Noche 18: Invitación al cambio

La calma antes de la tormenta. Porque la próxima semana... se viene el drama otra vez *_*

***

—Esa es la verdad, Ban. El sultán solo ha estado protegiéndome. Su corazón le pertenece a Elizabeth, del mismo modo que a él le pertenece nuestra lealtad. —El joven ladrón se sentía aliviado y triste al mismo tiempo. Por un lado, le gusto confirmar que su corazonada era cierta, y al fin podría dejar de perseguir al rey. Por otra parte, pensaba en Arthur. Quedaría devastado con toda esa información.

—A mí me gustaría comprobar por mí mismo el carácter del sultán, princesa. Pero tranquila, te prometo no hacerle daño, y con lo que tengo planeado, incluso podríamos terminar siendo amigos.

—¿En serio?, ¡Gracias! —Elaine se arrojó sin pensar a los brazos de Ban, y comenzó a restregar su mejilla contra la de él. Cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo, se separó rápidamente—. Perdóname.

Cuando intentó romper su abrazo, Ban le impidió alejarse y se le quedó mirando a sus ojos intensamente; luego bajó su vista hasta sus labios y, sin que ninguno pudiera evitarlo, se fueron acercando poco a poco. Cuando sus bocas se unieron, el mundo comenzó a girar sin control. Ella se aferró a él echándole los brazos al cuello, mientras él comenzó a inclinar más el cuello para profundizar el beso. Cuando al fin se separaron, ella sonrió de una manera que le hizo sentir a Ban como si el sol hubiera salido en medio de la noche.

—Creo que le diré al sultán quien es mi elegido. Tendrás oportunidad de comprobar que tan buen amigo es, lo prometo —La rubia dio un último beso a Ban en la mejilla, y descendió de la alfombra hasta el balcón de su habitación—. Buenas noches, mi príncipe de los ladrones. —Ban apenas había salido del trance y sonreía como un loco.

—Buenas noches, princesa, —Luego esperó hasta verla entrar para poder regresar a donde se encontraba su amigo.

*

—Merlín, ¿qué voy a hacer? —Arthur estaba tan cansado que no podía ni moverse. Estaba acostado en un diván mientras permitía que su genio le acariciara la espalda y la cabeza con gentileza.

—El rencor es un veneno, mi señor. Tal vez deberíamos abordar el problema desde una perspectiva diferente.

—Tal vez deberíamos preguntarnos la raíz del problema —Gowther el muñeco se acercó a Arthur con un poco de vino y se sentó en el piso a su lado—. Dígame alteza, ¿aun quiere venganza por la sesión de tortura que recibió?

—Ya no es lo que quiero. —El muñeco le sonrió con empatía y le ofreció la bebida al joven.

—Entonces, ¿Qué es lo que quiere? —Arthur dio un largo trago al vaso y luego exhaló lentamente.

—Solo quería recuperar a mi familia. Quiero saber que mi hermana está bien, que puede ser feliz, y que nadie más sufrirá por todo esto.

—Entonces, creo que tengo la solución —Ban había vuelto, y saltó desde la alfombra para caer al lado de su amigo—. Vaya, mira la cara que tienes. Al parecer esa bailarina también te habló del sultán como si fuera un santo, ¿no?

—¿Qué estabas por decir, Ban?, ¿cómo podremos saber definitivamente si el sultán es bueno o no? —El ojimorado estaba tratando de llevarse el vaso a la boca otra vez, cuando el peliblanco se lo arrebató y lo vació de un trago.

—¡Con esto! —Le mostró la copa vacía, y a continuación le contó su plan.

*

La mañana era espléndida y brillante, el desayuno era copioso, y en todo el jardín se respiraba paz y tranquilidad. Pero eso era solo en apariencia, pues lo que Elaine y Diane estaban contando tenía a todos al borde del asiento.

—Ya veo. Pero entonces, ¿cuál es la verdadera identidad del rey Escanor?

