Capítulo 37

Llego a la escuela y voy al salón ensayar sola, pues nadie a regresado del almuerzo. Apenas tengo unos minutos bailando, cuando Sebastian irrumpe en el salón.

—Mila por favor escúchame —me ruega.

—Cuándo quería escucharte, no hablaste. Quería escucharte decir que soy tu novia, que me amas, quería escucharte defendiéndome de esa descarada. Quería escucharte decir que no te tocara, que no querías probar su comida de su tenedor —le recrimino.

—Lo sé, soy un idiota que no te merece. No lo voy a negar, me sentí halagado con su atención —admite.

De nuevo quiero llorar, me duele saber que esta feliz de recibir sus coqueteos, pero contengo las lágrimas.

—Pero sé que tienes razón, sé que si hubiera sido al revés me hubiera vuelto loco de celos.

—Por favor vete, no quiero seguir escuchándote. Yo jamás te he faltado, más sin embargo te has vuelto loco de celos y tú estas admitiendo que aceptaste sus descarados coqueteos. ¿Y tengo que aceptarlo? —lo cuestiono a la cara—. Estas equivocado Sebastian, sé que en la mañana te dije lo contrario, pero ahora me desdigo, no estoy dispuesta a compartirte con nadie. Así que si tú disfrutas de sus atenciones será mejor que te vayas con ella —le digo señalándole la salida—, porque yo no puedo con esto.

—No Pequeña, no volveré a aceptar sus coqueteos nunca más —promete tratando de tomar mi rostro en sus manos, pero yo doy un paso atrás—. Yo lo veía solo como un juego inocente, pero es cierto odiaría verte a ti haciendo lo mismo que yo hice. —admite con voz desesperada—. No lo soportaría y entiendo que tú tampoco lo soportes, pero por favor perdóname, te juro que nunca más lo haré.

—¿Ya soy tu pequeña de nuevo? —pregunto con ironía.

—Siempre serás mi pequeña —asegura.

—Si claro, frente tu amiguita no era tu pequeña, solo era tu admiradora adolescente de la que te avergüenzas —le recuerdo.

—No Mila, no me avergüenzo de ti, estoy avergonzado de mi, de mi comportamiento. Soy un tonto y no quiero perderte.

—Lo que eres es un mujeriego, siempre lo has sido y nunca vas a cambiar. —le reprocho a la cara—. ¡Grrr! No sé a que horas creí que podías dejar a todas las mujeres que mueren por meterse a tu cama, por alguien como yo —le digo exasperada.

—Créelo Mila, porque es así. Desde que regresaste a mi vida no habido ninguna otra mujer en mi cama, ni en mi sofá, ni en mi vida. Y tú, tú eres única, solo tú no te das cuenta pero eres hermosa, la chica más linda y adorable que conozco —me garantiza.

—No te creo, yo sé lo que vi. Esa bruja te coqueteaba descaradamente y tú respondías a sus coqueteos, estoy segura de que si no los hubiera descubierto, ahora mismo estuvieras revolcándote con esa zorra —le grito dolida, él se cubre la cara avergonzado.

—Sé que no me crees y te entiendo, si hubiera sido al revés y hubiera visto lo que tu viste yo tampoco me creería, pero te juro que nunca, ni por un segundo pensé llevármela a la cama. No hubiera podido, si todo el día pienso en ti Mila; y Alisson ni siquiera me gusta.

—Dudo mucho que hayas estado pensando en mí, mientras coqueteabas con esa bruja —le reclamo—, y te prohibo que vuelvas a usar mi nombre y el de zorra en la misma oración. ¿Me escuchaste? —le exijo.

—Te juro que estaba pensando en ti y sí, me sentía culpable, pero ella me retaba y yo caí en su juego. Perdóname por favor. Mila créeme, estoy arrepentido, ni siquiera debí aceptar almorzar con ella.

—También me mentiste, no existen ningunos apuntes. ¿Cierto? —Él baja la mirada y niega. De nuevo me siento traicionada, las lágrimas de nuevo hacen su aparición, esto duele, duele mucho.

—Por favor vete, no quiero verte —le digo cubriendo mi rostro y dándole la espalda.

Él viene frente a mi y me toma por los brazos.

—No Mila, no es lo que tú crees. Si hay apuntes, pero ella se ofreció a sacarle copias si la acompañaba a almorzar a este nuevo restaurante porque no quería ir sola —confiesa.

