Capítulo 40
A diferencia de los días anteriores, Brenda y yo nos vamos juntas a la compañía. No sin antes obligarme a comer, sé que debo alimentarme bien por mi bebé, pero cada vez me cuesta más trabajo hacerlo, además, después de comerlo todo tuve el impulso de sacarlo todo y corrí al baño, pero en vez de hacerlo, llamé a Kim.
Ella cree que de nuevo estoy perdiendo el control de mi vida y que por eso intento retomar el de la comida. Sé que debo hacer algo para evitar que el descontrol se apodere una vez más de mi vida, o sé que me será fácil recaer.
Kim me sugirió que me mantuviera ocupada para que no le dé tantas vueltas a mi obsesión con la comida y el peso. Que decorara el cuarto del bebé o que socialice y salga de fiesta o de paseo, pero que evite ensimismarme; sin embargo, dedicarme a esos asuntos en este momento, no me será posible con la temporada en puerta. Así que hago el recorrido a la escuela de baile con verdadera ansiedad, pues me urge comenzar a ensayar, al menos puedo mantenerme enfocada en el baile.
Bailo toda la mañana, y a la hora del almuerzo, Brenda me invita a comer con ella y con Leo, pero me disculpo, pues no estoy ánimo para charlar, ni para aguantar el escudriño y el cuchicheo de los demás compañeros que también comen en la cafetería. Yo prefiero ir al lugar que se ha convertido en mi refugio en el último mes, el parque Victoria Embankment Gardens. Sé que estoy haciendo justo lo Kim me dijo que evitara, «ensimismarme», pero hoy estoy de mal humor, no soy buena compañía, ni yo misma me soporto.
Al salir de la compañía, un mimo callejero me ofrece su brazo, junto con una gran sonrisa y una mirada amable. Yo lo miro con desconfianza y no acepto su invitación, pero algunos bailarines y transeúntes, me animan a que siga el juego.
Me cuelgo de su brazo, y él con señas me indica que lo siga, camino a su lado de forma exagerada, después, toma mi mano y me hace girar sobre mi eje. Él realiza unos cuantos pasos de baile, haciendo la pantomima de que lo hace dentro de una jaula, es tan simpático que logra hacerme reír, luego, me invita para que sea yo quien baile, realizo un par de Glissade (Deslizamiento del pie, de la quinto posición a la dirección requerida, el otro pie se cierra a ella), unos cuantos Fouetté en Tournant (Espectacular giro donde el pie de trabajo es estirado y recogido durante las vueltas. La cabeza se mantiene mirando un punto fijo y los brazos ayudan a la postura y al giro), dos Pas de Bourrée (Paso que comienza en quinta posición y el pie de atrás pasa delante y cierra otra vez la quinta), continuo con algunos Pirouette (Vuelta completa del cuerpo con un pie en punta o demi-pointe) y finalizo con un divertido salto.
Los presentes aplauden, incluso el mimo lo hace con exagerada emoción, después toma mi mano y me invita a hacer una reverencia como la que hacemos al terminar una función, ambos nos inclinamos y agradezco los aplausos con una gran risa. En realidad, fue divertido.
El simpático cómico se me acerca y me ofrece un pequeño ramillete de tulipanes, y es inmediato, siento que palidezco.
Sebastian es lo primero que se me viene a la mente, mientras las tomo de su mano, miro al mimo por encima de las flores, y tal vez sean mis nervios, pero me parece que es alguien conocido. Escudriño en sus tiernos ojos azules, pero no sé si solo sea mi percepción, pero me parece que de pronto se tornan fríos, y creo que mi cuerpo también lo siente, pues se estremece por completo.
El joven hombre hace una reverencia, después dice adiós, abre su paraguas y finge que el aire lo arrastra lejos.
Parpadeo atontada, me siento completamente desconcertada y no entiendo qué fue todo eso, pero siento mi corazón latiendo a toda prisa y náuseas, haciendo estragos en mi estómago.
