Noche 16: El regalo para el sultán

¡ACHUUUUUUÚ! [deja de teclear y se va a acostar] T///T

***

Tres días más de fiesta pasaron, y durante todo ese tiempo, el sultán no había hecho absolutamente nada por lo cual Ban y Arthur pudieran decir que era malvado. Los testimonios del resto de sus hombres eran buenos, las nuevas leyes se estaban aplicando, y aunque aún reinaba un ambiente de desconcierto y desconfianza, también se respiraba esperanza en cada calle de la ciudad.

—Líder, ya ríndase. Nosotras hemos estado vigilando al sultán por un mes, y simplemente no damos con algo que parezca falso u oculto. —Jericho visitaba a Ban por tercera vez ese día, pero en ninguna de esas ocasiones había logrado hacer que cambiara su mal humor.

—Arthur, mejor concentren sus energías en vigilar al visir —Guila intentaba consolar al joven, que le recordaba mucho a su hermano menor cuando no llevaba su disfraz de rey—. Nosotras hemos seguido unos movimientos muy sospechosos relacionados a tratos con mercenarios y...

—Es que no puedo creerlo. Todo nuestro entrenamiento para derrocarlo, ¿y resulta que podría ser el mejor rey que hemos tenido en generaciones?

—No hay muchas opciones de donde elegir, mocoso. Tú y yo somos nobleza de mentira —Ban se giró perezosamente en su diván y miró al techo frustrado—. Pero estoy de acuerdo. ¿Cómo puede el mismo hombre, que juguetea todo el día con tu hermana, afirmar que también está comprometido con Elaine? No tiene sentido.

—Sí... ¡Oye! —Arthur arrojó una almohada a la cara de su líder, pero este estaba tan apático que no se molestó en devolvérsela—. Una cosa. Solo quiero verlo haciendo una cosa sospechosa para que pueda juzgar sus motivos.

—¿No te parece obvio que el único motivo de todo esto es que está loco por tu hermana? —El ojimorado se negaba a aceptarlo. Había tratado de matarlo, una vez cuando fue a rescatarla, y otra al arrojarlo cruelmente al desierto. Pero la parte de su interrogatorio lo confundía, ¿sí fue él quien ordenó la tortura, o era parte de la estrategia del visir para enemistarlos? Arthur se estaba cansando de odiar y perseguir, y no sabía cuanto tiempo más iba a poder resistirlo.

—Pues bueno, si no hay opción. Les contaré algo interesante: nos hemos enterado de que el sultán va a hacer algo esta noche —Ban y Arthur voltearon su cabeza de golpe y centraron su atención en Jericho—. Una de las chicas del harem nos comentó que planean usar los túneles secretos de la otra vez para salir del palacio hoy. No sabemos qué harán, pero si hay oportunidad de ver al sultán fuera de contexto, es ese momento.

—¡Sí! —Los dos amigos se pararon de un salto y agradecieron a los dioses tener un motivo para ponerse en acción.

*

La noche era calurosa y sensual. Una enorme luna llena se alzaba sobre sus cabezas, mientras el harem completo se escabuhía con sus disfraces hacía una salida secreta tras una de las fuentes del jardín. A Meliodas le había costado mucho trabajo zafarse de las atenciones de sus huéspedes, pero una vez quedó libre de compromiso, apenas soportó la espera hasta que la albina le dio la señal para que todos se escaparan.

—¿Qué estás planeando Eli?

—Shhh. Es una sorpresa —Elizabeth entrelazó los dedos de sus manos, y le dio un tierno beso en la comisura de la boca—. Una sorpresa de cumpleaños.

—No se distraigan, tórtolos. Si no se dan prisa podrían descubrirnos. —Diane los tomó a los dos de los hombros y los apuró mientras las demás apenas podían contener la risa. Ninguna sospechaba que dos hábiles ladroncillos les seguían los pasos desde muy cerca. Después de un rato de caminar por pasillos secretos y túneles, por fin llegaron a una puerta misteriosa y se detuvieron.

—Mi señor, ¿recuerda que una vez le dije que, si lo conocieran, su pueblo lo amaría? —El corazón de Meliodas se aceleró súbitamente al oír esas palabras—. Pues ahora estoy segura: pueden amarlo tanto como yo.

