Capítulo 33

Estoy en la escuela bailando sola, me siento agotada pero no puedo parar, sin que mi cabeza amenace con explotarme con miedos y dudas.
Apenas amaneció, salí del departamento de Sara, fui a casa a bañarme y cambiarme de ropa, para mi suerte mi madre y Raúl aun dormían, así que pude entrar y salir sin ser vista.
Estoy sumida en mi personaje de Odette, cierro los ojos y me dejo llevar por la música. Al terminar la melodía, unos aplausos me hacen sobresaltar.

—Perdona, no quería asustarte —me dice Linda la psicóloga.

Niego para hacerle saber que no pasa nada.

—¡Hola! —saludo.

—Realmente bailas maravillosamente —afirma.

—¡Gracias!

—¿Cómo estás? No has ido a tus citas, no quiero presionarte, pero...

—He estado muy ocupada —la interrumpo—, con los ensayos, la temporada de teatro, ya sabe —me justifico.

—No, no lo sé. No veo a nadie más aquí —dice mirando a su rededor, exagerando el gesto de que no ve a nadie más—. Creo que deberías estar disfrutando de tu tiempo libre como todos los demás, más sin embargo aquí estas evadiéndote de todo y de todos —agrega mientras se adentra lentamente en el salón.

Bajo la mirada y me siento en el piso a quitarme las zapatillas.

—No me gusta estar sin hacer nada y bailar me tranquiliza —me justifico.

Linda se acerca a mi y se sienta a mi lado, es una mujer de unos cuarenta, pero delgada y ágil, así que lo hace fácilmente incluso con tacones y cuidando que su falda no se suba.

—No estás bien, se te nota a leguas. Siempre que bailas compulsivamente, es porque estás nerviosa. Recuerda que cuando te guardas todo, los ataques de ansiedad aparecen con más fuerza.

—No quiero tener más ataques de ansiedad, no sé cuantos más podría soportar —respondo sin mirarla.

—Sé que podrás soportar todo lo que se te presente. Sé que eres mucho más fuerte de lo que crees.

—No estoy tan segura, a veces solo quiero rendirme, pero pienso en mi hermanita y me obligó a eliminar esos pensamientos de mi mente.

—Yo no creo que los elimines, más bien creo que los escondes, pero siguen ahí, ocultos, acechándote siempre, haciéndose cada vez más poderosos. Esos pensamientos Mila, solo se hacen más fuertes con tus miedos, con tu silencio.

—¿Y cómo dejo de temer? ¿Cómo hago para vencerlos?

—Enfrentándolos, ya lo dijo Sebastian.

—¿Y si no lo logro?

—Pues intentas de nuevo, las veces que sea necesario. Mila esto no es una carrera de tiempo, es una carrera de resistencia y tú ya has resistido demasiado. —Asiento pensativa.

—No habrá algún método, alguna técnica, no sé, algo que me de la pauta de como hacerlo —pregunto esperanzada a una respuesta positiva. 

Ella me sonríe con ternura.

—Ojalá la vida fuera tan sencilla y viniera con un manual, pero la realidad es que no es así. La pauta tú sola la iras descubriendo, tú misma te darás cuenta que tanto puedes confrontar —me contesta, pero su repuesta no es la que esperaba—. Mila tú sufres del síndrome de estrés postraumático. En tu caso por violación sexual, es normal que a veces pienses en rendirte, en querer morir. Por eso para sobrevivir es necesario encontrar desesperadamente un sentido de vida. —busca mi mirada—. Mila. ¿Tú tienes un sentido de vida?

—No sé, tal vez el mantener a Sasha a salvo, o Sebastian, él siempre me hace sentir segura, feliz. Pero también me da miedo no poder hacerlo feliz como él me hace a mi, me da miedo no ser suficiente para él, miedo a no merecerlo.

—¿Por qué? ¿Por qué no te le entregas físicamente?

—En parte porque cada que los miedos me atormentan salgo huyendo, él me busca y me busca. ¿Pero hasta cuando lo hará? ¿Y si se cansa de buscarme? ¿Y si se cansa de mí y de mis demonios? ¿Cuántas paciencia más tendrá conmigo? ¿Cuánto tiempo más soportará que llore por todo y sea tan necesitada? Y cuando se canse de mi, me quedaré más sola y devastada que nunca.

