Capítulo 30

Lavo mi rostro y al mirarme en el espejo me encuentro repugnante; soy un completo desastre. No entiendo que ve Sebastian en mí, o porqué le gusto.

Entro a uno de los sanitarios e introduciendo mis dedos en la garganta, vomito lo antes comido en el consultorio de Linda.

Cuando termino de devolverlo todo, salgo a lavarme los dientes y de nuevo me encuentro examinando mi cuerpo en el espejo, pasando mis manos por mis caderas y por mi abdomen.

—¿Qué tanto te observas? —interrumpe Theresa mi introspección y la miro por el reflejo del espejo, pero no le respondo—. No me digas que te encanta ver que eres una completa vaca, no entiendo cómo Jason puede cargarte —se burla y prometí no dejarme intimidar por Theresa, pero lo que dice me lastima y hace que siga analizándome en el espejo confirmando lo que ella me dice.

Cierro los ojos tratando de controlar las lágrimas, no quiero llorar más, no delante de ella.

—Déjame en paz —digo entre dientes.

—¿O qué? ¿Me acusarás con Linda y con Peter? —ironiza mirándome desafiante.

—Yo no soy una chismosa —exclamo molesta mirándola por el espejo.

—¿Ah no? Por tu culpa me suspendieron tres días —me acusa apuntándome con el índice.

—Si te suspendieron fue por mentirosa —refuto.

—¿Qué tanto le contabas a Linda? —exige analizando mi reacción y procuro mantenerme impasible, pero me sorprende su pregunta.

—Ese no es asunto tuyo —objeto al tiempo que me giro a enfrentarla.

—¡Aaah! ¡Entiendo! —exclama mirándome de arriba abajo.

—No sé de que hablas, pero no me importa lo que creas. —Sostengo su mirada e intento salir del baño, pero ella me cierra el paso.

—No he terminado contigo.

—Pero yo contigo, sí —la afronto.

—Te lo advierto Mila, si te metes con Sebastian te juro que haré que te arrepientas toda tu vida —dice en tono amenazante.

—No te tengo miedo, así que mejor guárdate tus amenazas para alguien más —le aclaro.

—Está bien, no me creas, pero yo que tú me cuidaría las espaldas —advierte con tono mordaz.

—Por supuesto, eres tan traicionera que solo atacas por la espalda —respondo tratando de mostrar seguridad, pero ella sonríe con suficiencia y se hace a un lado para dejarme pasar.

—Luego no digas que no te lo advertí —amenaza y sosteniéndole la mirada, paso por su lado y salgo del baño.

Voy directo al salón de clases y al llegar, Jonathan me hace una señal para que pase. Sin decir nada voy a un rincón a ponerme las zapatillas y caliento un poco antes de unirme al ensayo.

Es la hora del almuerzo y estoy en la cafetería con mis amigos platicando del asunto de Theresa; todavía sigo sin poder creer su desfachatez. No les cuento del incidente que tuve con ella en el baño y les pido no le cuenten a Sebastian lo ocurrido con Linda, Theresa y Maddie.

Hablamos del tema,  cuando Jason que está frente a mí, carraspea y hace señales con la mirada para que no digamos más; lo miro intrigada intentando entender que quiere decirnos y de pronto una rosa roja aparece frente a mi vista. La tomo y al instante sonrío, al igual que mis amigos que ríen en complicidad con Sebastian, que me abraza por detrás y me estremece con su cálido aliento en mi oído.

—Hola Pequeña. ¿Qué tal tu día? —saluda, acariciando con su nariz mi mejilla.

—No tan bien, pero acaba de mejorar considerablemente. —Me giro hacia un lado y beso sus labios que ya esperan los míos. Miro a mi alrededor esperando que Theresa y Maddie no estén por aquí; para mi alivio no las veo y no es que les tenga miedo, pero prefiero evitar más conflictos.

—¡Hola chicos! —Sebastian saluda a mis amigos.

