Capítulo 26

Espero fuera de la oficina de Kevin O'Hara, el director artístico de la compañía del Royal Ballet, y Christopher Powell está dentro con él, poniéndolo al tanto sobre las circunstancias que me rodean.

Estoy bastante nerviosa, se podría decir que aún no estoy dentro y que mi destino se está decidiendo detrás de esa puerta. Y aunque alcanzo a escuchar sus voces, que a ratos suenan acaloradas, no entiendo de qué hablan.

De pronto suena el intercomunicador en el escritorio de la secretaria y la veo descolgar el auricular.

—Por supuesto profesor, enseguida le digo que puede pasar. —La mujer castaña cuelga y dirige su vista a mí—. Señorita Davis, el director me pidió que la haga pasar.

Yo la miro con angustia, y asiento, pero no me levanto, siento que las piernas me tiemblan. La amable mujer se pone de pie, va a la puerta del despacho del director, la abre y me indica que pase. Tomo un fuerte respiro antes de levantarme, enderezo mi postura, y después entro con paso seguro.

—Buenos días —saludo formalmente al entrar.

Christopher se levanta de su asiento, viene hacia mí y me saluda cariñosamente, besando mi mejilla, después toma mi mano y me acerca a donde está Kevin, que también se pone de pie.

—Mila, él es Kevin O'Hara. Kevin, ella es Mila Davis —nos presenta, y ambos intercambiamos apretón de manos y sonrisas amables.

—Mucho gusto, Mila.

—Mucho gusto, Profesor —decimos los dos al mismo tiempo.

—Por favor, toma asiento —dice señalando la silla frente a su escritorio, yo me siento, pero permanezco erguida—. Yo ya tenía el gusto de conocerte, pero al parecer tú a mí, no —manifiesta el director artístico, exagerando indignación, yo lo miro confundida.

—Bueno, yo... yo no lo conocía personalmente, pero he escuchado hablar mucho de usted —respondo intentando parecer segura, pero no puedo evitar el rubor en mis mejillas.

—Estuviste aquí hace algunos años, tú no me viste, pero yo disfrutaba mucho de verte practicar, desde entonces quise que fueras mi alumna, además de que en algunas ocasiones, viajé a New York solo para verte bailar —me cuenta y en verdad me siento halagada—, pero ahora, Mila... —continúa y siento que dejo de respirar y que se me detiene el corazón por algunos segundos, creo que me dirá que ya no me quiere aquí—, quiero que seas la Principal Artista invitada —puntualiza y siento que el oxígeno regresa a mis pulmones.

—Gracias —expreso en un jadeo—, de verdad aprecio mucho la oportunidad que me brinda, pero... pero antes necesito que sepa...

—Ya Christopher me explicó —me interrumpe—, y no te mentiré, realmente me preocupa tu situación, pero quiero darte un voto de confianza, hasta ahora sé de tu profesionalismo y Peter me ha confirmado que jamás has defraudado a su compañía. —Lo escucho y amplio mis ojos y mi boca—. Sí Mila, hablé con Peter, es mi deber revisar los antecedentes de todos los aspirantes. Debes saber que él está decepcionado. —Yo niego con angustia—, pero no de ti, Mila, está decepcionado porque ya no estás más con ellos, y por la forma en que se dieron las cosas —aclara, pero aun así me siento realmente avergonzada.

—Prometo que pondré todo de mi parte para no defraudarlos —aseguro, intentando parecer convincente.

—Eso espero, Mila. Por lo pronto tu contrato será por esta temporada, luego decidirás si continúas con nosotros, pero no solo quiero que seas mi invitada, quiero que seas parte de la compañía, que seas director (Profesora y coreógrafa de la compañía) y una de mis bailarinas principales.

—Muchas gracias, por ahora no puedo asegurar nada, pero será un honor para mí, ser parte de la compañía.

—Solo hay algo más que me gustaría saber, es una pregunta que le hago a todos los aspirantes... —Espero nerviosa por su pregunta—. ¿Qué es el ballet para ti?

Suspiro antes de responder—. Realmente no podría describir lo que el ballet es para mí o me hace sentir, pero es como si de alguna forma cortara las cadenas que me aferran a esta tierra, y por un momento, mientras bailo, pudiera volar, lejos, tan lejos, que la maldad no me puede alcanzar.