Las chicas se hicieron a un lado para darles paso, y en cuanto abrieron la puerta el rubio se quedó sin palabras. La entrada secreta daba a una plaza llena de gente bailando y riendo. Todo estaba iluminado con globos de Camboya, antorchas, y lámparas que pintaban el piso con muchos colores. Las decoraciones eran sencillas pero hermosas, había comida, animales, juegos, pero lo más importante, no había un solo noble que pudiera reconocerlos.

—Las chicas y yo pensamos, "¿qué podemos darle a un hombre que lo tiene todo?" —Meliodas volvió a centrar sus ojos en los de Elizabeth, y sintió como una lágrima traicionera luchaba por salir—. Así que, mi señor, ¡le regalamos a su pueblo!

—Y ahora, a divertirnos. —dijo Diane.

—¡Sí! —Y entonces se dividieron. Jenna y Zaneri, Diane y Elaine, y por último Elizabeth y Meliodas, que no podían apartar sus ojos mientras veían al otro con adoración.

*

—¿Es en serio? ¿Ésta era la actividad sospechosa en la que estaba involucrado el harem? —Ban no sabía si estaba aliviado o frustrado. Habían visto al rubio y sus amigas durante cerca de una hora correr de aquí para allá como niños pequeños mientras disfrutaban de la fiesta de la gente común—. Arthur, ¿qué demonios vamos hacer?

—¡No lo sé! —El chico había gritado tan fuerte que incluso un par de transeúntes voltearon a verlo—. No lo sé... —Ban lo tomó de los hombros y lo abrazó brevemente. Comprendía a la perfección cómo se sentía, pero ni siquiera él veía una solución. Matar al rey en esas circunstancias sería casi lo mismo que asesinar a un inocente justo frente a su familia. Luego vio que el grupo de seis tomaba direcciones diferentes cada uno, y vio su última oportunidad.

—Cálmate. Esto es lo que vamos a hacer: sigue a tu hermana y al sultán. Mientras, yo seguiré a la princesa, y a esa bailarina de pelo castaño que...

—No —El joven agachó la mirada y comenzó a temblar—. No soportaría ver a mi hermana y a ese tipo poniéndose románticos. Iré contigo. Además... —Arthur inhaló profundamente y dedicó a su amigo una sonrisa que pretendía ser juguetona—. Sería buena idea distraer a la grandullona para que tú puedas tener un rato a solas con la princesa.

—¡Ahhh!, pequeño pillo —Ban desordenó la cabellera de su pupilo, y dio una rápida revisión a su propio traje—. Parece que ya lo entendiste, ¿cómo me veo? —Arthur rió de corazón por primera vez en varios días, y le mostró a Ban dos pulgares arriba.

—Igual a un príncipe.

*

—Elizabeth, ¿a dónde vamos?

—Es un secreto, mi señor.

La peliplateada sentía que se le iba a salir el corazón del pecho. Había elegido el lugar perfecto para su encuentro con él, pero, ¿y si Meliodas no quería? Ella había asumido que conocía bien lo que le gustaba y lo que no, pero ahora que tenía la llave del cuarto en la mano, no estaba segura. Volteó a verlo y permitió que la lujuria se fuera apoderando poco a poco de ella. Su boca tan sensual, su pelo rubio, la manera en que el sudor hacía que su humilde camisa de algodón se le pegara al cuerpo. Lo que la hizo decidirse por un sí, fue cuando noto un leve movimiento en sus pies mientras marcaba el ritmo de la música en las calles. Giró la llave en la cerradura y lo invitó a pasar.

—Bienvenido. —Al entrar, Meliodas no pudo evitar sonrojarse un poco. Era un pequeño y hermoso cuarto privado con almohadas, alfombras y velos, justo como el escenario de las bailarinas. Solo que este tenía un balcón tan alto que les daba absoluta privacidad al mismo tiempo ofrecía una asombrosa vista del palacio. El sultán volvió a reaccionar cuando escuchó la puerta cerrarse y a Elizabeth ponerle cerrojo.

—No sabía qué darle. Poseo tan pocas cosas, y pensé que nada de lo que tengo sería suficiente para demostrarle cuánto lo... cuanto lo... —La peliplateada había comenzado a perder el hilo de sus pensamientos cuando vio al más bajo acercarse seductoramente.

