Capítulo III: Creando nuevos recuerdos
Sufrí mucho en silencio en aquellos días, eso incluyó largas horas de llanto hasta quedarme dormida con el rostro apretado a la almohada para no incomodar a Levent, quien no escatimaba en esfuerzos para tratar de que volviese a sonreír. No obstante sé que se enteró, más procuró no decir nada al respecto para que no me sintiera incomodada.
El que no se preocuparan por mi paradero, por insistirme en que regresara, en especial Emir, mi esposo, me tenía en el fondo contrariada y llena de coraje porque aquello sólo me ratificaba que la decisión que tomara de abandonar definitivamente el hogar y alejarme de mi familia, era la correcta; sintiendo que en el primero en mención sobraba y que para los segundos en realidad ya no existía... Aquello atenuaba en parte mi cargo de conciencia por hacerlo pero no me eximía desde ya de la nostalgia de tener que alejarme por primera vez de mi patria y sin una fecha de regreso. Me estremecía además el temor de estar cayendo en el vacío de un futuro incierto, más el orgullo bien heredado de mi padre se encargaba de mantenerme en pie.
Y la fecha esperada llegó.
-Quién lo diría, yo iba con el corazón en la mano a despedirme de ti y logré alcanzarte antes de que partieras también. ¿Una jugada del destino?- en algún momento mientras tomábamos un café en el aeropuerto antes de abordar el avión a América, Levent me comentó
-Una casualidad extraña- reconocí intentando no parecer grosera con él al imponerle mis calladas abstracciones, siendo una mal compañía cuando se había encargado de prestarme el dinero del pasaje intercontinental y de cubrir hasta entonces y como lo haría en adelante todo tipo alojamiento. Rubros que me comprometiera con solemnidad a cancelarle ni bien consiguiera empleo en cuanto nos asentáramos, pero sobre todo en vista de que era la única persona en el mundo que parecía preocuparse por mí y que aún sin que yo se lo pidiera me había ofrecido todo, incluyendo comprometerse a cuidarme. Algo por lo que le estaría eternamente agradecida.
-Como debía ser- él concluyó observándome con esa mirada analítica con la que solía desarmarme y leer dentro de mi alma, y además como si aquello fuese algo que siempre hubiera estado esperando sin perder la fe de que se cumpliría.
Horas después mientras volábamos dejando atrás los cielos de Turquía, logré interiormente en algo apaciguarme al aceptar estar superando una difícil etapa de mi vida y la esperanza de días mejores volvió a mí, sobre todo cuando Levent al verme pensativa observando por la ventana, tomó una de mis manos entre las suyas y corroboró estar siempre para mí en las buenas y en las malas. Nos comprometimos así a contarnos todo en la nueva vida que íbamos a comenzar, sin importarnos como buenos rebeldes los títulos que pudieran ponernos. Tan sólo sabíamos que nos queríamos mucho, que nuestra amistad era de las elevadas a la máxima potencia y lo que pudieran opinar los demás sobraba.
Y respetamos aquel acuerdo de convivencia durante todo el tiempo que permanecimos en Estados Unidos, sin importarnos que algunos creyeran que éramos falsos hermanos, parientes o amantes fugados viviendo bajo el mismo techo, jamás dimos verdaderas explicaciones a nadie y respecto a nuestro privado proceder, aun cuando intentamos realizar caminos separados, continuamos confiando plenamente el uno en el otro
Por todo aquello nunca objeté nada sobre sus continuas citas con diferentes mujeres o sobre sus múltiples "amigas", como solía llamarlas, que iban siempre a verlo sin dejar de mirarme con desconfianza o desprecio por encima del hombro, prefiriendo enfocarme de lleno en mi asuntos así como en mis convalidados estudios de Administración que gracias a sus contactos docentes en un renombrado instituto conseguí; o en mi trabajo, que aún de camarera en un casino me ayudaba mucho con mis finanzas personales y deudas.
Él sólo se refirió a sus andanzas una vez
-Si hago esto es porque tú todavía no te decides-
Ante lo que no pude argumentar nada.
Un día, al año y medio de vivir juntos como compañeros, mientras ahogaba con mi compromiso en el trabajo los rezagos como sutiles penas que me quedaban de mi fallido matrimonio cuyo trámite de divorcio estaba por completarse, una inesperada alegría llegó a mi vida cuando Allah en lugar de castigarme, como pensaba que merecía por todas mis decisiones a veces egoístas o tremendas equivocaciones causantes de grandes estragos, me premió permitiendo que en un rato libre en que me animara a probar suerte en un juego, aún sin estar acostumbrada a ello, ganara una pequeña fortuna. La misma que sin perder el tiempo opté con mis conocimientos por diversificar en inversiones en la banca, permitiéndoseme empezar a incrementarla de tal modo en cuestión de meses.
Levent para celebrar mi nueva independencia económica y civil me propuso ir al cine al concluir la semana a ver una película de moda y yo aunque intuía que de seguro iba a terminar cansada como ocurría de forma cotidiana, acepté empezando a considerar que quizá había llegado la hora de concederle la oportunidad que tanto había estado esperando... así como en especial de permitirme a mí misma, una oportunidad de volver a amar.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top