Capítulo 38
—Por favor Mila, pasa la tarde conmigo. Pedí permiso en el trabajo para pasar tiempo contigo.
—¿De verdad?
—Sí, quiero que estemos juntos hasta el último minuto antes de que te vayas —sonrío enternecida y convencida de que es lo que quiero más que nada en este momento, pasar tiempo con Sebastian.
—Bueno, nosotros nos vamos —dicen mis amigos antes de irse.
—Vamos, te llevaré a almorzar algo.
—Pero. ¿Y mi oso? No podemos dejarlo aquí.
—Edward lo llevará a tu casa en su camioneta. —Lo miro espantada—. No te preocupes dirá que te lo envía un admirador.
—¡Gracias, es hermoso! Creo que tendré que salirme yo de mi habitación para poder meterlo a él. Creo que es cuatro veces más grande que tú, y ocho más que yo.
—En realidad es como veinte veces más grande que tú, pero tu habitación es amplia, cabrá perfectamente —expone con un irresistible sonrisa.
—En verdad lo amo —expreso, abrazando al enorme peluche.
—Solo espero que no más que a mí —Suelto al enorme oso y me abrazo a Sebastian, extasiada de felicidad.
—Eso es imposible, no hay nada que amé más que a ti, pero cada que vea a mi oso, me sentiré cerca de ti.
—Creo que terminaré por envidiar a ese oso, él podrá estar en tu habitación y yo no.
—Podríamos sacarle el relleno y meterte ahí de contrabando. —sugiero.
Él suelta una fuerte carcajada.
—Te amo Mila, te amo tanto mi pequeña —dice estrujándome entre sus brazos—. Vamos, tengo reservación en un lindo restaurante —Toma mi mano y caminamos a la salida, yo frunzo el ceño.
—¿Tan seguro estabas de que te perdonaría? —lo interrogo indignada.
—En realidad no, tenía tanto miedo de que me rechazaras, pero sabes que no me rindo fácilmente. Así que aposté todo a tu buen corazón.
—No te confíes tanto de mi buen corazón, Sebastian, porque todo tiene sus limites. Y por favor te pido no hagas más declaraciones frente a miles de testigos.
—¿Por qué no? ¿No te gustó?
—Por supuesto que me gustó. De verdad creo que fue una excelente forma de demostrarme cuanto me amas y te lo agradezco, porque no sabes cuanto me dolía creer lo contrario, pero preferiría que nuestras cosas las solucionemos solos tú y yo.
—Bien, te prometo que trataré que siempre solucionemos nuestros problemas nosotros mismos, pero también te pido que no cierres la comunicación entre nosotros. Si volvemos a tener problemas, espero que lo hablemos y si es necesario lo discutimos, pero siempre pensando en que podemos llegar a un acuerdo y resolvamos nuestras diferencias —propone.
—De acuerdo —acepto.
Llegamos a la salida de la escuela.
—Espera aquí, voy por la moto y vengo por ti. ¿Está bien?
—¿No prefieres que vaya contigo?
—No, la dejé a unas calles de aquí. No me tardo nada.
—Ok. —Me da un rápido beso y se aleja corriendo por la calle.
Yo me quedo parada frente a la entrada de la universidad.
—Sebastian podrá armar todo un teatro para convencerte de que lo perdones, pero tú sabes muy bien que si ayer no nos hubieras sorprendido juntos, él y yo habríamos terminado en su departamento teniendo el mejor de los sexos y tú ni siquiera te hubieras enterado —dice Alisson que me rodea y hablándome de forma burlesca, incluso toca mi cabello.
Los ojos se me llenan de lágrimas, quiero creer en Sebastian y en que me ama sinceramente, pero lo que ella me dice concuerda más con lo que mis inseguridades me hacen creer.
—¡Eso no es cierto! —le digo, sin mostrarme insegura.
—Bien, si tú prefieres creer que eres la única en su cama, piensa lo que quieras. Pero te advierto que tarde o temprano Sebastian terminará prefiriendo a alguien con experiencia en la cama y no a una niñita como tú, tan simple y poca cosa.
