Capítulo 31
*Hola a todos, sé que la semana pasada anduve perdida, pero literal no estaba muerta, andaba de parranda, fue mi cumpleaños y además de salir fuera, he estado muy festejadita 😁
Pero bueno, ya estoy de vuelta y en compensación al capítulo de la semana pasada, mañana publicaré otro.
Que lo disfruten....
Los Favre nos invitan a Aleksander y a mí a comer con ellos en su casa. Todos perecen muy animados, los gemelos son muy simpáticos y hacen bromas que hacen reír a todos, pero Mia, aunque ríe de sus ocurrencias, su mirada sigue luciendo triste.
Sé que se está esforzando en aparentar que está bien para no preocupar a su familia, yo lo hice por años para no preocupar a mis amigos, pero es obvio que todo esto aún la lastimará por mucho tiempo como me pasó a mí. Solo ruego que ella acepte la ayuda y el apoyo que su familia le ofrece.
Me esfuerzo por comer, no desayuné y no puedo saltarme una comida más, además, aunque sigo sintiendo los nervios haciendo estragos en mi estómago, ahora me siento un poco más animada en comparación a cómo me sentía en la mañana.
No hablo mucho, solo sonrío cuando los gemelos bromean y todos ríen, pero trato de concentrarme en mis alimentos. Siento a los padres de Mia y a ella, mirándome disimuladamente, pero no hacen ningún comentario sobre mi comportamiento obsesivo; supongo que saben de mi problema con la comida por los cosas que se dicen de mí en el medio. Es la mirada de Aleksander la que me hace sentir incómoda, pues me escudriña a conciencia.
—Mila, debes probar el vino, es una cosecha de reserva especial —sugiere el señor Favre, al tiempo que toma la botella, se levanta de su silla y se acerca para llenar mi copa.
—Gracias, pero no puedo tomar —digo cubriendo mi copa con la mano, todos me miran intrigados—. Lo que pasa es que... no estoy acostumbrada y mañana debo madrugar, tengo ensayo —me justifico y descubro a Aleksander que me observa fijamente.
—Bien, en otra ocasión será —desiste el señor Favre—. Tú Aleksander, no lo despreciarás, ¿cierto?
—Claro que no, siempre es un placer degustar un buen vino —acepta Aleksander, y el señor Favre llena su copa.
—¿Por qué no se quedan? —pregunta Lorraine—. Haré que les preparen la habitación de invitados. Bueno, supongo que querrán quedarse juntos —menciona, mirándonos a «mi amigo» y a mí.
—Oh no... —intento aclararle que Aleksander y yo no somos pareja, me remuevo incómoda en mi asiento.
Él responde al mismo tiempo:
—Será un placer —exclama con naturalidad, yo lo miro completamente anonadada por su desfachatez.
—¡Madre, ellos no están casados. —La reprende Mia, al notar mi incomodidad.
—Mia, ellos ya son adultos... —interviene su padre.
—Por mí no hay problema, estaremos bien en la misma habitación —acepta Aleksander mirándome con picardía. Yo lo miro frunciendo el entrecejo, no puedo creer que sea tan sinvergüenza.
—No somos pareja —aclaro—. Y gracias por su hospitalidad, pero debo regresar a Londres. Ya hoy me perdí el ensayo y se supone que debo dar clases por la tarde, pero ya no alcanzo a llegar —expongo mirando mi reloj.
—Lo siento, creí que ustedes estaban juntos... —se disculpa Lorraine.
—No se disculpe. No lo somos..., aún, pero pronto lo seremos —sentencia Aleksander con una gran sonrisa y gesto de suficiencia.
—En tus sueños —digo con tono despectivo, negando y poniendo mis ojos en blanco, los demás ríen a carcajadas.
Después de comer Lorraine nos invita a tomar el café en el salón, pero yo me disculpo y les informo que es hora de irnos. Los Favre nos acompañan hasta la puerta, y nos despedimos de ellos con una caluroso abrazo, dejo a Mia de última.