Kevin y Christopher me escuchan atentos, después asienten pensativos a la vez que me observan un tanto consternados. Creo que mi respuesta no fue la que esperaban.

—Bien, sí estás lista, me gustaría que iniciaras ahora mismo.

—Estoy lista, vengo preparada, necesito bailar —declaro, intentando no parecer desesperada.

—Entonces vamos, quiero anunciarles de tu incorporación al resto de la compañía. Más tarde te haré llegar el contrato para que lo revises con calma.

Kevin se pone de pie, y dudo un segundo, miro a Christopher quien me alienta con una sonrisa y una mirada cómplice, entonces también me pongo de pie y camino detrás del director.

—Anda a vestirte, te espero en el auditorio, recuerdas donde es, ¿cierto? —pregunta, y yo asiento, después se gira hacia su secretaria—. Annette, por favor convoca a todos en el auditorio, solo diles que daré un anuncio. —Lo escucho y no puedo evitar sentirme aterrada.

Odio exponerme a las miradas de la gente, sé que lo hago en los escenarios, pero no es lo mismo, los reflectores no nos dejan ver al público y es como si no hubiera nadie.

Voy a los vestidores y me sobresalto al entrar, pues encuentro a una chica maldiciendo y hablando sola.

—¡Aaaargh! ¡Maldita bruja presumida! —vocifera a la vez que golpea con su puño uno de los lockers—, pero juro que si vuelve a meterse conmigo, le romperé su pequeña y perfecta nariz operada —exclama, arremedando los gestos de una presumida—, aunque me corran de aquí.

Ella descarga sus frustraciones de forma explosiva, y no puedo evitar observarla un tanto divertida. Es una chica de cuerpo esbelto, pero con músculos bien marcados y de claros rasgos latinos, lo confirma la forma en que maldice en español, y suena graciosa.

Cuando se percata de mi presencia, endereza su postura, re acomoda su tutú, y sin dirigirme la palabra, pasa por mi lado y sale de los vestidores.

Me alzo de hombros, total, no vine a hacer amigos, me visto con mi ropa de ballet y encima me pongo un enorme suéter que me queda holgado y cubre mi cuerpo hasta más abajo de mis caderas. Después voy al auditorio, y al llegar quiero morirme cuando veo que el lugar está repleto de gente.

Kevin habla de estar feliz por darles una gran noticia para la compañía, yo me quedo detrás de todos, pero quienes se percatan de mi presencia, comienzan a murmurar y a correr la voz. Yo intento prestar atención a lo que dice el director y finjo no darme cuenta de sus miradas ni de sus comentarios, algunos de asombro y otros de emoción, pero también alcanzo a escuchar que algunos me llaman anoréxica.

—Mila, por favor, pasa al frente —me pide el director, a la vez que me incita con la mirada y con un movimiento de su mano.

De pronto todos los presentes, profesores y alumnos, se giran hacia atrás y me miran fijamente. Yo levanto mi barbilla de forma altiva, y camino con la frente en alto, no permitiré que nadie me haga sentir mal, voy al frente con paso seguro, al hacerlo me abren paso.

—Mila Davis, será nuestra invitada artista principal para esta temporada —anuncia—, espero la reciban con los brazos abiertos y la acojan como una más de nosotros.

Los presentes me sorprenden con un caluroso aplauso, y contrariamente a como creí, soy recibida con sonrisas amables. Solo un trio de chicas son las únicas que parecen no estar muy contentas con mi presencia, pues se miran y cuchichean entre ellas, al mismo tiempo que me observan de forma despectiva y frunciendo el ceño con desagrado, pero en realidad, no me importa.

—Mila, ¿te gustaría decir algunas palabras? 

—Eh... —Miro al frente y veo como todos los presentes me observan atentos. Enderezo mi postura, respiro profundo y fuerzo una pequeña sonrisa—. Es un honor para mí estar aquí y trabajar con tan talentosos profesores y bailarines. Agradezco la oportunidad que me brindan y espero poder estar a la altura de está gran compañía —expreso con voz firme, sin mostrar ninguna emoción—. Gracias a todos por esta bienvenida.

