Capítulo 21

*Aquí está el capítulo prometido, había pensado también publicar otro mañana pero no si sea posible, las mal pasadas y los desvelos, ya me están cobrando factura. Pesqué un virus y ahora tengo tos, fiebre, y calambres musculares, pero también tengo mi Sasha personal, que se asegura de que coma y me tortura arrebatándome las cobijas, sin importarle que muero de frío 😣
La verdad me siento terrible, pero ya había quedado con ustedes de traerles otro capítulo, además de que ya lo tenía listo, y el próximo, lo publicaré cuando ya me sienta mejor.
Espero sea de su agrado 😉
Gracias por estar aquí, espero sus comentarios 🙏🏻

—¿Qué haces aquí? —pregunto en tono de reclamo.

—Vine por ti.

—¡¿Qué?! —Él ignora mi pregunta, e intenta tomar mi maleta, pero yo no la suelto.

—Henry me pidió que pasara por ti, y aquí estoy.

—No pensarás que iré contigo. Pediré un taxi —digo, arrebatándole mi equipaje.

—Por favor, Mila, no seas infantil. Ya estoy aquí, vamos sube al auto. —Vuelve a tomar mi maleta y yo lo miro con rabia.

Me abre la puerta del coche, espera a que suba, después sube mi maleta en el maletero y nos vamos. Enciende el estéreo del auto y empieza a sonar Adele.

No puedo evitar que una pequeña sonrisa se dibuje en mi boca, porque sé que esa música no le gusta, pero él sabe que a mí sí.

—¿Tú escuchando a Adele?

—¿Por qué no? —responde alzándose de hombros.

—Porque hace unos meses la odiabas.

—Pero sé que tú amas su música. —Lo miro con desconfianza.

—¿Y eso qué tiene que ver?

—Es solo una forma de tener un poquito de ti conmigo. —Lo miro intrigada y termina con la frase—. El rodearme de lo que a ti te gusta. —Asiento, exagerando mi gesto de incredulidad, quiero que le quede claro que no le creo.

No digo más y miro al frente, pero siento su mirada en mí, sé que está pensando como hacerme plática, pero no sabe cómo, lo noto nervioso e indeciso, hasta que por fin se atreve.

—¿Estás emocionada de ir a las Bahamas?

—No. —Alzo los hombros con indiferencia.

—¿Ya conoces?

—Bien sabes que no. —Vuelvo a responder escuetamente, no quiero hacérselo fácil.

—Sé cuánto te gusta el mar, ¿de verdad no te entusiasma ir?

—No. —Vuelvo a negar de mala gana.

Como se da cuenta que no conseguirá mas de mí, no pregunta más. Y así en silencio llegamos al aeropuerto.

Se estaciona y al detener el auto, hago el intento de bajarme pero él toma mi mano.

—Mila, por favor espera. —Yo miro su mano en la mía, después lo miro a él, interrogante—. ¿De verdad no podemos ni siquiera ser amigos?

—No, no puedo ser amiga de alguien que me ha lastimado tanto, además te recuerdo que me dijiste que no intentara regresar.

—Mila, yo te amo.

—No te creo. —Le digo con toda la amargura que permite mi corazón.

Él asiente con tristeza, y yo siento que se me estruja el corazón, o lo que sea que quedo en su lugar, porque sé que me estoy convirtiendo en un bruja sin corazón.

Sebastian baja del auto, abre mi puerta y saca nuestro equipaje del maletero y caminamos en silencio hasta la pista.

Vamos en el avión privado del diseñador y a bordo me presentan a el conocido modelo Marlon Tejeda, quien será mi pareja en las fotos. El modelo es todo un don Juan y no pierde tiempo en mostrar su interés por mí, y yo no desaprovecho la oportunidad de volver loco a Sebastian.

Marlon me coquetea descaradamente, me echa miraditas, me susurra al oído y yo río con exageración de sus chistes malos, fingiendo que me encanta su atención. El engreído modelo está muy seguro de su juego de seducción, lo que no sabe es que yo ya no creo en ningún hombre y que solo lo estoy usando para darle celos a mi ex.

