Noche 32: Alianzas destinadas

Hola a todos, aquí Coco, en esta serena tarde de domingo, feliz de haber podido traerles una nueva actualización de esta historia tan querida UwU No les voy a mentir, estoy un poco triste de que no vaya a participar en los Wattys 2021, pero no pierdo la esperanza de poder participar en los del próximo año, y seguir con esta recuperación lenta pero segura de este perfil dedicado por completo al amor melizabeth. Muchas gracias a todos esos fieles y perseverantes cocoamigos, y espero les guste mucho el capítulo de hoy ^w^

Posdata: hoy también hay nuevo cap de El Bibliotecario y Seven Deadly Seas of Love, no se lo vayan a perder <3 

***

El joven visir estaba sentado frente a su escritorio, revisando los reportes de daños que la batalla contra Estarossa había provocado. Eran demasiados, y no sólo en lo material. La lista de muertes era dolorosamente larga y, a pesar de haber sido el ejecutor del reino por años, le horrorizó la cantidad de inocentes que habían tenido que pagar por los deseos ambiciosos de su hermano. La crueldad siempre se le había dado de forma natural desde que eran niños. Su astucia, frialdad y deseos de probarse a sí mismo eran lo que lo habían vuelto un gran guerrero. Sin embargo... jamás creyó que todas aquellas características se convertirían en maldad, ni que las usaría para traicionar su propia familia.

Una punzada de dolor le atravesó el vientre, y Zeldris no pudo evitar recordar cómo se hizo esa herida: aún veía la espada del peliplateado atravesándolo mientras retorcía la empuñadura sonriendo diabólicamente. Por suerte Meliodas había ido a rescatarlo, y el recuerdo de la fuerza con que lo abrazó mientras se desangraba lo conmovió de nuevo. Ellos no eran como Estarossa. La crueldad era algo que habían tenido que aprender de su padre, y ahora, todo aquello se estaba borrando para dar espacio a otra cosa. Su hermano mayor había cambiado, y él también. Ambos habían sido rescatados, y ya no volverían a esa época oscura donde no les importaba nada más que provocar terror, solo que... era una lástima que su otro hermano no hubiera podido recibir esa misma salvación. Justo en ese momento, la persona que se la había dado apareció en el umbral de la puerta, con una cara llena de preocupación.

—¡Amo Zeldris! ¿Qué hace aquí? Debería seguir descansando. —La rubia que él adoraba se le acercó con el ceño fruncido y los labios apretados en un puchero.

—Lo siento Gelda, pero simplemente no podía estar tranquilo. Es solo... —El ceño de la joven se alisó de inmediato, y sus labios temblaron un segundo antes de correr a depositar un beso sobre la frente del pelinegro. Ella entendía perfectamente lo que había en su corazón, y no podía reprocharle la necesidad de ponerse de pie y hacer algo. Asintió con una mirada triste mientras lo rodeaba con sus brazos y lo apretaba con suavidad.

—Lo sé mi señor. ¿Cómo está el sultán? —Los ojos del visir brillaron mientras ponía una expresión entre la ironía, el desconcierto y la felicidad.

—Ella lo ha sanado. En este momento descansan juntos en sus aposentos —No hubo necesidad de que explicara a quién se refería. El ojiverde simplemente soltó un suspiro de resignación mientras acariciaba los brazos sobre su cuello—. No sé qué pensar. Al parecer, justo ahora, esa mujer es la salvadora del reino, y la única esperanza de un futuro para mi hermano. Puede que estemos perdidos.

—Se equivoca mi señor. Estamos salvados —respondió la joven mientras lo apretaba un poco más—. Confío en ella, Elizabeth es muy fuerte. Y su hermano también. Si están juntos, lograrán superar lo que sea. —El moreno intentó tragar el nudo que tenía en la garganta, y asintió mientras pensaba que, en realidad, él se sentía exactamente igual respecto a Gelda. En ese momento se escucharon unos golpes en la puerta, seguidos de la voz de sus sirvientes más leales.

—Mi señor Zeldris. —Chandler y Cusack entraron con paso marcial para colocarse ante él y hacerle una profunda reverencia; aunque ambos estaban malheridos, lo hicieron con dignidad y fuerza, y el visir sonrió al comprobar de dónde venía la educación que lo había hecho levantarse.

—¿Qué hace aquí alteza? Debería estar descansando. —dijo el de pelo magenta mientras lanzaba una significativa mirada a la sirvienta, que de inmediato bajó los ojos, aunque mantuvo la sonrisa.

