8
A veces me pregunto que hubiera sido de mi vida si hubiera seguido en la Royal Academy. Probablemente todo hubiera sido igual. Yo sería una persona deleznable que disfrutaría del sufrimiento de las personas, y esperaría las siguientes órdenes de un entrenador sin escrúpulos.
Ahora que mi vida ha cambiado, mi verdadera preocupación es que al cruzar la próxima esquina, no me encuentre, como mínimo, una trampa que me deje sin poder jugar unos cuantos meses. Si es que no me mata directamente.
Me asomo lentamente al pasillo de clases y observo el suelo, las puertas, ventanas, y demás elementos que puedan caerseme encima. Después, piso con cuidado el suelo para asegurarme de que no hay ningún azulejo que vaya a venirse abajo bajo mi propio peso. Y cuando parece que estoy más que segura, suspiro profundamente y me propongo a salir de clase. Un tirón hacia atrás hace que unos chicos que corren por el pasillo hacia su próxima clase no me atropellen en el intento.
—Deberías de empezar a mirar por donde pisas —inquiere una voz a mi espalda.
Yo lo intento, de verdad que lo intento, pero es imposible que mis ojos no se pongan en blanco, ni que se me lleven los demonios por dentro. Me giro para encarar a Axel, que mantiene su sonrisa petulante en la cara. Le fulmino. Os juro que en mi cabeza le he atravesado con mil estacas, pero por desgracia, el maldito diablo sigue vivo.
—Tu existencia es insufrible —bufo soltándome de su agarre.
—Me esfuerzo en ello todos los días, gracias. —Axel coge un mechón que se ha salido de mi coleta mal hecha y me lo pone detrás de la oreja. Yo me tenso más que las cuerdas de una guitarra—. Mark me ha pedido que te avise de que hay reunión en el club. Llegamos tarde, los dos. Aunque no me importa que nos echen la bronca si me cuentas que pasó el otro día en el entrenamiento.
Sonrío falsamente mientras me alejo de él poco a poco.
—Me distraje, nada más —aclaro mojándome los labios.
—Ya claro... ¿Fue por la amenaza de Jude?
—¿Y tú cómo sabes eso? —pregunto cruzándome de brazos.
—Eso... Eso ahora da igual —asegura imitando mi gesto con las mejillas un poco sonrojadas—. Lo único que quiero saber es si hay algo de lo que deba preocuparme.
Tú no, pero yo sí.
—De nada, todo está bien. Las cosas están bien —repito como si quisiera convencerme más a mí misma que a él—. Ve adelantándote, tengo que entregar unos papeles en secretaría. Ya nos veremos allí.
¡Ah! Pero antes de que pueda salir corriendo de su interrogatorio al cual no quiero contestar, Axel se vuelve a poner delante mía, cortándome el paso.
—¿Cuánto va a costarte el jugar en el Raimon? —pregunta pillándome por sorpresa.
¿Una visita al psicólogo? ¿Al médico? ¿Una lesión crónica? ¿Mi propia vida? ¿Cuál es mi mejor opción? Porque ninguna es tentadora, de eso estoy segura.
—Con suerte, mi salud mental —aseguro después de barajar mis opciones—. Deja de preocuparte. No va a pasar nada. Vamos. Mark se va a cabrear si llegamos más tarde todavía.
Pero Mark no se va a cabrear y Axel se ha quedado con más dudas de con las que ha empezado esta conversación. No son una buena actriz, qué se le va a hacer.
***
—Nuestro siguiente partido es contra el Occult —sentencia Mark cruzándose de brazos y sentándose en una de las sillas del club.
Yo sigo mirando de reojo el techo por si en algún momento se me cae encima, aunque el nombre del equipo llama mi atención.
—El Occult... —susurro para mí misma.
Juraría que les he visto jugar en algún que otro partido.
—¿Les conoces Crístal? —pregunta Mark.
—Creo que sí, son un poco... Raritos —sentencio intentando no mirar a Jim.