—Sebastian me ama, lo nuestro no está basado en el sexo —replico sin mirarla.
—¿De verdad? ¡Jajajaja! —Suelta una gran carcajada—. ¿Tú y él no han tenido sexo? Ahora entiendo —dice en tono de burla.
No lo acepto, ni lo niego, pero la miro con curiosidad tratando de descifrar que quiere decir.
—Sabes que no hay una chica linda en esta escuela que no haya pasado por su cama, ninguna se ha resistido a sus encantos, claro hasta tú. Por eso está contigo, te le has convertido en un reto, pero apenas se te consiga se deshará de ti como lo hace con todas.
—Te equivocas, Sebastian no es así —lo defiendo.
—Qué ingenua eres, aquí todos hablan de él y sus conquistas, incluso es del dominio público que él tiene una libreta con los nombres de todas las chicas con las que se ha acostado y con las que se quiera acostar. Incluso se dice que registra fechas, tiempo y hasta las califica según su desempeño. Y no lo niego yo quiero estar en esa libreta, quiero que me registre como su mejor tiempo y con la mayor calificación —dice mordiéndose los labios, demostrándome lo que Sebastian la excita.
No puedo dejar de negar con la cabeza, me niego a creer lo que ella me dice, pero las lágrimas delatan lo contrario.
—Sebastian me gusta y mucho, te lo advierto no dejaré de seducirlo hasta hacerlo mío y cuando lo haga, te haré un gran favor. Prometo decírtelo y darte pruebas para que no te siga viendo la cara —me advierte.
—No, no te creo. Sebastian no es así, él... Él me ama... Él y yo tenemos algo más profundo de lo que ha tenido con otras mujeres. Él y yo... Él y yo hemos superado tantas cosas juntos, él no puede estar mintiéndome, no... —Niego, atormentada por todo lo que Alisson me dice.
—Pues no lo dices muy segura, pero si no me crees, averígualo tú misma. Busca esa libreta y ve por ti misma que lo que te digo es cierto —me reta.
—No, yo confío en Sebastian. No buscaré algo que estoy segura no existe.
—Está bien, si prefieres vivir engañada, allá tú. Luego no digas que no te lo advertí. _Me dice al oído, me da un pequeño empujón con su hombro pasando por mi lado, para después irse, pero no sin antes mirarme de forma divertida.
Me quedo en shock y sin poder moverme, tratando de convencerme de que todo lo que me dijo Alisson, es mentira.
—No, Sebastian me ha demostrado de mil formas que me ama, tengo que confiar en él, Sebastian se ha ganado mi confianza. ¡No! Me niego a seguir dándole vueltas al asunto, Alisson miente, ella esta despechada y quiere lastimarme, pero no voy a permitirle que sus mentiras acaben con la fe que tengo en Sebastian, ni que empañen mi felicidad. —me convenzo a mí misma en pensamientos.
—¿Mila? ¿Mila, estás bien? —Sebastian me habla y yo forzó una gran sonrisa.
—Sí. ¿Nos vamos? —le respondo.
Él estudia mi rostro y me mira intrigado, toma mi mano y la besa.
—¿Qué pasa? —indaga.
—Nada, solo pensaba en lo mucho que voy a extrañarte. ¿Tú me extrañaras?
—Por supuesto, cómo no tienes una idea. —Él toma mi rostro y me besa, después coge mi mano y me lleva hacia su moto.
Sebastian me lleva a su departamento y pide comida por teléfono. Yo no permito pensar más en lo que Alisson me dijo y me prometo a mi misma, no decirle nada a Sebastian al respecto y confiar en él plenamente.
Pasamos la tarde en su sofá, entre risas, abrazados y besándonos, tanto hasta que siento desgastados los labios.