—Gracias a ti por aceptar venir a nuestra compañía —expresa Kevin con una sonrisa amable.

De nuevo los presentes aplauden, y siento un enorme hueco en el estómago, nunca imaginé este recibimiento.

—Bien, pueden regresar a sus aulas, tenemos una temporada que preparar. La semana que entra les informaremos la puesta en escena que presentaremos y los papeles que interpretarán —señala Kevin, y los alumnos saltan emocionados, después desalojan el auditorio.

El director me indica que lo siga y me muestra las instalaciones de la escuela, pues aunque él sabe que ya la conozco, me explica que ha habido algunas modificaciones y remodelaciones. Me muestra el gimnasio, donde las bailarinas pueden entrenar pilates, además de contar con aparatos de acondicionamiento y de pesas. También me muestra las aulas, y me explica cómo son los horarios y los ensayos. El tour termina en el consultorio de la nutriologa, Kevin quiere asegurarse de que antes de que comience con las prácticas, se haga un control de mi peso.

Marie, la nutricionista, asegura que para mis condiciones, tengo bajo peso  y me indica una dieta estricta, la cual debo seguir al pie de la letra como una de las condiciones que se especifican en mi contrato. Sé que comer cada uno de las comidas del día, serán un verdadero reto, pero estoy dispuesta a superar cada una de ellas, con éxito.

Después voy al aula de calentamiento, ahí estiro y práctico posiciones y puntas, después me incorporo a clases con los artistas principales.

La mayoría de mis nuevos compañeros se muestran amables, yo soy cordial pero sin mostrar mucho entusiasmo, solo el trío de chicas que antes observé inconformes con mi incorporación a la compañía, no me dirigen la palabra y a cambio las escucho cuchichear a mis espaldas, pero me mantengo impasible ante sus comentarios desdeñosos y me concentro en bailar.

A la hora del almuerzo, voy al baño antes de ir al comedor, estoy haciendo pis dentro de uno de los cubículos, cuando escucho a unas chicas entrar y me parece que hablan sobre mí.

—¿Qué les parece la yanqui? —pregunta una de ellas con clara mordacidad en su voz.

—Una presumida, no la soporto —exclama otra de ellas—. ¿Vieron cómo nos miró desde arriba?, como si se sintiera superior a nosotras.

—Cuando habló, parecía indiferente, no mostró ninguna emoción.

—Bueno, no por nada la prensa la llama la Reina de Hielo —agrega una tercera voz, y no entiendo a qué se refiere.

—Ese modelo fue muy atinado en bautizarla así, se refirió a ella como una frígida.

¿Modelo? —Creo que comienzo a entender...

—Seguro lo es, por algo no se le conoce ninguna relación.

Las tres ríen a carcajadas.

—Tal vez sea lesbiana —insinúa de nuevo la tercera.

—¿Tú crees?

—No sé, se me ocurre que por eso no cayó en los encantos de Marlon Tejeda, con lo sexi que es, ya quisiera yo haber tenido la oportunidad de pasar una noche con él —menciona con voz acongojada.

—Pues si es lesbiana, yo no la quiero cerca de mí, que horror —exclama escandalizada.

—También puede ser que sea por lo que se dice de su violación —No es mi violación, ya no. Pienso con rencor—, dicen que después de algo así, algunas mujeres tienden a volverse frígidas, les cuesta entregarse y disfrutar del sexo —explica la que parece más sensata, pero la malicia en su voz, solo demuestra que soy motivo de burla.

De pronto abro la puerta del cubiculo, y las tres amplían sus ojos al verme salir, paso entre ellas sin siquiera mirarlas y voy hacia el lavabo para lavarme las manos, las observo por el reflejo del espejo, guardan silencio, pero intercambian miradas entre ellas. Después me giro y las enfrento, pero antes resoplo haciendo evidente mi fastidio.

—Primero —acoto, repasando mi mirada por cada una de ellas—, mis preferencias sexuales, no son de su incumbencia. Segundo —recalco, mostrando dos de mis dedos—, definitivamente, sí me siento superior a ustedes, yo no juzgo ni supongo nada sin conocer, ni hablo a espaldas de nadie. Y terceras —agrego, poniendo mis manos en la cadera a modo de jarras—, si creen que soy presumida, o incluso frígida, simplemente no me interesa, por mí digan y hablen cuanto quieran, de igual forma me importa muy poco lo que piensen de mí.