¡Oh! Pero no os preocupéis, que ya lo hacen el resto del equipo por mí. Suspiro y escucho a Axel reírse por lo bajo.
—No os puedo decir mucho más, por suerte no nos hemos enfrentado a ellos.
—¿Suerte? ¿A qué te refieres? —pregunta Nathan con el ceño fruncido.
—Yo os puedo contestar a eso. —Celia y Silvia aparecen por la puerta con un CD en la mano—. Tenemos en video uno de los recientes partidos del Occult.
—¡Eso es genial Celia! Ahora vamos a poder analizar a conciencia su juego —exclama Mark cogiendo el ordenador.
Ponen el video y todos lo observamos con atención. Cuando los jugadores del equipo contrario dejan de repente de moverse, recuerdo por qué este equipo da escalofríos.
—Dicen que el Occult lanza una maldición a su rival —susurra temblorosa Celia.
—¿Una maldición? —pregunta Mark pegando la nariz al portátil—. Eso quiero verlo.
Pues yo no.
—No os preocupéis chicos. ¡Ganaremos este partido e iremos al Fútbol Frontier! —dice Mark alzando el puño. nadie le secunda. Y les comprendo, esa gente da escalofríos—. Mañana por la mañana es el partido aquí, en el Raimon. ¿Alguien tiene alguna pregunta?
—Esto... ¿Puedo ir al baño, capitán? —pregunta Jack levantando la mano.
—Claro, pero date prisa, tenemos que ir a entrenar.
Dejo salir una pequeña sonrisa. El Raimon es un equipo extraño, pero no te aburres con ellos.
—He visto jugar al Occult más de una vez —dice Axel acercándose—. No me gustan, sobre todo el entrenador.
—¿Qué sabes de él? —pregunto frunciendo el ceño y bajando más la voz.
—Se dice que no juega limpio. Parece que le gusta codearse con...
—Ya, no me digas más.
Parece que Ray Dark no ha tardado en plantar el primer obstáculo, pero... ¿Será suficiente para parar a Mark y su pasión por el fútbol?
***
Miro hacia atrás. Ahí está, sin inmutarse. Intento acelerar, y él acelera a la vez. Me mosqueo, pero intento ignorarle. Hasta que paso una manzana y otra y otra, y ya solo quedan dos más para llegar a mi calle. Ha cogido incluso mi mismo autobús, y aunque no ha mediado palabra conmigo, no ha apartado la vista de mi.
Me paro en mitad de la calle y me doy la vuelta. Me cruzo de brazos y espero a que diga algo, pero el muy idiota se queda callado, esperando que sea yo quien comience la conversación.
—¿Se puede saber por qué me sigues Axel? —pregunto con cansancio.
Definitivamente, el Raimon está lleno de raritos.
—Me gusta venir por aquí. La zona es bonita —se exculpa rascándose la nuca.
—Ya, claro, y los unicornios existen. ¿Qué pasa? ¿Por qué me estás siguiendo?
—No te sigo, solo me aseguro de que llegues a casa —murmura ajustándose las correas de la mochila.
—¿De que llegue a casa? —pregunto anonadada.
—Vamos, deja de hacer preguntas —dice acercándose y tirando de mí—. Es tarde, está anocheciendo y no es seguro andar por las calles sola.
—El barrio es seguro y... ¿Puedes parar por favor? —pregunto intentando frenarle.
Axel se para y mira hacia otro lado. Suspira y se pasa las manos por el pelo.
—Sé cómo actúan en la Royal Academy con alguien al que consideran un traidor. Lo he visto con mis propios ojos.
Trago saliva y repaso a Axel con la mirada. ¿Está preocupado por mi? Hacía tiempo que nadie lo hacía. No de esa manera por lo menos. Y tiene que venir Axel Blaze, un chico taciturno, molesto y que es capaz de sacarme de mis casillas con solo unas palabras, para volverme a hacer sentir querida y protegida. Mis mejillas se sonrojan y opto por pellizcarme el brazo a ver si con el dolor se apagan esas cosquillitas que me han entrado en el pecho.
