Capítulo 36
Ensayamos por tres horas, hasta que el coreógrafo me ordena que salga a tomar un descanso y comer un refrigerio, él sabe que por órdenes de la nutrióloga y del médico, tengo que hacerlo. Voy a toda prisa a la cafetería y pido una ensalada de frutas y un agua. Mientras me la sirven reviso mi celular, tengo un mensaje de Alek, contándome un chiste que realmente me hace reír.
Le marco a mis amigos, mientras, me siento en una mesita a comer.
—¡Mila! —saludan los tres al mismo tiempo.
—¿Cómo están?
—Ensayando, ya sabes, pronto estrenaremos la temporada de invierno.
—Imagino que Peter y Jonathan, los están presionando, deben estar agotados.
—Mucho. Tú, ¿cómo estás? —pregunta Jason.
—Igual, ensayando y ensayando.
—Espero que no te estés exigiendo demasiado, nuestro sobrino podría resentirlo —menciona Olivia con gesto de ternura.
—¿Cómo va el bebé? —pregunta Sarah.
—Creciendo cada día más. —Me levanto y disimuladamente, les muestro mi barriguita.
—¡Aaww, Mila, te ves hermosa! —exclama Olivia con emoción.
—¿No has sabido nada de él? —cuestiona Sarah. Yo me meto un bocado cada que ellos hablan.
—Sí, estuvo aquí —digo con voz abatida.
—¡¿Qué?! ¡¿Fue a buscarte?! ¡¿Y?! ¡¿Le dijiste?! —Me cuestionan los tres al mismo tiempo.
—Intenté decírselo, pero él volvió a hacer énfasis en que no quiere tener hijos.
—¡Maldito, hijo de puta! —vocifera Sarah encolerizada, Olivia y Jason me miran con lástima—. Al menos demándalo por manutención. —Río y resoplo con ironía.
—Por supuesto que no, mi hijo y yo, no necesitamos su dinero. Yo solo... solo quiero que lo ame, como lo amo yo —confieso, acariciando mi vientre—. Solo quiero que desee estar conmigo y con mi bebé.
—Tal vez lo haría, si sé lo dijeras —expone Jason, mirándome analítico.
—¡Él me dejó muy claro que por ahora no quiere tener hijos, Jason! —recalco un tanto exaltada, después modero mi voz—. No lo obligaré a hacerse cargo de mi bebé, no nos expondré a su rechazo.
—Aunque no lo creas, te entiendo, Mila, pero tal vez debas ponerte por un segundo en su lugar antes de juzgarlo.
—¡¿En su lugar?! ¡¿Y quién se pone en el mío?! ¡Nadie, todos me juzgan sin siquiera conocerme y ya estoy cansada de esperar cariño y respeto de los demás!
—Mila, no tienes porqué ponerte así. Sabes bien que sí alguien te entiende, somos nosotros y que tienes todo nuestro cariño —intercede Olivia, tratando de mediar. Jason asiente compresivo.
—Mila tiene razón, no puede seguir permitiendo que la lastimen. Pero en lo que no estoy de acuerdo, es en que eximas a Sebastian de su responsabilidad, porque vaya que contribuyó y hasta disfrutó al hacerlo —manifiesta Sarah con tono mordaz.
—Preferiría que cambiemos de tema. —Expelo frustrada y dejo caer mis hombros.
—Bien, cuéntanos... ¿qué has hecho? —concede Jason.
—Conocí a alguien, se llama Aleksander. Es un amigo de Matt.
—¿Alguien? ¿No me dirás que por fin te decidirás a dar vuelta a la página? —cuestiona Sarah.
—No sé si pueda, pero creo que tengo que intentarlo.
—¡Sí! ¡No! ¡No!—gritan los tres, contradiciéndose. Sarah dice que sí, Jason y Olivia dicen que no.
—Mila, tú amas a Sebastian y sé que él te ama a ti —alega Olivia.
—Quedamos en que cambiaríamos de tema. —Les recuerdo, y los tres afirman—. Este chico, Alek, es tan simpático..., apenas lo conozco y ya se atrevió a decirme que le gusto, me hace reír, me siento a gusto con él.
—Pues yo creo que debes darte la oportunidad de conocerlo, total no te estás casando con él —opina Sarah—. Cuéntanos, ¿es guapo?
—Sí, es atractivo, alto, ojos azules, cabello rubio oscuro, es irreverente, atrevido...
—Por lo que dices de este chico, es muy parecido a Sebastian, te lo recuerda, ¿cierto? —analiza Jason. Yo guardo silencio por unos segundos.
—Sí, mucho —admito con voz apenas audible—. Sé lo que piensas y tienes razón, Alek es tan parecido a Sebastian y no solo físicamente, también en su personalidad.
—¿Y te parece justo que aceptes una relación en la que solo lo estás usando para sustituir al ex o para sacártelo de la cabeza? —Me cuestiona mi amigo.
—Lo sé, yo misma se lo dije. Pero Alek cree que si ambos somos sinceros, deja de ser injusto. Él sabe que yo sigo amando a Sebastian.
—Todavía no lo conozco y ya me cae bien —dice Sarah.
—Y a mí —secunda Olivia—, pero Sebastian me cae mejor —aclara.
—Alek está por graduarse en psicología, y asegura que si me lo propongo, podré olvidar a Sebastian.
—¡Qué conveniente! —señala Jason con evidente ironía.
—¡¿De qué hablas?!
—Mila, fíjate lo que estás diciendo. Lo que necesitas es un psicólogo, no un novio psicólogo —alega Jason exasperado, él siempre me ha impulsado a luchar por Sebastian.
—Yo no he dicho que quiero que sea mi novio, solo les cuento que conocí a este chico y que quiero darme la oportunidad de tratarlo, eso es todo.
