Capítulo 35
Una suave voz hace que me despierte, pero no abro los ojos, no quiero despertar, quiero seguir durmiendo por siempre. Sebastian esta acostado a mi espalda abrazándome desde atrás y no quiero que me suelte nunca.
—¡Hola! ¿Cómo sigue Mila, cómo paso la noche? —dice Sara en un susurro.
Sebastian se incorpora.
—Hola Sara —responde Sebastian en voz baja—. Mal, después de la llamada de su padre, lloró por horas —le cuenta.
—¿Qué? De haber sabido ni le paso la llamada. ¿Qué pasó? —expresa Sara exasperada, intentando no alzar la voz.
—No sé, lo único que entendí, es que el Sr. Davis estaba enojado y no vendría a verla —le hace saber Sebastian.
Finjo que duermo pero no puedo evitar que las lágrimas vuelvan a salir y controlo los sollozos para que no me delaten.
—¡Grrr! No puedo creerlo. Pobre de mi amiga, no en vano carga con tantas cosas —gruñe mi amiga.
—¿De que hablas? ¿Qué cosas carga Mila? —la cuestiona Sebastian.
La angustia de que Sara le cuente mis cosas, detienen mi respiración por unos segundos. Sara guarda silencio, sé que no sabe que decir, me limpio las lágrimas y abro los ojos.
—¡Hola! —Me incorporo a Saludarla y evitar que sigan hablando de mí.
—¡Hola! —responde sonrojada, sabe que no debió hablar de mis cosas.
—Buenos días pequeña. ¿Cómo te sientes? —Sebastian regresa a mi lado y toma mi mano
—¡Mejor, gracias! —respondo mirando fijamente a Sara y ella a mi.
—Sebastian. ¿Podrías conseguirme un poco de agua? —le pido.
—Por supuesto, ahorita vengo. —Sebastian, besa mi frente antes de salir de la habitación.
—Te lo ruego Sara, no le cuentes de mis cargas a Sebastian —le imploro con angustia.
—Lo sé, perdóname se me salió. No era mi intención. —Se sienta a mi lado y me abraza.
—¿Cómo estás? —pregunta.
—Mal, me siento muy triste, mi padre cree que todo esto es un capricho. Me dijo que no podía dejar un importante negocio por un capricho mío. —Los sollozos regresan.
—Lo siento, no debí pasarte la llamada, solo debí decirle que estabas durmiendo —se disculpa, yo niego.
—Esto no es tu culpa.
—Aquí está el agua, pequeña —Sebastian irrumpe en el cuarto, limpio mis lágrimas rápidamente. Él se sienta mi lado, pone el vaso en el buró y toma mi mano.
—¿Qué pasa? No Mila, por favor ya no llores, odio verte así, tan triste —me ruega y me mira suplicante.
—Perdóname, te juro que yo tampoco quiero llorar, pero no puedo controlarlo —le digo tratando de no llorar más.
Sebastian me estruja entre sus brazos y Sara me mira con lástima. Tocan a la puerta y segundos después entra una mujer con una charola con mi desayuno. Sara acerca la mesa, Sebastian me suelta y me ayuda a acomodarme para que coma.
—Por favor comete todo, ayer no cenaste nada —me pide Sebastian.
—¿Que? ¿Por qué no cenaste? —me regaña Sara.
—Ya sabes, después de la llamada de su padre... —Sebastian responde por mi, yo bajo la mirada avergonzada, apenada por que Sebastian se entere de que ni mis padres me quieren.
—Entiendo —expresa Sara.
—¿Necesitas ayuda? —ofrece Sebastian, yo niego.
—Sebastian anda a desayunar tú también, yo me quedaré con Mila.
—No, prefiero quedarme y asegurarme que Mila coma todo lo que le trajeron —se niega Sebastian.
—Yo también puedo asegúrame de eso. Anda ve —dice Sara.
—No necesito que me traten como a una niña pequeña —digo molesta.
Sebastian asiente y de nuevo viene a besarme pero ahora en los labios.
—Iré a desayunar algo, no me tardo —me dice.
Asiento, él vuelve a darme un suave toque de labios y después sale de la habitación. Sin decir nada empiezo a batir la comida. No tengo hambre, al contrario tengo ganas de vomitar, necesito sacar fuera el desprecio de mis padres.