Las tres no saben que responder, solo bajan sus rostros y me miran por entre sus pestañas.

—También para mí, fue un gusto conocerlas —digo con evidente ironía, forzando una sonrisa, después salgo del baño sin dejarles derecho a replica.

Voy a la cafetería, y al llegar me entregan mi almuerzo que ya me tienen listo por indicación de la nutricionista, quien se aseguró de que me sean preparados todos los menús que indicó para cada una de mis comidas.

Cojo mi charola, y me siento en una las tantas mesas que están solas, pues en su mayoría, los bailarines se congregan en grupos para comer y convivir mientras lo hacen.

Estoy concentrada en mi comida, la que corto en pedazos muy pequeños, y mastico por largo rato, cuando uno de los bailarines principales, se acerca a hablarme.

—Hola Mila, soy Federico Buvoli, seguro has escuchado de mí —se presenta, ofreciéndome su mano. Yo solo la miro, pero no la tomo y regreso mi vista a mi plato.

—Hola, «Federico Buvoli» —saludo, recalcando su nombre con evidente puya, y sin mirarlo—. No, en realidad no he oído de ti —miento, pues todos hablan de él, como el mejor bailarín de Londres, además es conocido por sus múltiples relaciones con sus parejas de baile, el mismo Jason llegó a hablarme de él—, pero supongo que tú sí sabes quién soy yo —señalo con evidente sarcasmo, a la vez que alzo mis cejas con petulancia.

—Claro, ¿quién no conoce a Mila Davis ? —menciona con increíble inocencia, yo me alzo de hombros—. ¿Por qué no te sientas con nosotros? —pregunta de forma amable, señalando hacia la mesa que comparte con sus amigos, donde también están sentadas las chicas que minutos antes hablaban mal de mí.

—Gracias, pero aquí estoy bien —digo fingiendo una exagerada sonrisa, no me interesa ser educada.

—Entonces, tal vez prefieras que te acompañe a comer —se ofrece, al tiempo que se sienta frente a mí.

—En realidad, prefiero hacerlo sola —respondo de forma fría, fijando mi mirada en mi almuerzo, dejándole en claro que no me interesa su compañía ni la de nadie.

—Ok, solo intentaba ser amable —Sé pone de pie como resorte, es obvio que jamás imaginó que rechazaría su compañía—. Disculpa si te incomodé.

—En realidad no me incómodas, solo que disfruto de estar sola. Gracias de todas formas. —Levanto mi rostro para dejárselo en claro, después regreso mi vista a mi almuerzo, y de reojo veo que Federico me mira completamente anonadado, luego regresa a su mesa, y no se hacen esperar los comentarios con respecto a mí.

—Te dije que es una engreída, no debiste invitarla.

—Yo solo quise ser amable con la chica nueva, pero nunca imaginé que fuera a rechazarme. ¡A mí, a Federico Buvoli!, creo que eso nunca me había pasado —menciona el muy engreído, con tono abatido.

—Pues ya lo viste con tus propios ojos, no nos creíste cuando te dijimos que era una presumida.

—Yo creo que es tímida, recuerden por todo lo que ha pasado —comenta una de las chicas, que en realidad fue amable conmigo en clase, creo que me dijo que se llamaba Lilian cuando se presentó.

—No la justifiques, es una pedante, se cree mejor que nosotros, nos lo acaba de decir...

—¿Por qué no dejan de hablar de la pobre chica? ¿No sé dan cuenta que está herida, que es un animalito lastimado, y que solo está a la defensiva —interrumpe en voz alta, el que parece el más duro y serio del grupo.

Y de verdad no me afecta en lo más mínimo lo que dicen los demás, pero sus palabras son las únicas que siento que me calan muy hondo. Tiene razón, me siento herida, tanto que ya no le tengo miedo al dolor, ni a la soledad, solo quiero estar sola, y no dejar entrar a nadie más en mi corazón. 