—Tienes razón, perdóname. Solo no quiero que te engañes a ti misma, ni que salgas más lastimada de lo que ya estás.
—Sé que se preocupan por mí, pero estoy bien, solo extrañándolos mucho. A ustedes y a Sasha.
—¿Sigues sin saber nada de ella?
—Sí, pero este sábado iré a buscarla a Rusia.
—Marc me contó, me alegra saber que Matt te acompañará —menciona Jason.
—En realidad, me acompañará Alek—. Mi amigo entorna los ojos. Miro el reloj y veo que ya se acabó mi descanso—. Debo dejarlos, tengo que regresar al salón.
—Claro, cuídate.
—Los quiero, adiós. —Cuelgo y apresuro mi comida. Después, regreso al aula y ensayo el resto de la tarde.
Al llegar al edificio, el portero me detiene antes de llegar al elevador.
—Señorita Davis, la buscan —informa, señalando hacia el vestíbulo—. Le dije que no podía quedarse, pero insistió en esperarla.
Realmente me sorprendo, pues ya no esperaba que viniera.
Brenda está ahí, con tres grandes maletas y algunas cajas.
—Es mi prima. —El hombre me mira anonadado—, vivirá conmigo por un tiempo —Le informo mientras voy hacia donde está ella—. Por favor, ordene que suban sus maletas al apartamento—. Bienvenida. —Le digo a ella, con una sonrisa afable.
—Gracias —musita apenada—, no sé cómo podré pagarte toda tu ayuda.
—No tienes que hacerlo. Déjame ayudarte —digo, tomando uno de sus bolsos.
—No, es muy pesado. —Me lo arrebata de las manos—. Deja que los suba el estirado ese —propone, refiriéndose al conserje, quien la mira con gesto petulante. Las dos reímos y vamos al elevador.
—¡Chevere! —exclama al entrar al apartamento, y me parece que habla en español.
—¿Qué? —pregunto riendo, divertida por la extraña palabra.
—Que el lugar es increíble, nunca pensé que vivieras en un lugar tan lindo.
—Sí, también el barrio es bastante..., ¿chevere? —Ella ríe a carcajadas.
—Sí, es chevere, así como tú.
—Oh, gracias..., creo —agradezco sin saber si eso es bueno o no.
—¡¿Tienes gato?! —pregunta, al ver que Romeo se acerca a curiosear.
—Sí. ¿No te gustan? ¿O eres alérgica...?
—¡Me encantan! —manifiesta, levantando a Romeo en brazos y acurrucándolo contra su pecho. Temo por la reacción del gato, pero me sorprende cuando el muy traicionero, le ronronea y se frota contra ella, mostrándole su simpatía—. En Ecuador tenía uno de mascota, pero no pude traerlo conmigo.
—Vamos, te mostraré la habitación que ocuparás.
La dirijo hacia las habitaciones, paramos en la primera puerta, ella observa las otras antes de entrar.
—¿Una de esas puertas, es el baño?
—No, la habitación tiene baño propio. Pasa, luego te mostraré el resto del apartamento. —Entramos y le muestro dónde está la ropa de cama, el baño y las toallas.
—¡Chevere! —repite, después se deja caer de espaldas en la cama.
—Supongo que te gustó
—Ya lo creo, vivía en un completo cuchitril, pero era lo que podía pagar.
—Bueno, aquí no tienes que pagar nada.
—¡Ah no!, en cuanto pueda, cooperaré con los gastos.
—Con que cubras los tuyos, será suficiente. —De pronto se incorpora y me mira con desconfianza.
—¿Por qué haces esto? No soy nada tuyo, nadie hace nada sin esperar nada a cambio, no lo entiendo.
—Aunque no lo creas, yo estuve en tu situación, entonces, una amiga me abrió las puertas de su casa, y mis amigos me apoyaron en todo lo que necesité. Ahora, yo tengo la oportunidad de hacer lo mismo por alguien más.
—Sí pero, tú no me conoces, que tal si resulto una pesadilla.
—Oh, ya lo creo. Por las veces que te he visto, eso es seguro. —Ella abre grande su boca y contiene una carcajada—. He visto que tienes un carácter bastante explosivo, pero no te preocupes, estoy acostumbrada a lidiar con pesadillas.
—Odio las injusticias y no tolero a las presumidas.
—Uy, lo siento, pero tendrás que aguantarme a mí. ¿No es lo que dicen de mí?, que soy una presumida —menciono alzándome de hombros.
—Bueno, pero he de confesar, que eres la única presumida que me cae bien.
Río a carcajadas—. Que honor. Anda, te mostraré el resto, luego prepararé la cena.
—¿Sabes cocinar? —pregunta cuando salimos de su habitación.
—Me defiendo un poco.
—Bien, pues nos turnaremos para hacerlo. Te prepararé unos platillos típicos de mi país, que te chuparás los dedos. —Fuerzo una sonrisa, de seguro esos platillos son una delicia, pero también tendrán miles de calorías. Sé que en mi estado, no debo pensar en calorías ni tener miedo a subir de peso, de hecho, debo hacerlo, pero no puedo evitar sentirme aprensiva con el tema—. No te forzaré a probarlos —dice al notar mi angustia.
—De verdad quiero hacerlo —admito, pero en el fondo, siento mucho miedo de luego no poder parar.
—Cuando vaya al súper mercado, traeré lo necesario para preparar un bolón de verde, una guatita, o unos patacones, lo que no puedes dejar de probar, es mi favorito, el arroz con menestra y carne asada. Ya me dirás qué tal la gastronomía de mí País.
—Por lo que sé, la comida de Sudamérica, es deliciosa.