—Yo... Esto... Gracias —susurro intentando evitar su profunda mirada—. Pero no creo que me vaya a pasar nada...
De repente, el ruido de una moto me asusta. Axel tira de mí antes de que la moto me atropelle. Con el corazón martilleándome en el pecho, miro a la moto que sigue calle abajo a gran velocidad.
—¿Decías? —pregunta Axel todavía abrazándome.
—Seguro que ha sido coincidencia —respondo intentando convencerme.
¿Y si no ha sido casualidad? ¿Y si han venido a por mi? Axel me aparata y se asegura de que esté bien.
—Da igual. ¿Cuánto falta para llegar a tu casa? —pregunta Axel mirándome fijamente.
Yo cojo aire, e intento tranquilizarme. Tengo que autoconvencerse de que no han intentado atropellarme y de que todo ha sido una casualidad. Pero con ray Dark entre medias, las casualidades no existen. Siempre lo tiene todo calculado al milímetro. Sabes cómo asustar a las personas, llevarlas al límite y hacer que ellas mismas quieran desaparecer. Pero no pienso amilanarme. Solo un partido, y todo esto habrá acabado.
—¿Estás bien? —pregunta Axel poniéndose a mi derecha.
Me hago la loca al ver que está dejando que me ponga al lado de la pared para protegerme, aunque se lo agradezco mentalmente. Todavía estoy trabajando en eso de ser más expresiva.
—Lo estoy. No te preocupes —digo escuetamente.
—Bien —responde.
—Bien.
Parece que ninguno tiene nada más que decirse. Estoy segura de que el incidente de antes le ha hecho recordar de alguna forma a su hermana Julia.
—Es esta casa, la de la esquina.
Axel silva al ver la mansión y a mi me sale una pequeña sonrisa.
—No sabia que eras rica —dice levantando las cejas—. Debe de ser increíble vivir aquí.
—Acabamos de pasar dos mansiones más, era de esperar —le recuerdo riendo—. En realidad, es todo fachada.
—¿La casa? ¿De qué está hecha? ¿De poliespán?
—Si, aunque es un secreto, no se lo digas a nadie. —Axel me guiña un ojo y yo aparto la mirada con rapidez para no caer en su embrujo—. Me refería a que es muy bonita por fuera, pero por dentro... No.
—¿No tenéis dinero para contratar una decoradora?
—Muy gracioso —susurro poniendo los ojos en blanco. Aunque la sonrisa no se borra de mi cara—. La decoración está bien, gracias por preocuparte. Pero es demasiado... Grande, impersonal, fría... Me hubiera gustado vivir en un sitio más pequeño. En algún lugar al que pudiera llamar hogar.
Axel ladea la cabeza y me estudia. Parece que no se esperaba esa contestación. Yo tampoco, pero con Axel tengo verborrea verbal. No me gusta que la gente sepa mis debilidades, porque pueden utilizarlos en tu contra. Ya me ha pasado, y no es nada agradable. Y con él estoy desnudándome poco a poco y sin darme cuenta.
—Entonces el próximo día te vienes a mi casa —dice finalmente.
Frunzo el ceño. ¿Qué dice ahora?
—Mi casa es más pequeña, seguro que te sientes bien allí. —Le miro con la sorpresa grabada en el rostro. ¿Me está invitando a su casa? Parece que se da cuenta tarde de su insinuación—. Si le dices a alguien lo que te he dicho, te tacharé de loca.
Me río y Axel sonríe conmigo. Me acompaña hasta las verjas de la puerta y me giro a mirarle.
—Gracias por acompañarme. Te invitaría a pasar, pero creo que es demasiado tarde.
Ya son más de las diez de la noche y mañana tenemos el partido.
—No te preocupes, no quiero tener pesadillas con los jarrones. —Pongo los ojos en blanco y le doy un pequeño empujón.
—Los jarrones son bonitos, no puedo decir lo mismo de los cuadros —bromeo.
—Eso habría que verlo. Mañana vengo a recogerte. —Axel se recoloca la bolsa de deporte en el hombro y sus ojos se posan en los míos.