Cuando me recupero de la impresión, miro el pequeño buqué y entre las flores, encuentro una pequeña notita.
Nerviosa la desdoblo y leo lo que dice: "Princesa, por favor perdona mis errores".
Sí, debe ser Sebastian —pienso y sonrío instantáneamente—. Bueno, también podrían ser de Aleksander —medito y mi sonrisa desaparece.
Estoy sentada sobre el césped, apenas he probado bocado y permanezco con la mirada perdida en el movimiento del agua. Sí, pensando en él y es como si este martirio nunca acabara. Mientras, le hablo a mi pequeño y le aseguro que estaremos bien.
—Hola hermosa, ¿puedo acompañarte?
—¿Qué haces aquí? —pregunto sin mirarlo.
—Necesitamos hablar.
—En realidad preferiría estar sola.
—Por favor, escúchame. —Entorno los ojos, y pienso en cómo cada vez soy más intolerante.
—Mila.... —Alek se sienta frente a mí e intenta tomar mis manos entre las suyas, yo se las arrebato. Levanto el rostro y clavo mi vista en los múltiples moretones que colorean su rostro, y no puedo evitar sentirme culpable. Entrelazo mis manos para no tocarlo—. Ayer me porté como un verdadero idiota, pero te prometo que no volverá a pasar.
—Alek, yo... —Lo miro a los ojos—, he estado pensándolo mucho y creo que no fue buena idea esta relación.
—No, Mila, te lo ruego, no digas eso. —Alek ahueca mi rostro entre sus manos—. Sé que quedamos en tener una relación en la que no tuvieras que involucrar sentimientos y que lo que menos quieres es una escena de celos. Lo entiendo y lo acepto, te lo prometo. Por favor, hermosa, dame otra oportunidad.
—¿No te das cuenta, Aleksander?, lastimamos a Matt, y ambos perdimos a un gran amigo.
—Matt no era ni es tu pareja, él no tiene porqué molestarse si estamos juntos, y si fuera un buen amigo como dices, hubiera aceptado y apoyado nuestras decisiones.
—Tú sabes que le fallamos al mentirle y al ocultar nuestra relación, acéptalo —exijo con voz dura.
—Ok, lo acepto, y prometo pedirle perdón por ello, pero no creo que él sea impedimento para que podamos estar juntos.
—Por favor, no lo hagas más difícil. Esa no es la única razón, sabes muy bien que yo no estoy lista para otra relación y no sé si algún día lo estaré.
—Mila, sé que aún piensas y sufres por él, pero te aseguré que te ayudaría a olvidarlo y lo voy a cumplir.
—No sé, a veces creo que no quiero olvidarlo. Sé que es masoquista y seguramente lo soy, pero creo que al menos puedo vivir de su recuerdo.
—No, Mila, no tienes idea de lo que dices. No puedes vivir solo de su recuerdo, eso solo terminará por herirte aún más, hundiéndote de nuevo en un abismo sin fin. Y ahora, no solo debes pensar en ti, también tienes que pensar en tu hijo. Lo que tienes que hacer, es superarlo, dejarlo atrás.
—¡Créeme, lo he intentado de mil formas y no puedo! —vocifero llena de frustración.
—Por supuesto que podrás.
—No, no lo entiendes, Alek. Lo pienso al despertar, lo añoro en cada sonrisa, en cada gesto amable, su recuerdo me sigue a cada segundo del día, en cada objeto o situación, incluso cuando bailo, lo hago pensando en Sebastian, como si bailara solo para él, y cada día que pasa lo extraño más y más... —termino en un hilo de voz, ahogada por el cúmulo de sentimientos.
—Aunque no lo creas, te entiendo perfectamente. Todo es parte del duelo, y sé que ahora duele aceptarlo, pero tarde o temprano todo eso que sientes, pasará. El tiempo lo cura todo, Mila, te lo juro.
