Capítulo 39
*Hola! Sí, ya sé, hoy me tardé mucho más en publicar, pero de verdad es porque no había podido. De verdad, son muchas las razones y las circunstancias que me lo impidieron, saben que no me gusta hacerlos esperar, pero bueno, ya está aquí el siguiente capítulo, espero que lo disfruten...
Los golpes en la puerta de la habitación no cesan, inmediatamente busco algo con que poder defenderme, esta vez no me acobardaré.
Empuño un fino despachador de jabón de duro mármol y me planto frente a la puerta, en posición de atraque.
—¡Señorita Davis, ¿está usted bien?! —Me parece escuchar la ronca voz de la ama de llaves—. ¡La puerta está atrancada!
Abro la puerta del baño, salgo y me acerco a la puerta, pero guardo mi distancia.
—¡¿Quién es y qué es lo que quiere?! —pregunto con voz dura.
—Soy Ludmina, traemos su desayuno.
—¡¿Que?! ¿Desayuno? —pregunto desconcertada, la habitación está a oscuras.
—Son más de las diez de la mañana.
—¿Las diez de la mañana? —Voy hacia la ventana y la luz del sol inunda la habitación al recorrer la cortina—. Pero hace nada que me acosté —menciono aún confundida. Debí caer rendida, siento como si solo hubiera dormido unos minutos.
Quito la silla que atranca la puerta y enseguida, la rígida mujer la abre para que pase una joven que trae una charola en sus manos con el desayuno.
—El señor tuvo que salir muy temprano, pero antes me ordenó que le dejara descansar un poco más, después le subiera el desayuno y me asegurara que lo comiera todo —expone la rígida mujer con voz ceremoniosa.
—¿Por qué cuando pregunté quién era, no respondió? —increpo molesta.
La chica ignora mis reclamos y coloca la charola con comida sobre la pequeña mesa, después abre completamente las cortinas de la habitación.
—La chica es sorda muda, obviamente no la escuchó —responde la ama de llaves con inconcebible naturalidad.
—¿Y usted? ¿Por qué usted no respondió? —La cuestiono con mis manos en la cintura. Estoy realmente enfadada, no imagina el susto que me ocasionó.
—Yo acabo de llegar. Mi trabajo solo consiste en dar indicaciones a los demás empleados y asegurarme que cumplan con sus obligaciones —explica con gesto arrogante, después, con señas, le da algunas indicaciones a la chica.
De pronto el teléfono comienza a vibrar en el bolsillo del pijama. Miro la pantalla, y amplio los ojos, cuando veo que es Sebastian quien llama.
¿Y ahora qué le digo? —Miro el teléfono completamente mortificada—. No, no puedo responderle. No puedo decirle que le envié ese mensaje porque creí que Nikolai, intentaba forzar la puerta para abusar de mí, pero que todo fue una confusión.
¡Dios, ¿que hice?!
El teléfono deja de sonar, y comienzan a llegar notificaciones.
Mila, ¿eres tú? Por favor, respóndeme. Este código telefónico es de Moscú y sé que estás allá. —Me cuestiona por WhatsApp
¿¡Qué?! ¡¿Cómo sabe que estoy en Rusia...?!
—Olivia —mascullo entre dientes.
Mila, si no me respondes llamaré a la policía e iré a buscarte —advierte Sebastian en otro mensaje.
El teléfono vuelve a timbrar y lo miro sin saber qué hacer con él. Angustiada, miro a mi alrededor, y camino hacia la ama de llaves, quien ayuda a la chica sordomuda a tender la cama.
—Necesito que me ayude. —Ella me mira arrugando el entrecejo—. Por favor, responda y diga que se equivocó de número, que marcó mal —ruego, bajándole a mis ínfulas, al tiempo que le entrego el teléfono.
Ella lo recibe de mala gana y responde la llamada.
—No, no soy la señorita Davis —aclara la mujer, evidenciando que conoce mi apellido. Yo entorno los ojos con exasperación. Si será bruta—. Fue un error, me equivoqué al marcar. —Guarda silencio por unos minutos—. Permítame. —Tapa la bocina con su mano—. Dice que, si usted no responde, llamará a la policía —informa la mujer, regresándome el celular.
Tomo un fuerte respiro antes de tomar la llamada.
—¡Mila! ¡Por favor, di algo! —exige con voz desesperada.
—Ho... Hola —balbuceo.
—¡Mila, ¿estás bien?! —pregunta con obvia mortificación.
—Sí, estoy bien —respondo con desgana—. Dios, soy tan tonta. Esto es ridículo.
—Mila, ¿por qué me enviaste ese mensaje?
—Lo siento, me equivoqué. —No sé qué más responder, y en realidad, no miento; literal, metí la pata hasta el fondo.
