Noche 27: Tu eres mi sueño

¡Hola a todos! Aquí Coco, barriéndose para llegar pero super feliz de haber acabado este nuevo capítulo para todos ustedes UwU ¡Viva! Saben, en mis escritos hay poco Kiane, y no porque no me guste, sino simplemente porque parecía que no era necesario quitarle foco al melizabeth. Pues bien, solo por esta noche, vamos a hacerlo para disfrutar de un tierno amor de infancia que se volvió apasionado, fufufu ^w^ Ya saben qué hacer <3 

***

—¡Vamos King! ¿Por qué estás tan enojado?

—Entre más lo pienso, más me molesta. Fuiste un objeto para Meliodas por mucho tiempo, ¡incluso acaba de darte como regalo! ¿Y ahora quiere volver a ponerte en peligro?

—Tú sabes bien que lo de mi esclavitud fue solo una fachada. Él nunca me ha tratado como un objeto, y además... —Pese a lo acalorada que había estado solo unos segundos antes, la joven de pronto se quedó callada y comenzó a sonrojarse, haciendo que su señor por fin detuviera sus andares intranquilos para poder mirarla.

—¿Además...?

—Además... ¡Él acaba de cumplir mi más grande sueño! Te suplico que no se lo refutes ahora por favor.

—¿Qué? ¿De qué hablas? —Con lentitud y cuidado de no caerse, Diane se levantó de la cama intentando caminar hacia él. Pese a lo inestables de sus pies, su mirada era completamente firme y, aunque King tuvo que sostenerla para que no cayera, era obvio quién de los dos era el más débil en ese momento. En cuanto sus ojos se encontraron, la atmósfera cambió de ese frío conflicto a una que evocaba seda roja y fuego.

—King... —Sin dejar de verlo con intensidad, la chica de ojos amatista lo empujó suavemente hasta que terminó sentado sobre un enorme sofá. Luego, se sentó en su regazo con las rodillas a cada lado de las caderas, tomándolo por los hombros y pestañeando de forma seductora.

—Di... Di... Diane, ¿qué estás...? —Lo que ocurrió a continuación había estado en la fantasía de los dos desde que eran niños.

La castaña cerró la distancia entre los dos, le sonrió de forma resplandeciente, y silenció sus balbuceos con un apasionado beso. Aunque al principio el joven rey estaba tan impactado que no se movió, conforme pasaban los segundos fue correspondiendo de una manera más atrevida. No podía detenerse, ni quería hacerlo. Toda la discusión de unos momentos atrás se disolvió con la confesión de amor de la bailarina y, al ir profundizando la unión de sus labios, cualquier otro pensamiento fue borrado de sus cabezas.

En algún momento de aquel encuentro sus lenguas se entrelazaron, él la abrazó de la cintura con fuerza, y ella le echó los brazos al cuello tratando de contener así los intensos avances del hombre que había deseado toda su vida. Sabor a miel y leche, aroma a fruta, calor como si estuvieran bajo el sol. Cuando por fin se separaron, un delgado hilo de saliva unía sus bocas, sus respiraciones estaban agitadas, y Diane tenía los ojos brillantes y encendidos.

—¿No lo entiendes King? Puede que haya sido propiedad de Meliodas, pero mi corazón siempre te ha pertenecido solo a ti. —Cuando el joven de ojos ámbar escuchó eso, sintió como si el suyo fuera a explotar de dicha. Tal vez solo era el alcohol, o tal vez era el calor de la noche, pero esas palabras encendieron algo salvaje y ardiente en él. Todas sus inseguridades y dudas se mezclaron en un cóctel mortal de amor, celos y posesividad, la sangre le hirvió a una vez de pasión e ira; cuando ya no pudo contener ninguna de estas, apresó con sus dedos la suave carne de las piernas de su mujer y le habló con una voz ronca y profunda.

—¿Entonces nunca has estado con él... de esa forma? —Fue el turno de Diane para desatar una tormenta en su interior, y una mezcla volátil de risa, miedo y enojo se alzó desde su vientre para ir a chocar contra él.