—Mila esa es la realidad, estas necesitada de cariño, de amor. Ese amor que tus padres no han sabido darte y a cambio has recibido abandono, abuso. —Hace una pequeña pausa—. Mila, Sebastian te lo ofrece, tómalo y disfrútalo, te lo mereces. ¿Por qué no piensas que podrás enfrentar todo lo que venga con valentía? ¿Por qué no piensas en positivo?

—No lo sé, yo me pregunto lo mismo. Creí que tal vez usted podía darme la respuesta.

—Las respuestas solo te las puedes dar tú Mila, yo solo te puedo ayudar o guiar para que las encuentres.

—Anoche mismo me preguntaba que había mal en mi, porque estoy triste todo el tiempo, porque todo lo veo oscuro, negro. A veces solo quiero morir y no tener que pensar más en todo esto. Tal vez estoy loca y no me he dado cuenta y todo lo que pasa a mi alrededor es una pesadilla, una horrible en la que estoy atrapada.

—¿Crees que estás loca Mila?

—A veces creo que estoy volviéndome loca.

—¿Mila, que hay con el Ballet, no es un aliciente para ti?

—El ballet se ha convertido en mi tabla de salvación, más que una afición.

—Explícame.

—Cuándo bailo, no pienso en nada. Me olvido de mis miedos, de mis problemas, olvido que mis padres no me aman y que soy un estorbo para ellos.

—Definitivamente el baile lo usas para evadirte. Mila, tú no estás loca, estás deprimida y no solo por tu violación, también por el abandono de tus padres —me explica y mentalmente repito "Mi violación, mía"

—¿Qué piensas?

—Lo que dijo, "tu violación", lo dijo como si fuera algo mío, algo que me pertenece y no quiero que sea mía, no la quiero en mi vida.

—Eso de depende de ti, eres tú la que tiene que deshacerse de ella como algo que no sirve en tu vida. Cómo cuándo la ropa no te queda más y la tiras o la regalas. Mila, tu violación no te sirve de nada, solo te sirve para traerte miseria. Sácala de tu vida como si fuera basura, tírala lejos donde no te lastime más.

—Eso quiero, pero no sé como. —Los sollozos que había estado conteniendo, por fin se liberan sacudiendo con fuerza mi pecho. Linda me abraza y me estruja en sus brazos.

—Está bien, llora Mila, saca todo lo que tengas dentro. No te lo guardes más para ti sola, llora hasta que no quede más dolor dentro de ti.

—Lloro todo el tiempo, lloro mucho y no sirve de nada. El dolor, el miedo nunca se extinguen y ya no quiero llorar más.

—No tiene nada de malo llorar, dicen que las lágrimas lavan el alma.

—¿Cuánto más tengo que llorar para que mi alma quede limpia, para que ya no haya nada oscuro dentro de mi?

—No lo sé Mila, no lo sé. Solo sé que es mejor llorar que guardarse todo y fingir que estás bien. —Linda sigue abrazandome, apretándome contra su pecho hasta que logro calmarme.

—No fui a terapia, pero usted vino a mi —digo limpiándome las lágrimas.

—Ya sabes lo que dice el dicho, si la montaña no va a Mahoma, Mahoma va a la montaña.

—¿Cómo supo que estaba aquí?

—Jonathan me dijo, él está preocupado por ti. _Abro grande mis ojos.

—No le habrá con...

—No Mila, yo no le conté nada —me interrumpe—, pero él no es tonto, lo intuye, sabe que algo te pasa, no es tan difícil darse cuenta. Mila cada vez estás más delgada, más pálida, luces exhausta y tu mirada siempre es triste

Bajo la mirada avergonzada, debo lucir espantosa.

—Yo no quiero preocupar a nadie, no quiero que nadie se dé cuenta de que algo me pasa.

—Lo sé Mila, pero no puedes evitar que los que te quieren se preocupen por ti si te ven mal.

—Ya no quiero estar mal —Limpio mis lágrimas con rudeza, quiero ser fuerte—, pero no sé como. —Mis hombros se hunden derrotados..