—No entiendo porque me haces esto, yo ni siquiera quería una relación. Tú me buscaste, tú... Tú... Tú me enamoraste, tú me convenciste de aceptarte. ¿Para qué Sebastian? ¿Dime para que? ¿Dime para qué, si pensabas engañarme, si ibas a lastimarme de esta manera? —lo cuestiono mirándolo con tristeza—. Esta misma mañana aseguraste que me amabas, que no podrías serme infiel. ¿Por qué Sebastian? ¿Por qué me mientes? ¿Para qué? ¿Qué es lo que quieres de mi? —Vuelvo a ocultar el rostro en mis manos.

—Te quiero a ti pequeña. Y si te aseguré que te amo, es porque es así. —Me abraza, pero yo me resisto y me suelto de sus brazos.

—Vete Sebastian, ya no puedo confiar en ti —asevero.

—Mila, pequeña dime que tengo que hacer para que me perdones —Toma mi rostro entre sus manos para que lo mire, pero yo miro a otro lado. Sé que si lo miro, su bella y azul  mirada doblegará mi dignidad.

—Nada, no puedo perdonarte. Vete Sebastian y no vuelvas buscarme —le digo tratando de parecer impasible.

—¡No! ¡Me niego perderte por una tontería, porque fue una tontería Mila, ella no significa nada para mí! —dice en voz alta, pero al ver que sigo sin mirarlo, baja el rostro derrotado y niega contrariado—. De momento me voy, ahorita estás enojada y no piensas con claridad, pero volveré Mila, las veces que sean necesarias hasta que me perdones —me advierte.

Ya no respondo, ni siquiera lo miro, él suspira resignado y sale del salón. Apenas sale me siento en el piso y sollozo con fuerza, él no se da cuenta que no estoy enojada, estoy dolida, desilusionada. Siento que me rompió el corazón, es como si hubiera negado todo lo que hemos vivido juntos, que ha negado nuestra historia, nuestro amor.

—Mila. ¿Qué paso? Vimos salir a Sebastian de aquí, iba muy triste —pregunta Oliva, que entra junto con Sara y Jason.

Yo me limpio las lágrimas rápidamente.

—Nada, Sebastian y yo hemos terminado —les informo en tono molesto.

Los tres se sientan frente a mi.

—¿Qué?  ¿Pero por qué? —Ahora es Jason quien me cuestiona.

—No Mila. ¿De verdad le dejarás el camino libre a esa zorra? —me regaña Sara.

—Él no le dijo quien soy, él... Él no me defendió.. Ella me hizo sentir que no soy nadie y él se lo permitió. —les cuento entre sollozos.

—Será Idiota, que bueno que los bañaste —se alegra Sara.

—Pero él vino detrás de ti, dejo sola a la zorra. Si tú no le importaras, te hubiera dejado ir y se hubiera quedado con ella. Piénsalo Mila, tal vez mal interpretaste todo —lo defiende Jason. Yo niego, mientras me limpio las lágrimas de nuevo.

—No, él acepto haberse dado cuenta de sus coqueteos, sentirse halagado y seguir con su juego. —Sigo contándoles—. Se olvido de mi, por eso le sorprendió tanto verme ahí, le arruiné sus planes de conquistador.

—Sé que no es excusa, pero a los hombres nos llegan por el ego, nos halaga saber que una chica linda nos desea —explica Jason.

Yo lo miro decepcionada. ¿También a él le parece linda esa bruja? ¿Cómo no iba Sebastian a olvidarse de mi, pudiendo tener a una chica más linda y delgada que yo?

—No, no es excusa Jason. Todos los hombres son unos idiotas que tienen el ego en las pelotas y el cerebro en el pene —Sara hace una descripción gráfica de los hombres.

Jason la mira indignado, Olivia sonríe divertida y yo los miro angustiada.

—Mila, lamentablemente Sara tiene razón. Pero eso no significa que Sebastian no te ame, pero que lo realmente importa es que él ya aceptó que se equivoco y te pidió perdón —comenta Olivia con su característica voz dulce—. Yo creo que debes perdonarlo, pero no todavía —sugiere, la miro confundida, Jason y Sara también—. Házselo difícil, que se la vuelva a pensar antes de volver hacerte una trastada de esas. Créeme sé lo que te digo, perdónalo, pero primero hazlo sufrir un poco. Él aprenderá la lección y nunca más volverá a tratarte como lo hizo. —Jason y Sara la miran sorprendidos, yo la miro escéptica.