—¿Qué pasa? —me pregunta Sara.
—Nada, solo no tengo hambre —digo sin ánimo.
—Pero debes comer —me recuerda.
—Lo sé, pero te juro que siento que no podré pasar alimento, siento un nudo en la garganta.
—Pero es solo por que estás triste por lo de tu papá, pero inténtalo por favor —me pide con cariño.
—No solo es eso, estoy tan avergonzada con Sebastian, con todos —le expongo.
—¿Por qué?
—Porque ya todos saben que mis padres no me quieren. Sebastian debe estar pensando que no vale la pena quererme si mis propios padres no lo hacen —le cuento mis temores avergonzada.
—Yo creo que los que deberían estar avergonzados son tus padres —asegura Sara.
—Soy yo la que no se da a querer —Sigo con la vista perdida en mi plato, batiendo la comida y sin haber probado ni un solo bocado.
—Te equivocas Mila, habemos muchas personas que te queremos. —Ella me quita el tenedor de las manos y coge un trozo de fruta y me lo lleva a la boca, yo la abro sin pensarlo, después lo mastico muy lentamente con la mirada perdida, mientras Sara me observa con tristeza.
—¿De verdad Sara? ¿De verdad crees que yo me he ganado su cariño?
—Sí Mila. Tú sabes que no suelo ser hipócrita, si te digo que te quiero es por que es así. —Sara me introduce otro bocado a la boca.
Yo sigo sumida en mis pensamientos.
—¿Tú crees que Sebastian de verdad me ama? —digo con la boca llena.
—Estoy segura —dice Sara con convicción.
—¿Podrías asegurarme que no saldrá corriendo si se entera de todos los demonios que me acechan? ¿Qué después de ver todo lo que ha visto en estos días no me dejará? _Ella de nuevo me introduce otro trozo de comida.
—No creo, si fuera así ya lo hubiera hecho. ¿No crees? —expone.
—¿Y si esta conmigo por lástima?
—No Mila, Sebastian es un poco como yo. No sabe fingir, dudo mucho que todo ese amor que te prodiga sea fingido —dice introduciendo otro bocado a mi boca—. ¿Pero por qué mejor no se lo preguntas a él? Así estarás más tranquila —me recomienda.
—Gracias Sara, necesitaba escucharlo de alguien sincero como tú. —Le quito el tenedor y sigo yo sola con el desayuno, aunque lo hago muy lentamente.
—De nada, ya sabes que no tengo pelos en la lengua a la hora de decir la verdad —alardea.
—Lo sé —acepto.
Sebastian regresa y yo no llevo ni la tercera parte de mi desayuno.
—Pequeña, pero si tienes toda la comida en el plato, ya debe estar todo frío.
—Esta bien, solo necesito un poco de tiempo, pero lo terminaré. —Me llevo otro bocado a la boca, Sara me mira con una pequeña sonrisa cómplice.
—Sebastian, no te gustaría ir a tu casa a darte un baño o tal vez tengas cosas que hacer. Yo puedo quedarme con Mila.
—No, gracias Sara, pero no quiero separarme de Mila. Tal vez más tarde, que venga el doctor y nos diga si la darán de alta o no, ya veré si voy de carrera a darme un baño —dice muy seguro.
Estoy feliz de escuchar su respuesta, que confirma lo que Sara me dijo. La miro con una gran sonrisa y ella me guiña un ojo.
—¡Gracias! —le digo tomándole la mano y besándole los nudillos. Él me sonríe con ternura.
—No tienes nada que agradecer pequeña, yo no quiero estar en otro lugar que no sea contigo. —dice acariciando mi mejilla y yo me recargo en su mano, llenándome de su cariño.
Un largo rato después termino mi desayuno y Sebastian sonríe emocionado.
—Eso merece un premio —ofrece.
—¿Puedo escogerlo? —le pregunto.
—Lo que tú quieras —acepta sonriéndome con ternura.
—Un beso, quiero un beso tuyo —elijo y él sonríe feliz.
—Los que quieras, aunque ese también es un premio para mi y yo no he hecho nada para merecerlo —argumenta.
—Claro que sí, has cuidado de mi, me has acompañando —reconozco sus méritos.