Lo miro por entre mis pestañas y veo que me mira fijamente, después regresa su vista a su comida y yo hago lo mismo, pero ahora me cuesta más trabajo pasar cada uno de los bocados, el nudo en mi garganta lo dificulta.

Cuando termino con mi comida, decido ir al jardín para llamarle a Marc, quiero saber cómo va con el juicio contra mi madre. Necesito dinero para alquilar un apartamento, en la residencia no aceptan animales y quieren que me deshaga de Romeo, pero no lo haré, él es mi único compañero en mis noches de insomnio. Sí, no duermo porque paso la noche entera pensando en él, añorándolo y odiándolo a la vez.

Al pasar por la mesa de mis compañeros, de nuevo escucho a las chicas cuchichear a mis espaldas.

—Seguro va a vomitar —comenta una de ellas en voz alta, y las demás ríen sin decoro alguno.

Decido ignorarlas, y camino erguida, con rostro impasible, alzando mi barbilla con altivez.

Cuando salgo del comedor, el hombre que me defendió me alcanza, pero no me detengo, solo lo miro de reojo.

—Ey, ¿estás bien? —pregunta siguiéndome el paso.

—¿Por qué no lo estaría? —inquiero fingiéndome ajena a sus comentarios.

—Sé que algunas chicas te han estado molestando.

—Te equivocas, no me molestan. Lo que ellas digan o hagan me tiene sin cuidado.

—Ey, espera —dice, tomándome del brazo, yo me zafo con rudeza—. ¿Podrías detenerte un segundo? —Me detengo, me giro hacia él y me cruzo de brazos, al tiempo que entorno los ojos.

»Yo no soy tu enemigo...

—Tampoco eres mi amigo —aclaro con rudeza y cortándolo en seco.

—Tienes razón, pero sí tú quieres, podríamos serlo. Soy Leo Ferri —se presenta ofreciéndome su mano. Yo solo la miro sin tomarla—. Ah no, a mí no me dejarás con la mano extendida. —De pronto toma mi mano, la estruja con fuerza y la sacude con firmeza—. Es un gusto conocerte.

¿Pero quién se cree? Lo miro furibunda.

—Siento mucho no poder decir lo mismo, «Leo» —recalco con ironía, después le arrebató mi mano y continúo mi camino, pero Leo no se rinde y viene tras de mí.

—Sé que temes que vuelvan a lastimarte, y lo entiendo —manifiesta con voz condescendiente.

Entorno los ojos y vuelvo a girarme para enfrentarlo.

—Ni tú ni nadie me conocen realmente, ni saben nada de mí —enfatizo, él se cruza de brazos, y veo una pequeña sonrisa bailando en sus labios y en sus ojos, pero no bajo la guardia—, así que dejen de especular, o... o de suponer cosas sobre mi vida. ¡Solo déjenme en paz! —puntualizo antes de continuar mi camino, está vez no me sigue. 

—¡Tienes razón, no te conozco, pero podrías darme la oportunidad de hacerlo! —grita a mi espalda, yo solo cierro los ojos con exasperación—. ¡Piénsalo!

Continúo ignorándolo, y para hacérselo saber, saco mi iPhone de mi bolso y le marco a Marc.

—¿Hola? ¿Mila?  —pregunta Marc con gran entusiasmo del otro lado de la línea.

—Hola Marc, sí, soy Mila.

—Que gusto me da escucharte, justo estaba por marcarte.

—¿Cómo estás? —pregunto tratando de parecer relajada.

—¿Muy bien y tú? Bueno, ya lo imagino, debes estar muy triste...

—Te equivocas, estoy muy bien.

—Mila, estoy preocupado por ti, podrás decir que estás bien, pero no te creo...

—Marc, créeme, estoy más que bien. Acabo de firmar contrato con el Royal Ballet como Principal artista invitada.

—¡Wow!, por lo que Jason me ha contado, ese es un gran honor.

—Así es, y en verdad estoy muy contenta, aquí todos son muy amables —Le cuento con gran emoción, pero omito hablarle sobre las tres odiosas que se la pasan hablando de mí, a fin de cuentas, no es algo que me afecte.

—Me alegro mucho por ti, Mila, pero debes saber que Sebastian, ha estado preguntado por ti, está preocupado...

—Marc, por favor. No quiero hablar de él.