—¿La conoces?
—No, pero mi ex sí. Él conoce algunos países, además, cocina delicioso.
—Entonces, ¿él te enseñó a cocinar?
—En parte. Esta es mi habitación. —Cambio de tema, al llegar a mi recámara.
—Es linda. La otra, ¿también es recámara? —pregunta dirigiéndose a la otra puerta.
—Sí —Abro la puerta y se la muestro.
—¿Vive alguien más contigo?
—No, todavía. —Sonrío con melancolía.
—Está será la habitación de tu bebé, ¿cierto? —Me mira suspicaz.
—Así que lo sabes —señalo, acariciando mi vientre y admirándolo con devoción.
—Te vi hablándole a tu vientre y acariciándolo, estabas sola en los vestidores, pero preferí darte privacidad. —La miro mortificada—. Tranquila, no sé lo he dicho a nadie.
—Gracias.
—¿Ya sabes si será varón o una nena?
—Es tímido, no se ha dejado ver, pero estoy segura de que es un varón, lo siento aquí —manifiesto, llevando mi mano a mi pecho—, incluso lo he soñado.
—Entonces de seguro sí es un varón. Mamá dice que una madre siente esas cosas.
—Tal vez me equivoco, pero es lo que siento. Espero que eso no sea un impedimento para que te quedes, de seguro habrá madrugadas en las que no dejará dormir.
—No te preocupes, me pongo los audífonos y listo.
—Perfecto. Ahora vamos a cenar que este bebé tiene hambre.
—¿Has tenido antojos? —curiosea, camino a la cocina
—Sí, muero por una porción de lasaña de la que preparaba el padre de mi hijo.
—¿Y no puedes pedirle que te la prepare? —menciona con demasiada ingenuidad, mi sonrisa se desvanece.
—Él vive en París, y la última vez que lo llamé, estaba por follar con una zorra.
—¡Oh! —Me mira con lástima—, perdón, no debí entrometerme.
—No te preocupes, si vivirás aquí, supongo que te enterarás de algunas cosas. —Llegamos a la cocina y saco algunas cosas del refrigerador—. Y tú, ¿tienes pareja?
—Hay alguien por ahí que me pretende, pero aún no le doy el sí.
—¿Por qué no?
—Me estoy haciendo la difícil. —Asomo mi cabeza por la puerta del refrigerador y frunzo el ceño, con gesto de confusión—. Mi madre siempre dice que lo fácil dura poco.
—Oh, ya entiendo. Entonces, él realmente te gusta.
—Me encanta, es súper detallista. Incluso me ofreció su apartamento, pero vive con dos chicos más y no me llevo bien con uno de ellos. Terminaríamos por matarnos.
—Bueno, pues ya sabes que aquí puedes quedarte todo el tiempo que quieras.
—Aún no sé qué haré, no quiero regresar y que mis padres se den cuenta de que fracasé como bailarina, además, no quiero preocuparlos.
—Pero no has fracasado como bailarina, eres muy buena. Kevin se arrepentirá de haberte echado y te llamará, ya lo verás, si no, de seguro otra compañía te contratará.
—Eso espero —Mi celular comienza a vibrar, pero no dejo lo que estoy haciendo—. Déjame ayudarte con eso. —Brenda me quita el cuchillo de las manos y me ayuda a cortar unos vegetales—. Tú anda a responder, podría ser importante.
Me lavo las manos, me las seco, luego voy a mi bolso a buscar el teléfono qué sigue vibrando insistente. Contesto sin fijarme quien es.
—¿Sí? ¿Quién habla?
—Mila, soy Matt. —Suspiro desalentada, por un momento creí que podría ser Sebastian, que aunque no me diga nada, me hace saber que piensa en mí.
—Hola, Matt —saludo escuetamente.
—Te llamo para recordarte que nos veremos el sábado para almorzar.
—Lo siento, Matt, había olvidado llamarte, pero el sábado viajaré a Rusia.
—¿A Rusia?
—Sí, iré a buscar a Sasha.
—¿Irás sola? —Entorno los ojos. ¿Por qué nadie cree que puedo hacerlo sola?
—No, viajaré con alguien más.
—¿Alguien más?
—Sí, una amiga de la compañía —miento, y creo que Brenda se da cuenta porque ríe y niega a la vez.
—Ok, ¿y qué tal mañana? Pasaré por ti a la hora del almuerzo.
—Matt, no puedo, tengo otro compromiso.
—Mmm..., ¿otro compromiso? —No le digo que es con Alex.
—Sí, con un amigo, ya había quedado con él. Si quieres podemos vernos en la noche
—Tengo tantas ganas de verte y de platicar contigo, que te tomo la palabra. Paso por ti a la compañía, a las diez... ¿está bien?
—Mejor diez minutos más tarde, no siempre puedo escaparme enseguida, no quiero hacerte esperar.
—Mila, te he esperado por años, créeme, diez minutos, no serán nada. —Bajo la mirada avergonzada, él no me ve, pero de todas formas me apena hacerlo sufrir.
—Matt..., no hagas esto más difícil. —Él guarda silencio por unos segundos.
—Perdóname, preciosa, prometí no presionarte y sigo esperando una oportunidad.
—Matt, mañana hablamos, ¿sí? He tenido un día muy largo y...
—Claro, entiendo. Mañana hablaremos, ahora descansa. Buenas noches, hermosa.
—Buenas noches, Matt. —Cuelgo antes de hacer más incómoda la llamada.
—¿Otro pretendiente?
—Es solo un buen amigo.
—Un amigo que muere por ti. Lo sé porque lucías incómoda, además le mentiste.
—Claro, es incómodo que un buen amigo te vea con amor, cuando solo puedo ofrecerle una amistad.
