—. Vamos Mila levántate, ya es hora del desayuno.

—¿Y Milly? —pregunto extrañada con la presencia de la robusta enfermera.

—Hoy Milly se tomó el día libre y yo estaré a cargo, así que ponte de pie de una vez —me ordena.

—No tengo hambre —digo con los ojos cerrados.

—Sé que no tienes hambre, pero debes alimentarte —declara tajante. 

—Por favor solo déjenme dormir, solo quiero dormir —le doy la espalda y escondo mi cabeza bajo la almohada—. Solo necesito unos días de descanso, eso es todo —miento.

—No Mila, no es descanso lo que necesitas. Necesitas levantarte y seguir con tu vida, no quedarte en la cama a llorar y compadecerte por lo difícil que es tu vida —me dice con voz firme.

—Usted no sabe lo que yo siento, si usted hubiera pasado por solo una cosa de las tantas que me han pasado, le aseguro que no querría salir de la cama jamás —alego.

—Tienes razón, a ciencia cierta yo no sé cómo te sientes, pero si sé que quedándote en la cama llorando no lograrás salir adelante —debate Anna.

—También yo lo sé, pero necesito tiempo. No dormí nada anoche, los fríos ojos de Lia y su mirada de odio, me persiguen cada que cierro mis ojos. De verdad me siento muy cansada, siento que no tengo fuerzas para nada. Solo quiero dormir y dormir hasta que la pesadilla haya pasado.

—La pesadilla seguirá ahí hasta que tú decidas sacarla fuera, además te sientes débil porque no te has alimentado, Mila —expone la enfermera con preocupación.

Ya no respondo, solo me quedo con la mirada fija en mi bolso que está frente a mí en el buró—. ¿Mila? —No le respondo más, no tengo ganas de hablar con nadie. Ella suspira obviamente desesperada—. Está bien, no te obligaré ir al comedor si no quieres, pero te  traeré el desayuno aquí. —Yo sigo ignorándola y ella sale de la habitación en actitud derrotada. —.

Yo me encierro de nuevo en mis pensamientos y mi vista se pierde por completo en un punto fijo de la habitación, pero cuando escucho que alguien se acerca con mi desayuno, vuelvo a fingir que duermo.

—Mila, despierta, debes comer algo. —No abro los ojos y Anna la enfermera me sacude para que despierte, yo apenas abro los ojos y finjo que vuelvo a dormirme—. ¡Dios Mila! ¿Qué haremos contigo niña? —Se acerca a mi oído y me susurra—. Te dejaré la charola, pero en una hora regreso y espero que esa charola este limpia —dice antes de salir de mi habitación y cerrar la puerta detrás de ella.

Abro mis ojos y vuelvo a quedarme con la vista perdida, pero conforme avanzaba el tiempo, mi cabeza le da vueltas a lo que dijo Anna del desayuno.

Recuerdo que traigo una bolsa de plástico para la ropa sucia en mi maleta, me levanto, la saco y vacío la mayor parte de la comida en la bolsa, después la escondo dentro de un bolso de mi chamarra. Me la pongo, voy al baño y vacío la comida en el inodoro, y guardo la bolsa para las siguientes comidas.

No salgo de mi habitación en todo el día, todas las comidas me las llevan ahí y en todas repito el mismo procedimiento. Yo misma no puedo creer lo que estoy haciendo, pero siento que no puedo comer nada y no quiero que me sigan presionando para que lo haga. Esta misma noche recibo la visita de Steve el médico.

—Mila. ¿Puedo pasar? —no respondo y finjo que estoy dormida— Sé que estas despierta —al saberme descubierta, me incorporo y asiento para hacerle saber que puede pasar—Me gustaría mostrarte algo. Vamos acompáñame —me incita con un movimiento de cabeza.

Volteo los ojos, pero aun así me pongo de pie y lo sigo. Me parece extraño, pero me lleva a lo que parece el salón de enfermeras, un par de ellas van y viene y me saludan a mi paso.