—No... No lo sé. —Eso era una mentira a medias, ya que Elaine comenzaba a sospechar quién se ocultaba tras esa magia. Pero aun no quería revelarle a Meliodas la parte del genio, y quería darle a Ban la oportunidad de que hiciera su movimiento. Al recordar el rostro de su enamorado, la princesa comenzó a sonrojarse lentamente.

—Yo no confiaría en él —Diane seguía con el ceño fruncido a pesar de que el sultán se veía tranquilo—. Parece demasiado insistente por saber del sultán.

—Quién sabe, Diane. No sé porqué, pero a mí el rey Escanor me parece una persona de buen corazón —Elizabeth recogió una uva con sus dedos y se la puso a Meliodas en la boca—. Creo que deberíamos darle una oportunidad de explicar sus motivos.

—Cierto. Después de todo, uno de ellos podría ser mi mala reputación —El rubio agachó la mirada con tristeza y al instante tuvo a todo el harem encima de él, dándole ánimos y negándose a aceptar esos malos pensamientos—. Bueno, bueno, bueno, tranquilas. A lo que me refiero es a que deberíamos darles el beneficio de la duda, de la misma forma en que el pueblo me lo está dando a mi. —En ese momento, la fiel esclava del verdugo apareció con un paquete de cartas en las manos.

—¡Gelda!, ven a desayunar con nosotras —Elizabeth se acercó un poco más a Meliodas para hacer espacio a la rubia, quien negó con amabilidad y le entregó los papeles a ella.

—No sería apropiado señorita. Además, mi señor Zeldris me pidió que me apurara con esta entrega, ya que tiene asuntos importantes que atender y quiere que lo acompañe.

Meliodas se sentía complacido de oír eso. Él había tenido un extraño presentimiento desde el momento en que Gelda fue comprada. La había visto ir fortaleciendo la relación entre amo y esclavo, pero ahora sentía que había algo más que eso: su hermano había comenzado a sentir algo por esa mujer.

—¡Vaya, cuantas invitaciones!, ¿por qué hay una de Zeldris, Gelda?

—Con motivo de su cumpleaños, mi señor Zeldris desea comprarle un caballo. Lo espera en los establos dentro de una hora.

—De acuerdo —Meliodas dio un vistazo a las otras cartas, y su sonrisa se ensanchó—. Hablando del diablo. Elaine, parece que tu héroe está invitándome a copas esta noche. —La princesa saltó en su asiento y miró nerviosa al rey.

—¿Aceptarás?

—Por supuesto. Eso me dejará más tranquilo para poder cumplir mi promesa.

—¿Promesa? —Todas las chicas del harem voltearon a ver a la pequeña al mismo tiempo.

—Te dije que cuando llegara el momento te permitiría casarte con el hombre que eligieras. ¿Es él no? —Elaine no podía estar más sonrojada, y de la misma forma en que sus amigas se habían echado sobre Meliodas para darle ánimos, ahora estaban sobre ella con preguntas sobre su apuesto príncipe.

*

—Es un buen caballo. —Meliodas acababa de bajarse de un semental negro y lo acariciaba con gentileza.

—Así es, mi señor. No hay otro mejor de aquí a los mares occidentales, es el regalo perfecto para usted.

—¿Y el precio? —Zeldris estaba feliz de que a su rey le gustara el regalo, pero esa no era la única razón por la cual se lo estaba dando. El pelinegro había estado observando atentamente a su hermano mayor por un tiempo. Todo comenzó a cambiar con la llegada de esa bailarina, y ahora parecía que su hermano era una persona totalmente diferente. El verdugo quería saber qué tanto.

—Son dos talentos de plata, mi señor —Zeldris puso la cantidad exacta en la báscula, pero esta siguió inclinada—. Disculpe, pero parece que algo no esta bien, joven amo.

—¿Algún problema, hermano?

