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        El instituto Raimon es completamente distinto a la Royal Academy. Este lugar no solo es luminoso, si no que se respira tranquilidad y alegría. Bueno, alegría, lo que se puede estar de contento levantándote a las siete de la mañana como muy tarde para asistir a una tortura de seis horas continuas. Dejando eso aparte, me gusta más el Raimon.

        La Royal Academy no es solo conocida por su gran equipo de fútbol que lleva ganando el nacional tres veces consecutivas. Si no que también cuenta con el sistema educacional más exigente del país. Allí nadie se saludaba en los pasillos con entusiasmo después de salir de una clase larguísima y aburrida, allí se hablaba para ver quien sacaba más nota que los demás. La presión era absurdamente asfixiante, y si no conseguías la excelencia, tu estatus social caía en picado. Sino hubiera sido por mi habilidad con el fútbol, me hubiera visto en más de un aprieto. Porque, un notable, era lo mismo que un deficiente. Y, si algo tengo claro después de tantos años viéndolo, el vacío social es de las peores cosas que te pueden pasar.

        En cambio, aquí todo el mundo parece más preocupado por las actividades extraescolares que por los parciales de la semana que viene. Hay clases de repaso para las personas que lo necesitan, clubes de todo tipo y... Y un cartel gigante de se buscan jugadores delante de mis narices.

        —¡Hola! ¿Sabes jugar al fútbol?

        Me paro abruptamente para no darme de bruces contra el cartón. ¿De dónde ha salido tan de repente? Ni siquiera me he dado cuenta de que había alguien delante.

        —Me llamo Mark Evans, y soy el capitán del equipo de fútbol. —El chico, unos diez centímetros más alto que yo, sonríe de oreja a oreja—. Este es Nathan Swift, y se unió hace poco al equipo.

        —Hola, encantado —saluda el chico de la coleta.

        Sí, es ese pensábamos que no salía vivo del balonazo en la cabeza.

        —Estamos buscando jugadores. Somos un equipo pequeño, pero queremos llegar a la final del Fútbol Frontier. El otro día incluso ganamos a la Royal Academy y...

        ¿Le habrán dicho alguna vez que habla por los codos?

        —Vi el partido. Ganasteis porque el equipo contrario se retiró —puntúo levantando las cejas con una sonrisa.

        Mark frunce el ceño y Nathan suspira, como si todavía no estuviera acostumbrado a la intensidad de su capitán. Mark mueve los brazos como si quisiera borrar la realidad de por qué ganaron ese partido.

        —Eso son nimiedades. Lo importante es que conseguimos marcales un gol al mejor equipo del país.

        Me abstengo de recordarle los goles que marcaron ellos.

        —Pero ellos nos metieron veinte, Mark —suelta Nathan.

        —¿Tú de qué parte estás? —pregunta Mark entre dientes desaprobando a su amigo con la mirada.

       Una sonrisa nace en mis labios. Mark Evans parece un chico interesante. Tiene un brillo en sus ojos que hace que quiera que me contagie un poco de su entusiasmo. No solo eso, si no que consiguió anteponerse a la situación. Paró el Triangulo Letal con una supertécnica que nunca antes había visto. ¿Por qué no la sacaría antes?

        —Bueno, da igual, el caso es que vamos a ganar el Fútbol Frontier. Aunque claro... Con la cantidad de jugadores que somos ahora... —Se pone a contar con los dedos—.No podemos ni si quiera apuntarnos al torneo.

        Mark se rasca la nuca y Nathan niega con la cabeza. Yo me tengo que aguantar la risa. Hemos pasado de llegar a la final a ganar el FF. Yo quiero esa confianza.

        —¿Cómo estás tan seguro de que ganaréis? —pregunto cruzándome de brazos—. El Fútbol Frontier no es cualquier competición.

        La mirada de Mark cambia por completo, y la determinación cubre su rostro.

        —Está claro. La diosa de la victoria sonríe a los que nunca se dan por vencido.

        Un escalofrío recorre mi cuerpo. No está de broma, lo dice muy en serio. Mark no va a parar hasta estar con el trofeo del Fútbol Frontier en la mano. Algo se remueve en mi interior, algo que pensé que estaba muerto. Es la emoción por el fútbol de Mark, la que ha hecho despertar la mía. Hacía tiempo que no me sentía con ganas de jugar un partido. Pero él...