—¿Qué? ¡No! Admito que por un tiempo pensé que estaba enamorada de Meliodas, pero... siempre volvía a aquellos días que pasé contigo mientras intentabas protegerme cuando era niña. —Días lejanos de tristeza y guerra. El inicio de su amistad y su amor, cuando King emprendió sus primeras batallas contra quienes resultaban ser la familia de la mujer que amaba. Nada en esos tiempos tan oscuros les había impedido estar juntos, y ahora, parecía que su rencor no hablado contra el sultán era lo de menos.

—Diane... —Había tantas cosas que decir, tanto que quería hacer y contarle de lo que había pensado de ella por años. Sin embargo, al parecer a la joven le sucedía lo mismo, y se adelantó a él para susurrar disculpas y algo que lo hizo estremecerse hasta lo más profundo.

—Sé que hago mal al enamorarme de ti, porque eres un rey y yo solo una plebeya. Apenas soy poco más que una esclava pero... al menos, de esta forma, podré estar cerca de ti. Como bailarina, como guerrera y como la primera concubina de tu harem, ¿no te das cuenta de que lo que Meliodas hizo al darme un hogar fue todo para guiarme a ti?, ¿que he sobrevivido con el único propósito de volver a ser tuya?

El vino le había dado a la castaña todo el valor que necesitaba para hablar y mucho más. Ya no había nada que temer, nada que ocultar, y la fruta de pasión corriendo en su sangre la llamaba a hacer lo que su corazón e instinto decían. Comenzó a quitarse el sostén ante los asombrados ojos del rey, mientras ondulaba inconscientemente las caderas justo sobre el punto en el que se unían sus intimidades por encima de la ropa. Él estaba muy sonrojado, aquel movimiento estaba llevándolo al borde del descontrol, pero aun así, le fue imposible apartar la mirada o negarse a lo que estaba sucediendo. ¿Por qué seguir haciéndolo, si se sentía como algo tan natural?

—King, quiero estar contigo como no he estado con ningún otro hombre. Quiero darte todo de mi, entregarte lo que nadie más ha tocado. Por eso, perdona a Meliodas. Formar parte de tu harem es mi sueño hecho realidad.

La chica de coletas tomó una de las delicadas manos del castaño y, con una expresión entre la inocencia y el ardor, la puso sobre uno de sus pechos. Sin poder resistirse, él lo apretó un poco y comenzó a mover su pulgar en círculos sobre el turgente pezón. Los gemidos de Diane resonaban por la habitación, y hacían que King sintiera como si una corriente de energía recorriera todo su cuerpo. Ella tomó su otra mano y se la puso sobre el seno que faltaba, pidiéndole sin hablar que hiciera lo mismo. El joven rey no podía creerlo: estaba haciendo eso con la chica que había amado en secreto por más de diez años.

Diane se sentía en el cielo, su cuerpo se iba calentando poco a poco, y era como si sus entrañas se derritieran. Su trasero subía y bajaba sobre el regazo de su amado al ritmo de una música que solo tocaba dentro de los dos, y la hermosa castaña se vio siguiendo el designio de la naturaleza al frotar su húmeda entrada contra la creciente firmeza en su pantalón. Quería romper las telas, deseaba desgarrar cualquier barrera que les impidiera estar piel contra piel. Siendo la noche tan maravillosa y ardiente, ¿por qué no?

—Espera Diane, no podemos hacer esto. Tú aún... —Pero ella ya no estaba escuchando. La lujuria ya la había dominado por completo, y estaba aprovechando la pausa en las caricias para quitarse la falda y quedar completamente desnuda sobre él.

—Pero lo deseo King. No pasa nada si tomas lo que es tuyo. Después de todo, esto es lo que hace una concubina.

—No es eso... Diane... —Ella intentaba distraerlo con besos en el cuello mientras le quitaba la camisa e intentaba provocarlo aún más. Aquello iba a pasar de un momento a otro, ya ninguno podía parar lo inevitable, pero justo antes de que ella pudiera finalmente lograrlo, King la tomó con fuerza de los hombros y la obligó a mirarlo a los ojos—. Para mí eres mucho más que una concubina. Yo... ¡he estado enamorado de ti desde siempre! —El silencio que siguió llenó la habitación de recuerdos sobre sus vidas, y ambos se dieron cuenta de lo que habían sentido era así desde el momento en que se vieron.