—Eso mismo le dije yo señor, pero me temo que nuestro amo es...

—Terco. Temerario, y obsesionado con el cumplimiento del deber —terminó Chandler con el ceño fruncido. Luego, inhaló con fuerza hasta llenar su pecho y le regaló una sonrisa llena de orgullo—. Igual que su hermano mayor. Muy bien hecho su excelencia —Una sensación cálida se extendió por la habitación, pero apenas había pasado, el obeso anciano tosió para aclararse la garganta y seguir hablando—. Siendo así, necesitamos hablar algunos asuntos con usted. Comenzaré por el más urgente: hay vacíos de poder en nuestro ejército.

—Y eso es extremadamente riesgoso —Cusack se mesó el bigote, nervioso, y exhaló con cansancio antes de continuar—. Si no lo resolvemos pronto, nos veremos vulnerables a otro ataque.

—Sean más específicos por favor. ¿En qué condiciones está realmente el ejército?

—Además de la larga lista de tenientes y soldados que perdimos... bueno, no hay otra forma de ponerlo. Majestad, la verdad es que la orden de los Diez Mandamientos ha sido aniquilada.

—¡¿Qué?! —Zeldris se levantó de un salto de su asiento, y tuvo que sentarse de inmediato doblado del dolor.

—¡Amo!

—Estoy bien Gelda —El pelinegro le sonrió tranquilizadoramente a la escribana y volvió a encarar a Cusack con una expresión solemne—. ¿Quieres decir que todos murieron en la batalla?

—No exactamente mi señor —apuntó Chandler—. Grayroad y Fraudrin sí, pero esos no eran más que sucios traidores confabulados con Estarossa. Galand murió en el cumplimiento del deber, hasta donde sabemos, y no creo que se haya enterado de la conspiración. Gloxinia y Drole quedaron tan mal heridos que no podrán pelear más, y volverán mañana a sus respectivos reinos con las delegaciones extranjeras.

—En cuanto a Monspeet y Derieri, han renunciado voluntariamente para convertirse en la guardia personal de la reina.

—¡¿La rei...?! —Zeldris abrió los ojos, asombrado de que aquellos dos se hubieran referido a Elizabeth de esa forma. Luego una enorme sonrisa se extendió por su cara.

—¡Hm! Bueno, en teoría aún no es la reina —refunfuño Chandler—. Deben casarse primero. Por ahora llamémosle la "guardia del harem". —El pelinegro sabía que eso solo era nominal y, tratando de recuperar la seriedad de unos momentos antes, inhaló lentamente antes de continuar.

—No podemos quedarnos así... —El visir se pasó la mano por los cabellos, frustrado por el dilema frente a él—. Debemos reorganizarnos, encontrar a la gente adecuada y...

—Eso no será necesario hermanito. Ya tengo a las personas apropiadas para eso. —Todos los presentes se enderezaron de golpe, y Zeldris saltó de la silla nuevamente. Meliodas venía inmaculado, con un sencillo traje blanco y su hermosa peliplateada tomada del brazo.

—Majestad. —Todos sus siervos se inclinaron ante él, y Zeldris sencillamente no pudo contenerse. Tan rápido como se lo permitía su herida, corrió a su encuentro para abrazarlo con brevedad.

—Me alegra ver que estás bien. —El rubio lo miró un momento con ojos brillantes, y luego le sonrió devolviéndole el brazo.

—Deja que Elizabeth te atienda, Zel.

—Eso lo haremos luego. ¿Qué decías sobre la ayuda que necesitamos?

—¡Ah, sí! —El rey intercambió una mirada cómplice con su futura reina, y luego les reveló la decisión que había tomado—. Se acabó la clandestinidad. El reino los necesita más que nunca, así que llegó la hora de hacer a los Siete Pecados Capitales una orden legítima.

*

—Todo cuanto les he contado, desafortunadamente, es cierto. ¿Hay algo más que quieran preguntarme? —Estarossa tenía una larga lista de personas que odiaba pero, por fortuna para él, entre esas aún había un par que le serían útiles para sus planes de venganza. Ante él estaban Dreifus, líder del ejército fronterizo del reino, y Hendrickson, sacerdote principal de la aliada tribu de Ishtar, a quienes les había contado lo ocurrido en la batalla del palacio, manipulándolos con sus verdades torcidas para convencerlos de unirse contra el demoníaco y perverso sultán Meliodas.

—¿Dices que mi hijo Griamor y mi sobrino Gilthunder murieron en combate? No lo puedo creer... —El hombre castaño tenía ojos acuosos y puños apretados, y su amigo apenas podía contenerlo sujetando su hombro con fuerza.