—De verdad quiero hacerlo, que, aunque duela hasta los huesos, quiero ser valiente y seguir adelante sin él. Pero a veces siento que la fuerzas me abandonan y solo quiero dejar mi orgullo de lado, ir a buscarlo y rogarle que vuelva conmigo —exclamo con la mirada llena de lágrimas y desesperación.
—No puedes volver con quien destrozó tu corazón, Mila. Porqué, aunque tú nunca me lo has dicho, sé perfectamente que nadie te ha lastimado como él. —Bajo la mirada asintiendo como autómata; Alek tiene razón.
—No quiero hablar más del tema —puntualizo después de expeler con fuerza, luego limpio mis lágrimas y enderezo mi postura—. Hoy no es un buen día, estoy sensible.
—Es normal en tu estado, las hormonas se descontrolan.
—Sí, de seguro es eso —acepto, después regreso mi vista a mi almuerzo.
—Entonces... ¿me darás otra oportunidad, Mila? —insiste, buscando mi mirada.
—No sé, Alek. En realidad, creo que esto no nos llevará a ningún lado.
—Mila, quedamos que se lo dejaríamos al tiempo.
Cierro los ojos con impotencia. No entiendo por qué todo tiene que ser tan difícil. Por qué todo me sale mal.
—Mila, entiendo que necesites tiempo y espacio. Si es lo quieres, te lo daré, pero piénsalo. —Alek se levanta y desde arriba me mira abatido, yo evado su mirada.
Suspira derrotado, después se aleja, con pasos titubeantes.
—Alek... —musito, él se detiene—, gracias por las flores. —Él gira su cabeza y me mira con el ceño fruncido.
—¿Flores? ¿Cuáles flores? —pregunta extrañado. Lo que quiere decir, que él queda descartado.
—Nada, es que creí... olvídalo. Hablaremos luego —me despido, él asiente un tanto confundido, después continúa su camino.
Apenas se gira, sonrío y llevo el pequeño buqué de tulipanes a mi vientre y lo admiro con melancolía.
Mi celular comienza a vibrar en mi bolso, sin soltar las flores, busco el teléfono para responderlo. Es una notificación de un mensaje privado de una de mis redes, ya que no he podido recuperar mi número de teléfono.
Ya veo que te gustó el pequeño detalle que te di —Un mensaje de Dimitri—. Sé que los tulipanes son tus favoritos.
Dejo caer el pequeño buqué como si este me quemara e impulsivamente me arrastro hacia atrás. Aterrada, giro mi cabeza de un lado a otro, pero no veo a nadie sospechoso.
¡Miserable bastardo, deja de molestarme de una maldita vez! —Le exijo en respuesta.
Hoy me hiciste el día, extrañaba tanto tocar tu piel, aún puedo sentir tu perfume —escribe con increíble cinismo.
¡Te atreviste a tocarme, maldito cobarde! —escribo encolerizada, me pongo de pie y giro a mi alrededor, buscándolo para gritarle cuanto lo detesto—. Te juro que te denunciaré y haré que te encarcelen. —Tecleo, a la vez que me mantengo alerta a cualquier extraño.
—¿Qué pasa, Mila? —Me sobresalto cuando Alek toca mi hombro.
Apenas lo miro, luego regreso mi vista al teléfono.
No te temo, preciosa, tú no lastimarías ni a una mosca —responde, agregando el emoticono de la princesa de tez blanca y cabello oscuro 👸🏻.
No te confíes tanto, realmente no sabes quién soy.
Te equivocas, sé perfectamente quién eres, te conozco de antes, eres tan vulnerable..., pero no te preocupes, yo estoy dispuesto a cuidar de ti, a ser el hombre que necesitas a tu lado.
Si fueras tan hombre, me darías la cara, no te escudarías detrás de un teléfono, de un disfraz... —escribo a toda prisa, siento la sangre bullendo en mis venas.
Pronto, Mila, mucho más pronto de lo que imaginas. Por fin pude volver a tocar tu suave piel y por hoy me conformo con eso, pero un día serás completamente mía.
