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El tiempo pasa rápidamente para Aiden, hace unas semanas era un pequeño cachorro y ahora es todo un perro adulto. Eso se debe a los cuidados que su dueño le da, baños, paseos al parque, visitas al veterinario y mucha comida.
–Esto es vida –Zadbiel esta desparramado en la gigantesca cama con sus alas extendidas–. Nubes en la tierra.
–Esa es mi cama o lo era. –Su protegido da vueltas por toda la habitación mientras olfatea el aire. Él se cansa de oír las patas de Aiden contra el piso y se levanta con el ceño fruncido.
–¿Qué haces?
–Le diré a papá quien soy.
Al oír esa respuesta, el ángel suelta una risa estruendosa mientras se revuelca en la cama. Aiden, por su parte, lo ignora y continúa con la búsqueda de sus recuerdos preciados. Mueve la alfombra que está junto a su cama e intenta levantar una tabla del piso de madera. Aunque sin manos y pulgares opuestos es muy difícil.
–Ay, no p-puedo... ¡Ah! Zad, ayúdame.
El hombre escucha a su mejor amigo chillar, entonces lo busca al creer que está lastimado. Pero solo lo ve rasgando el piso.
–No, Bogo. Dejo eso.
–¡Bobo! Jajajajaja. –Aiden creyó que Zabdiel no haría de nuevo esa gastada broma. Pero se equivocó. Él no es capaz de controlarse y comienza a llorar de la risa.
–¿Qué es esto? –Su padre termina de levantar la tabla saliente para encontrarse con una caja negra. En la cama está escrito el nombre de su propietario con pintura metálica–. Era de Aiden...
El nombrado se sienta sobre sus patas traseras, a su lado, mientras que Zabdiel observa todo desde la cama. Dentro de la caja hay notas, algunas fotos, uno que otro envoltorio de dulces y más notas.
–¿Y eso qué es? –le pregunta Zabdiel–. Tiene corazones dibujados.
–Las cartas de algunas chicas. P-Pero yo quiero que vea las fotos. Hay algunas en donde estamos él y mamá. –Tal como lo dijo, su padre toma las fotos. Las cuales están atadas con un listón azul, entonces desata el nudo y mira cada una con atención. Sus ojos brilla mientras una sonrisa aparece en su rostro.
–Este es Aiden, mi hijo, y la hermosa mujer a su lado era su madre. Los extraño.
–Papá, estoy aquí. ¿Cómo murió mamá? ¡Responde!
Por más que quiera comunicarse, Aiden solo suelta ladridos que molestan un poco al hombre por lo escandalosos que son. Entonces se pone de pie y decide llevar esas viejas pertenencias a un lugar más adecuado.
–¡Papá! Espera...
–No te entiende –le recuerda Zabdiel suspirando–. Ya te había explicado esto, si pudieras comunicarte con él sería una locura.
–¿Entonces por qué estoy aquí?
–Es una coincidencia. Pero puedes aprovechar sabiamente la situación, estar con él, acompañarlo. –Él ve a su protegido salir de la habitación rápidamente, dejándolo con las palabras en la boca–. Te estoy hablando.
Lo sigue para ver qué está tramando y lo encuentra en la sala, tratando de tomas una pluma con sus patas. Como no tiene dedos opuestos, termina manchando la hoja con un poco de tierra y ni siquiera puede tomar la pluma. Luego de unos inútiles intentos, prueba con su boca. Toma suavemente el extremo de la pluma y procede a escribir. Aunque solo consigue hacer unas rayas sin sentido alguno.
–¿Te darás por vencido? –le pregunta su ángel, quien lo observa a unos pasos de distancia.
–¿No puedes ayudarme? Quiero que él sepa que está hablando conmigo, no con un perro. –Aiden intenta una vez más, pero la pluma termina rompiéndose por la fuerza de sus colmillos.
–Las reglas dicen que no. Pero podría dar unas señales.
–¿Qué? ¿Tú?
–Tengo un poco de influencia en este mundo, tú y las demás almas también pueden verme y escucharme –dice sonriendo–. Lo haré si quieres. Pero si tu padre cree que es un fantasma, te haré a ti el único responsable.
–No, no. Él es bastante escéptico, haz lo que sea que vas a hacer –suplica, mirando al ángel.
–Cuando haces esa carita es imposible decirte que no.
Primera señal...
Patrick está ocupado colocando las fotos, recién descubiertas, en marcos para colocarlos en la pared. Así los recuerdos se mantendrán vivos. Pero un extraña melodía llega hasta él, se trata de la música favorita de Aiden, la cual proviene de su habitación.
Él hombre suspira y camina hacia el cuarto para terminar apagando el celular de su muchacho. A Aiden le gustaba mucho ese grupo de chicas cantantes.
–¿Y ahora qué? Eso no funcionó –dice mirando a Zabdiel.
–Paciencia. Sólo puedo hacer esto una vez por día, mañana haré lo mismo hasta que él deje de pensar que solo fue una coincidencia.
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