Capítulo 19
No supe ni a qué horas el cansancio me venció y me quedé dormida, pero es Sarah quien me despierta para avisarme que Mathew ya me espera en la sala.
Voy al baño a lavar mi cara para desperezarme y retocar mi maquillaje, pongo un poco de rímel en mis pestañas y gloss en mis labios, cepillo mi cabello y lo dejo suelto. Llevo un vestido negro con mangas tres cuartos, que me llega por arriba de las rodillas y unas zapatillas de tacón negras. Creo que con mi pulsera de dijes será suficiente, pero cuando miro mi muñeca recuerdo que ya no la llevo puesta; estaba tan acostumbrada a ella, que había olvidado que ya no la tenía. Voy a mi alhajero y elijo otra a juego con mi vestido.
Cuando salgo, encuentro a Sarah con mi amigo en la sala platicando.
—Hola Matt. —Él me recibe con un abrazo, después besa mi mejilla.
—Hola preciosa, te ves hermosa —expresa, admirándome con detalle, yo sonrío tímidamente—. ¿Ya estás lista?
—Sí, vamos.
—Sarah me estaba diciendo que irán a un club a bailar, ¿te gustaría que después de cenar las alcancemos? —Yo frunzo el ceño, porque en verdad no se me antoja.
—No sé, no creo, estoy muy cansada.
—Vamos Mila, iremos con los de la escuela de baile y nunca sales con nosotros —dice Sarah, intentando convencerme.
—Está bien, allá los alcanzamos —acepto de mala gana.
Vamos a cenar a un restaurant de comida japonesa, el favorito de Matt, una visita obligada siempre que viene a New York. Yo no tengo hambre pero intento comer lo más que puedo, al día siguiente también tengo ensayo con Jonathan y necesito recargar energía. Tampoco hablo mucho, no estoy de ánimos y me siento realmente aletargada.
Mathew me mira muy serio, sé que quiere preguntarme algo y no se anima, espero que no lo haga, porque me imagino de qué se trata. Sé que Olivia le contó de mi rompimiento con Sebastian, pero también sé que no le contó sobre mi bebé.
—Mila, ¿cómo te has sentido?
—Bien —respondo escuetamente, para que sepa que no quiero hablar, pero él no se rinde.
—Mila, sabes a qué me refiero, ¿cómo has estado ahora que no estás más con Sebastian?
—No sé Mathew, no sé que responderte. Me dolió mucho, pero no me tiraré a llorar, si él no me quiere más a su lado qué puedo hacer, lo único que me queda es seguir adelante.
—Me da gusto oírte hablar así, pero no es lo que veo.
—¿A qué te refieres?
—A que te ves mal, te ves agotada, muy desmejorada, estás muy delgada —Ahí está de nuevo el discurso de la semana. ¿También él me dirá lo mal que luzco? Sin poder evitarlo, entorno los ojos con fastidio—, se nota que la estás pasando muy mal. —Yo asiento agotada, Mathew siempre logra que le confíe todos mis secretos.
—Tienes razón, no estoy bien, a ti no puedo engañarte, pero estoy tratando de salir de mi apatía, estoy tratando de mantenerme lo más ocupada posible, y al menos ya no sigo encerrada en mi habitación solo durmiendo y llorando, ahora estoy bailando todo lo que puedo.
—Eso está bien siempre que lo hagas porque es lo que quieres, no solo para olvidarte de Sebastian.
—Cómo voy a olvidarlo, si todo el mundo se la pasa hablándome de él, incluso tú —inquiero con voz molesta—, tengo a su hermana y a su ex novia en el mismo salón de clase, haciéndome la vida imposible, y él pasándome por enfrente cada que le da la gana.
—Lo siento, lo único que quiero es que te desahogues, y que estés bien. Incluso si necesitas un clavo, sabes que yo te quiero.
—¿Un clavo?
—Sí, ya sabes, un clavo saca a otro clavo. —No puedo contenerme y suelto una fuerte carcajada, pero él no se ríe.
—Lo siento, no quería reírme. —Me pongo seria—. Matt, de verdad te lo agradezco, pero no sería justo para ti, yo no te amo. Además tú ni siquiera estás aquí, vives en Londres.
—Ese no es problema, yo me regreso a vivir a New York. Sabes que por ti haría lo que fuera. —Lo miro con incredulidad. ¿En serio? No puedo creer que estábamos hablando de mi rompimiento con Sebastian y ahora Matt hable de dejar sus estudios en Londres para venirse a New York, solo por tener una relación conmigo, lo que demuestra su gran amor por mí, ese que Sebastian ya no me tiene.
—Matt... yo... —titubeo, y respiro profundo antes de continuar—, no creo que sea justo que renuncies a tus sueños por alguien que no te corresponde y qué tal vez nunca pueda hacerlo.
—¿De verdad Mila, no me quieres ni un poco?
—Claro que te quiero, y no poco, mucho, pero solo como a un amigo.