—Ninguno. Debí medir mal la cantidad por las prisas. —Zeldris puso más monedas en la balanza y recibió las bridas de manos del mercader. Luego, tal como había previsto, su esclava puso el plan en marcha.

—Amo, mire. —La rubia había quitado las medidas de la balanza, revelando que esta estaba rota o, mejor dicho, truqueada.

—¡Se atreve a intentar robar al hermano del rey! —Su fiel sirviente, Cusack, tuvo al tramposo mercader de rodillas en un segundo, y ahora Meliodas se estaba acercando a los dos con la mirada oscurecida—. ¿Qué castigo merece, mi señor?

—¡Piedad alteza! Le juró que no sabía que estaba rota, ¡llévese todos los caballos como regalo, pero por favor, perdóneme la vida!

El rubio guardó un silencio de tumba. De ser el mismo de siempre, lo que pasaría sería que la ira se apoderaría de él, su marca negra aparecería, y él mismo mataría a la persona que había tratado de engañarlos. Zeldris espero sin despegar la vista, y sus sospechas se confirmaron cuando no vio aparecer nada en su frente.

—¿En serio?, pues te tomaré la palabra. Cusack, por favor lleva estos caballos a los establos del este. Serán mi regalo para los representantes del pueblo. Y Zeldris, ¿me harías el favor de mandar a hacer que revisen las cuentas de este hombre? Asegúrate de que no vuelva a engañar a nadie más. —Luego se acercó al hombre que temblaba en el piso, lo levantó, y lo hizo mirarlo a los ojos—. Estoy seguro de que no volverás a hacerlo.

Entonces el mercader se arrojó a los pies del sultán y comenzó a besar su túnica agradecido. No solo Zeldris, sino también Cusack y Gelda fueron testigos de lo imposible: el rey había sido misericordioso. Con eso el verdugo confirmó que las cosas no volverían a ser las de antes y, por alguna razón que aún no comprendía, decidió que su hermano le gustaba mucho más como era ahora.

*

—Las celebraciones están por acabar, amira Melascula. ¿Ya tiene listo su regalo para el sultán?

—Claro que sí —La dama serpiente admiró un momento el frasco de veneno con el que pensaba ejecutar su venganza—. Qué lástima que la cerbatana solo tenga un tiro a la vez. Me encantaría ver a esa bailarina retorcerse de dolor también.

—No se preocupe —el visir acarició gentilmente la barbilla de la pelimorada y sus ojos brillaron con lujuria por un momento—. En cuanto acabe con ella, se la dejaré para que tenga justo lo que desea.

*

Escena extra: Ojos

—Eso ha sido estupendo, Gelda —dijo el verdugo mostrando una deslumbrante sonrisa—. Tenías razón sobre la mala reputación de aquel mercader. Y tu observación sobre la balanza rota ha sido brillante.

—Suponía que esa era su estratagema, amo. Mi anterior dueña también llegó a tener problemas con él debido a eso.

—No seas modesta. Me gusta regodearme en lo valiosos que son los ojos de mi esclava —replicó él dedicándole una intensa mirada que hizo que la joven se ruborizara y mostrara también una sonrisa—. Mereces los halagos —dijo seriamente—. Tu capacidad para ver estos detalles es justo lo que necesitaba, y ahora, por fin sé qué tan lejos están llegando los cambios en el corazón de mi hermano. Muchas gracias por todo tu trabajo Gelda. Sigue siendo mis ojos y oídos ahí donde los míos fallan.

La rubia sintió que podría morir de felicidad al escuchar a su amo decirle aquello, pero si ya estaba al borde del colapso debido a la dicha, lo que pasó a continuación la dejó completamente petrificada: él la tocó. Fue un gesto leve, apenas un ligero roce; el pelinegro había deslizado las yemas de sus dedos desnudos sobre la mejilla de su sierva, en una caricia sutil en la que le mostraba el sincero afecto que sentía por ella. Acto seguido se fue con un porte altivo y majestuoso, dejándola ahí, tocando su propia cara con la sensación de que el tiempo se había detenido. El instante fue destruido cuando ella escuchó una voz a su espalda llamándola.