—Y no puedes corresponderle... ¿por tú ex o por el chico que te recogió en la compañía a la hora del almuerzo?
—Creo que por hoy te has enterado de suficientes cosas de mi vida. Dejemos algo para los siguientes días, ¿ok? —Le quito el cuchillo de las manos y fijo mirada en los vegetales. Ella ríe a carcajadas.
—Elegante manera de evadir él tema. Ok, lo dejaremos para después, pero yo apuesto por el ex.
Yo la miro por entre mis pestañas, conteniendo una sonrisa.
Salgo de la habitación ya arreglada y lista para irme a la compañía, antes voy a la cocina y encuentro a Brenda preparando el desayuno.
—Buenos días —saluda, a la vez que echa un huevo al sartén.
—Buenos días. ¿Qué es eso que huele tan delicioso?
—Ya lo verás, anda siéntate.
—No tienes que hacer eso.
—¿Por qué no? En realidad me gusta cocinar, ademas, anoche tú preparaste la cena.
—Ok, al menos déjame ayudarte —digo, yendo hacia la alacena.
—No, deja ahí. Anda come, que se enfría —ordena, poniéndome el desayuno enfrente, el que miro horrorizada, es demasiado para mí—. Yo recogeré más tarde, total, no tengo nada mejor que hacer, si no iré a la compañía.
—¡Mmm!, no tienes que hacerlo —digo, después de sopear mi tostada en la yema de huevo y llevármela a la boca—. Una chica viene todas las mañanas a limpiar. No debe tardar en llegar.
—Bien, entonces desempacaré mis cosas y enviaré solicitudes a las compañías de baile del país. —Brenda se sienta frente a mí en la barra y también se dispone a desayunar.
—Me parece buena idea. ¡Dios, esto está buenísimo!, pero no creo que pueda terminarlo todo.
—Mi madre dice que las embarazadas deben alimentarse por dos.
—Tienes una relación muy apegada con tu madre, ¿cierto?
—Por supuesto, no hay día que no hable con ella.
—¿Y no tienes hermanos?
—Uno, pero aún es muy pequeño.
—¿Puedo preguntar qué dicen los médicos de la enfermedad de tu padre?
—Los doctores creen que con tratamiento, lo puede lograr, pero mi madre lo ve cansado, dice que las quimios lo enferman más. A veces quisiera regresar, estar con ellos en este trance, pero debo trabajar para pagar sus tratamientos y el colegio de mi hermanito.
—Si los médicos creen que lo logrará, ya verás que así será.
—Dios te escuche —dice a la vez que se persigna.
—Es tardísimo, y aun debo lavarme los dientes. —Me pongo de pie, recojo mi plato y lo llevo al lavaplatos.
—Pero si no has terminado.
—Debo irme o Kevin me correrá a mí también. —Corro a mi habitación a lavarme los dientes, me los cepillo a toda prisa, luego tomo mi bolso y salgo.
Brenda le esta dando de comer a Romeo.
—Gracias. A ese paso, Romeo te querrá más a ti que, a mí —manifiesto con pesar, al tiempo que me pongo la chaqueta, mientras, veo como Romeo lame su oreja.
—Lo siento, es que en verdad amo a los gatos.
—Me voy, que tengas buen día.
—Cuídate y come bien, recuerda que debes alimentar un bebé.
Después de afirmar y decirle adiós con la mano, salgo del apartamento.
Paso la mañana en pruebas de vestuario y ensayando la coreografía, junto a mis compañeros de la compañía, hoy lo hacemos en el teatro.
A la hora del almuerzo, los demás bailarines salen del salón, yo espero a que salgan para hablar con Kevin, quien se queda hablando con el pianista.
—Mila, ¿no saldrás a almorzar? —pregunta el director, al verme aún ahí.
—Me gustaría hablar contigo antes de irme.
—Si es por el asunto de la señorita Vargas, aún no tengo una respuesta. Por la tarde tengo reunión con el patronato.
—Ok, esperaré a su resolución.
—¿Por qué tienes tanto interés en esa chica? —indaga con gesto de curiosidad.
—Ya te lo dije, odio las injusticias. Además, no sé si lo sabes, pero el padre de Brenda está pasando por una grave enfermedad y ella es quien se hace cargo de los gastos de su familia. No puedo permitir que la echen, cuando lo único que hacía, era defenderme.
—No lo sabía, pero gracias por confiármelo, lo tomaré en cuenta.
—Gracias, Kevin, confío en que harás lo correcto. —Le planto un sonoro beso, después le guiño un ojo y voy a la salida, él reacciona con una gran sonrisa.
—Eso es coacción, Mila —señala, mirándome con gesto de suspicacia.
—Que tenga una linda tarde, profesor —respondo, exagerando mi expresión de inocencia.
Cuando salgo de la compañía, encuentro a Alek esperándome en la puerta, quien en cuánto me ve, saca una flor color rosa, de detrás de su espalda y me la ofrece.
—Gracias —digo con timidez.
—Sé que son tus favoritas.
—Sí, los tulipanes son mi flor favorita. ¿Puedo saber cómo lo supiste?
—No tienes idea de lo que puedes encontrar en internet.
—Ya lo creo que sí —confirmo, exagerando mi gesto de mortificación.
—¿Estás lista? —pregunta, ofreciéndome su mano. Yo afirmo, antes de tomarla.
—Te llevaré a probar las pizzas que te mencioné antes. —Me dirige a su coche, abre la puerta para mí, cuando subo la cierra y luego rodea el auto.
Mi celular vibra en mi bolso. Lo saco y veo que tengo una notificación de mensaje; de nuevo es de «Dimitri».