—Gracia por venir, Mila, si no fuera por ti, seguramente seguiría encerrada en mi habitación, llorando —manifiesta la valerosa adolescente, mirándome con sus ojos llenos de lágrimas.
—Gracias a ti por tu ejemplo de valentía, en verdad te admiro —digo sonriéndole con ternura y acariciando su mejilla, después tomo sus manos entre las mías—. Eres una chica muy valiosa, Mia, créelo. No permitas que esto que pasó, te haga sentir lo contrario.
—Tú también lo eres, Mila y ahora no solo te admiro por lo maravillosa que eres como bailarina, hoy también te admiro por tu bondad y tu solidaridad.
—Oh no, yo no soy buena, pero tampoco le deseo mal a nadie, y no podía permitir que ese mal nacido siguiera lastimando más niñas. —La miro con vergüenza, al tiempo que se me humedecen los ojos—. Perdóname por no denunciarlo antes —pronuncio con voz temblorosa—, si yo hubiera tenido tu valentía...
—No, Mila, lo que ese hombre me hizo no fue tu culpa. —Mia estruja mis manos con fuerza, mirándome compasiva. Yo al mismo tiempo, suspiro, sollozo y río aliviada—, ni tampoco es culpa de mis padres —añade desviando su vista a ellos, los que sonríen y a la vez se limpian las lágrimas—. Sé que todos se culpan, incluso yo lo hago, pero tú ya lo dijiste antes, el único culpable es él —señala con convicción, y todos asentimos.
Me emociona ver la madurez y la entereza que Mia demuestra, eso me tranquiliza y me hace sentir fe en que ella podrá salir adelante sin repetir mi historia, porque para empezar, ella hizo en días, lo que a mí me tomó años, asumir el abuso, y enfrentarlo.
—¿Sabes?, eres una chica muy privilegiada.
—Lo sé —admite con una sonrisa de orgullo, al mismo tiempo que se limpia las lágrimas—, mis padres siempre dicen que debemos agradecer que Dios nos bendice con una linda casa y comida en la mesa. A ellos les gusta ayudar a las personas sin hogar.
—Así es, pero si te digo que eres privilegiada, es porque veo que más que una linda casa, tienes un hogar, una unida y hermosa familia, puedo ver que tus hermanos te adoran, tus padres te aman y te apoyan cien por ciento. Aprovecha eso y apóyate en ellos, que no encontrarás mejor refugio que el que tu familia te brinda.
Ella mira a su mamá con adoración y la abraza con fuerza.
—Mi niña —exclama su madre en un sollozo, y la arropa entre sus brazos, después el padre y sus hermanos se unen al abrazo, y ella gesticula un «gracias», mirándome con emoción y aunque llora, en sus ojos baila una sonrisa.
Contemplo la escena completamente conmovida, por el magnífico amor que se prodigan entre ellos, pero a la vez siento que un profundo dolor se instala en mi pecho, más concretamente en el corazón, como si me fuera a explotar.
Cuánto deseo que mi familia me hubiera arropado así.
—¿Estás bien? —pregunta Aleksander.
Afirmo con convicción a la vez que me abrazo a mí misma, pero sin dejar de llorar, hipando y sintiendo que me ahogo con cada sollozo. De pronto siento que él posa una mano en mi hombro, mostrándome su apoyo, e impulsivamente me giro y me refugio en su pecho, Aleksander me recibe en un abrazo reconfortante.
—Mila... por favor, no llores —me pide Mia, acariciando mi cabello, yo niego y me giro hacía ella.
—Estoy bien, es solo que... me emociona mucho ver el cariño que se tienen —digo forzando una sonrisa y limpiando mis lágrimas.
Mia me abraza y yo a ella, y ambas rompemos en llanto, unidas por el mismo dolor. Yo consuelo a la pequeña Mia quien ha sido recientemente lastimada, ella consuela a la pequeña Mila, esa que vive en mi interior y que aún se siente rota y descorazonada.
