43. SOLO UN JUGUETE


- Podemos descansar de una vez... no quiero seguir con esto.

Estaba tumbado sobre la fría nieve, me dolía todo el cuerpo, pero gracias al frio de la nieve conseguía reducir la hinchazón. Habíamos estado entrenando toda la mañana, aun no entiendo porque se molesta en hacerlo, sabe que lo odio.

- Deja de quejarte y levántate. Debes estar listo para luchar en cualquier momento.

Un perro de color dorado se erguía delante de mí sosteniendo una espada de madera en una pata. El perro suspiró mirándome con desaprobación, él sabe que aún no tengo la edad mínima para entrenar, era injusto me hiciera pasar por esto. Que el tuviera dieciocho no le daba derecho a tratarme así.

- Porque me haces entrenar tan duro... si sabes que no puedo.

Lo miré desafiante apretando los dientes, mi bravuconería parecía no sentarle demasiado bien al can que tenía delante ya que apretó sus patas tomando aire para tratar de calmarse. Exhaló el aire en un suspiro mirándome seriamente, sus ojos carmesíes siempre me habían parecido intimidantes, aunque eran hermosos a su manera.

- Escúchame bien, eres débil y no me gusta – me apuntó con la espada de madera – acaso quieres deshonrar el buen nombre de tu familia, no quieres proteger a quienes te importan.

- ¡Pero de que hablas! Sabes perfectamente que no le importo a nadie... ni a papa, ni a ti... sería mejor para todos si estuviera muerto – bajé la cabeza ocultándola entre mis piernas.

- Por favor... - llevó su pata a la cara – eres un inútil... que no entiende nada...

Me agarró de la pata levantándome, era más alto y fuerte que yo, por lo cual no tuvo demasiados problemas en hacerlo. Me miraba con tristeza no sabiendo que decirme.

- Recoge tus cosas Mike... volvemos a casa... - me dijo girándose hacia uno de los árboles.

Asentí lentamente y me dirigí hacía mi bolsa, la recogí de la nieve cargándomela a la espalda. Después recogí mi espada de madera del suelo y fui hacía mixe, estaba guardando sus cosas y revisando que todo estaba bien.

- ¿Ya está? – preguntó sin dirigirme la mirada.

- Si – respondí pesadamente.

Mixe cargó su mochila a la espalda y comenzó a caminar sin dirigirme la mirada. Por qué era tan frio conmigo, antes de empezar a entrenar con papa... solía ser bueno conmigo. Caminé mientras mi mente estaba en las nubes, estaba tan abstraído en mi mundo que no me di cuenta de que Mixe se había detenido, chocando con su espalda.

- Pe-perdón... - dije asustado pensando se enfadaría conmigo.

Mixe se giró mirándome, puso una sonrisa y se agacho haciendo que su cara quedara a la altura de la mía. Se le veía preocupado por lo que tenía que decir.

- Mike, sé que no entenderás esto. Pero muchas veces las cosas no son como creemos. Yo seguiré entrenándote, sé que será duro y que te enfadaras conmigo. Pero, sé que en el futuro tendrás que proteger a quienes amas. Seguro que serás un gran soldado que me cubrirá la espalda cuando lo necesité – le vi sonreír ampliamente mientras me revolvía el pelo.

Nunca entendí esas palabras de mi hermano. Por qué quería tener a un debilucho como yo como soldado, había muchos otros perros que eran más aptos que yo. Además, no me gustaba pelear, solo peleaba con flex y porque él se lo buscaba.

Estuvimos caminando unos minutos hasta que llegamos al poblado, el simple hecho de volver a ver aquel lugar me llenaba el corazón de desesperación, odiaba ese sitio. Prefería mil veces más viajar con mixe, aunque fuera para entrenar, que estar en aquel poblado. Agaché mis orejas instintivamente. Llegamos a casa y tanto mixe como yo dejamos nuestras cosas en nuestros respectivos cuartos. La primera en salir a recibirnos fue nuestra madre.

- ¡Qué tal están mis cachorros hermosos! – dijo abrazándonos a los dos.

- Genial mama – la abrace de vuelta.

- No ha estado mal... - dijo mixe apartando la mirada.

- No me seas un gruñón como tu padre, que sabes que cuando él no está delante puedes ser sincero conmigo – dijo pinchándole a mixe.

- Bu-bueno – la abrazó con fuerza.

Mi madre era el único faro en este mundo de sombras, siempre estaba alegre y su sonrisa era más brillante que el sol. Siempre me divertía estando a su lado y era lo único que me ataba a aquel maldito lugar. Mi madre miró a mixe y le susurro al oído algo que fui incapaz de escuchar, mixe simplemente asintió, pero su rostro había cambiado a uno triste. Al verlo triste mama no dudo en abrazarlo de nuevo casi aplastándolo entre sus patas, mixe rio en respuesta. Ella siempre sabía cómo hacernos feliz.

La puerta de la casa se abrió de golpe haciendo un gran estruendo. Un enorme perro amarillo entro lentamente oteando la escena con sus enormes ojos marrones. Las risas y la diversión se esfumaron de golpe con la puesta en escena de este can. El perro se acercó a nosotros y con una de sus enormes patas revolvió la cabeza de mixe.