—Lo primero que tienes que hacer es enseñarte a quererte a ti misma, a valorarte, a amarte. Si tú te amas, si tú te respetas, también los demás lo harán y no te dañaran más.

—¿Quiere decir, que como yo no me amo, por eso Fabienne abusó de mi y el amante de mi madre me molesta?

—Oh no Mila, yo no dije eso, yo no me refería a eso. Tenlo claro Mila, lo que te hizo ese joven, no fue tu culpa —asevera.

La escucho, pero mi mirada se pierde en los recuerdos de esa noche. Las lágrimas regresan y comienzo a temblar.

—Mila, respóndeme algo. No será fácil hacerlo, pero necesito que me lo digas. —Asiento.

—¿Qué sentiste mientras ese muchacho abusaba de ti? —Ni siquiera lo pienso, las palabras fluyen rápidas, como las lágrimas. ¿Por qué? ¿Por qué no hay día que no piense en eso, no hay día que no sienta lo mismo cuando revivo ese momento en mis pesadillas, en mis pensamientos.

—Terror, mucho. Asco, devastación, me sentí humillada, sucia, pero sobre todo impotencia, mucha impotencia por no poder evitar que me hiciera lo que me hizo. Impotencia de no ser tan fuerte para defenderme, por que le juro que luché, luché con todas mis fuerzas.

—No tienes que jurarme nada, yo te creo.

—Después me evadí, no quería estar ahí, mis pensamientos volaron al escenario y baile y baile, hasta que él terminó conmigo. Después vino la rabia, la culpa, me sentí tonta, estúpida, yo no debí estar sola en ese salón a esas horas de la noche. Yo debí luchar con más fuerzas, debí gritar más fuerte. Yo debí...  —Los sollozos regresan.

—No te atormentes pensando en lo que debiste o pudiste hacer, eso no lo puedes cambiar.

—Lo sé y eso es lo más frustrante de todo, qué no puedo cambiar lo que ese maldito me hizo.

—Bien, entonces si ya sabes que eso no lo puedes cambiar. ¿Qué crees que tienes que hacer para estar mejor?

—No sé, supongo que no dejar que siga afectando mi vida.

—Así es Mila.

—La pregunta es. ¿Cómo? Si el recuerdo de esa noche me sigue a donde quiera que voy, me persigue en sueños, me persigue cuando Sebastian se me acerca demasiado. Fabienne me amenazó, dijo que si le contaba a alguien volvería y no seria amable. No lo ha hecho físicamente, pero cada noche regresa y vuelve a lastimarme, vuelve a llenarme de terror e impotencia y ya no quiero volver a vivir eso ni una vez más, ya no puedo. —Ya no lloro, pero mi vista se pierde en mis zapatillas de ballet que están en el suelo frente a mi. No veo a Linda, pero siento su mirada estudiando mis gestos.

—¿Sabe lo que es revivir cada noche, esa horrible experiencia? Tres años, todos los días, cada noche de esos tres años soñando que vuelve por mi, que vuelve a lastimarme, que vuelve a ultrajarme.

—No, no lo sé Mila y tal vez nunca lo sepa... —La interrumpo.

—Yo espero que nunca lo sepa, esto no se lo deseo a nadie, no se lo desearía ni a mi peor enemigo.

—Lo que si sé Mila, es lo que esto te ha dañado, he visto hasta que punto te ha derrumbado. Pero en ti esta permitir que esto siga trastornando tu vida. —Asiento pensativa, sé que tiene razón, Sara siempre me repite lo mismo, Sasha también me lo ha dicho, mi pequeña hermanita, y el mismo Sebastian aun sin saber realmente lo que me pasa. Yo misma estoy convencida, solo que no he encontrado la manera de que esto siga volviendo mi vida un completo hoyo negro en el que siento que cada vez me hundo más.

—Vamos, creo que ya fue suficiente por hoy, de terapia y de baile. Ve a casa a comer algo y descansar, recuerda que tienes dos funciones por la tarde.

—Gracias por escucharme.

—No tienes nada que agradecer, solo hago mi trabajo.

—Usted hace por mí mucho más que su trabajo.

—Ya son muchos años tratándote, ademas es fácil quererte.