—Yo sé que no eres la «Reina de Hielo», como todos te nombran, nadie entiende que estás herida.
—Nada de eso —digo negando y riendo, a la vez que me alejo de su abrazo y limpio mis lágrimas—. Soy una bruja mala y despiadada con corazón de hielo, solo que ustedes me caen bien, por eso hago una excepción —bromeo y todos ríen.
—Está bien, si lo que intentas es cuidar tu reputación, te guardaremos el secreto —responde Mia, también en tono de broma, a la vez que me guiña un ojo.
—Tengo que irme, pero seguiremos en contacto. Por favor Mia, acepta la terapia y nunca olvides cuan importante eres y lo mucho que vales.
Ella niega con una sonrisa plena, y me doy cuenta de que esa chica que parece tan vulnerable, es mucho más fuerte de lo que aparenta y eligió ser feliz a pesar de lo que vivió. Mia es de las personas que prefiere sacar algo bueno de una mala situación, y esa es una gran virtud. Estoy segura de que sus padres se han encargado de fortalecer su fe, su voluntad y su confianza.
Un auto nos espera en la puerta, Aleksander me abre la puerta y sube detrás de mí.
—Llevaremos al joven a la estación Gare du Nord —Le indico al chofer en francés, y Aleksander me mira desconcertado—. Yo aún debo hacer una visita antes de regresar a Londres —explico.
—Te dije que no te dejaría sola, iré contigo —acota con firmeza.
—Y yo te dije que no necesito niñera. —Le recuerdo cruzándome de brazos y frunciendo el entrecejo.
—¿No podrías compararme mejor con un guardaespaldas o algo así? Creo que no tengo finta de chica —dice con sorna.
—¿Qué te parece si mejor sigues siendo como mi tercera sombra? Así te mantienes detrás de mí, no tengo que hablar contigo ni escucharte, porque las sombras no hablan... —satirizo, alzando mis dos cejas con gesto de suficiencia.
En francés, le indico al chofer de mi nueva ruta, después miro por la ventanilla, dejándole en claro a Alek, que no quiero hablar, pero él no está dispuestos a detenerse.
—¿Por qué no quieres hablar conmigo?
—Porque no acostumbro hablar con desconocidos —aclaro con evidente sarcasmo.
—Creí que ya sabías quién soy. Aleksander White, ¿recuerdas? —manifiesta con sonrisa encantadora—, el amigo de Matt, tu más grande admirador.
—Matt no es mi admirador, solo es un buen amigo.
—No, si no me refería a Matt —dice con naturalidad, yo lo miro intrigada—, me refería a mí —declara moviendo sus cejas de forma divertida, y de nuevo me recuerda a Sebastian.
Muerdo mi labio inferior para no reír, a cambio entorno los ojos y evado su mirada. No pienso rendirme a sus encantos.
El auto pasa junto a la emblemática torre Eiffel, y no puedo evitar sentir una inmensa nostalgia. ¿Cómo olvidar que ahí comenzó nuestra historia, y también ahí fue nuestra primera separación. Creo que desde ese entonces, nuestra relación no tenía futuro, ¿o sí?
En realidad ya no lo sé. Hay días en los que quisiera olvidarme del maldito orgullo, buscarlo para hablar y tratar de solucionar nuestras diferencias; pero siempre me convenzo de que hay muchas cosas que no puedo perdonarle, y me recuerdo por qué tuve renunciar a él.
—¿Qué pasa? ¿Por qué de pronto te pusiste triste?
—Por nada.
—He notado que eres pocas palabras, ¿cierto? —indaga, mirándome con gesto analítico.
—Yo he notado que tú sí eres de muchas palabras, ¿cierto? —menciono con sarcasmo.
Él suelta una gran carcajada, y me parece que tiene una linda sonrisa.
—Sí, la verdad así es. Todos me dicen que hablo mucho, pero contigo haré una excepción. Prometo que me callaré y dejaré que me cuentes sobre ti.