—Elizabeth, tú ya eres mi todo —El rubio acercó su boca al oído de ella y comenzó a lamerla con suavidad—. Tú eres el mejor regalo que la vida me pudo dar —Meliodas mordió gentilmente el lóbulo de su oreja y Elizabeth lo recompensó con un gemido—. ¿Esto es lo que me querías mostrar?

Antes de darse cuenta, Meliodas tenía acorralada a Elizabeth contra la pared, y había comenzado a hacer un camino con sus labios a lo largo de su cuello. Ambos gimieron cuando le dejó un chupetón justo donde latía su pulso. Un sonido de tambor los devolvió a ambos a la realidad, y se separaron del todo cuando una vibrante música entró por la ventana.

—No... esto es lo que quería mostrarle —Elizabeth aferró los fuertes bíceps de Meliodas, y lo fue empujando suavemente hasta que los dos quedaron en el centro del cuarto. Luego ella tomó postura de baile y comenzó a mover rítmicamente las caderas mientras el rubio la veía con una sonrisa—. Este es el único lugar que conozco donde nadie puede escucharte, pero tú escuchas la música como si estuvieras abajo. —Alzó los brazos hacia la ventana como si fuera a abrazar a la luna, y entonces se giró para darle la mano. Meliodas entendió de golpe.

—¿Quieres... quieres que baile contigo? —Elizabeth se sonrojó con fuerza y asintió poco a poco.

—No muchos saben que nuestro estilo de danza posee una variante masculina. Hay una razón por la que le gustan tanto las bailarinas, ¿no es así mi señor?

Solo ella... solo ella puede entender en verdad lo que siento. —Meliodas estaba ahora en una especie de trance, y se acercó a la peliplateada completamente hipnotizado mientras el ritmo del tambor se sintonizó con sus caderas y su corazón.

Escena extra: El calor de la noche

—Parece que por fin se rindieron.

—Ya era hora.

—¿Estás seguro de que no es mejor perseguirlos? Sin importar quienes sean, te aseguro que puedo cortarles el cuello antes de que siquiera se enteren que estoy tras ellos.

—No hace falta querida. Nuestra misión es una y solo una: proteger al sultán y a la señorita Elizabeth hasta que acabe su cita de hoy.

Monspeet y Derieri estaban apostados uno a cada lado de la puerta del pequeño local al que habían entrado sus objetivos en actitud de alerta, listos para saltar en su ayuda a la menor señal de peligro. Esa noche su misión estaba resultando relativamente fácil: abrirles camino, ver que nadie los siguiera, asegurarse de no ser vistos, y procurar que el harem del rey se divirtiera sin enterarse de que ellos estaban ahí también.

—Que suerte que hay una sola puerta de entrada —dijo ella—, y estamos justo bajo su ventana para poder vigilar el edificio. Cualquiera que intente acercarse a Meliodas y a Eli, tendrá el placer de probar el filo de mis dagas nuevas. —Él rió con suavidad sin dejar de escrutar los rostros de la gente, y se recargó en el muro de ladrillos mientras disfrutaba de la música.

—Dudo mucho que alguien además de ti lo considere un placer, querida. Tal vez solo yo. El brillo en el metal es el mismo que hay en tus ojos.

Por un segundo, el corazón de la pelinaranja se detuvo y su cerebro dejó de pensar. ¿Eso era un cumplido? ¿Monspeet... se complacía en mirarla a los ojos? Ahora su corazón estaba acelerado como cuando corría tras una presa, aunque esta vez sintiera que la presa era ella. ¿Qué era lo que le estaba pasando últimamente? Desde que supo de la desaparición de Rajine y había tenido su momento a solas con él en la fuente, un extraño calor le subía por el pecho cada vez que pensaba en su compañero, y su deseo de tocarlo y estar junto a él se había vuelto más y más fuerte.