¡Nunca! —Tecleo con firmeza, después vuelvo a bloquearlo por milésima vez.
Por un momento siento la imperiosa necesidad de arrojar el teléfono al río, tengo que contenerme para no hacerlo. Lo empuño con fuerza al tiempo que gruño de frustración, luego lanzo el aparato a mi bolso
—Me dirás... ¿qué es lo que pasa?
—Alek... —titubeo al ser consciente de su presencia—, ¿qué haces aquí?, creí que te habías ido.
Recojo mis cosas sin ningún cuidado, él me ayuda. Obviamente dejo el «detallito» —el buqué de tulipanes—, que Dimitri me dio, ahí, tirado sobre el césped, pero Aleksander lo recoge y me lo ofrece.
Yo lo miro por un segundo, después lo agarro de sus manos y camino hacia un contenedor de basura y lo echo dentro.
—Volví cuando vi que de pronto palideciste y te noté alterada. —Me sigue.
—No es nada —digo, iniciando mi regreso a la compañía con pasos firmes, Alek camina a mi lado.
—Mila, te recuerdo que ahora no solo debes pensar en ti, si algo te atormenta o te preocupa, el bebé lo reciente. Alek camina a mi lado.
De pronto me detengo y me giro hacia él.
—Te lo diré, porque siento que ya no puedo sola, con todo esto —confieso con la mirada atormentada, aún atribulada por el tornado de emociones —furia y miedo a la vez—, incluso me tiemblan las manos y siento mi respiración agitada.
—Primero debes tranquilizarte, ven —dice tomando mi mano y me arrastra dentro de una cafetería por la que pasamos.
Antes de entrar, miro por sobre mi hombro y no sé por qué, pero presiento que, quien quiera que sea «Dimitri», nos está observando.
Enseguida una mesera nos dirige a una mesa cerca de la ventana, pero con una seña, le indico que prefiero una de las mesas del fondo, nos sentamos y nos entrega los menús.
—Te ordenaré un emparedado, no has comido nada —asevera, esperando mi respuesta, yo solo asiento como autómata—. Tráiganos dos panninis de atún y dos naranjadas —ordena por ambos, la mesera toma nota, y cuando se aleja, Alek regresa su vista a mí y lo hace expectante.
Yo respiro profundo antes de comenzar.
—He estado recibiendo mensajes de alguien —explico, sacando el teléfono de mi bolso, desbloqueándolos y entregándoselo.
—¿De alguien? —pregunta, al mismo tiempo que lee mi conversación con «Dimitri» en mi celular.
—No sé quién es, solo sé que se hace llamar Dimitri.
—Un acosador —afirma con tono analítico—. Bueno, pero podría ser cualquier fan, ¿no crees? Muchas famosas, sufren ese mal, los fans se obsesionan con el artista...
—No creo que sea un fan. —Lo interrumpo—, él conoce cosas de mí.
—Tú sabes que cualquiera puede obtener información en las redes o en internet.
—Él menciona cosas que no se podían encontrar, investigando en internet, o al menos, no antes.
—¿Cómo antes? —Alek, me mira sin entender.
—Me acosa desde hace meses, lo hace desde incluso antes de que terminara mi relación con Sebastian.
—Lo denunciaron —asegura.
—No, entonces no le di importancia, y no quería preocupar a Sebastian sin razón.
—Entonces... ¿él no lo sabe? —Niego con la cabeza—. Bueno, y si antes no le diste importancia, ¿por qué lo haces ahora?
—¡Porque se atrevió a acercarse! —declaro, sintiendo cómo se me eriza toda la piel, al rememorar ese instante en el que me colgué del brazo de ese misterioso mimo y bailé con él—. ¡Me tocó, Alek! ¡Me tocó! —exclamo exaltada.
—¡Maldito hijo de puta! —gruñe entre dientes y con sus manos en puños.
—Él está cerca, me sigue, incluso creo que ahora mismo está ahí afuera, esperando a verme a salir. Y me aterra pensar que pudo o puede lastimar a mi bebé. —Me abrazo en un instinto de auto protección.