—Con toda seguridad. Ambos estaban en la guardia norte, ¿no? Debieron estar ahí cuando mi hermano enloqueció y comenzó la masacre, eran los que estaban más cerca de esa ala del castillo. Sus mercenarios arrasaron con todo, y todos los que se opusieron a él están muertos. —El silencio entre los tres se alargó con el peso de aquellas terribles noticias, hasta que el ojiazul vestido con una toga lo rompió para indagar la otra tragedia que acababa de escuchar.

—¿Y dices que tiene cautivas a varias mujeres sagradas de mi pueblo? ¿Estás seguro de eso? —dijo el sacerdote con una expresión de asco en el rostro.

—Por sus poderes, estoy muy seguro de que todas descienden de las diosas. Su sangre es auténtica... y él las tiene como simples rameras a su servicio. Eso rompe por completo el pacto de paz con su pueblo, lo siento mucho —Ambos guerreros estaban furiosos ante tanta injusticia. Al vil traidor le tomó solo un segundo más darse cuenta de que ya había cumplido su objetivo. Para ratificarlo, terminó aquel discurso de mentiras con una declaración urgente—. Me temo que, si no lo detenemos ahora, todas esas aberraciones serán solo el comienzo. ¿Qué dicen? ¿Están conmigo? —La respuesta no esperó ni un segundo más.

—De acuerdo —dijeron ambos a un tiempo—. Te ayudaremos a derrotarlo.

*

—A partir de este día, yo te nombro caballero sacro, y nuevo capitán de la guardia del norte. Espero que sirvas al reino con honor y lealtad. —Muchos días y noches habían pasado desde la sangrienta batalla del palacio y, por fin, aquel día volvía la felicidad al reino. Frente a Meliodas estaba un muchacho pelirosa y de ojos azules que había combatido heroicamente a su lado contra Estarossa, recibiendo lo que merecía por su valor, y rompiendo con esto todas las antiguas tradiciones que antes lo habían prohibido. Gilthunder había servido por mucho tiempo al ejército, pero jamás había sido ascendido debido a la sangre de Ishtar que corría en sus venas. Ahora, el sultán finalmente estaba corrigiendo esa y muchas otras injusticias, pues una nueva era había llegado para ese joven y para todos aquellos que anhelaban cambios en el reino.

—Gracias, majestad. Le juro que no le fallaré.

—Sé que no, pequeño Gil. Estoy seguro de que harás un estupendo trabajo. Es una pena que tú padre no esté aquí. Sé que se sentiría muy orgulloso. —El nuevo caballero le sonrió a su rey, y lo saludó antes de darle el lugar al siguiente guerrero, un joven moreno y corpulento de mirada amable.

—Griamor, yo te nombro... —Así había estado toda la tarde. Con la pérdida de tantas vidas en aquella batalla, el sultán sabía que necesitaba la mayor cantidad de amigos que pudiera, personas que, de hecho, ya estaban ahí. Era su oportunidad de hacer definitivamente las paces con los representantes del pueblo, con sus aliados, con todas las personas que quería y a las cuáles no había podido demostrárselo. No más miedo, ni tristeza, ni ira. A partir de ese momento, confiaría en la fuerza de todos para ayudarlo a hacer el reino un mejor lugar.

Cuando terminó de asignar todos los mandos medios, ante él se formaron aquellos que serían sus líderes más fuertes y leales: Ban, Escanor, Merlín, Gowther, Diane y Arlequín. Ellos miraban al frente con una sonrisa en sus rostros, esperando el momento en que las diferencias entre reinos y pueblos desaparecerían con una sola orden. Mientras el sirviente traía las insignias de oro que designarían sus rangos, Meliodas se inclinó ante la fila que formaban y les susurró unas palabras que solo ellos pudieron oír.

—No tienen idea de lo importantes que son para mí, chicos. Y ahora también serán importantes para el reino —Siete insignias con los símbolos de diferentes animales resplandecieron en la caja labrada, y el rubio fue sacándolas de una en una para mostrarlas a la gran asamblea reunida ahí antes de colocarlas sobre sus respectivos dueños. Un zorro, un león, un jabalí, una cabra, una serpiente y un oso. Signos que antes simbolizaban enemigos mortales, ahora venían a representar algo completamente diferente. Ese algo recibió un nombre que el pueblo recordaría por generaciones—. A partir de hoy, los nombro caballeros de la orden de los Siete Pecados Capitales. La primera alianza de generales de todas las razas. —Aplausos y vítores llenaron la explanada, y el grito de aprobación se escuchó en cada rincón de sus tierras.