—Mila... —Toma mis manos entre las suyas y yo me tenso.
—Yo te amo, sabes que lo hago desde el primer día que te vi, por favor dame una oportunidad.
—Matt, yo...
—Mila, no me respondas ahora, piénsalo ¿sí? —Yo asiento preocupada, no creo que pueda darle esa oportunidad, pero tampoco no puedo negarme a concederle «el pensarlo», aunque después no sepa cómo decirle que no puedo aceptarlo.
¡Diablos, en qué líos me meto!
Entramos al club donde mis compañeros de baile se reunieron y nos esperan, y no puedo creer lo que ven mis ojos. Para mí asombro y mi mala suerte, Sebastian esta ahí con Maddie y Theresa, una de cada lado.
Titubeo sobre mis pasos, no quiero entrar. Matt que entra detrás de mí, me mira confundido al ver que me detengo en seco, pero cuando ve a mi ex y compañía, asiente compresivo, a la vez que me mira con compasión.
Sebastian luce bastante serio, distraído, incluso diría que hasta molesto. Mira hacia todos lados fingiéndose interesado por el lugar, pero Theresa está prácticamente encima de él, coqueteándole y echándole miradas provocativas. Inevitablemente siento que explotaré como un volcán en ebullición. Estoy muerta de celos, pero no pienso demostrárselo a nadie. Pero además, me siento dolida, Theresa me ha agredido de muchas formas y no puedo creer que Sebastian esté con ella a pesar de todo lo que me ha hecho, a no ser, que haya sido por ella por lo que terminó conmigo.
—¿Quieres que nos vayamos? —pregunta mi amigo.
—No, no tenemos por qué irnos. Allá están mis amigos, vamos. —Me abrazo a él, y lo dirijo hacia el grupo sin mirar a Sebastian y a sus acompañantes, no quiero que se den cuenta de que ya me percaté de su presencia; lo miro disimuladamente y veo como nos mira incrédulo y molesto a la vez. Él siempre ha sabido que Matt quiere algo conmigo, así que de seguro está que explota por verme con él, así cómo yo lo estoy por verlo con Theresa.
—¡Mila, que bueno que vinieron! —grita Sarah realmente emocionada.
—Princesa, que gusto tenerte aquí, creo que es la primera vez que sales con el grupo de baile —dice Jason, mientras me carga en un gran abrazo. Saludo al resto de mis compañeros, obviando a Sebastian y a sus acompañantes, y ni siquiera los miro.
Nos hacen espacio a Matt y a mí en medio del grupo, obligándolos a recorrerse todavía más hacia la orilla para molestia de las odiosas.
Una mesera se acerca a preguntarnos que tomaremos y estoy por pedir solo agua, pero instintivamente miro a Sebastian, y él me dirige una mirada severa. Sé que no quiere que pida una bebida alcohólica, él siempre me aconsejó que evitara el alcohol y en realidad pensaba hacerlo. Al día siguiente tengo ensayo y lo menos que quiero es despertar con resaca, pero...
—¡Un Tequila, por favor! —Sí, tomaré solo por darme el gusto de contradecirlo, y disfruto mucho de ver cómo me mira mortificado.
—Bien Mila, es hora de que te pongas una buena borrachera. —Me incita Sarah, todos asienten, Mathew solo sonríe, y miro disimuladamente a Sebastian, él solo niega con la cabeza mostrando su desaprobación.
—Algún día de estos, pero hoy no puedo, solo tomaré un par de tequilas —comento, minimizando el hecho de que tomaré, la verdad es que Sebastian y yo sabemos muy bien, que son suficientes dos tequilas para que yo me emborrache enseguida—, mañana tengo ensayo con Jonathan. Créanme, necesito ponerme una buena borrachera más que a nadie aquí, pero hoy no será. —Vuelvo a mirar a Sebastian disimuladamente y él me mira atormentado.
Pasamos un rato muy a gusto entre pláticas y bromas, y sí, parece que el alcohol ya circula burbujeante por mis venas, porque me siento bastante ligera y divertida, pero a pesar de eso, trato con todas mis fuerzas de no mirar más a Sebastian, hasta que Olivia se me acerca y me habla al oído.
—¿Ya te diste cuenta quién está ahí? —dice señalando a su espalda.
—No, ¿quién? —pregunto, haciéndome la sorprendida.
—Sebastian.
—¿Ah sí?
—Sí. Yo que tú aprovecharía la ocasión y lo haría morir de celos con Matt.
—¿Tú crees?
—Yo lo haría.
—Pero yo ya no le importo.
—Por Dios Mila, claro que le importas. Hubieras visto la cara que hizo cuando te vio entrar abrazada de Mathew, estaba que echaba lumbre por los ojos.
—¿De verdad?
—Te lo juro —asegura.
—Pero si viene con esa odiosa, si de verdad me quisiera no andaría con ella después de todo lo que me ha hecho.