Mientras, él nos mira disimuladamente, pero evidentemente está muy molesto, pues adopta la característica pose, que usa para contenerse cuando está furioso. Está inclinado hacia el frente, recargando sus codos sobre sus rodillas, entrelazando sus manos, recargando su barbilla sobre sus pulgares, y aunque finge que no nos ve, continuamente lo sorprendo mirándonos fijamente por entre sus pestañas y resoplando furioso por la nariz.

Tres horas después llegamos a las Bahamas, y al aterrizar, dos camionetas negras, nos esperan en la pista para llevarnos a todo el equipo al hotel.

Yo estoy exhausta, estoy levantada desde muy temprano, modelé y bailé todo el día, así que no tardo en caer completamente dormida, después una voz me despierta.

—Mila, ya llegamos al hotel. —Escucho a Henry hablarme.

Apenas puedo moverme, estoy muy a gusto en brazos de alguien. Abro levemente mis ojos, y veo que es Sebastian quien me abraza, la sensación es tan familiar, que cierro los ojos, me acurruco más contra su pecho y me abandono a la seguridad que me brindan sus brazos.

—Déjala dormir, ha sido un día muy largo para ella. Vayan a registrarse, ya que les den las habitaciones yo la despierto —sugiere Sebastian, al que escucho entre sueños, y creo que vuelvo a dormirme, porque cuando despierto, ya no estoy en el auto, ni en sus brazos.

Miro asustada a mi alrededor, e intento asimilar dónde estoy y cómo llegué aquí, miro dentro de las sábanas y me doy cuenta de que solo llevo puesta ropa interior.

Me incorporo alarmada, y veo que estoy en una habitación de hotel e intento de nuevo hacer memoria, necesito recordar qué pasó desde ese momento en que subí al auto en el aeropuerto, y después no supe más de mí.

—¡Buenos días! —dice una de las chicas del Staf, que sale del baño en bata y una toalla en la cabeza.

—¿Hola? —saludo confundida—. ¿Cómo llegué aquí? no recuerdo haber caminado hasta aquí.

—Te trajo el fotógrafo en brazos, parecía que estabas desmayada.

—¿Sebastian?

—Sí.

—¿Y quién me desvistió?

—Él.

—¡¿Qué?!

—Dijo que fueron novios, que él te conoce hasta desnuda —menciona alzando los hombros con indiferencia. Yo me sonrojo al instante.

—¿Qué horas son?

—Las 8 de la mañana.

—Ya es tarde, ¿por qué no me hablaste antes?

—Él fotógrafo dio la orden de que te dejara descansar.

—Yo vine a trabajar, no de vacaciones —alego, después me levanto y voy directo al baño a darme una ducha.

Cuando llego a la locación, una carpa con comida está dispuesta para todos. Yo voy directo a la barra a servirme un poco de fruta.

—Me alegra ver que te estás alimentado mejor —señala Sebastian al ver que me sirvo suficiente fruta, a la que le agrego un poco de yogur griego y granola, yo apenas lo miro y fuerzo una sarcástica sonrisa—. ¿Descansaste? —pregunta.

—Sí, y por cierto, gracias por llevarme a mi habitación, pero no tenías que desvestirme —increpo.

—¿Hubieras preferido que lo hiciera Marlon? —pregunta con evidente ironía.

—¿Por qué? ¿De verdad te importaría? —inquiero con mordacidad, él me mira confundido—. Pues sí, hubiera preferido que lo hiciera él —miento con toda la intención de lastimarlo.

Instantáneamente, su rostro se endurece y sus ojos se llenan de ira, traspasándome y provocándome escalofríos. Después deja el plato que llevaba en las manos y se va, dejándome sin respuesta.

Empezamos con la sesión y noto que Sebastian se encarga de mantener a Marlon lo más alejado de mí, hasta que Henry interviene y pide que las poses sean más íntimas.

Marlon no desaprovecha la ocasión y me toca cuánto quiere, haciéndome sentir incómoda; no quiero que ningún hombre que no sea Sebastian me toque. Así que imagino que es Sebastian quién está a mi lado, y mi mirada siempre está en él, quien hace un esfuerzo sobrehumano, para no quitarme a Marlon de encima.

Entonces me doy cuenta que no me será nada fácil sacarlo de mi corazón, si no puedo permitirle a otro entrar.