—Tranquila, Mila, tú y tu bebé están bien. Yo no permitiré que les haga daño. —Alek se levanta de su asiento, viene a mi lado y me refugia entre sus brazos, e inexplicablemente me hace sentir segura—, te lo prometo.
—Gracias —musito recargada en su pecho.
—¿Tienes idea de quién puede ser? —pregunta, levantando mi rostro para que lo mire a los ojos.
—Tengo mis sospechas.
—¿Quién?
—Creo que podría ser el hombre que denuncié en París.
—¿Tú violador? —inquiere Alek, pero lo dice más como una afirmación, yo bajo el rostro y afirmo con la mirada—. Mila, mientras no lo asumas, no podrás superarlo.
—Ya lo asumí, pero igualmente es algo que aún sigue causándome vergüenza.
—Lo entiendo, y si me lo permites luego te ayudaré a trabajar en ello. Lo primero que debemos hacer es denunciar el acoso del que has sido víctima. ¿Hay alguien más de quién sospeches? Cualquier dato que puedas proporcionarle a la policía, será de gran ayuda.
—Creo que también podría ser uno de los amantes de mi madre. Hace dos años, él intentó abusar de mí y juró que un día me haría suya —digo con voz serena, pues del recuerdo de esa noche en la que entró a mi habitación, el maltrato de mi madre es lo único que aún sigue doliendo.
—Ahora entiendo a qué te referías cuando dijiste que no tenía idea por cuantas cosas habías pasado —Alek vuelve a estrujarme entre sus brazos.
—La verdad es que ya no sé qué pensar, o en quién confiar. Te confieso que incluso llegué a sospechar de Matt.
—Él está dolido, no lo descartes como una posibilidad.
—No, no creo que Matt se atreva a molestarme. Además, si quien me acosa, fue quien me abordó al salir de la compañía, no concuerda con su descripción.
—¿Lo viste?! —indaga, abriendo grande sus ojos—. Dime, ¿cómo era?
—En realidad no lo vi bien, estaba disfrazado de mimo, pero...
—¿Qué? —pregunta un tanto impaciente.
—Su complexión, sus ojos..., me parecieron familiares —señalo, repasando su mirada en pensamientos.
—¿Familiares? ¿De qué color eran?
—Azules y Matt los tiene verdes.
—Bueno, pudo haber usado lentes de contacto de color.
—No lo creo, el color de sus ojos era natural, como los de... —Guardo silencio cuando creo que lo que estoy por decir es una idea descabellada.
—¿De quién?
—Nadie en especial, olvídalo. —Evado su mirada y guardo el teléfono en el bolso.
—Mila, no puedes guardarte ningún detalle, cualquier cosa que te parezca sospechoso, debes decirlo.
—Es que no puede ser, él no.
—¿Quién? ¿Tu ex?
—No, él jamás me haría esto.
—Mila, él autor de esto es un enfermo, y créeme, podría ser cualquiera, incluso él.
—No, yo lo conozco, Sebastian es un hombre muy centrado, bueno, humano.
—Tal vez, pero al igual que Matt, está herido.
—No, no puede ser él —alego—. Te dije claramente que esto comenzó mucho antes de que termináramos.
—Ok, no discutiré contigo por eso, solo quiero que seas consiente de que no puedes confiar en nadie.
—¿Y qué hay de ti? —Lo increpo con voz molesta, no sé por qué, pero siempre que intenta hablarme mal de Sebastian, me hace enfadar.
—Si te hace sentir más tranquila, no confíes tampoco en mí. —Lo miro atribulada, no esperaba esta respuesta—. Anda, come —indica cuando la mesera trae nuestra orden—. Después iremos a poner una denuncia.
—No, iré cuando salga de la compañía, estaré ocupada toda la tarde. En un par de días es el estreno —aclaro.
—Bien, esperaré a que termines e iremos juntos.