—¡Hola Sebastian! —responden los tres al unísono.

—Vengo a invitarte a almorzar —expresa estrujándome entre sus brazos.

—Ya almorcé, pero te acompaño a donde quieras. —Él me mira confundido, al notar que no tengo un plato, pero mis amigos sí—. Lo hice más temprano —aclaro y él asiente pensativo.

—Si ya almorzaste, podría comer aquí cualquier cosa —dice con una traviesa sonrisa, a la que no me puedo resistir.

—Claro, acerca una silla —respondo feliz de quiera pasar tiempo conmigo.

Sebastian se sienta a mi lado, ordena algo de comer, poco después mis amigos se van dejándonos solos.

—Sebastian... —titubeo.

—¿Sí? —pregunta expectante.

—¿Recuerdas que decidimos no decirle a nadie de lo nuestro? —menciono temerosa.

—Claro —afirma.

—Lo que pasa... es que preferiría que nos viéramos fuera de aquí... —expreso apenada, pero él interrumpe.

—¿No quieres que venga? ¿Te avergüenza que te vean conmigo? —me cuestiona molesto.

—Por supuesto que no, al contrario, me halaga que me vean contigo, solo que no quiero más conflictos con Maddie y Theresa, todavía no entiendo porque tu hermana me odia tanto... —

—¿Haz vuelto a tener problemas con ellas? —pregunta molesto interrumpiéndome de nuevo.

—No —niego evadiendo su mirada, pero él toma mi barbilla con sus dedos y me obliga a mirarlo a los ojos.

—Mila, por favor no me mientas —exige atravesándome con la mirada.

No me gusta ser una chismosa, además solo quiero que las cosas se queden como están, sin que se compliquen todavía más.

—Por favor Sebastian, olvida lo que dije —esbozo bajando de nuevo la mirada.

—¡Mila por Dios! No quiero que me ocultes más cosas —dice exasperado.

—Solo no quiero que intervengas en un asunto de chicas y que tengo que solucionar yo misma —expongo inquieta.

—Está bien, sino me lo dices tú, se lo preguntaré directamente a Maddie —menciona al tiempo que se pone de pie bruscamente.

—Sebastian, no puedes hacer eso. —Lo detengo tomándolo de la mano, él se cruza de brazos y me mira inquisitivo levantando una de sus cejas, esperando que le diga más—. Ok, te contaré, pero prométeme que no les dirás nada —le ruego, pero él niega realmente enfadado.

—No Mila, no te prometeré nada. Me lo dices ahora mismo o voy a exigirle a Maddie que me lo diga ella —me advierte y yo lo miro mortificada.

—Te lo diré, pero por favor siéntate —le pido arrepentida.

Sebastian se sienta y me mira directamente a los ojos esperando que continúe; realmente está enojado, no sé ni porque mencioné el asunto.

—¿Y? Estoy esperando Mila —demanda levantando sus cejas de forma analítica.

—Theresa me acusó con Peter de haberla agredido —confieso después he haber tomado una gran bocanada de aire.

Él cierra los ojos en un gesto doloroso y niega con la cabeza, a la vez que pasa ambas manos por su cabello mostrándose frustrado.

—No puedo creerlo, Theresa cada vez está más loca —refunfuña exasperado—. Dime Mila. ¿Maddie también lo hizo? Porque te juro que si Maddie está metida en esto, se las verá conmigo —exige, pero niego firmemente.

—No, tu hermana no tenía idea, incluso ella admitió que fue Theresa quien me agredió a mí; también Sarah, Olivia y Jason abogaron a mi favor —le cuento con veracidad.

—Más le vale que haya sido así y de Theresa yo me encargaré, no dejaré que siga molestándote —aclara con un notable tono de enfado.

—Sebastian, ya le dejé claro que no le tengo miedo, por favor no hagas más grandes las cosas, además preferiría que no sepan de lo nuestro —argumento intentando persuadirlo.

—Mila, no tienes porque temerles —aclara con firmeza.