—¿De verdad lo cree? Si es así. ¿Por qué mis padres no me quieren? —le expreso mis dudas.

—De verdad Mila, eres una chica muy dulce. Además estoy segura que tus padres si te quieren, solo que no saben cómo demostrártelo. —Me pongo de pie y le ofrezco la mano para ayudarla a ponerse de pie.

—Gracias, la bajada es más fácil, la levantada es lo difícil.

—Así es, dígamelo a mi —respondo refiriéndome a lo hundida que me siento y el trabajo que me esta costando levantarme.

—Mila, ahora tengo que irme, pero en la semana espero que te des una vuelta por mi consultorio.

—Prometo que iré a verla.

—Muy bien, sino ya sé donde encontrarte. —Me guiña un ojo, le sonrió de vuelta.

Ella sale del salón y yo recojo mis cosas, veo que mi celular tiene varias notificaciones, las reviso y veo que tengo varios mensajes de Sebastian, preguntándome que haré, si tengo planes y si me gustaría salir con él. Los mensajes son de hace horas, pero no los había visto.

—Perdona, apenas vi tus mensajes —le respondo.

—Supe que tenias la mañana libre y esperaba que pudieras salir a pasear conmigo —me contesta enseguida.

—Lo siento, pero en tres horas debo estar en el teatro y todavía tengo que ir a mi casa a ducharme y comer algo. —Le escribo.

—¿A tu casa? ¿En donde estás? —pregunta.

—En la escuela de baile —le informo.

—Podrías comer conmigo —me tienta y agrega una carita guiñando un ojo, sonrío.

—Esta bien. ¿Te parece bien en una hora en mi casa? —propongo.

—¿No quieres que vaya por ti y te lleve?

—No es necesario, ya voy de salida. En tren estoy en casa en cinco minutos.

—Ok, entonces te veo en una hora.

—Nos vemos.

Llego a casa y me topo con mi madre que sigue en bata y parece que apenas se levantó de la cama.

—¿De donde vienes? —pregunta mirando su reloj.

—De ensayar —respondo escuetamente.

—Bien, apúrate que en par de horas tienes que estar en el teatro.

—Solo vine a ducharme y me voy.

—¿Quieres que le pida a la cocinera que te preparé algo? ¿Alguna ensalada?

—Comeré algo ligero en el teatro. —Las dos obviamos nuestro bochornoso encuentro y no sé si agradecerlo o indignarme por fingir que no pasó nada.

—Está bien, apresúrate entonces. —Asiento y subo corriendo las escaleras, entro a mi habitación y voy directo a la ducha. Me arreglo un poco más de lo acostumbrado, quiero que Sebastian me vea bonita. Dejo mi cabello suelto, me pongo un discreto pero lindo vestido blanco y azul y unas balerinas a juego, para terminar pongo gloss en mis labios, arreglo mis cosas y bajo a toda prisa las escaleras. Cuando salgo de casa Sebastian ya me espera, me ve y su sonrisa se ilumina, yo me sonrojo.

—Hola pequeña, estás hermosa. —Rodea mi cintura y me besa, yo también lo beso mientras las mariposas revolotean con fuerza en mi estómago.

—¡Hola! —respondo con timidez.

—¿Lista? —Asiento.

—¿Adonde quieres ir?

—A donde tú quieras.

—Ok. —me carga en sus brazos y me sube a su moto, después me coloca el casco mientras me sonríe divertido.

—¿Qué pasa? —le pregunto.

—Nada. ¿Por qué?

—¿Por qué sonríes?

—Porque estoy feliz de que hayas aceptado comer conmigo.

—A mi también me hace feliz pasar tiempo contigo —declaró y su blanca sonrisa se hace más amplia, besa mi nariz y ese pequeño gesto hace que me derrita por completo.

Me lleva a un pequeño restaurante cerca del teatro, esta lleno pero Sebastian tiene reservación así que nos pasan apenas llegamos.

—Yo pediré el emparedado de langosta, tienes que probarlo, es delicioso. ¿Qué dices, quieres ordenar lo mismo?

—No, prefiero una ensalada. Recuerda que bailaré, si como mucho me sentiré pesada.

