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Me encuentro apoyada en uno de los árboles que rodean el campo de fútbol del instituto Raimon. Los movimientos de la Royal siguen siendo como los recordaba. Agresivos, dominantes e impecables. No hay un pase mal dado ni una jugada mal pensada. Su nivel es tan aterrador que no hay ningún equipo que no tiemble al escuchar hablar de ellos. Incluso a mi me producen respeto. A la Royal Academy no se la puede tomar a broma, lo sé por experiencia.
Por eso, ver a un chico tan emocionado por jugar contra el equipo que podría destrozar sus sueños como futbolista, me hace plantearme dos cosas: o es un inconsciente o un loco. Puede que las dos. Todavía no estoy segura.
Llevo poco tiempo en el Raimon. Entré un mes después de que comenzaran las clases. Ya sabéis, problemas con expedientes, con matrículas... Incluso me pusieron problemas con la foto. Pero bueno, no voy a aburriros con eso ahora. Lo importante es que yo quería entrar al Raimon costara lo que costara. ¿Por qué? Os preguntaréis. Por el simple hecho de que era el único instituto en el que el club de fútbol no destacaba en lo absoluto. Nada nadita. Cero.
Pero, como no. Jude y su grupito de matones tenían que aparecer también aquí, en el culo del mundo, a interesarse por un equipo del tres al cuarto que no es capaz ni de correr como es debido.
Soplo el mechón de pelo castaño que cae sobre mi cara y fulmino con mis ojos verdes al culpable de que mis fantasmas todavía me persigan.
Axel Blaze, delantero estrella del Kirkwood transferido también al instituto Raimon. ¿Casualidad? ¿O es que el destino no va a parar de ponerme obstáculos en mi camino? Porque si es así, no voy a seguir pagando la suscripción de la vida.
Nada más verle en mi clase, supe que iba a traer problemas, y... ¡Bingo! ¡Aquí están! Han venido en forma de pandilleros futbolistas sin escrúpulos. Y a pesar de que debería de estar en cualquier otra parte, estoy aquí viendo cómo les están dando una paliza a estos pobres chicos. Por amor al arte o algo así, que se yo. Deformación profesional. Porque, de verdad, están barriendo el suelo con ellos.
Levanto las cejas cuando leo los labios de Jude Sharp, capitán del equipo de la Royal. Pretende acabar con el portero y capitán, Mark Evans, de un plumazo. Arrugo la nariz antes de que el balón impacte contra la cabeza de uno de los jugadores que ha bajado a defender al portero.
¡Pff! Eso ha tenido que doler. Aprieto la mandíbula al ver como el chico intenta levantarse del suelo a duras penas. El chico de la coleta parece estar vivo y eso es lo que importa, ¿no? El capitán va a socorrerlo y yo le miro con la curiosidad impregnada en mis ojos. ¿Qué vas a hacer ahora Mark Evans? ¿Vas a seguir permitiendo que tus jugadores sufran lesiones?
—¡El-El equipo del Raimon no puede moverse! ¡Solo Willy Glass queda en pie en el campo! ¡Esto es terrible! —exclama Chester, el comentarista del partido.
¿Quién es Willy? ¿El chico que no deja de temblar como si estuviera en la Antártida sin abrigo? Me apuesto tres napolitanas de chocolate a que ese chico no dura ni un asalto. Y no las pierdo, porque el chico termina huyendo del campo como si alguien acabara de gritar cuerpo a tierra. Me compadezco de él y de las pesadillas que va a tener por las noches después de esto. Ver a tus compañeros ser apaleados no tiene que ser plato de buen gusto. Por suerte, yo no he tenido que vivir eso.
Niego con la cabeza y separo la espalda del tronco. Me voy, creo que no es necesario seguir mirando. Demasiado espectáculo por hoy. Esos chicos no tienen nada que hacer contra la Royal, ni siquiera una mísera oportunidad. Continuar con el partido sería una auténtica pérdida de tiempo.
—¡No! ¡Todavía no! ¡El partido todavía no ha acabado! —grita Mark Evans levantándose renqueante del suelo.
