Noche 12: Recuerdos de un presente feliz
En mi cuarto, hace tanto calor como en el desierto UwU Así que voy a disfrutar leer esto, fufufu.
***
Elizabeth se fue despertando lentamente mientras oía el canto de los pájaros y una suave brisa entraba a través de las cortinas. Sentía su cuerpo deliciosamente cansado y tenía un poco de sed, pero en cuanto intentó levantarse para buscar agua, una opresión en su cuerpo que le impidió moverse. Cuando identificó cuál era la causa, sonrió y decidió quedarse quieta un rato más. Meliodas la estaba abrazando protectoramente contra su pecho. La albina se ruborizó un poco a pesar de que esa había sido la manera en que había estado despertando por casi un mes. Recordaba muy bien el día en que él había dado la orden de hacer de su habitación privada un cuarto para los dos.
*
—Ya me oíste, Chandler.
—Pero mi señor, esto nunca... no se acostumbra...
En cuanto el fiel sirviente del sultán supo que su rey se estaba mudando al ala oeste, corrió a tratar de impedir lo que desde su punto de vista era un sacrilegio. Lo único que había logrado era que el rubio se burlara de él: se le había metido la cabeza de estar lo más cerca que pudiera de su harem, y ambos sabían que cuando tomaba una decisión, nada lo hacía cambiar de opinión.
—Escuche a su sirviente, alteza. No pasa nada, sabe que yo puedo ir todas las noches a su...
—No necesito que me defiendas, pequeña zorra. Yo mismo llevaré las cosas de regreso a la habitación del... —Antes de que pudiera terminar de hablar, Chandler sintió como su garganta era presionada por una daga de energía oscura empuñada por el sultán.
—Vuelves a dirigirte a ella de esa manera, y yo mismo te decapitaré. —El agudo filo se deslizó por el cuello del viejo, dejando una fina línea roja y un tembloroso sirviente.
—Majestad, perdóneme. Sabía que esta chica era su preferida, pero, ¿es que acaso piensa convertirla en una candidata seria para...?
—Quien sabe... —Elizabeth sintió como Meliodas la tomaba posesivamente por la cintura y la pegaba a su cuerpo con porte altivo—, podrías estar contemplando a la próxima reina.
—¡¿Reina?! —Elizabeth sentía que se desmayaba y tuvo que apoyar sus manos en el pecho del rubio para no caerse. Su sirviente, por otro lado, no tuvo dónde hacerlo y cayó al suelo redondo.
—¿Está seguro, señor Meliodas? Yo desciendo de la tribu de las diosas. Además, fui adquirida en calidad de...
—¡Chandler! —Su sirviente hizo una maroma en el piso y se acomodó en una reverencia—. Tienes prohibido hablar de esto con nadie, solo te lo he contado por todos tus años de leal servicio. —A pesar de su palidez, el anciano sonrió complacido al escuchar esto y asintió.
—Se... señor Meliodas.
—Ve a traer tus cosas —Toda ira había desaparecido de su rostro, y ahora sonreía dulcemente mientras besaba sus manos—, y no respondas preguntas de nadie.
*
—Elizabeth... —Por un momento la peliplateada creyó que lo había despertado, pero su amado rubio solo estaba hablando en sueños. Cuando dormía su cara era adorable, casi de niño, y ella no pudo evitar pensar que en muchos sentidos lo era. Le habían enseñado que lo que quisiera debía obtenerlo con violencia y sangre, y que la lealtad solo se ganaba a través del miedo. Ahora estaba aprendiéndolo todo otra vez, luchando por hacer lo correcto, y sus primeras aliadas en la enseñanza del bien ahora eran incondicionales con él.
*
—...Y esa es la situación, chicas —Diane sonreía de oreja a oreja, Elaine tenía los ojos relucientes, y Jenna y Zaneri se veían en un gesto de mutuo entendimiento. El corazón de Elizabeth dio un saltó mientras Meliodas la tomaba de la mano y decía las siguientes palabras en voz alta—. Amo a Elizabeth, y...
—¡Mi señor! ¡Estoy tan feliz por ustedes! —La castaña no lo dejó terminar. Se lanzó sobre ambos y los tacleo en un abrazo que los dejó en el piso.