—Me gusta tu tatuaje —dice Marlon, acariciandolo.

Me tenso de inmediato y desvío mi mirada a Sebastian, quien me mira de forma suplicante. Sé que el que Marlon toque mi tatuaje, lo está matando, y recuerdo el día que me lo descubrió y me hizo prometerle que no dejaría que nadie más lo tocara, pero bueno, él también me prometió tantas cosas que no cumplió...

—¡Gracias! —agradezco con una sonrisa, mostrándome complacida por su caricia.  

—¿Hace mucho que te lo hiciste? —pregunta, sin dejar de tocarlo.

—Hace tres años —respondo sin apartarlo, en lugar de eso, dejo que Marlon siga acariciando mi cadera, mientras admira escrita en mi piel, el que fue mi mantra por muchos años, y al mismo tiempo, miro a Sebastian de forma desafiante.

Al final él prefiere desviar su mirada, y apremia a los chicos del staf para que terminen de armar la siguiente locación.

Cuando terminamos la sesión de fotos, la comida ya nos espera. Comemos todos juntos, y luego los chicos del staf se encargan de recoger todo el equipo.

Henry nos da la tarde libre, y yo no sé que puedo hacer sola en las Bahamas, así que me pongo mi bikini, y voy a la playa, saco un libro de mi bolso y me tumbo a tomar el sol.

Estoy leyendo o más bien finjo que lo hago, porque en realidad miro a Sebastian que está surfeando frente a mí, y veo que lo hace bastante bien, pero además estoy admirando su hermoso cuerpo. Es tan guapo, que siento que se humedecen las bragas con solo mirarlo.

Completamente embelesada, admiro su torso bien marcado, sus caderas estrechas y esa V bien definida que se pierde en su bañador y es imposible no percatarse de que bronceado, luce todavía más sexi de lo que es, pues hace resaltar sus hermosos ojos y los mechones dorados de su cabello.

Lo veo venir hacia mí, trago duro, e intento concentrarme en la lectura, claro sin lograrlo.

—¿De verdad te quedarás ahí toda la tarde, fingiendo que estás leyendo?

—¿Por qué crees que estoy fingiendo? —pregunto, mostrándome indignada.

—O es eso o tienes los ojos al revés al igual que el libro, me lo quita y lo gira. —Y me pongo de mil colores—. Anda, ven a surfear conmigo —dice ofreciéndome su mano.

—Yo no sé surfear.

—Yo te enseño —propone con una sexi sonrisa, de esas a las que me cuesta negarles algo.

—Gracias, pero no creo que sea conveniente —digo después de pensarlo con calma—, podría tener algún accidente y causarme hematomas, dudo mucho que al diseñador esté contento si eso sucede.

—Prometo que te cuidaré, y no permitiré que recibas ni un solo golpe. El mar está tranquilo, anda vamos. 

Yo sonrío genuinamente, y tomo su mano, la idea de que Sebastian me enseñe a Surfear me emociona desde la primera vez que lo vi hacerlo.

Sebastian me explica como remar mar adentro, como coger la ola y luego como ponerme de pie sobre la tabla. Por supuesto que no lo logro a la primera, y me caigo infinidad de veces, pero Sebastian siempre está a mi lado cuidando de mí, y como dijo, evitándome cualquier lesión. Incluso muchas veces él se interpone entre la tabla y yo para evitar que me golpeé, y al final es él, quien recibe cada golpe que iba dirigido a mí.

Me divierto tanto y río tan fuerte que por un momento me olvido de lo que nos separa. Cuando logro dominar las olas, emocionada doy unos cuantos saltos y luego corro a sus brazos.

—¡Lo hice! ¡Lo logré! —grito feliz, y él me recibe emocionado también, y me da vueltas mientras reímos como antes lo hacíamos.

Cuando me doy cuenta de que estamos tan juntos, miro sus ojos que ya me miran con desesperado anhelo, e inmediatamente siento las mariposas en mi estómago, las que sólo él consigue despertar y revive con más poder, haciendo enloquecer los latidos de mi corazón.

De pronto soy consciente de que estoy colgada de su cuello y de que Sebastian me abraza por la cintura. Lo suelto y él me suelta al sentir mi evasiva.