—¿Te equivocaste? —cuestiona con incredulidad—. Mila, me enviaste mensajes desde otro teléfono que no es el tuyo. Es obvio que no te equivocaste, tuviste que marcarlo número por número —rebate mi excusa, y gracias al cielo que no me ve, porque estoy completamente ruborizada.
—Sebastian, guardé tu numero sin querer con el nombre de Sarah, era para ella el mensaje.
—¿Ah sí? ¿Y puedo saber por qué le pedías ayuda? —insiste en su investigación.
—Basta, no tengo por qué responderte —acoto, intentando moderar mi tono de voz—. No olvides que ya no somos pareja. —Le recuerdo.
—Independientemente de nuestras diferencias, no te deseo ni permitiré que te pase nada malo —exclama completamente exasperado—. Por favor —suplica—, explícame, porque no entiendo nada.
—Sebastian, yo... yo solo bromeaba con ella —miento.
—Mila... —Sebastian se escucha angustiado—, entiéndeme, estoy realmente preocupado. ¿Cómo sé que no te tienen secuestrada y te están obligando a decirme que estás bien?
—Créeme, estoy más que bien —aseguro con voz firme—. Perdóname Sebastian, pero tengo que colgar.
—¡No, Mila, no me cuelgues! —sisea demandante—. Solo... solo ponte en mi lugar. Si no me demuestras que estás a salvo, te juro que iré a buscarte.
—Está bien, espera. Haré video llamada. —Es lo, único que se me ocurre después de la estupidez que cometí al enviarle ese mensaje en un momento en el que me sentí aterrorizada. Si le muestro que estoy en una habitación elegante, acompañada de las mujeres de servicio, le sacaré de la cabeza, su loca idea de que he sido secuestrada.
—Ok —acepta. Cuelgo, después lo llamo por video llamada.
—¿Ves? —Recorro el lugar con la cámara, mostrándole la lujosa habitación, incluso puede ver a la mucama y a la ama de llaves, después apunto la cámara hacia mí; enseguida me arrepiento, pues llevo puesta un pijama de hombre—. Como ves, no estoy en ninguna mazmorra ni nada parecido —menciono exagerando el tono de ironía.
De pronto tocan a la puerta y miro sobre mi hombro.
—Mila, por fin despertaste, espero que hayas descansado —saluda Nikolai a mi espalda, desde afuera de la habitación. Luce realmente impecable en un elegante traje color gris Oxford.
—Hola —saludo en voz baja, al tiempo que bajo el teléfono para que no aparezca en cámara y le hago señas para que me permita un segundo. Nikolai acepta con una amable sonrisa y un leve asentimiento de cabeza, luego se cruza de brazos y se recarga en el marco de la puerta—. Lo siento, Sebastian, debo colgar —digo en voz baja, al tiempo que entro al baño, cierro la puerta tras de mí y me recargo en ella.
—Entiendo —expresa Sebastian con voz seca, pero inmediatamente veo como su rostro se endurece y cierra los ojos en un claro gesto de decepción. Estoy segura de que vio a mi anfitrión e imagino todos los panoramas que atormentan su mente; no lo saco de su error. Cuando abre sus ojos, evade los míos—. De verdad espero que estés muy bien, Mila —manifiesta con voz abatida, después regresa su vista a mí y me mira suplicante—. Por favor, cuídate mucho —dice antes de colgar la video llamada, pero antes de hacerlo, alcanzo a ver, cómo sus ojos se inundan de lágrimas.
—¡Diablos! —Cierro los ojos, recargo mi cabeza en la puerta y la golpeo suavemente en repetidas veces—. Dios, dime que todo es una mala broma, o un sueño y pronto despertaré —ruego mirando al techo, después cierro los ojos con la esperanza que, al volver a abrirlos, estaré en cama, descansada y agradeciendo porqué todo fue una ridícula pesadilla.
Con precaución, abro un solo ojo, pero nada ha cambiado, sigo en el baño, vestida con el pijama de Nikolai y el teléfono en la mano. Me miro en el espejo, y mi imagen es aún peor, estoy ojerosa, mi cabello es un desastre y mi rostro muestra un exagerado mohín. —Soy un chiste— gimoteo, cuando caigo en cuenta de la estupidez que hice.
Recojo mi cabello en un rodete, lavo mi rostro con agua fría, y después de secarlo, acomodo mi ropa y salgo forzando una sonrisa.
—¿Estás bien? —pregunta Nikolai, apenas salgo. Él sigue sin entrar a la habitación.
—Claro. —Voy hacia la pequeña mesa y me siento a desayunar.
De pronto una tercera joven de cabello rojo, recogido en una cola de caballo, entra con varios paquetes en sus manos, los que coloca sobre la cama.
—Espero no te moleste. Le pedí a una amiga que hiciera unas compras para ti.
—¿Compras? —pregunto, mirándolo extrañada, antes de llevarme a la boca un trozo de pan.
—Sí, algo de ropa y algunos de esos artículos de belleza, que usan las mujeres —explica desde afuera.