—Mila, debes escucharme. Debes saber porqué te alejó.

—Marc, ya no tiene importancia. Sé bien que mi madre tuvo que ver, no tengo idea de cuál fue la intriga que uso para separarnos, pero cualquiera que sea, no es la razón por la que ya no estamos juntos.

—¿Entonces? —insiste.

Cierro los ojos con fuerzas para no permitir que las lágrimas se acumulen en ellos. Aún no estoy lista para hablar de él, ni sé si algún día podré hacerlo sin sentir que muero, además, no estoy dispuesta a admitir que lo extraño con el alma, ni que sin él siento que no tengo corazón, pues Sebastian se quedó con cada uno de sus pedazos en los que se quebró cuando nos dijimos adiós.

¿Cómo te olvido Sebastian? ¿Cómo hago para no sentir más esta pena? Ya no quiero sentir, no quiero pensarte, ni seguir añorando tus besos, tu tacto, tu mirada. ¿Cómo acallar mi corazón, que con cada latido repite tu nombre? Nunca creí que esto de olvidarte me sería tan difícil, aún duele, y de seguro seguirá doliendo por mucho tiempo, pero ya es demasiado tarde para volver.

Respiro profundo antes de continuar.

—Marc, te llamé porque quiero saber cómo va la demanda contra mi madre. —Cambio de tema, y lo escucho suspirar con evidente frustración.

—Ok, no insistiré más. En el caso de la demanda contra tu madre, el juez falló a tu favor.

—¡¿De verdad?!

—Sí, Mila. Su abogado intentó revocar la decisión del juez, pero la petición le fue negada. Ella tendrá que devolverte ese dinero. El problema es, como ya sabíamos, que ya no lo tiene —explica, y en respuesta, resoplo con impotencia.

—¡Lo sabía! ¿Entonces?

—La casa le será confiscada, y rematada, el dinero de la venta, será para ti.

—¡¿La casa?! ¡¿Venderán la casa?! No Marc, no quiero quitarle su hogar a mi hermana.

—Bueno, esa es otra noticia que te tengo. Tu padre, al enterarse, se ofreció a comprar la casa para ustedes. La pondrá a nombre de Sasha y tuyo, y luchará por la patria protestad de tu hermana.

Escucho atenta a Marc y siento una mezcla contradictoria de sentimientos, me alegra saber que mi padre se preocupa por el futuro de Sasha, pero me molesta que quiera poner la casa a mi nombre cuando le dije que no quería nada de él, y me aterroriza pensar, que mi madre, en venganza, le confiese a Sasha la verdad sobre su padre.

—Mi madre no lo permitirá, ella le dirá a Sasha que mi padre no es su verdadero padre.

—Tu padre me habló de ello, y confía en que podrá comprar el silencio de tu madre.

—No estoy segura, Marc. Nada es suficiente para ella, prefiero que no le quiten la casa, total, yo ya daba por perdido ese dinero.

—Mila, tú lo has dicho, nada es suficiente para ella. Tu madre tarde o temprano, pensaba hipotecar la casa para poder seguir manteniendo su vida disipada, e igualmente tu hermana se quedaría sin un hogar. Por eso tu padre quiere pelear por ella, dijo que te lo prometió y que en eso no te fallaría.

De pronto siento que el mundo se me viene encima, como una enorme carga sobre mi espalda. Me recargo en la pared y me dejo caer poco a poco, hasta quedar sentada en el suelo, con mis piernas cruzadas en posición de flor de loto, mientras pienso en la mejor opción para Sasha.

—Marc, necesito que me ayudes a encontrar a Sasha, sí mi padre no consigue la patria protestad de mi hermana, la solicitaré yo.

—¿Estás segura? Piensa en que Sasha es una adolescente, está en una edad difícil...

—Lo sé Marc, pero somos unidas, confío en que juntas podremos salir adelante.

—Tu padre me dijo que Sasha está en Rusia, o que al menos eso le dijo tu madre, aunque le extraña mucho no poder contactarse con ella. Sasha le hace llamadas esporádicas y de poca duración, de un teléfono privado.

—Tengo que encontrarla, Marc, asegurarme de que está bien.

—Te prometo que haré todo lo que esté a mi alcance para encontrarla.

