Capítulo 3




El cuarentón de baja estatura se adentró en la oscuridad de su sala de estar. Dejó su maletín sobre su sofá color carmelita y relajó los hombros para quitarse su chaleco negro.

Se acercó a la ventana, quejoso, sentía un enorme calor a diferencia de antes que el frío lo golpeaba.

Se sorprendió al ver el reflejo de una figura masculina en su ventana. Retrocedió asustado al darse cuenta que los ojos de ese individuo se tornaban negros y de sus manos salía humo.

—¿Quién eres? —se volteó hacia aquel monstruo, agarró un búcaro para defenderse —. No te tengo miedo —dijo valiente.

El ser frente a él formó una sonrisa ladina y con sus poderes le retiró el búcaro para arrojarlo al suelo y romperlo.

Asustado, calló al suelo pidiendo clemencia.

—No me hagas daño , por favor —reiteró varias veces.

—No te haré daño —dijo el extraño—, pero debo pedirte un favor....necesito hacerme pasar por un pariente tuyo.

—Pero yo no tengo parientes, soy un anciano solitario. Nunca me casé y no tengo hijos.

—Por eso te elegí, Jeon MinHo.

Se sorprendió al escuchar su nombre completo por parte de ese desconocido.

—No lo haré —se negó rotundamente.

—Me obligas a acabar con tu vida si es así.

Con sus poderes lo levantó del suelo, provocó que se sintiera ahogado, que no se pudiera mover , ni hablar hasta que lo soltó.

—¿Ahora entiendes quien manda?

Ahogado sobre el suelo se mantuvo en silencio.

—¿Qué eres? —dijo con un poco de aliento.

—Soy un demonio.



...

Abotonó el único botón de su chaqueta, bajo y subió sus hombros, limpió uno de ellos mientras se revisaba frente al espejo.

—Ser humano me sienta de muerte —se alagó así mismo, era bastante arrogante.

Escuchó unos ruidos provenientes de afuera del vestidor. Una pelirroja estaba discutiendo con uno de los profesores.

—Señorita es inaudito que nos siga insultando de esa forma. Nosotros no tenemos culpa de sus malas calificaciones.

—¿Por qué suspendo si me quemo día y noche? —se cruzó de brazos—. No le encuentro otra explicación.

El demonio se arrecostó al marco de la puerta para ver el espectáculo frente a él. Le parecía divertido ver como los humanos se peleaban y además de eso se alimentaba de ello.

—No hablaré más de esto con usted —finalizó la profesora.

La pelirroja ladeó la cabeza, enfadada, sin darse cuenta le llenó la cara a la profesora con su pelo.

Vuelta en ira pasó por el lado del demonio que no perdió el tiempo y la miró de arriba abajo. Le parecía interesante, atrevida y sincera; perfecta para transformar en pura maldad.

—Hermosos cabellos rojo fuego —alagó y ella lo ignoró por completo, no estaba para coqueteos.

MinHo captó sus movimientos desde la punta del pasillo, saludó a la pelirroja con una reverencia y miró mal al demonio.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó enfadado. El demonio sentía que no tenía que ofrecerle explicaciones así que lo tomó de su chaqueta y lo metió adentro de los vestidores.

—No me gusta darle explicaciones a mis esclavos —murmuró.

—Perdón, señor —se disculpó arrodillado—, pero no me gustaría que le hiciera nada malo a esa niña.

—¿Por qué? ¿Es ella algo tuyo?

—No —negó—. Solo es una pobre chica, ya tiene mucha carga, no le haga lo mismo que a mi.

Chasqueó su lengua. Estaba asqueado de tanta bondad por parte de MinHo.

—Me das asco —fingió vomitar—. Me acercaré cuando lo crea necesario.

Volvió a mirarse en el espejo y se arregló el cuello de su enguatada de lana.

—¿Hiciste lo que te pedí?

—Si. Usted será mi ayudante en la biblioteca —tragó con dificultad—. Les dije que era mi hijo.

—Bien hecho —le dio palmaditas en la espalda—. Te irá mejor si sigues haciendo lo que te pido.






...


Unos cuantos estantes a la izquierda repletos de libros, varias cajas cerca de estos, mesas y sillas a la derecha conformaban el interior de la biblioteca de la universidad.

Rosé llevaba entre sus manos una de las últimas cajas que debía vaciar. La colocó sobre el suelo, cansada, pesaba demasiado. Se estiró lo más que pudo y empezó a sacar los libros nuevos que estaban dentro de las cajas.

Los colocaba en el estante vacío, fue llenándolo de poco en poco.

—¿Eres tú la única castigada? —preguntó MinHo. Rosé se alegró al verle, le daba mucha alegría ver a un hombre tan decente, lo más sincero que existía en esa universidad.

—No —negó—, pero dudo que mi compañera venga. Ya son —miró el reloj de la pared—. Esta pasada de la hora acordada —reiteró.

—Deberías irte a casa —aconsejó—. Has esto mañana.

—No, hoy termino lo de hoy.

—Como dice el dicho: no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy —alguien desconocido para Rosé se puso al lado de MinHo. Inmediatamente fue presentado.

—Es mi hijo —reveló MinHo.

—Pensé que eras soltero.

—Pero tuve una aventura con una mujer y me salió él —dijo nervioso, sudaba frío.

¡MinHo eres pésimo mintiendo! —pensó el demonio.

Mi nombre es Jungkook —se presentó—. ¿Cómo te llamas pelirroja?

—Roseanne, pero mayormente la gente me dice Rosé.

—Rosé vuelve a lo tuyo —indicó MinHo. No le gustaba la idea de esos dos conociéndose—. Jungkook creo que deberías irte ya a casa.

—Enseguida —comentó Rosé.

Jungkook se acercó a la oreja de MinHo y le susurró algo:

—Última vez que me mandas a hacer algo —reprimió, se alejó de su oído—. ¿Donde está el almacén?

—En el sótano —reveló—, pero solo puedes entrar si tienes tu identificación como trabajador de la universidad.

—¿Me la das? —pidió con poca paciencia.

—Toma —se la entregó.








Introdujo su identificación en la cerradura y la entrada al almacén se le fue abierta.

Un montón de cajas, objetos innecesarios, espejos, polvo y telarañas describían ese lugar.

Sacudió la única parte del suelo que era de madera. Toco sobre esta y sonó. Sacó de su bolsillo un cuchillo y levanto la tabla. Ahí estaba lo que buscaba.

—Te encontré.






—————————

¡Hola!

¿Qué creen que sea lo que encontró Jungkook?

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