—Él llegó solo con Maddie, minutos después llegó Theresa y te juro que no pudo ocultar su desagrado, además se la ha pasado todo el tiempo ignorándola y cuando ella toma su mano, él se la arrebata —me informa Olivia con detalle y en realidad disfruto mucho de lo que dice.
—¿Acaso lo has estado vigilando? —Le pregunto con una sonrisa divertida.
—Bueno, sí —admite—, a mí tampoco me gusta verlo con esa arpía, cuando los dos saben que solo tiene ojos para ti —No se lo digo, pero en verdad agradezco todo lo que Olivia acaba de contarme—. Anda, vamos a bailar y trae a Mathew contigo —propone mi inocente amiga, la que ahora sé, no lo es tanto.
Sonrío maliciosamente, y ella me guiña un ojo. Me levanto y jalo a Matt de la mano.
—Anda, vamos a bailar que me muero por hacerlo. —Matt me sonríe más que feliz y se deja guiar por mí hasta la pista.
Todos mis compañeros nos siguen y veo por sobre el hombro de Matt que Theresa invita a bailar a Sebastian, pero él se niega rotundamente. Así que con una enorme sonrisa, me dejo llevar por el momento y por el lugar, que nos envuelve con su música electrónica y luces de colores que brillan incesantes, iluminando por segundos el lugar.
Bailo tratando de parecer feliz, aunque en el fondo siento que muero de tristeza porque ya no estoy más con mi amor, pero no se lo voy a demostrar a Sebastian. Él rompió mi corazón, y me lastimó, mucho, y no dejaré que nadie se entere del dolor que llevo dentro.
Estoy bailando sensualmente frente a Matt, muevo mis caderas al ritmo de la música, él posa sus manos en mi cintura y yo lo dejo, a la vez que le coqueteo con la mirada; a su espalda puedo ver a Sebastian que luce completamente furioso.
Está inclinado hacia el frente, recarga sus codos sobre sus rodillas, sus manos están entrelazadas y con sus pulgares sostiene su barbilla, veo su respiración agitada y me mira fijamente por entre sus rubias y pobladas pestañas.
Estoy distraída, disfrutando de ver cómo Sebastian está a punto de explotar, cuando de pronto, Matt me sorprende tomando mi rostro con sus dos manos y me planta un beso.
Tengo los ojos abiertos como platos, estoy confundida y por un segundo no sé qué hacer y lo dejo, lo que mi amigo aprovecha para profundizar el beso, y sé que Sebastian nos está viendo y aunque me agrada la idea de lastimarlo, en el fondo mi corazón le sigue siendo fiel a su amor. Además me siento mal por Matt, creo que sin querer le di señales que él mal interpretó y los remordimientos no me dejan seguir, así que me aparto.
—Perdóname Matt, pero esto no está bien. —Lo miro atormentada, y Matt me mira confundido.
No puedo sostenerle más la mirada, así que solo le susurro un «lo siento», después voy hacia la salida, pero antes de irme, miro hacia dónde está Sebastian. Él ahora está parado con sus manos en puños, mirando a Matt con evidente rabia; Maddie y Theresa lo detienen.
Matt viene detrás de mí y me detiene tomándome por el codo.
—Mila, espera, no te vayas así, tenemos que hablar —dice con voz firme, y yo lo miro mortificada.
—Perdóname Matt, no era mi intención provocarte.
—No, lo que intentabas era provocarlo a él, lo sé, no soy estúpido —acota con rencor en su voz, yo bajo la mirada avergonzada.
—Lo siento —musito.
—Mila, no lo sientas, yo sé que intentas darle celos y no me importa que me uses, quiero que lo hagas. Quiero que te des y me des la oportunidad de tratarme como un hombre, no solo como un amigo, y además le demuestres a ese imbécil que ya lo superaste.
—No Matt, no está bien, yo no quiero usarte, no podría.
—Sí puedes, Mila, solo déjate llevar —vocifera, y yo niego atormentada.
Matt vuelve a tomar mi rostro entre sus manos, se acerca a mí, me aprisiona con su cuerpo contra la pared, mientras nos debatimos en un duelo de miradas. Él me mira con deseo, yo lo miro mortificada. Después su vista va a mis labios, y siento mi corazón latir a toda prisa.
Tengo que poder, necesito hacerlo, necesito sacarte de mi sistema, Sebastian. —Intento convencerme en pensamientos.
Cierro los ojos en un acto de rendición, e inmediatamente Matt hunde su boca en la mía y la devora a placer. Y mi piel se estremece, sí, pero lo que siento con él no es igual como con Sebastian, la emoción es diferente, no hay mariposas haciendo fiesta en mi estómago, ni siento que me haga volar, lo único que siento es un enorme remordimiento que me carcome por dentro.
Cuando Matt se aparta, acaricia mi mejilla y me mira con ternura, en cambio mi mirada está llena de culpa.