Como cierre a aquella solemne ceremonia, cada uno de ellos se fue quitando partes de su armadura para descubrir esos mismos símbolos tatuados en su cuerpo como señal de devoción y compromiso a esa promesa, y del pueblo surgieron exclamaciones de emoción, e incluso sorpresa. Había una razón poderosa para ello: el sultán mismo, colocándose a lado de aquellas personas como un igual, también había mostrado su marca en el hombro. Un símbolo de dragón. Tuvo que levantar la mano para pedir silencio a la muchedumbre y, en cuanto esta se tranquilizó, soltó un breve discurso acompañado de una impactante noticia.

—A partir de hoy, yo también soy un servidor más de ustedes, y espero que me apoyen para que todos vayamos hacia un mejor futuro juntos —El sonido de los aplausos se parecía mucho al rugir de las olas, y cuando esté se calmó un poco, Meliodas continuó—. Este futuro será libre de oscuridad y sangre, y estará fundado sobre cosas mucho más eternas y verdaderas. Está llegando una era de paz y luz para todos. Por eso... —En ese momento extendió la mano para pedir la presencia de alguien que había permanecido a sus espaldas, y Elizabeth avanzó hacia él con un hermoso vestido blanco y una aún más resplandeciente sonrisa. Lucía una sola y brillante joya azul en el oído izquierdo: una resplandeciente cuenta redonda con el emblema de la familia real que simbolizaba su compromiso matrimonial—. Tengo el placer de presentarles a mi futura esposa, la nueva reina de esta nación. A partir de hoy, hago un juramento eterno hacia ella y hacia ustedes, y prometemos asegurar el futuro del reino con un heredero. —Los gritos y aplausos en ese momento fueron tan fuertes que la pareja temió volverse sorda.

—Meliodas... —Elizabeth estaba exultante de felicidad, pero aunque lo que ambos deseaban era arrojarse a los brazos del otro para besarse con pasión, tuvieron que contenerse para no dar un espectáculo a la multitud. En cambio, el rubio tomó sus dos manos entre las suyas, las llevó a sus labios y las besó con adoración. El cambio había comenzado con ellos, y no pararía nunca más. Esa noche hubo un festín en el palacio, y aunque no fue suntuoso ni elegante porque aún estaban de luto, si estaba lleno del calor de los amigos y la familia.

—Muchas felicidades jefe. Al fin vas a sentar cabeza, ¿no? —El alto ojirojo seguía llenando la copa del sultán mientras abrazaba a Elaine por los hombros y sonreía sin parar.

—Me parece muy bien que hayan formalizado su relación. Ahora ya no habrá duda sobre un heredero, y eso levantará la moral de todos para que podamos continuar con los proyectos. —Arlequín terminó aquel comentario formal mientras alzaba su copa en un brindis y Diane abrazaba a Elizabeth con fuerza. La joven no se decidía entre reír o llorar, tan desbordada de emociones estaba la honorable general de la brigada de Megadozia.

—Eli... vas a ser muy feliz... tus hijos van a ser hermosos... ¡Buaaaah!

—No llores, querida Diane. No es decoroso. —dijo la elegante morena de ojos ámbar sentada frente a ella.

—Una chica necesita llorar en momentos así, maestra. —dijo Gowther en un tono conciliador. Acto seguido, sonrió con disimulo mientras señalaba al hombre sentado a lado de Merlín con la cabeza—. En todo caso, creo que lo que dijo se aplica más a nuestro pobre amo. ¿Está bien, excelencia? —El enorme hombre del signo del león ya estaba un poco borracho y con el rostro colorado, así que no hubo forma en que alcanzara a disimular que lo que su amigo cabra decía era verdad.

—¡No puedo evitarlo! ¡Es que siempre me conmueven mucho las bodas! ¡Sniff! —Una lágrima resbaló sobre su mejilla y se perdió en su bigote mientras sonreía, la maga le acariciaba la espalda, y ambos veían como la pareja real se daba un beso. La genio suspiró conmovida al saber lo feliz que ponía a Arthur la boda de su hermana, y volvió a suspirar mientras le daba vueltas al deseo secreto que había nacido en ella desde que se enteró del compromiso. Sabía que su joven amo planeaba usar el tercer deseo para liberarla de la lámpara, y estaba infinitamente agradecida con él por eso; sin embargo, y al ver cómo las manos del sultán y su prometida se entrelazaban con amor, por un segundo lo que deseo fue que su rey lo usará para pedirle matrimonio.