—¿En serio? Mila ni aunque te comas un elefante, estarías pesada —me recrimina y ahí está de nuevo el tema de la comida y el peso, me remuevo incomoda en mi silla y evado su mirada fingiendo interés por el lugar.

—¿Desean ordenar?

—Si, yo quiero el emparedado de langosta y una sopa de tomate.

—Yo quiero la ensalada mediterránea.

—¿Con pollo?

—No y sin aderezo por favor —le digo la mesera.

Sebastian niega con la cabeza y me observa preocupado.

—¿De tomar?

—Una naranjada para mi —dice Sebastian.

—Yo solo agua.

—Bien. —La mesera recoje los menús y se retira.

—Mila, cada día te veo más delgada, creo que deberías comer más, me preocupa que te vayas a enfermar.

—Estoy bien. Solamente no tengo mucha hambre. —Intento convencerlo, pero él niega con la cabeza y me mira con desaprobación.

—¿Te gustaría cenar conmigo después del teatro? Yo prepararé la cena, y esta vez te prometo que no la arruinaré —me propone.

Lo pienso unos segundos antes de responder, por supuesto que quiero pasar tiempo con él y que él quiera pasar tiempo conmigo, pero el asunto de la comida me pone nerviosa, pero el que me vuelva a pedir que me quede con él, en verdad me aterra.

—Si Sebastian, me gustaría mucho cenar contigo. —acepto para darle gusto.

Él sonríe de oreja a oreja, después toma mi mano la besa.

—Prometo que después te llevaré a tu casa. —asegura.

Por un momento siento alivio, pero después me atormenta la idea de que Sebastian ya no quiera pasar más tiempo conmigo. Lo sé, ni yo misma me entiendo.

Comemos entre sonrisas, miradas cómplices y entre chistes que Sebastian hace para hacerme reír y lo logra. Rio mucho, a carcajadas y por un momento me olvido de todo, esta vez controlo mis ganas de salir corriendo al baño a vomitarlo todo, después de todo son pocas las calorías que ingiero y necesito un poco de fuerzas para poder seguir bailando.

Sebastian me lleva al teatro y me baja en brazos de su moto, después rodea mi cintura con sus dos manos y me pega a él y yo me abrazo a su cuello. Nuestras miradas se conectan y poco segundos después también lo hacen nuestros labios.

—Gracias por la comida —digo.

—Gracias a ti por aceptar mi invitación. No sabes lo feliz que me hizo verte reír —manifiesta entusiasmado.

—Tú me haces reír, no sé como no nos corrieron del restaurante por mis escandalosas carcajadas.

—Porque seguramente disfrutaron tanto como yo de tu hermosa sonrisa. —Sonrío de vuelta sonrojada.

—Tú eres el que tiene una hermosa sonrisa, una que vuelve locas de amor a todas las chicas.

—La única chica a la que quiero volver loca de amor es a ti. _Me responde serio y penetrándome con la mirada.

—Eso ya lo conseguiste, me tienes loca, loca de amor por ti Sebastian. _Tomo su rostro en mis manos y me lo como a besos. Él sonríe feliz y yo disfruto de verlo feliz.

—Me fascinas Mila, me tienes hecho un idiota por ti.

—¿Eso es bueno o malo? —Suspira pesadamente.

—Ya no sé. —Lo miro intrigada.

—Cuando estoy contigo siento que no tengo ojos, ni pensamientos para nada, ni nadie más.

—¿Y cuando no estás conmigo? —indagó.

—También, ese es el problema. Cada vez me cuesta más concentrarme en los estudios y en el trabajo. Además de que me siento incompleto, me siento inquieto, celoso de los que están contigo.

—Entonces también me tienes hecha una idiota a mi, porque a mi me pasa lo mismo.

—¿De verdad Mila? ¿De verdad me quieres como yo a ti?

—No Sebastian, yo no te quiero —le digo muy seria, él me mira dolido.

—Yo te amo, te amo tanto que cuando estoy contigo me siento feliz, siento que no me hace falta nada más. Siento que podría quedarme contigo por siempre y no me importaría que el mundo se cayera a mi alrededor —declaro.

Él me mira emocionado, me levanta por la cintura y me da vueltas haciéndome reír de nuevo.

—No vuelvas a jugarme esas bromas, que por un momento sentí que mi corazón se hacia trizas —expresa con una gran sonrisa.