—No era necesario, ya has hecho bastante por mí. En verdad te lo agradezco, pero prometo pagarte cada centavo.
—Dime, ¿descansaste?
—Más bien creo que me desmayé —digo en medio de un bostezo—, la noche se me hizo corta.
—Ayer fue un día extenuante para ti, y no sólo físicamente —menciona sin cruzar el umbral.
—¿Y tú, ya desayunaste? —Le pregunto antes de seguir con los huevos fritos.
—Sí, lo hice temprano. Tuve una reunión de trabajo, pero ya tengo el día libre para dedicarlo a ti.
—¿Por qué no entras? —inquiero, incómoda de verlo parado en la puerta.
—No quiero invadir tu privacidad.
—Por favor, pasa y acompáñame a desayunar —digo, señalándole la silla frente a mí. Él sonríe triunfante y se acerca en dos zancadas.
—Supongo que en lo que se soluciona tu situación migratoria, querrás visitar más escuelas de música.
—Supones bien —afirmo mirándolo por sobre el vaso con jugo—. Espero no ser una molestia.
—Claro que no, sabes que cuentas con todo mi apoyo. Oh, lo olvidaba. —Saca un sobre del bolsillo interno de su saco y me lo entrega, yo lo recibo extrañada—. Levka envió los resultados de los análisis. —Yo lo miro expectante—. Me explicó que como supuso, tienes una leve anemia, pero nada de qué preocuparse, y que no puedas solucionar con una sana alimentación y suplementos de hierro.
—Entonces, supongo que debo terminar todo esto —menciono, mirando con agobio, la charola atiborrada de comida.
—Hazlo con calma —dice levantándose de su asiento y sonriéndome condescendiente—, mientras terminas y te arreglas para irnos, iré al estudio hacer unas llamadas. Él va a la puerta con paso firme, con sus manos a la espalda.
—Nikolai... —Lo detengo, y él gira hacia mí y me observa alzando su ceja derecha con gesto analítico—. ¿Sabes si podré recuperas mis documentos hoy mismo?
—Mila..., en verdad no lo sé.
—Es que en verdad necesito estar en Londres, mañana a primera hora, no importa que vuele de madrugada.
—Te juro que haré lo necesario —promete con voz y expresión seria.
—Gracias —respondo con una pequeña sonrisa.
Una hora más tarde, salgo de la casa bañada y vestida con un lindo vestido de maternidad, que lejos de evidenciar mi embarazo, lo oculta aún más, un elegante abrigo de cachemira a juego y unas cómodas ballerinas completan el atuendo.
Nikolai me ayuda a subir al auto, y sube detrás de mí.
Visitamos más escuelas, y me es imposible ocultar mi decepción y desesperación, al no encontrar a mi hermana, en ninguna de ellas.
—No desesperes, Mila —dice Nikolai cuando subimos al auto después de salir de la tercera escuela, pues, aunque intento ocultar mi angustia, él parece notar que estoy a punto del llanto—, prometo que te ayudaré a encontrar a tu hermana, así tenga que mover cielo, mar y tierra.
—Ya no sé qué pensar, estoy comenzando a temer lo peor —confieso con voz quebrada.
Nikolai, me atrae hacia él y me abraza contra su pecho.
—Entiendo tu angustia, sé lo que es estar lejos de un ser querido, pero no, desesperes, la encontraremos sana y salva, ya lo verás. Tú volverás a reunirte con tu hermanita y yo recuperaré a mi Natasha —proclama, levantando mi rostro y dedicándome una sonrisa alentadora—. Mi esposa decía, que los bebés sienten el estado de ánimos de sus madres cuando están en el vientre, no querrás que tu pequeño esté triste, ¿cierto? —Yo niego con la cabeza, mientras hago un puchero—. Entonces, anda, sonríe —me incita pellizcando mi nariz de forma juguetona.
Sonrío espontáneamente, pues lejos de sentirme incómoda en sus brazos, Nikolai me reconforta y con sus palabras, me anima a creer en su proclamación; encontraremos a Sasha.
Mientras comemos en un lujoso restaurante, Nikolai recibe varias llamadas, a las que solo responde con monosílabos, pero sus gestos me intrigan, pues de pronto se pone serio, luego frunce el entrecejo y poco después, sonríe.
Es irónico como la vida puso en esta situación, nunca imaginé que yo podría convivir con Nikolai de forma cordial, pues no solo llegué a temerle, también me parecía un completo depravado; sin embargo, comienzo a creer que su cambio es verdadero, pues además de ayúdame, acogerme y apoyarme, se ha comportado como todo un caballero conmigo. Hoy su mirada ya no brilla con ese dejo de maldad y perversidad, de cuando lo conocí en Australia, al contrario, ahora creo que es dulce y transparente, incluso me parece ver melancolía en sus hermosos ojos.