—Entonces... ¿tú también? —La bailarina sonreía mientras jugaba con su cabello y dejaba que el sonrojo le cubriera todo el cuerpo.

—Así es. Por eso, ¿no crees que lo primero debería ser casarnos? —Aquellas palabras pusieron de cabeza el universo de la joven, que escuchó estupefacta como el hombre inalcanzable de sus sueños declaraba lo asombrosamente valiosa que era para él—. Lo apropiado sería pedir tu mano, anunciarlo a nuestras familias, y luego hacerlo legítimo ante los dioses. Habrá una gran fiesta, cumpliremos los ritos y... Diane, ¿en verdad no quieres una gran boda? —Cuando oyó eso, las lágrimas comenzaron a deslizarse sobre su rostro.

—¡Oh, King! —Ella se arrojó sobre él de nuevo, y comenzó a besarlo con tal intensidad que el joven rey sintió que se ahogaba. Cuando por fin se separaron, Diane recargó su frente sobre la suya y suspiró con fuerza—. King, claro que haremos todo eso... pero esta noche, lo que deseo es esto... —La castaña deslizó la mano entre sus piernas y apretó suavemente el ya duro miembro que sobresalía de sus pantalones, haciéndolo soltar un grito de placer.

—Diane... ¡Diane! —La hizo soltarlo y, aunque por un instante la castaña creyó que la estaba rechazando, él inmediatamente la acomodó para que ambos pudieran seguir frotándose uno contra el otro.

—¡King! —El balanceo entre ellos era como una danza frenética, estaban eróticamente enroscados como un par de serpientes en celo, y las manos buscaban acariciar cada centímetro de piel que estaba a su alcance. King chupaba los duros y deliciosos pezones de su amada mientras ella se deslizaba sobre su regazo buscando el punto correcto y, al no dar con él, desesperó y decidió separarse un instante para tomarlo que deseaba— ¡King! ¡Ya no puedo más! —Empujándolo de los hombros para que se recargara en el respaldo del sillón, la ansiosa amante acomodó su entrada para introducir en ella su palpitante virilidad.

—Pero Diane, eres virgen.

—Eso no importa —dijo sonriendo, entre la picardía y la seriedad—. Por ahora, solo sé dos cosas: una, que te amo profundamente, y dos... —La punta comenzó a deslizarse entre sus ansiosos y ardientes pliegues—. Que te quiero dentro de mí ahora. Te amo King, y ahora, seré tuya para siempre. —Con gran fuerza, ella dio un sentón sobre él, haciendo que entrara de golpe y hasta lo más profundo de su interior. El dolor fue tan intenso que incluso logró hacer que la guerrera llorara, pero esa sensación pasó rápidamente mientras King le acariciaba la espalda y susurraba palabras llenas de dulzura.

—Querida, ¿estás bien?

—Sí, solo... Deja que me acostumbre un poco —Ninguno se movió por unos segundos, pero en cuanto ella intentó acomodarse para quedar mejor sentada sobre él, una ola de placer la atravesó como un relámpago y la incito a moverse una vez más—. ¡Ahhh! ¿Qué es esto? Se siente bien —Ella comenzó a dar pequeños saltos sobre él, mientras alternaba cada impulso con besos y abrazos—. ¡Qué delicia! ¡Se siente rico! ¡Estoy en el paraíso!

—Yo... ¡Ahhh! Yo también. —De nuevo entrelazaron sus lenguas en una lucha sensual, pero tras recibir la revelación de todas las maravillas que implicaba su sensualidad, era la castaña la que iba ganando. Cuando lo hizo, se separó de nuevo unos segundos para tomar las manos de King y colocarlas sobre su trasero.

—Aprieta, por favor —Él obedeció con gusto, y la sensación fue tan placentera que no pararon hasta que ambos estaban totalmente sudorosos y jadeantes.

—¡No puedo más! Diane, estoy por correrme... ¡quiero llegar estando dentro de ti!