—Bájame, me tumbaras —chillo entre risas.

—No, no te bajaré hasta que me repitas que me amas.

—Te amo Sebastian, te amo más que a nada, te amo más que a mi misma. ¡Te amo, te amo, te amo! —grito a todo pulmón. Sebastian se detiene y me baja rozando mi cuerpo con el suyo, toma mi rostro y después de hundir su mirada en la mía, me besa posesivamente y como nunca antes, haciéndome sentir un inmenso calor.

—¿Sabes Pequeña? Sabes lo que pienso de vivir la vida al limite, créeme nunca antes he sentido algo tan intenso como lo que tú me haces sentir. Ni siquiera cuando me lancé de una avioneta con un paracaídas.

—¿De verdad? —Dudo de su declaración, cuando lo más que ha obtenido de mi son unos cuantos besos.

—De verdad, pequeña. Tú te has convertido en mi todo —admite.

Bajo la mirada nerviosa, me da miedo no poder cumplir con sus expectativas, me da miedo que se canse de mi y de mis temores.

—¿Que pasa Mila, porque de pronto te pusiste seria?

—No, por nada.

—Mila por favor no me mientas, sé que te pasa algo.

—Es que yo... Yo solo no quiero defraudarte.

—¿Y porque tendrías que defraudarme?

—No sé, no sé que esperas de mi, o tal vez si lo sé y no sé si yo pueda dártelo.

—¿Te refieres a sexo? —pregunta directamente.

Asiento avergonzada, él niega exasperado, después baja su rostro a la altura del mío y lo toma con sus manos.

—Mila escúchame bien. Yo te amo, lo único que espero de ti es que tú también me ames a mi. Por supuesto, no te voy a mentir, me gustaría mucho poder hacerte el amor. Sé que eso nos compenetraría más como pareja, pero te prometí ser paciente, y lo seré. Será cuando tú estés lista y quieras hacerlo. ¿Esta bien?

—¿Y si nunca puedo?

—Claro que podrás, recuerda que también te prometí que te ayudaría a vencer todos tus miedos. ¿A que le tienes miedo Mila?

—Por favor no me preguntes —le pido bajando el rostro avergonzada, pero él vuelve a levantarlo.

—Esta bien, no te preguntaré más, pero recuerda algo Mila. Yo jamás te forzaré a hacer algo que tú no quieras —me asegura.

Afirmo agradecida.

—Ven acá. —Vuelve a envolverme en sus brazos y yo a sentirme segura, no sólo por estar en sus brazos, también por todo lo que me dijo.

Hoy es el último día de presentaciones del lago de los cisnes en New York. Estos días se han pasado volando. Sebastian se ha encargado de eso, no habido día que no me busque y me haga feliz con su amor y sus increíbles detalles.

Como prometí, regresé a terapia con Linda, ella ha estado tratando de ayudarme con el asunto de "Mi violación". Para mi mala suerte todavía no logro deshacerme de ella, pero en parte agradezco que se enfoque en eso y no haya tocado el tema de la comida, porque ese asunto no he podido controlarlo del todo, o más bien casi nada. Ahora no solo vomito lo que como, también estoy comiendo prácticamente nada. Es cierto que cuando estoy con Sebastian, me olvido de todos mis problemas, pero apenas llego a casa estos regresan con fuerza a atormentarme. Lo único que ha vuelto a traerme un poco de alivio, es que Sasha está en casa y poder quedarme con ella a dormir, al menos a si no me siento tan sola por las noches.

Jason y yo estamos en el último acto apunto de terminar, fuertes calambres atacan mis piernas, pero no permito que arruinen mi baile, duelen terriblemente como agujas pinchando potentes, pero me aguanto.

De pronto siento que las fuerzas me abandonan, pero hago mi mayor esfuerzo por mantenerme en pie y seguir bailando. Sudo frío y siento que cuesta respirar, pero no me detengo. Por suerte lo que sigue es solo dejarme caer desde una escalinata, escenificando el suicidio de los enamorados lanzándose al lago. Caigo junto a Jason a un colchón, siento desfallecer y no puedo levantarme más.

—Mila, Mila respóndeme...

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top