—Tengo buenas noticias —declara al colgar, al tiempo que toma mi mano entre las suyas y luce una gran sonrisa.
—¿Sasha? ¿Encontraron a Sasha? —pregunto, mirándolo esperanzada.
—No, lo siento. —Su sonrisa desaparece y mi mirada se ensombrece—. Es tu bolso, lo encontraron. Estaba en un bote de basura, obvio sin dinero, ni celular.
Asiento un tanto atribulada. Claro que me emociona que lo hayan encontrado, pero no me importaría perder todas mis pertenencias, si con ello recuperara a mi hermana.
—¿Y mi pasaporte, el visado ruso?
—También los robaron, pero tengo buenas noticias con respecto a eso. Tus documentos migratorios, ya están listos, así que ahora mismo iremos a recogerlos.
—Gracias —musito con una sensación agridulce latiendo en mi pecho. Por fin podré regresar a Londres, pero lo haré sin haber encontrado a mi hermanita.
—Quita esa cara —pide levantando suavemente mi barbilla con un su pulgar y su índice para que lo mire a los ojos—. Ya te dije que la encontraremos. —Yo asiento sin poder evitar mi aflicción—. Se me ocurre que tal vez debamos comenzar por averiguar si entró al país.
—¿Crees que puedas averiguarlo?
—No lo sé, pero no perdemos nada con intentarlo, ¿no crees?
—Cierto, no sé cómo no se me había ocurrido antes —comento forzando una pequeña sonrisa. Ojalá pudiera ser tan optimista como él, pero cada día que pasa sin que encontremos a Sasha, mis esperanzas disminuyen.
—Contrataré un investigador para que se haga cargo de buscarla —promete con convicción.
—Gracias —musito, mirándolo con sincera gratitud, y él sonríe complacido, al tiempo que me mira con ternura.
—Anda, vamos. —Nikolai me retira la silla para que pueda levantarme—. Imagino que querrás ir a la casa a recoger tus cosas, antes de regresar a Londres.
Nikolai me sorprende cuando llegamos al aeropuerto, pues en vez de estacionar el auto en el estacionamiento público, o dejarme en la puerta principal, el auto entra a la pista y se detiene junto a un elegante avión privado. Yo miro a Nikolai completamente desconcertada.
—Volaré a Londres contigo, en mi avión privado —explica al notar mi confusión.
—Oh no, no es necesario, ya has hecho bastante por mí. Tomaré el primer vuelo comercial que encuentre.
—Mila, si de verdad quieres estar en Londres a primera hora y descansada para ir a la compañía, es la única opción que tienes. No olvides tu estado, ahora no solo debes pensar en ti, tu bebé te necesita sana y fuerte, y para eso debes descansar adecuadamente y alimentarte lo mejor que puedas.
—Nikolai, yo... yo no sé cómo podré pagarte tantas atenciones. Muchas gracias.
Él solo sonríe y niega a la vez, quitándole importancia al asunto.
Un agente aduanal, nos recibe al pie de la escalera y después de revisar nuestros documentos, nos dice que podemos irnos. Sergei, el custodio, viene con nosotros.
Subimos, y una azafata rubia de uniforme impecable, saluda, luego nos indica nuestros asientos y nos explica las medidas de seguridad.
Nikolai me ayuda a abrochar mi cinturón y minutos después estamos volando, sin tener que pasar por los fastidiosos controles, esperar a abordar y todo las molestias y el tiempo que conlleva el volar en un vuelo comercial.
El despegue termina, e inmediatamente nos sirven la cena. Después Nikolai me dirige a la habitación y me invita a ponerme cómoda; es ineludible, me tenso al instante, pero cuando sugiere que descanse lo que dura el vuelo y sale de la habitación, cerrando la puerta detrás de sí, respiro aliviada. Aseguro la puerta, me recuesto y poco después caigo en un sueño profundo.
Cuando bajamos del avión, una limosina negra con vidrios polarizados, espera por nosotros en la pista. El chofer nos abre la puerta, y Nikolai me ofrece su mano para ayudarme a subir, esta vez sí la acepto. Él sube detrás y se sienta frente a mí, pero antes de cerrar la portezuela, Sergei se acerca y le entrega un bolso de una reconocida marca de bolsos de diseñador, en realidad no le presto mucha atención. Saco el celular del bolsillo del abrigo y le escribo un mensaje a Sarah para avisarle que ya estoy en Londres.
—Es tu bolso —dice Nikolai, entregándomelo.
Ahora sí llama mi atención y sin proponérmelo, siento que mi rostro se ilumina.
¡Mi bolso, mi querido bolso! —pienso más que emocionada, tengo que controlarme para no arrebatárselo de las manos.
Lo saco y mis ojos se cristalizan y mi sonrisa bobalicona desaparece; mi bolso está destrozado, pareciera que se ensañaron con él.
