Noche 36: Luz en el desierto - Parte 2
Ahora es el turno del Banlaine y Kiane, fufufu <3 Ya saben qué hacer.
***
Elaine miraba con los ojos redondos de asombro como su amado iba extrayendo una a una las dagas que atravesaban su cuerpo con una expresión ausente en el rostro y sangre manando como fuente de las heridas. Debía estar muerto. Ningún humano habría resistido un ataque así y, sin embargo, él seguía vivo. Sus heridas se cerraban como si un segundo antes no hubieran estado ahí, y ella no hacía más que temblar mientras contemplaba aquel prodigio. Luego una sonrisa fue formándose en su rostro, y lágrimas de gratitud acudieron a sus mejillas.
—Entonces, tú lo hiciste. Eres el ladrón que robó la fuente de la juventud, en el templo más sagrado de mi reino. Dime, ¿es ese el secreto que le dio poder a los Cuarenta Ladrones? ¿Tú, su líder... no puedes morir? —Él no respondió. En cambio, le dio la espalda lentamente, mirando al desierto como quien ve un mar con nubes de tormenta y, tras lo que pareció un tiempo demasiado largo, susurró su respuesta.
—Jamás creí que llegaría a comprobarlo. No es como que tratara de matarme antes, no habría tenido sentido. Sí, ningún sentido... —Una risa hueca dejó su pecho y, un instante después, soltó un grito lleno de frustración—. ¡Ningún sentido! ¡¿De qué ha servido todo esto?! ¡Fue para nada! —Ban cayó de rodillas al piso y golpeó la arena con sus puños—. ¿De qué sirvieron los tesoros? ¿De qué sirvieron las mentiras? ¿De qué sirvieron las batallas, si al final no hemos ganado nada? ¡Aaaaaaaahhh! —Habían perdido. La princesa Elaine asumió este hecho mientras su sonrisa se borraba y se soltaba a llorar quedamente a su lado.
—Ban, no sigas. Estoy segura de que Meliodas no te culpa de nada.
—No puedes saberlo. Nunca nadie lo sabrá, porque está muerto —No había forma de negar esa verdad—. Si solo no hubiera insistido en que Arthur pidiera el segundo deseo, si solo hubiera dejado que liberará a Merlín cuando pudo, ¡si solo hubiera dicho la verdad a tiempo! —El sonido de un golpe resonó en el desierto y, cuando su eco se detuvo, el ladrón legendario estaba en el piso, con la marca de la mano de su amada de un brillante color rojo sobre la mejilla. Le había dado una cachetada.
—No puedes ayudar a nadie a base de "hubieras" —dijo ella con un tono de autoridad que dejó helado al peliplateado—. No podremos rescatar a nadie con arrepentimientos. Me salvaste —dijo ella con el aura de una reina—. Y puedes hacer lo mismo por otros. —Más silencio. Luego ella lo envolvió en sus brazos, dejando que derramara lágrimas silenciosas en su pecho. No todo estaba perdido. Mirando las estrellas como pidiéndoles alguna señal que le dijera lo que debían hacer a continuación, la princesa trató de trazar un camino.
Su hermano. Tenía que encontrar a su hermano y a Diane, a cualquiera de los supervivientes en el desierto. Lo siguiente sería volver a su propio reino pero, ¿abandonarían al pueblo de Meliodas en manos de aquel tirano? No, debían vencerlo, debían derrocarlo y poner a alguien más en el trono. Esto le hizo plantearse una pregunta vital para lograrlo. ¿Dónde estaba Elizabeth? Si había sobrevivido, si estaba viva... La esperanza volvió a ella de golpe. Tenía que estarlo. Conociéndola lucharía, no se iría, no se rendiría. Y ella tampoco. Entonces tomó una decisión.
—Ban, mírame —El ojirojo levantó la mirada y, apenas ésta chocó con los ojos ambarinos de su princesa, su dolor lo abandonó por completo—. Aún no hemos perdido. Debemos luchar. Tenemos que rescatar a nuestros amigos. Tenemos que...
—Sí, tienes razón —susurró él con un atisbo de risa—. Esto no ha hecho más que empezar. —Su mirada había cambiado por completo. Todo arrepentimiento o duda se borró para dar una apariencia solemne a su rostro y, tras ponerse de pie, le sonrió de una forma que le arrebató el corazón—. Vengaré a mi amigo. No pienso detenerme hasta haber pagado todos mis pecados.
—Y no lo harás solo. Yo iré contigo.