—Mila. ¿Te quedarías conmigo esta noche? Por favor, di que sí. —Yo lo miro asombrada, nunca pensé que me pediría eso. Y claro que quiero pasar cada segundo antes de partir a Australia con él..
—De verdad quisiera, pero no he hecho maletas —le explico.
—Ese no es problema, ahorita te llevo a que la hagas y después regresamos —propone—. Quiero pasar contigo hasta el último minuto antes de que te vayas. Mila, no te veré en un mes. —Ahí esta de nuevo su mirada dulce y su rostro adorable, que siempre me convence de todo. Además recuerdo, que de nuevo Sasha pasará el fin de semana con papá.
—Yo también quiero pasar todo el tiempo que pueda contigo —le respondo con una gran sonrisa.
Sebastian me deja en mi casa y promete regresar por mi en una hora, yo subo directo a mi habitación, pero antes de entrar la voz de mi madre me detiene.
—¿Ya saliste del hospital? —pregunta mirándome de arriba abajo.
—No, sigo allá. Solo soy una alucinación tuya —respondo con sarcasmo.
—No eres graciosa.
—No intentaba serlo.
—Mila, el médico habló conmigo y quiso informarme que tienes problemas de anorexia y bulimia. —La escucho atenta. ¿Será que por primera vez, mi madre está preocupada por mi?—. Será idiota, cómo si yo no lo supiera. Le advertí que lo demandaría si decía algo, pero tú tienes que ser más cuidadosa. Deja de estarle diciendo tus problemas a toda la gente —continúa y la escucho escéptica—. ¿Acaso quieres que te corran de la compañía? —Niego con la cabeza, pero sonrío con incredulidad. ¿Cómo pude creer por un segundo, que mi madre se preocuparía por mi?
—Mila, si vas a vomitar y hacer dieta, hazlo cuando nadie te vea, come delante de los demás, aunque después vayas y saques todo. Yo podría recomendarte unas pastillas que te quitaran el hambre... —Sigo negando, pero ya ni siquiera la miro, sé que si lo hago me pondré a llorar y le gritaría recordándole que soy su hija, y le exigiría que me quiera. Pero sé que sería inútil, sé que solo me reafirmaría su desprecio, así que me lo ahorro.
—No es necesario, hace mucho que no siento hambre. Pero gracias de todas formas —le agradezco con sarcasmo.
—No, tampoco se trata de que dejes de comer o te debilitaras y no podrás bailar, además de que todos se darán cuenta. Solo cuida de no comer grasas, ni carbohidratos, la lechuga y el agua son muy buenos aliados para cuidar la línea y mantenerte satisfecha —me aconseja.
—¿Ah sí? Yo no veo que sigas esa dieta, incluso sé que el alcohol es bastante calórico y todos los días te veo tomando. ¿No te preocupa subir de peso? —me mofo de ella.
—No, yo ya no soy bailarina, pero además hay excelentes cirujanos que se encargan de mis excesos. —declara. Yo asiento con ambas cejas levantadas, exagerando el gesto y haciéndole saber mi incredulidad.
—Ok, si eso es todo... —digo con ironía.
—No, no es todo. Sé que mañana por la noche vuelas a Australia, lo siento pero Raúl y yo saldremos mañana temprano de viaje y no podremos llevarte al aeropuerto —me avisa.
—No te preocupes, solo vengo por mis maletas, dormiré con Olivia y sus padres nos llevaran al aeropuerto. Ya sabia que tú estás muy ocupada y no podrías hacerlo, por eso les pedí el favor.
—Que bueno que piensas en todo. ¿Quieres que le pida a la doméstica que te ayude a hacer tus maletas?
—Si, por favor. —No me gusta aceptar sus ofrecimientos, pero pensando en que Sebastian estará de regreso por mi en una hora, creo que será de gran ayuda.
—Bien, solo espero que vayas a Australia a demostrarle a todos quien es la mejor y por favor, no vuelvas a hacer el ridículo desmayándote de nuevo en pleno escenario.