—Eres muy amable, pero prefiero que sigas en el papel de «sombra silenciosa» —manifiesto con puya. Aleksander amplia sus ojos y su boca con incredulidad, luego niega a la vez que ríe y me mira divertido, después asiente con la cabeza y hace el ademán de cerrar su boca con una cremallera—. Mejor, gracias —digo antes de devolver mi vista hacia la torre y volver a perderme en mis pensamientos.
Por un segundo siento el impulso de pedirle al chofer del taxi que me lleve a la torre Eiffel, quisiera rememorar ese primer momento que vivimos juntos en el lugar más maravilloso que conozco, pero hacerlo sería martirizarme aún más de lo que ya lo hago.
Como quisiera tener el poder de regresar el tiempo, si pudiera, lo haría a ese mágico instante en él que me sorprendió tomándome fotos en lo más alto de la torre. Si eso fuera posible, no sé si hubiera podido evitar el abuso de Fabienne, pero sin duda haría las cosas diferentes. Para empezar me hubiera obligado a ser valiente como Mia lo es, además, hubiera sido sincera con Sebastian desde del principio de nuestra relación, y otra cosa más que cambiaría, es el hecho de revelarme ante mi madre desde el momento en que mi edad me hubiera permitido enmanciparme de ella.
Tristemente ni tengo el poder de regresar el tiempo ni el hubiera, existe.
Cierro los ojos, para evitar seguir pensando en él y evitar que se me inunden de lágrimas.
—¿En dónde estamos? —pregunta Aleksander cuando el taxi se detiene.
—Estamos en la escuela de ballet Ópera National de París.
—Puedo preguntar, ¿qué hacemos aquí?
—Quiero saludar a una amiga que hace mucho no veo, además necesito tratar un asunto importante con ella —respondo, mirando fijamente hacia la puerta principal; de pronto siento que decenas de recuerdos se me vienen encima, como una avalancha que amenaza con aplastarme.
—¿Es por el asunto de esta chica, Mia? —pregunta con precaución.
—No es de tu incumbencia —respondo de forma tosca.
Respiro profundo, después camino decidida hacia dentro, «mi sombra», me sigue.
—No tienes que estar a la defensiva conmigo, yo no intento lastimarte.
—Ya antes alguien me dijo lo mismo y me mintió, fue quien más me lastimó.
—Entiendo, pero yo no soy él.
—Yo no he dicho que se tratará de un él.
—¿Y me equivoco? —inquiere, mirándome de reojo.
No le respondo, solo cierro los ojos en un gesto de exasperación.
Llegamos a la dirección, y enseguida la secretaria de Elizabeth se pone de pie y viene hacia mí.
—¡¿Mila?!
—¡Hola Corinne, ¿cómo estás?! —La beso en ambas mejillas.
—Muy bien, feliz de verte. Cuéntame, ¿a qué debemos el placer de tenerte por aquí?
—Vine a saludar a Elizabeth. ¿Está ella?
En eso se abre la puerta de su oficina y sale la directora con papeles en mano.
—Corinne, podrías... —Elizabeth me mira y amplia grande sus ojos y su boca. Yo sonrío de oreja a oreja—. ¡¿Mila? Mi querida niña! —Deja caer los papeles, viene hacia a mí y me abraza efusivamente, yo la abrazo a ella, y me emociono hasta las lágrimas. Alek observa la escena, conmovido.
—Estoy tan feliz de verte —declaro con voz quebrada.
—¡Qué gran sorpresa! Déjame verte. —Me aleja de ella y me observa de arriba abajo con cariño—. Estás hermosa. —Me vuelvo abrazar a ella y sin contenerme más, sollozo contra su pecho, y ella me consuela—. Mila, ¿qué pasa? ¿Por qué lloras? Creí oírte decir que estabas feliz de verme —bromea con tono maternal.
—Estoy tan feliz, que no puedo contener la emoción —digo forzando una sonrisa.
—Ven, pasa a mi oficina para que platiquemos. —Asiento, me limpio las lágrimas y me giro hacia Aleksander.