—Te juro que si la encuentras, te estaré infinitamente agradecida.

—Sabes que lo hago con gusto. Hablando de otra cosa, ¿qué piensas de lo que el modelo está hablando de ti? ¿Quieres que lo demandemos?

—No sé de qué hablas, algo escuché, pero en realidad no estoy al tanto.

—Marlon Tejada fue entrevistado en uno de esos tantos programas de farándula, ahí sé le preguntó sobre ti, le mostraron fotos de ambos compartiendo una cena romántica junto al mar, y directamente sé le cuestionó sobre una relación contigo. Él aseguró haberte llevado a la cama, pero que no funcionó porque eres más fría que el Atlántico, un iceberg, recalcó, dijo que eras frígida, y que deberían llamarte «La Reina de Hielo», que de «La niña de Oro», como antes te llamaban, no quedaba nada, pues no tenías ni una pizca de inocencia, que lo sedujiste, para luego dejarlo botado. La conductora, al escuchar esto lo cuestionó sobre sus habilidades en la cama y él muy hijo de P... dijo que tenía una reputación y que sus tantas conquistas eran testigos de que era un Dios en la cama.

Escucho a Marc y no puedo creerlo, niego, río y entorno los ojos con exasperación, todo a la vez.

—Esto es increíble... Nada de eso es cierto, te juro que nunca me acosté con él.

—No tienes que jurarme nada, yo te creo. Pero eso no es todo, también le preguntaron sobre tu desorden alimenticio, qué si se percató que tenías un problema, y él aseguró que sí, que prácticamente no probaste bocado y que después de cenar, saliste corriendo, seguramente a vomitar.

—Maldito bastardo, me fui porque intentó besarme a la fuerza y llevarme a la cama, y si no comí nada, era por lo mismo, ordenó que sirvieran comida afrodisíaca, tenía que dejarle claro que no estaba interesada. ¡Dios! Ni siquiera debí cenar con él, pero quería...

—Querías darle celos a Sebastian, ¿cierto? —Marc, completa mi frase—. También habló de que por tu culpa, el fotógrafo renunció, que no soportó tus berrinches ni tus desplantes. —Lo escucho y pienso que en eso no mintió, realmente Sebastian se fue porque no soportó mis ofensas ni mi rechazo—. Claramente está usando tu escándalo para hacerse publicidad, por eso creo que debes demandarlo por difamación.

—¿Y darle más publicidad? No Marc, no quiero seguir en el ojo del huracán, estoy iniciando un nuevo trabajo y no quiero que mi pasado siga interfiriendo en mi vida.

—Mila, tu pasado define quién eres ahora.

—No sé si me guste quién soy ahora, Marc —confieso con voz dura, sintiendo el resentimiento bullendo en mis venas. Él guarda silencio por unos segundos, poniendo atención a lo que digo—. Y créeme, no hablo de olvidar mi pasado, he aprendido de él y de la peor forma, pero ahora solo quiero seguir adelante, sola, sin que nadie más vuelva a revolucionar mis sentidos.

—Entiendo que ahora estés dolida, pero debes darte tiempo...

—No solo estoy dolida, Marc, estoy enojada, y no solo con Sebastian, también estoy enojada con la vida, con todos los que me han lastimado, con todos, incluso conmigo misma.

—Como quisiera estar ahí contigo para abrazarte, pero sabes que siempre que te sientas sola puedes llamarme —dice con ternura.

—Gracias Marc, pero en realidad ahora no soy muy buena compañía. —Él intenta decir algo, pero no lo dejo—. Debo irme.

—Me dio mucho gusto hablar contigo, Mila.

—También me alegró mucho escucharte, salúdame a Jason.

Cuelgo y voy al consultorio de la psicóloga, otra condición del contrato. Apenas llego, su secretaria me anuncia y enseguida me indican que pase.

—Así que tú eres Mila Davis —menciona con gran elocuencia, la mujer de ojos azules y cabello rojo como el fuego. Yo asiento con un movimiento de cabeza—. Yo soy Hayley —se presenta, ofreciéndome su mano.

—Hola —saludo escuetamente.

—Por favor, toma asiento.