"Odio verte con ese payaso, tal vez deba tomar medidas drásticas..."
—¿Pero que se ha creído ese idiota? —murmuro entre dientes y miro alrededor, pero no encuentro a nadie sospechoso.
—¿Qué pasa? —pregunta Alek al subir a auto—. ¿Otra vez él? —dice mirando mi teléfono.
—No es nadie —aseguro, guardándolo en mi bolso, él enciende el auto y acelera.
—Mila, he estado pensando en lo que hablamos ayer —menciona, mirándome de reojo—, y acepto —añade.
—No entiendo de qué hablas —declaro extrañada.
—Hablo de que acepto una relación contigo —Río, y a la vez lo miro consternada. ¡Já, ¿él acepta una relación conmigo...?! Sigo sin entender.
—Alek... yo no...
—Aún no termino. Sé lo que dijiste del sexo, pero quiero proponerte un trato.
—Ok, te escucho. —Él estaciona el auto, después se gira hacia mí.
—Quiero que seas mi novia, y sí, acepto que no haya sexo entre nosotros —Arrugo el entrecejo y lo miro con desconfianza—, por el momento —aclara. Estoy por alegar, pero apenas abro la boca, me pide que me calme con un movimiento de su mano—. Espera, lo que quiero decir, es que le dejemos todo al tiempo. Acepta ser mi pareja y veamos a donde nos lleva está relación. —No le respondo, evado su mirada y me quedo pensativa—. ¿Qué dices?
—No lo sé, no estoy segura de que podamos tener una relación sin que tú recibas nada a cambio. Además, no solo se trata de sexo, tú sabes cuáles son mis sentimientos...
—Claro que recibiré algo a cambio, sé que de momento no me amas, pero confío en que pronto podré enamorarte.
—Alek, yo...
—Lo sé, Mila —interrumpe—, sé que aún piensas en él...
—Lo extraño Alek, lo extraño mucho —admito con un mohín.
—Lo que extrañas, es lo que viviste a su lado, la felicidad que sentías con él, las risas y el deseo que te provocaba, extrañas quién eras a su lado. —Lo escucho atenta y trago duro para tragarme las lágrimas que siento que se me acumulan en la garganta—. Mila, yo puedo brindarte todo eso, y ya verás que pronto no lo extrañarás más.
—No creo que sea tan fácil como lo sugieres. —Niego con la mirada perdida.
—Mila, piensa algo. Él fue el primero, llegó en un momento en el que estabas vulnerable. Podría ser que solo buscabas en él, el amor que tus padres no te dieron y solo era el desahogo a tu dolor, el abrigo que necesitabas.
Sus palabras tienen sentido, pero lo que siento que me ahoga en el pecho, no. Ese dolor que siento que me está matando por dentro, es real. Tal vez pueda engañar a los demás, incluso a mí misma, pero a mi cuerpo, a mis sentidos, a mi corazón, no puedo engañarlos... Yo amo a Sebastian, a pesar de todo lo que me lastimó, a pesar de todo lo que nos separa.... Lo amo y lo sé, porque estoy segura de que todos esos momentos, todos esos lugares que viví a su lado, todos esas emociones que revolucionaban mis sentidos con solo una de sus miradas o una de una sus sonrisas, no hubieran sido mágicos con cualquier otro, fue su presencia la que los hizo maravillosos, sin él, solo hubieran sido espacios e instantes vacíos, y emociones triviales.
Sin embargo, tampoco puedo volver con él, y pienso que tal vez, Alek y su propuesta, sean la mejor opción para mí, si estoy decidida a dejarlo atrás.
—Alek..., por favor dame tiempo, necesito pensarlo bien.
—Está bien, será como tú quieras, pero en verdad, no creo que tengas nada que pensar, no te pido que involucres tus sentimientos ni tienes nada que arriesgar. Solo déjate llevar.
—Ahora menos que nunca puedo dejarme llevar, primero debo pensar en mi hijo.
—Mila, si tú me lo permites, yo cuidaré de los dos, seré la figura paterna que tu hijo necesitará. —Eso en verdad me conmueve.
—Alek... ¿eres consiente del compromiso que adquirirías, si te acepto?
—Soy consiente, Mila, y no le temo a la responsabilidad que conlleva, te lo aseguro. —Lo miro fijamente a los ojos, necesito comprobar que es sincero, y él me sostiene la mirada. Después, cierro los ojos
—Está bien, Alek. —Bajo la mirada, al mismo tiempo que afirmo con un movimiento de cabeza y respiro profundo—. acepto ser tu pareja, pero... —Levanto mi rostro y Alek me sorprende, silenciando mis palabras, cuando toma mi rostro y hunde sus labios en los míos. Yo abro grande mis ojos.
—Gracias, gracias —musita contra mis labios, con desesperación, y me hace sonreír, pero al mismo tiempo, siento que una gran carga, se instala sobre mi espalda.
—Solo quiero que quede bien claro, no accederé a tus caricias —reitero.
—Ya lo veremos —señala con una sonrisa traviesa.
—¡Aleksander! —exclamo en tono de advertencia.
—Solo deja que el tiempo nos guíe. —Exhalo resignada y asiento con firmeza.
—Ok —accedo.
Alek enciende el auto, y enseguida me ensimismo, poco después estamos en el restaurante italiano. Me doy cuenta, cuando Alek me abre la puerta para que baje.
—Ya verás que pizza más deliciosa, la mejor del mundo. —Me ofrece su mano y me ayuda a bajar, después me dirige hacia dentro.
—Lo dudo mucho, en New York están las más ricas que he probado —menciono, recordando las pizzas que Sebastian me preparaba—. Además, creo que ordenaré lasaña, tengo días con antojo.