Me paro de golpe y trago saliva. ¿Por qué quiere continuar? ¿Por qué quiere seguir recibiendo golpes? Solo hace falta mirarle a los ojos para darte cuenta de que no piensa rendirse. Que para él, ese partido es como el regalo de cumpleaños que siempre deseó y que nunca recibió. Piensa seguir hasta que el árbitro dé el pitido final. ¿Os acordáis de la pregunta que me hice al inicio? Ya tengo la respuesta, está loco.
Jude sonríe. Se lo está pasando bien. El capitán de la Royal siempre ha tenido un punto sádico escondido entre tanta frialdad y educación. Aunque lo haya negado más de una vez, disfruta el sentirse superior, el sentirse algo así como... Un rey. Por eso, sé cuál va a ser su siguiente movimiento. Quiere acabar con esto de una vez por todas. Tiene un objetivo claro en mente, quiere hacer reaccionar a una persona. A Axel Blaze y por seguir las órdenes de su comandante, haría lo que fuera. Incluso utilizar una supertécnica cuando el rival no puede casi mantenerse de pie. Un tiro como el Triángulo Letal podría poner en graves problemas hasta al más experimentado portero, imaginaros intentar pararlo con la cabeza sin tener que terminar en enfermería después. Imposible. Por poneros un ejemplo. La fuerza de ese tiro es tanta, que una vez abolló el palo de la portería cuando cometieron un error de sincronización dándole al larguero. Yo misma estaba presente en ese momento.
Aprieto los puños y me muerdo los labios. Un pensamiento cruza mi mente. Intervenir en el partido y asegurarme de que el chico salga ileso.
—No me obligues, no me obligues...
Soy capaz de mantenerme estoica. Aunque tengo que apartar la mirada para no verlo. Es una mierda eso de haber encontrado una repentina empatía. Mi mirada no vuelve al campo de fútbol hasta que los cuchicheos de la gente llaman mi atención. Ahí está, la razón por la que la Royal Academy y Ray Dark hayan centrado sus ojos en el Raimon. Axel Blaze entra al campo vestido con la camiseta que Willy había dejado tirada en su huida.
Axel Blaze es el típico jugador que impone respeto nada más verle. Sabes que es bueno antes incluso de ponerse a jugar. Y vaya si lo es. Delantero estrella de una potencia que se quedaron a las puertas de una final después de que el chico desapareciera del equipo sin dejar rastro. Muchas malas lenguas aseguraban que Axel había abandonado al equipo después de amedrentarse, pero eso no es así. Muy pocos conocen la verdad, y yo, después de mucho investigar se me presentó delante de las narices.
Observo la sonrisa de Jude como si no la hubiera visto nunca. Parece tan... Lejano. Tan impersonal, sabiendo que debe mostrar en cada momento. Como si fuera una sombra de la persona que conocí en el pasado. Y parte de culpa de que se haya convertido así, la tengo yo.
Me cruzo de brazos y observo con atención todo lo que pasa a continuación.
—Axel Blaze echa a correr hacia el campo contrario. ¿Abandonará también al equipo como hizo Willy Glass?
No, no huye. Es que, por alguna estúpida razón, confía en que Mark Evans consiga parar el Triángulo Letal. Ese con el que casi consiguen desintegrarle de una. Y yo siento pena por él, porque ha conseguido despertar mi empatía después de tanto golpe que ha recibido. Incluso sabiendo que no iba a ser capaz de plantarles cara, se ha levantado hasta convencer a Axel de que, si le daba una oportunidad, él conseguiría llevarle el balón. Y, ante mis ojos, pasa el mayor milagro que he visto en mucho tiempo. Mark Evans consigue parar el tiro, con una supertécnica que nunca he visto. Incluso el propio moreno se sorprende de lo que acaba de hacer. Abro los ojos, asombrada y me da por reírme. Puede que hoy sea un buen día para echar a la lotería. Por si acaso.
—¡Axel! ¡Toda tuya!
El balón llega a Axel, que lo recepciona de manera perfecta y consigue marcar con su Tornado de Fuego. Subo las cejas y sonrío.