- Hola pequeño, espero que no hayas estado vagueando – dijo con una voz grave y autoritaria.

- No papa – respondió Mixe educadamente.

- Bien, bien. Bueno, iré a mi despacho mientras preparas la cena cariño – se marchó con un paso raudo despidiéndose con la pata.

Los tres suspiramos, hoy parecía que estaba de buen humor, lo cual era raro en él.

Mientras mama preparaba la cena, me fui a mi cuarto a jugar con mis muñecos, adoraba jugar con ellos, porque podía imaginarme mundos de fantasía y lugares mágicos más allá del hielo, donde vivía feliz salvando a la gente como un superhéroe. Todos me daban las gracias por ayudarlos y era feliz rodeado de todo tipo de animales. Todos me querían e incluso tenía una familia. Que lástima que todo eso, solo fuera un sueño.

Escuché como nos llamaban a comer, rápidamente dejé de jugar y abrí la puerta dispuesto a bajar a comer. Al abrir la puerta Mixe estaba esperándome con una sonrisa malvada, de esas que solía ponerme cuando tenía algo perverso en mente. Trate de ignorarlo y simplemente baje las escaleras dirección a la cocina. Ahora entendía porque mixe sonreía de aquella manera, Habían preparado carne para comer. Mixe sabía perfectamente que no quería comer carne, ya que se lo Conté en una de nuestras escapadas de entrenamiento.

Agaché las orejas disgustado, se me revolvía el estómago solo de pensar de que animal habría salido esa carne. Me tapé la boca con la pata ocultando una arcada. Mi padre estaba sentado en la mesa al lado de mi madre, no tenía más remedio que acompañarlos. Ocupé uno de los asientos y al cabo de unos minutos apareció mixe ocupando el ultimo asiento disponible al lado mío.

Papa chasqueó los dedos y dos animales con harapos gastados y rotos aparecieron. Estaban delgados y llevaban grilletes en sus muñecas. Sus rostros reflejaban tristeza y desesperación. Mi padre no dijo nada, pero los dos animales entendieron a la perfección lo que tenían que hacer. No era la primera vez que mi padre traía... animales... pero aun así odiaba el trato que les daba. Que les hacía a ellos diferentes a nosotros... porque ellos vivían encadenados mientras nosotros los devorábamos.

Los animales nos sirvieron la comida. Mi padre comenzó a devorar la carne como un animal salvaje. Mi madre también comía de aquella carne, aunque de una manera más fina y delicada. Por ultimo mixe comía la comida, aunque se le veía pensativo y sumido en su propio mundo. Por mi parte, yo no tenía hambre. Me dolía el estómago por el simple hecho de pensar que esta carne podía ser de algún animal pensante. Ocultaba las arcadas como podía.

- ¿Qué pasa Mike? ¿Acaso no está como te gusta? – dijo mi padre mirándome seriamente.

- Eh, es que – dije nervioso – no tengo demasiada hambre, ¿podría comer solo alguna fruta o algo así?

- Pero que dices – golpeó con fuerza la mesa – ningún hijo mío comerá fruta, comete la carne.

- Pero no quiero – repliqué.

- ¡No te atrevas a contestarme! – dijo lanzando un plato en mi dirección.

Me cubrí con las patas mientras escuchaba el plato impactar contra la pared partiéndose en mil pedazos. Temblaba asustado, no podía hacer nada ante la fuerza de aquel monstruoso animal.

- La siguiente ira directo a tu cara – dijo amenazándome – ¿vas a comer?

- Por favor – supliqué – no quiero esto

Mi padre agarró otro de los platos y pude ver como se preparaba para lanzarlo, cerré mis ojos cubriéndome, preparándome para recibir el golpe.

- ¡Basta ya!

Me destapé mirando y mi a mixe que se había levantado gruñendo a mi padre. Tenía sus garras sacadas y mostraba sus colmillos.

- ¿Qué te crees que haces Mixe? – se levantó tensando sus músculos.

- Eso debería decirte a ti, porque coño te importa lo que le pase a este inútil – dijo apuntándome – si quiere morir de hambre deja que se muera, él solo – me miro apretando los dientes – ¡es solo basura! Un debilucho que no llegara a nada, una deshonra para la familia – volvió a mirar a nuestro padre – Yo seré el jefe de los ejércitos, Yo seré tu mano derecha hasta que pueda heredar el título de líder. ¡Yo te soy fiel! Deberías dejar de preocuparte por lo que haga Mike. Solo céntrate en mí, pon tu mirada fija en mí.

Mixe gritaba con todas sus fuerzas, Papa únicamente sonrió de medio lado observando a su pequeño luchador.

- Veo que hice bien en confiar en ti – dijo acariciándole la cabeza – me gustan esos ojos de luchador. Tú ganas, te hare caso solo a ti – me clavó su mirada – no volveré a hacer caso a esta basura.

Cuando terminó de hablar se fue de la sala dejando el salón en silencio. Estaba temblando, cubriéndome la cabeza con las patas. Cerré mis ojos empezando a llorar, me dolía el pecho y sentía que la tristeza me consumía.