—¿Quién pensaría que la dulce Olivia era toda una listilla? —dice Sara, orgullosa de Olivia, Jason asiente todavía sorprendido.

—El que sea dulce no significa que sea tonta, no por nada tengo a Noah besando el suelo que piso —presume Olivia con suficiencia.

—No sé, no creo que pueda perdonarlo. Ya no confío en él, saben que para mi es difícil confiar en los hombres y después de esto, creo no volveré a confiar en ninguno nunca más.

—¿Ni en mi?

—Jason, en ti sí, pero solo en ti, porque sé lo sincero que eres y porque no soy tu pareja sentimental —le expongo.

—¿Quieres decir que confías en mí porque soy tu amigo, pero como hombre no? —pregunta indignado.

—Sí Jason, no creas que no me he dado cuenta que tú también coqueteas con los nuevos bailarines, que llegan elogiándote. Y ahora te lo digo, no me parece justo para Marc y piensa en si te parecería bien si fuera al revés.

—Claro que no, si encuentro a Marc coqueteando con alguien le corto las bolas —responde iracundo, yo niego molesta después él se queda pensativo—. Tienes razón, no lo había pensado. Pero dándote mi opinión desde el punto de vista de Sebastian, puedo asegurarte que él si te ama, solo que es un tonto igual que yo. Te lo digo porque yo amo a Marc, te lo juro y de verdad no lo había pensado, como creo que Sebastian tampoco lo había hecho. Pero te aseguro que nunca, en ningún momento creí que un tonto coqueteo tuviera algo de malo, o lastimaría a Marc mientras no cruzara la línea.

—¿Cuál es esa línea Jason? —lo cuestiono exagerando curiosidad.

—Pues sexo, claro —pretexta.

—¿Y los besos Jason? —le pregunto molesta.

—Yo creo que no, pero por tu cara creo que es la respuesta equivocada —responde con precaución.

—Por supuesto, un beso es algo muy intimo o al menos para mi —alego indignada, después mi mirada se pierde en el recuerdo de sus besos, de los besos maravillosos que Sebastian me dio—. No entiendo ni porque seguimos hablando de esto. Sebastian y yo terminamos, y no quiero saber más de hombres en mucho tiempo. —Jason me mira indignado—. Claro, excepto tú —le digo a mi amigo.

—Pues yo sigo creyendo que debes perdonarlo, ahora estas dolida y por eso dices eso. Pero dentro de las próximas horas, cuando empieces a extrañarlo y te des cuenta que no lo verás más, te dolerá mucho más que el dolor que sientes en este momento por este tonto coqueteo. —Olivia intenta convencerme de que lo perdone.

—No lo creo y basta ya. No quiero hablar más de Sebastian, tengo mucho que ensayar y con lo ocupada que estaré con la gira, no tendré tiempo ni de pensar en él. —Me pongo de pie y enciendo el sonido para seguir bailando.

Por el espejo veo como mis amigos me observan y después se miran entre ellos preocupados, pero decido no prestarles atención.

Ensayo sin parar y me quedo hasta muy tarde, pero cuando me percato que estoy sola, el recuerdo de esa noche en París me provoca escalofríos, así que me apresuro a irme de ahí. Cuando salgo de la escuela, un viento frío me hela el rostro, me detengo a sacar una chalina de mi bolso, siempre traigo una para cubrirme en estos casos en los que el clima es frío y yo salgo caliente de entrenar. Me cubro la cabeza, los hombros y parte del rostro, froto mis manos para calentarlas, mientras pienso que haré. Por supuesto iré a casa, pero no sé como haré para evitar a Raúl y a mí madre.

—Por favor toma mi abrigo. —La voz de Sebastian hace que me sobresalte.

—¡Por Dios Sebastian! ¿Acaso quieres matarme del susto? —le reclamo.

—Lo siento —se disculpa con voz arrepentida.

Viene por detrás de mi y me pone su abrigo en los hombros.

—No es necesario, gracias. Además tú te helarás.

—Yo no importó y tú no querrás enfermarte con la gira encima —argumenta, yo niego.

—Gracias, ahora debo irme. —Doy un paso, pero él me toma del brazo.

—Mila por favor espera. ¿De verdad no me perdonarás? —me pregunta con suplica en su mirada.