—Tortolitos, yo los dejo. No quiero ser testigo de su intercambio de saliva. —Sara se acerca a mi y me besa en la mejilla—. Mila cuídate mucho. Te hablo para ver si te dan de alta o si regreso a visitarte de nuevo.
—Gracias por venir, por tus palabras. Te quiero. —Me abrazo a ella.
—Y yo a ti pequeña. —Me aprieta entre sus brazos, después me dice adiós y sale de la habitación.
—¿Entonces, quieres tu premio ahora? —ofrece Sebastian.
—Sí, pero de seguro que mi aliento no es muy agradable. Más que un premio para ti, terminará siendo un sacrificio.
—Besarte jamás será un sacrificio, todo lo contrario. Besarte es como si hubiera hecho algo muy bueno para merecer el cielo. Besarte siempre es una deliciosa emoción. —Se acerca a mi y me besa suave, lento, los dos cerramos los ojos y nos dejamos llevar por el delicioso momento, en el que yo también siento me lleva al cielo.
Tocan a la puerta y siento que me avientan en picada de la nube en la que estaba. Suelto un suspiro en protesta, cuando Sebastian aleja sus labios de los míos.
—Adelante —dice mirándome divertido.
Yo siento el rostro caliente, seguro estoy roja como un tomate. La puerta se abre y entra Peter, mi sonrisa se borra al instante, y a cambio mi cara se llena de vergüenza.
—¡Hola Mila! ¿Cómo estas? Señor Nichols —saluda también a Sebastian, él responde con un apretón de manos.
—Hola Peter, estoy mejor, pero muy avergonzada contigo —le expongo.
—¿Por qué? —pregunta.
—No terminé la función —admito apenada.
—No tienes porque avergonzarte, primero esta tu salud —asegura.
—Gracias Peter, no sabes el peso que me quitas de encima. Creí que estarías molesto conmigo.
—Lo único que me molestaría, es que no cuides de ti. ¿Entendido? —expone, yo asiento apenada—. Mila, no creo que sea el momento de hablar de la gira a Australia, pero es necesario. Necesito saber si cuento contigo, o si prefieres que lo pospongamos o lo cancelemos.
—¡Oh, no! No Peter, te prometo que estaré lista para entonces —le aseguro, Sebastian niega, mirándome molesto.
—¿Estás segura? Solo tenemos una semana para que estés al cien —insiste Peter.
—Estoy segura, además no me gustaría que esto le cueste dinero a la compañía. Los australianos ya deben de haber gastado en publicidad y no creo que sea justo. _Sebastian vuelve a negar con la cabeza.
—El dinero no seria problema, el seguro cubre todo este tipo de contratiempos, al igual que tu hospitalización.
—¿Cómo? ¿No pagarán mis padres? —indago curiosa.
—No Mila, desde que estás en la compañía, tienes un seguro de gastos médicos, así que tú no te preocupes por nada.
—Gracias Peter, pero te prometo que estaré lista para la gira.
—Muy bien, entonces seguimos con los planes, así se lo haré saber a la compañía, y mañana mismo empezaremos con los ensayos. Ahora dime. ¿Cómo te sientes? ¿Qué dice el médico? ¿Cuándo te darán de alta? —pregunta.
—Me siento mucho mejor, no sé cuándo me den de alta, yo espero que hoy mismo. El doctor Williams quiere asegurarse que todo este bien.
—Me da gusto escuchar eso, pero de todas formas tomate un par de días libres para que te recuperes al cien —ordena.
—Gracias, pero no creo que sea necesario —le aseguro.
—Tal vez no sea necesario, pero es una orden. ¿Me escuchaste Mila? No quiero verte por la compañía por los próximos dos días —vuelve a ordenar.
Sebastian asiente en aprobación y yo suspiro resignada.
—Está bien.
—Mila, me da gusto saber que estas mucho mejor y que estás muy bien cuidada. —Mira a Sebastian, después me guiña un ojo—. Me voy, por favor cuídate mucho y espero que el médico pronto te de alta.
—Gracias Peter.
—Joven, gracias por cuidar a nuestra pequeña.
—No tiene nada que agradecer, lo hago con mucho gusto. —responde Sebastian.
Se dan fuerte apretón de manos, Peter besa mi mejilla y sale diciendo adiós con la mano.