—Bien, le daremos gusto a ese pequeño.
Paso el resto del almuerzo, escuchándolo hablar sin parar, ni siquiera sé cuál es el tema, solo sonrío y asiento de vez en cuando, para hacerle creer que le presto atención.
Miro fijamente mi plato, mientras intento comer, pues extrañamente, hoy me cuesta mucho más pasar la comida, incluso dejo parte de ella, ante la mirada inquisidora de Alek, y no sé por qué, pero no puedo más.
Estamos esperando la cuenta, cuando mi teléfono comienza a vibrar en la mesa, de nuevo es lada de París. Me disculpo, me pongo de pie y me alejo.
—¿Hola? —saludo con voz titubeante—. ¿Quién llama? —Nadie responde, solo se escucha su respiración—. Sebastian, ¿eres tú?
De pronto, Alek me arrebata el teléfono y anonadada, escucho lo que dice.
—Te voy a pedir que dejes de molestar a mi novia, Mila no está sola, ahora es mi pareja, así que deja de llamarla o te romperé la cara, idiota. —Después cuelga la llamada y me regresa el teléfono. Yo miro mi iPhone completamente turbada. Por un segundo tengo la intención de regresar la llamada y aclararle a quien llamó, que eso no es cierto. Pero de pronto caigo en cuenta, de que, acabo de aceptarlo y que además, ni siquiera estoy segura de que haya sido Sebastian quien llamó.
—¡¿Qué hiciste?! ¡¿Cómo pudiste hacer eso?! ¡No tienes ningún derecho! —increpo en voz alta, cuando reacciono.
—Mila, no puedo permitir que siga molestándote, ahora eres mi pareja —manifiesta, exagerando indignación. Yo abro y cierro mi boca con incredulidad y rabia.
—¡El que te haya aceptado como pareja, no significa que seas mi dueño ni que puedas tomar decisiones por mí —gruño con verdadera cólera—, ¿me entendiste?! ¡No necesito que me cuides, puedo hacerlo sola y no voy a tolerar que me manejes a tu antojo! —Me pongo de pie y Alek me toma de la muñeca.
—Mila espera, no era mi intención molestarte...
—¡Suéltame! —Me zafo de su agarre—. Será mejor que me vaya. —Tomo mi bolso, me lo cuelgo al hombro y salgo del restaurante, decidida a irme sola.
—Mila espera. —Vuelve a detenerme del brazo.
—No me toques. —Me giro a enfrentarlo—. No quiero hablar contigo, en estos momentos estoy muy molesta, así que solo... ¡aléjate! —espeto con firmeza.
—Está bien, lo entiendo, te dejaré ir, pero por favor perdóname —ruega con mirada arrepentida, solo niego al tiempo que entorno los ojos.
No le respondo más, doy media vuelta, salgo del restaurante y detengo un taxi. Le indico al chofer la dirección y poco después estoy en la compañía.
Al llegar, voy directo al baño, entro y observo en el espejo que soy un desastre. Me cambio de ropa, lavo mi rostro, pongo un poco de maquillaje y salgo lista para sonreírle a mis pequeños ángeles.
—Vamos, todos a la barra. —Les digo a mis alumnos después de haber calentado. Les pongo la muestra de las posiciones, después los dejo que lo hagan ellos solos y los voy corrigiendo uno a uno.
—¡No Carly, así no! —grita una de las madres, que irrumpe en la clase. La mujer viene directo a su hija, pero yo me interpongo en su camino; estoy furiosa.
—¿Puedo saber que pretende interrumpiendo mi clase de esa manera? —La cuestiono, cruzándome de brazos en actitud desafiante.
—Corregir a mi hija, no está haciendo bien las puntas. Fui bailarina, sé cómo debe hacerlo —manifiesta con cinismo, y siento mi cara contraerse de ira. Con un gesto de cabeza, le indico que me acompañe fuera del aula para no alegar frente a su hija, no la avergonzaré de la misma forma que lo hace ella.
—Señora, es mi trabajo enseñarles y corregir a los alumnos. —Le digo con voz firme, las otras madres nos observan con curiosidad y murmuran entre ellas sin ningún recato—. Si usted cree que no soy capaz de enseñarle bien, será mejor que se lleve a su hija a otra escuela o pida que la cambien de grupo.
—¡Oh no! Mi hija debe aprender de Mila Davis. Quiero que sea tan buena como tú.
—Carly será tan buena como ella desee, no como usted quiera, y si de verdad quiere que su hija ame el ballet, no la presione, no la haga odiar esta bella disciplina. —La mujer me mira indignada, pero se contiene de seguir discutiendo conmigo. Tal vez estoy exagerando, pero mientras yo pueda evitar que esa mujer lastime a su hija como mi madre lo hizo conmigo, lo haré—. Ahora le voy a pedir que no vuelva a interrumpir en mi clase.
La mujer se traga sus palabras y no dice más, yo doy media vuelta y regreso al salón, corrijo a Carly con toda la dulzura que me es posible, después sigo con la clase.
—Bien niños, lo hicieron excelente. Nos vemos mañana, pero antes, su maestra necesita un abrazo. —Mis alumnos vienen hacia a mí, yo me hinco y dejo que me abracen en grupo. Me despido de ellos, uno a uno.
La última es la más pequeña del grupo, Ivy. Ella tiene el cabello castaño y los ojos verdes, así como yo, y me recuerda tanto a mí cuando era pequeña, que quiero apapacharla y darle tanto cariño, como si con eso, consolara a mi niña interior, la que necesitaba tanto amor.
—Maestra, ¿por qué siempre está triste? —pregunta con voz dulce y mirándome con compasión, yo la miro con angustia, no quiero que ellos lo noten. Fuerzo una sonrisa.