—Está bien. ¡Déjate llevar... King! —Con un grito, él derramó toda la semilla que tenía dentro de ella, y al sentirlo, la castaña también llegó al clímax. Permanecieron abrazados y con la respiración agitada por varios minutos y, cuando al fin se calmaron un poco, el joven sultán salió de ella y la cargó como una princesa para acostarla en la cama.

—Diane, esta noche me has hecho el hombre más feliz de la tierra. Gracias. —Pero ella ya no estaba escuchando. En cuanto tocó la cama cayó profundamente dormida. Él se acostó a su lado y ella instintivamente se pegó a su cuerpo para abrazarlo con tal fuerza que por un momento sintió asfixia. Tras acomodarla mejor y darle un beso en la frente, la abrazó de vuelta y cayó rendido de sueño, uno en el que vería los recuerdos de una infancia distante.

*

Escena extra: La bailarina del rey

—No quiero, no quiero, ¡no quiero! ¡Suéltame! ¡Y déjame en paz!

—Por favor niña, tienes que comer.

—No me llamo "niña". —dijo la pequeña castaña con un puchero.

—¿Entonces cómo te llamas? —Pero esta vez, la terca pequeña apretó la boca y no dijo ni una palabra más. El joven príncipe Harlequín le había prometido a Meliodas cuidar de ella hasta que las aguas se calmaran y convenciera a su padre de no hacer con ella lo mismo que con el resto de su pueblo. Desafortunadamente, la castaña no cooperaba mucho. La hermosa infante de ojos amatista había sido enviada por su pueblo a matar a ambos príncipes del ejército enemigo, y el castigo por su crimen era un destino fatal—. Por favor bonita, te lo suplico —El apelativo de bonita reblandeció lo suficiente a la chica, que arrebató de sus manos el pan con miel y la leche que King le había traído—. Eso es. Ahora te dejaré tranquila, dulces sueños.

Ella se propuso jamás reconocerlo pero, en realidad, todo de aquella humilde merienda le supo delicioso, desde el esponjoso alimento que recibió, hasta la gentil persona que se lo daba. Aquel chico debía tener unos siete años, más o menos su edad, pero ya era uno de los guerreros más fuertes que había conocido. Su hermana Matrona le había dicho que las guerreras de Megadozia sólo debían aspirar a casarse con hombres fuertes. Desechó esos pensamientos recordándose que él era el enemigo, y lloró en silencio por su familia perdida.

*

—Suéltame, ¡te digo que me liberes!

—Por favor comprende. Solo es temporal, es para fingir ante los adultos que te has rendido. —Harlequín sostenía ante ella un par de tobilleras con cadenas, y la feroz pequeña le dedicó tal mirada asesina que él sintió como si en realidad lo estuviera cortando con ella.

—¡No me he rendido! ¡Y ahora déjame ir con mi familia!

—No... no sé dónde están —dijo con una voz quebrada y llena de dolor. Luego, rectificó su respuesta diciendo la verdad—. Sí lo sé... pero estoy seguro de que definitivamente no querrás ir con ellos.

—¡Claro que sí! ¡Es mejor el exilio que la esclavitud!

—¡Y la esclavitud es mejor que la muerte! —Era la primera vez que aquel gentil carcelero le gritaba, pero eso no fue lo que la convenció de callar. El príncipe estaba derramando lágrimas y, para ella, esa era la prueba contundente de que no mentía. Su voz volvió a delatar la tierna edad que en realidad tenía y comenzó a llorar también.

—Quiero ir con mi hermana mayor.

—Ya no está.

—Quiero bailar cerca con ella en la fogata. Quiero comer el cerdo asado que prepara.

—No se puede.

—¡Quiero irme! ¡Buaaaaaah! —El llanto llegó de forma inevitable, pero esta vez, sí que permitió que aquel niño la tocara. Harlequín la abrazó con fuerza contra su cuerpo, y ella correspondió a su abrazo aferrándose de él como si le fuera la vida en ello.

*

—¿Lo ves? Así estás aún más bonita. —La pequeña castaña se admiraba en el espejo mientras veía tras ella al sonriente Harlequín que, satisfecho con su trabajo, se alejó un poco para contemplar el peinado que le había hecho.