—Lo siento —expresa buscando mi mirada—. Cuando te dije que lo encontraron, no me dijeron que estaba hecho trizas. —No puedo ocultar la desolación—. Pero hay más, anda mira en la bolsa.
Aún un tanto turbada, busco dentro del bolso de compras, con la esperanza de que dentro venga mi cartera, sin importar que no tenga el dinero ni las tarjetas, ni las identificaciones, pero que las fotos de Sasha, Sebastian y de mis amigos, sigan ahí. Pero no es así, lo que encuentro, es otro bolso casi idéntico al mío.
Parpadeo repetidamente, tratando de entender.
—Traté de conseguir uno idéntico al tuyo, pero ese fue el más parecido que encontré.
—Nikolai..., no es necesario. Es un regalo muy caro —lo sé por la marca—, no puedo aceptarlo.
—Mila, claro que era necesario, dijiste que amabas ese bolso.
—Pero lo amaba por lo que significaba para mí, porque fue un regalo de alguien muy especial en mi vida, porque ya tenía alma propia —Le explico completamente abatida, y me parece ver que su rostro se endurece, sin embargo, después de cerrar los ojos un segundo, me sonríe con ternura y asiente con la cabeza—. Ni siquiera era de marca, era un bolso comprado en un mercado de un pueblo de México en un viaje que fue toda una aventura —termino la oración en un susurro, respiro profundo y después dejo caer mis hombros.
—Te entiendo, pero creo que puedes viajar con él, crear nuevas historias, darle un alma a este bolso, incluso llegar amarlo como amabas el otro —expone con pasión, tratando de contagiarme su entusiasmo, yo niego con un mohín—. Mila, acéptalo al menos en agradecimiento a todos los que trabajaron toda la noche para asegurarse de encontrar el mejor de los bolsos y el más parecido al tuyo.
—Lo aceptaré, pero solo si me permites pagar por él. En cuanto lleguemos a mi apartamento, te haré un cheque para cubrir todo lo que has gastado en mí.
—Mila, no es necesario. Tú sabes que puedo costearlo y que el dinero que tengo, decidí usarlo para ayudar a los demás. Hoy por ti, mañana no sé, tal vez podría ser yo quien necesite de tu ayuda.
—Nikolai, independientemente de si me dejas pagarte y de que yo estaré más tranquila, si alguna vez llegas a necesitar de mi ayuda, la tendrás, porque jamás tendré cómo podré pagar toda tu ayuda.
—Ok, dejaré que me pagues —acepta mirándome fijamente, con una sonrisa amable bailando en su rostro.
—Gracias.
—Tengo algo más que entregarte —declara, ofreciéndome otra bolsa de regalo, pero un poco más pequeña que la anterior y de color azul celeste.
—No, Nikolai, no puedo aceptar más regalos.
—Este no es para ti —aclara con una sonrisa burlona.
—Oh, ok, a quien debo entregárselo.
—Lo sabrás cuando lo abras. —Estoy por hacerlo, pero él detiene mis manos con las suyas—. No, aún no, espera que llegues a casa.
—Ok —acepto, dejando la bolsa a un lado, para evitar la tentación de saciar mi curiosidad.
Entramos a mi apartamento, y me sorprende encontrar a Aleksander ahí, sentado en la sala, charlando con Brenda. Al verme, ambos se ponen de pie.
—¡Mila! —Alek viene hacia a mí y sin darme chance a hablar, ahueca mis mejillas y besa mis labios una y otra vez, de forma desesperada—. Gracias a Dios, que estás bien.
—Alek..., por favor... —Trato de apartarme, pero no me lo permite y hace justo lo opuesto, me rodea por la cintura de forma posesiva.
—¿¡Quién es este hombre?! —cuestiona, cuando repara en Nikolai.
¿Pero quién diablos se cree? —Lo fulmino con la mirada.
—Alek, no tienes dere... —Intento alegar, pero Nikolai me interrumpe.
—Soy Nikolai Koloskova, un viejo amigo de Mila —se presenta él mismo de forma amable y con voz moderada, a la vez que le ofrece su mano.
—Aleksander White, el novio de Mila —aclara con gesto arrogante e ignorando su mano, queriendo dejarle en claro que soy su pareja, como si fuera de su propiedad—. Le agradezco que la haya acompañado, pero será mejor que se vaya. Mila, debe descansar —dice Alek con tono altanero y mirándolo con descortesía.
—Nikolai, ella es Brenda, mi compañera en la compañía y mi roomie —digo, intentando desviar el bochornoso momento.
—Mucho gusto, Brenda —saluda a mi amiga como todo un caballero, toma su mano y besa su dorso, mirándola por entre sus pestañas y con una sonrisa encantadora.
—Mucho gusto, Nikolai —responde ella, sonriéndole bobalicona.
—Mila, me voy. —Regresa su vista a mí—. «Tu novio» tiene razón, debes descansar —enfatiza con voz moderada, pero con cierta ironía en su tono.