        —¿Por qué no utilizaste esa supertécnica...?

        El timbre del instituto me hace pegar un brinco. ¿Ya es tan tarde? ¿Cuánto llevo hablando con esos chicos? Se me ha pasado el tiempo volando.

        —¡Mierda! ¡Vamos a llegar tarde! Encantado de conocerte...

        —Crístal.

        —¡Espero que algún día podamos jugar juntos al fútbol! —exclama corriendo hacia la puerta del edificio.

        Levanto la mano como despedida, todavía exhausta después de que Mark Evans me haya robado toda la energía. Nathan le sigue, pero se detiene para volver a mirarme.

        —Lo que he aprendido en el tiempo que llevo jugando con él, es que consigue todo lo que se propone. Piensatelo.

        Y yo lo único que tengo claro, es que por culpa de un loco del fútbol, voy a llegar tarde a mis clases.

***

        Me han llamado desde el despacho del director, y eso nunca, pero nunca es bueno. He intentado mantener un perfil bajo, no llamar demasiado la atención, pero parece que no lo he conseguido. Y yo os prometo que no he hecho nada, esta vez no. Me paro frente a la puerta y me recoloco el uniforme antes de llamar. Si me van a echar o algo, por lo menos salir de aquí de la forma más digna posible. Cuando me dan el permiso, entro al despacho.

        Asomo la cabeza, y reconozco a la primera ese pelo caoba rizado. Nelly Raimon me sonríe desde la silla y se levanta nada más verme. Mi amiga de la infancia sigue siendo igual de guapa, tal y como la recordaba. Nelly y yo nos conocimos en primaria, cuando salió a defenderme como una auténtica amazona. Llenó un cubo de arena y se lo echó encima a esos tres niñatos que no tenían otra cosa más que hacer de reírse de la muerte de mis padres. Desde ese día, Nelly siempre estuvo cuidándome las espaldas. Nos separamos cuando nuestras vidas tomaron rumbos distintos. Hacía cuatro años que no la veía.

        —Cuando ví tu expediente en la mesa de mi padre, pensé que estaba soñando —asegura acercándose a mi y abriendo sus brazos para darme un abrazo—. Me alegro mucho de verte, Crístal.

        —Lo mismo digo Nelly. —La correspondo con cariño—. No pensé que estudiarías aquí.

        —El instituto lleva mi apellido —señala con una sonrisa. ¡Ah! Pues tiene razón—. Yo tampoco esperaba verte aquí, en un lugar completamente distinto a la Royal Academy.

        Nelly me invita a sentarme en los grandes sillones. Yo la sigo y me siento delante de ella, intentando verme con su misma elegancia, pero fallando estrepitosamente. Está claro que no tengo esa clase que Nelly transmite.

       —Veo que no estamos aquí para una reunión de amigas —supongo cogiendo una de las tazas de chocolate que reposan sobre la mesa de centro—. ¿Por qué me has llamado, Nelly?

        Nelly sonríe y da un sorbo al chocolate.

        —Parece que no has cambiado para nada. Sigues siendo tan directa como siempre. Bien, yo también lo seré. ¿Por qué has venido al Raimon?

        Algo que siempre me ha gustado de Nelly es que no le tiene miedo a nada ni a nadie. Y yo era esa clase de persona hasta hace unos meses. Me creía invencible, superior a los demás. Disfrutaba la vista desde la cima, y ahora no me acostumbro a ver desde el suelo.

        —Me gusta este lugar, es tranquilo, luminoso... Tenéis un club de cocina que reparte bollos en los recreos para probar sus creaciones con nosotros —digo haciéndome la loca—. Aunque creo que eso experimentar con humanos, lo dejaré pasar. Están buenos.

        Nelly levanta una ceja y se guarda la mala leche que siempre ha tenido. Estoy segura de que no le ha sentado muy bien mi contestación. Y no lo sé por el tick en el ojo que le acaba de dar. No, que va.

        —No creo que esas sean razones suficientes. Hace tiempo escuché que una de las manos derechas de Ray Dark había abandonado el equipo sin dar explicación alguna —Achico los ojos. ¿A dónde quiere llegar?—. O esos son los rumores que se escucharon.