—¡Coletas! ¡Coletas! Mira mi pelo, ¡se ve bonito!

—Sí, es precioso como tú —Los dos eran muy pequeños para entender por qué se estaban ruborizando, pero igual, aquel momento fue hermoso y perfecto para ellos. En cuanto volvieron a la realidad, el niño se dio la vuelta para darle a su amiga otro obsequio—. Y con esto te verás mucho mejor. Pruébatelo —Ese fue un momento decisivo en la vida de la muchacha. Era un traje hecho a su medida, así como un cinturón de abalorios igual al de las bailarinas de su pueblo—. Un día te convertirás en una, ¿no? —Ella se quedó callada, contemplando el primer obsequio que recibía en su vida, y soltó una palabra que él grabaría a fuego en su memoria.

—Diane.

—¿Eh?

—Ese es mi nombre, señor. Me llamo Diane y, quiero... ¡Quiero pertenecerte a ti! —El corazón del joven príncipe latió tan rápido que incluso consiguió asustarlo, pero sea lo que fuera que estuviera sintiendo, ni quería que se detuviera, ni creía que le hiciera daño. Por el contrario, lo hizo sentirse invencible. Eso fue, hasta que recordó que la respuesta a eso debía ser no.

—Lo siento Diane, pero no puede ser. Meliodas fue quien ganó esa batalla, debes ir con él.

—¿Con ese horroroso muchacho de los ojos negros?

—No es tan malo como crees.

—¡No, King! ¡Quiero estar contigo para siempre! —Otro abrazo, una sonrisa, y su primer amor dijo algo que era totalmente cierto.

—Tranquila. No hace falta que me sigas, te prometo que seré yo el que venga por ti.

*

—¿Ahí es?

—Sí. —Había llegado el momento de despedirse. Los amigos habían pasado juntos una estación completa, todo el camino desde las lejanas tierras de Megadozia hasta el reino oscuro de Liones. Habían jugado al escondite y las atrapadas, habían dormido juntos bajo las estrellas, habían compartido el pan y los sueños, los miedos y las tristezas, las promesas y esperanzas. Ahora había llegado el momento de separarse, pero el corazón de la pequeña estaba calmo y satisfecho.

—¿En verdad prometes venir a verme?

—Sí. Cada verano, en la víspera del cumpleaños del príncipe Meliodas. Cuídalo bien por favor. Él necesita una amiga como tú. —No lloró más. Sus cristalinos ojos púrpuras miraron hacia el palacio que se convertiría en su nuevo hogar, y solo se volteó para ver a King una última vez antes de irse.

—¿Me juras que vendrás?

—Lo juro.

—¿No me olvidarás?

—Nunca.

—¿Y prometes quererme por siempre? —Al pequeño oji ámbar le sorprendió que ella aún recordara el premio que había ganado durante sus juegos, pero igual sonrió y asintió con la cabeza mientras le soltaba definitivamente la mano.

—Lo juro. Y cumpliré nuestra promesa de volver a vernos, pase lo que pase.

La pequeña fue entregada al palacio con los demás esclavos y se convirtió, efectivamente, en la mejor amiga del sultán Meliodas. Sin embargo, aquella promesa con el sultán Harlequín tomó más tiempo del que cualquiera de los dos hubiera querido y, cuando su amor de adultos finalmente fue consumado, lo hizo nuevamente justo antes de una guerra. 

***

UwU<3 Y ahora, un secreto de este capítulo: ¿sabían que cuando comencé a escribir esta historia no me gustaba para nada el Kiane? No sé, creo que se debe a que en los primeros capítulos nuestra bella castaña era la rival amorosa de Eli, pero ahora, ¡me fascina ponerla en todas mis obras! ^u^ Es la mejor amiga por excelencia, todos necesitamos una Diane que nos apoye para ser la mejor versión de nosotros mismos, ¿no lo creen? °3^Posdata: ¿a qué King se imaginaron para este lemon? ¿Al chiquito o al grande? >///< 

Eso sería todo por ahora cocoamigos. Nos vemos mañana para más, ¡muchas gracias por acompañarme en este maratón! 




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