—No Sebastian, no puedo perdonarte. Tal vez lo haga algún día, pero lo nuestro ya no puede ser.

—¿Por qué no Mila? —dice haciendo un mohín.

—Porque yo no puedo estar con alguien en quien no puedo confiar.

—Fuiste tú quien me pidió que no dijera nada de lo nuestro.

—Y hoy me di cuenta que eso fue muy conveniente para ti. ¿No es cierto? La diferencia es que yo lo hice para proteger lo nuestro de las intrigas de Theresa y Maddie, no porque me avergüence de ti o me convenga para mis posibles conquistas, cómo lo es para ti.

—No Mila, eso no es cierto. Yo quiero decírselo al mundo entero, yo quiero que todos sepan que tú me perteneces y que yo te pertenezco a ti. Créeme, dime como te lo demuestro, por favor dime que hago para que me creas.

—No sé Sebastian, no sé como puedes demostrarme lo que me dices, no fue lo que me demostraste hoy. Después de eso será difícil volver a creer en ti —lo miro fijamente a los ojos—.  Respóndeme algo. ¿Por qué si te gusta tanto Alisson, no vas y la buscas a ella? Estoy segura de que ella si podrá darte lo que yo no puedo.

—Porque ella no es tú, porque a la que quiero es a ti. Mila, pequeña, yo te amo, eso no lo dudes —declara, yo bajo la mirada.

¿Le creo? Sí, sí le creo. No sé si soy tan ingenua, pero le creo, sus ojos me lo dicen. ¿O acaso eso es lo que quiero y necesito creer?

Necesito a Sebastian, necesito su amor, necesito de sus abrazos y la seguridad que me brindan, es por eso que me engaño a mi misma.

Él aprovecha mi confusión y se acerca a mí, e inesperadamente me besa, suave, lento, muy lento, tan lento que creo que el tiempo se detiene.

Las palabras se Olivia vienen a mi mente "Perdónalo, pero primero hazlo sufrir un poco". Me aparto bruscamente.

—No, no puedo... No, no puedo perdonarte... Entiéndeme... Yo... Yo necesito tiempo, no es fácil para mi volver a confiar —titubeo, ni siquiera sé lo que quiero decir. Él me mira confundido y hunde sus hombros derrotado—. Tengo que irme —le digo.

Me quito su abrigo y se lo entrego, él lo toma mirándome afligido. Apenas lo coge, doy media vuelta y corro hacia la estación del metro.

Ahora estoy en la cama de Sasha, ella duerme y estoy de nuevo perdida en el estrellado techo. Olivia tenía razón, apenas tengo un par de horas sin Sebastian y ya lo extraño, y duele, duele más que cualquier otra cosa que pudo haber hecho. Pero también duele la forma en la que me trató frente a la tal Alisson.

—¡Dios! ¿Por qué esto del amor es tan complicado? ¿Por qué simplemente no me olvido de él y ya? ¿Por qué no puedo sacarte de mi mente Sebastian Nichols? Te instalaste en mi corazón desde el primer día en que te vi, y ni si quiera pagas renta. ¿Cómo hago para desalojarte de aquí? —digo golpeando mi pecho.

Sasha se remueve en la cama y me doy cuenta que casi la despieto por hablar sola.

Estamos a dos días de volar a Australia y hoy es el último día de ensayos, ya han pasado cuatro días desde que Sebastian y yo terminamos y él no ha vuelto a buscarme, solo recibí un mensaje anoche donde me dice cuanto me extraña.

Yo tampoco la he pasado bien, de nuevo me he sumergido en un profundo mutismo, solo hablo lo mínimo indispensable. El insomnio se ha hecho presente haciendo las noches eternas y si antes no tenía apetito, ahora no puedo si quiera ver la comida sin que me den nauseas. Sin embargo me he obligado a comer lo más que puedo para poder soportar la gira sin recaer en el hospital de nuevo.

Es la hora del almuerzo y estoy con Sara, Olivia y Jason en la cafetería, con la mirada perdida en mi ensalada, batiendo la comida e intentando poder comer un bocado.

—¡Mila! —gritan los tres, sacándome de mis pensamientos.

—Tierra llamando a Mila —dice Jason, mientras finge tocar en mi cabeza.

—¿Qué? ¿Qué pasa?

—Te estamos hablando, pero quien sabe en donde andas.