—¿Por qué dices eso? Si estoy feliz de ser su maestra.
—Es que aunque las demás mamás la llaman «La Reina de Hielo», el otro día escuché a mamá, que le contaba a papá, que no entiende por qué la llaman así, que usted es muy buena, solo que ha sufrido mucho y que su mirada siempre luce triste. —Mi sonrisa desaparece y los ojos pican, pero me controlo.
—No hagas caso, ni tus papás ni las demás mamás, saben lo feliz que ustedes me hacen. Vamos Ivy, dame un beso y vete, que tu madre te espera. —La pequeña besa mi mejilla y luego se abraza a mi cuello.
—La quiero, maestra. Mi mamá dice que usted es tan bonita, que de seguro ha tenido miles de novios.
—No, no es así. ¿Te cuento un secreto, pero no sé lo dices a nadie? —Ella asiente entusiasmada—. Bueno, solo a tu mami, pero dile que es un secreto. —Recapacito al darme cuenta del peligro, que un adulto le diga un pequeño, que le guarde un secreto—. Solo he tenido un novio, al que amo con toda mi alma —La pequeña abre grande sus ojos y su boca.
—¡La maestra tiene novio! —exclama emocionada, riendo y dando saltitos, haciéndome sonreír. No la desmiento, solo beso su frente y la incito a salir del salón, me levanto y recojo mis cosas.
—¿Quién imaginaria que serías tan buena maestra?
—¡Christopher, hola! —Lo saludo, al encontrarlo parado junto a la puerta. Viene hacia a mí y besa mi mejilla.
—Te estuve viendo con tus alumnos y es genial ver cómo tratas con los niños, no sabía que te gustaran tanto.
—Sí, me gusta mucho tratar con ellos, son tan inocentes, se antoja protegerlos. Por cierto, quiero comentarte algo. Tuve un incidente con una madre, te aviso por si después va y se queja, no te sorprendas. Debo correr al salón, voy tarde y de seguro, Kevin está enojado conmigo. Acompáñame y te cuento por el camino.
—Está bien, vamos. —Me acompaña y le platico del asunto de la madre controladora, y de cómo la enfrenté.
—Me parece bien, Mila, son tus alumnos y tú sabes como llevas tu clase. Si la madre se queja conmigo, yo te apoyaré.
—¡Gracias y adiós! —Lo beso en la mejilla y corro, para no llegar más tarde.
—Adiós Mila, no cabe duda que serás una excelente madre —dice Christopher a mi espalda—. Por cierto, debes bajarle al ritmo, no te veo bien, cuídate.
Volteo, afirmo con la cabeza y le digo adiós con la mano, después retomo mi camino. Cuando llego al salón, mis compañeros ya empezaron con el ensayo, yo no interrumpo, voy a un rincón a ponerme las zapatillas y a calentar un poco.
Por la noche, antes de salir de la compañía, reviso mi teléfono y me encuentro con un par de llamadas de Alek y otra más de Matt, además de varios mensajes de WhatsApp. Los de Alek ni siquiera los reviso, aún estoy molesta con él y no tengo ganas de discutir. Los mensajes de Matt son para disculparse porque no podrá pasar por mí como quedamos para ir a cenar, pues tuvo que viajar de emergencia a New York por la salud de su abuelo. Solo le respondo que no se preocupe, que entiendo perfectamente y que espero que su abuelo se recupere rápidamente.
Poco después estoy en casa, y apenas entro, me envuelve un fuerte olor a comida. Está vez el traicionero de Romeo, no viene a recibirme. Me quito los zapatos, y descalza camino a la cocina donde encuentro a Brenda con los audífonos puestos, bailando, cantando y al mismo tiempo, batiendo un guisado que está sobre la estufa.
—Hola —saluda cuando se percata de mi presencia—, ¿cómo te fue?
—Vengo exhausta, creo que iré directo a la cama.
—Antes debes cenar. —Me recuerda con gesto autoritario, yo asiento resignada—. Por cierto, tengo noticias... ¡Kevin me llamó, quiere que regrese a la compañía! ¡Me darán otra oportunidad! —exclama con gran emoción y una enorme sonrisa.
—Sabía que Kevin reconsideraría, te lo mereces —expreso, con sincera alegría.
—Te trajeron un arreglo de flores —menciona, apuntando hacia la sala.
Palidezco cuando veo un hermoso ramo de tulipanes multicolores, me acerco muy lentamente, mientras siento que el corazón sé me saldrá del pecho.
Son de Sebastian, deben ser de él —pienso con emoción. Tomo la tarjeta con manos trémulas, y apenas leo las primeras letras, siento qué el corazón me explotará.
"Mila, pequeña, tienes que perdonarme..." —¡Sí, es él!—. prometo no volver a hacer lo que hice a la hora del almuerzo". —Continuo leyendo y mi desilusión, no puede ser más grande. Las flores no son de Sebastian, son de Alek.
—¿De quién son? —pregunta Brenda con curiosidad.
—De nadie importante —susurro, dejando la tarjeta sobre la mesa del café—. Iré a darme una ducha y hacer maleta —digo, encaminándome hacia las habitaciones.
—Ok, te esperaré para que cenemos juntas.
—No me esperes, de verdad no creo poder comer nada —respondo sin detenerme, no quiero que vea que estoy a punto de llorar.
¡Maldita seas, Mila, deja estar esperando por él, deja de una vez por todas de pensarlo, de desear que se aparezca diciéndote que quiere estar contigo y con tu hijo, porque eso no pasará! —Me riño en pensamientos y no me permito llorar.
Me doy un largo baño, hago un pequeño bolso con algo de ropa y algunos artículos personales, después me obligo a dormir para no pensar; sin embargo no tengo éxito, la mañana llega sin haber podido dormir ni un par de segundos.