—Te han eclipsado tu momento de brillar, Axel —susurro estudiando a Mark Evans, que a pesar de parecer estar en las últimas, su sonrisa no se borra de su cara.
La Royal Academy anuncia su retirada del partido. Ya tienen lo que querían, no les queda nada que hacer aquí. Jude es el último en abandonar el campo y yo decido que es mi hora de hacerlo también. Pero antes de salir a tiempo de allí, los ojos de Jude me localizan. Aprieto los dientes mientras un escalofrío recorre mi cuerpo. Eso no estaba en mis planes. Hace un simple amago de acercarse, y yo retrocedo dos pasos. Jude se para en seco, y entonces, se va.
***
—Señorita Selius —La voz de Flor, el ama de llaves, resuena detrás de la puerta de la habitación—. El señorito Sharp la busca.
Levanto la mirada de mi libreta, y la cierro de golpe. Es la primera vez en seis meses que Jude está aquí. Me apoyo en la puerta de la habitación y suspiro. Tengo que parecer fuerte.
—No tienes permiso para entrar Jude —declaro con la voz entumecida—. Puedes irte Flor.
Cuando dejo de escuchar los pasos, apoyo la cabeza en puerta y me dejo escurrir hasta quedarme sentada en el suelo.
—¿Qué hacías en el Raimon? —pregunta después de un rato en silencio.
Escuchar de nuevo su voz me remueve algo en el pecho.
—¿Eso es todo lo que tienes que decirme después de tanto tiempo?
—No fui yo quien me alejé de todo —replica con rabia—. Desapareciste sin dejar rastro. Y ahora, te encuentro en el Raimon, como si nada hubiera pasado. Como si no nos hubieras dejado tirados.
—Yo solo hice lo que tuve que hacer —aseguro tragando saliva.
—¿Abandonarnos?
—¡No! Salir del control de Ray Dark.
—¿Sigues con esa tontería? —bufa, seguramente pasándose las manos por la cara.
—No es ninguna tontería, Jude. Que a ti te guste destrozar la vida de las personas es problema tuyo. Yo no soy así.
—¡No me pintes como si fuera un maldito hijo de puta!
—¿Y entonces que ha sido lo de hoy? —respondo dando un golpe a la puerta—. ¿Por qué Jude? ¿No ves que lo que hacéis está mal?
—Te recuerdo que hace unos simples meses eras tú quien más te divertías con todo esto —contesta llanamente.
—Y no sabes cuanto me arrepiento. ¿Has disfrutado viendo sufrir al capitán del Raimon?
—Solo seguía órdenes, y teníamos que cumplirlas —responde después de unos largos segundos—. No creo que tenga que explicarte que pasa cuando desobedeces.
—Por desgracia, no tienes por qué hacerlo —susurro abrazándome las piernas—. ¿A qué has venido?
Jude se queda callado, y yo tengo que hacer de tripas corazón para no abrir esa puerta.
—Te quiero Crístal, pero sabes que, quien se entromete en el camino de la Royal, acaba mal parado. Está es la última órden del comandante. Aléjate del Raimon y del fútbol. —Su voz hace que el frío se cale en mis huesos—. Es el primer y último aviso. Hazlo, por tu bien. Y por el mío.
Aprieto los puños y dejo que las lágrimas salgan sin control de mis ojos. Maldito Ray Dark, maldito Jude y maldito sea el día en el que mi vida comenzó una caída libre y sin paracaídas. Pero esto no se va a quedar así. No, no pienso dejarme amedrentar, no pienso bajar la cabeza ahora. Me levanto como un resorte del suelo y abro la puerta con fiereza.
—¡Pues prepárate Jude Sharp! Porque pienso hundir a la Royal Academy de una vez por todas!
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Bueno, en mis leídas a MSPC, me pregunté. ¿Cómo sería este libro si lo hubiera escrito ahora? Y entonces, dije: pues voy a reescribirlo. Y pues aquí estoy haciendo una nueva locura. Vamos a ver cuanto ha cambiado mi visión de la vida y mi escritura. ¡Que comiencen los juegos del hambre!
(Recordemos que esto no está corregido. No tengo tanto tiempo jajajajaja)
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