—Me alegra que no desaprovecharas tu oportunidad. —Jenna abrazó a Zaneri mientras ambas veían como los amigos se reincorporaban partiéndose de la risa.
—Mi... ¿mi señor? —El ambiente festivo fue roto por Elaine quien, a pesar de estar feliz por la pareja, recordó de golpe sus obligaciones como princesa—. Pero, ¿qué pasará con el resto de nosotras?, recuerde que mi hermano me mandó por una alianza, y yo no...
—No tienes de qué preocuparte —Meliodas tenía una mirada decidida y feroz—. Las protegeré con todo mi poder. Les debo la vida, y pienso devolverles el favor. A partir de ahora, son libres. Pueden hacer lo que quieran, ir a donde deseen. Pero lo más importante, olvídense de cualquier matrimonio arreglado.
—¡¿Qué?! —Todas las chicas saltaron al mismo tiempo, y Elaine aferró a la orilla de su vestido con fuerza.
—Sé que tu hermano me ofreció tu mano porque no confía en ninguno de los pretendientes que se te han acercado hasta ahora. Yo era el mal menor, ¿no es así? —La princesa asintió ruborizada, mientras Meliodas ponía amistosamente la mano sobre su hombro—. Bien, pues olvídate de eso. Eres libre de amar a quién quieras.
—Pe... pero mi señor...
—Tranquila —Meliodas puso cara seria de nuevo y se cruzó de brazos de forma imponente—. Fingiremos que sigues siendo una candidata en mi harem. Así esos otros dejarán de molestarte, y cuando elijas al hombre con quién quieres casarte, sin importar quien sea, yo te apoyaré, ¿te parece bi...? —El rubio no pudo terminar, porque la pequeña lo estaba asfixiando con un abrazo tan fuerte que le lastimó el cuello.
—¡Gracias, gracias, gracias!
—¡Hey!, ¿y qué hay de nosotras?
—¡Jenna!
—Lo mismo va para ustedes, chicas. Zaneri... —La joven le devolvió la mirada a Meliodas, y aunque sus ojos eran un poco tristes, también estaban llenos de paz y luz—, tú en particular mereces mi gratitud. Tengo un regalo para ti. —El rey se acercó a un paquete que reposaba a lado suyo y se lo ofreció a la morena. Cuando esta lo abrió, se quedó con la boca abierta y lágrimas comenzaron a caer de sus ojos.
—¿Qué es hermana? —Preocupada, Jenna acabó de desenvolver el objeto, que resultó ser un enorme libro antiguo con pasta azul y escritos misteriosos —. No puede ser...
—Sí. Es un libro con textos sagrados de la tribu de las diosas. Tú fuiste quien le enseñó a leer a Eli, ¿no? Sé que te gustaría rescatar las tradiciones de tu pueblo, y aunque no hay nada que yo pueda hacer para regresar el tiempo y evitar que mi clan destruya al tuyo... estoy seguro de que tú podrás hacer que nuestras culturas lleguen a comprenderse algún día. —Zaneri paseaba los ojos por el libro con reverencia, y Jenna también estaba llorando. Aunque al mismo tiempo reía de alegría.
—Hey, sécate esas lágrimas o dañaras el libro —Luego ambas se abrazaron entre sí, y dedicaron una reverencia al rey—. Gracias, alteza.
—Por último, Diane —La chica con coletas había comenzado a saltar en su asiento—. ¿Recuerdas la forma en que llegaste al palacio? —La castaña se puso seria de golpe.
—Sí señor, ¿pero eso qué tiene que ver con...?
—Quiero que sepas que yo nunca te consideré un objeto ni mi propiedad. Pero para poder realizar con éxito mi plan, te ruego que finjas que lo eres.
—¿Eh? No entiendo.
—Sabes... el sultán Arlequín fue demasiado generoso con el obsequio de darme a su hermana en matrimonio —Diane comenzó a ruborizarse al notar el rumbo que estaban tomando sus palabras—. Creo que yo debería darle un regalo igual de valioso. ¿Qué te parece si eres mi obsequio para que el rey King comience su propio harem?
—Gra... gracias su alteza. —Diane tenía la cara completamente roja, estaba temblando de emoción, y hasta se había hecho nudos en el pelo de tanto jugar con él.