Apenada, asiento y lo acompaño a la puerta, ante la mirada furibunda de Aleksander.
—Nikolai, nunca olvidaré todo lo que hiciste por mí y en verdad espero que disculpes mis desplantes. —Nikolai sonríe complacido y toma mis manos entre las suyas.
—No te preocupes, Mila, yo entiendo —expresa con tono afable, después besa mi mejilla—. Tengo que regresar a Rusia mañana mismo, pero te mantendré informado sobre la investigación.
—Gracias de nuevo, Nikolai. —Me paro de puntas, y ahora soy yo quien besa su mejilla, y él responde con una gran sonrisa.
Nikolai sale, y apenas cierro la puerta a su espalda, Alek, me toma del brazo y me gira hacia él.
—¿Quién es ese hombre y qué pretende contigo? —exige, alzándome la voz.
—¡No tengo por qué darte explicaciones y no te permito que me hables así, ni me hagas estás ridículas escenas de celos! —increpo, también alzando la voz—. ¡Será mejor que te vayas! —digo con firmeza, mostrándole la puerta.
—Mila, entiéndeme. —Aleksander intenta tomar mi rostro entre sus manos, yo retrocedo y lo detengo con una mirada de advertencia y no me toque, él desiste—. Estaba preocupado por ti, íbamos a llamar a la policía —explica con desespero.
—No mereces explicaciones, pero lo haré por consideración, porque entiendo su preocupación —aclaro, cruzándome de brazos—. Me asaltaron al llegar a Rusia —explico, y ambos me miran alarmados—. Nikolai me ayudó, me llevó al médico para asegurarnos que la salud de mi bebé estuviera en perfectas condiciones, se encargó de agilizar los trámites migratorios y me trajo hasta acá en su avión privado.
—Wow, ¿tiene avión privado? —pregunta Brenda, impresionada.
—¿Y cree que con su dinero puede impresionarte? —inquiere Alek, en tono retador.
—Es claro que no me conoces como para hacer ese comentario —refuto, mirándolo también de forma desafiante.
—Porque te conozco lo afirmo, sé que esas cosas no te impresionan, por eso no entiendo a qué viene tanta atención.
—¿No me escuchaste? Te dije que me ayudó en un momento en el que me sentí impotente. ¿No te das cuenta? Me robaron el bolso, no tenía dinero, ni teléfono, ni mis documentos, además estaba sola en un barrio de mala muerte.
—Está bien, está bien —baja su tono de voz—, lo entiendo, no quiero que peleemos por esto. —Alek se rinde y trata de acercarse, yo niego y doy un paso atrás. Estoy realmente molesta. Si algo no soportaba de Sebastian, eran sus celos enfermizos, pero lo amaba, de hecho, aún lo hago, y sé que él me amaba a mí, por esos en cierta forma lo toleraba, pero a Aleksander, al que apenas conozco y no amo, no le toleraré sus tonterías—. Mila, por favor, perdóname. No pienso con claridad, estoy nervioso porque no sabíamos nada de ti, aún no salgo de la impresión.
—Tienes razón, Aleksander, ambos estamos alterados. Creo que será mejor que te vayas. Ya es tarde, y ambos debemos descansar.
—Está bien —acepta resignado, y veo claramente como su postura cambia, pues de estar a la defensiva, ahora se muestra en actitud sumisa—. ¿Te veo mañana para almorzar? —pregunta, acercándose para besarme de nuevo, pero yo bajo mi rostro.
Suspira derrotado, después pasa un mechón de mis cabellos por detrás de mi oreja y me mira abatido, y se contiene para no besarme.
—No sé si pueda, Alek. Nos hablamos —digo yendo hacia la puerta para abrírsela.
Él acepta y mirándome atormentado, sale del apartamento, haciéndome sentir mal, pero, aun así, cierro la puerta apenas se da la vuelta.
—Es guapísimo el ruso, tiene una personalidad arrolladora, y esa mirada... Dios, es realmente intimidante. Me gusta —exclama Brenda con gran entusiasmo.
Mientras escucho a Brenda, abro la bolsa de regalo azul y me emociono hasta las lágrimas cuando encuentro una pequeña cachucha de béisbol de los Yankees de New York. Es la cosa más tierna que haya visto, además de ser del equipo de béisbol de las grandes ligas con sede en New York, mi querida ciudad.
Tú primer regalo, mi pequeño —Le digo a mi bebé con el pensamiento, acercando el representativo presente a mi pecho.
—Alek también es muy atractivo, pero realmente no me cayó del todo bien —continúa Brenda.
—¿En serio? Qué raro, Alek es muy agradable. Solo hoy no sé qué le pasó, pareciera que enloqueció. —Me quejo, entornando los ojos con exageración.
—Obviamente está celoso del ruso. Y cierto, es amable no lo negaré, pero no me gusta su rollo de psicólogo; apenas entró, quiso psicoanalizarme.