—Gracias —digo antes de concentrarme en mi almuerzo.
Poco después salimos de la cafetería, y Alek pasa su brazo por sobre mis hombros, de forma posesiva, argumentando que, debemos dejarle en claro a «Dimitri», que no estoy sola.
Paso la tarde en intensos ensayos y pruebas de vestuario. Al salir de la compañía, Alek ya me espera fuera.
—Hola. —Me recibe en un abrazo y besando mi coronilla—. ¿Más tranquila? —pregunta, mirándome fijamente, solo respondo con un asentimiento de ojos.
Ensimismada, me dejo guiar hasta su auto, me abre la portezuela para que suba, después rodea el coche y sube. Apenas enciende el carro, siento un enorme hueco en el estómago, que me carcome por dentro.
Definitivamente debo hacer algo, no puedo permitir que nadie vuelva a lastimarme, ahora menos que nunca —me convenzo en pensamientos—. Ni siquiera tú, Sebastian, ni siquiera tú.
Pasamos más de tres horas en la comisaría, tengo que repetirles unas tres veces como inició el acoso. No puedo comprobar mi versión sobre los primeros mensajes que recibí del tal Dimitri, pues las conversaciones estaban en el teléfono que me robaron en Rusia, por lo que tampoco pude darles fechas exactas y soy sometida a un minucioso interrogatorio. Es como si desconfiaran de mí, como si yo fuera la delincuente, y comienzo a sentirme frustrada e impotente.
Le asignan mi caso al detective Russel, él cree que mi acosador hackeó todas mis cuentas de redes sociales, correos electrónicos y mi teléfono, y es por eso, que siempre tiene forma de comunicarse conmigo a pesar de que lo he bloqueado infinidad de veces. Sugiere que no las use más, o que incluso sería mucho mejor que las cierre. También sugiere que cambie mi número de teléfono, pero le explico que eso no puedo hacerlo, pues mi hermanita podría tratar de comunicarse conmigo y no me encontraría, incluso mis redes sociales no las había cerrado con la esperanza de que Sasha se comunicara de alguna forma.
Regreso a casa con la promesa de que investigarán, pero sin la garantía de que lo atrapen.
—Pasa. —Le digo a Alek, quien me acompaña hasta la puerta de mi apartamento.
—No, será mejor que me vaya. Ya es tarde y tú debes descansar. —Toma mis manos entre las suyas y las besa con dulzura. Ese gesto en verdad me conmueve, además de que de verdad aprecio tantas consideraciones conmigo.
—Muchas gracias por acompañarme. —Me paro de puntas y le planto un beso en la mejilla, él sonríe en repuesta.
—No tienes nada que agradecer, en estos momentos mi más grande prioridad es tu seguridad y la de tu bebé. —Alek toma mi rostro entre sus manos e impulsivamente, me besa en los labios—. Come algo antes de ir a la cama.
—Así lo haré —digo, retrocediendo y con las mejillas encendidas.
Alek besa mi frente y después se va. Cierro la puerta y Romeo viene a mi encuentro.
—Hola, gato consentido. —Lo acerco a mi rostro y dejo que se restriegue en mi mejilla—. ¿Ya cenaste?
—Ya comió, pero seguro que espera que le des un poco más —responde Brenda desde la cocina—. ¿Qué pasa? —curiosea, al parecer nota mi desasosiego.
Me siento frente a ella en la barra y le cuento sobre Dimitri, y ella cree que Aleksander tiene razón, ese desquiciado —así lo llama ella—, debe saber que no estoy sola, pues piensa que tener un hombre cerca en estos momentos, podría brindarme un poco de protección y seguridad.
Personalmente no creo que necesite de un hombre para cuidarme, pero ahora, no solo debo pensar a mí...
* * * * *
El gran día llegó, el estreno de la puesta escena "Jewels".