—Sebastian, ya lo habíamos hablado. Solo quiero mantenernos a salvo de sus intrigas y las de mi madre, sé que si ella se entera hará lo que sea para separarnos —explico preocupada y él asiente pensativo con un claro gesto de fastidio.

—Está bien, haremos las cosas como tú quieras —acepta de mala gana y yo me abrazo a su cuello, y lo recompenso con un largo beso—. Desde mañana te espero afuera cuando venga por ti.

—¿En la esquina? —tanteo.

—¡Milaaa! —advierte y yo hago una cara de suplica—. Ok, en la esquina será —consiente derrotado y yo me lo como a besos para contentarlo.

Las últimas dos semanas han pasado rapidísimo, demasiado para mi gusto. Como quisiera que el tiempo se detuviera cuando estoy con Sebastian, para poder disfrutar más de su amor y de sus besos. Todo ha ido muy bien entre nosotros, claro no hemos pasado de besos y caricias, pues cuando estamos a punto de pasarnos, Sebastian se detiene. Sé que lo hace por mí, porque no quiere asustarme de nuevo y se lo agradezco.

He seguido yendo con Linda a terapia, no sé que tanto he avanzado, pero al menos he podido controlar los ataques de pánico cuando hablo del abuso de Fabienne sin haberme desmayado otra vez, aunque sigue lastimándome mucho el solo recordar esa aterradora noche; lo que sí sigue afectándome sobremanera, es la indiferencia de mis padres. Los vómitos no he podido detenerlos del todo, he tratado de alimentarme sanamente, pero apenas llega la culpa salgo corriendo al baño a devolverlo todo.

Por fin llegó el gran día, hoy es el estreno de "El lago de los cisnes" y Jason y yo, aparecemos en grandes espectaculares, con hermosas fotos de los dos en bellas y elegantes poses de ballet.

Estoy en el camerino sentada en el peinador frente al espejo, me están maquillando para el espectáculo, y a pesar de sentirme un poco nerviosa, estoy feliz porque Sebastian me verá bailar. Él dijo que iría a verme todos los días, así que me encargué de comprarle entradas en primera fila para cada presentación. Cuándo se las entregué, me emocionó verlo tan feliz por saber que yo lo quiero ahí conmigo, así que también prometí dedicarle mi baile y cuando se lo dije, Sebastian me sonrió enternecido antes de decirme cuanto me ama y besarme como si no hubiera mañana.

La maquillista me despierta de mi ensoñación cuando me dice que terminó y que me ayudará a vestirme. Me pongo el tutú y el corsé y ella me ayuda a ajustarlo.

—Mila. ¿Estás lista? —pregunta Peter, después de tocar a la puerta y que la maquilladora le abriera.

—Ya casi  —digo mientras coso las cintas a mis zapatillas sentada en el piso.

—Te ves espectacular —me halaga con cariño fraternal lo que agradezco, pero no le creo.

—Gracias —musito incómoda.

—¿Estás nerviosa? —pregunta con tono divertido.

—Un poco —admito.

—No deberías estarlo, lo haces perfecto —dice mirándome con orgullo.

—¿Tú crees? —pregunto mirándolo a los ojos esperando ver la verdad en ellos.

—De verdad lo creo —confirma y emocionada, me pongo de pie, me abrazo a Peter y él me devuelve el abrazo.

—Gracias Peter, no sabes cuanto aprecio tu apoyo —exclamo realmente conmovida.

—Siempre Mila, siempre contarás con mi apoyo. Sabes que te quiero como a una hija —expresa con cariño.

Beso su mejilla y no digo más, porque sé se me quebraría la voz; pues duele saber que recibo más cariño de los demás que de mis propios padres.