Matt mira hacia un lado al notar la presencia de alguien, yo también volteo y encuentro a Sebastian quien me mira devastado, yo solo bajo mi mirada avergonzada.
Esta no soy yo, ni sé qué estoy haciendo.
Después veo que la mirada de Sebastian se vuelve de fuego, está llena de ira, su rostro se endurece, pone sus manos en puños, y resopla por la nariz.
Intuitivamente retrocedo dos pasos. Matt me mira atormentado, e intenta tomarme de la mano, pero de nuevo retrocedo.
—¡No vuelvas a tocarla! —Le grita Sebastian con voz rabiosa.
No puedo quedarme, no debo.
—Lo siento, Matt —susurro atormentada, y sin esperar respuesta camino a toda prisa hacia la puerta de salida.
Salgo corriendo de ahí, dejando mi bolso y mi celular en la mesa; no pienso regresar por ellos, confío en que Sarah me los lleve a casa.
Sin bolso no hay llaves, ni dinero, ni pase del metro, así que camino hasta el edificio de apartamentos; hacerlo me ayuda a pensar con calma, pero hacerlo en tacones lo convierte en todo un reto.
Sé que debí quedarme, afrontar las consecuencias de mis actos, debí hablar con Matt, incluso afrontar a Sebastian, pero no podía hacerlo, no podía quedarme.
Cuando llego al departamento, Mathew ya está ahí esperándome en la entrada del edificio, trae la ropa rota con manchas de sangre, y golpes en su cara; lo miro asustada.
—Matt ¿qué te pasó?
—Me peleé con tu ex —dice, confirmando lo que yo ya imaginaba que pasaría.
—¡¿Qué?! ¡¿Por qué?
—Por ti, por qué más si no.
—Perdóname, no debí irme, pero...
—No Mila, perdóname tú a mí. Yo no debí besarte, debí esperar a que tú decidieras aceptarme. —Yo bajo la mirada.
—Todavía lo amas, ¿cierto? —Yo asiento.
—¿Tú crees que algún día pueda deshacerme de este sentimiento? —Le pregunto, sintiendo que la desesperanza me inunda por dentro—. Porque te juro que lo he intentado, quisiera dejar de amarlo, poder olvidarlo, odiarlo de ser posible, pero no sé si algún día pueda lograrlo.
—Creo que soy el menos indicado para responderte. —Suspira pesadamente—. Tengo años amando a la misma chica, a pesar de que ella solo puede verme como a un amigo —señala con clara ironía, pero su voz suena triste e igual luce su mirada. Yo hago una mueca de dolor, después también suspiro con un dejo de nostalgia.
—Al parecer ninguno de los dos tiene suerte en el amor —puntualizo mirando al suelo, después vuelvo a suspirar, ahora resignada.
—Te equivocas, Sebastian sigue amándote. La verdad no entiendo por qué terminó contigo.
—Eso no es cierto. Ni siquiera entiendo por qué pelea contigo por mí.
—Me exigió que no volviera a tocarte, dijo que tú eres solo de él.
—¡¿Qué?! Él no tiene ningún derecho a hacer eso.
—Eso fue lo que le dije, y me dijo que te ama, que si te había alejado, era por tu bien.
Lo escucho atenta, analizando cada una de sus palabras. Quisiera entender cuál es ese bien al que se refiere, por qué repite una y otra vez que lo hizo por mí.
¿A qué estás jugando, Sebastian? —Le pregunto con el pensamiento.
—Quisiera invitarte a pasar pero no traigo llaves, dejé mi bolso en el bar.
—Sarah, ya está dentro. Después de la trifulca que se armó en el lugar, nos echaron a todos —me cuenta y yo abro amplio mis ojos, me siento completamente apenada por todo lo que provoqué—. Ella trae tu bolso y dijo que dejaría la puerta abierta.
—Vamos adentro, hay que ponerte hielo en ese golpe —digo ofreciéndole mi mano.
La mira antes de tomarla, y enseguida me arrepiento de habérsela ofrecido, pero no me retracto y espero a que la tome. Sonríe, después se levanta haciendo un gesto de dolor; evidenciando que el esfuerzo que hace al ponerse de pie, le causa mucho dolor.
—Tal vez sería bueno ir a un hospital a que te revisen.
—Estoy bien, solo son unos cuantos golpes.
Entramos al edificio, subimos por el ascensor, y mientras lo hacemos, Matt me observa fijamente, haciéndome sentir más nerviosa, así que solo miro hacia el tablero del elevador.
Entramos al apartamento, lo invito a sentarse en la sala, después voy al refrigerador, abro la nevera y saco un poco de hielo, lo pongo en una toalla y se lo entrego para que lo ponga sobre la mejilla.
—Mira no más cómo te dejó ese bárbaro —digo, analizando con cuidado cada una de las heridas de su rostro.