—Gelda —dijo Cusack, el asesor personal del príncipe—. ¿Puedes venir un momento por favor?

—S...sí mi señor —Confundida por el tono áspero del casi siempre amable pelimagenta, la chica de trenza regresó sobre sus pasos hasta la zona amplia de donde se habían llevado a los caballos, e hizo una profunda reverencia al hombre de largos bigotes—. A sus órdenes. —Él se tomó su tiempo en contestar. Estaba claro que buscaba la forma de decirle las palabras correctas. Cuando por fin las encontró y tomó aire para decírselas, una nube cruzó el cielo ensombreciendo el momento, como si quisiera ponerse a tono con el humor de los dos.

—Te agradezco que seas tan leal a su majestad Zeldris, pequeña. Tu devoción y servicios serán tomados en cuenta, y tal vez en unos años eso te granjee la libertad. Me encantaría verte triunfar donde otros sirvientes no, y creo que serás un elemento indispensable para nuestro equipo en algún momento. Por eso, déjame decirte esto —La chica se atrevió a alzar el rostro para ver al señor Cusack, y lo que vio le heló el corazón—: No es bueno que mires al príncipe de esa manera.

—¿Eh? —Aquellas palabras habían hecho que dejara de pensar—. ¿Cómo? No sé de qué me está...

—No lo mires con esos ojos —repitió el asesor real, esta vez, de manera aún más fría y severa—. No puedes desearlo. No puedes sentir nada por él que rebase el sentimiento de la lealtad. Tú eres una esclava. Pero incluso aunque fueras una mujer libre, alguien con tu clase y tus orígenes nunca podrá estar a lado de su majestad de esa forma —La pobre se había ruborizado de golpe, y balbuceaba incoherencias y excusas que el pelimagenta no se molestó en oír—. Eres lista, eficiente y trabajadora. Lamentaría que todo lo que has logrado se perdiera por tratar de llegar a la cama con él.

—¡No mi señor! Está equivocado, yo jamás vería al amo Zeldris de esa manera. —Aquellos ojos negros como el abismo la atravesaron buscando debilidades en sus palabras. Gelda no supo si le había creído o no, pero cuando comenzó a caminar para alejarse de ella, le dio la sensación de que acababa de arrancarle la poca felicidad que le quedaba en la vida.

—Eso espero.

Los valiosísimos ojos de la esclava favorita del príncipe se anegaron en lágrimas, y no supo qué era lo que le causaba más vergüenza, el hecho de haber sido atrapada mirando de esa forma a su amo... o el hecho de haber tenido que mentirle al señor Cusack. Porque ahora podía verlo con claridad: lo que sentía por el príncipe Zeldris iba mucho más allá de la lealtad, y aunque siempre hubiera sabido que no era digna ni de desatar sus sandalias, igual, anhelaba con cada fibra de su alma que él la tocara una vez más. 

***

Awwwwww :'v Triste pero hermoso. Y ahora, un secreto sobre este capítulo: ¿sabían que este capítulo tan tranquilo es la calma antes de la tormenta? *v* ¡Prohibido hacer spoiler a los cocoamigos veteranos! Verán, el tablero ya está puesto para que las traiciones y los amoríos se den, y aunque sé que posiblemente se nos salgan más de un par de lagrimitas por lo que viene, sé que definitivamente todos lo vamos a disfrutar mucho *u* fufufu. Ahora, una pequeña pregunta: ¿les gustaría ver un lemon de Monspeet x Derieri?, ¿o mejor lo dejo nada más como insinuación? No se si igual y su romance sobra en la trama, pero... bueno, prefiero contar con su opinión antes de decidirme por algo UwU 

¡Muchísimas gracias por seguir aquí conmigo! Los quiero mucho mucho mucho <3 Nos vemos la otra semana para más, y mañana en otra historia. 

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