Se le quedó mirando con intensidad, y por un momento, se permitió distraerse de sus deberes mientras contemplaba aquel rostro tan querido y conocido. Tenía ojos rasgados e inteligentes, pero también llenos de una serenidad que contagiaba. Su pelo y su bigote tenían un ligero tono rojizo que brillaba a la luz de los cientos de lámparas de la plaza, y su piel bronceada típica del hombre del desierto que era destellaba a causa de una ligera capa de sudor. Era alto, elegante, y su cuerpo... Su cerebro dejó de funcionar de nuevo al notar lo perfecto que era. ¿Monspeet siempre había sido tan musculoso? ¿Siempre había tenido una espalda tan ancha y una cintura tan estrecha? Sus poderosos brazos destacaban bajo su capa, sus piernas tenían firmeza absoluta.

Por supuesto que sí, tonta —Se regañó a sí misma—. Es uno de los mejores guerreros del rey, ¡claro que debe ser fuerte! —Pero el ser fuerte no disminuía el hecho de que era un hombre muy apuesto, y al darse cuenta de hacia donde estaban dirigiéndose sus pensamientos, tuvo un ataque de nervios que se manifestó con un gruñido a una pobre pareja que pasaba por ahí.

—¡¿Qué miran?! ¡¿Quieren pelear?!

—Vámonos cariño, es una borracha.

—¡¿Borracha?! —gritó ofendida la pelinaranja, que tuvo que ser detenida por su compañero antes de que se lanzara contra los inocentes.

—Vamos, vamos querida —rió Monspeet completamente risueño—. Entiendo que te estás divirtiendo, pero no olvides que estamos aquí por trabajo. Aunque... —De pronto, el apuesto castaño se acercó demasiado al rostro de ella, paralizándola por tercera vez esa noche. Su corazón latió desbocado, sus ojos se abrieron como platos, y tratando de contener el escalofrío de placer que le dio cuando él le pasó un dedo por el rostro, esperó a que terminara su comentario.

—¿Qué... qué quieres?

—No te ves muy bien. Es evidente que no estás borracha pero, ¿por qué estás tan roja? ¿Te sientes mal?, ¿entrenaste demasiado hoy?

—So... ¡solo es el calor de la noche! Ahora quítate y retoma tu puesto, que estamos trabajando.

—Vale, vale. —dijo él obedeciendo y volviendo a su postura de absoluta concentración. Ella también logró recuperarse lo suficiente para volver a posición de firmes, pero aunque su rostro había vuelto a ser de piedra, por dentro, se sentía hervir. ¿Cómo lidiar con esos confusos sentimientos de ahora en adelante?

Tendré que pedirle ayuda a Eli. Ella es sabia, y sabrá qué rayos puede ser esto que siento. —Al ser consciente de que esa información hacía a su querida amiga aún más valiosa para ella, volvió a entregarse en cuerpo y alma a la misión de protegerla, superando los deliciosos y confusos efectos que el "calor de la noche" producía en su cuerpo. 

***

Fufufu ^u^ ¿Quién no tiene a una amiga que es tan inocente que no se da cuenta de cuándo se está enamorando? Y ahora, un secreto de este capítulo: ¿sabían que a mi me costó tanto trabajo como a Eli elegir un regalo para el sultán el día de su cumpleaños? Me decidí en primer lugar por su pueblo porque me pareció el regalo más hermoso y significativo de todos, y era algo que él había deseado mucho. La segunda opción que pensé también la incluí en la historia: lecciones de baile de Eli XD ¿sabían que el deseo secreto del sultán siempre había sido aprender a bailar? Obvio no puede en público por las apariencias, pero es algo de lo que he dejado pistas a lo largo de la trama (por eso le gustan las bailarinas ^u^) Como tercer regalo había pensado en que Eli apareciera desnuda en su cama con un moño, jajajajajajajajaja <3 Ya saben, regalarle su cuerpo, una noche especial con él. Al final, ¡pude poner los tres regalos en la obra! ¿a que soy genial? ^3^

Ahora les diré los regalos que fueron descartados, y me gustaría que ustedes me digan con cuál les gustaría ver una escena extra: aretes azules (pensaba justificar el arete de Eli de esa forma, Meliodas llevaría puesto uno, y ella el otro), un masaje especial (ya saben, con aceites, incienso, y final feliz 7u7), o una noche de cabalgata en el desierto (hacer el amor en un oasis... uff >///<). Con esos deliciosos pensamientos en mente, los dejo por ahora. 

Los quiero mucho cocoamigos, gracias por su paciencia y amor <3 <3 <3 Nos vemos la próxima semana para más, y mañana en otra historia. 

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