—Sebastian tampoco salió ileso, creo que mínimo le rompí la nariz —me cuenta con orgullo, e instantáneamente siento un hueco en el estómago y no puedo evitar que la angustia se note en mi rostro—. Tranquila, te aseguro que sobrevivirá
Suspiro apesadumbrada, después cierro mis ojos en un gesto de dolor.
—Espera, iré al baño por lo necesario, para limpiar y desinfectar esas heridas.
Voy al baño abro el botiquín, saco lo necesario y al cerrarlo, me enfrento a mi reflejo, que me mira atormentada. No puedo evitarlo, me siento tan miserable, todo esto es mi culpa. Ahora Sebastian está herido y no puedo evitar sentir una imperiosa necesidad por saber cómo está, pero no puedo llamarlo.
Cierro los ojos y bajo el rostro para no seguir lacerándome con mi acusadora mirada. De regreso a la sala, encuentro a Matt, limpiando su nariz con una toalla de papel porque está sangrando.
—Matt, estás sangrando. —Dejo en la mesa de centro lo que traigo en las manos—. Vamos, recuéstate, así dejará de sangrar—. Curiosamente le indico que haga, lo que alguna vez me dijo Sebastian a mí, a la vez que le coloco un cojín bajo su cabeza.
—Creo que al final él que salió con la nariz rota fui yo —admite Matt, con evidente dolor.
—No entiendo qué fue lo que pudo haber pasado para que llegaran a esto —menciono yendo a la cocina a lavarme las manos para curar sus heridas.
—En realidad, apenas saliste del lugar, Sebastian se me fue encima, diciéndome que no volviera a tocarte. —Regreso a su lado, preparo lo necesario para curarlo, mientras, Matt continúa contándome cómo sucedieron las cosas, y la verdad no sé si quiero escuchar— Yo le devolví el golpe y le dije que él no era nadie para prohibírmelo cuando él mismo había sido el que te había dejado, ahí fue cuando me dijo que seguía amándote y que tú eras suya.
—Lo siento Matt, debí quedarme a enfrentarlo —digo al tiempo que presiono la herida de su pómulo con un algodón humedecido con desinfectante. Él se sobresalta cuando lo hago.
—No creo que hubiera sido diferente, incluso creo que fue mejor así. Él estaba muy enojado, no razonaba, si te hubieras quedado tal vez también hubieras resultado herida. —Yo solo asiento, y me quedo imaginando la escena de su enfrentamiento, me atormenta pensar en los golpes que recibió Sebastian. Además, cada vez lo entiendo menos.
¿No me quiere cerca, pero tampoco quiere que nadie se me acerque...?
—Matt, creo que debe verte un médico —señalo, cuando veo que no deja de sangrarle la nariz.
—No te preocupes —dice poniéndose de pie—, iré yo solo, tú debes descansar.
—No, no puedo dejar que te vayas así. Te acompañaré al hospital, sólo iré por mi bolso —Me levanto, y estoy por dar un paso, pero antes de hacerlo, me detiene tomando mi mano.
—¿De verdad te importo? —pregunta con suplica en su mirada
—Matt, no puedes creer que no me importas —declaro mirándolo a los ojos.
—Sí pero solo como a un amigo ¿cierto?
—Matt... por favor, no volvamos con lo mismo —Le pido, y él asiente derrotado.
—Parece ser que ya no sangra —dice refiriéndose a su nariz—, será mejor que me vaya —Toma su saco del sofá, y señala hacia la puerta—. Pediré un taxi.
—Matt, por favor quédate. —Lo detengo y él me mira con una pequeña sonrisa y veo un pequeño brillo de emoción en sus ojos—. Si te vas, no estaré tranquila sabiéndote solo en tu apartamento —aclaro para que no se haga falsas ilusiones, él accede con un movimiento de cabeza—. Quédate en mi habitación, yo me quedaré en el sofá.
—Mila, yo puedo quedarme en el sofá. Tú debes descansar.
—No, tú estás herido, y yo ya he dormido antes en el sofá, así que ya estoy acostumbrada. Ven, acompáñame —Le digo tomándolo de la mano, y dirigiéndolo a mi habitación—. Solo sacaré mis cosas para no despertarte temprano.
—¿Temprano? Mañana es domingo.
—Debo ir a la compañía, estoy atrasada con los ensayos —explico y él de nuevo afirma con la cabeza, mientras observa con detalle mi habitación.
—La cama es grande, aquí cabemos los dos —propone con un gesto de picardía.
—Mm.. yo... yo no... —balbuceo sin poder evitar mi nerviosismo—, no creo que sea buena idea, podría lastimarte.
—Tranquila Mila, solo bromeaba.
Voy a la cómoda, saco mi pijama y mi ropa para el día siguiente, después voy a la puerta.
—Quisiera poder ofrecerte ropa para dormir, pero no creo que te quede la mía.
—Estoy bien, no te preocupes.
Asiento, después le digo adiós con la mano, él también lo hace, después cierro la puerta por fuera.
—¡Dios, qué día! —exclamo recargándome en la puerta.