—Ya te lo dije antes, no volverá a pasar. Para la otra esperaré que haya acabado la función para hacerlo. ¿Te parece? —respondo con sátira.
—Ay mira, te dejo porque ya que te pones dramática, no hay quien te aguante —dice con fastidio.
—Yo también te quiero madre —le respondo con sarcasmos pero muy seria, esperando su reacción.
Ella se queda sin palabras, después da media vuelta y se va hacia su habitación, dejándome más convencida de su odio y con el corazón más roto que antes.
Inmediatamente, corro al baño a vomitar la comida, es como si cada que hablo con mi madre, me provocara nauseas con sus palabras, que solo me llenan de inmundicia.
Una hora después salgo de la casa con mi maleta en mano, y sin haberme despedido de nadie, porque nadie sale a despedirme, ni siquiera la muchacha del aseo.
Cuando Sebastian llega, me encuentra sentada en el piso, ocultando mi rostro en mis manos, con mi maleta a un lado.
—Pequeña. ¿Qué pasa? ¿Estás bien? —Me sorprende su voz, pues yo esperaba oírlo llegar en su moto.
Levanto mi rostro y finjo una sonrisa.
—Estoy bien.
Él me ayuda a ponerme de pie, después toma mi maleta y la sube a su auto. Un súper auto color gris grafito, parece sacado de una película de James Bond.
—¡Woao! ¿Es tu auto? —pregunto, él sonríe con orgullo, mientras me abre la puerta.
—Sí ¿Te gusta?
—Sí, es bastante bonito —expresó, él hace un gesto de dolor.
—¿Bonito? Qué no te escuche, que se enhuelga y no enciende. Este auto es toda una belleza, es potente, es mi bebe. —expresa con suficiencia, yo sonrío incrédula.
Él sube de un salto por encima de la puerta.
—Hablas de él como si fuera una persona. Creo que me pondré celosa.
—No lo estés, porque paso más tiempo contigo que con él, además tú me pareces mucha más bella. —Sebastian toma mi mano y la besa, después paso su mano por mi nuca y me acerca a él para besarme.
—¿Qué auto es?
—Es un Porsche Cayman GT4 —presume y yo disfruto de verlo feliz.
Me habla de sus seis cilindros y de sus 6 velocidades, y no entiendo ni pío, pero lo escucho atenta, viendo que habla con tanto entusiasmo de su auto, como un niño en dulcería.
—¿Sabes? Este auto puede alcanzar su velocidad máxima es de 295 km/h en tan solo 4.4 segundos.
—¿De verdad?
—Sí. ¿Te gustaría que te lo muestre?
—¡Oh no! Te creo.
—¡Jajaja, no te asustes! —se burla—. Tú no lo sabes pero soy un excelente corredor de autos de carrera. Algún día te llevaré a la pista para que me veas correr, no sabes la adrenalina que se siente correr a toda velocidad.
—No, no lo sé. Pero creo que no me gustará. Moriría de miedo viéndote correr así.
—No tienes por que temer, de verdad soy bueno —presume.
—Y de verdad te creo, pero yo paso —respondo tajante mientras miro pensativa mi cel.
Estoy pensando en Sasha, quiero despedirme de ella, pero no se si marcarle o enviarle un mensaje.
—¿Qué pasa? ¿Por qué de pronto te quedaste pensativa?
—No es nada, solo quiero despedirme de Sasha, pero no sé si enviarle un mensaje, marcarle o hacerlo hasta mañana cuando este por abordar el avión. Tampoco a ella la veré en un mes y no pude despedirme de ella —le comento.
—Si quieres, mañana te llevo a verla. Podríamos llevarla al cine antes de llevarte al aeropuerto —sugiere.
—¿Harías eso por mi?
—Claro, además sabes bien que Sasha me parece una niña muy simpática, será agradable verla.
—¡Gracias! —Me acerco a él y le planto un beso en la mejilla, él me sonríe y me cierra un ojo en respuesta.
—Te gustaría ir a cenar a algún lado o prefieres que preparemos algo en el departamento.