Por supuesto mi madre está en el palco más caro del teatro, siempre lo compra para el estreno e invita algunos amigos para presumir que su hija es la bailarina principal, pero ni siquiera viene a saludarme después del espectáculo, solo se pavonea por todo el teatro diciéndoles a todos que ella es mi madre, después organiza una fiesta para festejar mi éxito, pero nunca estoy invitada. Y mi padre no viene a verme desde que se volvió a casar, cuando antes no faltaba a ninguna de mis presentaciones. Recuerdo que la primera vez que faltó lloré la noche entera, ahora ni siquiera espero una llamada de su parte.

—¡Hola Pequeña! —Sebastian me sorprende en el camerino y yo sonrío feliz de tenerlo ahí.

—Los dejo, no tardes —dice Peter y acepto con un movimiento de cabeza.

—¡Sebastian! —exclamo emocionada y me cuelgo de su cuello apenas sale Peter.

—¡Estás bellísima pequeña! —declara mirándome amorosamente—. Solo vine a desearte "rómpete una pierna" —dice guiñándome un ojo.

La frase rómpete una pierna la usamos entre los bailarines y quiere decir "buena suerte". Es algo que decimos antes de entrar en escena y tiene su origen en la creencia de que da mala suerte desearse buena suerte antes de actuar.

—¡Te amo! —digo besando apenas sus labios para no arruinar el maquillaje.

—Yo a ti pequeña —dice mientras me da un fuerte abrazo—. Te veo desde las butacas, recuerda que festejarás el estreno solo conmigo.

—Por supuesto que lo recuerdo —menciono con una gran sonrisa.

—Mila, al escenario —interrumpe el director de escena que se asoma por la puerta.

—Ya voy —respondo sin quitar mi vista de la de Sebastian.

—Baila como solo tú sabes, Pequeña —expresa Sebastian antes de besar mi frente y yo asiento con una pequeña y ensoñadora sonrisa.

—Recuerda, va por ti —expreso antes de besarlo de nuevo, salimos del camerino tomados de la mano y le digo adiós con la mano, luego él va a su asiento y yo tras bambalinas.

La orquesta da inicio con la obertura composición de Tchaikovski y lo hace de forma sublime. Al instante, la adrenalina recorre cada molécula de mi ser, erizando mi piel por completo y haciendo latir mi corazón a mil por hora. E inminentemente siento un cúmulo de sentimientos contradictorios. Confianza y nervios, felicidad y miedo, emoción y ansiedad.

El primero en entrar es Jason como el príncipe Sigfrido. Mientras, yo estiro un poco y veo entusiasmada que baila excelente. Poco después entra Sarah en el papel de la reina madre de Sigfrido y también lo hace increíble.

En el segundo acto, es mi turno de entrar como Odette, la reina cisne, quien es víctima de un hechizo del brujo Rothbart, hechizo que solo se puede deshacer si alguien le declara amor eterno.

Tan pronto como entro al escenario, me transformo en alguien más y por unos minutos me olvido quién soy realmente. En estos momento no soy la chica a la que su madre desprecia, ni la que su padre dejó de lado. No soy la chica a la que le desagrada su cuerpo o la que lastimaron años atrás. No, en estos momento no soy Mila, en estos momentos soy una bailarina a la que le apasiona el baile y que disfruta del movimiento de su cuerpo, en el que cada giro, cada salto, despierta en mí sensaciones realmente maravillosas.

Al terminar el acto, todos corremos a cambiarnos de vestuario, solo contamos con unos minutos y mi cambio es un poco más complicado, por que también hay que cambiar el maquillaje suave por uno más dramático y sensual.

Comienza el tercer acto y ahora hago aparición como Odile, la malvada bruja hija de Rothbart, a la que él ha transformado para que sea idéntica a Odette y así poder engañar al príncipe. En este acto, bailamos Jason y yo un pas de deux (dúo), al terminar, corro al camerino a cambiarme de nuevo como Odette. La maquillista hace su trabajo lo más rápido que puede, mientras yo cambio mis zapatillas.

Así son siempre todas las presentaciones, bailar y correr de un lado a otro, pero aunque estoy acostumbrada, en esta ocasión me siento extrañamente exhausta.