—A ver, a ver, a ver. Solo hay un detalle más —Todas se sentaron derechas y le pusieron atención—. Elaine tiene razón respecto a que sería peligroso que otras personas supieran nuestro arreglo, así que les pido que guarden el secreto, al menos hasta que sea seguro. Yo vendré a visitarlas más seguido para guardar las apariencias, ¿les parece bien?
—No, no me parece bien —Todos voltearon a ver a Elaine, completamente confundidos—. No me parece justo que solo nosotras recibamos. Tienes que dejarnos ayudarte también.
—¡Elaine tiene razón! —La bailarina de coletas se había levantado de su asiento y apretaba los puños con decisión—. Lo que necesites, considéralo hecho.
—Pero...
—¿Tienes al visir en la mira, no? —Ahora todos volteaban a ver a Zaneri—. Es lo más lógico. Él era la razón principal de tu ceguera, y probablemente también sea la causa del malestar en el reino. Ahora que nos has dado más facilidad para movernos en la corte, sugiero que nos dejes ser tus espías.
—Es cierto —Jenna tenía el ceño fruncido lleno de convicción—. Nadie sospechará de unas simples bailarinas.
—¿Pero qué dicen? No pienso ponerlas en peligro así.
—Señor Meliodas —El rubio se quedó mudo cuando oyó el tono firme y decidido de Elizabeth—, nosotras tampoco toleraremos que usted corriera peligro. Pelearemos a su lado, en eso consiste la amistad.
Meliodas deslizó la mirada por las caras de sus mujeres, y le asombró ver lo fuertes que se veían. Su pecho se llenó de alegría y se preguntó sí, por primera vez en su vida, había entendido lo que era la amistad. Luego miró la cara de Elizabeth y decidió que había descubierto más que eso.
—Gracias.
—¡Miren! ¿Los ojos del rey se están volviendo verdes? —Las bailarinas no pudieron comprobarlo, pues ahora él tenía los ojos cerrados, concentrado en el apasionado beso que le estaba dando a su mujer.
*
La peliplateada no podía creerlo. Era como un sueño hecho realidad. Estaba tan conmovida viendo dormir al amor de su vida, que no pudo resistir la tentación y le dio un suave beso en la comisura de la boca. Eso bastó para despertarlo.
—Discúlpeme señor Meliodas, no era mi intención, yo solo quería, ¡ah! —En lugar de molestarse, el rubio comenzó a frotar su cuerpo contra el de ella, deslizando la mano por su espalda, para después acariciarle el trasero suavemente.
—¿Sí?, ¿qué es lo que querías? —Sus caricias en círculos estaban despertando todas sus terminaciones nerviosas, pero antes de perder la cordura por completo, Elizabeth logró decirle la verdad a medias.
—Yo solo... tengo sed. ¿Le molestaría darme un poco de agua? —Meliodas parpadeo seductoramente y estiró un brazo sobre ella para tomar una copa que estaba sobre el buró.
—Con gusto —El rubio se llevó el vaso a la boca y bebió un poco. Luego colocó sus labios sobre los de Elizabeth: le estaba dando de beber con un beso. Cuando se terminó el agua, Meliodas comenzó a jugar con sus lenguas mientras con una mano le apretaba el pecho. Separó sus bocas solo un segundo para decirle estas palabras—. Buenos días.
—Bu... buenos di... ¡Ahhh! —Y ya no pudieron decir nada más.
*
Escena extra: Pan y carne
Monspeet, el mejor espía del príncipe Zeldris, contemplaba la escena ante sus ojos mordiéndose el labio para no reír y tratando de guardar absoluto silencio. La señorita Elizabeth, con las mejillas ruborizadas y los ojos bien abiertos, miraba a su amiga con la misma expresión que un conejo acorralado por un zorro. La pelinaranja, entre tanto, miraba a la bailarina con unos ojos feroces, un velo cubriendo su cara, y una canasta apoyada en su cadera. Tal vez la situación habría sido alarmante en otras circunstancias, puesto que ella era asesina, pero el hombre de bigote conocía demasiado bien a Derieri como para pensar mal y sabía que, en realidad, la bailarina del rey no corría ningún peligro.