—Siéntate aquí por favor —dice señalando una silla frente a un monitor. Lo hago y él pica unos botones en el teclado.

Segundos después en la pantalla aparezco yo, vaciando mi comida en la bolsa plástico, luego escondiéndola en mi chaqueta y saliendo de la habitación. Avergonzada bajo la mirada.

—También podría mostrarte los videos donde se ve lo que haces con la comida, pero creo que tú lo sabes mejor —expone el médico evidenciando mi vergonzosa conducta.  Yo cierro los ojos como un gesto doloroso—. ¿Sabes Mila? La Dra. Kim quiere darte tiempo a recapacites, o tendremos que ponerte una sonda para alimentarte por la fuerza. Pero yo creo que tú eres mucho más lista que eso. Sé que lo de Lia ha venido a desestabilizarte, pero también creo que tú eres fuerte y que no dejaras que esto te derrumbe. No dejes que su maldad te hunda, Mila —expresa Steve con voz tranquila.

Yo sigo con la mirada fija en el monitor, donde se repite una y otra vez, mi des aprobable proceder.

—¿Sabes Mila? Has tocado fondo, ya solo te queda subir —comenta Steve tomando mi mano entre las suyas—. Tú decides si te impulsas o te ahogas —termina diciendo, con una sonrisa ladeada.

—No me quiero ahogar —declaro con firmeza.

El sonríe genuinamente satisfecho, antes de salir y dejándome sola, pensando en sus palabras. Sola en esta lucha que tengo que enfrentar por mí misma y sin la ayuda de nadie.

Es casi medio día, cuando alguien toca a mi puerta.

—Mila, tienes visitas. —Giro mi cabeza un tanto extrañada y veo que es Milly quien me habla—. Tus amigos están aquí y quieren verte. —Abro mis ojos sorprendida y me levanto de un salto.

—¿Donde? ¿Donde están? —pregunto ansiosa por verlos.

—En el jardín. Anda ve a verlos —me incita con una gran sonrisa.

Voy hacia a fuera, todavía nos los veo y ya estoy llorando de emoción. Apenas los diviso, corro hacia ellos y mis amigos sonríen cuando me ven, pero de pronto me observan de arriba a bajo y sus sonrisas desaparecen y a cambio me miran consternados. Jason me recibe en sus brazos, en los que desahogo todo mi dolor.

—¡Dios Mila! Yo creí que te encontraría mejor y estás mucho más desmejorada que antes. Iré a reclamarle a la directora de este centro, necesito explicaciones, necesito que me explique lo que te han hecho —dice Sara muy molesta, me jala a sus brazos y también me refugio en ella y lloro desconsolada—. Mila, pareces un fantasma. Por favor dime que te han hecho. Dímelo, que iré ahorita mismo exigir respuestas. —Sara esta llorando y siento que me rompe el corazón, casi nunca la había visto llorar. Trato de calmarme, respiro profundo, limpio mis lágrimas y me separo de su abrazo.

—Estoy bien, solo que los extrañaba mucho —miento para no preocuparlos.

—Por Dios Mila, deja de mentir, deja de fingir que estás bien porque es obvio que no es así —me reclama Sara.

Miro a Jason y a Olivia que me observan preocupados y ellos asienten, yo bajo la vista avergonzada.

—Tienen razón perdónenme, yo... Yo solo... Solo no quiero mortificarlos. Pero pasó algo horrible y no saben lo mal que me siento —me justifico.

Jason me abraza por la cintura y me lleva hacia una banca a que me siente. Ellos lo hacen a mi alrededor.

—Lo sabemos, la Dra. Ross nos contó y lo sentimos mucho Mila, pero debes entender que nada de lo que pasó fue tu culpa —me dice Olivia con su dulce voz.

—Mila... —me habla Jason, tratando de encontrar las palabras—, respóndenos. ¿Por qué te ves tan mal? Por favor, necesitamos saber que es lo que te pasa —me pide mi amigo.

Limpio mis lágrimas mientras niego.