        —¿Qué insinúas, Nelly?

        La pelirroja se recoloca en su asiento y yo veo que puede que esta conversación no acabe como yo tenía esperado.

        —¿Ray Dark te ha pedido que vinieras? —pregunta dejándose de rodeos.

        Levanto las cejas con asombro. Hace unos meses me hubiera ofendido, ahora, me he dado cuenta de que la impresión que tiene la gente sobre mí, está muy alejada de la realidad. Siempre he seguido las órdenes de ese tirano sin escrúpulos, incluso he ido a la cabeza si ha hecho falta. Mi reputación no es la mejor, y esa es una de las muchas razones por las que alejarme lo máximo posible de la Royal, para empezar de cero. Quiero cambiar.

        Suspiro y dejo la taza en el posavasos.

        —Aunque no lo creas, no soy una persona sin escrúpulos. Me cansé de sus juegos sucios, y de sus manipulaciones. Dejé de disfrutar del fútbol y de todo lo que tuviera que ver con él. Me fui sin dar explicaciones esperando que las consecuencias nunca llegasen, y así fue, hasta ayer.

        —Te vieron en el partido de ayer —adivina Nelly cruzándose de brazos.

        —Sí. Jude vino a mi casa de visita sorpresa después del partido. Me dijo de todo menos bonita —aseguro arrugando la nariz.

        Todavía me duelen sus palabras.

        —Puedo imaginármelo. ¿Hay algo de lo que deba preocuparme?

        —No si no me uno al equipo de fútbol. A Ray Dark no le gustan los cabos sueltos.

        —¿Y que pasaría si te unieras? —pregunta Nelly ladeando la cabeza.

        No vayas por ahí, Nelly.

        —En el mejor de los casos, me pasaría algo solo a mi —arrugo la nariz por el simple pensamiento.

        —Y en el peor de los casos, afectaría al equipo y al instituto.

        —Eso es. Pero puedes estar tranquila porque... ¿Por qué me estás mirando así?

        Nelly sonríe y yo frunzo tanto el ceño que se me juntan las dos cejas. Cuando Nelly sonreía así, siempre era porque se le había ocurrido la mayor estupidez del mundo. Y si es lo que estoy pensando...

        —¡Ah no! ¡Me niego! —digo levantándome del sofá—. Vine aquí para alejarme de Ray Dark no para ponerme en su punto de mira.

        —Necesitamos tu ayuda, Cristal. Ray Dark no solo vino aquí por Axel Blaze. Hay algo más. El Raimon está vinculado con él de alguna forma.

        —Me da igual, no tengo nada que ver con esto —aseguro comenzando a andar hacia la puerta.

        —El equipo de fútbol se va a disolver si no consiguen ganar el próximo partido. No puedo seguir dando la cara por ellos si no consiguen resultados. La junta escolar lo ha dictaminado así. Y, a este paso, no van a conseguirlo.

        —¿Y eso que más me da a mi? —pregunto mirándola por encima del hombro.

        —Porque sé que estás investigando la muerte de tus padres, y creo, que está relacionada con el Raimon y Ray Dark

        Mi corazón se salta algún que otro latido. ¿Qué mierdas está diciendo Nelly? ¿Y cómo se ha enterado? He intentado llevarlo todo en el más absoluto secreto, pero parece que he vuelto a fallar. ¿Acaso alguien me ha echado un mal de ojo? Porque yo no lo quiero, se lo devuelvo.

        —No quiero seguir con esta conversación —Nelly me agarra del brazo y yo suspiro.

        Mi amiga siempre se ha caracterizado por ser una cabezona de primera. Y yo no estoy dispuesta a dar el brazo a torcer.

        —Juega solo el próximo partido. Haz que el Raimon gane para poder seguir con el club y después vete. No hace falta que sigas. Solo necesito un partido, y no volveré a insistir más.

        —¿Por qué estás tan empeñada?

        —Porque necesito saber que es lo que pasó hace cuarenta años. Por favor, hazlo por mi. Me lo debes por haber colado tus papeles de admisión a secretaría —dice señalándome acusatoriamente con el dedo.