Me levanto de la cama, sintiéndome molida, me arreglo y bajo al vestíbulo a esperar a que Alek llegue por mí para ir al aeropuerto.
Pasa más de media hora, de la acordada y él no llega ni responde mis mensajes. Pienso que tal vez este molesto porque no le respondí la noche anterior ni le agradecí las flores. Ni siquiera fue consiente, simplemente no tuve cabeza, mis pensamientos pasaron la noche en New York, con recuerdos de los días más maravillosos de mi vida.
Le pido al conserje que me ordene un taxi.
Una hora después, estoy en el aeropuerto, entregando mi boleto de avión.
—¡Mila, Mila, espera! —grita Alek a mi espalda, yo me giro y lo miro molesta. A él no le permiten acceder al área de embarque—. No es lo que crees, Mila. Me asaltaron, me robaron el auto y todo lo que traía, entre mis cosas estaba mi pasaporte.
—En verdad lo siento, Alek, pero debo irme. Te esperé por mucho tiempo y ya es tarde, el avión está por partir. Viajaré sola.
—No, prometo que lo solucionaré lo antes posible, pero espera a que lo haga.
—Sabes que eso te tomará al menos un par de días, yo estoy por comenzar la temporada y no puedo aplazarlo más. Tengo que encontrar a mi hermana.
—Lo entiendo. —Asiente compresivo—. Por favor cuídate mucho y mantenme informado. También me robaron el teléfono, pero ya reporté la línea, solo tengo que adquirir otro teléfono y la tendré de regreso, así que avísame cuanto llegues.
Solo afirmo con la cabeza al tiempo que le digo adiós con la mano.
Aterrizamos en Rusia, después de poco más de cuatro horas, en las que tampoco pude descansar. El desayuno me causó nauseas, y además el hueco que siento en el estómago, me mantuvo molesta durante todo el vuelo.
No necesito reclamar maletas, pues solo llevo una pequeña mochila, con un par de cambios y mis artículos personales. Cuando salgo del aeropuerto, un hombre se ofrece a llevarme en su taxi. Me abre la puerta, subo y le pido que me lleve al Conservatorio Tchaikovsky de Moscú, el cual, es el primero en la lista que Marc me envió.
Al auto conduce hacia la ciudad, solo he venido un par de veces antes y sé qué va por el camino correcto, pero también sé qué el trayecto dura aproximadamente una hora, así que mientras reviso mi celular.
Encuentro mensajes de Marc, de Alek y de mis amigos, preguntando sí ya estoy en Moscú. Le respondo a Marc, quién me da más detalles de las escuelas, a los demás, les repongo que ya llegué y que hablamos luego, pues comienzo a marearme y a sudar frío.
Dejo el teléfono en mi bolso, abro la ventanilla para que entre un poco de aire y me recuesto para tratar de que pase el mareo.
El auto se detiene en una calle muy solitaria, y con mi escaso ruso, le pregunto al hombre si es aquí el Conservatorio Tchaikovsky, y él responde apuntándome hacia un callejón y me dice que debo caminar unos treinta metros.
No sé por qué, pero no me gusta el tono que usa, así que le pago el servicio, me cuelgo la mochila a mi espalda, el bolso me lo paso por arriba de la cabeza y me lo coloco en bandolera y bajo del auto. Saco mi teléfono y uso el GPS para buscar la dirección que busco. Y no puedo creerlo, ni siquiera estoy cerca.
—¡Maldito, ¿a donde me viniste a dejar?! —refunfuño, viendo al auto y cómo se aleja—. ¡Ey! —grito, cuando de pronto siento que alguien me jalonea por detrás, confundida, veo a un hombre, que me toma con fuerza del brazo y me lleva a rastras hacia el callejón, mientras un segundo, intenta arrancarme la mochila de la espalda.
—Por favor, no me hagan daño, estoy embarazada —ruego, encogiéndome y alejándolos con mis manos, para proteger a mi bebé. Los dos hombres me gritan y solo alcanzo a entender que quieren todas mis cosas. Horrorizada, veo que uno de ellos saca una navaja y la empuña en mi contra, y comienzo a sentir que me falta el aire—. Les daré todo lo que traigo, pero por favor, solo déjenme ir —suplico, mientras me quito la mochila de la espalda, me saco el bolso por arriba de la cabeza y sé los entrego.
—¡Eh! —gritan desde un auto, y un par de hombres bajan de él.
Mis asaltantes, al verse sorprendidos, me arrebatan mis cosas y corren en sentido contrario.
El dolor en el pecho aumenta y siento la visión borrosa, pero veo pasar a un hombre frente a mí, que corre tras los rateros. Me sostengo de la pared, al tiempo que me doblo por un fuerte dolor en mi vientre, y no puedo más, siento que desfallezco.
—Por favor, Dios, ayúdame —rezo con lágrimas en los ojos, llevando una mano a mi vientre y la otra a mi pecho, siento que el corazón me va a estallar.
—Señorita, ¿está bien? —pregunta una voz masculina.
—Ayúdeme, por favor. Mi bebé, que no le pase nada a mi bebé —imploro con voz entrecortada y los ojos inundados.
—¿Mila? —El hombre dice mi nombre, y me levanta en sus brazos. Con las pocas fuerzas que siento que me quedan, me obligo a verlo .
Esa mirada... esa mirada yo la conozco. No, no puede ser él.
—Mila, ¿qué haces aquí? —pregunta, pero no logro mantener los ojos abiertos, no puedo respirar—. Sergei, debemos llevarla al hospital, ¡rápido!
Es lo último que escucho, no sé más de mí...
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