- Mike – vi como mixe acercaba su pata hacia mí.

- ¡No me toques!

Le di un golpe en su pata y salí corriendo de la cocina encerrándome en mi cuarto. Nada más cerrar la puerta me apoyé sobre ella sentándome en el suelo lentamente. Lloraba audiblemente, no podía contener las lágrimas que brotaban de mis ojos cayendo por las mejillas. Por qué sigo viviendo así me pregunte varias veces durante toda mi vida. Hoy tenía claro, que no tenía motivos para vivir, solo era un estorbo, una basura.

Escuche unos golpes en mi puerta, toc toc. No tenía ni las fuerzas, ni las ganas de abrir la puerta. Únicamente ignoré los golpes. Pasados unos segundos volvieron a llamar a la puerta con más intensidad.

- No quiero ver a nadie, vete

Seguía apoyado en la puerta llorando, no quería ver a nadie de verdad. Solo quería desaparecer del mundo. Estaba hambriento y cansado por el entrenamiento. Estaba sin ganas de hacer nada.

- Mike, abre la puerta por favor – era la voz de Mixe.

- ¿Estas sordo? – repliqué – he dicho que no quiero ver a nadie.

- Por favor, Mike, no seas cabezón, abre.

Su voz sonaba suave, diferente a otras veces que habíamos hablado, me recordaba al mixe que tanto quería. Pero como podía hacerle caso después de lo que dijo. Lentamente me levanté, quite el seguro de la puerta dejando que mixe abriera la puerta.

Entró en el cuarto con las orejas agachadas y con una mirada triste en su rostro. Suspiró pesadamente mirándome.

- No sé ni que decir Mike

- Tranquilo... entiendo explotaras... supongo que no es fácil tener un hermano tan problemático.

- Te traje algo de comer – se acercó a la mesa de mi cuarto y deposito encima un plato con algo de carne y patatas.

- Sabes no me gusta la carne mixe... te lo dije... - lo miré triste.

- Lo se Mike... pero no es carne normal... es de ave, creo te hable de ella ¿verdad?

- Bueno, si es de ave... podría hacerlo... - me acerqué lentamente mientras miraba a mixe, estaba temblando, pensando que en cualquier momento mixe podría hacerme algo.

Me acerqué al plato y agarré un pedazo de carne llevándolo a mi boca. Estaba cocinada ya que se notaba los jugos del animal aun calientes. Era sabroso, la carne era suave, aunque seca. Continúe comiendo, saboreando aquel plato mientras las lágrimas recorrían mis mejillas.

Mixe se sentó en la cama mirándome hasta que termine de comer. Vi como mixe sonreía levantándose de la cama. Se dirigió hacia donde estaba y agarro el plato para retirarse. Escuche como la puerta se abrió y apareció nuestro padre. El rostro de mixe cambio de expresión de golpe, pasando de una tranquila y apacible a otra que mostraba furia y enfado.

- Que quieres ahora papa – dijo mixe desafiante.

- Me gusta que seas tan valiente mixe, pero recuerda que mando yo – se acercó a mixe agarrándolo del cuello – así que, tranquilízate.

Lo levantó estrangulándolo para justo después lanzarlo fuera del cuarto, tras esa acción salió del cuarto no sin antes mirarme con desprecio, una mirada que rompería el corazón de cualquier hijo. Cerró la puerta detrás suyo, levanté las orejas intentando escuchar lo que decían.

- ¿Qué crees que hacías mixe? – dijo mi padre enfadado.

- Tú qué crees... conseguí que ese debilucho comiera, acaso no es bastante.

- Ya sabes lo que pienso, has dicho que quieres me preocupe y me fije solo en ti. Eso pienso hacer.

- Pues ya verás, conseguiré que ese debilucho me sirva como un buen peón, será el más fuerte de la aldea, y será todo gracias a mí. Tendré un soldado solo para mí.

- Pues suerte con eso, yo creo que es una pérdida de tiempo. Pero si te vale para divertirte – reía – igual consigues que lo maten, seria divertido.

Las palabras de mi padre calaban profundo en mí. Mixe, de verdad solo soy un juguete para ti...


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HE VUELTO NENAS Y NENES!!

No lloreis por mi, que ya estoy de vuelta, como cada lunes para traeros vuestra dosis semanal de lectura. Entramos en la recta final del libro, cada vez queda menos para que termine. que rápido pasa el tiempo...

Espero que este capitulo lo hayais disfrutado muchisimo, hacermelo saber reventando el boton de votar y dejando vuestro comentario de animo, que ultimamente más gente se ha dignado a comentar y eso me llena de felicidad.

Como siempre digo, compartirlo con vuestros amigos y amigas para asi ayudarme a crecer y no olvideis seguirme en wattpad (no me gusta lo hagan por la calle) para estar al tanto de las nuevas historias e ideas que ando creando. 

Sin más se despide el escritor y como siempre os digo, cuidaos mucho que esto no es un juego. Pasad una hermosa semana y no dejeis de ladrar!

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