Voy al baño a darme una larga ducha, al terminar me enredo una toalla bajo mis brazos. Estoy cepillando mi cabello frente al espejo, cuando de pronto la puerta se abre de par en par, instintivamente me sujeto la toalla. Es Matt, que solo trae puesto el pantalón. Me siento confundida, pues estoy segura de que aseguré la puerta.
—Lo siento, no sabía que estuviera ocupado, creí que ya dormías.
—No te preocupes, pasa —digo bajando la cabeza con timidez, desviando mi mirada de su torso desnudo, pero al tiempo que yo salgo, él entra, y sin querer chocamos.
—Lo siento, espero no haberte lastima... —Levanto mi vista, y de pronto Matt silencia mis palabras al reclamar mis labios con los suyos—. Matt... —ruego contra sus labios, pero él no se detiene, sigue con su asalto a mi boca, mientras con una de sus manos rodea mi cintura y me pega contra su cuerpo.
Pongo mis manos en su pecho para apartarlo, pero al tocar su piel desnuda, siento que me quema—. Por favor, Matt... —Vuelvo a suplicar, pero él sigue ignorando mis ruegos.
—Por favor, Mila, solo déjate llevar —ruega, durante unos cortos segundos en los que le da tregua a mis labios.
Déjate llevar, Mila —repito sus palabras en pensamientos—, tienes que hacerlo.
Después, sin dejar de besarme, me lleva a la habitación; ya dentro, asegura la puerta con una de sus manos.
—Matt..., esto no está bien... por favor, detente —pido entre sus ávidos besos, pero él parece no escuchar, y aunque intento apartarlo con mis manos, y no respondo a sus besos, tampoco me resisto a ellos.
Sin soltarme me deposita en la cama y me aprisiona con su peso, haciéndome sentir su virilidad presionando entre mis piernas.
—¡Basta Matt! ¡Detente! —grito llena de pánico, al ser consciente a lo que nos llevará esto, mientras me revuelvo debajo de él.
—Tranquila Mila, no haré nada que tú no quieras —dice apartándose unos centímetros mientras me mira con deseo. Yo lo miro aterrada, mientas siento mi corazón latir a toda prisa y respiro agitada.
—¡No quiero esto, ¿acaso no lo entiendes?! —grito enfurecida, a la vez que lo empujo con todas mis fuerzas.
Cuando me veo libre de su peso, salto de la cama y me cubro con la toalla, que prácticamente ya no me cubría, después abro la puerta.
—Será mejor que te vayas —acoto mostrándole la salida, mientras lo miro enfurecida.
—¿Qué es lo que pasa? —pregunta Sarah que aparece frente a mi puerta con un gesto de confusión, pero después de observar la escena, me sonríe en complicidad.
—Nada, Matt ya se iba —declaro con voz severa, y mirándolo con rencor.
—Mila, por favor perdóname. Nu... Nunca fue mi intención forzarte.
—¡¿Qué?! ¿De qué hablan? —pregunta mi amiga todavía más confundida.
—¡Solo vete, no quiero verte más! —vocifero sin dejar de apuntar a la puerta.
—Mila, por favor —Matt se me acerca e intenta tomar mi rostro entre sus manos.
—¡No te me acerques! —Le advierto con voz embravecida a la vez que retrocedo.
Sarah de pronto cae en la cuenta y también mira a Matt con ira.
—¿Cómo te atreves maldito bastardo? —Sarah intenta golpearlo, pero él retrocede.
—¡No!, dejen de pensar lo que no es, yo jamás lastimaría a Mila —alega mirando a Sarah, pero de pronto su mirada regresa a mí—. Preciosa, no puedes creer que yo pudiera hacerte mía, en contra de tu voluntad.
—Por favor Matt, solo vete. —Vuelvo a pedirle.
Su rostro se contrae en un gesto de dolor, pone sus manos en puños a la vez que cierra sus ojos con evidente frustración. Instintivamente Sarah se para frente a mí, intentando protegerme de Matt. Él recoge su camisa y sus zapatos, después va a la puerta, pero antes de salir, vuelve a hablarme.
—Mila, yo te amo, y sabes bien que jamás haría algo para dañarte... —Hace una pausa, yo ni siquiera lo miro—. Hermosa, sé por todo lo que has pasado, todo lo que te han lastimado... yo solo intentaba seducirte, intentaba que te dejaras llevar y te olvidarás de todo, que te olvidaras de él... y... —De nuevo hace una pausa, creo que busca las palabras correctas—, y tal vez no fue la mejor forma de hacerlo. Pero nunca, Mila, escúchame bien, nunca te forzaría a tener relaciones conmigo —Lo escucho y en el fondo le creo, pero no quiero volver a confiarme de ningún hombre, ni siquiera de Matt.
—Matt, espero de verdad que todo esto haya sido una confusión, pero sabes bien que Mila no está para este tipo de confusiones. Por ahora, creo que es mejor que te vayas —señala mi amiga con voz firme.