—Sin embargo, yo no sé qué pensar de Nikolai. Él ya no es el que yo conocí dos años atrás, es como si fuera otra persona distinta.
—¿Y su cambió fue para bien o para mal?
—Para bien, tanto, que creo que es demasiado bueno para ser verdad —comento con gesto suspicaz, al mismo tiempo que regreso la pequeña cachucha al bolso.
—Pues a mí me pareció que es todo un caballero, es cierto, su mirada es tan cautivadora como la de un felino al acecho, pero es lo que lo hace lucir aún más atractivo.
—Así es, su mirada es como la de un felino, pero uno muy peligroso; sin embargo, se portó como un dulce gatito.
—Bueno pues entonces, te diré lo que tanto me repite mi madre, hazle caso a tu intuición. No olvides que, hasta el gato más manso, puede traicionarte en cualquier momento.
—Pues por lo que a mí respecta, prefiero mantenerlo alejado, pero prometió ayudarme a encontrar a Sasha, y sí lo hace, te juro que le estaré eternamente agradecida.
—Te entiendo, y si lo hace es porque realmente es buena persona, ¿no crees?
—Eso espero, de verdad lo deseo por él y por su hija.
—¿Tiene una hija? —pregunta mirándome con curiosidad, yo afirmo— Entonces, ¿es casado?
—No, es viudo. Su esposa mu... —De pronto soy interrumpida por el interfon.
—¿Quién podrá ser a estas horas?
—No lo sé, solo espero que no sea Alek —Voy a responder—. Sí, ¿diga?
—Señorita, Davis, aquí hay un joven que insiste en hablar con usted, dice llamarse Matthew Harrison.
—¿Matt? Sí claro, es mi amigo.
—Le dije que no son horas de visitas, pero insiste en que debe hablar con usted con urgencia.
—Lo recibiré. Por favor, déjelo pasar.
—Está bien, señorita —dice el portero antes de colgar.
—¿Quién era?
—Era el portero. Matt, un amigo de New York, quiere verme. Lo que no entiendo es que cómo supo dónde vivo, no recuerdo habérselo dicho.
—Tal vez alguien más lo hizo —sugiere Brenda, yo me alzo de hombros.
De pronto se escuchan unos fuertes golpes en la puerta.
—¿Qué le pasa a tu amigo? Acaso cree que estamos detrás de la puerta.
Abro la puerta y Matt entra como tromba.
—¡¿Cómo pudiste, Mila?! —Me reclama alzando la voz, luce agitado y tiene un golpe en la ceja.
—Matt, no entiendo. —Lo miro desconcertada.
—¿Cómo pudiste traicionarme? ¿Por qué con él?
—Los dejo para que hablen —dice Brenda antes de encaminarse a las habitaciones.
—Por favor Matt, tranquilízate y explícame de qué hablas.
—Hablo de Aleksander, sé que estás con él. —Me recrimina mirándome dolido, yo amplío mis ojos y boqueo, sin saber qué decir—. Mila, yo... —Hace una pausa en la que cierra los ojos en un gesto doloroso, y veo su mandíbula tensarse—. Yo he esperado por ti más de cinco años, y a él, ¡a ese hijo de Puta al que apenas conoces, lo aceptas a la primera! —Termina la frase en un gruñido y mirándome decepcionado.
—Matt, por favor déjame explicarte. —Él niega a la vez qué pasa los dedos de sus manos por entre su cabello y resopla con impotencia—. Por favor, toma asiento. —Le pido, indicándole la sala.
—Aquí estoy bien. Solo quiero que me respondas... ¿por qué? ¿Por qué a él sí y a mí no?
—Te lo diré, Matt. —Respiro profundo antes de continuar—. Acepté a Aleksander porque con él puedo tener una relación en la que no tengo que involucrar mis sentimientos, una relación en la que el amor no está incluido. —Matt me mira desconcertado—. No quiero arriesgarme a más, no quiero arriesgar de nuevo el corazón y que vuelvan a lastimarme. Sé que no me entiendes y también sé que me amas, que lo has hecho por años, pero la diferencia con Alek, es que él no espera que le corresponda y estoy segura que tú sí lo harías, ya has esperado mucho por ello y tú mejor que nadie sabe que no puedo, sabes que ya entregué el corazón y que no me quedo nada, además, no quiero lastimarte, a ti no.
—¡¿No te das cuenta?! ¡Me estás matando, Mila! —vocifera alterado y con lágrimas en los ojos.
—Perdóname, Matt. Te juro, que nunca fue mi intención herirte.
—Lo hiciste, Mila, me lo ocultaste, y él me mintió en la cara. Tuve que enterarme de la peor forma. Estaba en New York cuando me enteré que era con él con quien irías a Rusia y me sentí impotente por no poder estar frente a ese idiota para romperle la cara, además tú no me respondías...