Me siento frente a ella y sin perder tiempo, comienza a escudriñarme con la mirada, haciéndome sentir incomoda.

»¿Quieres contarme cómo te sientes con respecto al escándalo en el que te viste envuelta?

—En realidad no, pero creo que no tengo otra opción, ¿cierto?

Ella se alza de hombros—. Es tu decisión.

—¿Cómo me siento...? —Lo pienso unos segundos, antes de continuar—. Bueno, pues de momento sentí como si me arrebataran el piso, y cayera en un abismo oscuro y sin fin, después, me sentí decepcionada, enojada.

—Ok, me dices cómo te sentiste entonces, pero yo quiero saber cómo te sientes ahora.

—No sé, creo que ya no siento nada, que ya nada importa —confieso, alzándome de hombros.

Ella enarca una de sus cejas, y noto cierta desconfianza en su mirada.

—Mmm —exclama, recargándose en el respaldo de su silla, mientras me observa de forma analítica—. ¿No sientes nada o finges que no sientes nada?

Evado su mirada, dejo caer los hombros y suspiro rendida.

—No lo sé, solo sé que ya no quiero sentir dolor, pero en el fondo siento que ya me acostumbré a él, creo que por eso ya no puedo distinguir entre el sentir o el fingir —manifiesto un tanto atribulada, creo que ni yo misma me entiendo, ella frunce el ceño—. Sé que suena un poco loco y contradictorio, pero eso es lo que creo.

—Bien, ahora cuéntame ¿qué tan cierto es lo que se dice de ti?

Bajo la mirada avergonzada—. Todo es cierto —admito en un susurro.

—¿Sigues vomitando?

—No, no lo hago desde hace más de un mes, y solo fue en una ocasión después de dos años.

—¿Ayunos?

—No, o al menos no intencionalmente.

Hayley se concentra en el tema de la comida y sin darme cuenta, nombro a Sebastian, en dos ocasiones, y la veo anotar rápidamente en una libreta, cuando cree que digo algo relevante. La consulta dura al menos unos cuarenta y cinco minutos, después voy al salón de baile, y continúo con las clases.

A mitad de la tarde, Kevin me pide que haga una pausa para que salga a comer algo, que por indicación de la nutriologa, debo hacer al menos cinco comidas al día.  De nuevo voy a la cafetería, y encuentro que mi comida ya está lista.

Al terminar estoy de vuelta en el aula y un par de horas más tarde, llego a la residencia, agotada por el largo día.

Alimento a Romeo, me doy una larga ducha y me pongo la pijama, después me sirvo un gran tazón de cereal con fruta y leche, y me siento en la cama, mientras me lo como, aprovecho para llamar a mis amigos.

En está ocasión uso el iPad y los llamo por FaceTime, Oliva es quien contesta y me emociona ver su dulce sonrisa.

—¡Mila! Que bueno que llamas, te extrañamos mucho.

—Hola, Olivia, yo también los extraño —reconozco con melancolía.

—Hola, preciosa —saluda Jason.

—Hola, Jason —digo controlándome para que no se me quiebre la voz.

—¡Mila! Te extraño, pequeña —saluda Sarah con gran emoción y no puedo controlarme más, sollozo y río a la vez.

—¡Hola, Sarah! —exclamo con voz quebrada—. No saben cuánto los extraño —confieso, limpiando mis lágrimas con el puño de mi suéter.

—Ey, no llores, que entonces nadie creerá en tu nuevo sobrenombre —me regaña Sarah con claro sarcasmo, yo río para no llorar.

—Ya sé —acepto también con ironía.

—No hagas caso, tú sabes que eso no es cierto —dice Olivia, intentando hacerme sentir mejor.

—La verdad es que prefiero que todos lo crean. Yo misma quiero creerlo, quiero serlo —declaro, y mis amigos me miran mortificados.

—Mila... tú sabes que no puedes serlo, sí eres la chica más dulce que conozco —expone Jason con voz triste. 

—Prefiero dejarle ese título a Olivia, y me encargaré de enterrar a la Mila tonta e ingenua. Ahora, seré tan dura y fría... —proclamo, al tiempo que me dejo caer de espaldas sobre la cama—, que todos tendrán razón en llamarme, «Mila, la Reina de Hielo».

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top