De reojo veo a Matt asentir resignado, después sale de la habitación y segundos después escucho que se abre la puerta del apartamento, y como poco después se cierra.
—Mila, ¿estás bien?
—Sí, estoy bien —digo, sentándome al pie de la cama.
—¿Qué fue lo que pasó? —pregunta mi amiga, sentándose a mi lado.
—La verdad ni yo misma lo sé. Todo fue tan rápido, una cosa llevo a la otra... —expongo con la mirada perdida, tratando de poner orden en mi cabeza.
—Mila, ¿estuviste apunto de acostarte con Matt y te arrepentiste?
—¡Nooo! Jamás me pasó por la cabeza hacerlo, es solo que... —De pronto caigo en la cuenta... Primero le coqueteé descaradamente mientras bailábamos y todo por darle celos a Sebastian, después accedí a sus besos antes de salir del club corriendo, luego le pido que se quede en mi habitación y por último no lo detuve cuando me besó en la puerta del baño y permití que me trajera a la habitación, además, aún me siento bajo la influencia del alcohol—. ¡Dios, todo es mi culpa, yo lo provoqué! —admito, cubriéndome el rostro con ambas manos, después me dejo caer en la cama.
—Mila, sabes que no debes culparte. Los hombres deben aceptar un no.
Mentalmente hago un recuento de lo sucedido con Matt.
—Creo que nunca le dije que no, solo le repetí una y otra vez, «Por favor Matt».
—Uy, creo que eso se puede mal interpretar —menciona Sarah mordiéndose el labio inferior y enarcando ambas cejas, exagerando el gesto de mortificación.
—Pobre Matt —exclamo repasando mis manos por mi rostro en un gesto de impotencia y arrepentimiento—. Creo que en el fondo no lo detuve porque en verdad quería dejarme llevar —confieso mirando al techo—. Yo solo quería sacar a Sebastian de mi cabeza, olvidarme de que posiblemente está herido... —Cierro los ojos y niego a la vez—. ¡Diablos, Sarah! No hago más que equivocarme una y otra vez. Y es que estoy tan enojada, tan molesta con todo y con todos... ¡Aarrrgh!
—Es normal, te han lastimado mucho. Te llevo tiempo confiar en Sebastián, y Matt lo sabía, debió intuir que ese «Por favor Matt», era una súplica de que parara, no de que siguiera.
—Se supone que ya lo había superado.
—El que lo hayas superado, no significa que le habrás las piernas al primero que te lleve a la cama, puede ser cierto que tú querías, pero es válido que te arrepientas, y al primer detente, Matt debió parar.
—Sí, pero es Matt, él nunca me habría lastimado. Él solo me pide una oportunidad, está dispuesto a todo por mí, incluso a renunciar a sus sueños y yo... yo veo monstruos donde no los hay.
—No, tampoco lo disculpes, Mila. Matt vino porque no podía desaprovechar la ocasión de saberte herida, para llevarte a la cama. Él sabía bien que por despecho, podrías habértele entregado fácilmente.
—¿Tú crees?
—Ay Mila, aunque intentes parecer dura, aún te falta malicia con los hombres.
—No, no puedo creerlo de Matt
—¿En verdad estarías dispuesta a aceptarlo? Porque si es así, ahorita mismo le llamo y le pido que regrese.
—¡Nooo!, yo no podría pedirle que deje todo por mí. ¡Dios, ¿en qué momento dejé que las cosa se salieran de control?! —exclamo, mientras golpeo mi frente con la palma de mi mano una y otra vez.
—Bueno, creo que es mejor que descanses, mañana pensarás las cosas con más calma.
Con mi vista perdida en el techo, muevo mi cabeza de forma afirmativa. Sarah, se pone de pie, y va a la puerta, pero antes de que salga, la detengo.
—Sarah...
—¿Sí?
—¿Lo viste? ¿Estaba herido? —pregunto al tiempo que me incorporo para verla a los ojos. Sarah se cruza de brazos y se recarga en el marco.
—¿Herido...? —menciona exagerando el gesto analítico, yo la miro mortificada—. Sí, su ego estaba bastante herido —se mofa, haciéndome reír—. Ahora, si te refieres a físicamente... Sí Mila, estaba muy herido —confiesa con voz seria, yo cierro los ojos con dolor—. Matt y él se dieron duro. A Marc y Jason les costó mucho trabajo separarlos, tuvo que intervenir la seguridad del lugar.
Cubro mi boca con mi mano para ahogar el sollozo que siento que quiere escapar desde el fondo de mi pecho, a la vez que parpadeo repetidamente para ahuyentar las lágrimas que siento que inundan mis ojos.
—Tranquila, sobrevivirá —añade, y yo asiento con firmeza, intentado convencerme de que así será.
Ensayo con Jonathan toda la mañana, pero estoy tan exhausta, que tengo que hacer varias pausas para descansar.