—En realidad no tengo hambre.
—Pero sabes que no debes saltarte comidas, órdenes del médico —me recuerda, asiento sin mirarlo.
—Entonces preferiría que preparemos algo ligero en casa, en realidad no tengo ganas de salir.
—Bien, siempre es un placer cocinar para ti —dice llevándose mi mano a sus labios para besarla. Las palabras de Alisson vuelven a mi mente.
—¿Sebastian...?
—¿Si?
—¿Has cocinado antes para otras chicas? —Cierra los ojos en un gesto doloroso y suspira pesadamente. No dejo que me diga lo que ya me dijo con su reacción.
—Entiendo. —Suelto su mano y me giro a mirar por mi ventanilla.
—Mila...
—No, no tienes que explicarme nada.
—Pero quiero hacerlo.
—Pero yo no quiero escuchar.
—Mila, quedamos que hablaríamos, que no dejaríamos que los problemas nos separaran.
—Pero esto no es un problema, al menos no entre los dos.
—¿Ah no?
—No, el problema es solo mío. Soy yo la que tiene que aceptar tu pasado, aunque me duela saber que ha habido otras mujeres en tu vida.
—Mila, no tiene porque dolerte que haya habido otras mujeres en mi vida, eso fue antes de ti. Yo también podría decirte que me duele tu anterior experiencia. —Siento que la sangre se me congela en las venas, causándome escalofríos.
—¡Basta Sebastian! Basta de mencionarme eso, yo no quería a ese hombre, yo no le preparé la cena, ni lo seduje, ni lo lleve a mi departamento. Yo... Yo no... Yo ni siquiera quería que eso pasara... Yo odio ese momento, yo... Yo odio... Yo lo odio... Y odio que me lo repitas a cada instante —le grito con lágrimas en los ojos, él detiene el auto a un lado de la calle y me mira confundido.
—¿Por qué Mila? ¿Por qué te afecta tanto, hablara al respecto? —me cuestiona y siento que me falta el aire, necesito aire.
—Porque es algo que me avergüenza... Porque... —intento explicarle—. No, no puedo con esto —digo para mi misma e intento bajar del auto, pero los seguros están puestos y trato en vano de abrir la puerta—. ¡Por favor deja que me baje! —le ruego.
—No Mila. Prometiste que no volverías a huir —Me toma del brazo, yo sigo sin poder verlo y lágrimas salen de mis ojos a caudales—. Por favor Pequeña, cálmate. Si no quieres hablar de eso no lo haremos, pero quédate. ¿Si? —me pide y yo asiento mortificada por sus tontos reclamos. Si supiera la verdad de "mi anterior experiencia".
—Yo no te estaba reclamando nada. No entiendo porque tienes que mencionarme eso —digo en voz baja.
—Tienes razón, me puse a la defensiva tal vez porque a mi también me avergüenza mi pasado. Lo siento, no era mi intención recriminarte nada —se disculpa.
—Sebastian... Tal vez... No sé, pero a veces siento que esto no está bien.
—¿Qué quieres decir? —pregunta, yo bajo la mirada—. ¿Mila? —insiste.
Tomo aire antes de responderle.
—No me gusta que peleemos tanto, no creo que esté bien que diario tengamos diferencias. No sé, pero... Yo no sé como tener una relación, tal vez soy muy inmadura para ti...
—Mila por favor, dime que es lo que quieres decir —me interrumpe.
Tomo una gran bocanada de aire.
—Quiero decir, que tal vez sería mejor terminar —declaro, Sebastian me mira con el ceño fruncido.
—Mila. ¿Tú quieres que terminemos?
—No, no Sebastian, te juro que no quiero, pero creo que es lo mejor para ti. Tú necesitas una chica más madura, con más experiencia y con menos problemas.
