950 grullas de papel.
Al final, Derek es un husky negro de ojos verdes que se abalanza sobre Thomas cuando Dylan se las ingenia para que atreviese primero la puerta del apartamento. Tarda bastante en asimilar lo que está pasando, porque sabe que debería estar asustado, tiene un perro de más de 30kg. encima y le está babeando toda la cara, pero el alivio que siente es tanto que lo que hace es abrazarse al can que recibe sus mimos con entusiasmo.
- Me parece estupendo que os llevéis bien, pero yo necesito pasar a la cocina - dice entre risas Dylan.
Entra cargando con las dos cajas de pizza familiar y la bolsa del McDonald que lleva encima porque, por lo visto, hace tiempo que no come nuggets y los necesita con urgencia. Thomas rodó los ojos cuando se lo dijo, como si fuera una necesidad imperiosa, pero no se quejó ni replicó cuando después de la pizzería pasaron por el McAuto, puede que le robe uno o dos, quizás más si la ansiedad se lo pide.
- Podías haber especificado que era un perro - masculla Thomas, levantándose del suelo y siguiéndolo por la casa.
- ¿Por qué? - pregunta con una picardía que no se molesta en esconder mientras deja las cosas sobre la encimera y lo mira, Thomas se sonroja al momento y baja la mirada, jugando nervioso con sus manos.
- No juegues conmigo - pide en un hilo de voz.
Los dedos de Dylan en su barbilla para que lo mire le dejan sin aliento.
- Nunca - promete, mirándole directamente a los ojos.- Ayúdame con esto - señala la comida y los platos que ha sacado para después deslizar su toque hasta que lo suelta, Thomas suspira y se sonroja, ¿por qué no puede controlarse? ¡Ya no tiene 15 años, por dios!
Colocan las cosas en silencio y cuando las dos pizzas, los nuggets, los refrescos, las salsas y Derek están donde deben, Dylan coge aire con fuerza y pregunta sin atreverse a establecer contacto visual esta vez.
- ¿Qué quieres saber?
Thomas lo fulmina con la mirada.
- ¿En serio, Dylan? ¿Qué tal todo? Porque estoy seguro de que no sé nada de nada - se muerde el labio, nervioso, dándole vueltas al trozo de pizza que tiene en la mano.
- Vale - padalea el nugget que tiene en la boca antes de quitarse la chaqueta porque sabe que se va a poner nervioso y que sudará. Thomas ahoga un gemido al ver su antebrazo, más bien, el tatuaje de su antebrazo.
- Es una grulla - extiende los dedos para tocarlo, Dylan se estremece por la piel fría del rubio aunque la calidez que danza cerca de su corazón desde esa mañana se acentúa.- Te has tatuado una grulla de papel - la voz le falla casi al final y tiene que esforzarse para no llorar.
- Me salvaste la vida - dice con el mismo tono de voz que cuando se cuenta un secreto preciado.- Veo que tengo que empezar desde el principio - sonríe suave, comprensivo, Thomas está muy perdido.
Dylan habla sobre su infancia; habla sobre un padre ausente y una madre trabajadora; habla sobre una enfermedad que nadie se merece; habla de Tyler, su amigo de la infancia, y de Britt, el mayor error que ha cometido; habla de la mañana que se conocieron; habla de lo mucho que significó para él aquella grulla de color naranja y sucia; habla de Britt insistiendo y de Tyler tratando de guiarlo por el buen camino; habla del color que puso en su vida las pocas veces que se vieron; habla de la esperanza que Thomas le regaló sin proponérselo, de las ganas de vivir que le contagiaba; habla de Britt tratando de apagar esa pequeña luz que comenzaba a nacer; hablar del descanso eterno de su madre; habla del funeral que no recuerda; habla del último día que se vieron; habla de lo mucho que se arrepiente por no haber insistido más en saber su nombre porque podría haberlo buscado; habla de lo perdido que estaba, de lo consumido por la ansiedad, por la tristeza y por la ira; habla de la decisión que tomó de irse lejos a terminar sus estudios; habla de las visitas que Tyler y lo que le decía sobre el crío de no más de 11 años que iba a preguntar por él a la cafetería (Thomas le asegura que tenía 15, Dylan le dice que no le cree); habla de que, cuando terminó la universidad y volvió, Tyler hacía meses que no sabía nada de Thomas así que no pudo localizarlo; habla del accidente de tráfico que tuvo después de presentarse a las oposiciones que aprobó; habla del duro proceso de rehabilitación; habla que, durante una experiencia tan cercana a la muerte, aquello que le daba fuerzas era la esperanza de encontrarse de nuevo con el chico de las grullas; habla de que cuando pudo volver a caminar decidió tatuarse la luz que lo había sacado de tanta oscuridad y habla de que gracias a su nota, entre las cinco mejores, pudo elegir plaza en el colegio que él quisiera.