—¿Mila, estás segura que podrás con la gira? ¿No seria mejor que estés al cien completamente antes de regresar a bailar? —me cuestiona Sebastian.
—Estoy segura, tengo 16 años haciendo esto Sebastian.
—Precisamente por eso, no crees que es hora de que te des un respiro. No sé, tal vez un año sabático —sugiere preocupado.
—Sé que estas preocupado por mi y te lo agradezco, pero si no bailo creo que me volvería loca y terminaría haciéndote la vida imposible. Imagíname todo el día sin hacer nada, pensando en donde estás o con quien estás, muriendo de celos y llamándote cada cinco minutos —le digo un poco divertida por la versión de la Mila celosa y lunática.
—¿De verdad me celarías? —pregunta.
—¡Ufff! Mucho.
—No me quejaría y me encantaría si me llamarías cada cinco minutos. Yo quiero hacerlo todo el tiempo, pero me contengo —declara.
—¿De verdad?
—Sí —afirma.
—Bueno la diferencia es que yo no me contendría y terminarías por enfadarte de mi.
—Eso nunca, yo nunca me cansaré de ti. Además no tienes que estar sin hacer nada, podrías estudiar algo. No sé, idiomas o un curso de informática o de diseño, alguna vez me dijiste que te gustaba dibujar —sugiere.
—Sebastian. ¿No te gusta que baile? —lo cuestiono.
—No, no es eso. Es solo que creo que esto te esta consumiendo mucha energía. Y bueno también está eso de las giras y no podré verte por días... —Me enternece con sus palabras y sin contenerme, acaricio su mejilla.
—Te amo. Te amo Sebastian y te juro que tampoco me gusta la idea de no vernos, pero es algo que tengo que hacer, te pido que me apoyes.
—Por supuesto que cuentas con mi apoyo, pero te voy a extrañar mucho.
—Y yo a ti, si pudiera te llevaría conmigo. Yo misma pagaría tus boletos, o podría llevarte en mi maleta, tengo una muy grande, pero sé que tienes trabajo y escuela, no podría pedirte que dejes todo por mi.
—Lo sé, recuerda que yo también tengo que viajar a Chicago. Pero es un mes Mila, un mes de no ver tus bellos ojos y tu hermosa sonrisa —me dice tomando mi rostro y hundiendo sus hermosos ojos azules en los míos—. Un mes sin poder besarte —Y me besa con ansias, con desesperación, y con la misma desesperación le respondo—. Un mes sin poder abrazarte—. Se acuesta junto a mi, me recuesta sobre su pecho y me abraza acariciando mi espalda hasta que vuelvo a quedarme dormida.
—Hablé con su madre, pero ella se negó rotundamente a internar a Mila en una Clínica de Desórdenes Alimenticios y me amenazó con demandarme si le digo a alguien por lo que está pasando Mila. —La voz del doctor Williams que habla en voz baja, me despierta.
Me quedo congelada al escuchar lo que dice. ¿A quien se lo esta diciendo?
—¡Dios mío! Mila siempre me ha dicho que su madre no la quiere, pero esto ya se pasa de desamor. Es como si esa mujer odiara a Mila, a su propia hija. —La voz de la doctora Linda, le responde también en voz baja.
Por un momento siento alivio que fuera Linda con la que el doctor hablara, pero al oírlos hablar del desamor y el odio que mi madre me tiene, las lágrimas regresan.
—No lo sé, lo que si sé es que esa mujer esta desquiciada. Me dijo que Mila hacia lo que tenía que hacer para ser la mejor y que ella estaba de acuerdo con que Mila cuide su peso, que ella misma le enseñó a hacerlo. —El Dr. Williams le sigue contando a Linda lo que habló con mi madre y yo escucho atenta y no me extraña nada lo que dice, así es mi madre.
—¿Que? No puedo creerlo, es cierto que es común que las niñas aprendan estas conductas de sus madres, pero estoy segura que en el caso de Mila no es solo eso lo que la lleva a auto destruirse. —Responde Linda sorprendida.
—Tiene que haber una manera de poder ayudarla, pero sinceramente creo que sin el apoyo de su familia será casi imposible. ¿Que hay del chico que está con ella? No crees que él podría apoyarla en este trance.