—Mila, pequeña escúchame bien. Todas las parejas, TODAS discuten y no tiene nada malo, al contrario, yo creo que es normal. Apenas nos estamos conociendo, nos estamos adaptando el uno al otro, es normal que discutamos. Tampoco tenemos que coincidir en todo, tú tienes tu propia y muy respetable opinión de las cosas y yo igual —me expone, yo lo escucho atenta—. Pero además creo que esas diferencias que dices tenemos, nos hace tener algo de que hablar o que aprendernos y que además nos complementan. Mila gracias a las discusiones que hemos tenido yo he aprendido que no debo coquetear más con ninguna chica, si no quiero perderte, también he aprendido que debo apoyarte más, celarte menos y no ser tan posesivo, aunque eso me parezca imposible, pero al menos no debo cobrármela contigo cuando otros hombres te miran. _Él toma mis manos de nuevo y pone su rostro frente al mío—. Pero además Mila, no quiero a otra chica, experimentada o no, madura o no, es a ti a la única que quiero y necesito —termina declarando y sin duda creo que es una lección más que me enseña.
—Yo también he aprendido tantas cosas contigo y no sabes cuanto te lo agradezco, pero... A veces siento que... —Me cuesta decirle, pero él me mira expectante—. Siento que el que no sea virgen te molesta bastante, por eso me lo recriminas cada que puedes. Pero no puedo hacer nada al respecto, no puedo cambiar mi realidad. A veces creo que hubiera sido más fácil mentirte y decirte que aun lo soy, pero no quiero engañarte, no puedo —jadeo por mas aire, mientras me escucha atento—. Seguro te preguntas cómo es que ya no soy virgen y me cuesta tanto entregarme a ti. Pero es por eso mismo Sebastian, para mi no fue una buena experiencia... Tengo miedo... Miedo de que vuelvan a lastimarme... Miedo de revivir eso de nuevo...
—¿Te lastimó? —pregunta, yo afirmo sin dar más explicaciones—. Será bruto, la primera vez siempre hay que ser muy cuidadoso. ¿Volviste a saber de él? —Niego sin mirarlo. Imagino lo que está pensando. Seguro cree que "ese chico" se aprovechó de mi, para luego abandonarme y que de eso es de lo que tengo miedo, que vuelvan a usarme y abandonarme. No lo saco de su error, prefiero que siga creyendo eso.
—Sebastian, no soy virgen y no puedo regresar el tiempo. Necesito que me digas si puedes aceptarme sabiéndolo.
—Por supuesto Mila, cómo podría recriminarte algo así, cuando yo no he sido un santo. Si mi actitud no fue la correcta la noche en la que me lo contaste, no fue porque no te acepte, solo no pude evitar celos de ese chico al que te le entregaste. —De nuevo siento un fuerte dolor en el estómago, no entiendo como puedo soportar seguir hablando de esto y dejar que Sebastian crea que yo me le entregué a Fabienne—. Y no voy a mentir, me hubiera gustado mucho ser el primero, pero como dices, no podemos cambiar el pasado, así como yo no puedo cambiar el hecho de haberme acostado con otras mujeres.
—Lo sé, sé que no has sido un santo y te acepté sabiéndolo y te aseguro que tampoco te lo recriminó, pero de igual forma que a ti no puedo evitar que me duela saber que tú has podido estar con tantas mujeres, cuando yo no he podido dejar de pensar en ti ni un solo día.
—Me olvidaste ese día —inquiere y las lágrimas vuelven a picar, pero las contengo.
—Créeme Sebastian, ese día pensé en ti más que ningún otro, ese día quería que estuvieras conmigo más que nadie. —confieso, él me mira confundido.
—¿Como? Pero... —No puedo seguir con esto o saldré corriendo de nuevo.
—Por favor, Sebastian. Cambiemos de tema. ¿Quieres? —Asiente, de nuevo toma mi mano y vuelve a besarla, mientras me mira a los ojos.
Yo respondo con una pequeña sonrisa, después arranca el auto de nuevo y conduce hasta su departamento, hacemos el trayecto en silencio.