En el cuarto acto, Sigfrido y Odette luchan contra Rothbart, pero todo es en vano, pues el maleficio no puede ser deshecho. Sigfrido decide morir junto a Odette, así que los dos enamorados se suicidan lanzándose al lago.

Este uno de mis ballets favoritos y bailo con el corazón, no solo porque adoro bailar, también porque en el fondo me siento como Odette. No soy cautiva de un hechizo por un brujo, pero si soy cautiva del miedo al que Fabienne me hizo presa, pero como Odette estoy dispuesta a luchar contra él para poder ser feliz al lado de Sebastian.

Realmente Peter, los profesores y la compañía hacen un trabajo estupendo, todo sale perfecto y el público eufórico, aplaude de pie.

Voy al frente junto con Jason y me inclino haciendo una reverencia. Sebastian está ahí en primera fila aplaudiendo con gran entusiasmo. Yo le envió un beso y esbozo "I Love You" con los labios, mientras toco mi pecho al nivel de mi corazón con la mano derecha, haciéndole saber que él es el dueño.

Sasha sube al escenario, sorprendiéndome en un abrazo y me entrega un hermoso ramo de tulipanes multicolores, que estoy segura Sebastian me envía. Después voy hacia atrás para que el resto de los bailarines pasen al frente a saludar y recibir el aplauso del público. Después de que todos pasan, Jason toma mi mano y me lleva de nuevo al frente, dando un paso atrás y dejándome sola al frente para que el público me aplauda a mí. Peter entra con un ramo de rosas y me lo entrega, yo lo recibo con un abrazo y yo voy atrás para que él reciba el aplauso del público como director y coreógrafo de la compañía. Después doy un paso a atrás para llevar a Jason al frente y regreso atrás para que ahora sea él quien reciba la merecida ovación.

El telón se cierra y Jason me levanta en brazos y me gira en un gran abrazo, y yo me abrazo a él emocionada.

—Felicidades pequeña, estuviste fabulosa —me celebra.

—Lo mismo digo, estuviste genial y tus saltos estuvieron increíbles —digo sinceramente.   

—¡Mila, Jason! —gritan Olivia y Sarah que se unen al abrazo.

Intercambiamos felicitaciones con el resto de la compañía, hasta que la voz de Peter reclama mi atención.

—¡Mila! —Me abraza—. Eso fue sublime, hiciste llorar al público —exclama emocionado.

—Gracias Peter —agradezco con timidez.

—Mila, te necesito en la recepción, sé que no te gustan, pero por favor asiste por lo menos un par de horas. La prensa querrá tomarte fotos y hacerte algunas preguntas. Jason cuenta contigo y yo también —expone de forma un poco autoritaria y yo solo asiento un poco contrariada, ya había quedado con Sebastian de celebrar con él y solo espero que entienda que no puedo zafarme de esto.

Voy al camerino y la estilista me ayuda a quitarme el corsé, me arregla el cabello y después de quitarme el maquillaje de Odette, vuelve a maquillarme, pero de manera sutil y elegante para la recepción. Cuando termina, sale con sus cosas dejándome sola para que pueda vestirme. Me pongo un vestido blanco de coctel del diseñador Zuhair Murad, que es de dos piezas, confeccionado en seda y encaje, ajustado al cuerpo con un sensual escote al frente y que deja mi abdomen al descubierto; outfit que mi madre eligió por mí para la ocasión, junto con unas zapatillas louboutin.

Yo no pensaba usarlo, es bastante atrevido para mi gusto y no es para nada mi estilo. Yo quería usar un sencillo e informal vestido floreado, para ir a cenar con Sebastian y en vez de eso, llevo un exagerado y elegante vestido con joyas caras, y zapatillas de diseñador, pero le dije a Peter que iría al coctel que se dará con motivo del estreno y tengo que asistir.