Estoy sentada en el piso, cociendo las cintas de mis zapatillas, intentando concentrarme en la faena, pero es extraño, pues sin quererlo, miro continuamente hacia la puerta, deseando que, en cualquier momento entre Olivia, dando saltitos de emoción y de nerviosismo, o a Sarah, regañándome por mis ojeras, mi peso o simplemente solo por molestar. Extraño que me moleste —lloriqueo mentalmente—. También deseo que entre Jason a preguntarme si estoy nerviosa y decirme lo preciosa que luzco, o Jonathan y Peter, correteando a todos, dando órdenes a diestra y siniestra, y diciéndome que los enorgullezca.
Mentiría si no aceptara que a quien más deseo ver entrar por esa puerta, es a Sebastian, para desearme suerte y darme uno de esos besos que tantas veces me robaron el aliento.
Jamás imaginé que este día, el que para cualquier otra bailarina sería excitante, para mí resultaría tan triste. En estos momentos, justo es cuando más aprecio mi vida en New York y extraño más a mis amigos, a Sasha y sí, también a Sebastian.
Tengo un camerino privado, el más lindo y elegante del teatro, el vestuario más fabuloso, una estilista personal, una asistente atenta a cada uno de mis antojos y necesidades, gente entrando y saliendo con hermosos ramos de flores y presentes de admiradores; sin embargo, aquí estoy, sintiéndome en completa soledad a pesar de la multitud de personas a mi alrededor y del bullicio que me rodea.
Lo único que me ilusiona, es el bailar, el saber que, con cada paso, salto o giro, mi corazón latirá con más fuerza, recordándome que aún tengo un maravilloso motivo por el cual luchar; mi hijo.
—Bien, pues que comience la función —susurro, acariciando mi vientre. Después voy a backstage a esperar mi turno para apropiarme del escenario, ese mágico y único lugar, en el que logro mi final feliz.
* * * * *
La temporada resulta todo un éxito, tanto que nos piden más fechas, pero no creo poder aceptar, fueron cuatro semanas dando dos funciones diarias, y simplemente no puedo más.
Aleksander estuvo conmigo en cada una de las presentaciones, Nikolai se hizo presente, enviando un ramo de orquídeas el día del estreno, de parte de él y de Natasha, Matt no se presentó ni un solo día, o al menos no que yo supiera, y ni hablar de Sebastian, de quién no he sabido nada, ni siquiera por mis amigos, que antes me contaban que, preguntaba por mí; al parecer ya no lo hace.
—Brindemos —propone Alek acercando su copa a la mía, sacándome de mi burbuja. Esa burbuja que él mismo me enseñó a erigir a mi alrededor para que nada me dañe, ni siquiera mis pensamientos, pues aprendí a poner mi mente en blanco, siempre que amenazan con aplastarme y cuando mis emociones están por desbordarse—. Salud por el éxito de la temporada.
—¡Salud! —Fuerzo una sonrisa y choco mi copa con la suya, pero no bebo de ella.
—Creí que estarías feliz.
—Lo estoy, pero no puedo beber.
—La médica dijo que no tenía nada malo beber una copa de vez en cuando —me recuerda, refiriéndose a mi última cita con mi Ginecóloga, a la que me acompañó. Recuerdo que estaba tan emocionado de ver a mi bebé y de oír su corazoncito, que la doctora pensó que era el padre de mi hijo, lo que me conmovió profundamente.
—Tal vez, pero prefiero no hacerlo —manifiesto con la mirada fija en el plato.
—¿Qué pasa, Mila?
—No pasa nada, estoy cansada, eso es todo —respondo con desgana, antes de llevarme el tenedor a la boca, con un chícharo, con el que antes jugué largo rato.
—Estás distraída, tu mente está lejos de aquí —señala, refiriéndose al elegante restaurante, al que me llevó para celebrar el triunfo de la compañía—. ¿En qué piensas? ¿O en quién?
—Pienso en mi hermana, mis amigos, me hubiera gustado compartir este día con ellos —No lo nombro, pero también me refiero a él, a mi amor.