—Mila, ve a casa a que descansar, espero que mañana regreses con más fuerzas ahora que no regresarás a ese trabajo de tabernera. —Sonrío, por su exagerada expresión de mesera, no le digo que al día siguiente tengo las sesiones de fotos a las 6 de la mañana.
—Mila, necesito hablar contigo. —Nos interrumpe Peter, que se asoma por la puerta—. Cámbiate y te espero en mi oficina —dice antes de irse, y Jonathan también se va.
Me quito las zapatillas, me visto a toda prisa y voy a la dirección. Al llegar encuentro la puerta abierta y a Jonathan también ahí.
—Pasa por favor y toma asiento —dice, señalando una silla.
—Mila, Jonathan y yo estamos preocupados por ti. Estás bajando de peso, estás trabajando excesivamente y no creo que a ese ritmo soportes tanta carga. Tampoco has ido a tus citas con la Psicóloga y la nutrióloga.
—Lo sé, es que he estado trabajando, pero ya renuncié al restaurant.
—También de eso quería hablarte, si necesitas un empleo, yo puedo dártelo en American Ballet School, les darías clases a niñas pequeñas y el sueldo no sería mucho, pero el trabajo no sería tan agotador y puedo organizarte los horarios. Sé que te saliste de casa y...
—¿Cómo.. cómo sabe? —pregunto confundida.
—Tu madre estuvo aquí. Me exigió que te obligará a regresar a tu casa, pero no lo haré. Sé lo asfixiante que puede llegar a ser, y me enorgullece saber que quieres salir adelante por ti misma, pero quiero que sepas que no estás sola.
—Gracias, aprecio mucho su propuesta de trabajo, pero no es necesario.
—¿Mila, qué hay con el dinero que recibes por pertenecer a la compañía? Hubo un aumento en el último contrato, pero puedo solicitarle al consejo un aumento —Lo escucho atenta, pero no quiero contarle que mi madre me ha estado robando todo este tiempo.
—No, no es necesario.
—¿Entonces? —inquiere mirándome confundido, miro a Jonathan y él me mira igual.
Respiro profundo antes de responder —Ese dinero ya no existe.
—Mila, desde que perteneces a la compañía se te paga una considerable suma, sobre todo desde que eres bailarina principal. No puede ser posible que hayas despilfarrado todo ese dinero... —Bajo la mirada.
—Yo no he recibido ese dinero —confieso apenada.
—Ya veo —Peter y Jonathan intercambian miradas, luego ambos niegan con la cabeza.
—Mila, tu mamá tiene años cobrando ese dinero, se podría decir que tienes una pequeña fortuna...
—No, no tengo ninguna fortuna —declaro a la vez que niego con la cabeza—. Y sé que ya pagaron por esta temporada y que debo cumplir con mi contrato, por eso me gustaría que los próximos contratos se me paguen directamente a mí.
—Por supuesto, ese dinero es tuyo, tú te lo has ganado con tu esfuerzo y dedicación, lo justo es que seas tú quien lo reciba. Solo debes darle la información sobre tu cuenta al departamento de contabilidad.
—Ok, mañana a primera hora lo soluciono.
—Mila, tu peso, necesito hacer hincapié en tu peso —interviene Jonathan.
—Prometo poner más cuidado en él, mañana mismo veré a la nutrióloga y a la psicóloga.
—Bien, ahora ve a descansar, que te hace falta.
Voy a casa, y preparo Salmón a la plancha y lo acompaño con una pasta con vegetales. Sarah y yo comemos juntas, después voy a la cama y duermo cerca de doce horas.
Son las 5 de la mañana cuando me despierta el despertador, me duele todo y no quisiera levantarme, pero ya firmé un contrato, así que a trabajar. Voy a la ducha, me depilo toda, después me visto y dejo suelto mi cabello para que se seque solo, arreglo mi bolso con mis cosas del ballet y salgo de la casa.
Apenas está amaneciendo, cuando tomo un taxi para que me lleve al estudio donde se harán las sesiones de fotos. Al entrar me encuentro con mucha actividad. Grandes lámparas, y varios reflectores rodean el escenario, el que unos jóvenes se ocupan de organizar. El escenario está compuesto por una suntuosa recámara, lo que me hace pensar que las fotos serán un tanto íntimas, y los nervios empiezan a sentirse en mi estómago.
Cuando se percatan de mi presencia, me envían al camerino para que me maquillen y me peinen. Ahí me muestran las prendas que modelaré, y sonrojada veo que son muy bonitas y elegantes, pero también bastante reveladoras.
Ya lista me pongo el primer conjunto, y me cubro con una bata. Me siento bastante intimidada, nunca imaginé que habría tanta gente, pues cuando Sebastian me tomó las fotos éramos los dos, y él ya conocía mi cuerpo.
Salgo con la idea de terminar rápido con esto, voy al escenario y me encuentro con el fotógrafo.
—¿Tú? —preguntamos los dos al mismo tiempo.
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