Todavía no sé como le diré a Sebastian que no podré salir con él está noche. Al final me decido por enviarle un mensaje diciéndole que no podré librarme de ir al coctel y prometo que solo será esta noche. Él recibe el mensaje, lo sé porque está conectado, pero no me responde. Seguro está molesto, pues él tenía planes para nosotros y yo estoy arruinándolo todo. Me como las uñas mientras espero su respuesta cuando tocan a la puerta.

—Adelante —digo desde dentro.

—¡Woao Mila, estás guapísima! ¿Estás lista? —dice Jason que viene por mí para ir la recepción y yo asiento preocupada—. ¿Qué pasa?

—Sebastian me espera y lo estoy dejando plantado —le cuento mortificada.

—Te diría que te fueras con él, pero Peter quiere que estemos los dos en la recepción —me recuerda Jason con mirada compasiva.

—Lo sé, pero Sebastian tenía planes para nosotros y yo... —expreso con angustia mientras abatida observo mi celular en espera por respuesta de Sebastian—. Yo le prometí que celebraría con él. Debe estar molesto porque lo estoy plantando.

—"Cómo prefieras" —responde Sebastian cuando por fin recibo respuesta.

¿Qué significa? ¿Qué si voy al coctel no lo estoy prefiriendo a él? Claro que lo prefiero a él, pero no puedo quedarle mal a Peter y a mis compañeros.

—Jason adelántate, yo iré en unos minutos —digo sin mirarlo, mi vista está clavada en mi iPhone intentando descifrar que quiere Sebastian que le responda.

—Prométeme que vendrás —me pide Jason inquieto.

—Lo prometo, yo sol... Solo necesito arreglar este asunto —le aseguro con voz afligida.

—Ok, te espero afuera —dice antes de salir del camerino.

Me decido por marcarle, pero no me responde. Insisto varias veces y estoy a punto del llanto, cuando por fin contesta.

—¿Qué quieres Mila? —responde molesto.

—Quiero que me escuches, quiero que me entiendas y no te enojes conmigo. Por favor Sebastian, prometo que solo será una hora —digo desesperada.

Guarda silencio por unos segundos, yo me levanto angustiada y camino por todo el camerino de un lado a otro—. Está bien, me disculparé con Peter y no iré al coctel, pero por favor no te enojes conmigo —agrego al no recibir respuesta de su parte.

—No Mila, debes ir. Perdóname, soy un imbécil posesivo —admite exasperado.

—Ven conmigo, por favor —le ruego.

—No, tú tendrás mucha gente a tu alrededor, te tomarán fotos y te entrevistarán, además recuerda que no quieres que nos vean juntos —expone con voz grave.

—No me importa que se enteren todos, pero por favor ven conmigo —le pido y lo oigo suspirar pesadamente antes de responderme.

—Iré, pero solo a esperar a que puedas escaparte, de todas formas no podrás estar conmigo —dice con voz seria—. Nos vemos en la recepción —agrega.

—Está bien —acepto resignada.

A toda prisa recojo mis cosas, echo todo en mi bolso que no es para nada elegante, pero dejarlo no es una opción.

Sebastian me espera en la puerta de la recepción junto con Jason, al verme me come con la mirada, pero luego ésta se ensombrece y no sé si sentirme halagada o no. Tal vez mi ropa de siempre no le gusta tanto y prefiera que me vista así, aunque para mí es demasiado elegante y atrevido. Me recibe en un fuerte abrazo y yo lo rodeo por el cuello.

—Estás hermosa, demasiado para mi gusto —expresa con gesto doloroso.

—¿Qué quieres decir? —pregunto confundida.

—Nada, no me hagas caso —dice quitándole importancia al asunto—. ¡Felicidades, bailaste como nunca! Gracias por dedicármelo —me agradece con un posesivo beso.

—¡Gracias! ¿Entramos? —agradezco con una genuina y tímida sonrisa.

—Entra con Jason, dame tu bolso lo llevaré al auto —dice muy serio, yo se lo entrego mientras asiento pensativa, sé que todavía está molesto.