—¡Gracias! —musito—. Ya puedo decir que sé surfear —digo, quitándole importancia a lo que pasó unos segundos antes.

—Eres la surfista más linda que existe —dice acariciando mi mejilla y mirándome con fervor.

—Lo siento, tengo que irme —digo hipnotizada por sus ojos, y le estoy diciendo que tengo que irme, pero no puedo irme. Él solo me mira con tristeza—. Gracias de nuevo.

Me alejo de Sebastian haciendo un gran esfuerzo, como si un lazo invisible nos mantuviera unidos, y trato sin éxito de tirar de él, porque aunque me aleje de Sebastian, siempre habrá algo que me una a él.

Voy a mi habitación, necesito una ducha de agua fría en calidad de urgente, necesito enfriar todo lo que Sebastian me hace sentir.

Más tarde recibo una llamada de Marlon para invitarme a cenar, yo en realidad no quiero salir de la habitación, pero necesito sacar a Sebastian de mi cabeza y de mi vida, así que le digo que sí y me visto con el vestido blanco, que Olivia me sugirió que trajera, y que al parecer introdujeron en mi maleta cuando me fui al baño, junto con la lencería sexi que sugirió Sarah. Uso unas sandalias de plataforma, maquillaje muy ligero y el cabello suelto.

Estoy cenando con Marlon en la playa y nunca imaginé, que cuando me hizo la invitación, hubiera hecho planes para una cena romántica a la orilla del mar con flores, música, velas y antorchas.

No cabe duda que el hombre es todo un conquistador, pero en mi caso nada de eso funciona, por lo menos no con él, tal vez si fuera Sebastian...

La cena es una clara muestra de que quiere llevarme a la cama. De entrada nos sirven unas ostras, que no pruebo, camarones al ajíes de plato fuerte, los que apenas degusto, vino blanco para acompañar la cena, del que apenas bebo, al final pido agua, y de postre, nos sirven fresas con chocolate, acompañadas de Champagne, el que Marlon insiste que cate.

Estoy por beber, cuando nos vemos interrumpidos por Sebastian que se nos acerca tan rápidamente, como llevo la copa a mis labios. Lo que me hace creer que tiene rato espiándonos.

—Ella no debe tomar. —Le dice a Marlon, mientras me quita la copa de la mano.

—¿Acaso es menor de edad y tú eres su hermano mayor? —Lo desafía Marlon—. Además no estamos en USA, aquí la edad mínima son los 18. 

—Ya es mayor de edad, pero es mucho menor que tú, no deberías aprovecharte de una chiquilla —No puedo menos que reírme de lo que dice, ahora le parezco una chiquilla, pero cuando él me hacia el amor, no lo era.

—Así es, ya soy mayor de edad, aquí y en todo el mundo, y puedo tomar mis propias decisiones, y si quiero tomar lo voy hacer. —Lo miro desafiante, le quito la copa de su mano y la tomo entera de un solo trago, por supuesto me arrepiento al instante.

—Nos vamos —sentencia Sebastian, que me mira molesto, me agarra de la muñeca y jala de mí.

—No, no me iré contigo —refuto, soltándome bruscamente de su agarre.

—Mila, por favor. —Me ordena, pero veo ruego en su mirada.

—¡No! —niego con firmeza, no quiero que nadie más gobierne mi vida.

—Ya la oíste, así que vete y déjanos solos. —Le dice Marlon de forma engreída.

Sebastian me mira amenazante y yo evado su mirada. Al ver que no lo miro y que no tengo intenciones de irme con él, suspira derrotado, da la vuelta y se va.

Me siento mal por él, pero no estoy haciendo nada malo, además ya no somos pareja como para que espere que le sea fiel, aunque en realidad sí lo sea.

—¿Otra copa de Champagne? —ofrece Marlon, al tiempo que vuelve a llenar mi copa, evidenciando sus intenciones de emborracharme.

Sé que no debo tomar, que no es lo más sensato, pero estoy cansada de ser sensata, y si de verdad quiero olvidar a Sebastian, debo darme la oportunidad con alguien más, y creo que necesito relajarme, así que sin pensarlo mucho, me bebo completita la segunda copa de Champagne.

Marlon se levanta, se me acerca y me ofrece su mano.

—Ven, baila conmigo.