—Pero, Elaine... —Sabía que aún tenía mucho que perder, le aterraba la idea de perderla. Sin embargo, al ver los ojos dorados de su dueña, supo que tratar de detenerla no serviría.
—Ya has muerto por mí una vez. No dejaré que vuelva a pasar. Por eso...
—¿Por eso...? —Acto seguido, la princesa desgarró a la mitad la túnica que llevaba, revelando su hermosa silueta desnuda.
—Debo asegurarme de que volverás a mí. Ban... quiero que tomes mi virginidad. Aquí. Ahora. —El silencio que siguió estaba cargado de sentimientos, y el príncipe de los bandidos quedó tan aturdido que no pudo ni respirar. Cuando por fin lo hizo, estaba completamente hechizado.
—¿Por qué? —preguntó sin aliento avanzando hacia ella. La pequeña rubia se ruborizó por completo y, tras una mirada fiera y decidida, le lanzó su respuesta.
—Porque creo que esta noche soy fértil. Y quiero tener a tu hijo —El silencio continuó, pero antes de que él aceptara o se negara, la rubia siguió—. Estoy segura de que, si somos dos esperándote, tú sin duda alguna volverás. —Otro largo silencio, una sonrisa seguida de lágrimas, y entonces Ban la abrazó de nuevo con todo el amor que sentía por ella.
—Eso no es todo, majestad —susurró con una voz súbitamente sensual—. Si te dejo embarazada, habrá un heredero para tu reino. Habrá quien te acompañe y proteja aunque yo muera.
—¡Ban, no digas eso! Yo... —Él la silenció con un beso profundo, y Elaine sintió cómo su sangre se calentaba poco a poco. Sus manos comenzaron a acariciar la curva de su trasero, y fue presionando contra su cuerpo hasta que ella sintió su cálido bulto contra su vientre—. Ban...
—Mentira, no puedo morir. Además, ¿crees que me dejaría matar de saber que estarías sola con mi hijo? —Volvió a besarla con intensidad, y esta vez su mano subió hasta su pecho—. Elaine, gracias por salvarme. Volveré a ti siempre, lo juro —Fue el turno de ella para llorar. Su llanto se mezcló con gemidos conforme los hábiles dedos del bandido tocaban los puntos más sensibles de su cuerpo—. No sé si tenga suerte como para ser bendecido con un hijo a la primera pero, solo por tenerte esta noche, prometo que volveré y me casaré contigo.
—Mi amor... —Sus manos ya habían recorrido todo su cuerpo, sus sentidos habían sido tomados por completo.
—Elaine. Te deseo tanto... —Un fuerte gemido abandonó los labios de la rubia al sentir como introducía uno de aquellos invasores en ella, que se arqueó dejándose caer en la arena—. No te contengas, déjame escucharte —La velocidad con la que frotaba su cálida humedad fue aumentando mientras mientras besaba su pecho y se restregaba en él. Ruidos eróticos salían de la boca de la princesa, que correspondió acariciándolo y enterrando las uñas en su espalda—. Quiero que tu voz sea lo último que escuche, quiero que tu piel sea el último sabor en mi boca, y tu cara será el último recuerdo antes de que deje este mundo. —Ella lo miró con una expresión enojada, y apretó su virilidad con firmeza.
—Eso será en cien años. No hago esto por miedo a la muerte, ¡lo hago por nuestro mañana juntos!
—¡Elaine! —Ambos rebasaron el límite del deseo. Él comenzó un camino de besos desde la base de su cuello hasta el vértice de sus piernas, buscando beber de su fuente virginal. Al poner su lengua sobre ella, la princesa llegó al primer orgasmo de la noche. Pero fue solo el comienzo. Jadeos, gemidos y gritos, los amantes siguieron devorando al otro hasta que sintieron que estaban listos. El momento había llegado.
—Por favor, Ban. ¡Te quiero dentro de mi! —Había tomado posición. Estaba preparada. Con una sonrisa triunfante, el albino besó sus labios antes de cumplir su promesa.
—Sí, majestad. —Entonces introdujo lentamente su longitud, haciendo que ambos gritaran de placer y dicha. Vino el movimiento, la primera embestida, y fue como si el resto del mundo no existiera. Cada golpe de cadera fue dilatando su estrechez mientras ella convulsionaba con todo lo que sentía.
—Ban. Más despacio, estás demasiado grande. ¡Aaaaah!
—Lo siento querida, yo... No puedo, ¡ya no puedo parar! —Un delgado hilo de sangre corría entre las piernas de la rubia pero, pese al dolor, Elaine descubrió que tampoco podía detenerse—. ¡Aaahhh! Estás muy estrecha. Amor, tienes que relajarte. Solo así podrás tenerme por completo.