        ¡Anda con la niña! Así que me hace favores sin yo pedírselo y ahora se los quiere cobrar. Vaya robo a mano armada. Y, aún así, tengo que darle las gracias. Si no ahora mismo sería una nini.

        —¿Cómo estás tan segura de que haré que el equipo gane?

        —Porque eras la delantera estrella de la Royal Academy, y no creo que eso haya cambiado en absoluto.

*****

        Crístal sale del Raimon con un sabor agridulce en la boca. Nelly la ha entretenido de más, y la tarde ya empieza a caer para dar paso a la noche. Ahora no solo tiene que caminar más de media hora a su casa, si no que su cabeza no va a dejar de darle vueltas a la proposición de Nelly.

        Su amiga está investigando sobre un incidente que ocurrió hace más de cuarenta años. No le ha contado mucho más, a parte de ponerle el caramelo en la boca insinuando que la muerte de sus padres pueda estar relacionada con todo esto. No cree que ese incidente esté conectado con el accidente de coche de sus padres. La única conexión que hay entre ellos, es la posible implicación de Ray Dark.

        Descubrió los trapos sucios de su entrenador antes de la semifinal contra el Kirkwood, cuando se enteró del accidente que sufrió la hermana de Axel. Ray Dark lo había planeado todo. Llevaba toda la tarde vigilando a la pequeña, y cuando vió el momento perfecto, la atropelló dejándola en coma. Axel Blaze tuvo que retirarse antes de empezar el partido y la Royal Academy se aseguró el pase a la final.

        Ese mismo día, decidió que ahí se acababa todo. Crístal no volvió al día siguiente a los entrenamientos. Ni al otro, ni al otro, ni al otro. Simplemente no pudo hacerlo. Terminó sus exámenes en casa alegando enfermedad, y se dió de baja en el instituto un día después de terminar las clases.

        Un tiempo después, con un poco más de investigación, encontró algo que la dejó completamente helada. Archivos policiales "traspapelados" que aseguraban que Ray Dark había visitado a sus padres minutos antes de que cogieran el coche y se mataran en el accidente. Desde entonces, ha trabajado en el más absoluto de los silencios para ver si, los frenos que fallaron, lo hicieron por un fallo mecánico, o porque intentaron quitarse a sus padres del medio.

        Los padres de Crístal, trabajaban en la asociación japonesa de fútbol. Se dedicaban a investigar las irregularidades que ocurrían fuera y dentro de los campos. Habían detenido a bastantes personas, y obligado a muchos otros a pagar multas millonarias. Y, parece ser, que Ray Dark podría estar entre esos nombres. A nadie le gusta que le lleven ante la justicia.

        Empezó a atar cabos, y cabos y más cabos, hasta que un inspector llamó un día a su puerta. Se había enterado de su investigación, y estaba dispuesto a ayudarla a llegar al fondo del asunto. Porque él también pensaba que Ray Dark estaba implicado en la muerte de sus padres.

        Por eso buscó un instituto alejado de los hilos de su antiguo entrenador. Porque necesitaba pasar lo más desapercibida posible para poder seguir con su investigación de forma segura. Como de costumbre parece que la suerte le ha jugado una mala pasada, y la ha metido en la boca del lobo.

        —¡Crístal! —grita una voz.

        La chica se da la vuelta y observa a Mark Evans subir las interminables escaleras de la rivera del río. Mira al campo, está lleno de niños de primaria. ¿Qué hace con ellos?

        —Soy Mark Evans, no sé si te acordarás de mí —dice señalándose con una sonrisa.

        —Nos hemos visto esta mañana, claro que me acuerdo de tí.

        —Ejem... Si claro, que tonto soy... ¿Te vas a unir al club de fútbol? Aunque bueno claro, a lo mejor no te gusta el fútbol. Pero es muy divertido, si lo probaras seguro que te lo pasarías genial y...

        ¿Este chico que desayuna por las mañanas? Porque ella está cansada solo de escucharle.

        —¿Te han dicho alguna vez que hablas por los codos? —pregunta Crístal tapándole la boca.

        Mark niega con la cabeza, pero parece pensárselo mejor y después asiente. La chica aparta la mano y Mark vuelve a sonreír. Parece que el chico es el más feliz del mundo cuando habla del fútbol. Ella conocía ese sentimiento.