—No pude responderte, porque me robaron el celular... —intento explicar.
—Vengo de enterrar a mi abuelo, Mila. —Matt llora como un niño y me rompe el corazón.
—Lo siento, Matt, de verdad esperaba que mejorara, no sabía que tu abuelo había muerto —musito, controlándome para no abrazarlo. Está tan enojado que temo que me lastime.
—Pasé estos días, en completa incertidumbre, no quería pensarte, intenté concentrarme en mi abuelo, en despedirlo como merecía, pero no pude. —Finaliza en un hilo de voz. De pronto su rostro se ensombrece y su mirada se llena de dolor. Siento tantos remordimientos—. Mientras lo enterraban, solo pensaba en tu traición, y sentía que también yo lo traicionaba a él. Cuando regresé a Londres, seguí a Aleksander hasta aquí, esperé por horas frente al edificio, hasta que te vi llegar con otro hombre. No entendía nada, me pasaron mil panoramas por la cabeza. Después salió el que creí que era mi amigo y lo enfrenté, le pregunté claramente qué hacía aquí, y tuvo el cinismo de pedirme que me alejara de ti, porque él ahora es tu pareja. —Niega y a la vez ríe con incredulidad—. Lo siento, pero le rompí la cara a «tu noviecito» —recalca con evidente desdén—. No podía creer en lo que te has convertido, aún no lo creo —dice mirándome de forma acusadora.
—Matt, entiendo que te sientas dolido por lo de tu amigo, pero...
—¡Él ya no es mi amigo! —proclama con dientes apretados.
—Yo no hablaré por Aleksander, hablaré por mí, y yo... yo misma me culpo de tu dolor, y de verdad me arrepiento de haber hecho las cosas así. Debí hablar contigo antes de aceptarlo, pero con respecto a tus suposiciones, no te daré explicaciones; piensa lo que quieras.
—¿Que piense lo quiera? —exclama con sarcasmo—. Te diré que es lo que pienso. Te desconozco —declara, apuntándome a la cara y mirándome con rencor—, no eres la Mila de la que me enamoré, te has vuelto una... ¡una cualquiera! —suelta con tono despectivo y mirándome con desprecio.
Reacciono impulsivamente, lo abofeteo con todas mis fuerzas, después trago duro para pasarme el nudo que siento por las lágrimas que se me arremolinan en la garganta, más no bajo la mirada.
—Si ya terminaste, te voy a pedir que te marches —acoto con firmeza y apuntándole hacia la puerta, pero sintiendo que me tiembla todo y que me explotará el corazón. En verdad aprecio mucho a Matt y entiendo que esté dolido, pero no permitiré que me falte al respeto.
—¿Sabes? Siempre creí que ese nuevo apodo con el que ahora te llaman, era solo una fachada para protegerte —menciona, mirando por entre sus pestañas, mientras soba su mejilla—. Hoy estoy seguro de que te lo ganaste a pulso, definitivamente sí eres «La Reina de Hielo» —enfatiza con todo el resentimiento, del que nunca lo creí capaz—. Definitivamente, tú y Alek son tal para cual. Él es un manipulador que usa a las mujeres y realmente espero que te lastime como te mereces —puntualiza con voz enfurecida y verdadero odio en su mirada.
Sus palabras son duras, me duelen hasta el alma, pero sé que me las merezco, por eso no me defiendo más. Solo evado su mirada y trato de mostrarme impasible, conteniendo la avalancha de emociones, que amenazan con aplastarme.
Matt sale azotando la puerta detrás de sí, yo me recargo en ella y respiro profundo, al tiempo que cierro los ojos, conteniendo las imperiosas ganas de ponerme a llorar.
—¿Estás bien? —pregunta Brenda, quien se me acerca sigilosamente, haciéndome sobresaltar.
—Estoy bien —aseguro, forzando una sonrisa—. Acabo de perder a mi mejor amigo, pero creo que es mejor así. Al menos ya no seguirá haciéndose ilusiones conmigo.
Brenda me mira con lástima, se acerca y posa su mano en mi hombro, como tratando de reconfortarme, pero no lo logra.
—Vamos, debes descansar. —Asiento y camino tras de ella, Brenda va a su habitación y yo a la mía, pero antes de que entremos cada quien, a la suya, le hablo.
—¿Sabes? Matt tiene razón, ya no soy la Mila de antes, ahora solo lastimo y alejo a todos los que me aman —declaro sin mirarla, ahogando los sollozos que siento que me estrujan el alma—. Buenas noches —concluyo antes de entrar a mi habitación.
Cierro la puerta, me recuesto en la cama, me abrazo a mi almohada y cierro los ojos con fuerza, para no permitirme una flaqueza más.
Te estás quedando sola, Mila.
¿No era eso lo que querías?
Pues ahora, aguántate.
Mil gracias a cada uno de ustedes por acompañarme en cada capítulo 🙏🏻
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top