Por respuesta, ella inhaló profundamente y exhaló con lentitud. El resultado fue inmediato. Él pudo llegar aún más profundamente y, en cuanto las contracciones se sincronizaron, ninguno paró hasta llegar al borde del amor y la locura. El calor de sus entrañas fue como si estuvieran a punto de fundirse en uno solo, sus almas se habían conectado, y ya no supieron donde comenzaba uno y terminaba el otro. Se hicieron uno con las estrellas y la arena a su alrededor, con la noche y la luna en el cielo. Cuando ambos alcanzaron la liberación, tuvieron la seguridad de que serían recompensados con un hijo. Ban salió lentamente de su interior, y contempló cómo su semilla se derramaba por su abertura.
—Ban, gracias. —El bandido abrazó a su mujer con delicadeza, y la cubrió con su túnica para protegerla del frío. Los dos tenían los ojos brillantes y decididos, ahora solo faltaba ponerse en camino. Entonces una brillante luz azul inundó el desierto, dándoles la señal que necesitaban.
*
—Diane, por favor...
—¡No! No pienso abandonarlos. Están en algún lugar, lo sé. Necesitan mi ayuda —King la tomó de la mano mientras le dedicaba una mirada llena de tristeza y, al verlo, Diane no pudo contenerse más. Comenzó a llorar. El llanto la alcanzó con una sensación de ahogamiento, y ya no pudo seguir negando lo que ambos habían visto—. Sé lo que parece, pero... no puede ser. Es imposible que él esté muerto.
—Lo está —dijo el castaño con firmeza—. Por favor, Diane, no quiero perderte también, ¡no puedo! —Lágrimas comenzaron a fluir por los ojos de Arlequín, quien inhaló profundamente intentando contenerlas. No todo estaba perdido. Después de haber caído en el desierto, el joven sultán pudo ubicarse perfectamente por las estrellas. Estaban cerca de la frontera. Ahora solo quedaba marcharse de aquel sitio, pero Diane seguía sin querer que se movieran—. Escúchame. Debo llevarte a mi reino. Lo más importante para mí es protegerte, después vendré a...
—¡Que no! No pienso dejarte solo, ¡y no pienses en abandonarme! —Al darse cuenta de cuál era el problema, él también pudo calmarse. Ella lo sabía. No era que creyera que estaba abandonando a sus amigos, era que se había dado cuenta de sus verdaderas intenciones. Una vez que la dejara en su reino, regresaría para recuperarlos y lanzarse a la guerra sin ella. No estaba dispuesta a soportarlo—. ¿No te das cuenta? Yo tampoco quiero perderte. King, te amo. —El sultán la abrazó mientras sentía como su rabia perdía fuerza y, por unos segundos, ambos encontraron paz en el otro. Luego él la separó suavemente, y acunó su mejilla en la mano.
—No me perderás. ¿Crees que moriría sin casarme contigo primero?
—King...
—No se trata solo de venganza. Si dejamos que Estarossa siga gobernando, no solo pondremos en peligro a la gente de este reino. Tarde o temprano irá a atacarnos. Debo ponerte en un lugar seguro, y después, debo ir por los supervivientes y aliados que pueda. Esto es lo más importante de todo, porque... Diane, tengo el presentimiento de que Elizabeth sigue viva.
—¡¿Elizabeth?! Oh, por las diosas...
—El último miembro de la familia real que queda. Sé que, si la tenemos, se nos unirán quienes le hayan sido fieles a Meliodas.
—¡Qué felicidad! —dijo la castaña esperanzada—. Ruego que así sea. Pero King, ella no tiene sangre real, y no alcanzó a casarse con el sultán así que, ¿a qué te refieres con "miembro de la familia"? —Arlequín se ruborizó ante esa pregunta, inseguro de si decirle a su novia lo que había presentido en la albina. Aquella luz pulsante en su interior. Decidió no ir demasiado lejos con sus esperanzas y, tras recuperar la seriedad, siguió explicando el resto de su estrategia.
—Eso no importa. Tengo que reagrupar al séptimo ejército y a la guardia de la frontera, estoy seguro que desearán venganza. En cuanto a los hombres de Ban...
—¡Es cierto! ¡Los Cuarenta Ladrones también querrán vengarse! —La chica de coletas sonrió y un brillo feroz se instaló en sus ojos.
