Capítulo 11
Todos nos sonrieron. Su madre, Eva, y su hermana nos miraron con emoción. Joey apretó mi mano con cariño y yo lo miré, amándolo con todo mi corazón.
Mis padres y Hans nos sonrieron contentos y ambos frente al altar, no nos soltamos de la mano. El cura nos dio la reflexión.
"Mis queridos hermanos y hermanas. Hoy se nos unen, en santo matrimonio, Joey y Emilia. Una linda pareja que nos ha enseñado lo que es de verdad amar y apoyar al uno con el otro. El de sentirse querido y protegido; no importan las diferencias de opiniones o disgustos, cuando hay amor, esas cosas se pueden llevar y solucionar. Estos dos jovencitos lo han demostrado, y por eso, hoy están aquí."
Joey me sonrió perdidamente y yo le sonreí con emoción. Me sentía inmensamente feliz.
_ Voy a amarte toda mi vida Emilia
_ Y yo a ti Joey mi Joey. Te adoro – me sonrió fascinado. Sus ojos brillaron de emoción y ternura.
Un fresco viento corrió; todos nos colocamos de pie, y unos pétalos de rosas rodearon nuestra ceremonia. Ambos tomados de la mano, miramos con respeto un retrato de Jesús en el pulpito y Joey pidió algo en su mente.
Mi vestido blanco se movió junto con la flor blanca en mi oreja y Joey se sintió volar por aquel viento cómplice.
De pronto, llegó sin previo aviso el hermano mayor de Joey y se sentó junto a su madre y hermana. Ella lo miró incrédula.
_ Creí que no vendrías
_ No podía faltar a la boda de mi hermano menor y aunque tuvimos nuestras diferencias, en el pasado, eso ya está olvidado – su madre le sonrió.
El cura nos declaró marido y mujer. Todos nos aplaudieron y Joey acarició mi rostro y me besó. Yo lo abrasé con todo mi amor y nos sonreímos con dicha.
Sin soltar mi mano, nos alejamos lentamente del altar y él vio a su hermano, George...
Joey me había contado que nunca se habían llevado bien él y su hermano y que, por una mujer, en el pasado, terminaron a golpes y dejaron de hablarse por años. Me contó que aquella mujer los hizo pelearse, ya que ambos estaban interesados en ella y ella los engañó a ambos, desencadenando la ira y odio en los dos.
Joey se le acercó y yo lo acompañé, tomada de su mano. George lo miró y luego me miró a mí fijo.
_ Hola hermano
_ Hola Joey
_ Qué bueno que estés aquí
_ No me perdería por nada la boda de mi hermano pequeño – le sonrió.
_ Gracias – George volvió a mirarme.
_ Con que ella es tú esposa – le sonreí a George y Joey me presentó ante él.
_ Así es. Cariño, él es George – él me extendió su mano y yo se la recibí.
_ Un gusto en conocerte Emilia
_ Lo mismo digo yo – él me sonrió.
_ Mi madre no mentía cuando dijo que eras muy hermosa – me sentí enrojecer y Joey me sonrió con ternura.
_ Así es, mi esposa es muy bonita y dulce – le sonreí perdidamente y Joey siguió mirándome...
Caminamos descalzos hasta la orilla del mar. Nos miramos y sonreímos.
_ Te amo niña mía
_ Y yo te amo a ti. Mucho más ahora que soy tu esposa – me miró con ternura.
_ Ven aquí
Me tomó en sus brazos, yo me reí más que feliz y Joey me besó frente al mar. Me hizo sentir una vez más la mujer más feliz y plena de todas.
Llegamos hasta la cabaña, la que quedaba alejada de las demás y cerca de la playa. Ahí pasaríamos nuestra luna de miel. Ambos no sonreímos, Joey me cargó en sus brazos y entramos a la cabaña.
Me recostó lento en la cama, yo lo miré perdidamente y le acaricié su mejilla. Él me miró fijo y me sedujo con sus profundos e intensos ojos celestes.
_ Te amo amor mío. Te amo tanto
_ Mi Joey, mí amado Joey
_ Niña mía, al fin eres mía. Te quiero y te amo. Te amo
Me susurró y besó con deseos mi cuello. Yo lo abrasé con todo mi corazón; lo quise y amé como loca. Cerré los ojos y sentí sus dulces besos y caricias.
Joey besó con cariño mi vientre, yo le sonreí mimada y le acaricié su sedoso cabello. Él me sonrió todo enamorado.
Nos besamos largamente, y apasionados, él me aferró a sus brazos.
Nos miramos llenos de deseos, y yo feliz e idiotizada, contemplé sus pectorales, con sus vellos cortos; se los acaricié y luego se los besé. Joey me sonrió tierno y fascinado. Yo le sonreí deseosa, plena y él acarició mi mejilla.
Observó por un instante todo mi cuerpo desnudo y yo me sentí ruborizar.
Sin dejar de seducirme con sus apasionados ojos, me besó con deseos y se introdujo muy lentamente en mí; yo le acaricié toda su enorme y suave espalda. La rodeé con mis manos y él haciéndome suya, me embistió dulce, lleno de amor y preocupación.
Besándonos, nos acariciamos y estimulamos el uno con el otro. Nos amamos como en nuestra primera noche, cuando nos conocimos.
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