Esa mirada que otros podrían haber tomado por sed de sangre, en realidad significaba que Derieri se sentía asustada, y estaba concentrándose para reunir el valor suficiente de dirigirle a Elizabeth la palabra. Es lo que había deseado desde que la joven superó la prueba del veneno, y llevaba días pensando en cómo presentarse. Ahora, cuando al fin parecía que lo conseguiría, la pobre peliplateada lucía como una presa acorralada. Demasiado adorables, pensó él. Eran tan parecidas y diferentes al mismo tiempo. Cuando finalmente pensó que era el momento de ayudarlas y presentarlas apropiadamente, el gentil guerrero tuvo que retroceder al ver que una de ellas hacía un movimiento.
—Máteme a mí. —El sonido de un pájaro se escuchó un par de segundos, y acto seguido Derieri abandonó esa expresión intimidante para poner una de confusión.
—Espera, ¿qué?
—Lo siento, pero... no pienso traicionar nunca al sultán. Lo amo con mi vida, y si lo que querías era traerme otro veneno para tratar de matarlo, me temo que la que tendrá que morir soy yo.
Entonces Monspeet entendió todo de golpe. Claro, Elizabeth había sido engañada por Derieri para ver si intentaba vengarse de lo que le hizo Meliodas envenenándolo. Ella aún no se había enterado de que eso fue solo un engaño, y ahora, debía creer que la mujer que le dio vino en vez de veneno venía a corregir el error. Tuvo que colocar una mano sobre sus labios para contener las carcajadas al ver la cara que estaba haciendo su mejor amiga y la expresión graciosa de Elizabeth cerrando los ojos con fuerza y haciendo puchero. Después de una serie de balbuceos ininteligibles que salieron atropelladamente de la boca de la pelinaranja, ésta finalmente pudo reponerse lo suficiente para hablar.
—Yo... esto... bueno... ¡Toma! —Entonces extendió los brazos mostrándole la cesta de paja a la albina, que abrió uno de sus ojos para ver que lo que había dentro era pan fresco y algo envuelto en tela.
—¿Comida envenenada? Ya se lo dije, no pienso ayudarle a matar al rey.
—¡No! Esto no es para el sultán, es para ti. —Un nuevo silencio se hizo entre ellas y, de forma adorablemente contradictoria, las mejillas de Derieri enrojecieron mientras las de Elizabeth palidecían.
—¿Quiere que yo coma el veneno? ¿Acaso... quiere eliminarme para borrar las evidencias?
—¡Qué no! Es que... estás flaca. Y la carne está muy buena, y... —Sus caras eran una joya. La pobre chica del velo parecía querer huir de la vergüenza, pero era demasiado terca para retractarse de su objetivo, y recurriendo a medidas extremas para mostrarle a la joven peliplateada que venía con buena voluntad, se arrodilló en el piso y sacó un cuchillo.
—¡Kyaaaaah!
—¡No, espera, no grites! Solo es para cortar el pan, mira —Con toda la velocidad que pudo, Derieri sacó una hogaza y el pedazo de carne asada que estaba envuelto en el paño de tela, y los cortó para hacer un bocadillo con él—. ¡Está delicioso! —dijo metiéndoselo entero a la boca, y aún llena, intentó seguir hablando mientras extendía a los pies de la albina un pequeño festín—. Ebta fesco.
—Lo siento, ¿qué dijo? —Tras tragar el bocado y toser un par de veces para aclararse la garganta, la joven continuó, aliviada de ver que Elizabeth iba bajando la guardia.
—Dije que está fresco. No tengo ninguna de esas intenciones que dijiste, yo solo... —Roja. La cara de Derieri estaba tan roja como el sol del atardecer en el desierto. Entonces, la gentil bailarina se arrodillo frente a ella en el suelo y, con esos misteriosos y hermosos ojos de color azul, se puso a escrutar a la persona frente a ella tratando de decidir si merecía su confianza. La pelinaranja no resistió aquellos orbes mirándola—. ¡Que estás flaca! El sultán necesita que recuperes tu salud y engordes un poco, ¡toma!
—¡Mfhm! —Entonces trató de meterle un bocadillo entero en la boca a la ojiazul, y fue cuando el espía finalmente decidió salir y dejarse ver por las dos.