—¿Lo ves? No planeo morir. Solo quiero hacer lo correcto para todos y protegerlos, eso es lo que hace un rey. Estoy seguro de que Meliodas estaría de acuerdo. —Al verlo con ese porte tan majestuoso, Diane se ruborizó por completo. Por algo él lo había elegido como miembro de los Siete Pecados Capitales a pesar de ser extranjero. Su corazón se llenó de amor por él y, pese a que aún estaba triste, decidió ser valiente y apoyar a su futuro esposo.
—De acuerdo King, te obedeceré con una condición: después de ayudarte en tu reino y poner a Eli a salvo, me dejarás volver para pelear a tu lado.
—¡No pienso permitirlo! Diane, eres todo cuanto tengo, no dejaré que... —No pudo terminar de hablar, porque la castaña le aplicó una llave que lo dejó sin aire y tirado en el piso.
—¡Deja ya de subestimarme! No soy solo una mujer, ¡soy parte de los Siete Pecados Capitales!
—¡Pero...! —No pudo seguir hablando, porque la ojimorada comenzó a pelear con toda su fuerza, y lo estaba acorralando muy rápido. El sultán Arlequín llevaba toda su vida entrenando para la guerra y, al ver que estaba siendo derrotado, no pudo evitar asombrarse. En serio Diane era muy fuerte. Para honrarla, él también comenzó a pelear en serio, y pronto terminaron en el piso tratando de dominar al otro. Rodaron sobre la arena cayendo hasta el fondo de una duna y, como King quedó arriba, logró sujetarla de los hombros e impedir que se moviera—. ¡Basta! —El silencio solo se vio interrumpido por las respiraciones agitadas de los dos. Entonces vieron la posición en que estaban, y el ambiente cambió rápidamente.
—King... —dijo ella tomando su mano para colocarla sobre uno de sus pechos—. King... —Sin poder resistirse, él comenzó a apretar suavemente. Tras un par de sonoros gemidos, la bailarina tomó su otra mano para presionar contra su piel suave y cremosa—. King, por favor... —Él comenzó a masajear de forma más agresiva y, un segundo después, ambos jadeaban con fuerza. Diane comenzó un vaivén de caderas buscando fricción con el abultado miembro de su pareja y, tras hallar posición, ambos comenzaron el encuentro que necesitaban desesperadamente.
—¡Diane! —Eran como un par de serpientes acoplándose, como un par de lienzos en el aire. Por más que tocaban no era suficiente y, entre el amor y la violencia, ambos acabaron desnudándose. Besar, morder, arañar y volver a besar, aquello era una lucha de voluntades donde el ganador obtendría del otro lo que quisiera. Y ella estaba ganando.
—¡No puedo más! —Usando toda la fuerza de sus piernas, la castaña logró cambiar posiciones y quedar arriba. Antes de que el otro pudiera detenerla, se empaló hasta el fondo en su miembro y comenzó a montarlo—. Aaaah. ¡Aaaaah! —Arlequín no podía evitar obedecer, no podía evitar corresponderle. Subía la cadera mientras ella la bajaba y, en medio de aquella pasión, él se dio cuenta de que la necesitaba. Solo juntos podrían vencer en la guerra que se venía. Cuando finalmente aceptó su derrota, ambos llegaron al orgasmo. Ella volvió a llorar al sentir como su semilla la llenaba, y en cuanto recuperó el aliento, se inclinó para besarlo dulcemente en la boca—. Juntos. Siempre.
—Sí. —Aceptó él, y tras besarla de vuelta, una brillante luz azul inundó el desierto deslumbrándolos.
***
E insisto, ¿qué será esa luz misteriosa? *w* Tendremos que esperar hasta el próximo domingo para saberlo pero, mientras esperamos, ¿que les parece un secreto más de esta historia? ¿Sabían que esta fue la primera obra cuyos derechos de autor registré en Safe Creative? *w* Igual y nunca pueda adaptarlo a obra original pero XD no sobra este consejo: cocoamigos, si se han tomado el esfuerzo de terminar de escribir un libro, ¡no duden en registrarlo! <3 Más allá de si hacen negocio con él o no, es un tesoro que registra una parte de sus vidas y que podría hacerles pasar buenos momentos en el futuro a ustedes o a sus personas queridas. O quién sabe, tal vez algún día lo editen para que surja la gran obra que querían ^u^ Un árbol, un hijo, un libro, ¡hay que crear al menos uno en la vida! XD
Muchas gracias por seguir aquí, nos vemos la próxima semana para más y, de nuevo, gracias por haberse preocupado por mí y tenerme paciencia. Bye Bye!
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