—Solo no me he sentido bien. Todo lo que pasó con Lia me tiene muy mal, no he dormido en días, me duele el estómago todo el tiempo y simplemente no puedo parar de llorar. —les explico mientras limpio mis lágrimas continuamente y ellos me observan compasivos.

—¿Lia es la chica que murió? —pregunta Olivia, yo asiento.

—¿Mila y cómo vas con la comida? —pregunta Jason preocupado. Yo solo bajo la mirada pero no respondo.

—¿No es obvio? ¿No la vez es que esta en los huesos? —Sara se levanta, grita y agita los brazos de forma exasperada—. Yo creí que aquí te ayudarían, pero estás peor que antes. ¡Es increíble! ¿Qué acaso aquí no se dan cuenta de tu condición? ¿Están ciegos?

—Por favor Sara, baja la voz —le pido.

—Pero si no es solo lo delgada que estás, Mila pareces un cadáver, estas pálida, ojerosa. Tal vez puedas engañarlos a ellos, pero a mí no me engañas —me recrimina Sara—. Dime. ¿Has estado vomitando? —exige. Yo niego mortificada, pero vuelvo a evadir su mirada—. ¡Esto es insólito! ¡Diablos Mila! —exclama molesta—. Dime. ¿Qué haces aquí si no estás dispuesta a curarte? —me reta,  yo escondo mi rostro en mis manos.

—¡Sara, por favor detente! Ya habíamos hablado de que esta no es la forma —dice Jason tratando de tranquilizar a Sara, a la vez que acaricia mi espalda y Olivia aprieta mi mano. Sara suspira resignada y respira profundamente por al menos un minuto, antes de continuar.

—Tienes razón. Perdóname Mila, perdóname pero de verdad me duele mucho verte así. Y no quiero imaginar lo que sentiría Sebastian si te viera. —Al escuchar la mención de Sebastian los sollozos regresan.

—Perdónenme por favor. De verdad yo no quiero preocuparlos y a Sebastian mucho menos, pero de verdad no puedo, no puedo con tanto. Ya no sé qué más hacer, ya vine a este lugar y... Y... Y todo iba muy bien, pero de nuevo todo se echó a perder y Lia... Lia se suicido por mi culpa. Y yo ni siquiera supe que hice. Díganmelo ustedes, tal vez yo hago algo y no me doy cuenta. Díganme si hago algo mal —les exijo entre sollozos.

—No Mila, tú no haces nada mal —me dice Olivia.

—Por favor pequeña, no llores más —me pide Jason—. Olivia tiene razón, tú no has hecho nada malo. Tengo entendido que esa chica ya estaba mal, antes que tú llegaras aquí —aclara mi amigo.

—¡Hola, buenas tardes! —interrumpe la Dra. Lewis—. Mila. ¿Me presentas a tus amigos? –—me pide.

—Claro, ellos son Sara, Olivia y Jason —le digo y cada uno de ellos le ofrece su mano.

—Mucho gusto muchachos. Yo soy la Dra. Kim Lewis, la directora del centro —se presenta ella—. Me da mucho gusto saber que Mila tiene amigos que la quieren tanto como para venir a visitarla —expresa con amabilidad.

—Dra. Lewis, me gustaría hablar con usted sobre Mila. No la veo bien y me gustaría saber qué es lo que pasa —le reclama Sara. Yo bajo la mirada avergonzada.

—Yo también quiero hablar con ustedes sobre la salud de Mila. Así es, como usted dice Mila no está bien, pero ¿Por qué mejor no hablamos en mi consultorio? —sugiere y Sara asiente—. Mila espera aquí, que yo hablaré con tus amigos.

—Yo me quedaré con ella —se ofrece Olivia.

—Perfecto, por favor acompáñenme —dice Kim indicándoles el camino, Sara y Jason van detrás de ella.

Yo observo mortificada como se los lleva para hablar de mí a mis espaldas.

—¿Te gustaría dar un paseo? —ofrece Olivia—. Así te platico las aventuras que he tenido que pasar para no regarla con Sebastian. —Asiento, Olivia me ayuda a levantarme y caminamos hasta el pequeño puente.