Miro su mano con desconfianza, pero al final me decido a tomar su mano, y él enseguida me envuelve en sus brazos y me pega contra su cuerpo, no me siento nada cómoda, pero intento dejarme llevar.

Apenas termina la primera pieza, Marlon intenta besarme, pero yo rehuyo sus labios, haciendo mi cabeza hacia atrás.

—¿Qué pasa? —pregunta consternado, creo nadie antes lo había rechazado.

—Discúlpame, Marlon, pero no me siento bien, creo que será mejor que me vaya a descansar —digo, mientras lo aparto con mis manos, después pongo distancia entre los dos, y él me mira con incredulidad, seguro que soy la primera que se le escapa viva.

Además, creo que el vino, ya circula burbujeante por mi sistema, porque me siento mareada, así que decido irme de ahí mientras todavía sea consiente de mis actos.

—Gracias por la cena estuvo deliciosa, ¡buenas noches! —me despido, y camino rápidamente hacia el hotel.

Camino junto a la piscina cuando siento que alguien me jala del brazo, me gira y me envuelve entre sus brazos.

—No creerás que dejaré irte así como así —advierte Marlon con mirada divertida—. Anda muñeca, acompáñame a mi habitación, te prometo que te haré gritar mi nombre.

—No, no iré contigo a ninguna parte, no sé ni por qué acepté cenar contigo —digo molesta, posando mis manos sobre su pecho, oponiendo resistencia para que no sé me acerque.

—¿A poco no me deseas? Tienes idea de las miles de mujeres que quisieran estar en tu lugar —presume con voz sugerente el muy arrogante.

—Pues búscate otra, porque a mí ni siquiera me gustas —aclaro removiéndome entre sus brazos—. Eres un vanidoso, un engreído, un idiota...

—Y soy terriblemente sexi —agrega a su larga lista de cualidades, el muy modesto, después intenta besarme de nuevo.

Yo vuelvo a rehuir su rostro, le doy un rodillazo en la entrepierna y lo lanzo a la alberca.

—No vuelvas tocarme nunca más, ¿me oíste?  —Le grito cuando sale a flote.

—¡¿Qué es lo que te pasa? ¿Acaso estás loca?! —inquiere embravecido, al tiempo que intenta salir de la alberca, yo me alzo de hombros, después sigo mi camino— ¡Maldita...! —Lo escucho maldecir a mi espalda, después entro al hotel y voy al elevador.

Cuando me voy acercando a mi habitación, pauso mis pasos al ver a Sebastian sentado al lado de la puerta, esperándome; realmente luce mortificado.

Al verme, suspira aliviado, se pone de pie y con premura, acorta la distancia entre los dos, después me sorprende abrazándome con todas sus fuerzas. Creo que nunca le había dado tanto gusto verme.

—¡Gracias, gracias, gracias! —repite con voz desesperada. Imagino que me agradece por no haberme ido con Marlon a su habitación.

Besa mi cabeza y yo levanto mi rostro para mirarlo. Él atrapa mi rostro con sus dos manos y me besa con desenfreno, como si su vida dependiera de ello y no puedo evitarlo más, ya no tengo las fuerzas para luchar contra el poderoso sentimiento que nos une. Yo también lo abrazo por la cintura y él se sorprende, es obvio que no se esperaba mi respuesta.

Me mira con angustia, mientras acaricia mi rostro con ambas manos y veo como una lágrima rueda por su mejilla, y me conmueve como nunca antes nadie lo había hecho.

—¡Mila, mi amor! —Me toma en brazos y me lleva a su habitación y yo no me resisto, al contrario, me aferro a su cuello.

Como puede y sin soltarme abre la puerta, y apenas entramos me pone en el suelo, me abraza por la cintura y por el cuello mientras se hunde de nuevo en mi boca.

Yo también lo abrazo con todas mis fuerzas. Lo deseo, lo deseo tanto que creo que no puedo estar ni un segundo más sin que me toque. No sé si sea el Champagne o las hormonas o que ya perdí la razón, pero quiero perderme en sus brazos, quiero que me haga el amor como si fuera la última vez. Tal vez, como dijo Sarah, después me será más fácil dejarlo ir.

¡Al diablo el maldito orgullo, por hoy puede esperar!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top