—Yo si sé donde está —dice Olivia mofándose de mí.

—Todos sabemos donde está —agrega Sara con sarcasmo.

—¿No has sabido nada de él? —pregunta Olivia.

—Anoche me envió un mensaje diciéndome que me extraña —les cuento.

—¿Y le respondiste? —pregunta Sara, yo niego.

—¿No crees que ya lo castigaste demasiado? Bueno realmente creo que te estás castigando a ti misma, la que está sufriendo más con su separación eres tú. Trae unas ojeras que parece que no has dormido en un año y ve, ni siquiera has probado tu comida —me regaña Jason.

—Eso es lo que más me duele, saber que él no me quiere tanto como yo a él.

—Te aseguro que él está sufriendo tanto o más que tú, porque además está cargando con la culpa —asegura Olivia.

—Claro que te quiere, solo que es un tonto. Pero eso es porque es hombre y la verdad es que todos los hombres son unos idiotas —manifiesta Sara—. ¿Pero que le hacemos? De todas formas no podemos vivir sin ellos —termina aceptando.

Olivia sonríe divertida, Jason la mira indignado y yo no sé si reír o llorar.

—Sí Jason, tú también eres un idiota, pero tú no tienes la culpa de ser hombre —agrega Sara. Él se cruza de brazos y hace un mohín, ahora sí me hace reír.

Mi celular empieza a vibrar insistentemente, pero no es un numero conocido.

—¿Alo? —contesto.

—¿Mila, Mila Davis? —dice una voz desconocida.

Frunzo el ceño intrigada, mis amigos me miran expectativos.

—¿Sí, quien habla? —pregunto.

—Soy Edward Cole, amigo de Sebastian —responde, mi gesto de confusión aumenta—. Él se puso mal... —me informa y siento como si me hubieran golpeado en el estómago.

—¿Cómo? ¿Qué le paso? Por favor, dime donde está —le ruego.

—Tuvo un accidente, no es nada grave... —dice.

—¿Él te pidió que me hablaras? —lo interrumpo.

—No, no, pero sé que tú eres su novia por eso te hablo a ti —comenta el amigo de Sebastian, yo no lo saco de su error, no le digo que ya no somos nada.

—¿Por favor dime donde está? ¿Lo llevaron a algún hospital? —lo interrogo con premura.

—No, él está aquí en la escuela. Lo llevaron a enfermería, ahí lo está revisando un médico.

—Pero dime que le pasó. ¿Él está  bien? —le exijo desesperada.

—Se golpeó la cabeza y perdió el conocimiento algunos segundos...

—¡No! Por favor Dios mío, que no le pase nada malo —rezo en voz alta.

—No te preocupes, él ya reaccionó, ya está bien. Solo que me pidieron que le hablara a algún familiar y tu numero fue el primero que encontré en su cél —me informa y yo siento un poco de  alivio, pero solo un poco.

—Voy para allá, por favor no lo dejes solo, hasta que yo llegue —le pido.

—No, claro que no, yo aquí te espero —me asegura.

Cuelgo, me pongo de pie y miro a mi alrededor confundida, no sé que hacer.

—¿Qué paso? —me preguntan mis tres amigos.

—Sebastian, algo le pasó. Tengo que ir. ¿Jason me acompañarías? —le ruego con mirada desesperada.

—Claro —acepta.

—Los tres te acompañaremos —dice Sara.

Asiento, los tres se ponen de pie y recogen sus cosas.

—Gracias —expreso en un susurro.

Camino lo más rápido que mis piernas lo permiten y mis amigos me siguen, salgo de la escuela y corro a la esquina a detener un taxi. Unos angustiosos minutos después, estamos en la escuela de Sebastian. En la entrada me espera un joven, que en cuanto me ve, se acerca a mi.

—Tu debes ser Mila, yo soy Edward —asiento y él me ofrece su mano, después mira a mis amigos que están detrás de mi y los saluda con la mano.

—Ven, esta por acá, sígueme. —Camino detrás de él por largos pasillos, que me parecen interminables, mientras mi corazón late rápidamente y siento que se me saldrá del pecho, y un nudo en mi estómago hace que duela. Se detiene frente a una puerta cerrada y me indica que Sebastian está dentro.