Ella habla y habla y yo solo respondo con una pequeña sonrisa cuando nombra a mi atractivo novio.

De pronto siento que la vista se me nubla, no veo nada, todo es borroso, intentó sostenerme de la baranda del puente, pero también me cuesta respirar.

—¿Mila? ¿Mila que te pasa? —Olivia trata de sostenerme, pero no puede conmigo y caigo al suelo sin más fuerzas para sostenerme—. ¡Mila! ¡Ayúdennos por favor, Mila se desmayó! —grita Olivia mortificada pidiendo ayuda, yo intento abrir los ojos pero me cuesta mucho trabajo mantenerlos abiertos.

—Mila, respóndeme —me ruega Olivia, tomando mi rostro con sus dos manos—. ¡Jason, corre! Mila se desmayó, estamos en el puente —le grita Olivia que le marca a su cel.

Minutos después, llega Jason, junto con Sara, la Dra. Kim y el médico Steve.

—Está más débil que nunca. Creo que ya le dimos mucho tiempo y esperamos demasiado. Su porcentaje de grasa es muy bajo, ella no tiene reservas para soportar tantos días sin alimento  —explica Steve, mientras me toma el pulso—. Llevémosla a la enfermería, tendremos que alimentarla con una sonda nasogástrica —comenta el médico alterado.

Jason me toma en brazos y corriendo me lleva hasta la enfermería, pero en el trayecto escucho a Sara y a Olivia hablar.

—¿Qué le pasa? ¿Por qué está tan mal? ¿Por que no tiene fuerzas? —pregunta Olivia con angustia.

—Por qué tiene días sin comer nada, ha estado tirando la comida al inodoro. La Dra. Lewis nos mostró los vídeos donde se ve escondiendo la comida en una bolsa para después llevarla al baño —le explica Sara.

Estoy casi inconsciente, pero no puedo evitar que las lágrimas se derramen por mis sienes. Me siento tan avergonzada.

—¡Dios mío! Por favor Sara, dime que Mila estará bien —le suplica Olivia con angustia.

—No lo sé Olivia, todo depende de ella. La Dra. nos explicó que aquí les dan la oportunidad de comer voluntariamente, pero que si no lo consiguen se ven forzadas a hacer esto.

—¿La lastimarán?

—Solo un poco, pero es para que ella esté bien —le responde Sara.

—No! No quiero que la lastimen —chilla Olivia.

—¡Diablos Olivia! Entiende que si no hacen esto, Mila morirá —declara Sara irritada.

Los sollozos de Olivia me parten el alma y creo que necesitaba llegar hasta este punto para darme cuenta, cuanto estoy lastimando a las únicas personas que se preocupan por mí.

—No, no quiero que muera. Por favor Sara, tenemos que ayudarla, dime cómo. ¿Tú crees que debemos avisarle a Sebastian? —pregunta Olivia ansiosa.

¡No, por Dios! No lo hagan, no le digan nada a Sebastian, eso si no lo soportaría. Les pido mentalmente, porque no puedo hablar.

Jason me deposita en la cama, el médico les pide que esperen afuera, y ni siquiera me resisto a que me pongan la sonda. No tengo más fuerzas para luchar, pero además no quiero morir, no quiero ni imaginar que le den a Sebastian la noticia de mi gravedad, mucho menos de mi muerte.

Los fríos ojos de Lia me persiguen, junto con Fabienne y Raúl, y las palabras que escuché ese día, vuelven junto con el rostro de Robert. "Sé fuerte, Mila. No te rindas". ¿Robert?

De nuevo despierto sobresaltada y agitada, miro a mi alrededor y veo que estoy en mi habitación, sola. Que estoy bien, que no tengo una sonda en mi nariz y que todo fue una pesadilla, una demasiado real y clarificante.

Sin duda las palabras de Steve la noche anterior, hicieron mella en mi consciencia.

No quiero que mis amigos me vean esa situación nunca y odiaría que un día le den la notica Sebastian de mi muerte. Pero lo más importante, no quiero morir. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top