—No hace falta, puedo ir yo sola.
—¿A las siete dices? Claro, aquí estaré.
—Te he dicho que no hace falta —murmuro cruzándome de brazos.
No me gusta deber favores a nadie.
—¿Que te traiga un café? Eso ya es pasarse, bonita. —Axel sonríe. Estoy apunto de abrir la boca pero él se me adelanta—. Y sí, soy insufrible, lo sé.
Niego con la cabeza y me aguanto la risa. Axel no es insufrible, o por lo menos, no ahora.
Axel se pasa la mano por el pelo y yo examino sus movimientos. Parece nervioso, pero no más que yo. Y ya no sé si es por el incidente de antes, o por la cercanía de Axel. No, no, seguro que no es lo segundo. No es que Axel me ponga nerviosa. no, que va. No me atraen esos ojos negros y profundos que no se separan de mi. Ni me gusta como la camiseta del uniforme del equipo se amolda a sus anchos hombros ni como el pantalón cae sobre su cadera de manera....
Me pellizco para obligarme a reaccionar. ¡Oh no! ¡No vayas por ahí!
—Debería de irme —susurro señalando mi casa.
—Yo también —Axel se rasca la nuca, como si no supiera que hacer—. Descansa, mañana nos vemos y...
Antes de que diga nada más, me acerco a él y le doy un beso en la mejilla. No me preguntéis por qué, un impulso, solo eso. Me alejo de él con rapidez. Puedo ver sus mejillas sonrojadas y como se ha quedado estático, perplejo.
—Gracias de nuevo. Adiós —digo entrando a mi casa corriendo.
*****
Crístal se apoya en la puerta y suspira. ¿Por qué parece una niña chica encandilada con un juguete nuevo? No debería de sentirse así. Se prometió que nunca volvería a sentirse así. No después de Jude. No después de que la rompieran el corazón.
¡Ah no! Ella no piensa pasar por eso de nuevo. Todavía no se ha recuperado del chico de gafas que se pasea de vez en cuando en sus sueños y pesadillas como para añadir a... A... Ese pelo pincho.
Suspira y se pasa las manos por la cara. Necesita descansar. Se va a tomar un baño calentito con sus sales de baño preferidas, una velitas para ambientar la habitación y musiquita relajante. Va a celebrar que está viva y que Axel le ha salvado el culo. Y después se tomará una pizza bien rica para después irse a dormir. Sí. Ese va a ser su planazo de la noche. Se va a mimar a sí misma y se va a olvidar de todo. De Axel, de Ray Dark, de su primer y último partido con el Raimon, de Jude...
La asistenta de la casa, Flor, sale de la cocina visiblemente nerviosa. Crístal se quita los zapatos en la entrada y los deja sobre el banco de madera.
—Buenas noches señorita, Selius —saluda Flor mirando a todos lados menos a ella.
—Buenas noches Flor. ¿Está todo bien? —pregunta la chica preparándose para lo peor.
Será su sexto sentido o a lo mejor es que está viendo como se le están cayendo las gotas de sudor de la frente a Flor, pero sabe que ha pasado algo. Algo que seguro no le va a gustar, nada.
A Flor le cuesta arrancar.
—Sí, todo bien señorita, es solo... Sé que me dijo que no podía pasar, pero no he podido detenerlo —confiesa derrotada.
Crístal frunce el ceño. Deja tirada la bolsa de deportes en la entrada y sube corriendo las escaleras de dos en dos. Que no sea lo que está pensando. Que no sea lo que está pensando. Abre la puerta. Está cogiendo una de sus bolas de nieve y moviéndola de un lado a otro. Se gira a mirarla.
—Pensé que ya no te gustaban estas cosas de niña.
Gruño y le maldigo por lo bajo.
—Jude —susurra con rabia.
—Crístal —contesta él, burlón.
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Buenas noches!! He tardado pero he llegado. Entre mis vacaciones y que me tuve que poner al día en el trabajo, no he tenido mucho tiempo. Espero que os guste, es larguito. Besooos.
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