—Aleksander, ella es Elizabeth, la directora de la escuela Ópera National de París. Elizabeth, él es Aleksander White..., eeeh... —Dudo, pues no sé cómo presentarlo.
—Su sombra —se presenta él, ofreciéndole su mano.
—¿Cómo? —pregunta intrigada, mientras estrecha su mano.
—No le hagas caso, solo bromea —aclaro, ellos intercambian sonrisas cómplices.
—Mucho gusto, Aleksander.
—Mucho gusto, Madame Elizabeth.
—Alek, necesito platicar con Elizabeth, a solas...
—Entiendo —dice encaminándose hacia el sofá de la sala de espera—. No te preocupes, yo aquí espero.
Elizabeth y yo entramos a la oficina, ella me lleva al sofá y se sienta a mi lado.
—¿Cómo estás, Mila? Sé que no la has pasado bien. —Bajo la mirada avergonzada
Suspiro con frustración—. Supongo que ya se enteró de todo lo que se dice de mí.
—Sabes que en el medio los chismes corren rápido, y en tu caso, eres el alimento favorito de los buitres.
—Ya lo creo. —Dejo caer mis hombros.
—¿Qué tan cierto es todo lo que se dice?
—Solo parte es cierto, lo demás son solo especulaciones —Ella toma mis manos y revisa mis muñecas, suspira aliviada al no encontrar cicatrices en ellas—. No, no atenté contra mi vida, al menos no de esa forma.
—¿Sigues viendo al psicólogo?
—Sí, también tengo una nutrióloga y con la terapia me he mantenido saludable.
—Me da gusto oír eso, pero creo que todavía puedes subir un poco más tu peso.
—Estoy tratando, tengo una dieta muy estricta y la sigo al pie de la letra.
—¡Gracias a Dios, Mila! No sabes lo preocupada que estaba, creí que estabas bien, y de pronto me entero por todo lo que has pasado.
—Sí, estaba bien, al menos cuando todo se descubrió, pero no pude evitar que mi pasado me alcanzara. —Respiro hondo—. En realidad preferiría no hablar de eso, es algo que aún me agobia mucho.
—¿Por qué fuiste a Londres?, sabes que yo te hubiera recibido encantada. Sebastian me llamó, dijo que vendrías con él. Supe que firmaste con el Royal Ballet of London, al final, Christopher se salió con la suya.
Ella sabe de Sebastian porque yo se lo presenté en una de mis giras a París, además de que siempre que me llamaba para saludarme, le contaba de nuestra relación.
—Christopher me ha apoyado mucho, pero además, no quería ser una carga para ti ni para nadie, ya no. —Ella asiente compresiva—, y Sebastian... él y yo terminamos —confieso abatida, ella frunce el ceño en una gesto de lástima.
—¿Qué pasó con él? —pregunta tomando mis manos.
—Tantas cosas y nada a la vez. —Me mira confundida—. Nos amamos, de eso no hay duda, pero dejamos que las intrigas y el orgullo nos separaran —acepto, apenada.
—¿Y no crees que haya forma de que puedan arreglar sus diferencias? Yo sé cuánto se aman.
—Ya no sé, está mañana fui a buscarlo. Lo vi, pero no pude hablar con él.
—Entonces, si lo buscaste es porque crees que sí hay solución a sus problemas.
—Lo busqué porque necesitaba verlo, pero Sebastian tiene planes, sueños para su vida y yo no quiero interferir en ellos ni truncárselos.
—¿Cómo podrías hacer eso? —pregunta con intriga en su mirada.
—Es una larga historia —señalo, haciéndole saber que no quiero hablar del tema.
—Entiendo... —menciona, mirándome con recelo—. Cuéntame, ¿qué estás haciendo en París?
—Vine por el asunto de Mia Favre.
—¡Oh, ya te enteraste! —afirma, yo asiento apesadumbrada
—Lo denuncié... a Fabienne. Ambas lo hicimos.