La abro muy lentamente, me apena irrumpir si el médico lo esta revisando. Al abrir la puerta, me quedo de piedra. No puedo creer lo que ven mis ojos, es un salón lleno de alumnos, un gran oso del tamaño de una pequeña habitación está frente a todos, un enorme globo rojo de Helio en forma de corazón que dice TE AMO MILA, vuela sobre él y en la enorme pizarra esta escrito con letras grandes y bien remarcadas:

"Mila, es la única dueña de mi corazón y de mi vida. Quiero que todos sepan que yo soy de ella y que mi mayor sueño es pasar la vida entera con mi pequeña bailarina y hacerla mucho muy feliz. TE AMO MILA, recuerda que mi corazón siempre me lleva a ti.

ATTE

Sebastian Nichols"

Y una gran brújula como la de su tatuaje, esta dibujada junto al mensaje. Todos me miran con grandes sonrisas, mis amigos también ríen.

Estoy confundida, no sé que pensar, no sé que sentir, no sé si estoy feliz por su declaración, no sé si enfurecer por engañarme para que viniera, no sé si llorar de emoción o de alivio por que él está bien.

Sebastian sale de detrás del oso y lleva un enorme ramo de rosas rojas, tan grande que tiene que usar ambos brazos para sostenerlo.

—Mila, pequeña. Quiero decirte, aquí con todos mis compañeros como testigos, que tú eres mi único y gran amor, que eres la única mujer con la que quiero estar, y que todos sepan que no estoy disponible para nadie más —declara con devoción.

Miro a mi alrededor, todos guardan silencio, pero nos miran atentos. Algunas chicas nos miran fascinadas con la escena, otras un poco desilusionadas y Alisson nos mira con un gran gesto de molestia.

—Lo siento chicas, pero ya encontré al amor de mi vida —les anuncia.

Todos aplauden, los hombres chiflan haciendo gran algarabía y las mujeres suspiran emocionadas y sé que desean un hombre como el mío. Porque sí, Sebastian es mío.

Sonrío enternecida y lágrimas de emoción amenazan con salir de mis ojos. Él viene hacia mi y me ofrece su mano.

—Mila, sé que me porte como un imbécil, pero prometo que te cuidaré y siempre te daré el lugar que tú mereces, el de la Reyna de mi vida —promete—. Pequeña por favor dime que me perdonas —suplica.

Impulsivamente lo abofeteo.

Una sonora e unísona exclamación de sus compañeros, dan paso a un incómodo silencio, Sebastian me mira desolado.

—¿Comó te atreves a hacerme esto? —le reprocho.

De pronto me abrazo a él, sorprendiéndolo, todos gritan emocionados y Sebastian me estruja entre sus brazos conmovido.

—Claro que te perdono —chillo emocionada, pero de repente me separo de él—. Lo que no te perdono es que me hayas dado un susto de muerte —le doy un suave puñetazo en el estómago, él finge que se dobla de dolor.

Todos ríen a carcajadas, lo que me recuerda que tenemos público.

—No sabes, lo preocupada que estaba por ti. —Vuelvo abrazarme a él con todas mis fuerzas y él besa mi cabello repetidamente con ternura.

—Vamos chicos, dejemos solos a los tórtolitos. Sebastian invita el almuerzo —convoca Edward al grupo, todos se levantan y salen del aula.

—Mila, también nosotros nos vamos, todavía tenemos que hacer maletas y queremos pasar tiempo con nuestros novios —dice Sara.

—Gracias por acompañarme.

—No es nada, siempre es un gusto ayudar a Sebastian a sacarte de tu apatía —declara Jason, abro grande mis ojos.

—¿Ustedes sabían? —cuestiono, los tres asienten con grandes sonrisas.

—¡Por supuesto! —Me giro de nuevo hacia Sebastian y le doy otro puñetazo.

—Perdóname pequeña, pero fue la única forma de hacerte venir. Sé que si yo te lo hubiera pedido no habrías querido. Además quería demostrarte que no es cierto que me avergüenzo de ti y que de hoy en adelante te daré tu lugar ante todos —argumenta—. Gracias chicos, que tengan buen viaje y éxito en la gira —se despide de ellos.

—Yo creo que me voy con ellos, tú tienes que ir al trabajo y yo tengo que ensayar —aclaro.

—Nada de eso, Peter nos dio la tarde y el día de mañana libres, aprovecha para descansar y estar con Sebastian, acuérdate que no lo veras en un mes —me recuerda Olivia.

Lo miro con angustia al recordar esa larga temporada en que no podré verlo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top