Una hora después, estamos cenando unos tacos que Sebastian preparó y yo le ayudé a cortar un poco de verdura para hacer unas salsas. Disfruto al máximo de cocinar con él, aunque termino toda embadurnada de aguacate, pero no porque me haya ensuciado sin querer, si no porque Sebastian juega a embárrame en la cara para después comérselo a lengüetazos de mi rostro, reímos tanto que casi me orino por las grandes carcajadas que se me escapan por las intensas cosquillas que su lengua provoca con su toque.
—¿Qué te parece la comida mexicana? —Limpio mi boca antes de responder.
—Es deliciosa, aunque bastante picante. —Tomo más agua para quitarme lo enchilada.
—¿Quieres otro taco?
—Oh no, ya me comí dos y creo que explotaré. Gracias por la cena, pero sobre todo por enseñarme como se hace. ¿Tú crees que me podrías escribirme las recetas? —Él me mira divertido.
—¿A quien quieres cocinarle?
—A ti, algún día me gustaría cocinar para ti.
—¿Estas segura que lo que no quieres es envenenarme?
—Claro que no, aunque si veo a otra Alisson cerca de ti, podría considerarlo. —Ahora es él, quien ríe a carcajadas.
—Tengo una mejor idea. ¿Te gustaría tomar un curso de cocina conmigo? —propone, lo miro intrigada.
—¿Tú me enseñarías? Porque si es así, seria genial, seguro me enamoraría de mi profesor —le digo besando la comisura de sus labios.
—Recuerda que ya habías quedado que evitaríamos la relación profesor-alumno. Pero no, yo no seria tu profesor —menciona.
—Me encanta la idea, seria estupendo compartir algo así contigo, pero no sé a que horas podría si practico todos los días.
—Podría programarlo para el sábado en la tarde o en domingo. ¿Qué dices?
—Digo que sí —respondo entusiasmada.
—Perfecto, lo programaré para tu regreso.
—Ya quiero que pase el mes rápido, te voy a extrañar como no tienes una idea —le confieso, él me jala hacia si y me sienta en su regazo.
—Claro que tengo una idea, yo también te extrañaré muchísimo —admite—. Promete que me hablaras todos los días —me pide.
—Lo prometo, aunque con la diferencia de horarios, no sé a que horas podría hablarte sin despertarte —acepto gustosa.
—A la hora que sea Mila, pero necesito escuchar tu voz todos los días —manifiesta.
Después me besa con desesperación y yo le respondo de la misma forma, me levanta en brazos y me lleva hasta la habitación. Sebastian me mira con deseo y no puedo evitar sentirme nerviosa.
—Espera, déjame recoger la mesa y lavar los platos. —Intento de detenerlo, pero él no se detiene.
—Los platos pueden esperar, yo no puedo esperar para tenerte en mis brazos y besarte hasta que tus labios se acostumbren a mi y me extrañen tanto, que no quieran besar nunca más otros labios —dice sin alejar su vista de la mía.
—Mis labios te extrañan siempre Sebastian. Si fuera por mi, viviría pegada a tus labios, rodeada siempre por la seguridad de tus brazos —reconozco.
Me recuesta en la cama y me besa como si no hubiera mañana y yo, yo también lo beso hasta que mis labios duelen, hasta que sus manos recorren todo mi cuerpo con suaves caricias. Y no sé que es lo que su toque me provoca, pero siento que un tibio cosquilleo recorre todo mi cuerpo y que cada una de sus caricias, erizan toda mi piel incesantemente. Y no solo eso, excitantes descargas sensibilizan mi sexo, que palpita con fuerza y me siento tan húmeda, que creo, tendré que cambiar mi ropa interior.
Sebastian me toca por todas partes y esta vez no tengo miedo, al contrario, quiero más. Quiero que acaricie mis pechos y los bese, quiero que bese cada centímetro de mi piel, quiero...
En realidad, no sé que es lo que quiero, pero me siento tan excitada que creo que por primera vez, no tengo miedo de que me haga el amor...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top