—Me alegro, Mila. Creo que debiste hacerlo...
—Lo sé —interrumpo, trago duro antes de continuar—, sé que lo que le pasó a Mia, fue mi culpa.
—No, Mila, no quise decir eso. Es cierto que creo que debiste hacerlo entonces, también creo que el mayor triunfo de un agresor es que su víctima crea que es la culpable, y tú te sentías culpable, pero entendí tus miedos y tus circunstancias. Además, tu madre no quiso apoyarte, y me prohibió que yo...
—¿Qué dijo? —La miro confundida—. ¿Mi madre...?
—Sé que no querías que lo hiciera, pero la llamé, era mi obligación. Aparte, tenía que hacer algo, no podía dejar que ese maldito te lastimará y no pagara por ello. —La escucho atenta esperando que continúe—. Tu madre me prohibió que interviniera, me aseguró que ella se ocuparía, pero aun en contra de su voluntad, interpuse la denuncia y la doctora Adams, testificó también en su contra.
—Entonces, él..., ¿estuvo en la cárcel?
—No, Mila, la acusación no procedió, porque tú como la agraviada no te presentantes, al igual que tus padres tampoco lo hicieron para ratificar la denuncia.
Niego y al mismo tiempo río con mordacidad—. Mi madre siempre supo y no hizo nada —confirmo, ya sin extrañarme en lo más mínimo su desinterés por mí. Expelo con pesar—. ¿Mi padre? ¿Él también estuvo al tanto de la denuncia?
—No lo sé, Mila, tu madre me aseguró que ella lo pondría al tanto, pero no me consta que así haya sido.
La revelación de Elizabeth en realidad no me sorprende, solo confirma una vez más, la falta de amor de mi madre y el poco valor de mi padre. Pero me tranquiliza saber que la denuncia de la otra chica, la que Lorraine mencionó que no procedió, se trata de mí y no de otra chica más.
—Quiero pedirte que me apoyes, tal vez tengas que ir a testificar —menciono, mirándola con precaución, no sé si esté dispuesta a hacerlo.
—Cuenta con ello, lo haré —asegura, tomando mis manos entre las suyas.
—También quiero pedirte que apoyes a Mia, sé que fue aceptada aquí y me gustaría irme con la tranquilidad y la seguridad de que la apoyarlas y no permitirás que la molesten.
—Por supuesto, Mila, sabes que no tolero el bullyng en mi escuela.
—Gracias.
—¿Qué hay del chico que te acompaña? —indaga, moviendo las cejas en un gesto de complicidad.
—Es solo un amigo, apenas lo conozco.
—Tú le gustas.
—Puede ser, me dijo que era mi más grande admirador y no ha dejado de seguirme todo el día, pero en estos momentos no me interesa involucrarme en una nueva relación.
—Ya veo, por eso dijo lo de ser tu sombra —comenta, yo asiento, y ella ríe—. Así que es un atrevido, me gusta para ti.
—¡Oh no! No quiero más complicaciones, aún no logro superar a Sebastian —reconozco con voz triste.
—Si es así, creo que deberías buscarlo para tratar de resolver sus diferencias, o decídete a pasar página y dale la oportunidad a ese chico.
La escucho con la mirada perdida, mientras resoplo con impotencia.
—Se dice fácil, pero no es así. Una parte de mí quiere buscarlo, pedirle que volvamos, la otra me grita que debo tener dignidad, que debo olvidarlo.
—¿Dignidad? ¿Qué pudo haberte hecho para que digas eso? ¿Acaso te fue infiel?
—Sí y no... —Ella me mira extrañada—. Estuvo con su ex novia, pero lo hizo cuando ya habíamos terminado.
—¿Te das cuenta de que no te fue infiel si ya no estaban juntos?
—Lo sé, pero de igual forma me dolió, pero no solo es eso lo que no separa, son tantas cosas... es complicado.
—Creo que tú lo haces complicado.