Noto que Alek hace una mueca de dolor, y me siento culpable, pues es cierto que este mes él se ha convertido en alguien muy importante en mi vida, un gran amigo que me ha acompañado todo este tiempo y me ha cuidado de Dimitri, ha sido mucho más que mi respaldo y me remuerde pensar en todo lo que ha hecho por mí y que no he podido corresponderle como él merece.
—Bien, termina tu cena y te llevaré a casa —condiciona con una sonrisa encantadora.
Ya en el apartamento, Alek me pide que lo invite a pasar, y lo hago, no quiero estar sola, y Brenda no está, ella fue a celebrar con los demás bailarines de la compañía.
Él me ayuda a quitarme el abrigo, y al tiempo que lo hace, siento la calidez sus dedos, acariciando la piel de mis brazos, la que reacciona a su toque, erizándose completamente.
—Pasa a la sala y toma asiento. ¿Te gustaría tomar algo? —Le pregunto, yendo hacia la cocina—. Hace frío, prepararé té, ¿gustas? O tal vez prefieras café.
—Café está bien.
Preparo la cafetera eléctrica, después prendo la estufa y coloco la tetera en el quemador.
Me sobresalto cuando siento a Aleksander, parado detrás de mí, rodea mi cintura con una de sus manos y con la otra, baja el grueso tirante de mi vestido, descubriendo mi hombro. Luego reparte suaves besos sobre mi piel y las caricias de sus labios suben por mi cuello, haciéndome estremecer por completo.
—Alek... no... —me quejo, en un jadeo.
Me gira hacia él, posa su índice sobre mis labios para que guarde silencio, al tiempo que me mira anhelante.
—Solo déjate llevar, Mila —exclama con voz ronca, después regresa al ataque, y mi boca es su nuevo objetivo.
—No puedo, Alek, no puedo... —digo contra sus labios, después me aparto.
—Sí puedes, yo te ayudaré, solo inténtalo, por favor —implora.
No acepto, pero tampoco me niego, y supongo que él interpreta mi silencio, como dice el dicho «quien calla otorga», porque entre besos, Alek me arrastra hasta la habitación.
—No tienes idea de cuánto te deseo, Mila —declara con real fervor.
Alek comienza desabrochando uno a uno, los botones de mi blusa. Luce impaciente; sin embargo, lo hace muy lentamente, y con cada botón que va revelando mi ropa interior y mi pálida piel, siento como se incrementa la ansiedad en mi pecho. Él parece notarlo, porque se detiene y escudriña en mi mirada.
—Cierra los ojos, Mila. Dale permiso a tus sentidos, hazle caso a tu cerebro, que sea tu cuerpo el que domine y no tu corazón.
Cierro los ojos y permito que me quite la blusa, y aunque intento separar las emociones, del sentido del tacto, mi cuerpo pareciera revelarse, pues solo me tenso más.
—Mila, tienes que relajarte. Concéntrate en el ahora, concéntrate en mí.
Vuelvo a cerrar los ojos y me evado de ese lugar, me evado de cada emoción, de cada sentimiento, de cada pensamiento...
Un jadeo escapa de mi boca, cuando Alek acaricia la piel de mi escote con sus labios.
—Así es Mila, déjate llevar, y permíteme hacerte el amor, déjame reclamarte como mía, permite que borre de tu piel, sus caricias, sus besos, su recuerdo, permíteme dejar la huella de los míos, qué ahora sean mis besos y mis caricias las que tu cuerpo reconozca y añore. —Alek besa mi cuello, mientras sus manos se aventuran a recorrer mi cuerpo con suaves caricias—. Es hora de dejarlo atrás, Mila —plantea con voz sugerente, y pienso que tiene razón, es hora de avanzar.
—Por favor, si vas hacerlo, no hables —exijo con voz firme.
Él asiente y me recuesta en la cama y sin dejar de besar mi escote, comienza a desvestirse.
Es hora de dejarte atrás, Sebastian. Estoy lista... o eso espero...
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