—Estoy segura que sí, se nota que el chico la ama, pero no creo que Mila...
—¡No! No quiero que Sebastian sepa de mis problemas. —los interrumpo.
—Mila, pensamos que estabas dormida. ¿Nos escuchaste? —pregunta Linda, asiento.
—Perdónanos, no queríamos despertarte —se disculpa el médico.
—Le dije que a mis padres no les importaría —le recuerdo, él asiente resignado.
—Ahora lo sé, pero tenía que intentarlo. Lo siento —acepta.
De nuevo me ensimismo en mis pensamientos. Todo esto viene a confirmar una vez más, lo que siempre he creído, mi madre no me quiere o peor, ahora también sé que me odia.
—¿Mila, estás bien? —Linda me habla, pero no le pongo atención a lo que me dice.
—Mila... —insiste.
—¿Si? —La miro confundida.
—¿Estas bien?
—¿Usted me ve bien? —le regreso la pregunta.
Ella niega y el doctor hace lo mismo.
—Mila tienes que decirnos como ayudarte, no sabemos que más hacer. Seria estupendo que tengas el apoyo de alguien cercano a ti. ¿Por qué no le pides apoyo a ese chico? —me dice el médico.
—No, él no.
—¿Por qué no Mila? —pregunta Linda.
—Porque él es el único que me ama, no quiero que sepa lo rota que estoy, no quiero que se asuste y se vaya. Eso no lo soportaría —les explico.
—¿Y que hay de lo que te propuse? Unas semanas en una clínica, el doctor justificaría tu ausencia —insiste Linda, él médico asiente.
—Tal vez después de la gira, ahora no puedo.
—Mila, esto es de vida o muerte. Tienes que pensar en ti antes que en nada —argumenta el Dr. Williams.
—No puedo cancelar la gira. Solo será un mes, he hecho esto por años, que más da un mes más —me justifico.
—¿No te ves donde estás? —pregunta el médico exasperado, yo bajo la mirada—. No me dejas alternativa, tendré que informar de esto a la compañía —amenaza.
Ahora lo miro alarmada.
—¡No! No puede hacerme eso —le reclamo.
—Doctor, por favor —interviene Linda—. Mila lo que menos necesita es que la presionemos, con chantajes no va a conseguir nada —le dice al médico, después me habla a mí—. Mila, por favor trata de tranquilizarte. ¿Si te das cuenta la responsabilidad con la que nos sentimos?
—Yo no soy su responsabilidad —digo.
—Tal vez no, pero nosotros sabemos lo que te pasa y si algo más grave te ocurre, si mueres nos sentiremos responsables por no haber hecho nada.
—A veces creo que la muerte es la única salida para librarme de este infierno. _El médico niega exasperado—. Los libero de toda responsabilidad —añado.
—¿De verdad quieres morir? ¡Por que eso es lo que pasará si sigues así! —grita el doctor, lo miro con rabia.
Yo también quiero gritar, quiero decirle que me deje en paz, pero esta vez me contengo, no quiero que nadie escuche nuestros gritos y se enteren de todo.
—Doctor, por favor. —Linda trata de tranquilizarlo—. El tratamiento no servirá de nada, si ella no lo quiere y esa no es la forma de convencerla. Usted ya conoció a su madre, póngase en sus zapatos y trate de entender por que Mila tiene estos trastornos, esto no es algo que ella quiera. Mila esta enferma, la bulimia y la anorexia la controlan a ella —le explica Linda.
Por primera vez escucho lo que me pasa con todas sus letras "Bulimia y Anorexia" y me siento realmente apenada, quiero esconderme donde nadie me vea y sepa lo que le hago a mi cuerpo. Me cubro el rostro y cierro mis ojos con fuerza.
—Esto no esta pasando, esto solo es una pesadilla. Por favor Dios mío, haz que esto solo sea una pesadilla y dime que pronto voy a despertar —Intento convencerme de ello.
—Lo siento Mila, pero esto sí esta pasando y solo tú puedes solucionarlo, solo tú puedes salir de la pesadilla —me recuerda el Dr. Williams.
—¡¿Pero cómo?! ¡¿Díganme cómo?! —les grito con todas mis fuerzas—. Necesito saber como —termino en un susurro.
Sebastian entra de pronto.