—Tal vez, pero ahora me cuesta confiar, creo que aunque volvamos, siempre habrá cosas que terminaremos por recriminarnos. Él me dejó cuando más lo necesité, y yo... yo le he ocultado cosas, no le hablé de lo que me hizo Fabienne ni lo de mi desorden alimenticio... y otras tantas cosas.
—Seguro no es fácil confesar algo así, pero creo que él no te hubiera recriminado nada. Por lo que me has contado, Sebastian siempre fue compresivo y paciente contigo.
—El día que se descubrió todo, lo escuché hablando por teléfono con alguien, decía que lo había engañado y que no me quería cerca, dijo otras cosas más que no entendí, pero no me quedé a averiguarlo.
—Mila... yo creo... —balbucea.
—Lo sé, debí quedarme a enfrentarlo, pero creo que no hubiera podido soportar un rechazo más, de él no. —Veo mi reloj para evadir su mirada de desaprobación—. Es hora de irme —menciono al tiempo que me pongo de pie.
—¿Dónde te estás quedando?, sabes que puedes quedarte conmigo.
—Debo regresar a Londres, mañana tengo ensayo y estoy dando clases a pequeños. Hoy me reporté enferma, no puedo faltar otro día.
—No sabía que dabas clases.
—Me gusta, los pequeños son tan adorables, tan transparentes, ellos no engañan, no te decepcionan. Solo tengo unas semanas dándoles clases y ya los adoro y ellos a mí.
—Eso no es raro, es tan fácil adorarte. —Elizabeth acaricia mi mejilla y me mira con ternura. Imagino que así es como miran las madres a sus hijos—. Ay Mila, no sabes lo feliz que me has hecho hoy, la mejor sorpresa en mucho tiempo.
—También me emocionó verte. —La abrazo fuerte y me reconforto en sus brazos, Ella siempre ha sido tan maternal conmigo, que siempre he deseado que mi madre me quisiera al menos una décima parte de lo que Elizabeth me quiere—. Gracias, Elizabeth, gracias por tu cariño y por tu apoyo incondicional, no sabes cuanto necesitaba este abrazo.
—Que bueno que puedo reconfortarte con mi cariño, y siempre que lo necesites, estaré para ti —dice, mirándome a los ojos y limpiando mis lágrimas, después besa mi cabeza y me abraza de nuevo—. Mila, prométeme que seguirás cuidándote, que estaremos en contacto y que vendrás a verme cada que puedas —me ruega, yo respondo afirmativamente con un movimiento de cabeza.
Me cuesta mucho trabajo salir del refugio que me ofrece su abrazo, yo lloro como una chiquilla y ella me consuela como si fuera mi madre, la madre que nunca tuve.
Salgo de la oficina después de limpiar mis lágrimas como diez veces y de abrazar a Elizabeth otras tantas. Me es difícil alejarme de la única persona que puede reconfortarme, sobre todo en estos momentos que me siento tan sola.
Sé que estoy lejos de ser verdaderamente la «Reina de Hielo», principalmente con Elizabeth, con ella me es imposible fingir que lo soy. Pero antes los demás, prefiero seguir aparentando que soy tan fría como el invierno, intentando ser indiferente al dolor ajeno, incluso al mío propio. Yo misma quisiera creer que tengo un corazón de hielo, para no seguir albergando sentimientos que solo me lastiman y me atan al dolor.
Quisiera simplemente no sentir más...
Capítulo dedicado a todos mis lectores que le dan la oportunidad a mi historia y que además siempre me dejan sus votos y sus comentarios... este va especialmente dedicado a BMTHesVIDA vivianacoll fabi_ojeda erikamileidy96 SandraKoscak msmarian @tomorrow_fly Chabelita1973 @Lizyet31 dianaosorioecheverri Dilfajardo mariansanoja @F1A2A3D Coquegm pilgonr
En esta ocasión solo nombro a algunas, y sé que son muchas más las que me acompañan capítulo a capítulo, prometo dedicarles el siguiente a otras más.
Besos 😘😘😘
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