- Lo fuiste todo para mí, Thom, durante años - se acaricia el tatuaje, distraído.- Y casi había perdido la esperanza de volver a coincidir contigo cuando atravesaste esta mañana la puerta de mi clase - deja el trozo de pizza al que lleva un rato dándole vueltas sobre la caja con intención de cogerlo más tarde.- No sé describirlo mejor, pero es como si trajeras los colores a mi vida - se encoge un poco de hombros, avergonzado, nunca le ha hablado de eso a nadie, ni siquiera a Tyler que se limitaba a mirarlo en silencio cuando el tema del rubio salía a flote.- No sé explicarlo de otra manera, yo...
Cuando Dylan se atreve a mirar a Thomas el corazón le late con fuerza: el rubio está llorando en silencio, tiene las mejillas sonrojadas y muerde su labio inferior intentando no sollozar, estruja la tela de la camisa que lleva puesta entre sus manos, arrugándola.
- ¿Y qué se supone que tengo que decir ahora, Dylan, qué se supone que tengo que hacer con todo esto? - pregunta, asimilando que casi estuvo a punto de perderlo para siempre y que no se habría enterado de ninguna forma porque ni siquiera sabía su nombre.
- No tienes por qué hacer nada, Thomas, no te lo cuento para que hagas algo...
- ¿No? Vale, entonces, ¿qué hago con esto? - se señala el corazón.- ¿Qué hago con todo lo que siento por ti desde hace años, con todo lo que estoy sintiendo ahora? - recalca, gesticulando con las manos.
Dylan da un brinco.
- ¿Ahora? - repite.
Thomas alza una ceja escéptico.
- Sí, ahora, porque lo que resulta que era un capricho adolescente no lo es en absoluto - masculla, molesto.- Quiero decir, ¿qué capricho revive 7 años más tarde y...? - no puede seguir hablando porque Dylan le besa.
Le besa con fuerza e intensidad, sin necesidad de lengua, y se separa con la misma rapidez. No le da tiempo a Thomas a asimilar lo que acaba de pasar, así que el rubio se queda con los ojos abiertos como platos incluso cuando Dylan sólo deja unos centímetros entre los dos.
- También pensaba que era un capricho, lo mío, una necesidad de sentir algo más que dolor - susurra a centímetros de los labios ajenos.- Cometí muchos errores por culpa de esa necesidad - baja aún más el tono de voz, temiendo espantarlo.- Y... espera - se aleja de verdad esta vez, casi medio metro, movimiento que hace reaccionar a Thomas.- ¿Cuántos años tienes?
El rubio parpadea desorientado hasta que asimila la pregunta y ríe, ríe tanto y tan alto que Derek levanta la cabeza perezoso para comprobar lo que está pasando.
- Tengo 22 años - se seca una lágrima que se desliza por su mejilla.
Dylan sonríe con ternura.
- Bueno, de todas formas, no pensaba esperar más.
Thomas no se sorprende cuando la excitación sube hasta su pecho.
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¡Hola! Si has llegado hasta aquí, ¡gracias! Sé que he sido especialmente pesada para terminar esta historia. De hecho, si nos fijamos, hay una gran diferencia entre los capítulos viejos y los capítulos nuevos. Yo espero que la coherencia y la cohesión no se haya visto afectada por eso, tendré que releerla un día de estos para asegurarme.
No, esto no es una despedida, aún queda el último capítulo: 1000 grullas de papel. Espero que os guste aunque aún no lo he escrito tengo una idea bastante clara de cómo quiero que sea, así que me voy a poner a ello en cuanto clickee "publicar" arriba a la derecha.
Sabéis cómo soy con los comentarios, pero alguno que otro trataré de responder. ¡Gracias de nuevo! Os loveo un mundo.
Pdt: también sabéis cómo soy que no corrijo nada hasta que está publicado xD
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