—Pequeña. ¿Estás bien? Te oí gritar. —Viene a mi lado y me abraza cuando ve que estoy llorando, mira a Linda y al doctor con desconfianza—. ¿Qué es lo que pasa? ¿Por qué Mila esta llorando? ¿Díganme, tiene algo grave? —los interroga.
Los dos lo miran sin saber que responder y al no recibir respuesta de ellos, Sebastian regresa su vista a mi.
—Mila, mi amor por favor dime que pasa. ¿Por qué lloras? —pregunta, yo bajo la mirada.
—Mila está muy triste por la actitud de sus padres, porque no están aquí con ella —dice Linda, él levanta mi rostro para que lo mire a los ojos.
—Mila, pequeña sé que te gustaría que ellos estuvieran aquí, pero estoy yo y te prometo que no te dejaré sola —dice refugiándome en sus brazos
—Gracias. _Me aferro a él con todas mis fuerzas.
—Bueno los dejamos, Mila por favor sigue alimentándote bien. Recuérdalo Mila, un mes. —advierte el Dr. Williams.
—¿Qué hay en un mes? —pregunta Sebastian.
—En un mes volverá a mi consultorio para otra revisión —agrega el médico, Sebastian asiente convencido.
—Mila, mañana podrás salir si sigues alimentándote bien. —El doctor me mira fijamente y yo le sostengo la mirada.
—Gracias doctor —agradece Sebastian.
—Adiós Mila, trata de estar tranquila. No pienses más en que tus padres no están aquí, mejor enfócate en disfrutar las atenciones y la compañía de este apuesto joven. _Agrega Linda, Sebastian se sonroja, yo asiento y forzó una sonrisa.
Hoy el doctor me dio de alta y Sebastian quiere llevarme a su departamento, yo acepté porque no quiero ver a mi madre, pero además ella envió a Sasha de nuevo a pasar el fin de semana con su mejor amiga y no estará en casa. Mi otra opción es ir al departamento de Sara, pero ella ya regresó a la escuela por los ensayos y Sebastian se niega a que me quede sola.
Como él me dijo se quedó conmigo todo el tiempo que estuve en el hospital, solo salió por una hora para ir a ducharse a su departamento, mientras Sara, Olivia y Jason fueron a visitarme por la tarde.
Todos estos días no he vomitado ni una sola vez. La compañía de Sebastian hacen que mi ansiedad por sacar todo fuera disminuyan, pero además me he estado controlando para poder con los ensayos y la gira para no quedarles mal a Peter y Jonathan, aunque sigo evitando los carbohidratos y las grasas lo más que puedo.
Sebastian me esta ayudando a ponerme la chaqueta, después de ayudarme a recoger todas mis cosas, cuando una joven mujer entra a la habitación después de tocar a la puerta.
—¿Mila Davis? —pregunta, yo asiento—. ¿Tus padres no están aquí? _Niego con tristeza.
—Sus padres están de viaje —interviene Sebastian para evitarme la pena de dar explicaciones.
—Necesitamos que un adulto firme tu alta y se haga responsable de la menor —explica la chica.
—No soy menor —respondo molesta.
—¿Cual es tu edad? —pregunta con desconfianza.
—19.
—Perdón, luces mucho más joven, creí que tenías doce años. Pero aún así no tienes la mayoría de edad. —La miro realmente molesta.
No puedo creer lo que dice. ¿Doce años? ¿Cómo se le ocurre? ¿Acaso esta ciega la mujer?
—Yo me haré responsable de su alta —dice Sebastian.
Dios! Esto es demasiado, Sebastian haciéndose responsable de mí por que mis padres no lo hacen. Estoy tan avergonzada y en este momento preferiría ser huérfana.
—¿Eres un familiar? —lo cuestiona la mujer.
—Soy su prometido —declara.
Yo lo miro sorprendida, después con ternura. Sebastian cada día me enamora más y más. La mujer asiente y le entrega los papeles para que los firme, Sebastian ni si quiera los lee y los firma sin pensarlo. Después me sonríe, toma mi bolso y coge mi mano con firmeza.
—Gracias, no tenias que hacer eso.
—No, pero quise hacerlo. ¿Estás lista? —dice quitándole importancia al asunto, yo afirmo con un pequeño movimiento de cabeza.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top