—Ok, te espero dentro —acepto todavía atribulada y él asiente sin decir más, da media vuelta y camina hacia la salida—. ¡Sebastian...! —le hablo antes de que se aleje.

—¿Si? —responde apenas girando medio cuerpo.

—¡Te amo! —declaro con voz quebrada.



Él se gira por completo y me mira extrañamente, o no sé interpretar su mirada pues me parece ver en ella ternura, pero a la vez ira.

—Y yo a ti pequeña —dice forzando una sonrisa, después sigue su camino.

—¿Entramos? —me dice Jason ofreciéndome su brazo, yo solo asiento con tristeza—. Pero sonríe o creerán que vienes de un funeral.

Fuerzo una sonrisa y tan pronto como entramos al salón, nos aplauden y las fotos no se hacen esperar. Sonrío incómoda, pues no me agrada tanta atención. Todos quieren tomarse fotos con nosotros, hasta mi madre que no desaprovecha la oportunidad de salir en las revistas.

—¡Mila querida! Estás estupenda, no cabe duda que tengo buen gusto, ese vestido se te ve fabuloso —expresa mi madre fingiéndose cariñosa frente a todos, ni siquiera me felicita por mi baile, pero posa presuntuosa para las fotos. No entiendo cómo puede aparentar que las cosas están bien entre nosotras, pero no me extraña porque ella siempre es así.

El tiempo transcurre entre efusivas felicitaciones, incontables fotografías, amables saludos y cuantiosas presentaciones.

Desde lejos veo a Sebastian entrar al salón, como él me observa en todo momento y yo a él.

Peter me presenta con unos productores de teatro que vienen de Australia, interesados en  presentar "El lago de los cines" con la compañía en su País.

Entre ellos viene un joven que me pide pose con él para una foto y sin pedir mi permiso me abraza por la cintura y me pega a él. Con ansiedad veo a un Sebastian iracundo que se levanta con las manos en puños y va hacia la barra a pedir un trago.
Yo me aparto apenas toman la foto y me disculpo, para ir a buscar a Sebastian. Él está sentado en la barra, dándome la espalda, seguramente para no seguir viendo como los hombres me abrazan y me coquetean. De pronto, veo con impotencia como Theresa se acerca a él y se sienta a su lado, Sebastian apenas la mira, pero ella se abraza a él y lo besa en la mejilla.

Me detengo en seco, no puedo creer que él no la aleje sabiendo todo lo que ella me ha hecho.

—¡Mila! —el grito de alguien interrumpe mi aflicción, me giro y veo venir a Matt que sin previo aviso me aprisiona entre sus brazos—. ¡Estás preciosa! —dice alejándome de él para admírame con detenimiento—. Mila, bailaste como los mismos ángeles —agrega acariciando mi mejilla.

Estoy sorprendida, todavía no entiendo que hace Matt aquí. Nerviosa, busco a Sebastian con la mirada y con impotencia veo que nos observa encolerizado, saca un billete de la cartera lo avienta en la barra y sale del salón echo una furia. Theresa va detrás de él. 

—Matt... Yo... —titubeo.

—¿Qué pasa? ¿Te sientes bien? —pregunta tomando mi rostro en sus manos—. De pronto te pusiste muy pálida.

—Estoy bien, es solo que no me gustan estos eventos.

—¿Quieres que te lleve a tu casa? —ofrece preocupado, pero mi vista sigue clavada por donde Sebastian salió.

—¡No, gracias! Perdón, Matt, pero debo irme —me despido y camino hacia la salida, sin mirar a nadie más, pero solo encuentro a Theresa evidentemente frustrada porque Sebastian se fue, no está ahí, me dejó sola.

No tengo mi bolso conmigo, no tengo ni pase para el metro, ni dinero para pagar un taxi. Aturdida, miro a mi rededor sin saber qué hacer, solo sé que quiero irme de aquí, así que camino.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top