El momento era perfecto, el atardecer era mágico, cada uno de los presentes deseó que aquel momento durara eternamente, o al menos lo suficiente para grabarlo a fuego en sus corazones. Luego, ese instante terminó. Ninguno de ellos podía saberlo, pero el destino ya se había puesto en marcha, y a partir de esa noche, no habría vuelta atrás. El visir Zeldris llegó corriendo, irrumpiendo a través de las grandes puertas doradas del gran salón con una expresión de angustia en el rostro.

—¡Hermano! —La sonrisa de Meliodas se borró al ver la cara del pelinegro. Se levantó de golpe para acercarse a él, y fue cuando notó que llevaba una flecha rota con un rollo en la mano—. Es él, sobrevivió. Ha comenzado de nuevo. —El rubio abrió el pergamino, y una expresión de ira se formó en su rostro mientras leía el breve mensaje.

"Ya que me has quitado todo lo que tenía, yo te quitaré todo aquello que deseas proteger. Sé dónde está la guarida de los Cuarenta Ladrones, y hoy al caer la noche, acabaré con ellos para que nunca puedan estar de tu lado. Su sangre y la de tu pueblo quedarán en tus manos".

Meliodas les pasó el mensaje a todos y, al llegar a Ban, todo embotamiento desapareció de su mirada mientras tensaba la mandíbula y los puños. No era posible. Sólo sus hombres sabían la ubicación del árbol sagrado, sólo ellos tenían la contraseña para entrar a la cueva oculta. No había posibilidad de que alguno lo hubiera traicionado. Sí, era verdad que muchos no estaban de acuerdo en que se hubiera unido al sultán, pero habían prometido guardar neutralidad y permanecer ocultos hasta comprobar que el rey cumplía sus promesas. Las negociaciones iban muy bien, no habían tenido que actuar y él había estado a punto de decirle a Meliodas toda la verdad, ¿por qué tenía que ocurrir eso ahora? ¿Sería cierto que el temible Estarossa había logrado sobornar a alguno? ¿O había capturado a alguien? ¿Sería una trampa, o su gente en verdad estaba en peligro? Le costó mucho trabajo disimular su consternación y, al ver que el rubio se le había quedado viendo de modo extraño, su aliado pelimagenta fue a rescatarlo al ser el primero en hablar.

—¿No será una mentira? Al fin y al cabo, ya había usado el nombre de los Cuarenta Ladrones antes. —dijo Gowther.

—¡No podemos arriesgarnos a dejarlo así! —replicó imprudentemente Arthur—. Incluso si es una trampa, también ha amenazado al pueblo, debemos actuar ahora y tratar de atraparlo.

—Escanor tiene razón —afirmó el sultán—. Debemos ponernos en movimiento, creo tener una idea aproximada de dónde está su guarida, e intuyo el lugar desde donde mi hermano probablemente piensa atacar. Zeldris, prepara todo. Iremos a cazarlo —El visir dio una seca cabezada para acatar sus órdenes, y Meliodas se giró para mirar a su amada antes de seguirlo. No necesitaban decirse nada. Ella asintió con los ojos llenos de valor, y él tomó su mano para besarla con adoración—. Espérame, Elizabeth.

—Te esperaré. Ve, amor mío.

***

[Se emociona y da saltitos] A partir de aquí, comienza el arco final, fufufu. Y ahora, un secreto sobre este capítulo: ¿sabían que el signo de compromiso entre Meliodas y Eli originalmente iba a ser un collar? Al final, decidí cambiarlo por dos motivos. Primero, en realidad, un collar no tenía nada que ver XD no me parecía especial, y desde la primera vez quise cambiarlo. Ya tenía uno que él le dio en el capítulo de "juego peligroso", y la pesada joya que originalmente había pensado no pega nada con Eli. Ahora la segunda razón; esto es un fic y, después de todo, el chiste de eso y lo emocionante es ver los guiños de la historia original en la adaptación *u* Quería que Elizabeth tuviera el arete con que la conocimos, y que además tuviera un significado especial para ella. Sumado eso al hecho de que les había prometido un par de escenas extras, creo que puedo incluir aquello con un oasis, un masaje u otra cosita candente que veremos después, fufufu <3 

Eso sería todo por ahora cocoamigos. Si las diosas lo quieren, nos vemos el próximo domingo para más. ¡Muchas gracias por seguir aquí! 

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