—Buenas tardes, mi señora —dijo él con un tono sereno y amable—. Le pido disculpe a mi compañera. Mi nombre es Monspeet, y ésta de aquí es Derieri. Somos siervos del príncipe Zeldris, y venimos a pedirle disculpas por la treta que le jugamos el otro día. —Entonces el castaño le explicó con detalles porque la habían engañado y lo que lograron con ello, rematando con nuevas disculpas y la explicación de porqué la pelinaranja estaba actuando de esa forma tan extraña—. En pocas palabras, lo que ambos deseamos es su perdón, y su amistad, si está dispuesta.
—¡Estúpido Monspeet! ¡¿Qué es lo que...?! —pero no pudo terminar de hablar, porque en ese momento Elizabeth se acercó aún más, haciéndola enmudecer mientras trataba de mirar hacia otro lado.
—Es... ¿es cierto?
—Yo... —Los ojos de la guerrera se cristalizaron como los de una niña pequeña. Con un movimiento sutil, la peliplateada le retiró el velo que hasta entonces había cubierto su cara, y tras casi un minuto entero de silencio y concentración... de pronto sonrió.
—Te lo agradezco. Lo que hiciste por el sultán... y también por mi.
—¡¿En serio?!
—Sí —dijo ella dulcemente mientras la ayudaba a ponerse de pie—. No hay nada qué perdonar. Ahora, esto... ¿dices que la carne es deliciosa?
—¡Lo es! —La joven tomó un poco y, nuevamente, intentó ofrecérselo de comer.
—Y... ¿en verdad piensas que estoy muy flaca? —Tal vez lo correcto hubiera sido decir que no. Tal vez incluso hubiera estado bien pedir disculpas por haberlo dicho. Sin embargo Derieri era demasiado franca y directa, y como además tenía la creencia de que debías ser completamente honesto con las personas que te importan, le soltó la verdad de una forma tan honesta que hizo ruborizar a la albina.
—Pues sí, muy flaca. —Más silencio, otro sonido de pájaro... y entonces fue el turno de Elizabeth para meterse el bocadillo entero a la boca.
—Biebes bason, ¡ebta bebicioso!
—¿Qué? —Un trago de la bota de agua que llevaba, un par de segundos para tragar, y entonces la peliplateada le sonrió de una forma que era como ver directamente a una estrella.
—Qué está delicioso. Y tienes razón —dijo ella riendo—, estoy demasiado delgada. Pero no te preocupes. Prometo ponerme mejor, y me encantaría si vienes a visitarme de vez en cuando para poder comer juntas. —Fue el turno de Derieri para sonreír, y esa expresión fue tan asombrosa, que Monspeet sintió que su corazón saltaba en su pecho. Aunque su presentación no había salido como quería, para él, era obvio que esas dos bellísimas mujeres acababan de hacerse amigas.
*
Momento de adorabilidad, fufufu ^w^ Y ahora, un secreto de este capítulo (aunque también pueden considerarlo un pequeño spoiler *w*): ¿sabían que la forma en que Diane fue llevada al castillo fue en calidad de esclava tras la derrota de su clan a manos del ejercito del padre de Meliodas? En la antigüedad, cuando un pueblo perdía ante otro, era normal que sus pobladores quedaran reducidos a esclavos por los conquistadores. Algo así pasó pero, en vez de maltratarla y herirla, Meliodas decidió conservar a esa pequeña niña para que la entrenaran, ya que su gente era conocida por tener excelentes guerreros y bailarinas. Quise establecer este tipo de relaciones entre ellos para dar a entender que, pese a lo violento y oscuro que era antes, la verdadera naturaleza de Meliodas en realidad no era maligna. Creo que profundizaré un poco más en esa historia en próximos capítulos ^3^
Mientras tanto, me gustaría que me diga: ¿qué opinan de de las escenas extras que he ido sacando?, ¿sienten que son innecesarias, o las sigo agregando al texto original? Los dejo con esa preguntita, y me despido por ahora mandándoles un beso y un abrazo. ¡Muchas gracias a todos por seguir conmigo aquí! <3 Nos vemos la próxima semana para más, y mañana en otra historia.
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