        —No sabía que entrenabas a los niños de primaria. —Crístal señala con la cabeza el campo, donde los chicos juegan un partido.

        —¡Ah no! No les entreno. Ellos me entrenan a mí. —Crístal sube las cejas y Mark se ríe—. Hace apenas unos días solo éramos siete en el club, y ninguno de ellos tenían la motivación para jugar al fútbol, así que el equipo de primaría me hizo un hueco para entrenarme con ellos. Son mucho más fuertes de lo que parecen.

        —¿Solo erais siete? —pregunta asombrada Crístal.

        Parece que los problemas del equipo eran más graves de lo que se imaginaba.

        —Si. Nunca conseguimos suficientes jugadores. Cuando nos avisaron del partido contra la Royal Academy, me puse a buscar jugadores como un loco. Max, Jim, Nathan y Willy se unieron para echarnos una mano.

         —Tuvo que ser duro —susurra Crístal y observa a Mark de reojo.

         —Estuvieron a punto de cerrar el club —Mark suspira—. Y si no ganamos el próximo partido, será una realidad. Por eso sigo buscando jugadores, necesitamos ganar ese partido como sea.

        —Bueno, tienes una supertécnica bastante sólida. Seguro que lo conseguís.

        —¿La mano celestial? —pregunta Mark con la ilusión en los ojos—. ¿La vista? ¿A que es impresionante? Era una supertécnica de mi abuelo, en el partido contra la Royal conseguí sacarla. Él fue el entrenador del legendario Inazuma Eleven hace 40 años.

         ¿Hace cuarenta años? ¿Tendrá algo que ver con la investigación de Nelly?

        —¿Conseguiste sacar una supertécnica en un partido? —pregunta Crístal asombrada.

        Las supertécnicas no son fáciles de conseguir. Necesitan un entrenamiento muy estricto para que salgan a la perfección, y Mark pudo desarrollarla con la presión a la que estaba sometido. A lo mejor, el portero del Raimon es mejor de lo que pensaba.

        —Sí, fue gracias a los entrenamientos especiales —¿Entrenamientos especiales? Viniendo de alguien como él, no sabe si quiere saber de lo que tratan—. Y claro, luego vino Axel Blaze y nos ayudó a marcar un gol. Todavía no he conseguido convencerle de que se una al equipo, pero estoy seguro de que lo hará.

        —¿Por qué? —Crístal le mira con curiosidad.

         Mark Evans es un fenómeno extraño para ella. Parece que brilla con luz propia, una que podría deslumbrarte y sacarte de las más profundas sombras.

        —Porque ama el fútbol, como tú —Crístal pega un respingo en el sitio y Mark le sonríe—. He visto como miras al balón, te gusta tanto como a mi.

        «No creo que tanto» piensa la chica. Crístal mira a Mark con otro prisma. Parece un chico alocado y despreocupado, pero es más observador que muchas de las personas que conoce. Tiene algo que le gusta y que le da paz. Como si supiera que puede dejarse caer de espaldas sin preocuparse por si el chico fuera a estar ahí o no. Porque lo haría, lo tiene claro.

        —¡Mark! ¡Vamos a empezar un nuevo partido! —grita uno de los chicos.

        —¡Ya voy! —contesta Mark levantando la mano—. Me tengo que ir. ¡Juguemos al fútbol algún día!

        Crístal traga saliva, y aprieta los puños a sus costados. Ya van dos veces que le dice esa frase. Lo tiene claro. Mark quiere que se una a ellos. No. No va a hacerlo. No piensa aceptar. No se va a dejar convencer por la pasión que tiene el chico. No...

        —¡Mark! —exclama Crístal haciendo que el chico se pare al final de las escaleras. Suspira con cansancio y niega con la cabeza. Se ha vuelto loca—. ¿A qué hora empiezan los entrenamientos?

         Y, por primera vez, ve la sonrisa más resplandeciente del mundo.

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¿A que no me esperabais tan pronto? Pues yo tampoco. Como veis hay cosas que van a cambiar y espero que esta vez tengan más sentido. Gracias a todos los que estáis aquí de vuelta!! Tened un buen día!! Besooosss.

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